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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MENA, JUAN DE

Datos del fragmento

Texto

[p. 149]

Las escasas noticias biográficas que tenemos de este gran poeta fúndanse, especialmente, en su vida escrita por el Comendador Griego Hernán Núñez, que figura al frente de las primeras ediciones de su Comentario y fué suprimida sin buen acuerdo en las siguientes, y en el Epicedio al mismo Comendador compuesto por Valerio Francisco Romero y publicado en todas las impresiones de los Refranes castellanos recopilados por su maestro.

Nació nuestro Ennio castellano en Córdoba, como indica él mismo en su Labyrintho, al hablar de los varones ilustres en letras nacidos en aquella ciudad (cop. CXXIV).

O lus del saber e caballería,
Córdoba madre, tu hijo perdona
Si en los cantares que agora pregona
No divulgare tu sabiduría,
De sabios valientes loarte podría,
Que fueron espejo muy maravilloso;
Por ser de ti misma seré sospechoso,
Dirán que los pinto mejor que devría.

En 1411 vió la luz primera, quedando huérfano no mucho después. En Salamanca estudió las doctrinas e artes ingenuas [1] y más adelante pasó a Italia, donde recibió las enseñanzas de doctos varones y conoció sobre todo en su fuente la poesía dantesca, de la cual había de ser en adelante imitador afortunado. [p. 150] Vuelto a España, lleváronle su saber y su ingenio a la corte de aquel gran protector de las letras

El muy prepotente D. Juan el segundo,

que le honró con el cargo de secretario de cartas latinas y la dignidad de veinticuatro de Córdoba. Unido en amistad estrecha con los más egregios varones de su tiempo, favorecido por D. Alvaro de Luna, respetado al igual de maestro por el Marqués de Santillana, cronista real y poeta áulico, aunque sin perder jamás la noble independencia de su carácter, pasó Juan de Mena los no muy dilatados años de su vida. A los cuarenta y cinco, en 1456 moría en Torrelaguna, ora de dolor de costado, como quiere V. Francisco Romero, ora arrastrado por una mula, como suponen otros. En aquella villa cuidó de levantarle suntuosa sepultura el Marqués de Santillana.

De intento no hemos hecho mérito de las cartas, bastantes en número, que en el Centón Epistolario se suponen dirigidas a Juan de Siena por el Bachiller Fernán Gómez de Cibdad-real. Como la autenticidad del libro citado está muy en duda y las noticias que en él se dan de nuestro poeta en contradicción palmaria con todos los datos hasta hoy tenidas por fidedignos, hanos parecido conveniente dejar la cuestión intacta, remitiendo a quien desee conocerla a la muy curiosa memoria que sosteniendo la falsedad de dicho libro ha publicado el Excmo. Sr. D. Adolfo de Castro.

Todas las obras de Juan de Mena están en verso, exceptuando el librillo que muy malamente se ha llamado traducción de Homero. No pertenece a nuestro propósito formar catálogo de las innumerables ediciones de sus poesías, en especial del Labyrintho o las Trescientas. Basten, sobre este punto, las brevísimas indicaciones que a continuación se estampan.

En el Cancionero llamado de Ramón de Llavia (sin a. ni l., probablemente Zaragoza, 1480) se imprimieron ya las Coplas de los siete pecados mortales y La flaca barquilla de mis pensamientos. En otro cancionero impreso en Zaragoza en 1492 y descrito por el P. Méndez, se hallan igualmente las coplas de los siete pecados mortales.

La Coronación, poema compuesto en loor del Marqués de Santillana y glosado por el mismo autor Juan de Mena, [p. 151] imprimióse suelto repetidas veces en los postreros años del siglo XV. Conócense por lo menos tres ediciones en tal forma, dos sin l. ni a. de impresión, y una cuyo final es el siguiente: «a cinco días del mes de noviembre, año del nascimiento de Ntro. Salvador Jhesu Christo de 1499 años» y parece hecha en Sevilla, aunque no se expresa. Todas tres en 4.º, letra gótica. Son rarísimas. En el mismo año 1499 reimprimió en Sevilla este poema Lanzalao Polono «a XII días del mes de noviembre» y aun existe otra edición suelta de Toledo, 1504, citada por Nicolás Antonio. Desde entonces ha corrido la Coronación unida constantemente al Laberinto y otras producciones de Juan de Mena.

La primera edición sin glosas del Labyrinto lleva el final siguiente:

«Acábansse las CCC de Juan de Mena empremidas en Sevilla a instancia y expensas de Juan Thomás Favaris de Lumeto del condado de Pavía, en el año de 1496 años, doce de Enero.»

Pocas más debieron ser las ediciones sin glosa, pues muy pronto vino a abultar enormemente el texto, y no sé si con provecho, el muy erudito pero indigesto, farragoso y en muchas cosas impertinente y pueril comentario que formó el sabio Hernán Núñez, comúnmente llamado el Comendador Griego por sus grandes conocimientos en aquella lengua. No hemos visto ni tenemos noticia de la primera edición de este comentario. Con el título de Las CCC del famosíssimo poeta Juan de Mena con glossa reimprimióse en 1505. El final es el siguiente: «Acábanse las trezientas del famosso poeta Juan de Mena, glossadas por Hernand Núñez de Toledo, cavallero de la Orden de Santiago y enmendadas en esta segunda impression por el mismo Comendador, quitando el latín que no era necessario y añadiendo algunos dichos de poetas en el comento muy provechosos para entender las coplas. Impressas con grandíssima diligencia por Juan Valera de Salamanca en la muy nombrada y grand ciudad de Granada. En el año de Mill y quinientos y cinco años.» Es en folio, let. gót. 136 folios. No contiene más que las trezientas.

Al año siguiente (1506) se publicaron en Zaragoza Las CCC del famosíssimo poeta Juan de Mena con su glossa e las cinquenta con su glossa: e otras obras. Suscripción final: «Fué imprimida la presente obra a instancia del discreto y virtuoso varón Loys [p. 152] Malferit en la muy ínclita y noble cibdad de Çaragoça, por industria del virtuoso varón George Coci: y acabósse a V. de Mayo del año de 1506.» De Juan de Mena hay en este volumen:

Las trezientas.

Coplas del mesmo poeta intituladas la Coronación (son las 50 que se anuncian en la portada).

Obras suyas que fizo de los siete pecados mortales (llevan una continuación de Gómez Manrique).

El resto del tomo encierra poesías, en su mayor parte espirituales y ascéticas, de Fr. Juan de Ciudad Rodrigo, Fr. Iñigo de Mendoza, Fernán Pérez de Guzmán y Diego de San Pedro.

En 1509 reimprimió Coci este su Cancionero con la adición que expresa la portada: las CCC con XXiiii coplas agora nuevamente añadidas del famosíssimo poeta Juan de Mena, con su glossa: e las cinquenta con su glossa e otras obras. Las adiciones están contenidas en 6 hs. no foliadas que se intercalan después del folio 98. Por lo demás es idéntica a la de 1506, teniendo como ella 130 folios y 6 hs. prels. Su colofón es el siguiente:

«Acábanse las trezientas del famosso poeta castellano Juan de Mena con XXiiij por él añadidas, las quales hasta agora nunca han sido impressas: y otras obras suyas, y de otras notables personas muy provechosas: según por orden del libro se demuestra. Fué impressa en la muy ínclita y noble cibdad de Çaragoça, por industria y costa de George Coci Alemán, y acabósse a 23 de Septiembre, año de mill y quinientos y nueve. (Vid. Catálogo de la biblioteca de Salvá.) Igual en todo a las dos ediciones anteriores tornó a hacer otra Coci en 1515. Todas tres son en folio, letra de tortis, y van exornadas con láminas en madera.

Aun hay de este Cancionero de Zaragoza otras tres reimpresiones por lo menos, una de Toledo, 1517; otra de 1520 y otra de Alcalá, 1566, por Juan de Villanueva y Pedro de Robles, en 8.º

Separado Juan de Mena de los poetas, en cuya compañía le puso Coci, obtenía entre tanto repetidas impresiones, siempre abrumado con la glosa del Comendador Griego. Prolijidad para nuestro objeto excusada sería hacer mérito de todas ellas, ajustadas al mismo patrón casi siempre. En la de Sevilla, 1512, se agregaron ya la Coronación y las Coplas de los siete pecados mortales, continuadas por Fr. Hierónimo de Olivares, continuación [p. 153] distinta de la de Gómez Manrique incluída en el Cancionero de George Coci. Según Nicolás Antonio reprodújose esta edición allí mismo, en 1524, por Juan Varela de Salamanca. Yo sólo he visto la de Valladolid, 1540, en folio; la de Alcalá, 1546, en 8.º, y las dos de Amberes, de Martín Nucio, 1552 y 1555, que son las más estimadas por el primor y lindeza de la impresión y lo pequeño del volumen, aunque ni una ni otra pueden calificarse de raras, En todas estas impresiones, además de los tres poemas extensos, se insertan varias poesías sueltas, siendo las más notables: Lo claro escuro, Sobre un macho que compró de un Archipreste, &. &.

El Brocense, a quien desagradaba el Comentario de Hernán Núñez, hizo unas breves anotaciones, corrigió el texto escrupulosamente y publicóle en tal forma en Salamanca, en 1582. (Véase la nota bibliográfica en su artículo.) No tenemos noticia de la reimpresión de estas notas, ni aun del texto de Juan de Mena en el siglo XVII. En el pasado se reimprimió con el Comentario del Brocense en el tomo cuarto de sus Obras Completas (Ginebra, 1765, por los hermanos de Tournes). Con el mismo comentario se reprodujo en 1804, imprenta de Repullés, y sin glosa alguna en 1840, imprenta de Aguado, unido al Centón Epistolario y llevando el título de Colección de autores clásicos españoles. Tomo I, impresión esmerada, en que se añadieron algunas poesías sueltas tomadas de diversas partes.

En las diversas ediciones del Cancionero General, desde la de Valencia, 1511, hasta la de Amberes, 1573, se leen poesías de Juan de Mena. También las hay en diversos cancioneros ms. y en el de Stúñiga recientemente impreso en el tomo IV de la Colección de libros españoles raros y curiosos.

Tampoco nos toca ahora analizar las obras poéticas de Juan de Siena, ensalzadas en unas épocas y deprimidas en otras con exceso. A pesar de sus inmoderados latinismos, de su afectación continua y de sus resabios pedantescos, el cantor de la muerte del Conde de Niebla y del duelo de la madre de Lorenzo Dávalos, el autor de tantos rasgos de alta y noble poesía felices por el pensamiento o por la expresión, el más afortunado de los imitadores castellanos del Dante, el que tanto enriqueció y aquilató nuestro lenguaje poético, abriendo el camino a los grandes ingenios posteriores, bien merece un alto lugar en nuestro Parnaso. Sus [p. 154] defectos son los de su época y sistema poético, sus perfecciones, si no llegan a vencerlos, bastan por lo menos a contrabalancearlos en el juicio imparcial de la posteridad.

Ocupóse Juan de Mena en escribir una parte de la Crónica de Don Juan II y Nicolás Antonio le atribuye unos apuntamientos o «Memorias de algunos linajes antiguos e nobles de Castilla» que se conservaban en la biblioteca del Conde de Villaumbrosa. Con menos fundamento, y estoy por decir que con ninguno, se atribuyó a nuestro poeta la paternidad del primer acto de la incomparable Celestina

Traducción

Omero Romanzado.

De este libro, cuya impresión adelante mencionamos, hemos visto en la Biblioteca Nacional hasta cuatro copias: Q-224, T-269, M-56 y T-130. Del último nos valemos para la noticia siguiente.

Está encuadernado el Omero con otros tratados de diversos materias y al folio 43 se lee lo siguiente:

«Aquí comienza el Omero romanzado por Johan de Mena» (este encabezamiento va de letra encarnada), y a continuación se halla la altisonante dedicatoria siguiente:

«Al muy alto y muy poderoso príncipe y muy humano señor D. Juan el Segundo, por aspiración de la divinal gracia muy digno Rey de los reynos de Castilla y de León. Vuestro muy úmil y natural siervo Johan de Mena, las rodillas en tierra, beso vuestras manos y me recomiendo a vuestra alteza y señoría. Muy alto y muy bienaventurado rey, por eso los fechos maravillosos a vueltas con los que los fallan se gozaron jamás ocurrir a la excellencia de la Real dignidad, porque allí son las cossas puestas en más prestio y proveidas de debido nombre y mesurado acatamiento, donde mejor son especuladas y conoscidas. Por aquesto los rieptos y desafíos ante la sacra majestad de los reyes se mandan, porque los buenos que su virtud ofrescen al riguroso examen de las armas esperen de la real casa corona de méritos en aprobación de sus opiniones, assí como aquellas que es estudio de profanas e sagradas virtudes. E aun esta virtuosa ocasión, Rey muy poderoso, trae a la vuestra real casa todavía las gentes extrangeras con diversos presentes y dones. Vienen los vagamundos Aforos [p. 155] que con los nopales y casas movedizas se cobijan, desde los fines de la arenosa Libia, dejando a sus espaldas el monte Atlante, a vos presentar leones iracundos. Vienen los de Garamantha y los pobres reyes concordes en color con los Ethiopes, por ser vecinos de la adusta y muy caliente zona, a vos ofrescer las tigres odoríferas. Vienen los que moran cerca del bicorne monte Bromio, y acechan los quemados spiráculos de las locas arenas polvorientas de las cenizas de Fiton, pensando saber los escritos de los trípodas y pueblan la desolada Tebas, a vos traer esfingos, bestias quistionantes. Traen a Vtra. Alteza los orientales indios los elefantes mansos con las argollas de oro y cargados de liraloeles...

... Traen vos estos mismos los relumbrantes paropes, los nubíferos Alates, los duros diamantes, los duros rubís y otros diversos linajes de piedras, los cuales la abundancia de los solares rayos en aquella tierra más bruñen y durifican. Vienen los de Siria, gente amarilla de escudriñar el tibar, que es fino oro en polvo, a vos presentar lo que escarba y trabaja. Traen vos, muy excellente rey, los Sirios setentrionales, que beben las aguas del ancho Danubio y aun el helado Reno y sienten primero el boreal viento, cuando se comienza a mover, los blancos armiños y las finas martas y otras pieles de bestias diversas, las cuales la muy secreta sagacidad de la naturaleza por guardarlas de la gran intemperancia de fríos en aquellas partes, de más espesso y mejor pelo puebla y provee. Vengo yo vuestro úmil siervo y natural a vuestra clemencia no de Etiopía con relumbrantes piedras, no de Asiria con oro fulvo... más de aquella vuestra caballerosa Córdoba. Yo a vuestra alteza presento lo que mío no es, bien ansí como las abejas que roban la sustancia de las melifluas de los huertos agenos y la traen a cuestas y anteponen a la su maestra. Bien ansí yo, muy poderoso Rey, uso en aqueste don y presente, cá estas flores que a vuestra señoría aparejo presentar, del huerto del grande Omero monarca de la universal poesía son. E aquesta consideración ante llevando y nato don, es el que yo traigo si el mi furto o rapina no lo viciare y aun la osadía temeraria y atrevida, es a saber, de traducir... una tan santa y seráfica como la Ilíada de Omero, de griego sacada en latín y de latín en la nuestra materna y castellana lengua vulgarizar. Acaescerá por esta causa a la omérica ilíada como a las dulces y sabrosas frutas [p. 156] en la fin del verano que a la primera agua se dañan y a la segunda se pierden... E por esta razón, muy prepotente señor, dispuse de no interpretar los 24 libros que son en el volumen de la Ilíada, salvo las sumas brevemente dellos.» Prosigue dando algunas noticias de la vida de Homero, del mérito de la Ilíada, de la Odisea, de la Batracomiamaquia, &. &. Acabado el prólogo se lee:

Cap. 1.º en el qual Omero... asigna en suma la cabra de la pestilencia que ovo en el real de los griegos:

«Divinal Musa canta conmigo. Omero locura del soberbio fijo de Peleo, es a dezir Achilles, el cual trayo amortajas tristes a los miserables griegos y assi mesmo dió al infernal huerco las ánimas fuertes de los señores, trayendo los miembros sin sangre de aquellos a los rostros de las aves labrantes y los sus huesos al logar sin sepoltura. &. &. Este compendio de la Ilíada está dividido en 36 capítulos y llega hasta el folio 77. Está hecho con presencia de la traducción latina de la Ilíada y de los argumentos o Periochae de Ausonio. El estilo es hinchado y retumbante sobre todo encarecimiento, pero tal cual vez demuestra que era verdadero poeta el epitomador enrevesado y latinizante de la Ilíada. Imprimióse este trabajo en el modo y forma que a continuación se expresan:

La portada es una estampa en madera, que representa una ciudad torreada, y al pie de sus muros gente llorando. Debajo se lee:

«Esta es la Ilíada de Homero en romanze traduzida por Juan de Mena. El presente libro se nombra la Ilíada de Homero, historiador muy antiguo y príncipe de los poetas. Traduzida del griego y latín en lengua vulgar castellana por el famosso poeta castellano Juan de Mena: embióla el Licdo. Alonso Rodríguez de Tudela al illustre y muy magnífico señor el Sr. D. Hernando Henrriquez conla pressente carta.» Al folio subsiguiente comienza:

«La Ilíada de Homero traducida en lengua vulgar por el famosso Juan de Mena. Prohemio de Juan de Mena al rey Don Juan el Segundo.»

Aquí se acaba la Ilíada de Homero hystoriador muy excellente: traducida del Griego y Latín en lengua vulgar por el Poeta Castellano Juan de Mena. Envióla el licdo. Alonso Rodríguez de Tudela al illustre y muy magnífico señor el señor don Hernando Henrriquez, para que lean sus hijos los que han de [p. 157] ejercitar la disciplina y acto militar. Fué imprimida en la villa de Valladolid, por Arnao Guillén de Brocar, a 23 días del mes de Abril. Año de mil y quinientos y diez y nueve años.» Son 30 hs. Acabado el compendio de la Ilíada, se lee la

«Contienda que ovieron Ayax de Thelamon y Ulises ante los príncipes y pueblo de Grecia, delante de Troya.» Es un poemita de 76 octavaras de arte mayor, libremente traducido de los Metamorfoseos de Ovidio. (Vid. Anónimos.) Terminado, se lee:

«Aqui se acaba la contienda que ovieron Ayax de Thelamon y Ulyses sobre las armas de Aquiles, la cual embió el licdo. Alonso Rodríguez de Tudela. &. &., juntamente con la Ilíada de Homero, para en que lean sus hijos, los que han de ejercitar la disciplina y acto militar. Fué imprimida en la villa de Valladolid por Arnao Guillén de Brocar, a 29 días de Marzo, año de 1519.» 4.º, let. de Tortis, 41 folios. Opúsculo muy raro entre los bibliófilos, y cuyo título ha inducido a no pocos errores.

Santander, 5 de diciembre de 1875.

Notas

[p. 149]. [1] .           

De veinte y tres años ya siendo se dió
Al dulce trabajo de aquel buen saber:
En Córdoba empieza primero a aprender,
De allí a Salamanca dó estó y se pasó.
A Roma después de ahí convoló,
Dándose en todos lugares y partes
A las ingenuas doctrinas e artes
Por donde en los siglos por siempre quedó.