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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > I : (ABENATAR–CORTÉS) > ALENDA, D. JENARO

Datos del fragmento

Texto

[p. 69]

Licenciado en Filosofía y Letras e individuo dignísimo del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. A él se debe la creación y arreglo de la Sala de Varios en la Biblioteca Nacional. Ocúpase además en continuar la Bibliotheca Greco-Matritensis, de D. Juan de Iriarte, y ha formado un catálogo bibliográfico de Relaciones y Fiestas, premiado en uno de los concursos de la Biblioteca Nacional. Ha hecho del griego las bellísimas traducciones, que a continuación especificamos:

Los Versos Áureos, de Pitágoras, publicados en la Revista de Instrucción Pública. núm. 35, correspondiente al 5 de junio de 1858. Reproducidos en el tomo IX de la traducción española de César Cantú (Documentos de Filosofía y Literatura), pp. 46 y 47 (Madrid imp. de Gaspar y Roig, 1858).

Las Siracusanas, o sea las Forasteras en la fiesta de Adonis, idilio de Teócrito, traducido directamente del texto griego (Revista de Instrucción Pública, 21 de agosto de 1858), precedido de una carta del traductor. Reproducido en el tomo IX de César Cantú, pp. 410 a 412 sin la carta.

Razonamiento de Taltibio en la Hécuba, de Eurípides, narrando el sacrificio de Polixena (Revista de Instrucción Pública, 27 de noviembre de 1858).

[p. 70] Inédita

La Batracomiomaquia. De desear sería que viese la luz pública esta versión, que sin duda acrecentaría la justa fama del señor Alenda como helenista docto y habilísimo traductor.

Como muestra de sus trabajos impresos, me parece oportuno reproducir el canto en loor de Adonis, que cierra el idilio de las Siracusanas (no traducido por Conde):

¡Oh Venus hermosa, oh Reina del mundo
Que el Gólgos e Idalio te dignas amar,
Que el Érice habitas, y excelsa y potente
Con juegos de oro te place jugar!
¡Oh Venus la triste! a Adonis tu amante
Qué hermoso a tu lado le vuelves a ver,
Al año cumplido le traen del Averno
Las horas calladas de dulce correr.
Las horas tardías que amaron los Dioses,
Las horas calladas que el hombre anheló,
Que pasan y vuelven, trayendo a los hombres
Sus nuevos presentes de dicha y dolor.
¡Oh Cipria Dionea, la que a Berenice
Colmaste de gracias, pues siendo mortal,
Según nuestro mito, celeste ambrosía
Goteando en su seno, la hiciste inmortal!
Su hija Arsinoa, imagen de Helena,
A ti la de nombres, la de templos mil,
A ti agradecida, ofrece a tu Adonis
Con tierno cuidado regalos sin fin.
De cuanto en sus copas los árboles crían
Dulcísima fruta cogida en sazón,
En ricos fruteros de plata labrados
Del lecho de Adonis presenta en redor.
Y en vasos dorados de puro alabastro
Ungüentos de Siria le ofrece también,
Y buenos manjares le apresta, mezclando
Con flores y aceite la harina y la miel.
Con caza del monte, con caza del viento
A Adonis regala regalo el mejor,
Y bellos templetes de eneldo le labra
De sombra apacible, de grato frescor.
Y bajo del verde y espeso techado
Con suave susurro Cupidillos cien,
Cual tiernos polluelos que ensayan sus alas
De una en otra rama saltando se ven.
[p. 71] El ébano abunda, allí abunda el oro
En ricas labores de ingenio sutil,
Y al bello copero de Jove llevando
Las águilas vuelan de blanco marfil.
Riquísimos patios de púrpura penden,
Que Samos, Mileto pasmáranse al ver,
Dos lechos adornan, el uno es de Venus,
El otro del joven hermoso doncel.
Su boca divina, sus labios de rosa
No sienten el beso ni pueden besar;
Ten hoy a tu esposo, adiós bella Cipria,
Disfruta a su lado tranquilo solaz.
Que así que despunte mañana la Aurora
Y el fresco rocío se sienta caer,
Con él marcharemos del mar a la orilla,
Do el agua y la espuma nos salte a los pies.
Y suelto el cabello, flotando a la espalda,
Las ropas abiertas y sin ceñidor,
Los pechos desnudos, allí alegraremos
Con nuevos cantares al bello garzón.
¡Adonis querido! tú vas al Averno,
Y luego a los hombres tú puedes volver,
Tú solo, oh ventura, de los Semidioses
Alcanzas la dicha y el alto poder.
Los héroes te envidian: no es tanta la gloria
De Ayax furioso ni de Agamenon,
No es tanta la gloria del Héctor troyano
De Hécuba la triste el hijo mayor.
No es tanto Patroclo, ni tanto fué Pirro
Aquel que de Troya lograra tornar,
Ni tanto los bravos, antiguos Lapitas
Que fieros centauros supieron domar.
No es tanta la gloria de los Deucaliones,
También los Pelasgos envidian tu honor,
Aquellos que fueron del Peloponeso
Y de Argos origen y eterno esplendor.
¡Adonis querido! pues hoy nos visitas,
Amante nos mira, propicio también
Y dentro de un año tornando a nosotras,
Felices, contentas nos tornes a ver.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Santander, 19 de noviembre de 1875.

Notas