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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > IV : (OLIVER-VIVES) > VACA DE ALFARO, ENRIQUE

Datos del fragmento

Texto

V

Nació este culto médico en Córdoba y fué hijo del licenciado en Cirugía, Juan Fernández de Alfaro, natural de la misma ciudad. [1]   Hubo otros ilustres médicos del mismo apellido. El nuestro estudió y se graduó en la Universidad de Alcalá, y luego fué en Sevilla pasante del Dr. Andrés Hurtado de Tapia, que era médico del arzobispo y tenía gran crédito en su profesión. Vaca de Alfaro se dió a conocer muy pronto como aventajado cirujano, y ya en 1618 dió a la estampa una obra titulada Proposición quirúrgica y censura juiciosa en las dos vías curativas de heridas de cabeza, común y particular, y elección de ésta: con una epístola de la naturaleza del tumor, otra del origen y patria de Avicena. SMlla, G. Ramos Bejarano, 1618 , 4.°

Los doctores en Medicina, que aprobaron el libro, declaran que «su autor es culto en el estilo, ingenioso en la disposición, grave en el asunto, verdadero en las citas, cuerdo en la proposición y agudo en las razones, dando muestras de gran médico, filósofo y cirujano, en lo que de cada una de estas ciencias toca».

Entre los versos latinos y castellanos que van al principio, hay una décima de D. Luis de Góngora, paisano del autor:

Vences en talento cano
A tu edad, a tu experiencia,
[p. 306] Así con tu sabia ciencia
Como con tu diestra mano.
Oh Enrique, oh del soberano
Febo imitador prudente,
Ciña tu gloriosa frente
Su verde honor, pues es dina,
Ya por el arte divina,
Ya por la pluma elocuente.

El intento del libro es demostrar que en las heridas y fracturas del cráneo debe preferirse la llamada vía seca o particular a la humectante o vía común, es decir, a los emplastos y ungüentos. Vaca de Alfaro sigue en esto la opinión de los más famosos cirujanos españoles, tales como Luis de Lemus, Andrés Alcázar, Francisco Arceo y especialmente el insigne sevillano Bartolomé Hidalgo de Agüero. El libro de Vaca de Alfaro no tiene, por consiguiente, gran novedad, ni pasa de ser un extracto de los tratadistas anteriores, aunque procura ponerlos de acuerdo, y «recopilar (como él dice) sectas encontradas, haciendo una censura juiciosa. «Sea camino para que de hoy adelante no dude el médico operante; tenga puerto determinado donde conducirse; y el triste doliente halle piloto salvo, que le dirija al de la salud.»

Acompañan al tratado de heridas de la cabeza, dos epístolas, una a su maestro Andrés Hurtado de Tapia, De la naturaleza y definición del tumor preternatural; otra al Dr. Alonso Draper de Valencia, médico que había sido de los virreyes del Perú. De la patria y origen de Avicena, médico, y otros doctos árabes. Reconoce que el famoso Avicena era persa, pero sostiene que hubo otro escritor cordobés llamado Avicena, posterior en cien años, a quien atribuye diversos tratados de Medicina y Alquimia. Esta hipótesis no ha hecho fortuna.

Tuvo Vaca de Alfaro la singular fortuna de ser retratado por Velázquez, y un grabado en cobre de este retrato es lo que da principalmente estimación a la rara colección de sus versos, impresos en Córdoba en 1660. (No he visto más ejemplar que el que tiene el marqués de Jerez de los Caballeros.) Las poesías de Vaca de Alfaro valen poco.

Era un devoto culterano, y pagó su tributo al maestro [p. 307] escribiendo un soneto. En elogio de D. Luis de Góngora y Argote, príncipe de los poetas líricos de España:

Cisne del Betis, que con blancas plumas...

En una curiosísima nota en prosa recopila los elogios de varios autores a Góngora (Carducho, Paravicino, D. Fernando de Vera, Tamayo de Vargas, Lope de Vega, Sebastián de Alvarado, D. Francisco Bernaldo de Quirós, Francisco de Cascales, Pellicer, Salcedo Coronel, Valdivielso, Salas Barbadillo, Martín de Roa, D. Martín de Angulo y Pulgar, Salazar Mardones, Ximénez Patón, Montalbán, el arzobispo de Granada D. Pedro González de Mendoza, etc.).

La más extensa de las composiciones del tomo es la Fábula o (como el autor la llama) poema trágico, de Acteón, en liras.

En el prólogo, cita como fuentes además de Ovidio a Nonno en las Dionisiacas (V) , a Tzetzes, a Fulgencio Planciades y otros muchos autores.

Por los epígrafes de algunas composiciones suyas consta que su abuelo, llamado como él Enrique Vaca de Alfaro, fué familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, y que su hermano D. Juan de Alfaro y Gámez, era notario del Santo Oficio en dicha ciudad.

Al fin pone un índice de los libros tocantes a su profesión que tenía para imprimir:

Threnodia medica (de signis salutis et mortis in morbis).

Promptuarium medicum.

Atheneum Cordubense.

Idea antiquitatis in exequiis et ritibus funeralibus.

Tractatus de hydrope.

Cursus medicus.

Una de las curiosidades que el tomito de Vaca de Alfaro contiene, es un soneto sobre un tema que lo fué de cierta décima famosa de autor ignorado. A una rosa que nació en el cóncavo de una calavera, se titula el soneto de nuestro médico, y el segundo terceto es como sigue:

Rosa, el nacer fué tu corta suerte,
Que pues la muerte es quien te da vida,
Sólo la vida es quien te da la muerte.

Notas

[p. 305]. [1] . Así dice Morejón, pero el Dr. Vaca ínserta en su Lyra de Melpómene un epigrama latino de su padre Francisco de Alfaro.