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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MELÉNDEZ VALDÉS, JUAN

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[p. 141]

Nació este insigne poeta en la villa de Ribera del Fresno, obispado de Badajoz, el 11 de marzo de 1754. Estudió latinidad en su pueblo natal y filosofía en Madrid con los PP. Dominicos de Santo Tomás. En 1772 comenzó en la Universidad de Salamanca la facultad de leyes, en la cual llegó al grado de Doctor. Notable es este período de su vida por el inusitado desarrollo que en él recibió su ingenio poético, tan influyente en la literatura patria. Unido Meléndez en amistad estrecha con los PP. Agustinos Alba y Fr. Diego González, con el celebrado helenista Zamora, con el hebraizante Candamo y con sus dos condiscípulos Iglesias y Forner, desarrolladas más y más las tendencias literarias de este grupo por el viaje de Cadalso a Salamanca y por la correspondencia con Jovellanos, no tardó en aparecer con esplendor notable lo que más o menos propiamente se apellidó [p. 142] escuela salmantina. Las vicisitudes de aquel memorable centro poético no son para recordadas en este lugar ni en breve espacio. En 1780 presentóse Meléndez al concurso abierto por la Academia Española y en él obtuvo justamente el premio por su deliciosa égloga Batilo. Iriarte, que obtuviera el accésit, intentó vengarse de lo que juzgaba desaire escribiendo unas Reflexiones críticas sobre la égloga de su rival, visiblemente inspiradas por la parcialidad y el encono. Meléndez, no le contestó; el aplauso del público y la áspera vindicación de Forner, le desagraviaron ampliamente. En 1781 vino Meléndez a Madrid, donde conoció personalmente a Jovellanos y tuvo ocasión de leer en la Academia de San Fernando su hermosa Oda a las artes, que contribuyó sobremanera a acrecentar su fama. El mismo año obtuvo en Salamanca la cátedra de prima de humanidades, que desempeñó por algún tiempo con general aplauso, contando entre sus discípulos a Cienfuegos, Sánchez Barbero, Quintana y Somoza. En 1784 logró un nuevo triunfo, no tan halagüeño como los primeros, con su drama pastoril Las bodas de Camacho. imitación del Aminta del Tasso y del Pastor Fido de Guarini. A pesar de los dulces versos que abundan en esta pieza, sus malas condiciones dramáticas le acarrearon las burlas de Iriarte y la desaprobación del público. En 1785 dió a luz nuestro poeta el primer volumen de sus obras, cuyo éxito fué portentoso y casi sin ejemplar en la historia de nuestras letras. En 1789 solicitó y obtuvo con estremecimiento de las Musas, según la gráfica expresión del más egregio de sus discípulos, una plaza en la magistratura. Destinósele, en 1789, a la Audiencia de Zaragoza, en calidad de alcalde del crimen, y en 1791 pasó de oidor a la Chancillería de Valladolid. En 1797 fué nombrado fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, en cuyo puesto dió gallarda muestra de su saber jurídico y de su elocuencia en la acusación por la muerte de Castillo.

Cuando Jovellanos cayó del Ministerio el 27 de agosto del 98, arrastró en su ruina a casi todos sus amigos y parciales, entre ellos a Meléndez, que fué desterrado a Medina del Campo. Y aun no satisfecho el encono del Príncipe de la Paz y de los áulicos que le rodeaban, despojósele, en 1800, de la fiscalía y se le confinó a la ciudad de Zamora. En 1802 permitiósele al cabo establecerse en Salamanca. Allí residió hasta 1808, en que volvió [p. 143] a Madrid, dejóse por debilidad de carácter arrastrar al bando de los afrancesados y aceptó de Murat una comisión para Asturias, estando a pique de ser fusilado en el Campo de San Francisco, en Oviedo. Libre al cabo de aquel peligro, tuvo la desdicha de obtener altos cargos de parte del Rey José, siendo sucesivamente consejero de Estado y presidente de la Junta de Instrucción Pública. Emigrado el año 13, residió en Tolosa, en Montpellier, en Nimes y en Alais, anhelando siempre volver a su patria, dicha que no le otorgó el cielo. En Mompeller murió el 24 de mayo de 1817.

Todo está dicho sobre el mérito poético de Meléndez, poeta de inimitable gracia y dulzura, extremado en las anacreónticas y en los romances, no tan feliz en los géneros elevados. Quintana le juzgó con el entusiasmo y la indulgencia de discípulo en la biografía que de él escribió y en la Introducción a la poesía castellana del siglo XVIII. Hermosilla, por el contrario, preceptista rígido y atrabiliario, de vista corta y escasísimo sentimiento poético, fulminó contra él acerbas censuras en el Juicio Crítico de los principales españoles de la última era, excediéndole aún en acritud y en animosidad D. Juan Tineo, alistado, como Hermosilla, en el bando de Moratín, el hijo, grande adversario de la escuela poética salmantina, sobre todo en su segunda época (Cienfuegos-Quintana). A los atropellados juicios y condenaciones de entrambos humanistas respondió magistralmente D. Juan Nicasio Gallego, poeta de la escuela de Salamanca y como tal discípulo y amigo de Meléndez. Durante algún tiempo no hubo para el vate del Tormes más que admiraciones sin tasa de una parte o sangrientas diatribas de la otra. Alcalá Galiano contribuyó más que nadie a poner en su verdadero punto crítico el controvertido mérito de Meléndez, ya en sus lecciones de literatura del siglo XVIII, ya en un artículo que sobre nuestro poeta dió a luz en el Laberinto. Últimamente el señor don L. A. de Cueto ha sabido tratar con novedad y extremado acierto esta materia en su Bosquejo histórico-crítico, que precede a la colección de Líricos del siglo XVIII en la Biblioteca de Rivadeneyra.

Las Musas castellanas lloraron en muy dulces versos la muerte de Meléndez por boca del mismo Moratín, uno de sus enemigos literarios, de D. Alberto Lista y de otros. Sus restos, que yacían [p. 144] en la parroquial de Montferrier, departamento del Herault, fueron trasladados, en 1828, al cementerio de Montpellier por diligencia del ilustre Duque de Frías. Allí descansan aún, leyéndose, en el monumento, una elegante inscripción latina y unos dísticos de D. Juan N. Gallego.

De las poesías de Meléndez existen por lo menos diez ediciones. El primer tomo, compuesto exclusivamente de poesías anacreónticas y pastoriles, apareció, como ya advertimos, en Madrid (imprenta de Ibarra) en 1785, siendo reproducido furtivamente hasta tres veces en el mismo año. En 1797 reimprimió el mismo Meléndez, en Valladolid, este primer volumen, añadiendo otros dos formados en su mayor parte de poesías sagradas, morales y filosóficas. Durante su emigración ocupóse en preparar los materiales para una nueva edición y hasta llegó a escribir el prólogo fechado en Nimes. En 1820 mandóse de Real Orden hacer la impresión que el poeta, aunque en vano, proyectara. Es la siguiente, que tiene notables particularidades literarias y bibliográficas:

Poesías | de | D. Juan Meléndez Valdés, | fiscal que fué de la sala de Alcaldes | de casa y corte, e individuo de las | Reales Academias Española | y de S. Fernando. | Madrid: en la Imprenta Real | Año de 1820. 4 tomos 12.º lindamente impresos, el primero de 352 páginas; el segundo, de 403; el tercero, de 341, y el cuarto de 335. Va al frente el retrato del autor.

Llenan el primer volumen las anacreónticas, letrillas e idilios; el segundo, los romances, silvas, elegías amorosas y églogas; el tercero, las Bodas de Camacho, las odas ligeras y las epístolas; el cuarto, las odas filosóficas y sagradas, el canto de la Caída de Luzbel, las elegías morales y los discursos.

En algunos rarísimos ejemplares de esta edición se hallan la biografía de Meléndez escrita por Quintana y el prólogo del autor hecho en Nimes, pero faltan en todos los demás, sin que el tomo primero presente señales de mutilación alguna, por ser romana la foliatura de dichos principios. Por causas políticas de todos sabidas, mandáronse quitar en 1823, cuando aun eran muy pocos los ejemplares puestos en circulación. Sólo éstos se libraron de tal menoscabo. Es notable asimismo esta edición por el número inmenso de variantes, casi siempre desacertadas, que en ella introdujo Meléndez en los versos de su juventud. [p. 145] Ajustadas a esta de 1820, pero íntegras y sin castración, son la de París, 1830, debida a la diligencia de Salvá, y la de Barcelona, 1838, hecha por Olivares y Gavarró y exornada con unos versos, harto extravagantes, de Mor de Fuentes en elogio de su único y predilecto poeta salmantino. Sigue en todo a la de Valladolid otra impresión en dos tomos hecha en Valencia, por Mompié, en 1818.

A todas las anteriores supera en riqueza y esmero la incluída en la

«Biblioteca | de AA. Españoles, | desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. | Tomo sexagésimo tercio. | Poetas líricos del siglo XVIII. | Colección formada e ilustrada | por el Excmo Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto, | de la Academia Española Tomo segundo, | Madrid.—M. Rivadeneyra—Impresor—Editor, — calle del Duque de Osuna, 3 | 1871.» Las poesías de Meléndez ocupan desde la página 67 a la 262 de este volumen. Van precedidas de noticias biográficas y de juicios críticos, así como de catorce cartas de Meléndez Valdés a Jovellanos. Contiene esta colección buen número de poesías inéditas de nuestro autor, procedentes de los papeles de D. Martín Fernández de Navarrete.

A las obras de Meléndez debe añadirse un tomo de Discursos Forenses, impreso en Madrid, 1821, que hace juego con su colección poética. Algunos de ellos habían ya visto la luz en 1820.

Perdió Meléndez varias obras en los trastornos que acompañaron a su emigración, entre ellas, un poema didáctico, El Magistrado, cuyo título hace no muy sensible su pérdida, y diversos trabajos en prosa sobre economía política, legislación, mendicidad y reforma de cárceles, escritos que tenía él en grande estima. Sus traducciones son:

La libertad; a Lice Canción de Metastasio:

Grazie agli inganni tuoi.

Hállase desde la página 270 a la 274 (inclusive) del tomo primero (edición de 1820). Aparte de algún descuidillo de poca monta, me parece feliz esta versión, dicho sea con todo el respeto debido a la autoridad de Salvá y de Alcalá Galiano, que opinan lo contrario.

Himno a Venus. No se expresa el original, ni yo he podido [p. 146] adivinarle. Es composición muy linda. Léese en las páginas 187 y 188 de la edición citada.

El Paso del Mar Rojo traducción del cántico de Moisés: débil y desmayada. Páginas 13 a 132 del tomo cuarto de la edición citada. No está hecha del texto hebreo, sino de la Vulgata.

El Vaquero, idilio de Teócrito. No le incluyó el traductor en ninguna de las ediciones de sus poesías. Le ha incluído el señor Cueto en la suya, de la Biblioteca de AA. Españoles. páginas 131 a 132. Está hecha con grande inteligencia del original, aunque en versos no tan flúidos y armoniosos como los que de continuo usaba Meléndez en sus poesías originales. Demuestra, no obstante, sus buenos conocimientos helenísticos y en conjunto es harto superior a la que años después hizo D. José Antonio Conde.

Ilíada de Homero. Él mismo nos da cuenta de este trabajo en sus cartas a Jovellanos. En una, fechada en Salamanca el 3 de agosto de 1776, le dice lo siguiente: «Excitado de lo que V. S. me escribe, he emprendido algunos ensayos de la traducción de la inmortal Ilíada y ya antes alguna vez había probado esto mismo; pero conocí siempre lo poco que puedo adelantar; porque supuestas las escrupulosas reglas del traducir que dan el obispo Huet, y el abate Régnier en su disertación sobre Homero, y la dificultad en observarlas, el espíritu, la magestad y la magnificencia de las voces griegas dejan muy atrás cuanto podamos explicar en nuestro castellano, y por mucho que el más diestro en las dos lenguas y con las mejores disposiciones de traductor trabaje y sude, quedará muy lejos de la grandeza de la obra. Las voces griegas compuestas no se pueden explicar sino por un grande rodeo, y los patronímicos y epítetos frecuentes y que allí tienen una imponderable grandeza, no sé si suenan bien en nuestro idioma. Esto hace que precisamente se ha de extender la traducción un tercio más que el original, como sucede a Gonzalo Pérez en su Ulixea y esto le hará perder mucho de su grandeza. Yo en lo que he trabajado que será hasta trescientos versos procuro ceñirme cuanto puedo, y hasta ahora, con ser la versión sobrado literal calculando el aumento de los versos exámetros con respecto a nuestra rima, apenas habrá el ligero exceso de veinte versos. Espero que en todo este mes y el siguiente tendré acabado el primer libro (aunque ahora todo soy de Heinecio y [p. 147] de Cujacio), y si V. S. gusta verlo, lo remitiré para entonces...» Dos años después debía tener muy poco adelantado su trabajo, pues en 11 de julio de 1778 escribe: «V. S. dirá que para qué me he traído la Ilíada ni nombro a Homero, no haciendo nada de provecho ni cumpliendo mi palabra dada... En el año que viene saldremos de este apuro (alude a su examen de grado) y entonces verá V. S. si el numen de Joviano me anima, y el deseo de agradarle me enciende de manera que cante de Aquiles de Peleo

La perniciosa ira, que tan graves
Males trajo a los griegos, y echó al Orco
Muchas ánimas fuertes de los héroes
Que las aves y perros devoraron.
........................................................

Esta traducción pide una aplicación cuasi continua y una lección asidua de Homero para coger, si es posible, su espíritu. Yo, embebido en el original, acaso haré algo; de otra manera no respondo de mi trabajo; pero esto pide una carta separadamente, en que yo informe a V. S. de todas mis miras y pensamientos.» No tengo otra noticia de esta versión.

Eneida de Virgilio. Emprendió Meléndez esta versión, a consecuencia de haber visto la de Delille. Perdióla ya muy adelantada en el saqueo de sus libros y papeles en Salamanca en 1813. [1]

Varias Odas de Horacio. Las menciona de pasada, calificándolas ásperamente Hermosilla en el Juicio crítico de los principales poetas españoles de la última era. Meléndez no las incluyó en su colección poética.

Santander, 23 de enero de 1875.

Notas

[p. 141]. [1] . Para su biografía deben consultarse: 1.º Su correspondencia con Jovellanos, publicada por el Sr. Cueto. 2.º La vida escrita por Quintana. 3.º El Bosquejo histórico-crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII. Obra del Excmo. Sr. D. L. A. de Cueto (tomo LXI. de AA. Españoles),

[p. 147]. [1] . Según Cabanyes eran seis los libros ya traducidos.