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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > I : (ABENATAR–CORTÉS) > ARIAS MONTANO, BENITO

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Texto

[p. 156]

Casi un tomo de mucha ciencia y no pequeño volumen, consagró al elogio histórico de este eminente escriturario el traductor ilustre de los Salmos D. Tomás J. González Carvajal. No quedó amenguada en los rasgos de su pluma aquella colosal figura, y hoy es el día en que muy poco nos es dado agregar a sus excelentes y concienzudas investigaciones.

Benito Arias Montano nació en Frejenal de la Sierra, Obispado de Badajoz, por los años de 1527. Su padre, cuya destreza caligráfica elogia él mismo en su Retórica, era Notario del Santo Oficio. Estudió humanidades nuestro Benito en su pueblo natal, y continuó estas disciplinas y la de Filosofía en la Universidad de Sevilla, costeándole aquella ciudad los estudios, según afirma Nicolás Antonio. De Sevilla pasó a Alcalá, donde se graduó de bachiller en artes, y quizá de doctor en Teología, aunque la diligencia de Carvajal no pudo hallar prueba directa de ello. En 1552 recibió el lauro poético en acto público presidido por el docto cancelario Luis de la Cadena. Terminados sus cursos académicos, retiróse a la Peña de Aracena, donde permaneció algunos años dado a la soledad y al estudio. En 1560 entró en la Orden de Santiago, profesando en S. Marcos de León, previas las acostumbradas probanzas de limpieza de sangre, y dispensándosele del noviciado. En 30 de marzo de 1562 se le expidió por el Capítulo licencia para asistir al concilio de Trento acompañando al obispo de Segovia, D. Martín Pérez de Ayala, fraile también de la Orden de Santiago. En aquella memorable asamblea brilló Arias Montano al igual de otros teólogos españoles, descollando sobre todo al tratar de la Eucaristía, y del Matrimonio. De vuelta del concilio retiróse nuevamente a la Peña, de donde le sacó Felipe II, para nombrarle Capellán suyo. En la Corte trabajó parte de sus [p. 157] comentarios sobre los profetas menores, y recibió la comisión de dirigir en Amberes la reimpresión de la Poliglota Complutense, que era ya muy rara y se pagaba a subido precio. Hizo por mar, y no sin peligros, el viaje, siendo arrojado por un temporal a las Islas Británicas, y tardando no poco tiempo en arribar a los Países Bajos. Los Doctores de Lovaina acogieron con entusiasmo el proyecto y ofrecieron su auxilio en cuanto fuese menester. Comenzóse, pues, aquella impresión portentosa, que para mayor prodigio se hizo en menos de cuatro años, con tanta actividad en las prensas de Plantino como en la pluma y ojos de Arias Montano. Y téngase en cuenta que este dirigió al propio tiempo otras impresiones, y escribió y dió a la estampa varias obras, y se ocupó en recoger libros para la Biblioteca del Escorial, y en trabajar no poco para el Expurgatorio, que se imprimió en 1570.

Terminada la Biblia, pidióse aprobación a Roma, remitiendo con tal objeto, por encargo de Felipe II, Arias Montano una detallada relación de cuanto para ella se había trabajado. San Pío V se negó a aprobar aquella Poliglota sin examinarla antes. Mandó entonces el Rey a Arias Montano hacer un viaje a Roma, llevando consigo la Biblia Regia para presentarla a censura y disipar las dudas que sobre su integridad y exactitud pudieran suscitarse. Fácilmente llevó a término su comisión, obteniendo de Gregorio XIII aprobación y privilegio para la Poliglota antuerpiense, que libremente comenzó a circular con provecho grande de la República Cristiana.

Algunos años permaneció aún Arias Montano fuera de España, especialmente en los Países Bajos con diversas comisiones de Felipe II, y entretanto, el implacable y malévolo helenista salmantino León de Castro, de quien más de una vez hemos de hacer mérito en esta Biblioteca, empleó esfuerzos increíbles para desacreditar y hacer sospechosa la Biblia de Amberes, delatándola al Inquisidor General y al Papa, como obra que quitaba el crédito a la Vulgata, poniéndola en cotejo con ella y aun prefiriendo, otras versiones. En vano solicitó Arias Montano la avocación de la causa a Roma, ya por medio de su amigo el gran teólogo Pedro Fontidueñas, ya en persona, permaneciendo más de un año en la capital del mundo cristiano (1574-75). Porfiaba neciamente León de Castro que los códices hebraicos habían sido alterados [p. 158] maliciosamente por los judíos, y que ningún texto de la Escritura merecía fe fuera de la versión de los Setenta y de la Vulgata latina, hechas antes de esa corrupción, que él soñaba, en los textos, y sobre esta base levantaba el edificio de sus acusaciones, incurriendo en tales torpezas e ignorancias que verdaderamente provocan a risa, y que le fueron gravemente reprendidas por Pedro Chacón. Es lo cierto que para contestar a tan absurdos cargos tuvo que venir Montano a España en 1576, y que llegó a entablarse la causa que duró hasta 1580, decidiéndose al cabo en pro de Arias y de su Poliglota, gracias a la censura (no muy indulgente por cierto) del P. Juan de Mariana. Acabado este ruidoso incidente, ocupóse Arias Montano en la formación de un índice de la Biblioteca del Escorial, ensayando una clasificación etnográfica en 64 miembros (A. 1577); fué enviado a Lisboa con una comisión importante cerca del rey Don Sebastián, al año siguiente; en 1582 asistió al concilio provincial de Toledo y en los años sucesivos residió ora en el Escorial, ora en su retiro de La Peña de Aracena, cerca de la villa de Alajar, fijándose por último en Sevilla, donde fué prior del convento de Santiago. Allí murió el 6 de julio de 1598, a los 71 años de su edad. En Aracena había establecido una cátedra de latinidad y otras fundaciones; en su testamento dejó a la Corona el patronato de la ermita de la Peña y cuanto allí poseía. Del remanente de sus bienes hizo heredera a la Cartuja de Sevilla. Sus restos descansan hoy en la capilla de la Universidad hispalense. Un epitafio latino de Reinoso ha sustituído al antiguo que compuso Pedro de Valencia.

Fué Arias Montano un modelo de sabiduría y virtudes, y una de las figuras más nobles y simpáticas de nuestro Siglo de Oro. Teólogo eximio, escriturario por ninguno de su tiempo igualado, docto en todo género de disciplinas, versado en toda especie de libros, filólogo portentoso, preclaro humanista, escritor en prosa vigoroso y correcto, elegante poeta así en latín como en castellano, Arias Montano obtuvo veneración y elogios no sólo de los católicos, sino de los más fanáticos sectarios del protestantismo. Cipriano de Valera, en la Exhortación que precede a su Biblia, Fernando de Tejada en el Carrascón y en nuestros días Usoz y Río (para no mentar más que los españoles) se expresan acerca [p. 159] de él con tanto entusiasmo como los doctores católicos más afamados.

Sus obras son en gran número; daremos breve noticia de ellas:

Rhetoricorum libri quatuor... Antuerpiae, ex officina Plantiniana, 1572.. Valentiae Edetanorum, apud Benedictum Montfort, 1775. Elegante poema didáctico en exámetros latinos, dividido en cuatro libros, con anotaciones de D. Antonio de Morales, obispo de Mechoacán.

Monumenta humanae salutis decantatae... Antuerpiae, ex officina Plantiniana, 1571, 8.º Valencia, por Benito Montfort, 1774, con el título de

Monumentos sagrados de la salud del hombre, desde la caída de Adán hasta el juicio final, que en verso latino cantó, en setenta y dos odas, D. Benito Arias Montano, etc. (Va el texto latino acompañado de una traducción bastante mala del P. Benito Feliú de S. Pedro, de las Escuelas Pías).

Las 71 odas latinas que forman esta colección dan a Arias Montano lugar señaladísimo entre los más elegantes poetas latinos del Renacimiento.

David, seu virtutis exercitatissimae probatum Deo spectaculum ex Davidis Pastoris, Militis, Ducis, Exulis ac Prophetae exemplis, auctores meditante ad pietatis cultum propositis. Antuerpiae, 1575. Francofurti, ex officina Paltheniana, 1597, con un comentario en prosa de Matías de Berg. Es una colección de 48 elegantísimas odas en loor de David. A cada una acompaña (de igual suerte que a los Monumenta humanae salutis), un grabado.

Hymni et Saecula, sive poemata sacra... Antuerpiae, ex officina Plantiniana, 4 tomos, 16.º, 1593. Esta copiosísima y excelente colección de poesías sagradas se divide en dos partes: la 1.ª (Hymni) abraza seis himnos y una oda, la 2.ª (Saecula) se divide en seis libros, dedicando las odas de los cuatro primeros y las elegías del 5.º a los sucesos de la ley antigua, y el 6.º, titulado Oriens a los de la vida de Jesucristo. Antecede a la colección un prólogo en defensa de la verdadera poesía escrito por Pedro de Valencia.

No sería temerario afirmar en vista de esta y las producciones anteriores que Arias Montano es quizá el príncipe de nuestros poetas latinos modernos, habiéndole perjudicado sólo para [p. 160] alcanzar tal concepto su fama de escriturario, que ha hecho olvidar el resto de sus merecimientos.

Speculum vitae et passionis Christi... Antuerpiae, 1573. Esta obra, que no conocemos, quizá sea el libro VI de los Hymni et Saecula.

Commentaria in XII Prophetas minores: ad Ecclessiam Catholicam illiusque Pontificem summum et legitimos ministros. Antuerpiae, apud Plantinum, 1571, folio. Antuerpiae, apud Plantinum, 1583, 4.º mayor muy abultado.

Esta obra, primera de las expositivas de Arias Montano, fué comenzada en 1567 y terminada en 1569. Empezó nuestro autor sus tareas expositivas por los profetas menores, porque abundaban menos las exposiciones acerca de ellos. Precede a los Comentarios una larga disertación preliminar, y a cada uno una invocación en verso, terminándolos con sendas odas en acción de gracias. La exposición se dirige principalmente al sentido literal, y cada profecía lleva un elegante prefacio.

Elucidationes in quatuor Evangelia. Antuerpiae, 1575, 4.º

In Acta Apostolum Elucidationes.

In omnia Sanctorum Apostolum Scripta.

In D. Joannis Apostoli et Evangelistae Apocalypsim Significationes. Antuerpiae, 1588, 4.º

Citadas por Nicolás Antonio:

De optimo imperio sive in librum Josue Commentarius. Antuerpiae, 1583, 4.º

De varia republica, sive in librum Indicum Commentarius. Antuerpiae, 1592, 4.º

De los libros históricos del Antiguo Testamento no llegó a exponer Arias Montano más que estas dos Josué y los Jueces.

Commentaria in Esaiae Prophetae Sermones... Antuerpiae, apud Balthasarem Moretum, 1599, 4.º Obra póstuma, de igual suerte que esta otra:

Commentaria in XXX priores Davidis Psalmos. No pudo terminar esta exposición, sorprendido por la muerte.

Trabajos para la Biblia Regia.

Consta esta admirable Poliglota de 8 volúmenes en gran folio. El 1.º comprende el Pentateuco, el 2.º desde Josué hasta los Paralipómenos, el 3.º desde Esdras hasta el Eclesiástico, el 4.º los [p. 161] profetas mayores y menores y los Macabeos, todo en hebreo (exceptuando, naturalmente, los siete últimos capítulos de Ester, el Eclesiástico, Baruch, el libro primero de los Macabeos y la parte deutero-canónica del libro de Daniel) con los Targumin o paráfrasis caldaicas (donde las hay), la versión griega de los setenta, el texto de la Vulgata y traducciones latinas de los demás. El 5.º comprende el Nuevo Testamento, texto griego y siriaco (repetido con caracteres hebreos), acompañado el primero de la traducción Vulgata, y el segundo de la de Guido Fabricio. El tomo 6.º (primero del Aparato) contiene gramáticas y diccionarios de las lenguas hebrea, caldea, siriaca y griega.

En el 7.º vuelve a insertarse el texto hebreo acompañado de la interlineal de Santes Paguino, corregido por Arias Montano, Rafheleng y los hermanos Guido y Nicolás Fabricio, y el griego del Nuevo Testamento, con interlineal trabajada exclusivamente por Arias Montano.

El 8.º es todo de tratados de este, y se considera como el 3.º del Aparato. Comprende:

De hebraicis idiotismis. En 43 reglas generales comprende los idiotismos más frecuentes, insertando un catálogo de los restantes.

Liber Joseph, sive de arcano sermone. En este libro, clave del sentido alegórico de la Escritura, hay una disertación preliminar De divisione rerum en que el autor se muestra filósofo luliano.

Líber Jeremiae, sive de actione.

Tubalcain, sive de sacri ponderibus atque mensuris.

Phaleg, sive de gentium sedibus primis.

Chanaam, sive de duodecim gentibus.

Caleb, sive de terrae promissae partitione.

Unidos constituyen un tratado de geografía sagrada.

Nohah, sive de sacris fabricis.

Aaron, sive sacrorum vestimentorum ornamentorumque summa descriptio.

Nehemías, sive de antiquae Jerusalem situ.

Daniel, sive de saeculis. Es un tratado de cronología.

De varia in Bibliis Hebracis lectione ac de Mazoreth ratione atque usu. Tratado sobre los puntos masoréticos y la conservación de los códices hebreos.

De Psalterii Anglicani exemplari Animadversio. Niega la [p. 162] antigüedad y mérito de dicho ms. del Psalterio, que perteneció a Tomás Moro, y después poseyó el mismo Arias.

Va ilustrado este tomo con mapas, planos, láminas, tablas cronológicas, variantes e índices.

Hay edición suelta (y no muy rara) del Aparato hecha en Leyden, 1593, por Francisco Rapheleng. Añadióse un tratado de hebraicorum librorum scriptione et lectione escrito por el mismo Arias Montano para responder a sus émulos.

Dictatum Christianum, sive aureus de Christi vita ac doctrina libellus. Antuerpiae, 1575, 12,º De este manual de piedad hay traducción castellana de Pedro de Valencia (vid. su artículo) y francesa impresa en Amberes, 1579, 8.º

Trabajó además en el Indice Expurgatorio, ya citado, y dejó inéditas las obras siguientes, cuyos mss. conservó Pedro de Valencia, heredándolos su hijo Juan, gentilhombre del Duque de Feria, de cuyas manos pasaron a las del Marqués de Mondéjar, en cuya biblioteca los vió Nicolás Antonio:

Humanae rationis exempla illustriora.

Explicatio orationis Dominicae.

Paraenesis ad mentem propriam ex verborum sacrorum interpretatione composita.

Animadversiones de Hebraicorum Bibliorum varia scriptione et lectione, atque de vario Interpretum instituto. (Es sin duda el tratado incluído al final de algunas ediciones del Aparato.)

Commentaria in Psalmos Davidis (tal vez diferentes o continuación de los impresos).

Commentaria in Evangelium Mathei (distintos acaso de los estampados).

De Vulgata editione.

Adam, sive de humani sensus interprete lingua, communibusque linguorum omnium rudimentis. (Habiéndose perdido este trabajo, sin duda interesantísimo, no sabemos si colocar a Arias Montano entre los padres de la Gramática General o entre los de la Filología Comparada.)

Pro hebraicis excemplaribus et lingua.

De proposito Dei.

Notae in Genesim.

Varia Carmina.

[p. 163] Discurso sobre la fundación que hizo el Rey D. Felipe II, de monjes de la Orden de S. Agustin.

Así este, como la traducción de La Lección Cristiana, la carta a Alonso Ramírez, el discurso sobre si los premios merecidos por hazañas son bien o mal dados, y el del día verdadero de la pasión de Cristo, que N. Antonio cita como obras de Montano deben ser de Pedro de Valencia, pues autógrafos existen en un códice de escritos suyos conservado en la B. N. (Vid. Valencia. )

Dícese que en la Biblioteca de Oxford se guarda una Apología de la Biblia Regia hecha por A. Montano.

Adición a sus obras impresas:

Antiquitatum Judaicorum libri IX. Lugduni Batavorum, typis Raphelengii, 1593, 4.º (Es el Aparato ya citado.)

Liber generationis et regenerationis Adam sive de Historia generis humani, operis magni pars prima, id est, anima. Antuerpiae, apud Plantinum, 1593, 4.º Trata del alma racional, de su caída y rendención, etc., exponiendo la historia bíblica hasta la ascensión del Redentor. La segunda parte de esta obra debía titularse Corpus, pero de ella se publicó sólo un retazo.

Naturae historia, prima in magno operis corpore pars. Ex officina plantiniana B. Moreti, 1601, 4.º mayor. Es un tratado de historia natural tomado principalmente de la escritura. Al final de este tomo, como del primero, van poesías latinas de gran mérito.

Traducciones

La interlineal del Nuevo Testamento, y corrección en el antiguo de la de Santes Pagnino (Vide suprà). En la segunda colaboraron con él Rapheleng, yerno de Plantino, y los Fabricios. La versión interlineal publicada en la Poliglota antuerpiense ha tenido, y conserva autoridad grande entre los hebraístas. Con ser sumamente literal, no adolece de oscuridad ni de dureza, ni ofrece tantos giros exóticos como otras interpretaciones de la verdad hebraica.

Paráfrasis poética del Cántico de los Cánticos. Circuló ms. en tiempo del autor, y se menciona en el proceso de Fr. Luis de León. Un largo fragmento se insertó por error en la Musa Urania, [p. 164] de Quevedo, casi un siglo después, (1670 vid. Quevedo.) El resto ha estado inédito hasta 1816, en que, según Carvajal, apareció en un folleto que no hemos habido a las manos. Bölh de Fáber la incluyó no completa, tomándola de esta edición en el tomo III de su excelente: Floresta de rimas antiguas castellanas. Hamburgo, Perthes y Basser, 1825.

Como no abunda en España esta colección y la Paráfrasis bellísima de Arias Montano presenta allí no pocas supresiones y variantes (juzgamos que lo mismo acontecerá en el impreso de 1816), hemos determinado ponerla como apéndice a este artículo, deseando que sea más y más conocida tan valiosa imitación de la poesía hebraica, igual o superior a lo mejor que en su género posee nuestra lengua. Es un dechado de riqueza, de lozanía, de sencillez encantadora, que verdaderamente suspende y maravilla. Con ser paráfrasis, el espíritu poético del original hebraico está reproducido con fidelidad suma.

Seguimos en nuestra impresión el códice M-98 de la Biblioteca Nacional que contiene además Poesías de Fr. Luis de León, y así se rotula; letra de fines del siglo XVII, copia sin duda de otro ms. más antiguo. Con esta señal: X, notamos los pasajes omitidos por Böhl en su Floresta.

Davidis Regis ac Prophetae aliorumque sacrorum vatum psalmi, ex hebraica veritate in latinum carmen a Benedicto Aria Montano observantissime conversi. Antuerpiae ex officina Christophori Plantini, MDLXXIII. 8.º

Fidelidad y exactitud apenas concebibles en una traducción poética, pureza de lenguaje digna de Vida, de Fracastorio o de cualquiera otro de los grandes poetas latinos del Renacimiento, versificación flúida, variada y verdaderamente horaciana son las dotes de este áureo libro, que para vergüenza nuestra tenemos olvidado, al paso que nuestras Sociedades de bibliófilos publican tanta obra inútil y de ningún provecho. La famosa traducción (en verso latino) de Samuel Jonston es, en mi concepto, inferior a la de Arias Montano.

Traducción en verso castellano de varios salmos. No hemos logrado ver copia antigua de este trabajo, que otros atribuyen a Fr. José de Sigüenza. El señor D. Adolfo de Castro (Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, tomo II, Observaciones [p. 165] preliminares) cita y transcribe una hermosa traducción del Miserere en octavas rimas. Carvajal no la menciona, limitándose a mentar una explicación en prosa del mismo Salmo. El señor Fernández Espino [1] cita un códice de la biblioteca del señor Álava, en Sevilla, que contenía esta y otras exposiciones castellanas de Psalmos. El texto del Miserere publicado por D. Adolfo de Castro se tomó de unas hojas ms. al fin de un ejemplar de los Salmos Latinos que poseía en Cádiz D. Joaquín Rubio. Por su mérito, que rivaliza con el de la paráfrasis de los Cantares, hemos juzgado oportuno colocarle al fin de este artículo.

Paráfrasis del Eclesiastés. El P. Juan de Pineda (In Eclesiasten Commentarius) cita este trabajo escriturario, calificándole de nimiamente literal. El señor Caminero (Manuale Isagogicum in Sacra Biblia) atribuye a Arias Montano una traducción y comentario anónimos del Eclesiastés existente en la Biblioteca del Escorial (Vid. Anónim.). Es dudoso, sin embargo, que le pertenezca: 1.º, porque lleva comentario, y el de Arias Montano no le tenía, al decir del P. Pineda; 2.º, porque está hecha del latín, y Arias Montano solía traducir directamente del hebreo; 3.º, porque está en prosa, y la Paráfrasis de Montano era poética, al decir del comentador jesuíta.

Aforismos sacados de la Historia de Cornelio Tácito. Barcelona, 1614, por Sebastián Mathevad.

Va acompañado de las Centellas de varios Conceptos y los Avisos de amigo, colecciones de máximas formadas por D. Joaquín Setanti. Los aforismos que Arias Montano extractó de Tácito son 500, sin ilustración ni comentario alguno.

Itinerarium Benjamin Tudeleensis Judaei, ex Hebraico in Latinum sermonem conversum. Antuerpiae, apud Plantinum, 1575.

Curiosa traducción del célebre viaje de Benjamín de Tudela, reimpreso en hebreo y latín por Constantino L'Empereur (Lugduni Batavorum, apud Elzevirios, 1633. 8.º).

En el tomo XLI de Documentos Inéditos para la Historia de España, pp. 127 a 418, se publicó la correspondencia de Arias Montano con Felipe II, el secretario Zayas y otros sujetos, desde 1568 a 1580. Casi todas estas cartas (cuyos originales existen en [p. 166] Simancas) versan sobre la impresión de la Biblia Regia y los tropiezos que la puso León de Castro. Otras tratan de negocios de Flandes y de Portugal, etc. Forman una serie curiosísima.

Santander, 16 agosto, 1876.
PARÁFRASIS DEL SALMO L
hecha por el Maestro Benedicto de Arias Montano
Dios, que en la eterna cristaliana cumbre
Respetado de arcángeles, habitas,
Pues la misericordia es la costumbre
En que más de ordinario te ejercitas,
Según la grande, inmensa muchedumbre
De tus misericordias infinitas,
Borra de mis delitos el proceso
En tu divina eternidad impreso.
Este frágil, caduco pecho mío
Que en el cieno del mundo se revuelve,
Vuelve a lavarle en el profundo río
Que nasce de tu mar, y a tu mar vuelve;
Que limpio de aquel loco desvarío
Que, como el humo en nada se resuelve,
Podrá quedar, mirando a su pobreza,
Humilde imitador de tu pureza.
Mi miseria conozco. No te asombre
Que lo diga, Señor, de tal manera
Que cuando quieres tú bajar al hombre
Sirve el conocimiento de escalera.
Mi pecado cruel, que tiene nombre
Y aún hechos bravos de espantable fiera,
Por hijo es menester que le declare
Pues, cual víbora, mata a quien le pare.
Contra ti solo cometí la ofensa,
Que en ofrecer mis trazas no me fundo;
Porque estoy cierto que mi culpa inmensa,
Después de ti, es mayor que todo el mundo;
Yo cometo este mal sin recompensa
Delante tu valor, que es sin segundo,
Aunque también, Señor, fuera lo mismo
Cuando lo cometiera en el abismo.
[p. 167] Cuando tu espada, que un cabello corta
Romper quiera mi pecho mal regido,
Por lo que tiene de palabra, importa
Cumplir lo que a tu gente has prometido;
El golpe y la crueldad templa y reporta
De tal suerte, mi Dios, que seas vencido
Cuando entrares de amor en las peleas,
Y vencedor cuando juzgado seas.
Para saber cuán miserable vengo
A ofrecerte del alma los despojos,
Mira el pecado original que tengo,
Aunque es objeto indigno de tus ojos,
Y si en sus vanidades me entretengo,
Disculpa en cierto modo mis antojos,
Que no es mucho ser padre del pecado
Quien dél fué concebido y engendrado.
Mira que la verdad es una dama
Que en un espejo de cristal se mira;
En tu pecho encendió la ardiente llama
Que por los ojos el amor respira,
Y aunque la he conoscido por la fama
Ya he visto su beldad que al mundo admira,
Y el bien, de habella visto me resulta
De tu sabiduría cierta, oculta.
Rocíame, Señor, con el tu hisopo,
Que en la verdad que digo he descubierto,
Que, aunque dificultad en ella topo
Sé que ha de ser, pues lo dijiste, cierto,
Y quedaré tan blanco como el copo
De la nieve más cándida del puerto,
Cuando entre sus diáfanas blancuras
Se revuelven del sol las luces puras.
Alégrese mi oído temeroso
Con la voz que se forma en tu garganta,
Cuyo divino acento milagroso
Al cielo alegra y al infierno espanta,
Que pues criaste al cielo poderoso
Con sola una palabra tuya, santo,
Con ella quedarán regocijados
Estos huesos humildes quebrantados.
De los pecados miserables míos
Aparta esa divina faz serena,
Que está, por ver mis locos desvaríos,
[p. 168] De furia, saña y de venganza llena,
Y ya que de león tienes los bríos,
Procura, pues tus pies en el arena
Escriben mis pecados cuando corren,
Que con la cola de tu amor se borren.
Cría en mi pecho un corazón tan puro,
Que viva en él la humana carne muerta,
Porque este que aborrezco está tan duro,
Que ser nada conviene que se advierta;
Aunque, pues es creación lo que procuro,
Que habrá de ser de nada es cosa cierta.
Cría, Señor, con admirables mañas
Un espíritu recto en mis entrañas.
No me apartes, Señor, de tu presencia,
Porque será del todo deshacerme;
Que, si estás donde quieres por esencia,
Para apartarme, en nada he de volverme.
Tu espíritu que en mí tiene asistencia,
Después que tanto quiso engrandecerme,
No deje libre el corazón esquivo,
Que quedar libre dél es ser cautivo.
.....................................................
Como al bien que pretendo me remontes,
A cuantos aborrecen tu memoria
De lejos mostraré los altos montes
Por donde va el camino de tu gloria;
Y el que hace temblar los horizontes
Con la gran voz de su crueldad notoria
Viendo que no tomaste en mí venganza,
Ya que no tendrá fe, tendrá, esperanza.
Líbrame, Dios mío, de la muerte,
Que me ofrece mi cuerpo, mi enemigo,
Que dos veces te llamo desta suerte
Por mostrar el fervor con que lo pido.
Mi lengua, en todo vigorosa y fuerte,
Quiere de tu clemencia ser testigo (sic),
Y alabarla también con voz propicia,
Revuelta y disfrazada en tu justicia.
Abre, Señor, estos rebeldes labios,
Que cerrados están con los cerrojos
De la gran multitud de los agravios
Que cometí en presencia de tus ojos;
Y esta boca mortal, que a tantos sabios
[p. 169] Suele causar de confusión enojos,
Ocupará de hoy más la lengua suya
En la grandeza milagrosa tuya.
Si sacrificios solos te obligaran
A perdonar estos pecados graves,
La tierra, el agua y viento me prestaran
Gran multitud de fieras, peces y aves;
Pero estas cosas juntas no reparan
Un pecado mortal; pues, según sabes,
Para tener de sacrificio nombre,
Ha menester el corazón del hombre.
El sacrificio para ti más bueno
Es la pena y tormento que padesce
Un espíritu humano que está lleno
De las tribulaciones que aborrece;
Del corazón, que de sí mismo ajeno,
Con la humildad profunda resplandece,
Es menester, Dios mío, que te agrades,
Pues eres tan amigo de humildades.
Con tu benignidad que causa espanto,
El monte Sión es bien que adviertas
En este pecho, que deshace en llanto
De su ferocidad las cumbres yertas.
Traza, pues, Señor mío, el lugar santo,
Los altos muros, las famosas puertas,
Las fuertes torres y las casas ricas
De esta Jerusalén que en mí fabricas.
Que entonces, a pesar del mundo vano,
Darte podrán mis sacrificios gusto,
Cuando al altar divino y soberano
Los lleve un corazón sincero y justo;
Y entonces con mi propia, indigna mano,
Del animal más fiero y más robusto
Arrojaré, de amor y temor ciego,
La palpitante víctima en el fuego.
Glorifíquese el Padre a quien adora
La máquina del círculo estrellado,
Y el Hijo eterno que en su pecho mora,
Y el Espíritu, dellos emanado;
Como era en el principio y es agora,
Y ha de ser en el tiempo, que esperado
Es para eternizar y hacer bendito s
Los siglos de los siglos infinitos.

Hállase en la Historia de los protestantes españoles, de D. Adolfo de Castro (Cádiz, 1852).

[p. 170] PARÁFRASIS DEL CÁNTICA

CANTICORUM

de Salomón, en modo pastoril, hecha por el Maestro Benedicto de Arias Montano

CANCIÓN PRIMERA
En los floridos campos de Giona (valles),
Junto con el otero,
Do el hijo de Jessé, zagal chapado,
Por tirar con la honda muy certero
La su gentil corona
Ganando, fué entre todos el primero (señalado);

Allí en un verde prado
Vi debajo una sombra una pastora
Graciosa y bella, aunque algo tostadilla;
Páreme por oilla
Y a ver que cosa fuese causadora
Del ansia gastadora,
Que dentro en sí tenía,
Porque con los suspiros, que enviaba,
Tales que el aire ardía,
Encendida en deseos se mostraba.

En su cantar sentí que amor la fuerza
Y no se dá reposo,
Haciendo al delicado pecho guerra,
Solo por el deseo de un su esposo,
Al qual llamarse esfuerza,
Tanto que mueve a compasión la tierra.
X No mucho se destierra
Su esposo, porque está también herido
De una otra flecha tanto más pujante
Y no poder apacentar sus ojos. X
Y jamás no pudiendo
Sus ansias refrenar que no rompiesen,
Este cantar diciendo
Lugar daba a sus quejas que saliesen.
CAPÍTULO 1.º
Esposa
Theolampo mío, ¿qué tardanza es esta?
¿Ay quien te me detiene?
[p. 171] ¿Dónde estás? ¿no respondes? ¿qué te has hecho?
¿Como no quieres que en tu ausencia pene
Aquella a quien le cuesta
Tu amor el corazón que está en su pecho?
Bien sientes que despecho
Tengo conmigo misma, no te viendo,
Porque tengo temor que no me quieras;
Si tú mi amante fueras
Vinieras, la tardanza no sufriendo.
Yo juro que en te viendo
Sería yo guarida
Y aunque la muerte ya de mí triunfase
Tornaría a la vida,
Si un beso de tu boca yo alcanzase.
No hay en el mundo más sabroso vino,
Que al bebedor contente
Y quite sus cuidados y dolores
Y le haga a gran bien estar presente,
Que a aquel dulzor divino
Se pueda comparar de tus amores,
Pues solos los olores
Que de ti salen, tanto acá trascienden
Y en tanto amor encienden
Como olios, que derrama
Algalia que en bujetas se reparte;
Así huele tu fama,
Que a todas las doncellas hace amarte.
Pluguiese a Dios del cielo que me asieses,
Theolampo, de la mano
Y me llevases una vez contigo,
Seguirte hía con correr liviano
Por do quiera que fuesses;
Que sin ti estando, no estaría conmigo.
X Este mi rey, que digo
Me dará entrada en su palacio eterno,
Donde veremos todas sus riquezas
Y si allá me avezas
Conmigo sentirás un gozo tierno;
Y todo mi gobierno
Será siempre decir
Que no hay vino, que iguale con tu amor;
Y tú podrás sentir
Cuánto te hace amable este dulzor. X
Aunque parezco en mi color morena,
Solimitanas dueñas,
En todo el resto soy graciosa y bella,
[p. 172] Como los pabellones que en las breñas
Y por la ardiente arena
Están tendidos, que el alarbe huella,
Tan linda como aquella
Cortina que en su templo Salomone
Tendió, que dentro gran riqueza muestra
Y fuera desta muestra
¿Porqué el color moreno espanto pone?
¡Ay! Dios se lo perdone,
Los hijos de mi padre me forzaron
Que guardando sus viñas me tostasse
Y nunca me dejaron
Que la mi viña propia bien guardasse.
Hazme saber, oh amor del alma mía
Do el tu ganado pace
Y hacia dónde conduces tu rebaño,
O cuando el sol en la mañana nace
O cuando el aire encalma,
Do lo defiendes del calor estraño;
Porque si yo me engaño
En te buscar, sin ir do estás muy cierta,
Andando por los montes y las fuentes,
Amor, no paras mientes
Que andaré fatigada y casi muerta
Y si por caso acierta
Verme quien no conozca,
Al punto pensará de mí mil males,
Que ando de choza en choza
Buscando sin vergüenza los zagales.

Al dulce lamentar de aquesta amante
Callaba el campo todo,
Movido a compasión de una tal queja,
Y no es tan vano el lastimero modo
Que el alma no quebrante
A su esposo, que della no se aleja.
Amor ya no le deja
Ni su alma tierna puede ya sufrillo
Atormentar su amada con silencio
Que le es amargo asensio
Ver el mal de su esposa y no guarillo
Y con un son quedillo (que oillo)
Bien cedo le responde (Bien pueda),
Cantando porque más su pecho mueva
Desde las breñas donde
Por más requiebro su presencia encueva:
[p. 173] ESPOSO
Eumenia para mí dulce y graciosa
Más que mujer de cuantas hoy se arrean,
Si tú no sabes, mi querida esposa
Hallar las mis ovejas, do sestean
Recoge tu ganado presurosa
Y tus cabritos que pacer desean;
La huella ven siguiendo a los pastores,
Que entre ellos hallarás a tus amores.

Más linda, más graciosa y más lozana
Eres a los mis ojos, mi querida,
Que la yegua de Egipto muy galana,
Que en el mi carro suele andar uncida,
Tus mejillas, Eumenia, muy de gana
Entre sus joyas tienen mi alma asida,
Dos tórtolas te tengo, muy labradas
De oro en blanca plata rematadas.
ESPOSA
¡Cuán dulce es tu presencia, esposo amado!
Mis cosas todas sienten su alegría.
Mira en sentirte donde estás sentado
Qué olor esparce la bujeta mía!
Un manojo de mirra muy presciado,
Que siendo amargo, un suave olor envía,
Manojo es para mí mi esposo bello,
Entre mis pechos quiero yo traello.

De cánfora un racimo muy suave
Donde sale el licor que siempre dura,
Que junto al mar que no sustenta nave,
En las viñas de Eugaddi es su postura;
Tal es quien de mi pecho tiene llave
Y solo cierra y abre su clausura,
Y aun poca suavidad es la que digo,
Mayor espira de mi dulce amigo.
ESPOSO
La beldad toda en ti hace aposento,
En ti, mi amiga, anida la lindeza,
Tus ojos que me dan tan gran contento
En su mirar honesto y su belleza,
Sus rayos, su color, su movimiento,
Su redondez estraña y su grandeza,
[p. 174] Semejan mucho a los de la paloma,
Cuando por la mañana el rayo asoma.
ESPOSA
Tu gracia y tu beldad es la que abrasa
Mi corazón contino en viva llama;
De flores que cogí, cuando más rassa
El alba estaba, es hecha nuestra cama,
De madera de cedro es nuestra cassa,
Que grande suavidad de sí derrama,
El corredor cipreses lo sustentan
Porque del tiempo injuria nunca sientan.
CAPÍTULO 2.º
ESPOSO
Tal soy como en el campo nunca arado
Rosa que lejos con su olor se estiende
Y la su vista a nadie se defiende
Y crece más su olor, cuando es hollado,
Viene en ella el rocio descombrado,
No tiene impedimento,
Para su crecimiento
Y da gran ornamento,
Tal que cualquiera a verla es convidado.

Soy el lirio, en los valles, esmerado,
Nacido entre los prados deleitosos,
Que entre las verdes uvas, muy hermosos
Sus vástagos estiende y muy presciado;
Por el mi olor de todos soy amado
Y al dulce movimiento
Del pasagero viento
De mí espira un aliento
De grande suavidad acompañado.

Aquella que me vino tanto en grado
Tal es entre los rostros muy hermosos
De las mujeres, como entre enojosos
Espinos es el lirio delicado,
Que mientras más está dellas cercado,
Mayor contentamiento
Da con su vencimiento
Y a su crecer esento
El sol le da favor muy abastado.
[p. 175] ESPOSA
Es el mi esposo tan aventajado
Entre los hombres más presumptuosos
Cuanto entre los espesos y montuosos
Ramos, el verde cedro es estimado;
El fruto que produce es muy loado
Y cuando yo me siento
Cansada y sin aliento,
Debajo dél me asiento.
¡Oh cuán dulce su fructo he yo hallado!
En la bodega de mi dulce esposo
Entré yo no por mí, mas por su guía,
Porque su dulce amor es mi bandera.
¡Ay, ay, Amor dulce y gracioso,
Cómo me privas de la fuerza mía:
Dadme, dadme del vino, que no muera,
Poned manzanas a mi cabecera
Y otros olores con que me consuele,
Traed, traed de vino vasos llenos,
Henchid, henchid mis senos
De olor que dentro de mi pecho vuele,
Porque de amor el corazón me duele.

No puedo ya, no puedo ya tenerme,
Porque el amor la fuerza me ha robado,
Y gran desmayo acometerme siento.
¡Oh! si viniese el mi bien a valerme,
Solo sintiesse yo estar a mi lado,
¡Cómo tornaría era mí con gran aliento!
La izquierda mano por sustentamiento,
Sintiesse yo debajo de mi cuello,
Y sobre mí ciñese su derecha,
Solo esto me aprovecha,
Que otro remedio procurar, sin vello;
Es no cobrar vigor, antes perdello.
ESPOSO
Doncellas frescas de Hierusalem,
Que por espessos bosques y dehesas
Andáis la dulce caza ejercitando,
Así os suceda en caza siempre bien
Y de rústicas ciervas y monteses
Astas tornéis a casa trïunphando,
Que cuando veáis en sueño reposando
Mi dulce amor, no me la despertedes,
[p. 176] Dejalda reposar, dejalda duerma,
Que está de amor enferma,
Hasta que ella despierte, así os gozedes,
Y así nunca os mientan vuestras redes.
ESPOSA
¿Engáñome o es la voz de aquel que amo,
Ella por cierto es esta que he sentido?
Helo, helo do viene con presteza,
¡Oh esposo amado mío, a quien yo amo,
Con qué velocidad a mí has venido!
Que no te estorba monte ni aspereza;
Cabra montés con tanta ligereza
No corrió ni el cabrito aguija tanto.
Tras la pared se puso acá en viniendo,
Mirando está y riendo
Helo por la ventana, helo, al canto
De la mi reja esté mi esposo sancto.

Hablóme el mi querido «vente amiga
Levanta de do estás y vente presto,
Belleza a quien mis ojos se ligaron,
Que el frío que a los cuerpos da fatiga
Pasó ya y el invierno tan molesto,
Las nubes ya sus vassos los cerraron,
Las flores sus capullos ya rasgaron,
Ya se comienza a engalanar la tierra
Y el canto de las aves ya resuena.

En esta sazón buena
La tortolica, a quien amor da guerra,
Cantando, por los árboles se encierra.
Ya muestra la higuera el dulce parto,
En cierne están las pampanosas vides,
Del año está vencido el bello cuarto
Y quita las tristezas y pasiones.
Ven presto, amiga, presto, no te olvides,
Que si el camino mides
Con priessa, bien me hallarás, zagala,
Ven, ven, Paloma mía bella y tierna.
Aquí está una caverna,
En este risco y en aquesta escala
Un agujero está que dentro cala.

En estas cuevas verte yo querría,
Amorosa y dulcissima paloma,
Aquí haremos bien, nuestra compaña,
Tu voz oyendo yo me alegraría,
[p. 177] Y tu figura que el mí pecho doma.
Ven a mis ojos con terneza estraña.
Matad la mala casta que nos daña,
Matad las raposillas más pequeñas,
Que hacen tanto daño en el renuevo
De mi majuelo nuevo,
Buscadles sus camadas por las breñas,
Y dad con ellas en las duras peñas.

Mío es aquel esposo y yo le tengo,
Que entre los lirios su postura hace,
Aquel que liga todo a sí el deseo,
A solos sus amores yo me tengo,
Seré yo suya, mientras no deshace
Su tela aquesta vida que poseo,
En el su amor toda mi alma empleo;
Recoge, esposo, presto, que hay gran fiesta,
Que de calor el mundo se abochorna,
Vuelve, que ya las sombras huyen, torna,
Torna ligero como cabra presta,
Como el gamito aguija por la cuesta.
CAPÍTULO 3.º
ESPOSA
¡Ay triste! ¿qué haré,
Pensaba que en mi cama
De noche al mi querido hallaría,
Mas nunca lo hallé,
Por donde se derrama
Y de mí huye toda la alegría.
En esta ciudad mía,
Con gran passion andando,
Buscarlo determino;
Ni calle ni camino
Ni barrio he de dejar, mi amor buscando.
Mas, ¡ay! que no le hallo
Cansada entre los hombres de buscallo.
Las guardas me encontraron,
Las guardas y la ronda
Que toda la ciudad siempre rodea,
Pregunto si toparon
Aquel a quien abonda
La gracia, al que mi corazón desea.
Pasé desta ralea
[p. 178] De bulliciosa gente
Y luego me encontrara
Con el que yo buscara:
Asíle por la mano fuertemente
Y no le dejo estar,
Hasta en cas de mi madre lo encerrar.

Y ruego vos, doncellas las de Hierusalem,
Que por los bosques fieras perseguides,
Así las cabras bellas
Matéis y así también
No erréis las ciervas cuando las seguides.
Que cuando vos sentides
Que duerme mis amores
No le hagáis estruendo,
Dejaldo estar durmiendo
Y cesen vuestros silbos y clamores
En este sueño fuerte,
Hasta que de su grado se despierte.

¿Qué linda nube es esta
Que sube del desierto,
Como nube de humo muy fragante;
De mirra va compuesta
Y con gentil concierto
Mezclada con incienso de Levante,
X Perfume tan pujante,
Cuando el calor le gasta
Jamás tan bello y tanto bien criatura,
Parece una mixtura
De todos los olores, una pasta
Suave es este olor,
Bien muestra ser hechura del amor X.
En derredor del lecho
Que tiene Salomone
Están setenta hebreos caballeros,
Armado bien su pecho,
Cada uno bien se pone
Su espada muy a punto de guerreros,
En el reñir muy fieros,
Estén todos armados,
Espanto pone el vellos,
Nadie osa acometellos,
En torno de su cámara aprestados,
Su oficio es defender
A quien de noche viene a acometer.

Una gran tienda armó
Salomón poderoso.
[p. 179] En Líbano se hizo su madera,
Columnas le formó
De aquel metal precioso
Que es blanco y fuerte y lucio en gran manera.
El techo no es cualquiera,
Mas hecho de oro fino,
De púrpura entoldado
Y al rededor cercado,
Está cubierto de un amor divino,
Amor tal que enamora
A cualquier dama que en Solima mora.

Doncellas de Sión,
Salid a las fenestras,
Salid de vuestras casas presurosas,
Mirad a Salomón,
Veréis las bellas muestras,
Las que de ver beldad sois deseosas;
De piedras tan preciosas,
Que no hay valor que cuadre.
La su corona toda,
El día de su boda
Le puso en la cabeza la su madre,
Porque en aqueste día,
Dentro del pecho alberga la alegría.
CAPÍTULO 4.º
ESPOSO
Morada de belleza
Eres, amiga mía, eres hermosa,
Tus ojos de graciosa
Paloma son, los lindos tus cabellos
Castaños, crespos, bellos
Que llegan a cubrir hasta los ojos,
Quitando mil enojos,
Cual linda vista nace en la aspereza
Del monte de Gileza
El hato de las cabras que paciendo
Lo cubre todo con graciosa gira,
Quien los tus ojos mira
Ovejas trasquiladas ve volviendo
Del agua, cuando de lavarse vienen
Ovejas tienen todas ¡qué riqueza!
Tus labios son de grana,
El tu hablar cautiva con su gracia,
[p. 180] Es grande su eficacia,
Un casco de granada es la tu frente
Hermosa y transparente,
Esta al galán cabello sobrepuja,
Por ella mi amor puja,
Tu cuello y tu garganta tan lozana
Es la torre galana
Que hizo el rey David para defensa,
De sus almenas cuelgan mil adargas,
Y llevan otras cargas,
Que del contrario nunca teme ofensa;
Tus pechos dos cabritos saltadores
Que entre las flores pacen, la mañana.

Hasta que amanse el día
Con aire mientras que la sombra huye,
Que el sol la disminuye
Al oloroso monte recogerme
Quiero y allá tenerme,
Al monte do la mirra se desgaja
Y do el incienso cuaja.

Toda eres hermosa, amiga mía,
Y falta en ti no había,
Del Líbano te ven acá conmigo;
Ten ojo donde estoy desde el collado
Que en Amna está empinado;
Deja a Samnir y Hermon, por el tu amigo,
Cata que allí hay leones y pardales
Que dos mil males hacen a porfía

Tomado has señorío
Dentro en mi corazón, dentro en mi pecho,
Y reina era él te has hecho,
El fuego de tus ojos me venció
Y el tu cabello ató
Mis manos, sin poder descabullirme,
No puedo dél guarirme,
Esposa, hermana en quien el alma fió,
Mas dulce es sin desvío
El amor tuyo y fuerte más que el vino
Y de tus ropas un olor se estiende
Que mucho mas trasciende
Que la preciosa algalia y ámbar fino,
Tu boca estila miel y leche dulce
Que bien demulce y ama el gusto mío.
El líbano fragante
No iguala al resplandor de tu vestido,
Esposa, dulce nido
[p. 181] De mi alma. Tu belleza es como un huerto
Que no lo halla abierto
Ninguna bestia cuando va a dañallo
Ni puede desbardallo:
Y siempre en su belleza está constante.
Eres fuente manante
De claras aguas, limpias y durables,
Que está cerrada en modo que no llegue
Quien suciedad le pegue.
Son tus pimpollos plantas deleitables,
Granados con su fructo muy gracioso
Ciprés hermoso y nardo de levante.

El nardo, el azafrán,
Suave casia, suave cinamomo,
Cualquiera planta y pomo
Y flor que suavidad de sí despida,
Su mirra que convida
Con áloes a todos a cogella
Y cualquier cosa bella
De buen olor en el mi huerto están,
Las aguas que allá van
Un pozo es siempre lleno
Que del Líbano monte va manando.
¡Oh vientos, vos, soplando
Mezclad aqueste olor del huerto ameno,
Porque si mi Teolampo al huerto asoma
Las frutas coma que mis plantas dan.
CAPÍTULO 5.º
ESPOSO
Eumenia hermana y muy querida esposa,
Yo vine al huerto en nombre mío plantado,
Allí cogí de mirra mil manojos,
Allí panales dulces he gustado,
Allí bebí la leche muy sabrosa
Y el vino que ahuyenta los enojos.
Hermanos de mis ojos,
Comed, comed, amados compañeros,
Bebed muy placenteros,
En tiempo tan alegre bien podéis
Beber cuanto queréis,
Bebed hasta embriagaros que gozedes
Porque vuestros cuidados desechedes.
[p. 182] ESPOSA
Desnuda estaba yo, más bien he oído
La voz de mi consuelo, bien la entiendo
Llamando estar, que aunque yo estoy en sueño
Mi corazón jamás está durmiendo.
ESPOSO
Amiga, hermana, a verte soy venido
Paloma mía, ¿no entiendes mi reseño?
Belleza en quien me empeño
Ábreme que es tan noche, hay gran sereno,
Eumenia por quien peno,
Pues no es posible no me aver sentido,
Desde que soy venido,
Mira que de la noche y del rocío,
Mojado traigo mi cabello y frío.
ESPOSA
Dejé yo al acostarme mi camisa,
¿Cómo la vestiré tan fría estando?,
Lavé mis pies, pues tornaré a ensuciarme,
Mas siento que mi esposo anda probando
De abrir y mis entradas de tal guisa
Alborotado se han con su llamarme,
Que quiero levantarme
Y sin tardanza iré corriendo a abrirle
Que solo ya en sentirle,
Mis manos frías mirra destilaban.

Mas ay que mi placer es ya de cierto
Que no se halla aquí cuando hube abierto.
Busquélo y díle voces, no responde.
Los guardas de la noche a mí vinieron,
Muy mal y crudamente me trataron,
Las maestras de los golpes que me dieron
Dan testimonio tal que no se esconde,
Las guardas de los muros me robaron,
Mi manto me quitaron,
Ruegoos, señores, por amor de Dios,
Que si por acá vos
Aquel por cuya ausencia peno veis,
Que luego le contéis
Cuantas pasiones causa en mí su amor,
Que estoy por él enferma de dolor.
[p. 183] CORO
Pues tanto, bella, tanto nos suplicas
Y tanto estás por el su amor penando,
¿Cómo podremos viendo conocerlo,
Si de las señas deste tuyo amante
Tú no nos das aviso y nos lo esplicas?
ESPOSA
Muy bien podréis, Señoras, vos saberlo
Que solamente en verlo
Lo estrañaréis: él es como una rosa
Su vista es muy graciosa,
Es rojo y blanco, bien como si en leche
Un rojo clavel se eche;
Es señalado entre infinita gente,
De todos su belleza es diferente.
Ceñida trae la su cabeza de oro,
Espesso más que un bosque su cabello,
Más negro que el color que al cuervo enmanta;
Sus ojos que dan bien a conocello
Son como los de un cisne muy decoro,
Que de un lago de leche se levanta.
Es la belleza tanta
De sus mejillas, que es muy semejable
Al campo deleitable,
Donde las olorosas flores crecen;
Sus labios se parecen
A lindas rosas y advertid bien, dueñas,
Que estilan de sí mirra por más senas.

Redondos son los dedos de sus manos
Como sortija que a jacinto abraza,
Su pecho más que un vaso de marfil,
Dos mármoles muy blancos y sin raza
Sobre dos vasos de oro muy galanos
Sus piernas son; su vista es tan gentil
Cual por el mes de abril
El Líbano gracioso se demuestra,
Mirad si es linda muestra,
Su gentileza escede y su estatura
Al cedro en el altura,
Su paladar y cuanto en él se halla
Todo es dulzura y perfección sin falla.
[p. 184] CORO
Dechado de belleza,
Pues ¿cómo se te fué el que tanto adamas?
¿A dónde está el que amas?
Si sabes atinar a donde fué
Dínoslo tú porque
Tenemos gran mancilla de escucharte
Y queremos buscando acompañarte.
CAPÍTULO 6.º
ESPOSA
Aquel que en mis entrañas hizo nido
Buscando lo hallé entre sus vergeles,
Que allí por recrearse era venido,
Entre olorosas plantas y donceles,
Andar cogiendo rosas le he sentido,
Los blancos lirios, flores y claveles.
Mío es él, mío y yo soy suya cierto
De aquel que coge lirios en mi huerto.
ESPOSO
Eumenia dulce y muy graciosa hermana
Hermosa más que Tiro y más amable
Que la Hierusalem ciudad galana,
Más fuerte que una escuadra inespugnable,
Abaja la tu vista más que humana
Que es tu mirar en hito intolerable,
Cuando alzas los tus ojos robadores
Luego me rindo todo a tus amores.

Cuando yo el tu galán cabello veo,
De bellas cabras hato me parece,
De aquellas con que el monte Hycadeo
Cuando por él se tienden, se ennoblesce,
Tus dientes viendo ser ovejas creo
Cuya lana lavando se emblanquece,
Ovejas parideras a porfía,
Que entre ellas una sola no hay vacía.

Graciosa, bella y roja es la tu frente,
Como los cascos son de la granada,
Y más que tu cabello preeminente,
Tiene su resplandor mi alma robada,
Cuarenta son mis reinas y más veinte
[p. 185] Entre otras que no hay cuenta señalada,
Más una es sobre todas la paloma,
Que con su amor el corazón me doma.
Es una aquesta sola que más quiero
Y de su madre mas querida hija,
Cuantas mujeres ven este lucero,
Esto que mis entrañas regocija,
Se espantan y la alaban por entero,
Por verla quien más puede más aguija.
¿Quién es esta alba, sol y bella luna?
¿Qué fuerte es esta más que otra ninguna?

Yo vine al huerto de las nogaledas
Y a las regueras do el agua camina,
Por contemplar las frescas arboledas,
También por ver si mi parral germina,
Y por mirar los bosques y veredas
Y ver si la flor abre granadina,
¿Qué es esto? ¿quién me dió alas que volase,
O caballo ligero en que tornase?
CORO
Torna, Señora, torna, sulamita,
Mira cuántas estamos esperando,
Deseosas de ver la tu infinita
Belleza que no harta contemplando.
¿Qué espanto es ese en ver la sulamita?
¿Cómo estáis tanto verla deseando?
Repartidas estáis y hechas calle,
Como escuadrón se parte en un gran valle.
CAPÍTULO 7.º
ESPOSO
En el meneo, en el andar gracioso
Los tus pies vencen toda hermosura,
Con su calzado rico y ornamento,
La redondez del pecho y su espesura
Es como un bel collar, que un gran maestro
De oro torneó en gentil hechura,
Tu ombligo fabricó tan bien natura
[p. 186] Como una bella luna en redondeza
Y siempre es fuerte, siempre fructo tiene,
Tu vientre cual conviene,
Como un montón de trigo que en belleza
Envuelto en lirios viene.
Tus pechos do se anidan los amores
Parecen dos cabritos saltadores.
Tu cuello es una torre de marfil,
Tus ojos claros, llenos, refulgentes,
Como piscinas hechas en Esbón,
Junto a la puerta, que a las muchas gentes
Reciben; y el tu rostro tan gentil
Parece al muy hermoso torrejón,
Que hacia Damasco tiene el Libanón.
La tu cabeza tiene semejanza
A aquel Carmelo monte muy famoso
Y el oro muy precioso
Que de llaneza en hermosura alcanza
A un rollo muy hermoso
De púrpura que bien bebió del tinte,
Que no hay mejor belleza que se pinte.

Toda eres bella y tienes el primado
En hermosura y gracia y gentileza,
No hay quien pueda acabar de bien loarte,
Quien viere tu estatura toda bella,
Como quien mira palma, el rostro alzado
Así conviene en alto a ti mirarte,
Tus pechos son racimos por lindo arte
De la natura obrados; yo querría
Subir en estas plantas a coger
Sus ramos a placer,
Tus pechos bellos son en demasía
Racimos de bel ver,
Y el suave olor que tu nariz espira
Olor de fructo es que a todos tira.
ESPOSA
Cuando mi amado algún buen vino bebe
Tanto aquella dulzura le transporta
Que habla como aquel que está dormido,
Cuando su paladar la habla le corta;
Otra dulzura tanta dél nos viene
Oque a todos saca fuera de sentido,
Yo toda soy de mi esposo querido
[p. 187] Y él me quiere a mi bien, que bien le entiendo,
Si tu quisieses ora, mi Teolampo
Salgámonos al campo,
Iréte mis amores refiriendo
Y cuanto por ti habré pasado en llanto
Y dormiremos por las caserías,
Pasando así las noches y los días.
Veremos la mandrágora si huele
Si ha abierto ya su flor y tanta fruta
Como tengo apartada para ti
Que tengo mucha allí,
Della en sus ramos, della más enjuta,
Que muchos dias ha que la cogí,
Pues tú la has de gozar y no otro hombre
Pues toda se cogió y guardó en tu nombre.
CAPÍTULO 8.º
ESPOSA
Después que la mi alma
Gustó de tus amores
Suaves más que cosa de la tierra,
Jamás mi deseo encalma,
Más con nuevos ardores
Abrasa mis entrañas do se encierra,
Que cuando se destierra
De mí la tu presencia
Muero por te buscar
Y nunca te apartar
Porque me da gran pena la tu ausencia
Y siempre estoy en quejas
Cuando de mí, Teolampo mío, te alejas.

Pluguiese a Dios me fueses,
Teolampo, como hermano
Y el pecho de mi madre tú mamases,
Porque siempre anduvieses
Conmigo por la mano
Y nunca de mi casa te apartases,
Y cuando me encontrases
Mil besos te daría
Y quien me viese así
No burlaría de mí,
Y luego a casa yo te llevaría
Y de adobado vino
Te daría, y del mosto granadino.
[p. 188] Doncellas cazadoras
Las de Hierusalem,
Así de amor gocéis, os ruego y pido,
No seáis despertadoras,
Dejad dormir mi bien,
Dejadlo hasta que quiera estar dormido.
CORO
¿Quién mueve tal ruido?
¿Cúya es esta doncella,
Que al su esposo pegada
Viene muy namorada?
ESPOSA
Só este árbol su madre le ha parido,
Aquí le parió cierto,
Só este árbol do fué de mí despierto.
ESPOSO
Suave dulce amiga,
Por quien yo peno y muero,
Querría de tu amor estar seguro,
Por tanto tú me sigues
Y ténme muy entero
En el tu corazón sincero y puro,
Querría, yo te juro,
En el tu pecho estar,
Con un muy fuerte sello
Tal que otro alguno no pudiese vello;
Y en el tu brazo andar
Y si tú aún me quieres,
Mi alma vestirás de mil placeres.

Si bien supieses cual
Es del amor la fuerza
Y cuánto es el dolor que hay en los celos
Golpe es más que mortal
Que mucho más nos fuerza,
Son más que sepulturas los recelos,
Debajo de los cielos
No hay llama tan ardiente,
Juego que tanto dura,
Que no sea gran frescura
Si a la llama de amor se represente,
[p. 189] No la podrá apagar
Cuanta agua hay en los ríos y en la mar.

Si alguno con riqueza,
Con cuanto haber se puede
Quisiere el amor tuyo rescatallo,
Poderes, fortalezas
Ni cuanto se concede
Al mundo era bastante de apreciallo
Y digno de desprecio
Sería el que presume
Poner amor en precio
En pos de amor que todo lo consume
Y el amador alanza
Riqueza, vida y honra y cuanto alcanza.

Niña es y muy pequeña
Que el pecho aún no le apunta
A esta nuestra hermana que tenemos,
Cuando dará ya seña
De ser a esposo junta
¿Qué se hablará della? ¿Qué haremos?
Será bien que miremos,
Con qué la adornaremos.
ESPOSO
Si tiene algún cimiento
Haremos fundamento
Y un palacio de plata labraremos
Y sus puertas serán
De cedro que jamás se cerrarán.
ESPOSA
Más fuerte que soy yo
Palacio no se halla
Ni muro que a los males no resista,
Mis pechos los juzgó
Portones muy sin falla
El que me amó después que me hubo visto
El Rey Salomón vía,
Su hacienda la confía,
Por renta en manos cada cual le pone
De plata mil monedas
Por el fructo de vides y arboledas.

La viña que yo hé
Yo misma me la puse
[p. 190] Y yo me hago el fructo y soy la guarda,
Cuanto más ganaré,
No permitiendo que use
Ni que otro la toque en la su barda.
ESPOSO
Eumenia, mientras guarda
Tu huerto tu presencia
Y allá asentada estás
Gran gozo me darás
Si pones en cantar gran vehemencia
Y un tal cantar me cantes
Que a todos los mis émulos espantes.
ESPOSA
Amado, pasearás los frescos montes
Más presto que el cabrito
Que la cabra montés y que el gamito.
Fin.

Copié esta paráfrasis del códice M. 98 de la Biblioteca Nacional rotulado Poesías de Fr. Luis de León, letra de fines del siglo XVII. No me he atrevido a corregir el texto, ni aún en los casos en que está evidentemente errado. Esta copia ofrece notables variantes, cotejándola con la misma Paráfrasis de Arias Montano, inserta en la parte 3.ª de la Floresta de Rimas antiguas castellanas, de Böhl de Faber (Hamburgo, 1825). Un fragmento de esta poesía se insertó por equivocación en la Musa Urania, de Quevedo (Madrid, 1670). Los pasajes notados con esta señal: X, no se hallan en la edición de Böhl de Faber.

Madrid, 14 de noviembre de 1873.                                    M. M. P.

Notas

[p. 165]. [1] . Estudios de Literatura y Crítica. Sevilla, 1864.