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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > IV : (OLIVER-VIVES) > PÉREZ DE OLIVA, EL MTRO. FERNÁN

Datos del fragmento

Texto

[p. 58]

Vamos a exponer brevemente cuantas noticias bibliográficas hemos podido allegar respecto al insigne humanista, cuyo nombre encabeza estas líneas, catedrático que fue de Filosofía Moral en la Universidad de Salamanca y Rector de aquellas aulas famosísimas.

[p. 59] El Maestro Fernán Pérez de Oliva, vástago de una de las más nobles familias cordobesas, nació en la ciudad de los Abderrahmanes, por los años de 1494. Su padre, escritor docto, autor de una obra titulada Imagen del Mundo, [1] procuró darle esmerada educación literaria. De sus estudios nos da larga cuenta en el «Razonamiento, que hizo en Salamanca, el día de la lición de oposición a la cátedra de Filosofía Moral»:

«Yo, señores, desde mi niñez he sido siempre ocupado en letras con muy buenas provisiones y aparejo de seguirlas. Y primero oí la Gramática de buenos preceptores, que me la enseñaron; después vine a esta Universidad, y oí tres años Artes liberales con el fructo, que muchos aquí saben. Y de aquí fui a Alcalá, donde oí un año en tiempo que había excelentes preceptores y grande ejercicio. De ahí, cresciéndome el amor de las letras con el gusto de ellas, fuí a París, do estuve entonces dos años oyendo. Y si era bien estimado entonces, algunos lo saben de los que aquí me oyen. De París fuí a Roma a un tío que tuve con el Papa León, y estuve tres años en ella, siguiendo ejercicio de Philosophía y Letras Humanas y otras disciplinas, que allí ce ejercitaban en el estudio público, que entonces florecía más en Roma, que en otra parte de Italia. Muerto mi tío, el Papa León me recibió en su lugar, y me dió sus beneficios; y estaba tan bien colocado, que cualquier cosa que yo con modestia pudiera querer, la podía esperar. Pero porque me parecía que sería aquella vida ocasión de dejar los estudios que yo más amaba, me volví a París, do leí tres años diversas Liciones, y entre ellas las Éthicas de Aristóteles, y otras muchas partes de su disciplina, y de otros autores graves y excelentes, de tal manera que el Papa Adriano, siendo informado de estos mis estudios, me proveyó, estando yo en París, de cien ducados de pensión, con propósito de conmutarlos, según decía, en otra merced de más calidad. Mas él murió, y yo vine a España seis años ha, poco más, y los cuatro de ellos he estado en esta Universidad, siempre en ejercicios de letras. Assí que pues me conceden que no carezco de ingenio; y como han, señores, oído, toda la vida he passado en los más nobles estudios [p. 60] del mundo, siempre atentíssimo a mis estudios, y ejercicios de ellos; por fuerza es que haya hecho fructo, pues trabajando y perseverando con ingenio se alcanzan las letras. Y si no es assí, yo querría que alguno me dijese de qué otra manera se suelen alcanzar. Mas ¿qué es menester persuadir por razones lo que por experiencia he mostrado? Vuestras mercedes saben si sé hablar en Romance, que no estimo yo por pequeña parte en el que ha de hacer en el pueblo fructo con sus disciplinas, y si sé también hablar Latín para las escuelas, do las sciencias se discuten. De lo que supe en Dialéctica, muchos son testigos. En Mathemáticas todos mis contrarios porfían que sé mucho, así como en Geometría, Cosmographia, Arquitectura y Perspectiva, que en aquesta universidad he leído. También he mostrado aquí el largo estudio, que yo tuve en Philosophía Natural, así leyendo partes de ella, cuales son los libros de generatione y de anima, como philosophando cosas nuevas y de grandíssima dificultad, cuales han sido los tractados que yo he dado a mis oyentes escritos de opere intellectus, de lumine et specie, de magnate y otros, do bien se puede haber conocido qué noticia tengo de la Philosophía natural. Pues de Theología no digo más sino que vuestras mercedes me han visto en disputas públicas unas veces responder, y otras argüir en diversas materias, y difíciles; y por allí me pueden juzgar; pues por los hechos públicos se conocen los hombres, y no por las hablillas de los rincones. Allende de esto, señores, he leído muchos días de los cuatro libros de Sentencias, siempre con grande auditorio, y si se perdieron los oyentes que me han oído, vuestras mercedes lo saben. Pero porque nuestra contienda es sobre la lición de la Philosophía Moral de Aristóteles, diré de ella en especial. Vuestras mercedes saben quantos tiempos han pasado, que en cathedra ningún lector tuvo auditorio, sino sólo Mtro. Gonzalo, do bien se ha mostrado, que es cosa de gran dificultad leer bien la doctrina de Aristóteles en lo moral, que no lo puede hacer, sino hombre de muchas partes y de especial suficiencia. Y también vuestras mercedes saben que no hay lición más impropia para leer extraordinaria que la Philosophía Moral de Aristóteles, como quiera que no la reputen comúnmente necesaria para los intentos, que los estudiantes tienen. Pues si yo he leído muchas veces esta lición extraordinaria, y no con menos oyentes, que [p. 61] el Mtro. Gonzalo tuvo cuando tenía más; verisímil cosa es que para esta lición tengo yo la suficiencia que es menester. Así que en este paso yo no alego mis ejercicios en tan diversas disciplinas, ni la experiencia que de ellas he dado, para que por conjeturas vuestras mercedes sepan lo que podría hacer en esta cátedra; mas alego experimentos que ya de mí he dado en lo que ella está fundada... Alegaré que leyendo a Aristóteles henchía el auditorio, y la hacía cada día crecer más así en Theólogos, como de otras personas graves y doctas, y generosos principales...» Más adelante añade: Hasta aquí he dicho, Señores, de la doctrina y lengua, que eran dos partes para esta lición necesarias; agora diré en breve de la experiencia que era la tercera. Yo, señores, anduve fuera de mi tierra por los mayores estudios del mundo, y por las mayores cortes. Los estudios fueron Salamanca, Alcalá, Roma, París y las cortes la del Papa, donde estuve muchos días, y la de España y la de Francia; y anduve de propósito a ver toda la Italia, y no cierto a mirar los dijes, sino a considerar las costumbres, y las industrias, y las disciplinas. Y si sé hacer relación de todo esto, bien lo saben los que conmigo comunican. Mar, tierra, y cortes, y estudios y muy diversos estados he conocido, y mezcládome con ellos; y hallo en mi cuenta bien averiguada, que fuera de España anduve para esto tres mil leguas de caminos, los cuales creo yo que son más a propósito de tener experiencia, que no tres mil canas nacidas en casa. Y esta experiencia, que con los ojos he ganado, la he ayudado siempre con lición de Historiadores, porque ninguno hay de los aprobados antiguos, que yo no haya leído. Así, aunque dicen que soy mozo, con diligencia he anticipado la edad. Otra parte había para el propósito de esta lición, que era, como dije, el uso de la virtud... Pero dejando esto, y acabando aquí de lo que de mi persona había de decir perteneciente a la suficiencia, que es menester para esta cáthedra, quiero agora responder a lo que por obscurecerla suelen decir algunos, los cuales cuanto yo he sido estudioso en saber y en declararme, tanto ellos han sido diligentes en buscar calumnias contra mí. Unos dicen que soy Gramático, otros que soy Rethórico, y otros que soy Geómetra, y otros que soy Astrólogo; y uno dijo en un conciliábulo, que me había hallado otra tacha más, que sabía Arquitectura. Yo respondiendo a esto, cuanto a lo primero, digo, [p. 62] señores, que entre los hombres hábiles, con quien yo he conversado, nunca vi que a nadie vituperasen de docto, sino de ignorante. Yo nunca oí, que con decir los hombres «no sé» quieran hacerse opinión de sabios. Yo digo en verdad a vuestras mercedes que sé todo cuanto ellos dicen, y que antes es argumento, que yo había de tomar para defenderme; porque si en Rhetórica y Mathemáticas, que ni oí a preceptor, ni leí en escuelas, sino raras veces, como todos han visto, los que me han siempre conversado, dicen que sé tanto, ¿qué no sabré en las otras disciplinas, que tantos años he ejercitado en escuelas? No saben cierto estos hombres lo que inventan, y queriéndome oprimir, me ensalzan. Mas pregunto a vuestras mercedes, Aristóteles, que escribió estos libros que habemos de leer de Philosophía Moral, ¿sabía Rethórica? Sí sabía, pues que la escribió y de su excelencia en saberla se maravilla Marco Tulio. ¿Sabía Mathemáticas? sí sabía, pues están sembradas sus obras de excelentes primores de ellas. Luego yo en saber para exponer a Aristóteles lo que él sabía para escribir, no perderé nada, pues no puede ser más conveniente expositor, que el semejante al autor. Cuanto más que las disciplinas no se impiden unas a otras, mas antes se ayudan, como bien parece, mirando todos los sabios antiguos, cuán universales fueron.» Larga es la cita, pero muy a propósito para manifestar la inmensa erudición que en tan cortos años supo acaudalar el Maestro Oliva. Fué su opositor en la cátedra de Filosofía Moral un Fr. Alonso, que había sido su maestro; pero fueron tan brillantes los ejercicios de Fernán Pérez, que el voto unánime de los jueces le confirió aquella cátedra, que, como dice el mismo Oliva, «por provisiones apasionadas estaba oscurecida, y quasi enterrada, habiendo sido instituída como fuente de virtudes, adonde todos viniesen a aprenderlas y tomar luz de ellas».

«Fué el Mtro. Oliva hombre gravísimo y de singular autoridad, muy celebrada y reverenciada de todos los que le conocieron, escribe su sobrino Ambrosio de Morales; y por ello mereció primero ser Rector de la Universidad de Salamanca (en 1529) cargo que no se da sino a hijos de Señores, y después, poco antes que muriese ya estaba señalado, como es notorio, para ser Maestro del Rey Ntro. Señor (Felipe II) que entonces era niño.» A deshora vino a cortar tantas esperanzas su arrebatada muerte, acaecida en 1533, a la temprana edad de treinta y nueve años.

[p. 63] Según Rezábal y Ugarte (Biblioteca de los colegios mayores) había sido nuestro autor colegial en el famoso del Arzobispo, de Salamanca.

Nicolás Antonio cierra así el elogio que le tributa en su Bibliotheca Nova (tomo I, p. 295, col. 1.ª): Vir fuit summo loco et pretio habitus quibuscum versabatur doctrinae, prudentiae et gravitatis nomine: qua virtutum commendatione promeritus dicitur Philippo II, tunc in sacris paternis constituto litterarum magister destinari; mors tamen cursum fortunae abrupit, minorem adhuc quadragenario eum jubens e vita decedere.

Las obras del Maestro Oliva quedaron inéditas al tiempo de su muerte. Más tarde, en 1585, recogiólas en colección y diólas a la estampa su sobrino Ambrosio de Morales. Pero ya en 1546 había hecho sudar las prensas el famoso Diálogo de la dignidad del hombre, encabezando la preciosa colección de obras propias y ajenas, que dedicada «a D. Hernando Cortés, Marqués del Valle, descubridor y conquistador de Nueva España» dió a luz el joven toledano Francisco Cervantes de Salazar. Publicáronse con este título:

Obras que Francisco Cervantes de Salazar ha hecho, glossado y traducido. La primera es un «Diálogo de la dignidad del hombre» donde por manera de disputa se trata de las grandezas y maravillas que hay en el hambre, y por el contrario, de sus trabajos y miserias, comenzado por el Mtro. Oliva, y acabado por Francisco Cervantes de Salazar. La segunda es el «Apólogo de la ociosidad y el trabajo, intitulado Labricio Portundo» donde se trata con maravilloso estilo de los grandes males de la ociosidad, y por el contrario de los provechos y bienes del trabajo; compuesto por el Protonotario Luis Mexía, glossado y moralizado por Francisco Cervantes de Salazar. La tercera es la «Introducción y camino para la sabiduría» donde se declara qué cosa sea, y se ponen grandes avisos para la vida humana, compuesta en latín por el excellente varón Luis Vives, vuelta en castellano con muchas adiciones, que al propósito hacían, por Francisco Cervantes de Salazar.

A fin del Apólogo se lee: A gloria y alabanza de Dios Todopoderoso y de la Sacratíssima Virgen Sta. María señora nuestra, se acaba la presente obra intitulada «Apólogo de la ociosidad y el trabajo» maravillosamente compuesto en alto estilo y grande artificio. Es una profunda imaginación para doctrina, provecho y gusto del [p. 64] lector, donde hallará grandes secretos, así de historias sagradas como profanas, y ficciones poéticas; mucha erudición de varias sciencias, y cosas generales muy declaradas en philosolhía natural, documentos muy excelentes en la Éthica moral, política, y todo género de gobernación; todo muy sabiamente anotado y declarado por Francisco Cervantes de Salazar. Imprimíase en Alcalá de Henares, en casa de Juan de Brocar, en el año de nuestra salvación de 1546 años, en el mes de Mayo.

Al fin de la Introducción y camino para la sabiduría hay otra advertencia, que reproduciremos en su lugar correspondiente. Termina diciendo: Imprimíase en esta casa de Alcalá a 18 de Junio, año de nuestra salvación de 1546.

De las obras de Francisco Cervantes de Salazar, hizo una excelente edición, en 1772, D. Antonio de Sancha. [1] Precédenla unas curiosas «advertencias sobre esta impresión», escritas por D. Francisco Cerdá y Rico, que ilustró con notas de escogida y recóndita erudición el Diálogo de la dignidad del hombre y el Discurso sobre la lengua castellana. Lleva además esta reimpresión el texto latino de la Introducción y camino a la sabiduría, ajustado a la edición de 1544, hecha en Brujas, y no en Burgos, como erradamente supone el mismo Cerdá, y con él otros bibliófilos. Anotáronse cuidadosamente las variantes, que se observan en otras impresiones, especialmente en la de Basilea (1555) que contiene todas las obras del filósofo valenciano.

Así, en la edición de Juan de Brocar, como en la de Sancha, precede al Diálogo de la dignidad del hombre el Discurso de Ambrosio de Morales sobre la lengua castellana, reproducido luego con grandes aumentos y notables variantes al frente de las obras de su tío el Maestro Oliva. Al Apólogo de la ociosidad y el trabajo, antecede un prólogo del Maestro Alexio de Venegas, refundido y acrecentado seis años después, para que encabezara La Moral y muy graciosa Historia del Momo, compuesta en lengua toscana por León Baptista Alberto, florentino, y trasladada al castellano, por Agustín de Almazán (Alcalá, 1553 y Madrid, 1598).

Antes de 1585 corrían impresas dos traducciones de piezas dramáticas griegas y latinas, hechas por el Maestro Fernán Pérez [p. 65] de Oliva. Es tal la rareza de estas primeras ediciones, que se ha ocultado a la diligencia de todos nuestros bibliófilos. Sabemos, sin embargo, su existencia por el testimonio irrecusable de Ambrosio de Morales (Discurso sobre la lengua castellanas): «Para esto se ejercitó primero en trasladar en castellano algunas tragedias y comedias griegas y latinas, las cuales andan ya dos impresas.» En antiguos índices de la Biblioteca Nacional se menciona la Venganza de Agamenón, impresa en Sevilla, 1541, en 4.º, pero en tiempo de Cerdá y Rico había ya desaparecido. En el Registrum librorum de D. Fernando Colón, inserto en el tomo II del Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, se encuentra la acotación siguiente:

«4148 Muestra de la lengua castellana en el nascimiento de Hércules, o Comedia de Anfitrión, en español, compuesta por Fernán Pérez de Oliva. Al principio está una epístola del autor; I. «Suelen los hombres» Prologus: «Gran placer se me representa» Comedia I. «Considerando mi fortuna» D. «De donde tantos me oyen». Es en 4.º y diómelo el mismo autor en Sevilla, a 27 de Noviembre de 1525. No indica D. Fernando Colón el año ni el lugar de la impresión.

El anónimo traductor del Milite glorioso y de los Menecmos (Amberes, 1555) menciona en su dedicatoria la versión que de la primera comedia de Plauto había hecho el Maestro Oliva. Es, pues, casi seguro que la había leído impresa. Esto concuerda admirablemente con las palabras de Ambrosio de Morales, y con el apuntamiento de D. Fernando Colón.

Antes de 1585 se habían impreso la Venganza de Agamenón de Sófocles y el Anfitrión de Plauto.

Por su escaso volumen se hubieran perdido las obras del Maestro Oliva, tanto ms. como impresas antes del año citado, a no haberlas recogido su sobrino el cronista Ambrosio de Morales en colección preciosa, que dedicó al Cardenal Arzobispo de Toledo D. Gaspar de Quiroga. Comenzóse la impresión en Salamanca, y acabóse en Córdoba, por Gabriel Ramos Bejarano, tirándose sólo mil y quinientos ejemplares. Publicáronse con el título siguiente:

Obras del Maestro Fernán Pérez de Oliva, con algunas de Ambrosio de Morales, sobrino suyo. En Córdoba, 1586. (Otros ejemplares dicen: En Salamanca, 1585.)

Colofón. Acabóse de imprimir este libro... en la muy noble [p. 66] cibdad de Córdoba, en casa de Gabriel Ramos Bejarano, impressor de libros. A costa de Francisco Roberto, mercader de libros. En el mes de Deziembre del año de 1585. A continuación se lee esta advertencia:

«Gabriel Ramos Bejarano, al lector: Este libro se comenzó a imprimir en Salamanca, y después fué necessario pasarlo a Córdoba, habiéndose impresso allá no más que hasta el argumento del Diálogo de la dignidad del hombre en cuatro pliegos. Todo lo demás se acabó en Córdoba. Mas porque en Salamanca no se imprimieron más de quinientos, se imprimieron otros mil enteros en Córdoba. Por esto tendrán unos libros diferentes principios de otros, y podríasse pensar que fuessen dos imprecisiones, y no es sino toda una misma, como por lo dicho se entiende.»

Lema latino de A. de Morales. Hinc principium | Huc refer exitum. +  I. H. S. | A te principium, | tibi desinet. | Dulce mihi nihil esse precor, | Si nomen Iesu | Dulce absit, cum sit | Hoc sine, dulce | nihil. Tabla. Dedicatoria al Cardenal Quiroga (Córdoba, marzo de 1582). Suma del privilegio (19 de junio de 1584). Advertencias de Ambrosio de Morales. Discurso sobre la lengua castellana. Texto. 4.º 283 folios.

Contiene esta edición los escritos siguientes del Maestro Oliva:

Tituli quibus Magister Ferdinandus Oliva Cordubensis gimnasia Salmanticensis Academiae distinxit et insignivit, cum rectoribus Academiae praeesset, Anno Domini, 1529. Son siete inscripciones latinas, para las aulas de la Universidad de Salamanca.

Dialogus inter Siliceum, Arithmeticam et Famam Hispanà lingüâ, eademque Castelanâ, a Ferdinando Oliva, ejusdem Silicei discipulo compositus. Las palabras de este diálogo son a la vez castellanas y latinas. Se publicó en París, 1518, al frente del tratado de Aritmética, del Cardenal Siliceo. A su imitación escribió Ambrosio de Morales una carta a D. Juan de Austria, «animándole en sus estudios de Latín, y suplicando a Nuestro Señor por el buen suceso de ellos». La pone a continuación del diálogo de su tío.

A las obras de mayor extensión del Maestro Oliva precede el Discurso de Ambrosio de Morales sobre la lengua castellana, ya publicado en 1543 al frente de los escritos de Francisco Cervantes de Salazar. Al reimprimirle hizo en él numerosas adiciones, y no pocas enmiendas. Puntualmente anotó las variantes Cerdá y Rico en su edición de Cervantes de Salazar.

[p. 67] Diálogo de la dignidad del hombre: Interlocutores: Aurelio, Antonio, Dinarco.

Éste es aquel diálogo leído siempre con admiración en España, según afirma Ambrosio de Morales, y del cual dijo Mayáns, que si no era de oro, era más precioso que el oro mismo» (Specimen Bibliothecae Hispano-Majansianae). Continuóle Cervantes de Salazar, añadiendo más de dos tantos a la materia que el Maestro Oliva habla comenzado. «En esta continuación, escribe Ambrosio de Morales, se leen cuantas cosas hay de las dos Philosophías (Moral y Natural) sin otras muchas de diversas disciplinas clara y agraciadamente dichas»; añadiendo que: «es grande el abundancia de las cosas que coge y ayunta, y no menos agradable la propiedad y copia en el lenguaje». No incluyó Morales la continuación de Salazar entre las obras de su tío.

Discurso de las potencias del alma, y del buen uso dellas. Tomado de los últimos capítulos del libro sexto de la Éthica de Aristóteles.

A pesar de tratarse en los dos escritos que van registrados, de altas materias filosóficas, compúsolos nuestro autor en lengua castellana, contra la general costumbre de su tiempo. Sobre este punto son dignas de recordación las palabras de Morales en el discurso tantas veces citado: «Con toda aquella gravedad, con toda aquella insigne autoridad y con toda aquella excelente grandeza de su ingenio y de todo su ser, y con todo el menosprecio en que veía ser tenida nuestra lengua castellana, nunca dejó de preciarla, nunca dejó de escribir, y nunca perdió la esperanza de ensalzarla tanto con su bien decir, que creciese en estima y reputación.» ¡Gloria, pues, al Maestro Oliva, que, en medio de la gárrula turba escolástica, que infestaba nuestras Universidades, atrevióse a tratar en romance las más altas cuestiones filosóficas! Y gloria no pequeña cabe también a su sobrino Ambrosio de Morales, que, continuando la obra de su tío, sostuvo siempre que «convenía mucho enseñar lo bueno, con dulzura de bien decir» oponiéndose de esta suerte a las bárbaras formas del escolasticismo, juzgado y condenado sin apelación en su parte literaria por los grandes humanistas del renacimiento.

Muestra de la lengua castellana en el nacimiento de Hércules, o Comedia de Amphitrion, tomando el argumento de la Latina de Plauto. Dedicatoria a su sobrino Agustín de Oliva. Argumento [p. 68] de la comedia de Amphitrion. Texto de la comedia. Folio 38 de la primera edición.

La Venganza de Agamenón. Tragedia cuyo argumento es de Sóphocles, poeta Griego. Folio 75.

Hécuba Triste, tragedia, que escribió en griego el poeta Eurípides, y el Maestro Fernán Pérez de Oliva, tomando el argumento, y mudando muchas cosas, la escribió en castellano. Argumento. Tragedia. Folio 100 vuelto.

Más adelante hablaremos de estas versiones. Las tres están en prosa.

Razonamiento, que hizo el Maestro Fernán Pérez de Oliva, en el Ayuntamiento de la ciudad de Córdoba, sobre la navegación del río Guadalquivir. Precédele una advertencia de Ambrosio de Morales.

Razonamiento, que hizo en Salamanca el día de la lición de oposición de la Cáthedra de Philosophía Moral. Muy elogiado en su tiempo, según dice A. de Morales, por la modestia, el gran concierto, la gravedad y el artificio con que está escrito. Largos trozos hemos citado más arriba.

Poesías (precedidas de una advertencia de Morales). Enigmas en versos de arte mayor, con otros añadidos por su sobrino Agustín de Oliva. Lamentación al saqueo de Roma, año 1527, en coplas de pie quebrado. Es una imitación de las Coplas de Jorge Manrique, a la muerte de su padre, y tiene grande interés histórico, por referirse a aquella sangrienta jornada, que, como nadie, describió el famoso protestante español, Juan de Valdés, cuyos diálogos, que compiten con los de Luciano, todavía no han sido apreciados en su justo valor por la crítica moderna. [1] A continuación trasladaremos los versos de Oliva:

Oh fortuna, que rodeas
Con perpetuo movimiento
El mundo de ti contento,
Dime agora:
Si me dejarás un hora
En la vida de sosiego,
pues tras ti andando ciego
Me he perdido.
Mira donde me has traído
Del estado soberano,
Do me alzaste con tu mano
Poderosa,
La vida me es enojosa,
Aborrezco ya mi suerte,
No tengo sino en la muerte
Confianza
[p. 69] Ya no espero ver bonanza
Entre tales tempestades,
Donde andan mis ciudades
En tormenta;
No hay ninguno que no sienta
Los furores de la guerra,
Igualando con la tierra
Lo mas alto.
Todo anda en sobresalto,
Y no puedo socorrello,
Sino con gran dolor vello
De esta torre,
De do veo como corre
El río Tibre teñido
Con la sangre, que ha salido
De Romanos.
¿Do están agora las manos,
Que domaron todo el mundo
Que nos libren del profundo,
De los males?
Cipión, César y otros tales,
Todo su bien es passado,
Y tu fin es ya llegado,
Noble Roma.
Mira el tiempo como doma
A tu antiguo poderío,
Todo el calor vuelve en frío
De los hombres;
Y sus hechos y sus nombres
Luego caen en el olvido,
Todo queda destruído
Lo mundano.
¡Oh rey alto y soberano,
Dios de verdadera fama,
Oye, escucha que te llama
Tu pastor,
¿Cómo no ves, oh Señor,
Los lobos en los apriscos,
Y el ganado por los riscos
Asombrado?
¿Dó tu amor y tu cuidado?
Dónde tienes las orejas,
Que no oyes tus ovejas
Dar balidos?
Oye, escucha los gemidos,
Que salen de entre los fuegos,
Oye, escucha tristes ruegos,
Que te envían.
Las madres, que no querrían
Algún tiempo haber parido;
Los niños en alarido
Se te quejan;
Porque sus padres los dejan
Para no los ver morir;
Todos querrían huir
De quien aman.
¿Ya no oyes los que llaman
A tu antigua pïedad?
Qué es de aquella voluntad
Que tenías
Los antepasados días,
Cuando, Señor, nos salvaste
Con sangre, que derramaste
De tu pecho. etc.

Canción del Maestro Oliva.

No bastando las obras de Fernán Pérez para llenar el volumen, añadió Ambrosio de Morales diferentes escritos suyos, que le parecieron tener en los asuntos cierta similitud con los de su tío. Son quince discursos sobre materias morales, una explicación de la Devisa de D. Juan de Austria y una traducción de la Tabla de Cebes, Philósopho Thebano, de la cual hablaremos en el lugar correspondiente. Cierra el volumen un «discurso del Licdo. Pedro de Valles, natural de la ciudad de Córdoba sobre el temor de la muerte, y el amor y deseo de la vida, y representación de la gloria del cielo».

[p. 70] Obras que Ambrosio de Morales dejó de publicar, por hallarse incompletas:

Diálogo del uso de las riquezas.

Diálogo de la castidad.

Discurso en latín sobre la piedra imán. También pudiera poner aquí lo que el Maestro Oliva escribió en latín sobre la piedra imán, en la cual halló cierto grandes secretos. Creyóse de él muy de veras, que por la piedra imán halló cómo se pudiesen hablar dos ausentes; es verdad que yo se lo oí platicar algunas veces... Mas en esto del poderse hablar así dos ausentes, proponía la forma que en obrar se debía de tener, y cierto era sutil; pero siempre afirmaba que andaba imaginándolo, mas que nunca allegaba a satisfacerse, ni ponerlo en perfección, por faltar el fundamento principal de una piedra imán de tal virtud, cual no parece se podría hallar.» Esto dice Ambrosio de Morales.

Otra obra del Maestro Oliva omitió en su colección Ambrosio de Morales, sin duda por no haberla conocido. Esta obra, tal vez la más importante para la posteridad, de todas las debidas a la pluma del Rector salmantino, era una Vida de Cristóbal Colón, dividida en nueve libros. Curiosísimas noticias debía contener este trabajo, pues es probable, ya que no seguro, que Oliva había tratado en Córdoba al almirante; y de su boca pudo recoger preciosos datos. En el Registrum de los libros de su hijo D. Fernando, antes citado, se encuentra la nota que sigue:

Ferdinandi Pérez de Oliva tractatus, manu et hispano sermone scriptus, de vita et gestis Don Christophori Colon, primi Indiarum almirantis, et maris Occeani. Dividitur in novem enarrationes, sive capitula, quorum primum «Christóbal Colón ginovés». Nonum et ultimum. «Los otros destos las oían». Deo gratias. Est in 4.º Este precioso ms., como tantos otros, no existe ya en la Biblioteca Colombina. Sospecha Gallardo, si el ms. de Oliva corregido y acrecentado será la base de la Historia del almirante, escrita por su hijo D. Fernando, cuyo original castellano es desconocido, por más que haya visto la pública luz una traducción italiana, hecha por Alfonso de Ulloa.

El mismo Alfonso de Ulloa tradujo al italiano el Diálogo de la dignidad del hombre con el título de Diálogo delle grazie ê eccelleze dell'uomo, e delle di lui miserie e disgrazie (Venecia, 1563, en 8.º). [p. 71] Del italiano fué vertido al francés por Jerónimo D' Avost (París 1583, en 8.º), edición citada por Verdier (Bibliotheca Gallica).

Las obras del Maestro Oliva, en que se muestra toda la alteza y majestad de la lengua castellana, hábil, como pocas, para tratar profundas materias filosóficas, sufrieron, no sabemos por qué, las persecuciones inquisitoriales. El Tribunal de la Fe mandó recogerlas «hasta que se enmendasen». Esto, unido a la escasez de ejemplares impresos, hizo muy raras las obras de Fernán Pérez; hasta que a fines del siglo pasado un diligente bibliógrafo hizo una nueva edición ajustada al texto de la primitiva, aunque no sin mutilaciones en los pasajes tachados por el Santo Oficio. Publicóse con la portada siguiente.

Las Obras del Maestro Fernán Pérez de Oliva natural de Córdoba, Rector que fué de la Universidad de Salamanca, y Cathedrático de Theología en ella; y juntamente quince discursos sobre varias materias, compuestos por su sobrino el célebre Ambrosio de Morales, Cronista del Cathólico Rey D. Felipe 2.º; la Devisa que hizo para el Señor D. Juan de Austria; la Tabla de Cebes, que trasladó de Griego en Castellano, con el argumento y declaración que hizo della; y un Discurso del Licdo. Pedro de Valles, sobre el temor de la muerte, y el amor y deseo de la vida, y representación de la gloria del cielo. Dirigidas al Ilmo. Sr. el Cardenal de Toledo D. Gaspar de Quiroga. Dalas a luz en esta segunda edición D. A. V. C. Con licencia del Consejo. En Madrid. En la Imprenta de Benito Cano Año de 1787. Dos tomos 8.º, el primero de 5 h. sin foliar, XLVIII preliminares y 306 pp.; el segundo de 4 h. sin f. y 386 pp. Precede una advertencia del editor.

Los escritos de Ambrosio de Morales, contenidos en esta colección, fueron también reimpresos en el tomo II de sus Opúsculos (Madrid, por Cano, 1793), si bien omitiendo la Tabla de Cebes y la Devisa de D. Juan de Austria.

En las colecciones, cuyos títulos van a continuación, se han reproducido diferentes escritos del Maestro Oliva:

Parnaso Español. Colección de Poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos. Por D. Juan Joseph López de Sedano... Académico de la Real Academia de la Historia. Tomo VI. Con licencia. Madrid, por D. Antonio de Sancha. Año de 1772. En este volumen (pp. 191 a 311) se reprodujeron la Venganza de [p. 72] Agamenón y la Hécuba triste, tragedias traducidas del griego por Fernán Pérez de Oliva. Al comienzo del tomo hay una noticia de su vida y escritos.

Colección de AA. selectos latinos y castellanos, para uso de los Institutos... y demás establecimientos de segunda enseñanza del Reino. Mandada publicar de Real Orden. Madrid, en la Imprenta Nacional, 1849. Tomo V (Año de Retórica y Poética). Desde la página 17 a la 28 se lee el Razonamiento sobre la navegación del Guadalquivir.

Biblioteca de AA. Españoles. Tomo LXV. Obras escogidas de Filósofos, coleccionadas por D. Adolfo de Castro. Madrid, imprenta de Aribau y C.ª, sucesores de Rivadeneyra, 1873. Desde la página 377 a la 396 se halla el Diálogo de la dignidad del hombre, precedido de los juicios críticos del abate Andrés y de Bouterweck, y del Discurso de Ambrosio de Morales sobre la lengua castellana.

En el Teatro histórico-crítico de la elocuencia castellana de Capmany, y en otras antologías de prosistas castellanos, se leen trozos del mismo diálogo y otros escritos del Maestro Oliva.

Danle un lugar en nuestra Biblioteca de traductores sus versiones libres, o más bien, refundiciones de varias obras dramáticas, griegas y latinas.

Es la primera el Anfitrión de Plauto, que Fernán Pérez tituló, como a su tiempo vimos, Muestra de la lengua castellana en el nacimiento de Hércules, o Comedia de Anfitrión. Compúsola a la temprana edad de catorce años, cuando seguía sus estudios en las Universidades extranjeras. Retocóla después de su vuelta a España, y la dedicó a su sobrino Agustín de Oliva. No se propuso hacer una traducción literal, por cuya razón se atrevió a introducir algunas alteraciones, no siempre felices, en el texto latino. Suprimió entre los personajes de la fábula los de Bromia y Tésala, criadas de Alcumena, y añadió el de Naucrates, amigo de Anfitrión. Suprimió, además, o acortó, diversos trozos sobrado episódicos del original, omitiendo, por ejemplo, el prólogo, el soliloquio de Mercurio en el acto primero y los de Mercurio y Júpiter en el tercero. En otras supresiones y mudanzas anduvo desafortunado; alteró todo el acto quinto, omitió el monólogo de Bromia, con que principia, así como la aparición de Júpiter, Deus ex machina del poeta romano. De esta suerte echó a perder el desenlace. [p. 73] Por otra parte, faltando a la veneración, siempre debida a los modelos de la antigüedad, intercaló trozos propios, que son casi siempre impertinentes añadiduras. Tal acontece con el cuento, que pone en boca de Sosia, en el acto segundo; y tal con la inoportuna disertación sobre los males de la guerra, que se atrevió a insertar en la despedida de Júpiter y Alcumena (acto 1.º del original). Muy de otra suerte procedió el Dr. Francisco de Villalobos, al hacer su celebrada traducción de esta comedia, limitándose a reproducir fielmente las sales de Plauto, con toda la ligereza y gracia, que faltaban al Maestro Oliva, y que tanto abundan en los escritos de aquel famosísimo médico, y escritor desenfadado. Sin embargo, los defectos señalados en el Anfitrión de Oliva por Moratín y otros críticos de juicio severísimo están compensados por las bellezas de su estilo, en general fácil, correcto y elegante.

Muy superiores al Anfitrión refundido son las traducciones de la Electra de Sófocles y de la Hécuba de Eurípides. Dió Fernán Pérez a la primera el título un tanto ambiguo de la Venganza de Agamenón, pudiendo titularse con más propiedad Agamenón vengado. «Siguió la disposición de la fábula original y el orden de las escenas con poca alteración, pero suprimió mucha parte del diálogo, sin duda para que resultase la acción más rápida, aunque por este medio la despojó de muchas bellezas. Baste citar, por ejemplo, la relación de la supuesta muerte de Orestes, diminuta y pobre en la traducción y tan inferior a la de Sófocles, que no es disculpable la mutilación que en ella hizo el traductor español; conservó los coros, suprimiendo, sin embargo, todos los excelentes trozos líricos del original, que pueden considerarse como entreactos de la tragedia, y la parte más brillante y armoniosa de su composición; no acertó en sacar a la escena un ataúd con un cadáver embalsamado dentro, en lugar de la urna manejable y ligera, en que supone Sófocles, que podían contenerse las cenizas de Orestes; esta alteración hecha por Oliva, ni es conveniente, ni teatral, ni conforme a las costumbres griegas; en lo que añade al texto original, peca a veces contra el buen gusto, apartándose de aquella grave sencillez, que piden la situación y los personajes.» Esto dice D. Leandro Fernández de Moratín (Orígenes del teatro español). Mucho más indulgente es el juicio [p. 74] de Martínez de la Rosa en sus Anotaciones y apéndices a la Poética. En su concepto, la Venganza de Agamenón es una hermosa copia del original griego; su estilo es terso, hermoso, lleno de nobleza y sencillez; la dicción pura, rica y esmerada; la prosa, en que la tragedia está escrita, sumamente flúida, apacible y sonora.

Superior, si cabe, es la Hécuba triste, imitación bastante ajustada de la Hécuba de Eurípides. He aquí los defectos que en ello señala Moratín: «Suprimió Oliva el personaje de Taltibio, sobrado episódico en el original; puso en boca de una parte del coro la relación de la muerte de Polixena, e igualmente omitió la escena de Agamenón y Hécuba, para lo cual no pudo hallar razón plausible. Las mujeres troyanas abren un hoyo en la arena, para sepultar a Polidoro, cosa que ni se halla en el texto de Eurípides, ni es conforme a las costumbres griegas; en el original se propone Hécuba quemar en una misma hoguera los cuerpos de Polixena y Polidoro y darles un mismo sepulcro. Al fin de la tragedia suprimió las predicciones de Polimnéstor, y echó a perder el desenlace. Aquellos terribles anuncios, y el diálogo, a que dan lugar, dan a la catástrofe toda la fuerza, movimiento y perturbación trágica que en tales casos se necesita.» Muy diverso es también, en esta ocasión, el juicio de Martínez de la Rosa. A su entender, Oliva acertó al suprimir la escena de Agamenón y Hécuba, que detiene y entorpece el curso de la acción, así como en suprimir, o a lo menos acortar, las predicciones de Polimnéstor. Por lo demás, ambas tragedias están escritas en bellísima prosa; y en la Hécuba Triste hay trozos de delicada ternura y sentimiento, que conmueven casi tanto como en el original helénico. Como muestra puede citarse la escena en que Hécuba recoge el cadáver de su hijo Polidoro, arrojado a la playa por las olas. Bastaría este trozo, para acreditar de eminente escritor al Mtro. Fernán Pérez de Oliva. Sus tragedias suspenden y maravillan, aun teniendo en cuenta el gran paso dado en la lengua y en la literatura dramática española por el Bachiller Fernando de Rojas en la Tragicomedia de Calixto y Melibea.

La Venganza de Agamenón y la Hécuba Triste no tuvieron imitadores, porque no a todos era dable seguir esforzadamente las huellas de los modelos griegos. A fines del siglo pasado publicó D. Vicente García de la Huerta, con el título de Agamenón [p. 75] vengado, una tragedia, que no es otra cosa, como en su lugar veremos, que la de Oliva, puesta en sonoros endecasílabos asonantados.

Terminaremos este artículo, advirtiendo que a Fernán Pérez de Oliva, y a Juan de Valdés debió la prosa castellana sus mayores acrecentamientos en el reinado de Carlos V. Hízola el primero majestuosa, grave y sonora; enseñóla a tratar altísimas materias filosóficas; imitó no desgraciadamente los diálogos de Platón y los de Tulio, y dió a conocer entre nosotros las obras maestras del teatro griego y latino. Nutrido Juan de Valdés con el estudio bien aprovechado de Luciano, y con el de Erasmo, comunicó a nuestra lengua singular facilidad, ligereza y gracia, mostrándose satírico eminente en los Diálogos de Mercurio y Carón y De Lactancio y un arcediano sobre el saco de Roma y notable filólogo, y crítico de juicio severísimo en el famoso Coloquio de las lenguas. En sus traducciones de los Salmos y de las Epístolas de San Pablo en las Ciento y diez consideraciones divinas y en otros opúsculos, encaminados a propagar sus heréticas doctrinas, usó una prosa, en sumo grado flúida, sonora y cadenciosa. Tanto Juan de Valdés como Fernán Pérez, eran grandes helenistas. ¡Tanto influye el estudio de la lengua griega en el cultivo y perfección de la española!

M. MENÉNDEZ Y PELAYO.

Fué escrito este artículo en Santander, el 28 de diciembre de 1873. Presentado en abril del año siguiente al concurso de la Ilustración Española y Americana, obtuvo accésit, siendo señalado en la lista de las menciones honoríficas con el lema siguiente, que llevaba en la cubierta: «Conviene mucho enseñar lo bueno con dulzura de bien decir.»

Le escribí de nuevo, aumentándole con noticias de interés, en Santander, 15 de enero de 1875.

Notas

[p. 58]. [1] . Nota del Colector: este artículo, se incluyó en el vol. II, pág. 39 de Estudios de Crítica Histórica y Literaria; pero como la presente es redacción posterior y aumentada, como dice al fin su autor, es conveniente que figure también en la Biblioteca de Traductores para la que primeramente fué hecha.

[p. 59]. [1] . Esta obra quedó inédita. A lo que parece, era un tratado de Geografía. La citan Ambrosio de Morales (Antigüedades de España) y Nicolás Antonio.

[p. 64]. [1] . Obras que Francisco Cervantes de Salazar ha hecho, glossado y traducido, etc. En Madrid, por D. Antonio de Sancha, 1772.

[p. 68]. [1] . Véase el «Diálogo de Lactancio y un arcediano sobre el saco de Roma», entre las obras de Juan de Valdés, reimpresas por Usoz y Río.