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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > LEONARDO DE ARGENSOLA, LUPERCIO

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Texto

[p. 323]

El docto bibliotecario Pellicer, nuestro predecesor en este trabajo, colocó al frente de su Ensayo de una biblioteca de traductores, extensas biografías de los dos hermanos Argensolas, escritas con copia de noticias bebidas en seguras fuentes. Poco más se ha averiguado desde entonces sobre los dos hermanos [p. 324] aragoneses, y por tanto hemos debido atenernos a las que dió el erudito comentador del Quijote, rectificando tal cual idea o añadiendo algunas especies. Breve será nuestro trabajo, remitiendo a la obra de Pellicer a quienes deseen más noticias,

Lupercio Leonardo y Argensola nació en Barbastro en 1563. Cursó Filosofía y Leyes en la Universidad de Huesca, y más tarde Elocuencia, Lengua Griega e Historia Romana en Zaragoza, bajo el magisterio de Andrés. Fueron sus primeros ensayos poéticos el soneto en loor del libro de la Divina y varia poesía de Fr. Jaime de Torres, de la Orden de la Merced, y la epístola Aquí donde en Afranio y en Petreyo..., compuesta en Lérida en 1580. Fué nuestro Lupercio, desde 1585, secretario del Duque de Villahermosa, D. Fernando de Aragón, y con tal motivo residió largo tiempo en la corte, entrando a formar parte de la Academia Imitatoria, en la cual tomó el sobrenombre de Bárbaro, con alusión al de la hermosa joven D.ª María Bárbara de Albión, con quien casó en 1587. Por entonces debieron ser compuestas y representadas sus tres tragedias: la Isabela, la Alejandra y la Filis, tan celebradas por Cervantes. En 1589 obtuvo el premio en las justas poéticas celebradas en Alcalá con motivo de la canonización de San Diego. Vuelto a Zaragoza tomó alguna parte en los graves incidentes que surgieron a consecuencia de la fuga de Antonio Pérez y allanamiento de los fueros aragoneses. Del cargo de secretario del Duque pasó a serlo de la Emperatriz Doña María de Austria, que viviría retirada en las Descalzas Reales. En 1599 le confirió Felipe III el cargo de cronista real de Aragón, y en 1607 hicieron otro tanto los diputados aragoneses. Durante este tiempo residió ya en Madrid, ya en Zaragoza, ya en una hacienda que no lejos de esta ciudad poseía. En 1610 salió de España con el cargo de secretario del Virrey de Nápoles D. Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos, gran Mecenas de los literatos de su siglo. En Nápoles estableció Lupercio, en unión con el Conde Juan Bautista Manso (amigo del Tasso y de Milton), una Academia llamada de los Ociosos. En Nápoles falleció en 1613, a los cincuenta de su edad. La Academia de los Ociosos le hizo suntuosos funerales.

Las obras de Lupercio, son:

Anales de Aragón. Proponíase en ellos referir la historia antigua de gran parte de la provincia Tarraconense hasta enlazarla [p. 325] con el principio de los Anales de Zurita. Dióla comienzo por el Imperio de Augusto, y dejó los trabajos bastante adelantados, pero hubieron de extraviarse, según afirma Dormer.

Aparato para la historia del emperador Carlos V. Trabajó buena parte de este libro en Italia, según él propio advierte en carta a la Diputación aragonesa, fecha en 28 de diciembre de 1612, solicitando prórroga en la licencia que para permanecer en Nápoles había obtenido. Su hermano Bartolomé Leonardo debió aprovechar los materiales de esta obra para el tomo de sus Anales.

Información de los sucesos de Aragón en los años 1590 y 1591, en que se advierten los yerros de algunos autores, escrita por Lupercio Leonardo de Argensola. Madrid, en la Imprenta Real, 1808, 4.º 8 hs. prls. y 232 páginas. Por causas fáciles de comprender mantúvose inédita esta obra hasta comienzos del presente siglo. Mandáronla escribir, en 1604, los diputados del Reino para evitar el que cundiesen y se propagasen las erradas especies que sobre aquellos acontecimientos había escrito Antonio de Herrera y otros cronistas castellanos. Pensóse en imprimir desde luego la apología de Lupercio, pero negóse el autor en vista de las considerables adiciones que en ella hizo el Regente Micer Francisco Torralba.

Declaración sumaria de la Historia de Aragón para inteligencia de su Mapa... Zaragoza, por Juan de Lanaja y Quartanet, Impresor del Reino de Aragón y de esta Universidad. Año M. DC. XXI. 4.º Hizo Lupercio esta declaración en latín y en castellano para ilustrar el mapa de Juan Bautista Lavaña. Sobre los curiosos incidentes que precedieron a su publicación, véase la narración de Pellicer, que inserta dos cartas, una de Lupercio (Nápoles, 31 de diciembre de 1610) y otra de Bartolomé, dirigidas a la Diputación del Reino sobre el particular.

Apología de los Anales de Zurita. Dedicada a D. Pablo de Santa María. Hállase en los Progresos de la historia de Aragón, precioso libro que debemos a la diligencia de los cronistas Andrés Uztarroz y Dormer.

Memorial sobre las comedias de este tiempo. Inserto por Fray Josef de Jesús María en su libro de las Excelencias de la castidad, aunque sin nombrar al autor. Esta representación inspirada a Lupercio más por sus preocupaciones de escuela en favor del teatro clásico que por su celo religioso, produjo tanta impresión [p. 326] en el ánimo de Felipe II que por algún tiempo mandó cerrar los teatros.

Cartas latinas y castellanas a diversos eruditos. Hállanse impresas dos en nuestra lengua dirigidas al P. Mariana sobre la patria de Prudencio, con la respuesta de éste y la contrarréplica de Bartolomé Leonardo a nombre de su hermano. Por ambas partes fué sostenida la polémica con erudición y con brío, pero la ventaja queda, a mi entender, de parte de Mariana, que, como es sabido, afirmaba ser Calahorra y no Zaragoza la ciudad natal de Prudencio. Consérvanse asimismo, tres epístolas latinas a Justo Lipsio. Las respuestas de éste a las dos primeras se hallan en su colección impresa (Centurias IV y V). Pellicer recogió todas estas cartas en los apéndices a su curiosa biografía de Lupercio.

Isabela. Alexandra. Tragedias. El original de estas dos piezas dramáticas, tan elogiadas por Cervantes, conservóse en el Colegio de Escuelas Pías de Barbastro, al cual le legó un descendiente del autor. Copias manuscritas corrieron en manos de curiosos y por alguna de ellas hubo de sacarlas a luz Sedano en el tomo VI de su Parnaso Español (Madrid, 1772) desde la página 312 a la 524. Desdichadas estas tragedias en el concepto dramático encierran, no obstante, trozos líricos de inestimable precio. La Isabela fué reimpresa en el tomo I del Tesoro del teatro español, publicado en París por D. E. de Ochoa en 1838. La tragedia Filis, elogiada también por Cervantes, se ha perdido.

Más gloria que todas las obras hasta aquí registradas ha dado a Lupercio la breve colección de sus versos líricos, joyas preciadas en el tesoro de nuestro Parnaso. Igual en bellezas y en defectos a su hermano Leonardo mereció como él el título de Horacio Español, y como él descolló en la sátira y en la epístola. La dirigida a la marquesilla excede acaso a todas las producciones de Bartolomé y debe citarse como dechado de este género de composiciones. Algunos sonetos eróticos y morales, la Canción a la Esperanza, la dirigida a Felipe II en la canonización de San Diego y alguna otra de sus composiciones propiamente líricas, han bastado a colocar muy alto el punto de su fama.

Lupercio quemó en Nápoles la mayor parte de sus poesías. Las que pudieron salvarse vieron la luz pública en 1634 gracias a la diligencia de su hijo D. Gabriel Leonardo de Albión, unidas [p. 327] a las de su hermano Bartolomé, muy superiores en número. Juntas corrieron desde entonces las obras de entrambos poetas y juntas se hallan también en los códices antiguos que de ellas existen. Dejaremos, pues, aparte las noticias bibliográficas sobre el particular dado caso que ya las expusimos en el artículo precedente, bastando apuntar aquí que los versos de Lupercio llenan el primer tomo de la colección de poetas españoles que bajo el pseudónimo de D. Ramón Fernández publicó en Madrid, 1786 (Imprenta Real) el P. Pedro Estala, tomo que consta de 44 páginas preliminares y 167 de texto. En el tomo III de la misma colección insertó Estala doce sonetos inéditos y una canción probablemente apócrifa.

Las poesías de Lupercio, aumentadas con la epístola en loor de la Teórica y práctica de fortificación de Cristóbal de Rojas, han sido reproducidas en el tomo XLII de la Biblioteca de AA. Españoles (segundo de Líricos de los siglos XVI y XVII) desde la página 259 a la 290.

Pellicer publicó un fragmento de epístola de Lupercio a Bartolomé. Aun quedan buen número de poesías inéditas de nuestro autor esparcidas en diversos códices y aun se leen algunas no coleccionadas al frente de diversos libros de su tiempo.

En las Flores de poetas ilustres, de Pedro de Espinosa, tantas veces citadas en esta bibliografía, se publicaron por primera vez algunas poesías de Lupercio, entre ellas siete sonetos, dos canciones y dos odas de Horacio traducidas. Son las siguientes:

Segunda del Epodon, Beatus ille qui procul negotiis. Bellísima es esta versión, la mejor de las dieciséis que de odas horacianas insertó en su colección Espinosa. Burgos, tan severo con los intérpretes a él anteriores, no duda en calificarla de bastante buena, y yo añadiré que compite, y no desventajosamente, con la suya, aparte de tal cual prosaísmo y ciertas expresiones débiles.

Sexta del libro 3.º, Delicta majorum. Burgos la calificó de mediana; pero tiene dos o tres estrofas excelentes. No parece fuera de propósito advertir que esta versión (sin advertir que lo fuese) fué inserta hasta dos veces como obra de Quevedo en las Tres últimas musas castellanas, coleccionadas por su sobrino don Pedro Alderete Quevedo y Villegas. Tal es el desorden con que se hizo la colección de las últimas poesías del gran satírico. Lo [p. 328] admirable es que no hayan notado ni corregido este yerro, como tantos otros, los editores sucesivos.

Con las demás poesías de su padre dadas a luz por Espinosa, pasaron estas dos traducciones a la edición de D. Gabriel Leonardo, hecha, como dicho queda, en Zaragoza, 1634. Allí se leen además las siguientes:

Octava del libro 2.º, Ulla si juris tibi pejerati. Fácil y no exenta de mérito en algunas estrofas. Creo demasiado acerba la crítica de Burgos sobre el trabajo de Lupercio.

Quinta del libro 3.º, Coelo tonatem. Débil y prosaica: no pasa de la medianía. Y advertiré que el señor Alcalá Galiano la atribuye erradamente a Fr. Luis de León, al juzgar la posterior versión de la misma oda hecha por Cienfuegos.

Séptima del libro 3.º, Quid fles, Asterie. Es algo mejor que la anterior, pero no se acerca en mérito a las primeras.

Quinta del libro 1.º, Quis nulta gracilis. Bellísimo soneto notable por el primor, la delicadeza y elegancia: mereció los elogios de Burgos.

Entre las poesías antes inéditas de Lupercio dadas a luz por Estala, se halla otro lindo soneto traducción del epigrama de Catulo Dicebas quondam.

Además de estas versiones poéticas da lugar a Lupercio en nuestro catálogo su proyectada versión de los

Anales de Tácito. El Dr. Andrés de Ustarroz dice haber visto dos pliegos manuscritos de esta versión en poder del canónigo del Pilar Bartolomé Llorente, íntimo amigo de entrambos hermanos.

Santander, 26 de febrero de 1876.

Notas