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Obras completas de Menéndez... > HISTORIA DE LAS IDEAS... > I : HASTA FINES DEL SIGLO XV > ADICIONES Y ENMIENDAS

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Los textos de los ᾽Απομνημονεὺματα de Xenofonte relativos a las conversaciones de Sócrates que se citan en la página II, están muy abreviados en nuestra exposición, y como su interés es tan grande por ser los primeros vagidos de la especulación estética, nos parece conveniente traducirlos íntegros con la mayor fidelidad posible, mucho más por estar en un libro todavía no vertido al castellano (Lib. III, cap. X).

«Cuando Sócrates hablaba con los artífices que ejercen las artes por dinero, siempre su conversación les era útil. Habiendo ido una vez a casa del pintor Parrasio, y entrando con él en coloquio, le dijo: ¿No es verdad, ¡oh Parrasio! que la pintura ( γραϕική ) es representación de las cosas visibles ( ή ε&1;κασ&1;α τῶν όρωμ&2;νῶν ), puesto que vosotros imitáis por medio de colores los cuerpos cóncavos y los elevados, y los obscuros y los lúcidos, y los duros y los blandos, y los ásperos y los suaves, y los viejos y los nuevos?—Bien dices, le respondió Parrasio.—Y cuando imitáis las formas bellas; como no es fácil hallar en un solo hombre todas las perfecciones; congregando de muchos lo que en cada uno os parece más bello, hacéis un cuerpo que parezca totalmente hermoso.—Así lo hacemos, replicó el pintor.—¿Y podéis imitar también los afectos de un alma persuasiva, dulce, amistosa y digna de ser amada y deseada; o esta alma no será imitable?—¿Y cómo ha de ser imitable, ¡Oh Sócrates! lo que no tiene simetría ni color ni otra ninguna de las cosas que hace poco decías; ni de ningún modo es visible?—¿Y no acontece que el hombre mira amistosa u hostilmente a otros hombres?.—Así me parece.—Luego esto podrá expresarse [p. 528] en los ojos.—Ciertamente, dijo Parrasio.—Y en las cosas prósperas y adversas que suceden a los amigos, ¿te parece que tienen el mismo semblante los que miran con solicitud o no?—De ningún modo, a fe mía, porque en las prosperidades tienen el semblante alegre y en las adversidades triste.—¿Luego también será posible representar estas cosas?—Si por cierto, dijo Parrasio.—Luego también un ánimo magnífico y liberal, y otro abatido e iliberal, y uno prudente y mesurado, y otro petulante y ajeno de honestidad, podrán manifestarse por la fisonomía ( τοΰ προσώπου ) y por los ademanes de los hombres, ora estén en reposo, ora en movimiento.—Rectamente hablas.—Luego estas cosas serán imitables.—Así es, dijo Parrasio.—¿Y qué imágenes crees que ven de mejor gana los hombres, las que representan costumbres buenas, bellas y amables o las de objetos torpes, malos y viciosos?—Ciertamente, ¡oh Sócrates! que hay gran diferencia entre estas imágenes.

»Habiendo ido otra vez a casa del escultor Clitón, trabó conversación con él, y le dijo:—Veo y sé, ¡oh amigo Clitón! cuán bellos son los corredores, luchadores, púgiles y pancratiastas que tú haces; pero quisiera saber de tí de qué modo consigues que parezcan vivos, que es lo que principalmente recrea la vista de los hombres.—Y como Clitón dudase algo antes de responder, añadió Sócrates:—¿No es verdad que asimilando tu obra a las formas de los seres vivos, consigues que parezcan más vivas aún tus estatuas?—Sí por cierto, dijo Clitón.—¿Luego también cuanto se manifiesta en los cuerpos por medio del gesto, la elevación y la depresión, la comprensión y la dilatación, la intensión y la remisión, podrás expresarlo de tal modo que parezcan tus simulacros muy semejantes a las cosas verdaderas y puedan atraer igualmente que ellas?—Así es, dijo Clitón.—¿Y no es cierto que el imitar las acciones de los cuerpos humanos, no causa agrado a los que las contemplan?—Verosímil me parece.—Por lo tanto, los ojos de los que pelean deberán ser representados como amenazando, los ojos de los que vencen como alegrándose.—En verdad que sí.—Luego puede el escultor representar las acciones del alma por medio de la forma ( Δε&1;... τὸν ἀνδριαντοποιὸν τά τῇς ΨυΧῇς ἒργα τῳ ε&λσθυο;δει προσεικάζειν )».

CAP. VIII.—«Preguntó Aristipo a Sócrates si conocía alguna cosa bella.—Muchas, contestó Sócrates.—¿Pero todas semejantes entre sí? dijo Aristipo.—En cierto modo algunas son muy desemejantes.— [p. 529] ¿Y cómo es posible que cosas tan desemejantes de otras cosas bellas tengan belleza?—¿Pues no ves que el hombre hermoso para la carrera es muy desemejante del hombre hermoso para la palestra, y que el escudo, hermoso para proteger, en nada se parece al dardo, hermoso para herir rápida y velozmente?—Me respondes lo mismo (dijo Aristipo) que cuando te pregunté si conocías algún bien.—Y ¿tú crees por acaso que una cosa es lo bueno y otra cosa lo bello, e ignoras que las cosas bellas y las buenas se refieren a los mismos principios? Porque en primer lugar, la virtud es a un tiempo buena y hermosa, y los hombres, por unas mismas razones, son llamados hermosos y buenos, y de igual modo los cuerpos humanos y todas aquellas cosas de que los hombres usan se llaman justamente buenas y hermosas, en cuanto son acomodadas a su fin ( καλά τε κἀγαθἀ νομ&ΧιρΧ;ζεται͵ πρὂς ἄπερ ἄν εὕΧρηστα ῇ ).—¿Luego también será hermosa la cesta que sirva para llevar el estiércol?—Si por cierto; y en cambio será feo un escudo de oro, siempre que aquél esté perfectamente hecho para el uso a que se destina, y este otro no.—¿Dices, por consiguiente, que una misma cosa puede ser bella y fea?—Sí que lo digo; y añado que puede ser a un tiempo buena y mala. Muchas veces, lo que es bueno para el hambre es malo para la fiebre, lo que es bueno para la fiebre es malo para el hambre, lo que es hermoso para la carrera es torpe para la lucha, y al contrario; porque todas las cosas son buenas y bellas cuando sirven a su objeto, todas son feas y malas cuando no sirven.

»Cuando decía el mismo Sócrates que es lo mismo una cosa hermosa que una cosa útil ( ο&ΧιρΧ;κ&ΧιρΧ;ας... τἀς αὺτἀς καλάς τε ε&λσθυο;ναι κα&Δαγγερ; Χρησ&1;μους ), me parece que enseñaba como deben edificarse las casas. Porque razonaba de este modo: El que construye una casa, ¿no debe procurar que sea de habitación lo más agradable y útil posible? Concebido esto, ¿no será agradable tener una casa fría para verano y caliente para invierno? Pues bien: en los edificios que dan al Mediodía, en invierno resplandece el sol en las habitaciones, y en verano, caminando el sol sobre nosotros y sobre el techo, nos proporcionan sombra. Por lo cual, si todo esto es verdad, deben edificarse más altas las casas que dan al Mediodía, para no excluir el sol de invierno, y más bajas las que miran al Septentrión, para que no las hieran los vientos fríos. Y diciéndolo en suma, aquel edificio, en que puede uno recogerse con más comodidad en todas [p. 530] estaciones del año, aquél será sin duda el más agradable y el más hermoso. Las pinturas y los colores varios quitan más deleite del que dan. Para los templos y las aras, estimaba ser el lugar más conveniente el más alejado de la vía pública, cosa grata para verlos y venerarlos aun desde lejos, no menos que para acercarse a ellos con pureza».

En el libro IV, cap. VI (diálogo con Eutidemo) se repite en términos expresos la confusión entre lo bello y lo útil ( τὸ Χρήσιμον ἄρα καλόν ὲστι πρὀς ὂ ἄν ῇ Χρήσιμον ).

El Hipias mayor de Platón parece escrito para contradecir, en nombre de la idea transcendental de lo bello, este punto de vista inmanente o más bien empírico, que era el de muchos socráticos como Xenofonte, y que pudo muy bien ser el del mismo Sócrates cuya metafísica debe tenerse en gran parte por invención de su más glorioso discípulo. Pero también puede sospecharse que Xenofonte (que tanto distaba de ser filósofo), ha interpretado a su manera, un tanto vulgar, estas palabras socráticas, donde quizá era secundaria la consideración de la utilidad, y mucho más esencial la indagación del concepto propio de cada ejercicio o actividad humana, que era una de las materias favoritas de las conversaciones de Sócrates, no ya sólo con pintores y escultores, sino con oficiales mecánicos como el armero Pistias, y aun con gentes de tan vil oficio como la hetaira Teodota (vid. Zeller, Die Philosophie der Griechen in ihrer geschichtlichen Entwickelung dargestellt, 4.ª ed. 2.º vol. pág. 91).

PAG. 124 (nota).—Dos trozos inéditos del Coricio de la Biblioteca Nacional, uno de los cuales es el elogio de Aratios, gobernador de Palestina, y de Stéfano, gobernador de la misma provincia en tiempo de Justiniano; y el otro (único que importa a nuestro asunto) que contiene una apología de los Mimos, y en ella pormenores nuevos y curiosos para la historia del teatro, fueron publicados por mi malogrado amigo el ilustre helenista Carlos Graux en la Revue de Philologie, tomo I, págs. 55-85 y 204-47. Cobet habló de esta publicación en la revista Mnemosyne (1877, segundo cuaderno), y Gomperz en la Revue de Philologie, tomo II, 1878, primer cuaderno.

Notas