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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > IV : (OLIVER-VIVES) > SOBRADO, FELIPE

Datos del fragmento

Texto

[p. 247]

Ministro de la Real Audiencia de Galicia. Publicó:

Odas de Horacio, | traducidas en verso castellano | por Don Felipe de Sobrado, | Ministro de la Audiencia | de Galicia. | Romanae fidicen lyrae | Quod spiro et placeo (si placeo) tuum est. | Hor. Lib. 4. Od. 3. | Coruña: En la Caxa Typográfica. | 1813. 8.º 233 páginas y una de erratas. Las notas comienzan en la página 225.

Preceden a la traducción unas advertencias reducidas a anunciar que se suprimen ciertas odas y pasajes por contrarios a la decencia, que muchas notas están tomadas de la edición francesa de Daru y que las repetidas instancias de los amigos del autor y la ocasión de imprimir su trabajo con los hermosos caracteres del Diario de la Coruña la movieron a sacarle de la oscuridad. Viene después una epístola a Horacio, semejante a la que colocó Mor de Fuentes al comienzo de su edición de las Odas, pero aun más prosaica y flojamente versificada. Por lo demás es apreciable en Sobrado la modestia con que ofrece al público su traducción, no sin advertir proféticamente que:

En buen hora guardada
Para otra (pluma) más feliz quede la gloria
De dar al español cuanto escribiste
De tu idioma y el nuestro sin ultraje.
La mía te consagra esta memoria.

Lo que no puede admitirse como disculpa de los muchos defectos de esta versión es aquello de que se hizo por recreación y sin [p. 248] ánimo de darla a la estampa. Pues qué, ¿una versión de las Odas de Horacio es tarea que puede tomarse como solaz de otras más graves? ¿No basta ella para ocupar dignamente la vida de un literato? ¿Sólo para los ratos ociosos que otros (según apunta Sobrado) ocupan en devaneos o en ocio torpe se escribieron las obras maestras de la antigüedad? Idea harto poco elevada tienen del arte los que le suponen un pasatiempo y le equiparan con el juego de naipes o con las corridas de toros. Disculpas son éstas propias de aficionados forasteros o intrusos en la república de las letras, quienes al traspasar sus lindes alguna vez en la vida hácenlo como desdeñosamente, pareciendo tener en menos aquello mismo en que emplean lo que ellos llaman sus ocios, sin ser por nadie constreñidos. De este género de obras desbandadas hechas en ratos ociosos, es la traducción del magistrado gallego, con la cual no seremos más indulgentes porque sea libro de aficionado, y además harto poco leído. Mas empecemos por notar que no es absolutamente mala ni mucho menos la versión de Sobrado, antes en algunas odas considerablemente excede a otras traducciones anteriores muy elogiadas. Su mayor defecto es el prosaísmo que a la continua oscurece la facilidad de sus versos. ¿Cómo ha de haber paciencia para leer la magnífica oda Parcus deorum cultor et infrequens sacrílegamente destrozada en esta retahila de romance lleno de ripios y expresiones frías y ramplonas?

Harto tiempo he seguido
De esos mentidos sabios
La imprudente doctrina
Que suele alucinarnos
Un sacrílego incienso,
Unos dones escasos
Ofrecía a los Dioses
Que había ya olvidado.
Ahora sobre mí vuelvo,
Variar es necesario
etc.

y ¿qué idea ha de formarse de Horacio quien sólo le haya leído en semejantes traducciones? Los adjetivos impropios y hasta ridículos abundan en la versificación de Sobrado, que olvidaba sin duda que se las había con Horacio, quien jamás escribió una sílaba baldía ni un epíteto ocioso. Tan lejos está su intérprete de [p. 249] parecérsele en esto, que en la oda a Grosfo intercaló de su cosecha los necios calificativos de distinguidos Medos, dañosa aljaba y tan nombradas vacas de Sicilia. En lo de añadir pensamientos al original es tan atrevido como desdichado; ¿quién creerá que sólo para el sencillo pensamiento Carpe diem, quam minime credula posteri empleó diez versos de esta laya

Sabiduría, buen vino,
Moderar vuestros deseos,
Limitar vuestra esperanza,
No malograr los momentos
Que sin sentir se deslizan...
Aquí tenéis en compendio
Cuanto practicar debéis
Y no contéis, como el necio,
Con lo que puede mañana,
Cara amiga, sucederos.

El que Sobrado hiciese la traducción de estos versos en ratos de ocio no le autorizaba para añadir cosas que jamás pasaron por la mente de Horacio. ¿Qué objeto tiene adicionar su texto, tan sin gracia? El traductor, sea o no aficionado, si parafrasea el original, cosa expuesta siempre a grandes tropiezos, debe hacerlo con la gala y lozanía de aquel incógnito poeta del siglo XVI, que vertió así el Carpe diem:

Coge la flor que hoy nace alegre, ufana,
¿Quién sabe si otra nacerá mañana?

A veces yerra Sobrado en la interpretación del texto, como sucede en el final de la oda a Sextio:

Nec tenerum Lycida mirabere,
Quo nunc calent juvenes, mox virgines tepebunt.

El virgines tepebunt lo entendió rematadamente mal Sobrado y tradujo:

... cuya muerte asaz temprana
Tal vez, sin tardar mucho, lagrimosas
Llorarán las doncellas amorosas.
[p. 250] Ya podía haber leído en Fr. Luis de León:
De cuyo fuego saltarán centellas
Que enciendan en amor muchas doncellas.

Nada de muerte temprana ni de doncellas lagrimosas dijo el lírico de Venusa.

Empleó en su traducción nuestro magistrado gran variedad de metros, algunos con soltura, otros flojamente. El verso suelto, el endecasílabo asonantado, la octava, las estancias y estrofas líricas muy diversamente combinadas, las décimas, quintillas, el romance octosílabo, el eptasílabo y otras rítmicas combinaciones de menor importancia se encuentran usados en estas odas. En general anda más feliz el traductor en los versos mayores, y aun nos parece que hubiera acertado en excluir redondillas y décimas, nada a propósito para trasladar las estrofas horacianas. No porque el octosílabo ni ninguno de los metros cortos tenga el tono de jácara que en ellos encontraba Hermosilla, sino porque su carácter del todo español y moderno les hace casi inhábiles para encarnar el pensamiento expresado en sáficos, alcaicos o asclepiadeos. Y si en la versión de las odas horacianas de carácter más ligero y anacreóntico puede usarse el octosílabo asonantado o el eptasílabo, en ningún modo sus combinaciones más artificiosas, que inevitablemente desfiguran y calumnian la poesía del original. Pero jamás se emplee el romance para interpretar odas como el Inclusam Danaem, según se atrevió a hacerlo Sobrado:

Una torre cual de bronce,
Puertas de roble macizo,
Y de vigilantes perros
Los harto tristes ladridos,
Parece que bien pudieran
A Dánae hija de Acrisio
De los nocturnos amantes,
Guardar y de otros peligros etc.

lo cual, sin quererlo, trae a la memoria aquello de:

En un pueblo que se halla
En el reino valenciano,
Que el nombre suyo es Talapa,
[p. 251] Allí nació un hombre honrado
Llamado Isidoro López. Etc.

Tal vez se nos tache de exagerados, pero no cabe dudar que en el trozo transcrito y en otros semejantes reina un tono de romance ramplón y jacarero, que sobremanera contrasta con el lírico vuelo de las estrofas clásicas.

El Horacio de la Coruña tiene además la falta de estar sobremanera mutilado por escrúpulos del traductor. Suprimió del todo las odas XIII (Cum tu, Lydia, Telephi) y XIX (Mater saeva Cupidinum) del libro primero; la VIII (Ulla si juris tibi pejerati), del segundo; la IX (Donec gratus eram tibi), X (Extremum Tanain), XX (Non videas quanto moveas prericlo), del tercero; la I (Intermissa diu), del cuarto; la VIII (Rogare longo putidam te saeculo), la XI (Petti, nihil me, sicut antea, juvat), XII (Quid tibi vis, mulier nigris dignissima barris), XIV (Mollis inertia cur tantum diffuderit imis) del Epodon e hizo notables mutilaciones en la IX del libro primero, V y XII del segundo, XI y XV del tercero, III del Epodon y alguna otra. Fuera de la justa omisión de las dos odas In anum libidinosam, en las demás castraciones no vemos motivo fundado. Muchas de estas odas que a Sobrado escandalizaban sólo por tratar de amores, fueron vertidas en el siglo XVI por Fr. Luis de León y otros varones tan sabios como piadosos. Y ya que tradujo nuestro magistrado el Quis multa gracilis, no debió dejar en el tintero el hermoso diálogo de la reconciliación y otros pasajes y odas que nada tienen de escabroso ni malsonante, por más que traten de re erotica.

Aparte de tan notables lunares, repetimos que la traducción de Sobrado no es indigna de ser conocida como objeto de curiosidad bibliográfica. Cierto que aun en los trozos mejor interpretados adolece de desigualdad e incorrección, pero a las veces demuestra en su autor dotes poéticas no despreciables. Júzguese de ello por la oda VII a Munacio Planco, que a continuación transcribimos, por ser escaso el libro en que tales versiones se contienen:

A Efeso o Mitilene,
O Rodas o los muros de Corinto
De dos mares cercados.
[p. 252] O de Tempe los valles dilatados,
O de Tebas y Delfos el recinto
(Por su Baco y Apolo renombrados),
Hay quien el gusto tiene
De celebrar en versos armoniosos
Con sonoro laúd y bien templado.
Y hay quien tan sólo canta
De Atenas los alcázares suntuosos,
Y muchos en honor de Juno, diosa,
A Micenas celebran poderosa,
A Esparta la guerrera,
De los caballos de Argos la carrera.
Por mí, yo mejor quiero
De esta amena ribera la hermosura
Por do el Anio con curso muy ligero
Se desliza y murmura
Por entre los vergeles y collados,
De los Tesalios campos cultivados.
Cual el Céfiro el cielo obscurecido
Despeja prontamente,
De tus males el peso permanente
Asl dejará Baco adormecido,
Ora sigas de Marte
El horrendo estandarte,
Ora la sombra goces reposado
De tu frondoso Tívoli adorado.
En otro tiempo huía
Tenero de su país y la ira impía
De su padre, y se cuenta
Que por Baco inspirado
Corona su cabeza y se presenta
A sus tristes amigos, e inflamado
Habló así: «Compañeros,
Mas propicia que un padre la fortuna
Para nosotros es, sigamos, ea,
Sigámosla y jamás, jamás se vea
Que desesperanzamos
Y a seguir los senderos,
Que señala cobardes nos negamos.
El dios Febo otra tierra nos ofrece,
Tenero de ello es garante,
Y Tenero el capitán a quien constante
Vuestra fidelidad pronta obedece.
Magnánimos varones, enseñados
A mayor padecer, ya que hora vemos
Una nueva ciudad nacer hermosa,
[p. 253] Ahogad vuestros cuidados
Del néctar en la copa deliciosa.
Mañana, amigos míos, nuevamente
Al mar nos lanzaremos,
Su furor despreciando osadamente.»
Santander, 1.º de mayo de 1876.

Notas