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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > V : IX. CRÓNICAS Y LEYENDAS... > LXIX.—EL CERCO DE SANTA FE

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Texto

Citada en la primera lista de El Peregrino (1604) , e impresa aquel mismo año en la Parte primera de las comedias de Lope. Ha sido traducida al alemán por Lorinser. [1]

Ligeramente han creído algunos que esta pieza podía ser refundición de la anterior. Lope de Vega no tenía tiempo para refundirse. Lo que hizo fué tratar de nuevo el mismo asunto, sin acordarse para nada de la comedia de su infancia; pero como prosiguió inspirándose en los romances, alguna vez tuvo que encontrarse con lo que primitivamente había escrito. La segunda comedia tiene un argumento mucho más complejo y variado, y en él, siguiendo el camino abierto por el romancerista literario Gabriel Lobo Laso de la Vega, mezcla con la fabulosa hazaña de Garcilaso la muy histórica de Hernán Pérez del Pulgar, que debe ser considerada aparte.

En el elegante y erudito bosquejo que de los prodigiosos hechos de aquel caudillo escribió con clásica pluma D. Francisco Martinez de la Rosa, así como en biografias más recientes, [2]   pueden verse reunidos todos los irrefragables testimonios que comprueban el hecho de haber penetrado Pulgar en la mezquita principal de Granada, clavando en sus puertas el pergamino del Ave María. Consigna lo principal del hecho, pero no todas sus circunstancias, la Real cédula del Emperador Carlos V, a 22 días [p. 238] de septiembre de 1529, mandando al Cabildo de la iglesia de Granada dar cumplimiento a la concesión de asiento y sepultura hecha por los Reyes Católicos a Hernando del Pulgar, señor del Salar y regidor de Loja, por los muchos y señalados servicios que hizo en la conquista de este reino, especialmente «que seyendo esta dicha ciudad de moros, en la plaza de Alhama hizo voto de entrar en ella a pegalle fuego, e a tomar posesión, para iglesia, de la mezquita mayor, y poniéndolo en obra, vino con quince de caballo; dejando los nueve a la puerta, entró con los seis a la dicha mezquita, que es ahora iglesia mayor, e allí a la puerta puso un hacha de cera encendida, con otros autos, en señal de la dicha posesión, lo qual visto por los moros, al rey y a ellos puso en escándalo, dolor y turbación».

Aunque esta cédula (publicada ya por el licenciado Bermúdez de Pedraza en su Historia eclesiástica de Granada , 1638, cuarta parte, cap. CCXIV) no dice con claridad cuáles son los autos de posesión de que se trata, resultan especificados en el acta del Cabildo de Granada, dando cumplimiento a la cédula del Emperador en 9 de octubre del mismo año. En este documento se refiere que Hernán Pérez del Pulgar presentó una carta de los Reyes Católicos «firmada de sus nombres, fecha a trece de diciembre de mil y quatrocientos y noventa años, en la qual parece que el dicho Fernán Pérez, con ciertos escuderos en ella contenidos, entró a pegar fuego a esta ciudad, siendo de moros, e a la mezquita mayor, e asimismo en la sentencia e carta ejecutoria que en esta Real Audiencia se dió a favor de su libertad y hidalguía, vimos y leímos los dichos de los testigos, así de los escuderos que con él entraron a hacer lo susodicho, como de otros cristianos nuevos que a la sazón eran moros, vecinos de la dicha ciudad, los quales en sus dichos y deposiciones dicen el pesar, escándalo y alboroto que en ella ovo al tiempo que el dicho Fernán Pérez del Pulgar llegó a la puerta de esta santa iglesia, que estaba allí donde ahora está fecho un arco, por el qual se entra de lacapilla real de los dichos Católicos Reyes a esta dicha iglesia, donde puso la dicha hacha de cera encendida , con un puñal clavada una carta , que decía cómo [p. 239] venía a tomar posesión de la dicha mezquita para iglesia , con otros autos que allí a la dicha puerta fizo ». [1]

Los nombres de los quince escuderos que acompañaron a Pulgar en su entrada, constan en una cédula de los Reyes Católicos fecha en 30 de diciembre de 1490. [2] Empresa tan hazañosa no podía librarse de su correspondiente amplificación legendaria, y la encontramos, en efecto, en dos libros genealógicos, uno del siglo XVII y otro del XVIII, [3] que relatan la entrada de Pulgar con gran riqueza de pormenores, derivados seguramente de la tradición oral, pero en los cuales se reconoce gran exactitud topográfica, y un sello de veracidad que no es común en este género de narraciones:

«Entrando Fernán Pérez del Pulgar en Alhama, como la conversación de los soldados toda es de su ejercicio, estaban repitiendo los lances que habían sucedido en la conquista: unos de haber llegado a las puertas de Granada, y clavado puñal o lanza; otros pegado fuego... Oyólo Fernando del Pulgar, e hizo le trajeran una hacha de cera encendida, e incándose de rodillas en la puerta de la iglesia, hizo voto de entrar en Granada a tomar posesión de su mezquita mayor para iglesia, con título de Nuestra Señora de la O, y pegar fuego a la Alcaiceria. Divulgóse el caso, y cada uno lo juzgó con su valor o efecto; y sabiéndose que uno de sus compañeros iba con él, le dijeron: ¿Con Pulgar is? la cabeza lleváis pegada [p. 240] con alfileres; lo que se quedó por adagio. Previno su viaje Fernando Pérez, y mandó que en un pergamino rodeado con cintas verdes y rojas, le escribiesen el Ave María, Padre nuestro, Credo y Salve, y abajo, cómo, para qué, quién y por quién tomaba posesión de la mezquita; y el día 17 de diciembre de 1490, cerca de la noche, partió para Granada llevando sus quince escuderos una hacha de cera, alquitrán y una cuerda encendida; y en el camino mandó que de atocha hiciesen unos manojos de hachos, y prosiguiendo su viaje, llegó a Granada como a la una de la noche, a los 18 de diciembre, día en que la yglesia celebra la fiesta de la Espectación de Nuestra Señora Reyna de los cielos, llamada de la O. Se encaminó por el río Darro arriba, y llegando debajo de la Puerta de los Curtidores se apearon, y sobre quiénes se habían de quedar en guarda de los caballos, o entrar al hecho, se movió rumor entre los compañeros, que Fernando del Pulgar sosegó diciendo hacían más los que se quedaban que los que entraban; porque éstos sólo tenían que guardar sus personas, y aquéllos las suyas y los caballos; y llevando de los quince escuderos los seis, que fueron Francisco Bedmar, Jerónimo de Aguilera, Tristán de Montemayor, Diego de Baena, Montesino Dávila y Pedro del Pulgar, que siendo moro se volvió a nuestra ley, y fué adalid, y el que guió a nuestro Pulgar, por haber sido su padrino, como quien sabía la tierra; pero advertido, se receló de él por lo que había sido, y asiéndole del collar, le amenazó con un puñal, si prevaricaba; y ya fuese de miedo, o ya la fe, cumplió como católico; y encaminándole por entre la ribera de la tenería , y por las callejas de la gallinería salió al Zacatín; de allí entraron por la calleja de la azacaya de los tintes , y pasaron rectamente a la puerta principal de la mezquita mayor, oculta hoy de la capilla real, cuyo arco es al presente entierro de los Pulgares; donde hincados todos de rodillas, clavó Fernando Pérez el pergamino con su oración en la puerta y mandó encender la hacha prevenida con alquitrán y cuerda, y la puso junto a la puerta, haciendo los demás actos de posesión, con que cumplió la mejor parte de su voto; y pasó a la que restaba de pegar fuego a la AIcaycería , cuya puerta cae al Zacatín; y [p. 241] prevenida atocha y alquitrán, pidió la cuerda a Tristán de Montemayor, que se disculpó diciendo la había apagado...; a que irritado Pulgar dijo: «¡Oh mal hombre! Esta noche quedaba abrasada Granada y me has quitado el mayor hecho que se hubiera oído»; y embistiendo con él, le dió una cochillada en la cara; y pasara a más si Diego de Baena no dijera: «Sosegaos, señor; que yo os traeré lumbre.» A lo que respondió Pulgar: «Si vos lo cumplís, os daré una yunta de bueyes»; y volviendo Baena a la mezquita, encendió en la hacha un hacho de atocha; y al volver la esquina de Zacatín salió su ronda, y reparando no ser moros en el traje, les tiró una piedra; pero Baena, dándole una cuchillada, avisó a su gente, como el moro con sus gritos a sus vecinos. Pulgar salió por donde entró; y al paso de los noques de la tenería , cayó Jerónimo de Aguilera en uno; y Fernando del Pulgar, por no dejar prenda viva, le tiró un lanzada que no alcanzó; y otro, echándole su lanza, le sacó del peligro; y todos salieron de la ciudad y pasaron a la de Alhama, dejando a Granada en la mayor confusión; porque a las voces del moro herido acudió la ronda; y sabido el caso, buscando al hechor, halló la hacha y pergamino, y se lo llevaron al Rey Chico, quien quiso castigar al guarda, como culpado; pero satisfecho, es tradición, le dió el puñal, llenándose toda la ciudad de confusión y espanto, y la de Alhama de admiración y asombro.»

Por lo mismo que era tan histórica la hazaña de Pulgar, fué menos decantada en los romances que la de Garcilaso. No conozco ninguno verdaderamente antigno y popular sobre este argumento. Pero hay una mediana composición artística de fines del siglo XVI, que empieza por copiar el primer verso de uno de los más famosos romances fronterizos, y prosigue remedando con bastante habilidad algunos pasos de ellos, aunque muy pronto cae en el falso y amanerado gusto de los romances moriscos.

       Santa Fe, ¡qué bien pareces—en la vega de Granada,
       Toda cercada de muros,—de torres bien torneadas;
       Una casa a la redonda,—que toda te cerca y baña!
        [p. 242] Fundóte el rey don Fernando,—doña Isabel en compaña,
       Y otros muchos caballeros—de la nobleza de España.
       Con el secreto silencio—y resplandor de Diana,
       Una noche que hacía—muy resplandeciente y clara,
       Noche que huelgan los moros—y la estiman más que el alma,
       Más que el sábado el judío,—más que el cristiano la Pascua
       Del venturoso Bautista,—a quien la Iglesia señala
       Por uno de los mayores—que en los nacidos se halla.
       Aquesta noche los moros—hacen grande fiesta y zambra,
       No en la Vega ni el Genil,—como era su antigua usanza,
       Porque, de temor, las fiestas—hacen a puerta cerrada;
       Y luego, al siguiente día,—una züiza gallarda
       De moros y de cristianos,—toros y juegos de cañas,
       Que resplandece en la Vega—la luz de sus luminarias.
       Parte Hernando del Pulgar—desde Santa Fe a Granada,
       En una yegua, por pista,—tres horas antes del alba,
       Que pretende hallarse en ella,—aunque por punta de lanza...

Sigue una prolija, absurda y anacrónica descripción del traje de Pulgar, que va ataviado como a un baile. De los compañeros del héroe no se dice una palabra; a fuerza de querer exagerar la hazaña, resulta imposible:

       Con esto llegó a dar vista—a la invencible Granada.
       No va por la puerta Elvira,—que sabe que está cerrada;
       Va por la puerta del Rastro,—do halló durmiendo los guardas.
       Quiso Dios y la ventura—que el Darro le diese entrada
       Por el hueco de la puente—hasta llegar a la escala,
       Que a veces Dios a los suyos—los cubre con telarañas.
       Baja por la Herrería,—que aloja a la Vivarrambla;
       Entra por el Zacatín;—con el Rey moro encontraba,
       Y el Rey le dijo: «¿Qué gente?»—Y él, sin turbarse palabra,
       Porque la arábiga lengua—corta como la cristiana,
       Le dice: «Soy Reduán,—que voy de fiestas mañana,
       Porque hago en la züiza—una figura gallarda.»
       «¿Qué figura?», dijo el Rey,—no entendiendo que le engaña.
       «Hago a Hernando del Pulgar,—que parezco hasta en el habla
       Que este vestido que traigo—me lo hizo una cristiana,
       Que parece ser el mismo—que Pulgar se viste y calza.»
       El Rey quedó tan contento—de su bizarría y gala,
       Que mandó darle un caballo—para que a las fiestas salga.
        [p. 243] Dando vuelta a la ciudad,—se vino a la Vivarrambla,
       Do vido estar un castillo—hecho de madera y tabla,
       Y una casa a la redonda—que toda la cerca baña.
       Preguntó en algarabía—cómo el castillo se llama:
       Dícenle que Santa Fe,—que han de rendirla y ganarla.
       Rióse d'eso Pulgar,—y dice «¡Perra canalla,
       No os veréis en ese gozo—si Dios me guarda mañana!»
       Y estando en estas razones,—vido un moro con un hacha,
       La cual hacha le quitó,—y tan gran golpe le daba,
       Que le dejara por muerto,—tendido junto a la cava,
       Y con el hacha encendida,—fuego a las casas pegaba.
       Unos dicen: «¡Fuego, fuego!»;—otros dicen: «¡Agua, agua!»;
       Otros dicen que es rebato—que viene de la Alpujarra;
       Otros dicen que es Pulgar,—que estaba dentro en Granada;
       Y Pulgar se andaba entre ellos—lleno de cólera y rabia.
       Fuése para la mezquita,—y hallóla desocupada,
        Y en lo más alto que pudo,—adonde su mano alcanza,
       Puso el pergamino blanco—de la que es llena de gracia,
       Y una antorcha junto a él,—encendida, en una escarpia;
       Y cuando ya amanecía,—en casa del Rey entraba,
       Por cobrar aquel caballo—que el Rey entregar le manda.
       El Rey tenía ya mandado—a los criados de casa
       Que le dieran a escoger—el caballo que gustara.
       Escoge un caballo blanco,—que a la nieve se compara,
       Enjaezado de oro,—las herraduras de plata,
       Caballo que en treinta pasos—corre, galopea y para,
       Y con un sutil cabello—se puede tener a raya.
       Con una marlota azul,—toda de perlas sembrada,
       Bajóse a la Plaza Nueva,—y de allí a la Vivarrambla.
       Los moros habían puesto—un rey Fernando de paja,
       Y un moro hecho de bulto,—que una azagaya le pasa.
       Allí se enojó Pulgar,—con ira y cólera brava;
       Deja caer la marlota,—metiendo mano a la espada,
       Y al que encontró por delante,—de claro en claro le pasa.
       Llévanle la nueva al Rey,—que está dentro de la Alhambra;
       Y cuando acudió con gente,—Pulgar en Santa Fe estaba.
       (Núm. 1.115 del Romancero, de Durán.)

Además de este romance anónimo, hay cuatro de Gabriel Lobo Laso de la Vega, en su Romancero y tragedias (1587), y [p. 244] este poeta fué el primero, como queda dicho, que enlazó la historia de Pulgar con la fábula de Garcilaso (números 1.116, 1.119 de Durán).

Aunque la comedia de El Cerco de Santa Fe no tiene por único argumento estos dos lances caballerescos, sino que más bien es una serie de cuadros de la conquista de Granada, todavia las mejores escenas son aquellas en que intervienen Pulgar y Garcilaso, y son también las que sirven de nudo y desenlace al drama. Un gallardo abencerraje arroja al campo cristiano, dando en la misma tienda de la Reina, una lanza, en cuyo hierro iba clavada una cinta o listón, prenda de su dama. Indígnase Hernando del Pulgar, y determina tomar venganza de aquel atrevimiento y desacato, emprendiendo algún famoso hecho en honra de la Virgen, de quien se declara paladín y caballero:

           Virgen más pura que del sol la lumbre,
       A cuyos pies la luna está humillada,
       Mostrad vuestra divina mansedumbre
       Y la frente de estrellas coronada;
       Vos, por quien fué la antigua pesadumbre
       De aquella sierpe sin igual domada...
           Yo, pues, a quien palabras faltan, quiero,
       No como el Ildefonso toledano,
       Mas como belicoso caballero,
       Serviros hoy las armas en la mano;
       Y pues motes se escriben, lo primero,
       En el favor divino y cortesano,
       Quiero escribir un mote en honra vuestra,
       principio de la gloria y salud nuestra.
           En un virgen y blanco pergamino,
       La Ave Maria escribiré dichoso
       Que el paraninfo celestial divino
       Os dijo en aquel día venturoso:
       Con él hacer un hecho determino,
       Que por mil siglos quedará famoso;
       Que a pesar de ese perro que me incita,
       Mañana he de clavarlo en la mezquita.
           Allí lo clavaré con esta daga,
       Para ensalzar vuestro famoso nombre...

[p. 245] Clava Pulgar el pergamino en la mezquita, y Tarfe viene a buscar el desagravio, pronunciando, a guisa de reto, el siguiente romance, cuyos versos «descubren más de una vez (como oportunamente advirtió Martínez de la Rosa) [1] la facilidad de Lope, su gala y lozanía», en medio de rasgos de innegable mal gusto:

           Cristianos de Santa Fe,
       Entre lienzos y cendales,
       Como en vuestro muro fuertes
       Al aire que los combate;
       Vosotros, que de ser hombres
       Os habéis puesto a pañales,
       Con las mantillas de seda,
       Con lienzos por tantas partes;
       Ovejas en los rediles,
       Que a pacer con el sol nacen,
       O paños en arpillera,
       O trigo dentro en costales:
       Si queréis saber quién soy,
       (Para que el son no os espante,
       Como a mujeres paridas
       Trueno o campana que tañen),
       Estadme bien advertidos,
       Oid, oid, que soy Tarfe,
       El sobrino de Almanzor,
       Y del Alhambra el alcaide.
       Las Alpujarras son mías,
       Y los ricos Alixares,
       Y tengo en Bibataubín
       Mis armas en cuatro calles.
       Estando en Granada ayer,
       Llegó un cristiano arrogante
       Que llamáis Pulgar vosotros,
       Y tiene buenos pulgares,
       No sé si diga en los dedos,
       Que si bien entra bien sale;
       Pero sea lo que fuere,
       Él vino a un hecho notable.
        [p. 246] Clavó ayer en la mezquita,
       Sobre sus conchas de alambre,
       Ese rótulo que veis
        Donde el caballo le trae.
       Quisieron salir a ello
       De los moros principales;
       Pero guardóse esta empresa
       Para que yo la vengase.
       Quisieron salir Zegríes,
       Gomeles y Abencerrajes,
       Abenzaides, Abenyucas,
       Hametes, Abindarraes;
       Pero yo vengo en su nombre,
       Que soy de su peso atlante;
       Y así, a todos desafío,
       Pobres, ricos, chicos, grandes.
       Salga Fernando, el Rey vuestro,
       Si más que el gobierno sabe,
       Porque su Isabel le vea,
       Que gusta de ver combates.
       Salga ese Gran Capitán,
       Los Girones y Aguilares,
       Salgan aquesos Manriques,
       Sotomayores, Suárez,
       Que armados a tres y a cuatro,
       Y al mundo, si el mundo sale,
       Tarfe reta y desafía
       De villanos y cobardes.
       Salgan aquí esos maestres,
       Los capilludos y frailes,
       Esos que las cruces rojas,
       O blancas, o verdes, traen.
       Cobrad vuestra Ave María ,
       Que no es mucho que la clave
       Un cristiano en nuestras puertas,
       Cuando un moro así la abate...
       Aquí traigo el pergamino,
       Cristianos viles, cobradle;
       Que aquí desde el alba espero
       Hasta las tres de la tarde.

[p. 247] Además de esta amplificación libre y poética de las palabras del reto, puso Lope en la primera jornada de su comedia otras imitaciones del mismo romance:

       Cercada está Santa Fe
       De mucho lienzo encerado,
       Y alrededor muchas tiendas
       De terciopelo y damasco. [1]

[p. 248] Siguiendo en gran parte la traza de la comedia de Lope de Vega, compuso un ingenio de esta corte , que, a juzgar por su estilo, debía de florecer en la segunda mitad del siglo XVII, y acaso en sus postreros años, una famosa comedia de moros y cristianos , titulada El Triunfo del Ave María: famosa ciertamente, no por su mérito intrínseco, que no es grande, sino por la circunstancia de representarse todos los años en Granada el día 2 de enero, aniversario de la reconquista de aquella ciudad. Es, pues, un drama popular en toda la extensión de la palabra, y merece serlo por lo interesante y patriótico del argurnento, por los recuerdos que evoca, gratos a toda alma española, y hasta por la bizarría y desenfado de algunas escenas. Desgraciadamente, esta comedia suele representarse sin el respeto y solemnidad que su noble argumento requiere; se han hecho en ella atajos y mutilaciones que dejan incomprensibles algunas escenas, y se exagera en demasía la parte grotesca que el autor puso cediendo al mal gusto de su época. Con todas estas desventajas, el drama tradicional resiste, y aunque en varias ocasiones se ha intentado refundirle, el público granadino ha desdeñado estas refundiciones, y con certero instinto sigue recreándose en la obra antigua, que no es para él un documento literario, sino un recuerdo familiar y venerable. [1]

Notas

[p. 237]. [1] . Zwei historische Schauspiele (la otra es El rey Vamba) , von Lope de Vega . Aus dem Spanischen übersetzt. Regensburg, 1877.

[p. 237]. [2] . Hernán Pérez del Pulgar , el de las Hazañas. Bosquejo histórico , por D. Francisco Martínez de la Rosa. Madrid , febrero de 1834. Imprenta de don Tomás Jordán.

Hernán Pérez del Pulgar y las Guerras de Granada. Ligeros apuntes sobre la vida y hechos hazañosos de este caudillo , por D. Francisco de Paula Villa-Real y Valdivia. Segunda edición. Madrid , junio de 1892 . Tipografía de M. Ginés Hernández.

Hernán Pérez del Pulgar , el de las Hazañas. Estudio histórico crítico , por D. José Balcázar y Sabariegos. Ciudad Real , 1898.

[p. 239]. [1] . Documento del archivo de la casa del Salar, publicado por Martínez de la Rosa, núm. 12.

[p. 239]. [2] . Original en el archivo del Salar (núm. 14 del apéndice de Martínez de la Rosa).

[p. 239]. [3] . Cronicón póstumo de la vida , proezas , merecdes y genealogía de Fernando Pérez del Pulgar y Osorio , primer alcaide Señor del Castillo y Villa del Salar... Historiada por D. Martín de Angulo y Pulgar , natural de la ciudad de Loja. Hecho en Loja en 1649. En este manuscrito, que no llegó a ver Martínez de la Rosa, aunque tuvo conocimiento de su existencia, va fundado principalmente el libro del Sr. Villarreal.

Historia de la casa de Herrasti , escrita por D. Juan Francisco Pérez de Herrasti , octavo señor de dicha casa. Granada, 1750. Copia en gran parte el Manuscrito de D. Martín de Angulo.

[p. 245]. [1] . Hernán Pérez del Pulgar , pág. 292,

[p. 247]. [1] . Otros incidentes de esta comedia parece que provienen de la tradición oral. En la jornada segunda refiere Garcilaso a la Reina Católica:

       ................... que una mora
       De las más principales de Granada,
       Tiene una higuera al pie del mismo muro,
       Y como el ir por la madura fruta
       Siempre es uso y costumbre entre los moros,
       Viene por la mañana con un moro
       Con su cesta de mimbres en el brazo,
       Y le descuelga por el muro abajo
       Donde cantando está y comiendo higos.

La Reina manifiesta antojo de ellos, y un caballero llamado Martín Fernández (quizá el mismo Martín Galindo de la comedia anterior) se trae la cesta de los higos y al moro de paso. Un cuento análogo se conserva todavía entre el vulgo de Granada, y sirvió de base a una de las Leyendas españolas de D. José Joaquín de Mora (Londres, 1840, páginas 30-45), que puso en ella la siguiente advertencia: «Cuando yo estaba en Granada arrastrando bayetas, la buena mujer que me cuidaba la ropa, me contaba que la reina Isabel era muy aficionada a buñuelos. Hallándose poniendo el cerco a Granada en la ciudad de Santa Fe, fundada con este designio, supo que en una plazuela de Granada, llamada el Pilar del Toro, ponía su ambulante manufactura una buñolera mora, que tenía unas manos divinas. Antojósele a la Reina Católica comer los productos de su industria; noticioso de lo cual Gonzalo de Córdoba, entró en medio del día por la puerta y calle de Elvira, vestido de moro y a caballo; llegó al Pilar del Toro, agarró a la buñolera por un brazo, la puso a las ancas y partió a correr. Como el buñuelo no es un objeto muy a propósito para los adornos poéticos, he transformado a la buñolera en bordadora, y le he dado un granito de amor, que es ingrediente tan necesario en las aventuras de aquel siglo y de aquella escena.» Y en efecto, la leyenda de Mora se titula La Bordadora de Granada.

 

[p. 248]. [1] . Hay de esta pieza (incluída también en la Biblioteca de Rivadeneyra, tomo LI) dos curiosas reimpresiones modernas.

El Triunfo del Ave María , comedia famosa de un Ingenio de la Corte... Granada, imp. y librería de D. J. M. Zamora, 1851, 4.º Con un prólogo de D. José Jiménez Serrano.

Comedia famosa de moros y cristianos , titulada El Triunfo del Ave María , precedida de un prólogo de D. Francisco de Paula Valladar. Granada, imprenta de El Defensor de Granada , 1899, 8.º

En el erudito prólogo de esta edición, se da cuenta de la comedia que con el título de La Conquista de Granada , y con la pretensión de sustituir a El Triunfo , escribió en 1842 el conocido poeta D. José María Diaz, y puso en escena en la noche de su beneficio el actor D. José Tamayo, padre del inmortal dramaturgo D. Manuel Tamayo y Baus. El drama no gustó, y según parece no fué impreso; pero en la excelente revista La Alhambra , que entonces se publicaba en Granada, se da bastante idea de su argumento, y se copia algún trozo, que por cierto tiene notable analogía con otro de Rubí en Isabel la Católica , escrita bastantes años después.

El Sr. Díaz—según cuenta el revistero de La Alhambra—conservó en su drama las escenas de El Triunfo «que más simpatías despertaban entre los granadinos»; introdujo un nuevo elemento histórico en la acción, «las rivalidades entre las tribus moras»; suprimió los graciosos de la obra primitiva; procuró engrandecer el personaje de la Reina Católica, e introdujo en el cuadro nuevas figuras, Colón, el cardenal Mendoza, etc., «enlazando con bastante habilidad tres acciones en una...: la rendición de la ciudad, los amores de Pulgar con Moraima, y la determinación de la Reina para que partiese Colón al descubrimiento del Nuevo Mundo.»

A pesar de tanta acumulación de nuevos primores, y quizá por culpa de ellos—pues un drama histórico, por ampliamente que se imagine, nunca puede confundirse con un compendio de historia—, el drama del poeta Díaz , como entonces se le llamaba, fracasó estrepitosamente, y hubo que volver a la comedia antigua, donde, en cambio de lo mucho que se quitó, se intercalaron algunos trozos de autor desconocido, pero de versificación robusta y de buen efecto escénico.

El prólogo del Sr. Valladar contiene otras especies curiosas relacionadas con este asunto, entre ellas un breve catálogo de obras dramáticas relativas a la Conquista de Granada—que no reproducimos aquí por no tener relación inmediata con la comedia de Lope—, y una noticia de las representaciones populares de moros y cristianos , que todavía se hacen en algunos puntos de aquel reino y duran días enteros.