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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MORATÍN, NICOLÁS FERNÁNDEZ DE

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[p. 396]

Su vida fué magistralmente escrita por su hijo D. Leandro, que la publicó en Barcelona al frente de las obras póstumas de su padre. De allí extractamos las siguientes brevísimas noticias.

Don Nicolás Fernández de Moratín nació en Madrid en 1737. Recibió la primera educación en el Real Sitio de San Ildefonso, donde residía su padre como jefe del guarda-joyas de la Reina Isabel Farnesio. Cursó después Filosofía en el Colegio de Jesuítas de Calatayud y Leyes en la Universidad de Valladolid, donde recibió la licenciatura. Residió en Madrid el resto de su vida, en íntimo trato con los hombres de letras más notables de aquella edad, los Montianos, Iriartes, Sarmientos, Flórez... primero; los [p. 397] Llagunos, Cadalsos, Ayalas, Bernascones, Cerdás, Ríos, Muñoz, Conti, Signorelli... después. En 1762 publicó su comedia La Petimetra y su tragedia Lucrecia, piezas desgraciadas, en que su propio hijo apenas halla otra cosa digna de elogio que el estar sujetas a las reglas del arte. Ni una ni otra fueron representadas. Anheloso de propagar lo que él juzgaba gusto clásico, se presentó como continuador de los esfuerzos de Luzán, Montiano, Nasarre y Velázquez en tres discursos intitulados Desengaños al teatro español, que, si no convencieron al público, obraron poderosamente en el ánimo de la corte, que a la sazón pretendía dirigir y encarrilar las letras y dieron por primer resultado la prohibición de los Autos Sacramentales en 1765. Dos años después mostraba D. Nicolás Moratín la grandeza de su alma negándose enérgica a la par que discretamente a escribir contra los jesuítas de un modo despótico extrañados, como le rogaba con ahinco el Conde de Aranda. Gracias a la protección de éste logró nuestro poeta, en 1770, ver representada su tragedia Hormesinda. que no agradó al público tanto como a los humanistas, sin duda por sus malas condiciones dramáticas, que no alcanzan a salvar los excelentes trozos líricos de que abunda. En 1771 hizo oposición a la cátedra de Poética de los Reales Estudios de San Isidro, que obtuvo su amigo D. Ignacio López de Ayala, autor de la Numancia destruída. En 1772 comenzó a ejercer con éxito la abogacía forzado por la necesidad y en lucha con su genial instinto. Por este tiempo fundó con varios amigos suyos arriba en segundo lugar nombrados, la célebre tertulia de la fonda de San Sebastián, que tan poderoso influjo ejerció en el movimiento literario del siglo pasado, representando las tendencias neo-clásicas en toda su pureza. Alguna disidencia surgió entre aquellos eruditos a consecuencia de la reñida pelamesa que sostuvieron Iriarte y Ríos con el colector del Parnaso Español. Aquella especie de Academia disolvióse, pasado largo tiempo, por enfermedades y ausencias de gran parte de los socios, pero Moratín encontró nueva ocasión de propagar su doctrina literaria en la sustitución de la cátedra de Poética que hasta entonces había desempeñado Ayala. En 1777 compuso otra tragedia, que no llegó a representarse, Guzmán el Bueno, y el mismo año concurrió, aunque sin fortuna, al certamen abierto por la Academia Española, con su hermoso canto [p. 398] Las Naves de Cortés destruídas. Falleció en 11 de mayo de 1780, a los cuarenta y dos años de su edad.

Fué D. Nicolás Moratín el más español de los poetas del siglo XVIII, y puede decirse que su estro poético, que era grande, estuvo en perpetua contradicción con los principios críticos que sin cesar y hasta con exageración, intolerancia y fanatismo, sustentaba. Malográronse sus ensayos dramáticos por el estéril afán de sujetarse a un molde estrecho, en que mal podía caber un ingenio de la índole del suyo, pero en la poesía lírica, en que con frecuencia rompe tales trabas, merece el primer lugar entre los vates del reinado de Carlos III, debiendo estimarse sus romances, su Fiesta de toros en Madrid y su canto de las Naves como dechados de alta y castiza poesía, exentos de todo resabio de extranjerismo, partos de una fantasía lozana y desembarazada, rica con todos los dones y preseas del antiguo lenguaje de Castilla.

Hasta en composiciones poco importantes por su asunto, como la oda a Pedro Romero, ostenta un vuelo lírico desusado, que llega a realzarlo y ennoblecerlo todo; a veces acierta con el verdadero clasicismo, cual acontece en el idilio En la olorosa, áspera, Alcarria; otras imita con felicidad a latinos e italianos, y muestra siempre una individualidad poética más rica, flexible y simpática que la de Meléndez y muchos discípulos suyos.

Publicó en vida las obras siguientes:

La Petimetra. Comedia Nueva, escrita con todo el rigor del arte por Don Nicolás Fernández de Moratín, entre los Árcades de Roma Flumisbo Thermodonciaco. Madrid, en la oficina de la muda de Juan Muñoz, año de 1762. Por preliminares lleva una dedicatoria. a la Duquesa de Medina-Sidonia y una disertación en que abiertamente se impugna el antiguo teatro español.

Lucrecia. Tragedia... Madrid, imprenta de Martínez, año de 1762. Lleva un discurso preliminar en igual sentido.

Desengaño al teatro español. Folleto de dieciséis páginas en 8.º, sin año de impresión.

Desengaño segundo al teatro español. Desengaño tercero. Sin nota de impresión entrambos.

El Poeta. En la oficina de la viuda de Juan Muñoz, 1764. Lleva un prologo en prosa y una dedicatoria en verso. Es una [p. 399] especie de periódico en que Moratín iba dando a luz sus composiciones líricas. Sólo he visto los tres primeros números.

La Diana o Arte de la Caza. Poema dedicado al Serenísimo Señor D. Luis Antonio Jayme de Borbón, infante de las Españas. Por D. Nicolás Fernández de Moratín, criado de la Reina Madre nuestra Señora. Entre los Árcades de Roma Flumisbo Thermodonciaco. Madrid, 1765. 8.º Lleva un prólogo en prosa.

Hormesinda. Tragedia. 1770. 8.º Lleva por preliminares un epigrama latino de Iriarte (D. Juan), dos de D. Casimiro Gómez Ortega, un soneto italiano de Conti y un erudito prólogo de D. Ignacio Bernascone, íntimo amigo del poeta.

Memoria sobre los medios de fomentar la agricultura en España, sin perjuicio de la cría de ganados. Impresa entre las Memorias relativas al problema publicado por la Sociedad Económica Matritense para el año de 1777, en las Memorias de la Sociedad, etc. (1787), tomo III.

Guzmán el Bueno. Tragedia. 1777. 8.º No lleva más preliminares que una dedicatoria al Duque de Medina-Sidonia.

Sueltas publicó también diversas composiciones, entre ellas la égloga en loor de mi ilustre paisano D. Luis de Velasco y del Marqués González, heroicos defensores del castillo del Morro contra los ingleses en 1762. En las Memorias y Actas de la Sociedad Económica pueden verse asimismo dos poesías de nuestro autor.

A su hijo debióse la de las dos importantísimas obras siguientes, que inéditas dejara D. Nicolás:

Las Naves de Cortés destruídas. Canto Épico. Madrid, en la Imprenta Real, 1777. 4.º Va acompañada de largas y muy doctas reflexiones críticas del editor del canto, trabajadas por D. Leandro, según opinión generalmente admitida.

Obras Póstumas de D. Nicolás Fernández de Moratín, entre los Árcades de Roma Flumisbo Thermodonciaco. Barcelona, 1821, imprenta de Roca. 4.º La colección aquí impresa de poesías líricas está casi del todo ajustada al ms. que pocos meses antes de morir entregó D. Nicolás corregido y firmado a su amigo Bernascone. Pero muchos pasajes debieron pasar sin duda por la docta lima de D. Leandro, como nos lo persuade el canto de las Naves, que aparece disminuído no menos que en una tercera parte, siendo en [p. 400] él infinitas las enmiendas y variantes inspiradas casi siempre por una severidad crítica ya excesiva. Del poema de la Caza sólo hay fragmentos. Faltan las composiciones dramáticas. Al frente va la biografía del autor, obra de su ilustre hijo D. Leandro. Este tomo fué reimpreso en Londres por Salvá, en 1825.

Obras de D. Nicolás y D. Leandro Fernández de Moratín. Madrid, Imp. de la Publicidad, a cargo de D. M. Rivadeneyra. 1850. (Tomo II de la Biblioteca de AA. Españoles.) Fué ordenado este volumen por el insigne literato catalán, ya difunto, D. Buenaventura Carlos Aribau. En la parte relativa a D. Nicolás, reproduce todas sus obras impresas (exceptuando los Desengaños al teatro español), siendo de sentir únicamente la supresión de los prólogos, advertencias y dedicatorias, piezas sobremanera importantes para nuestra historia literaria. Cierra la primera parte de este tomo una Carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España, dirigida al Príncipe Pignatelli, de la cual en nota se mencionan dos impresiones, una de Madrid, 1777, y otra de Valencia, 1816. No recordamos haber visto ninguna de ellas.

Así en la colección de Barcelona, 1821, como en este tomo de la Biblioteca de AA. Españoles, se leen las traducciones a continuación registradas:

De Marcial, epig. X del libro V sobre la fama de los poetas: Esse quid hoc dicam, vivís quod fama negatur. En tercetos.

De Horacio, oda XXII del libro I: Integer vitae scelerisque purus. En sáficos, y en el mismo número de versos que el original. Muy feliz por la rapidez y la concisión.

En ninguna de las citadas ediciones ha tenido entrada otra versión de la oda Quem tu, Melpomene, semel (4.ª del libro IV). Publicóla en la Revista de Ciencias, Literatura y Artes de Sevilla, tomo III, pp. 378 y 379 el erudito D. Cayetano A. de la Barrera, tomándola de un códice de traducciones de Horacio, tal vez el mismo que poseyó D. Juan Tineo: nosotros nos complacemos en reproducirla en este lugar para evitar su pérdida:

A quien tú, Melpomene, una vez sola
Mirares al nacer con ojos píos,
No mostrará sus bríos
Ni tendrá fama mucha
[p. 401] Por el Istmio trabajo de la lucha,
Ni el ligero caballo en griego carro
Le hará en el circo vencedor bizarro.
Tampoco por hazañas militares
Ha de verse llevado
Cual vencedor al alto Capitolio,
Y con las hojas Delias coronado,
Porque él haya trinfado
De bravas haces de potentes reyes
Que intentaron al mundo poner leyes.
Sino cuando cansado
Haya las aguas claras,
Que van al fétil Tívoli bañando,
Y los duros cabellos de los bosques,
Por todo el universo
Le harán famoso por su Eolio verso.
La cabeza de todas las ciudades,
La gran Roma se digna
Contarme entre los coros estimados
De sus poetas líricos amados,
Y ya la envidia ingrata
Con menos ira y más piedad me trata.
¡Oh Piéride divina que gobiernas
El eco dulce de la lira de ora!
¡Oh tú que puedes dar por más decoro
Con sólo que tú quieras
Aun a los mudos peces con espanto
Del blanco cisne el sonoroso canto!
Todo es en gloria tuya,
El ser yo señalado con el dedo
De todo el que me mira,
Por el que toca la romana lira:
Y si a todos agrado
Y el vivir y agradar he merecido
Es favor que a ti sola le he debido.

Tal vez por la flojedad y sobradas incorrecciones de esta oda no la incluyó Inarco entre las poesías de su padre.

Santander, 23 de enero de 1875.

Notas