Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > I : (ABENATAR–CORTÉS) > CORTÉS, MANUEL

Datos del fragmento

Texto

[p. 386]

Natural de Saduba, reino de Aragón. Poeta no despreciable, de los primeros años de este siglo. Publicó la colección siguiente:

Obras Poéticas de D. Manuel Cortés. Madrid, 1840. Imprenta de D. Miguel de Burgos. 8.º, 94 páginas foliadas y 13 sin foliar, que contienen sonetos y epigramas. Unidas suelen ir las dos composiciones dramáticas siguientes:

Abdalassis. Tragedia en cinco actos y en verso por D. Manuel [p. 387] Cortés. Madrid, 1840. Imprenta de D. Miguel de Burgos. 75 páginas.

Don García tercero de Navarra, tragedia en tres actos y en verso por M. C. Madrid, 1840. Imprenta de D. Miguel de Burgos. 68 páginas.

Las poesías líricas de Cortés son de todas castas y condiciones. Entre muchas medianas y tal cual perversa hay algunas no dignas del común olvido en que yacen. La mejor es la oda a la batalla de Salamanca o de los Arapiles. En general se resienten de flojedad y prosaísmo, y están versificadas con harto descuido. Hizo Cortés las dos traducciones de Horacio que a continuación se estampan, puesto que el libro en que se hallan no ha de llegar a la posteridad:

Traducción de la oda 3.ª del libro III de Horacio.

Justum et tenacem
Al constante varón de ánimo justo
De su pensar no apartan invariable
El furor de la plebe amotinada
Y en ordenar maldades obstinada;
Ni el aspecto implacable
Del amenazador fiero tirano,
Ni del supremo Jove
La fulminante mano,
Ni el Austro inquieto que a su arbitrio altera
El Adriático mar con saña fiera.
Si el orbe en piezas mil se desplomara,
Herido de sus ruinas,
Impertérrito empero moriría.
Por esta senda rara
El grande Polux y Hércules errantes
Pisaron las mansiones refulgentes.
Y el néctar y ambrosía, - con labio sonrosado-
Augusto bebe, entre ellos recostado.
Así tú, padre Baco, mereciste
Que, al yugo el fiero cuello sujetado,
Te llevaran los tigres que venciste:
Así desde el gran monte
por caballos de Marte arrebatado
Rómulo huyó los reinos de Aqueronte,
[p. 388] Y al congreso inmortal regocijada
Entonces dijo Juno:
¡Troya, Troya!
Por mí y la casta Palas condenada,
Con tu rey y tu pueblo engañadores,
Mucho antes fuiste: pero desde el día
En que el pactado precio a dos deidades
Laomedon negó, cen za fría
Con sus infaustos, lúbricos amores
Un juez y una extrangera te tornaron,
No ya a Helena violada
El infamado huésped hoy ostenta,
Ni de Héctor en las fuerzas escudada,
Rechaza ya a los griegos belicosos
De Príamo la pérfida progenie;
Y por nuestras intrigas no cebada
Cual antes, ya la guerra
Desamparó la tierra!—
Yo en Marte depondré los perniciosos
Odios; y al nieto odiado,
Progenie de la Teucra adivina,
A su custodia dejaré entregado.
Ocupará las sillas luminosas
De la mansión divina,
Sin oponerme yo, entre las gloriosas
Deidades adscribiendo
Su nombre, y las sabrosas
Copas de néctar plácido bebiendo.
Con tal que un mar inmenso se embravezca
Entre Ilión y Roma,
Felices vivan si, mas desterrados
Donde a ellos les parezca:
Con tal que los ganados
De Príamo y de Paris insolente
Huellen la sepultura;
Y en ella hallen las fieras
Guarida a sus cachorros bien segura;
Firme esté el Capitolio refulgente,
Y Roma triunfadora
De leyes a los Medos en buen hora.
A la playa que está más apartada,
Hasta donde interpuesto Ponto tiene
Del África a la Europa separada;
Hasta los campos mismos que mantiene
Fecundos Nilo con corriente hinchada,
Su nombre extienda Roma—¡formidable
[p. 389] Roma!—mientras que sabe
El oro despreciar, que, no extraído
De las entrañas de la tierra, yace
Mejor entre sus senos escondido;
Y mientras no le fuerce a que le sirva
A sus usos con manos,
Con manos avezadas
A saquear las cosas más sagradas.
A los polos del mundo sus banderas
Penetren, anhelosas
De ver dónde de Febo las hogueras
Ostentan sus rigores,
Do el rocío y las lluvias nebulosas.
Pero yo aquesta suerte
A Roma, pronostico, belicosa,
Con tal de que piadosa
En extremo, segunda vez no quiera,
En sus prosperidades confiada
De Troya por sus padres habitada
Los techos reparar. Si renaciera
Segunda vez con ominoso agüero
De Troya la opulencia,
Otra vez incendiada
Ofreciera un aspecto lastimero;
Y yo, la esposa amada,
Yo, la hermana de Júpiter tonante
Guiaría el ejército triunfante.
Y si la vez tercera
Levantaran el muro de diamante,
Y Febo su autor fuera,
Tercera vez cayera,
Por mis amados griegos devastado,
Tercera vez Andrómaca en prisiones
A su esposo adorado
Y a sus hijos llorara dolorida.
Basta ya, Musa; porque no convienen
A la festiva lira estas canciones.
No más, no, los discursos atrevida
Repitas de los Dioses;
Ni con bajos acentos
Los misterios del cielo atenuar oses.
[p. 390] Oda 6.ª del mismo libro.
Delicta majorum
De tus antepasados
Las culpas pagarás, Roma inocente,
Si cauta no reparas diligente
Los templos a tus Dioses consagrados,
Que amenazan ruïna;
Los techos y los ídolos sagrados,
Por el humo y el tiempo ya afeados.
Porque a los inmortales,
Como inferior, das culto y honra digna,
Imperas sobre todos los mortales:
A ellos tu origen debes y tu ruina.
Sufrió males sin fin, llanto durable
Por haber a sus Dioses olvidado
La Hesperia miserable;
Y por haber nosotros despreciado
Sus auspicios, Moneses y Pacoro
Nuestro esfuerzo dos veces arrollaron,
Y a su pobre tesoro
Se jactan que una presa adjudicaron.
El Dacio y el Etíope temible,
Aqueste por su lanza,
Aquél por su saeta irresistible,
La ciudad asolaron
Por los bandos civiles devastada.
Aquesta nuestra edad, en vicios rica,
Matrimonios, familias y linajes
Ha corrompido: ponzoñosa fuente
De donde el mal naciendo
Al pueblo y patria en pos se comunica.
Los bailes de la Jonia diligente
La virgen tierna aprende, artificiales
Movimientos fingiendo;
De tiernos años siendo
Amores deshonestos ya maquina:
En los brindis nupciales
Más que a su esposo mismo ya se inclina
A nuevos amadores,
No a su elección buscando
A quien prodigue criminal sus goces
A solas y las luces apagando;
Sino del comerciante
O del piloto Hispano,
[p. 391] Que paga el crimen con profusa mano,
Se levanta, el mandato obedeciendo,
Y estálo consintiendo
Su marido delante.
De semejantes padres no nacieron
Los jóvenes valientes,
Que de púnica sangre el mar tiñeron;
Y a Antíoco y a Pirro,
Y al implacable Aníbal destruyeron;
Mas fueron sí nervudos descendientes
De rústicos soldados
Y con el azadón acostumbrados
A mover los terrores diligentes:
Que a su severa madre obedientes
Cuando el sol de los montes
Las sombras va alargando,
El yugo ellos quitando
A los cansados bueyes
De leña haces cargaban,
Cuando a casa en el carro se tornaban,
Del descanso las horas anhelando.
El tiempo corruptor, ¿qué no consume?
Peor que sus abuelos, nuestros padres
Peor siglo vivieron;
Y peores aun nos produjeron
A nosotros... nosotros, que daremos
Mucho peor progenie, que ellos dieron.

También son traducciones, aunque no indica de qué originales, algunos epigramas, probablemente franceses.

Traducción de un epigrama latino del señor Sierra, cuyo título es In Escurialense Monasterio templum Justitiae, ibi Ferdinandus.

Al templo de Lorenzo celebrado
Va a exhalar de su pecho agradecido
Los votos ante Dios, restituído
A su trono Fernando el Deseado.
Y en el mismo lugar, donde el Senado
Supremo de Castilla esclarecido
Falló inocente al príncipe oprimido,
Manda poner su lecho recamado.
Entonces Temis, de su triunfo ufana,
Puso su templo en esta mansión pura,
[p. 392] Do eternamente adoración recibe,
Fijando su morada soberana
En el reino español, donde segura
Bajo la toga la inocencia vive.
Santander, 25 de junio de 1875.

 

Notas