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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MOYA FR. ANTONIO DE.—PSEUDÓNIMOS: ABDÍAS JOSEPH, ANTONIO DE AYALA

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Texto

[p. 403]

Extrañas cuestiones hemos de tocar en este artículo. Un autor que se oculta con dos pseudónimos diversos en los dos primeros volúmenes de su obra, descubriendo su nombre en el tercero; un religioso, que publica a nombre suyo escritos de otro religioso de su Orden; una versión de Virgilio, en la cual se supone haber tenido parte no escasa el príncipe de nuestros líricos del siglo XVI; objetos son sin duda que merecen atenta consideración y detenido estudio. Procuraremos descubrir la verdad entre el cúmulo de conjeturas y cavilaciones, amontonadas por Mayáns y Álvarez Baena.

[p. 404] Fray Antonio de Moya, natural de Madrid, a lo que parece, fué religioso de la Orden de San Agustín, lector de Teología, de cuyo cargo estaba jubilado en 1664, y procurador general de la provincia de Quito, en Indias, de la misma Orden. Durante los últimos años de su vida, residió en el convento de San Felipe el Real de Madrid. Sabemos estas circunstancias por la portada de uno de sus libros. En el prólogo del tomo tercero de su traducción de Virgilio, escribe: «En tres meses he yo enseñado a algunos la lengua latina, en un mes súmulas, en cuatro meses la Lógica, en quince meses todas las artes liberales.» A. pesar de tales ponderaciones, Mayáns le llama «hombre bárbaro e ignorante» y a la verdad, con harta razón, si hemos de juzgarle por su traducción de Virgilio, única obra suya que conocemos.

Dió a luz el P. Moya la versión siguiente:

Obras de Publio Virgilio Marón, Concordado, en latín artificial, en latín natural, en lengua castellana, de prosa y verso, y en notas latinas: dedicadas al Señor D. Francisco López del Río, caballero de la Orden de Alcántara, alférez mayor de la ciudad de Soria, y su provincia, Señor de las villas de Gomar, Almenar, el Cabo, &., por el licenciado Abdías Joseph, natural de Cedillo.

Tomo primero de las Églogas. Con privilegio. En Madrid. Por Domingo García Morrás, año de 1660. Véndese en casa de Julián Hernández, en la calle de la Paz, casa de los Leones. 4 h. p. y 238 páginas.

Por el ridículo frontispicio, que acabo de copiar, podrán apreciarse los puntos que, en cuanto a buen gusto literario, calzaba el P. Moya. Lo «latín natural» y «latín artificial» puede, como dice Mayáns, hacer reír «al lector más saturnino».

En el prólogo escribe el supuesto Abdías Joseph: «En este tomo he procurado ajustarme al modo más perfecto de construir. En el segundo de las Geórgicas procuraré poner todas las fábulas en romance... y lo mismo observaré en los otros tres libros, en que tengo repartida la Eneida.» Para nada advierte que en el primer tomo que publica haya cosas que no le pertenezcan. Y, sin embargo, la parte mejor de dicho tomo es indudablemente obra ajena, y de muy ilustre padre.

Contiene el volumen, que tenemos a la vista, el texto virgiliano, que llama Moya «latín artificial»; el mismo texto construído [p. 405] en prosa, siguiendo la colocación natural de las partes de la oración, método llevado hasta la exageración y la extravagancia por el P. Moya, que le bautizó con el nombre de «latín natural», una traducción en prosa débil y arrastrada, una serie de notas latinas, y, como perla preciosa escondida en un muladar, una excelente traducción en verso de las diez églogas de Virgilio. A tiro de ballesta se conocería, aunque otra prueba no hubiese, que este trabajo no es de Fr. Antonio de Moya, hombre ignorantísimo, que jamás pudo escribir en prosa castellana, cuanto más en verso. Las traducciones poéticas rabian de verse junto al «latín natural», la «lengua castellana de prosa» las notas, los prólogos, la dedicatoria y el título. Afortunadamente, no cabe duda en este punto. Las diez églogas son de Fr. Luis de León; y las seis últimas habían sido publicadas ya a nombre suyo en la edición que de las poesías del ilustre agustino hizo en 1631 D. Francisco de Quevedo. Las cuatro primeras son hermanas de las restantes; y el mismo P. Moya inserta las unas a continuación de las otras, sin advertencia alguna que indique ser las primeras obra de distinta mano que las demás. Y si Quevedo dejó de publicarlas, fué porque faltaban en el manuscrito viciado e incompleto que le franqueó D. Manuel Sarmiento de Mendoza. En otras copias anteriores y de mayor autoridad, que tuvo presentes Fray Antolín Merino para la impresión que hizo en 1816, estaban las diez églogas; y las diez se encuentran en un ms. bastante completo (mucho menos, sin embargo, que la colección del P. Merino), señalado en la Biblioteca Nacional con la marca M-98. Así es que Mayáns y Merino reprodujeron en sus colecciones las diez églogas virgilianas, siguiendo su ejemplo todos los modernos editores de Fr. Luis de León. Todo induce a sospechar que cayó en manos de Fr. Antonio de Moya uno de los códices de poesías del Maestro León conservados en San Felipe el Real; gustáronle las églogas, y no dudó en apropiárselas, llegando a tal extremo su ignorancia en materia de libros, que ni tuvo conocimiento de la edición de Quevedo, ni de la reproducción hecha en Milán, por orden del Duque de Feria.

Ingiriólas, pues, en su Virgilio Concordado, imaginando que no había de ser descubierto el plagio. Y añadió los cuatro libros de las Geórgicas, sobre los cuales surgen nuevas dificultades. [p. 406] En las Poesías de Fr. Luis de León, dadas a luz por Quevedo, se encuentra una traducción en octava rima del libro 1.º de las Geórgicas, que comienza: «Lo que fecunda el campo, el conveniente.» Es, sin duda, obra de Fr. Luis de León, y se halla en casi todos los códices, que contienen sus poesías. En un ms. de la Biblioteca Nacional se encuentra además el libro segundo (no completo) que indisputablemente es hermano del primero, y como tal fué publicado por el P. Merino. Ahora bien, la traducción de las Geórgicas inserta en el primer tomo del Virgilio Concordado, es completa y absolutamente distinta de la conocida como obra de Fr Luis de León. Está hecha en liras, y comienza: «Mecenas, gran privado.» Es obra de mérito, aunque inferior a los dos libros citados. Yo no acabo de persuadirme, que sea obra del Maestro León. No estaba en ninguno de los diez códices que tuvo presentes Fr. Antolín; tampoco se halla en los dos o tres que he tenido ocasión de examinar. Pero de este punto más extensamente trataremos en el artículo de Fr. Luis de León. En cuanto al pseudónimo de Abdías Joseph, fácilmente se explica que le adoptase Fr. Antonio de Moya; para dar a la estampa un libro, que era, en su mejor parte, un verdadero plagio.

Casi simultáneamente apareció el tomo II, en que el traductor se disfraza con nuevo pseudónimo:

Obras de P. Virgilio Marón, Concordado en latín artificial, en latín natural, en lengua castellana de prosa y verso, y en notas latinas. Por D. Antonio de Ayala. Tomo segundo de las Geórgicas. Madrid, por Domingo García Morrás, 1660. 4 h. prls. y 408 páginas. Está dedicado este volumen a D. Alonso López del Río, hermano de D. Francisco.

Al frente de este tomo hay un prologo capaz de hacer perder el seso al bibliófilo más alentado y diligente. Comienza por decir el supuesto Ayala que «las Geórgicas en verso, por hacer poco al caso la inteligencia de este libro, las aplicó al tomo primero», con lo cual implícitamente se reconoce autor o editor del volumen publicado a nombre de Abdías Joseph. Y como es de suponer que para aquellas fechas estuviese descubierto el plagio de las Églogas y de las Geórgicas, añade: «Los versos castellanos son sacados a la letra de las obras de aquel insigne varón, que tanto lustre dió a España con sus escritos, el P. M. Fr. Luis de León.» [p. 407] Al decir «los versos» parece que se refiere a todos, y, sin embargo, añade: «No hallé del Mtro. Fr. Luis de León más que sólo el libro primero.» Pues ¿de quién son los otros tres que Moya publicó en su tomo primero? El buen religioso ha tenido por conveniente guardar silencio en este punto. Y para acrecentar la confusión y las dificultades, continúa el disfrazado Ayala: «Tengo en mi poder también las Églogas, y no podré decir cúyas son de cierto; porque de quien las hube siempre me negó que eran suyas, y nunca me dijo cúyas eran.» Increíbles parecerían, a no verlas escritas, las afirmaciones anteriores. ¿Cómo dice Moya, que «tenía en su poder las églogas» cuando ya las había incluído en su tomo primero? Tal vez se imprimieron los dos al mismo tiempo, aunque ni aun así se salva la dificultad. Pero lo increíble es que Moya ignore o aparente ignorar que las Églogas son de Fr. Luis de León, después de haber dicho en renglones anteriores, que eran suyos todos los versos castellanos incluídos en el Virgilio Concordado. ¿Se referiría sólo al primer libro de las Geórgicas? No parece natural semejante explicación. Mayáns, admitiendo desde luego que las Églogas y el libro 1.º de las Geórgicas son del Maestro León, se empeña en atribuirle también la traducción en liras, ya mencionada. Sospecha que la hizo en su mocedad; y que en años posteriores comenzó una segunda traducción de la cual dejó sólo el primer libro, y una parte del segundo. Por lo que a nosotros toca, nada opondremos a esta conjetura, aunque tampoco nos atrevemos a aceptarla.

Lo verdaderamente intolerable es que Mayáns se empeñe en atribuir a Fr. Luis la traducción en prosa publicada por el Padre Moya. «El Mtro. León—dice—compuso una traducción en prosa, la cual parece quiso atribuirse el licdo. Abdías Joseph, mas ella misma prueba que no pudo ser de un hombre tan ignorante, sino de quien sabía con perfección la lengua castellana.» Consecuente con este juicio, no sólo atribuye al insigne agustino la traducción en prosa de las Églogas y de las Geórgicas, sino también las notas a unas y a otras, que indudablemente son de un mismo autor, porque en alguna de las Geórgicas (lib. 3, ver. 6) se refiere a otra de las Églogas. Nadie que con deleite haya saboreado la bellísima prosa de los Nombres de Cristo, de la Perfecta Casada y de la Exposición al libro de Job podrá atribuir a Fr. Luis de León [p. 408] la débil y arrastradísima versión, que harto manifiesta ser parto del ingenio del P. Moya. Las afirmaciones poco fundadas de Mayáns han sido causa de que, al paso que unos han ensalzado tales trabajos solamente por creerlos obra del Maestro León, otros le han achacado gravísimos defectos, que nunca pudo cometer el insigne agustino, y en que fácilmente debió incurrir su compañero de hábito el P. Moya.

Obras de Publio Virgilio Marón. Elogias (sic), Geórgicas y Eneida. Concordado, explicado e ilustrado por el P . M. Fr. Antonio de Moya, del Orden de S. Agustín, lector de Theología jubilado, y procurador general de la provincia de Quito de las Indias, del mismo orden, residente en S. Phelipe de Madrid. Dedicadas al muy noble y muy illustre señor D. Martín de Saavedra Ladrón de Guevara, conde de Tahalú, inmediato a los Condados de Escalante, marquesado de Rucandio, vizcondado de Treceño, señorío de la casa de Ceballos, y de las Villas a él pertenecientes, del valle de Valdáliga, de la casa de Cabiedes, Avendaño, Gamboa, Olaso y Urquizo. Aracuri, Esparza y Acotain, y de la villa de Bilbao. Tomo tercero de la Eneida. Con licencia. En Madrid; por Pablo del Val, año de 1664.

Que el autor de este tomo lo fué también de los dos primeros dedúcese de estas palabras con que la dedicatoria comienza: «Estos tres tomos que tengo publicados sobre Virgilio, y el último que falta para remate de esta obra, piden andar en un tomo grande con un índice de todas sus palabras... y otros dos tomos que tengo de notas escogidas sobre este autor.»

Contiene este primer tomo los seis primeros libros de la Eneida, mas sólo en prosa, y sin traducción poética. El segundo tomo no llegó a ver la luz pública. Fr. Antonio de Moya, que, llamándose Abdías Joseph, había intentado apropiarse las versiones de las Églogas y de las Geórgicas hechas por Fr. Luis de León, para su traducción de la Eneida entró a saco por la que, 63 años antes, había dado a la estampa Diego López. Las variantes entre una y otra son de poca monta, y en ocasiones resulta mejorado el texto del P. Moya. Mayáns, sin fundamento alguno, y sólo por cavilosidad crítica, sostiene que Fr. Luis de León hizo una traducción de la Eneida, cuyo ms. vino a manos de Diego López, [p. 409] que se le apropió alterándole, y le dió a luz en 1601. Otra copia cayó más tarde en poder del P. Moya, que, no teniendo noticia del hurto de Diego López, juzgó que podría disponer de aquella traducción, como de cosa sin dueño. Pero ¿qué noticias hay de ese soñado manuscrito tantas veces saqueado, y que nadie ha visto jamás? Absolutamente ninguna; sólo ha existido en la fantasía de Mayáns. Al ver dos libros casi idénticos, lo natural es creer que el segundo fué tomado del primero, y no imaginar una fuente común a ambos, cuando no hay fundamento ninguno para tal suposición. Diego López, escritor infeliz, pero buen gramático, no necesitó ajenos auxilios para hacer su detestable traducción de la Eneida, verdadero sacrilegio cometido contra los divinos cantos virgilianos. Sus traducciones de las Églogas y de las Geórgicas son hermanas de la que hizo de la Eneida; nadie ha dudado de la autenticidad de las primeras; tampoco hay motivo para dudar de la segunda. Por otra parte, téngase en cuenta los perversos antecedentes literarios del P. Moya, y dígase de buena fe quién cometió el plagio, el religioso de San Felipe el Real, o el maestro de latinidad de Valencia de Alcántara. Lo que nos importa dejar asentado es que no pertenecen al inmortal Fr. Luis de León las malísimas versiones en prosa publicadas por el agustino Fr. Antonio de Moya.

Madrid, 12 de febrero de 1875.

Notas