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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > GONZÁLEZ, JUAN GUALBERTO

Datos del fragmento

Texto

[p. 144]

El nombre de este humanista excelente no es tan conocido como mereciera, dado el número, importancia y esmerada ejecución de sus versiones. Varón tan modesto como docto, jamás pensó en que las obras por él emprendidas para distracción y solaz de más graves tareas pudieran traspasar el breve y escogido círculo de sus amigos. Pero ni el bibliógrafo ni el historiador literario olvidarán que D. Juan Gualberto González, traductor egregio de la Poética , de Horacio; de las Églogas , de Virgilio, Calpurnio y Nemesiano; de los Amores , de Ovidio, y de los Besos , de Juan Segundo, autor de investigaciones ingeniosas y curiosos ensayos métricos, consumado filólogo, no ayuno de erudición helénica y con pocos rivales en la latina, brilló en la extinguida pléyada de entusiastas cultivadores de las letras clásicas con méritos no muy inferiores a los de Burgos, Hermosilla, Pérez de Camino, Castillo y Ayensa y otros varones doctos que en las primeras décadas del presente siglo consagraron sus tareas a trasladar a nuestra lengua aquellos vates de la antigüedad:


       a cui Natura
Parló senza svelarsi, onde iriposi
Magnanimi allegrar de Grecia e Roma.

No ha llegado a nuestras manos biografía alguna de D. Juan Gualberto González. De sus obras deducimos que era andaluz y probablemente natural de Sevilla, discípulo y amigo de Lista y de Reinoso, aunque en sus escasas poesías originales no parece seguir el gusto de la escuela hispalense. Dedicóse a la carrera jurídica, llegando a ocupar muy en breve altos puestos en la [p. 145] Magistratura. En 1814 era regente de la Audiencia de Guatemala, mas ya en 1822 había vuelto a España, y en aquel año trabajó la versión de la Epístola a los Pisones . En 25 de marzo de 1833 vémosle entrar en el Ministerio de Cea Bermúdez, con la cartera de Gracia y Justicia; mas no tardó en abandonar las agitaciones de la vida política, y en quieto y sosegado retiro pasó el resto de sus días, dividiéndolos entre las letras, la música, a que era inteligentísimo aficionado, y el trato de doctos y cariñosos amigos.

Sus escritos son los siguientes:

Obras| en verso y prosa| de| D. Juan Gualberto González.| Madrid.| Impr. de Alegría y Charlain,| Cuesta de Sto. Domingo, 8,| 1844. Tres tomos, 8.º   prolongado, el 1.º de 204 págs., + XI de Prólogo y una de erratas; el 2.º de 218, + XXV de prólogo y una de erratas; el 3.º de 227, + I de fe de erratas común a toda la obra. Edición hecha con esmero y tirada de corto número de ejemplares, que distribuyó el autor entre sus amigos.

El primer volumen contiene las dos traducciones siguientes:

Arte Poética de Horacio o Epístola a los Pisones. Dedicada a los hijos del señor D. J. Bernardo Campuzano, Regente de la Real Audiencia de Puerto Príncipe, 1822 . Llena las primeras 75 páginas del tomo. Está en verso suelto como todas las restantes. Si he de decir lo que siento, este traslado aventaja en fidelidad y concisión a los muchos que en castellano tenemos de la misma Epístola , aun incluyendo las excelentes versiones de Burgos y Martínez de la Rosa, superiores, por otra parte, a la de González, en armonía rítmica y poesía de estilo. Ni un pensamiento, ni una palabra, ni un giro horacianos faltan en la versión de nuestro jurisconsulto, ni una idea, ni una frase ni un vocablo añadidos al texto se leen en trabajo tan concienzudo y esmerado. La versificación es correcta y laboriosa, aunque se resiente en ocasiones de dificultad y aspereza; los períodos rítmicos son poco llenos y rotundos, como acontece siempre en los versos de todo humanista no poeta: faltas al cabo muy perdonables en una traducción rica en otro género de excelencias. El que conozca el texto y comprenda las dificultades que hay para trasladar a una lengua moderna doctrina en tan breves y discretos términos encerrada, dispensará fácilmente la escasez de soltura y halago al intérprete, empeñado en lucha tenaz con escabrosidades de otro linaje. A mi [p. 146] entender, en la interpretación de los pasajes difíciles excede Gualberto González a todos o la mayor parte de nuestros comentadores. Véanse la manera cómo traduce y explica el Honoratum Achillem , el Spe lentus , el Officiumque virile y otros lugares sujetos a controversia eterna.

La traducción va ilustrada con largas y eruditas notas. Los herederos del autor guardan un ejemplar de la Epístola , con grandes correcciones, hechas por González en los postreros años de su vida. No cesó de limar y pulir su trabajo, y sería de desear que en el caso de hacerse nueva edición de sus obras, se tuvieran presentes dichas enmiendas y alteraciones. El ilustre traductor de los Argonautas , de Valerio Flacco, cuya pérdida reciente lloran las letras españolas, amigo íntimo del doctísimo humanista, cuya noticia bibliográfica extendemos, advierte en una de las notas al poema por él con tanta maestría vertido, que D. Juan Gualberto halló, al fin, el verdadero sentido del Nec circa vilem patulumque moraveris orbem , materia de interminable lid entre los expositores. La traducción impresa en 1844 dice así:


   La pública materia hacerla tuya
Con derecho podrás, si te guardares
De girar en el breve y despejado
Círculo, en derredor de tu modelo.

En la nota a este pasaje advierte que tal vez convendrá traducir el orbem por escuela de equitación o picadero . Habiendo consultado con él el señor Bendicho este verso de Valerio


Brevis in laevos piger angitur orbes,

convenciese González de lo atinado de su conjetura y corrigió la primera versión del modo siguiente:


.................... si no te ciñes
A reducido círculo, girando,
Novel ginete, en la compuesta arena.

Églogas de Pulio Virgilio Marón. Dedicadas a D. Claudio de Pinillos y Ugarte, gentil-hombre de cámara de su Majestad con ejercicio . El trabajo de González sobre las Églogas y el que algunos años antes había publicado en Sevilla D. Félix M.ª Hidalgo exceden en gran manera a los numerosos ensayos anteriores, [p. 147] exceptuando quizá varias traducciones de una u otra égloga. La de Hidalgo es de valor poético más subido, está escrita con mayor lozanía, gala y riqueza de dicción, deleita más en la lectura, pero en ocasiones peca de amplificadora y difusa, no es bastante fiel en ciertos pasajes y hasta presenta alteraciones notables procedentes de honrados escrúpulos, cual acontece con la sustitución de Alexis por Galatea en la Égloga 2.ª Por el contrario, D. Juan Gualberto no se permite alteración alguna, jamás deslíe los pensamientos, traduce con presión y exactitud admirables, pero sus versos suelen resentirse de dificultad y falta de nervio, aunque no en el grado que los de la Epístola ad Pisones . En conjunto debe recomendarse muy mucho la lectura de este trabajo, aun a los que no han tenido la dicha de saborear las bellezas del original, porque es entre las versiones castellanas la más útil que para estudio conocemos. Las notas son doctísimas y atinadas.

Respecto al método empleado en estas versiones, escribe el traductor lo siguiente en el breve y modesto prólogo que las precede: «Llevé el intento de traducir lo más literal que pudiese, no sólo el pensamiento, sino la frase, el tono, el giro de las construcciones y hasta las cadencias y el sonido de los versos en cuanto fuese compatible con la lengua y versificación castellana, bien que sacrificando muchas veces alguna de las dotes del original a otras dotes que me parecieron preferibles, no pudiendo yo reunirlas todas, la concisión, por ejemplo, a la claridad del pensamiento o del precepto: la cadencia del verso, la elegancia a la energía y a la concisión, y aun he preferido el dejar contra las reglas tal cual asonante, cuando después de trabajar por evitarlo vi que perdía el verso, la frase, el período en su mejor extructura con la sustitución de otra palabra.» Empleó el verso suelto por parecerle «imposible la traducción de un texto tan venerando, sin verse a cada instante el traductor obligado a sustituir, añadir o suprimir pensamientos, imágenes, epítetos, y a resignarse con el menos propio, a tomar un verbo por otro, un adverbio, un nombre de distinta significación o que nada signifique», etc.

El tomo II de las obras de González abraza:

Églogas de Nemesiano y de Calpurnio . El deseo de completar la colección de los bucólicos movió a D. Juan Gualberto a emprender la de estos dos poetas, terminada que fue la de Virgilio. [p. 148] Precede un largo prólogo, extractado en gran parte del que antepuso Mairault a su traducción francesa, publicada en 1774, de la Bibliotheque d`un homme de goût , de la Notice des poetes latins , de la Bibliothèque Pastorale , del Discours sur la églogue , de Patin y de otros traductores, comentadores y críticos extranjeros, sin olvidar a los nuestros, en especial a Herrera y a Cascales. González recopila cuidadosamente cuanto dijeron de sus dos poetas, así noticias biográficas como apuntes bibliográficos y juicios críticos. La traducción es completa, abrazando las cuatro églogas de Virgilio y las siete de Calpurnio, está en verso suelto y va acompañada del texto latino. No dudo en calificarla de excelente y pienso que merece el lugar primero entre las de su autor y uno muy preciado en el tesoro de las joyas clásicas trasladadas a nuestra lengua.

Sea que aquí no perjudica al intérprete la temible rivalidad de Burgos o de Martínez de la Rosa, de Fr. Luis de León o de Hidalgo, sea que la mediocridad de los poetas traducidos ofrezca menos dificultades y haga menos empeñada la lucha entre el traductor y el original, es lo cierto que el trabajo del jurisconsulto humanista puede presentarse como modelo, punto menos que intachable de este linaje de tareas, aconteciendo así por coincidencia extraña que cuatro de las mejores versiones castellanas de clásicos latinos, lo son no de obras maestras, sino de libros de decadencia y alguno de decadencia extrema: la Tebaida , de Estacio, que tradujo Arjona; los Argonautas , de Valerio Flaco, que trasladó Bendicho; el Calpurnio y Nemesiano , de González, y el Pervigilium Veneris , que parafraseó Valera. Los versos de D. Juan Gualberto son aquí más fáciles, armoniosos y bien construídos que en parte alguna, el estilo ostenta más lumbres y matices poético, el lenguaje es más rico, abundante y lozano, y aun puede afirmarse que es más agradable en la traducción que en el original la lectura de estos bucólicos olvidados.

Largas y curiosas notas, empedradas de pasajes de poetas pastoriles imitadores o imitados de Nemesiano y de Calpurnio, completan tan interesante trabajo. Traducción y notas llegan hasta la pág. 168 del tomo, llenándose los folios restantes con algunas poesías sueltas, entre ellas dos traducciones de Horacio:

Oda 1.ª del libro primero, Mæcenas atavis .

[p. 149] Oda 8.ª del libro cuarto, Donarem pateras .

Ambas están en el metro introducido por Moratín en una epístola a Jovellanos, metro que Hermosilla llamó, con alguna precipitación, asclepiadeo . Según la burlesca receta de D. Juan Nicasio Gallego no es otra cosa que dos versos pentasílabos semejantes a los empleados por Iriarte en la fábula de El Naturalista y las Lagartijas, entre sí unidos y exornados de vez en cuando con algún esdrújulo, de esta manera:


Id en las alas / del raudo Céfiro...
Vió en una huerta / dos lagartijas...

Escasa aplicación ha tenido este ritmo, que es por lo demás bello y aceptable. Cabanyes escribió en él, combinando con su hemistiquio, la preciosa oda intitulada Misa Nueva , y D. Juan Gualberto González hizo las dos traducciones antes registradas, la primera de las cuales fué publicada por Burgos en nota a la suya (2.ª edición, 1842). Aquí transcribiremos la 2.ª:


ODA 8.ª DEL LIBRO IV DE HORACIO
   Donarem pateras grataque commodus
   Diera benévolo yo a mis amigos
Jarros y bronces, diéralos trípodes,
Premios en Grecia de sus valientes.
Ni de los ínfimos dones llevaras
Tú, Censorino, si de un Scópas
O de un Parrasio yo poseyera
Las obras célebres en que animaron,
Diestros artífices, aquél los mármoles,
Éste las tintas, siquier un hombre
Fingir quisiesen, siquier un Númen.
Mas no teniéndolas, ni a ti faltándote
Ni a tu grandeza las de este género
Y amas los versos; versos bien puedo
Yo regalártelos, y de la dádiva
Decir el precio. Que no mausolos
Que admire el público, con inscripciones
En que reciben vida segunda,
Y nuevo espíritu los que murieron
Ilustres héroes: que no la fuga
Del fiero Aníbal precipitada,
Sus amenazas atrás volviendo:
[p. 150] No la incendiada, impía Cartago
Dieron más glorias a quien el África
Por fin domada, prestó su nombre;
Que de Calabria las doctas Piérides.
Que si envidiosas callan sus páginas,
Merced no esperen tus altos méritos.
¿Que fuera de Ilia, qué de la Ínclita
Prole de Marte, si taciturna
La historia ingrata fuese con Rómulo,
Dando al olvido sus hechos célebres?
Al favor Eaco y a la potente
Voz de los vates, debió su transito
De las Estigias, lúgubres ondas
A los felices campos Elíseos.
Al varón digno las Musas vedan
Morir del todo, y en el Olimpo
Le dan asiento. Así el indómito
Hércules goza, próximo a Júpiter,
La deseada celeste mesa.
Los de Tindárida, fúlgidos astros,
Son a las míseras naves custodia
Contra los ímpetus del hondo piélago.
Baco, ceñido de verdes pámpanos,
Cede a las súplicas, dando a los sinceros
Votos del justo suceso prospero.

Epigrama del Filósofo Favorino , citado por Aulo Gelio, Nonne, homo inepte, ut quod vis abunde consequaris, tace .

El tomo III de la colección de González contiene los opúsculos siguientes, en prosa:

Apuntes sobre la versificación castellana comparada con la latina, en orden a la posibilidad de hacer exámetros en nuestra lengua . Tratado extenso y curiosísimo, rico de erudición, de agudeza y de doctrina, pero de más trabajo que utilidad práctica, como acontece con el Sistema Musical de la lengua castellana , de D. Sinibaldo de Más, y otros estudios parecidos, que si acreditan el ingenio y paciente laboriosidad de los autores, aprovechan poco al versificador y nada al poeta, sirviendo en ocasiones de tropiezo y contribuyendo a embrollar materias de suyo bastante claras. La posibilidad del exámetro castellano permanece aun en tela de juicio, y a pesar del esfuerzo titánico de Sinibaldo de Más, que tradujo en tal ritmo la Eneida no parece que ha obtenido grande éxito en nuestro Parnaso, sin duda por la vaguedad e inconsistencia [p. 151] de la moderna Prosodia. D. Juan Gualberto González unió también a la teoría el ejemplo, haciendo en exámetros la versión siguiente, que inserta en sus Apuntes , y es del todo distinta de la incluída en el tomo primero:

Égloga 2.ª de Virgilio Alexis . Véase este pasaje, que servirá como muestra de tan peregrinos ensayos:


   Ven, oh zagal hermoso; ya de azucenas colmados
Cestos te dan las Ninfas: para ti la cándida Naei
Moradas violetas y altas amapolas cogiendo,
A los narcisos junta la flor del eneldo suave,
Y con la acacia y caltha y otras odoríferas yerbas
Va los tiernos jacintos entrelazando curiosa... Etc.

Carta sobre una nueva teoría del acento (la del Pbro. D. Joaquín Romero).

Carta sobre los sinónimos de la lengua castellana que escribió D. Santiago Jonama.

Observaciones sobre el uso del pronombre La, le, lo .

No fueron estas solas las obras de D. Juan Gualberto González. Existen además dos traducciones suyas, que no se abrevió a dar a la estampa, y que por las noticias y trozos que de ellas conocemos, en nada desmerecían de las de Horacio, Virgilio, Calpurnio y Nemesiano. ¡Lástima que sean de composiciones un tanto escabrosas y no muy propias para ser impresas en lengua vulgar! Una edición, no obstante, de limitados ejemplares, una copia en la Biblioteca Nacional bastarían a poner tales versiones al alcance de los eruditos y humanistas, sin exponerlas a los vientos de la publicidad. En último caso debieran publicarse expurgadas, medio no muy aceptable, pero preferible siempre a la completa pérdida y olvido de estos manuscritos. Son los expresados a continuación:

Los Amores de Ovidio..Comprende los tres libros y está hecha en romance octosílabo, según entendemos. Poseía este manuscrito el señor Bendicho Quilty, que la cita varias veces en las notas a su traducción de los Argonautas . De la elegía 2.ª del segundo libro traslada estos versos:


   De los Pelíacos montes
Fué el primer leño traído,
Que admirándose las ondas
Surcó sus ciegos caminos.
[p. 152] Temerario discurriendo
Por escollos y bajíos
Iba, y después tornó ufano
Con el aúreo vellocino...

De la elegía 6.ª del libro tercero estos otros


   Las alas yo de Perseo
Quisiera tener ahora,
Cuando cercenó la horrible
Cabeza de la Gorgona:
O el carro del que nos trajo
La semilla bienhechora,
Por quien el inculto suelo
Se cubre de espigas blondas.
Cuento de antiguos poetas
Las mentiras portentosas;
Ni ven, ni verán, ni han visto
Ojos humanos tal cosa...

De la 10.ª del segundo:


   Sí por las Sirtes de Libia
Arrostraré con mi amante,
Y aun soltaré denodado
Las velas al mar instable.
No temeré que los monstruos
Que a Scila ciñen me ladren,
Ni que tus cóncavos senos,
Oh Malea, me acobarden.

De la 13.ª del segundo:


   Isis, tú que el Paretonio
Y las geniales campiñas
De Menfis, Canopo y Faro
Con sus palmeras erguidas,
Tú que la región alegras
Que el gran Nilo fertiliza,
Cuando raudo al mar sus aguas
Por siete bocas envía..

De la 9.ª del mismo libro:


   Aunque rendido me siento
Del primer hervor pasado,
De nuevo, sin saber cómo,
Me hallo prendido en el lazo;
[p. 153] Así la nave ya cerca
Del puerto, viento contrario
Que de presto se levanta
La vuelve al mar encrespado...

Los Besos , de Juan Segundo (Johannis Secundi Basia). Manuscrito que poseía el Marqués de Morante, que inserta en su Cathálogus [1] el prólogo y cuatro de los 19 besos , todo lo cual transcribimos a continuación, para evitar su pérdida.

Prólogo

«Entre las producciones de Juan Segundo obtienen la preferencia los 19 Besos . El autor de la Biblioteca de un hombre de gusto los califica, diciendo que son como los primeros ímpetus de una alma llena de ternura, voluptuosa y apasionada. En efecto, sus imágenes son naturales y sus descripciones, en que se ajustó más que Catulo (lo cual no es mucho decir) a las leyes de la honestidad, tanto más interesantes cuanto son la expresión sencilla y verdadera de una alma que sólo respira amores.

No tenemos traducción alguna en castellano. Hay imitaciones, sí, y pensamientos tomados del autor, como pueden verse en Meléndez las odas 23, 31 y 51, tomo I (Madrid, 1820), en las cuales se hallan reproducidos el plan y las ideas de los Besos 4, 11 y 19. Después de escritas estas líneas he visto una traducción en prosa publicada en Córdoba en 1834, la cual, a lo que yo recuerdo, está hecha de la francesa de Mirabeau y no del original latino, conviniendo hasta en la sustitución del nombre de Neera con el de Sofía.

En francés hay dos traducciones en prosa, de las cuales se dice que la primera hubiera sido más digna del original, si a las bellas dotes de una prosa elegante y sonora acompañasen aquella sensibilidad y viveza, que tanto resaltan en el modelo, y que la imitación que hizo en verso Dorat es, como la mayor parte de sus obras, más amanerada que natural, observándose que las imágenes más patéticas del amor se encuentran de ordinario como ahogadas en el exceso de los adornos y de los conceptos alambicados.

Hay otra posterior a aquellas, la cual anda con la de las [p. 154] Elegías de Tibulo . Es del célebre Mirabeau, de la cual dice él mismo que es la más ajustada al original, y que si en ella se observan algunas expresiones demasiado ardientes, culpa es solo del poeta, que si bien Holandés escribe inspirado del amor y en el idioma armonioso del Lacio, lo cual le presta más energía y un salvoconducto para tomarse ciertas libertades. La única—añade—que yo me he tomado, es la de sustituir al nombre de su amada Neera el nombre de mi amada Sofía, porque me hubiera sido imposible dirigir a otra que a Sofía la copia de tan ardientes expresiones.

Yo he sustituido también el de Dorila. Y no vaya a pensar el pío lector que es algún nombre disfrazado de persona real y verdadera honi soit qui mal y pense ; no tengo, por desgracia, a quien dirigirme, sin que por eso me crea comprendido en la excomunión de una mujer célebre, la cual tenía por infeliz sobre todas las criaturas al diablo, porque no puede amar; sino que a mis amores, bien que andaluces y no holandeses, no les vinieran nunca bien las escenas ni las ansias que describe Juan Segundo y rechazarían la dedicatoria, la cual ha de entenderse más antes con los amigos aficionados al arte de traducir y de versificar, y mejor si anduvieren también en la concha de Venus amarrados .

En el nombre sustituído no hay otro misterio que el de venir a mi cuento más que el de Neera para los diversos géneros de metro que he adoptado, y poder variarlo, quedando el mismo sujeto con el de Doris y con el esdrújulo Dórida, tan al caso para los asclepiadeos o anapésticos, de que hay abundancia en el original latino.

He procurado imitarlos en las composiciones en que el autor los emplea, desechando la traducción (que ya había concluído) en verso suelto, a fin de que suenen con el mismo compás que se siente al recitarlos en latín, punto de perfección a que debiera llegarse en esta clase de trabajos. Aun he tentado de emplear el dístico latino en una pequeña muestra que va al fin, y que pudiera haberse cultivado más por los sucesores de Villegas.

Esto cuanto a las formas. En lo que toca a la sustancia, como traductor, he procurado también acercarme todo lo posible al texto original, conservando las mismas ideas, las mismas figuras, y aun el giro de la frase alguna vez lo ha sido, quizá servilmente: [p. 155] en cambio de lo cual en otros lugares me he tomado la libertad de separarme del texto cuando me pareció que ganaba el pensamiento sustituyéndolo con otro del mismo espíritu o con otra frase o giro más conforme a la índole de nuestra lengua, y aun al sentido lógico de la composición. Y espero que los inteligentes han de aprobar estas licencias (que no son en gran número) y más no tratándose de un texto tan venerando como el de Virgilio y Horacio, en cuyas traducciones (aun las del mismo Fr. Luis de León) se disgustan sus aficionados cuando sobran o faltan pensamientos, o los hallan desleídos o expresados de manera diferente. El texto de Juan Segundo no se halla en este caso, y para los que no gustan (ni yo tampoco) de tanto besuqueo, ni de tanta desnudez, hubiera yo trabajado, como al final del beso XII, en disfrazar con metáforas o con otras imágenes, principalmente el V, X y XVI, si no temiese desfigurarlos del todo, y si no bastasen a disculparme los ejemplos de otros poetas originales, imitadores y traductores, con fama de castos y de filósofos, que se leen y andan con aplauso y recomendación de modelos en manos de la juventud estudiosa. Que bien pudiera yo decir: j´ai vu les moeurs de mon temps, et j´ai traduit les Baisers de Jean Second

TRADUCCIÓN DEL BESO I.º: «CUM VENUS ASCANIUM SUPER ALTA CYTHERA TULISSET»


   Cuando a la excelsa cumbre de Citera
La madre del amor al niño Ascanio
Llevó dormido, púsolo en un lecho
De tiernas vïoletas, blancas rosas
Sembrando al derredor, y por el bosque
Suavísimos olores esparciendo.
Renovósele entonces de su Adonis
La antigua llama, y cunde por sus venas
El no bien extinguido amor. ¡Oh cuántas
Veces, oh cuántas quiso enternecida
Lanzarse al cuello del amado nieto!
¡Oh cuántas dijo: «Tal Adonis era»,
Mas el reposo plácido temiendo
Turbar del nido, en las vecinas rosas
Mil besos estampó. Viéronse al punto
Desplegando sus cálices, sedientas
De recibir el aura, que la amante
Diosa espiraba de sus dulces labios.
[p. 156] Cuantas rosas tocaba, tantos besos
Nacían de improviso que a Dione
Tornaban el placer multiplicado.
Mas ya la Diosa, de sus blancos cisnes
Llevada en raudo vuelo, de la tierra
El globo inmensurable penetraba,
En sus ocultos senos la fecunda
Semilla de los besos derramando,
Cual nuevo Triptolemo, y por tres veces
Una voz resonó jamás oída:
De aquí la mies feliz para el doliente
Mortal nació, de aquí la medicina,
Bálsamo de mis males. Yo os saludo
Una y mil veces, besos regalados,
De las que fecundó cándidas rosas
Citeres con su labio, producidos;
De esta mísera llama refrigerio
Yo soy vuestro cantor. Vuestros loores
Resonará mi lira en cuanto dure
De las Nueve el honor y de Helicona,
En tanto que de Eneas y su amada
Estirpe en la memoria se gozare
El retórico amor, y en el idioma
Numeroso del Lacio se explicare.

   2.ª VERSIÓN DEL MISMO «BASIUM»

   Cuando Venus llevó a Ascanio
Dormido a la alta Citera,
Púsolo en un blando lecho
De rosas y de violetas,
De blancas rosas esparce
Al derredor lluvia inmensa,
Que de süaves olores
Todo aquel recinto llenan.
Allí entonces de su Adonis
La llama se le renueva,
Y el ardor mal extinguido
Se difunde por sus venas.
¡Cuántas veces en sus brazos
Al nieto estrechar quisiera,
Y cuántas enternecida
Dijo: «Así mi Adonis era.»
Mas temiendo si al infante
Quizá sus besos despiertan,
En las rosas los estampa
Que el florido lecho cercan.
Viéraslas tornar ansiosas
Su cáliz al aura lenta,
Que la amante Diosa espira
De su linda boca; vieras
Cuantas rosas ella toca
Tantos besos nacer de ellas,
De que la Diosa recibe.
Multiplicada cosecha.
Mas ya en sus cándidos cisnes
Con raudo vuelo se eleva
Por el éter, circuyendo
Los ámbitos de la tierra,
Y cual nuevo Triptolemo
La semilla esparce nueva,
Y tres veces nunca oída
Fatídica voz resuena.
[p. 157] De aquí nació para el triste
Mortal la feliz cosecha,
De aquí el bálsamo süave,
Medicina de mis penas.
Yo os saludo, amables besos,
De las rosas que Citera
Humedeció, producidos,
Solaz único en mis penas.
De vuestras glorias mi lira
Resonará, en cuanto sea
Célebre la doble cima
De Helicón con sus Camenas,
En cuanto el amor se goce
Con la estirpe de su Eneas,
Y en los números se explique
De su dulcísima lengua.

BESO 6.º «DE MELIORE NOTA BIS BASIA MILLE PACISCENS»


   En dos mil besos, Dorila,
De los más saboreados
Fué el trato ayer: mil me diste,
Tú has recibido otros tantos.
Llevaste el número, prenda,
Confiésolo, pero ¿cuándo
En cuentas de amor has visto
Andar con tanto más cuanto?
Quien las espigas contase
¿Alabaría un sembrado?
Y contadas, ¿serán muchas,
Me dí, las flores de un campo?
¿Quién jamás por mil racimos
Te hizo votos, padre Baco?
¿Ni a ti, Dios de las florestas
Por mil panales contados?
Cuando Júpiter piadoso
Manda su rocío grato
Al mustio valle, las gotas
Que cayeron, no contamos.
Así también cuando el fiero
Bóreas el aire agitando
Brama horrendo e iracundo,
Empuña Jove sus rayos,
Manda confuso el granizo
Cielo y tierra conturbando,
No sabe cuántas comarcas
Destruye, y cuántos sembrados,
Que a la magestad del Numen
De los Dioses soberano
Conviene así en abundancia
Mandar todo, bueno y malo
Y tú, siendo diosa, y diosa
Más bella que la que trajo
El mar en la vaga concha
[p. 158] Por senderos azulados,
¿Los besos, celestes dones,
Me vas, cruel, descontando,
Pero no mis tristes ayes
Ni mis gemidos amargos,
No las lágrimas que siempre
Cual torrente derramado
Se desprenden de mis ojos,
El rostro y pecho inundando;
Pon mis lágrimas en data,
Pon tus besos en el cargo,
Rebaja dellos los míos
Y verás cuanto te alcanzo.
Lágrimas innumerables
Son las que por ti derramo,
Dame sin número besos
Y... cuenta nueva con pago.

BESO 7.º «CENTUM BASIA CENTIES»

Cien besos cien veces
Mil veces cien besos,
De besos mil miles
Y tantos mil cuentos
Como gotas de agua
Tiene el mar inmenso,
Arenas la playa,
Estrellas el cielo
En tu linda boca,
Locuaces ojuelos,
Purpúreas mejillas
Y túrgido seno,
Hermosa Dorila,
Te diera yo arreo,
Todos de seguida,
Sin tomar aliento.
Sí, Dorila hermosa,
Pero tiene un pero:
Que vecino tanto
Al túrgido seno,
A tus labios rojos,
Locuaces ojuelos,
Mejillas de rosa,
Estoy cuando beso,
Que ver no es posible
Ni el túrgido seno,
Rosadas mejillas,
Locuaces ojuelos,
Ni la blanda risa
Con que cual el velo
De la parda nube
Disipa el sol bello,
Y en su carro de oro
El paso sereno
Corre, de su lumbre
Los orbes hinchendo.
También tú, sol mío,
Destierras acerbos
Suspiros del alma
Cuidados del pecho.
Mis ojos y labios
¿Por qué tan opuestos?
Si beso, no miro,
Si miro, no beso,
Mas quisiera a Jove
De rival perpetuo,
[p. 159] Pugna entre mis ojos
Y labios no quiero.
Riyóse Dorila
Y díjome: «necio,
Retírate un poco
Entre beso y beso.» [1]

BESO 12.º «LANGUIDUS E DULCE CERTAMINE»


   Lánguido yo, rendido
Después de una campaña
Amorosa yacía,
Yo al tuyo y tú a mi seno recostada.
Todo en mis secos labios
El aire que alentaba
Consunto, mal pudiera
Dar refrigerio nuevo a mis entrañas.
Ya el Estigio y la triste
Mansión al sol negada
Ante mis ojos vía
Y del negro Carón la negra barca.
Cuando mis secos labios
Tú con el aura blanda
De un beso refrescante,
Arrancado de lo íntimo del alma.
Beso que a retraerme
Basto de la morada
Tenebrosa de Pluto
Y que el viejo Carón sin mí remara.
Dije mal: no va solo
Remando con su barca,
A los flébiles manes
Navegando mi sombra va liviana,
Sino que en este cuerpo
Vive parte del alma
Tuya, mi bien, y el nudo
Que iba ya deslizándose afianza.
Mas con todo, impaciente
La mezquina, se afana
Por desasirse, y triste
Sigue la vía de la oscura estancia.
Que si el remedio usado,
De un beso tuyo el aura
No la conforta, el nudo
Romperá al fin, que ya se deslizaba.
[p. 160] Pues aplica a los míos
Tus labios, adorada,
Que siempre un mismo aliento
Reparador aspiren nuestras almas,
Hasta que al fin, Dorila,
Ya de gozar cansadas,
Si bien no satisfechas
En los dos cuerpos se confundan ambas.

Santander, 14 de marzo de 1876.

Notas

[p. 153]. [1] . Tomo VIII, págs. 482 a 493.

[p. 159]. [1] . Nota de D. Juan G. González: «Añadidos estos cuatro versos para ajustar las paces, partiendo la diferencia, ya que no se le ocurrió al autor, aunque práctico en la materia.»