Vida de Miguel de Cervantes Saavedra

D. Gregorio Mayans i Siscar
Bibliothecario del Rei Catholico

Supuesto retrato de Miguel de Cervantes, por Juan de JáureguiMIGUEL de Cervantes Saavedra, que viviendo fue un valiente soldado aunque mui desvalido i escritor mui célebre pero sin favor alguno, después de muerto es prohijado a porfía de muchas patrias.* Esquivias dice ser suyo. Sevilla le niega esta gloria i la quiere para sí. Lucena tiene la misma pretensión. Cada una alega su derecho, i ninguna le tiene.

1. Defiende la parte de Esquivias don Thomás Tamayo de Vargas,** varón eruditíssimo, quizá porque Cervantes llamó famoso a este lugar, pero el mismo Cervantes se explicó diciendo: Por mil causas famoso: una, por sus ilustres linages, i otra, por sus ilustríssimos*** vinos.

2. El grande émulo de Tamayo, don Nicolás Antonio, patrocina la causa de Sevilla i, para provarla, alega dos razones o congeturas. Dice que Cervantes siendo niño vio representar en Sevilla a Lope de Rueda, i añade que los apellidos de Cervantes i Saavedra son sevillanos. La primera congetura prueva poco.Yo, siendo niño, vi representar en el theatro de Valencia un gran comedión (que es el único que he visto) i no soi de Valencia, sino de Oliva. Fuera de esto, diciendo Cervantes que1 Lope de Rueda, varón insigne en la representación i en el entendimiento, fue natural de Sevilla, era natural también llamarla su patria; i ni en erre ni en otros lugares donde nombró a Sevilla, la reconoció como tal.

La segunda congetura aún prueva menos: porque si Miguel de Cervantes Saavedra huviera sido de los Cervantes i Saavedra de Sevilla, siendo nobles estas familias, lo huviera él apuntado en alguna parte hablando en tantas de sí, i lo más que dijo fue ser hidalgo sin añadir circunstancia que indicasse su solar, i, a ser natural de Sevilla, en las mismas familias sevillanas de Cervantes i Saavedra se huviera conservado desde aquel tiempo la gloriosa memoria de aver dado a España tan ilustre varón. Prueva que huviera alegado don Nicolás Antonio, siendo desta opinión i natural de Sevilla.

3. En Lucena dicen que ai tradición de aver nacido allí. Quando se prueve la tradición o se exhiba la fe de su bautismo, deveremos creerlo.

Su patria

4. Entre tanto, tengo por cierto que la patria de Cervantes fue Madrid, pues él mismo en el Viage del Parnaso2 despidiéndose de esta grande villa le dice assí:

A Dios, dige a la humilde choza mía.

A Dios Madrid, a Dios tu prado i fuentes,

que manan néctar, llueven ambrosía.

A Dios, conversaciones suficientes

a entretener un pecho cuidadoso

i a dos mil desvalidos pretendientes.

A Dios, sitio agradable i mentiroso,

do fueron dos gigantes abrasados

con el rayo de Júpiter fogoso.

A Dios, theatros públicos, honrados

por la ignorancia que ensalzada veo

en cien mil disparates recitados.

A Dios, de San Felipe el gran passeo,

donde si baja o sube el turco galgo,

como en gaceta de Venecia leo.

A Dios, hambre sotil de algún hidalgo,

que por no verme ante tus puertas muerto

hoi de mi patria i de mí mismo salgo.

5. Hecha esta observación, he recurrido a los apuntamientos que hizo don Nicolás Antonio para formar su Bibliotheca, i en la margen de ellos he hallado añadida esta misma prueva de la patria de Cervantes, pero deseoso don Nicolás de mantener su antigua opinión concluye assí: si bien mi patria se puede entender por España toda. Qualquiera que lea atenta i desapasionadamente los tercetos de Cervantes juzgará que esta interpretación de don Nicolás Antonio es violenta i aun contraria a la mente de Cervantes, porque los cinco primeros tercetos son una definición descriptiva de Madrid, los dos primeros versos del sexto terceto una apóstrofe o razonamiento dirigido a su hambre, i el último verso un retorno a la villa de Madrid donde ya avía dicho que tenía la humilde choza suya, de la qual salía por ir al Parnaso, viage cuya descripción le sacava de tino.

Hoi de mi patria i de mí mismo salgo.

Fuera de esto, en el terceto inmediato dice assí:

Con esto poco a poco llegué al puerto

a quien los de Cartago dieron nombre,

cerrado a todos vientos i encubierto.

A cuyo claro i singular renombre

se postran quantos puertos el mar baña,

descubre el sol i ha navegado el hombre.

6. Si Cervantes entendiera por patria suya a toda España (cosa mui impropia i que no cabía en su pluma), al salir de ella sería quando la llamaría patria, pero no hablando con Madrid i al salir de esta villa para Cartagena, i más caminando poco a poco para llegar a aquel famoso puerto donde se avía de embarcar para hacer con Mercurio el viage del Parnaso.

7. Quede, pues, por assentado que Madrid fue la patria de Miguel de Cervantes Saavedra i también el lugar de su habitación. El mismo Apolo dio las señas de ésta en el sobrescrito de una graciosa carta que dice assí:3 A Miguel de Cervantes Saavedra en la calle de las Huertas, frontero de las casas donde solía vivir el príncipe de Marruecos en Madrid. Al porte medio real, digo diez i siete maravedís. I parece que su habitación no era mui acomodada, pues en el fin de la descripción de su viage dijo:

Fuime con esto, i lleno de despecho

busqué mi antigua i lóbrega posada.

8. Nació Miguel de Cervantes Saavedra año 1549, según se colige de esto que escrivió4 día 14 de julio del año 1613: Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cinqüenta i cinco de los años gano por nueve más i por la mano. Por la mano entiendo yo la anticipación de algunos días, de manera * que en mi sentir nació en el mes de julio, i quando escrivía esso tenía 64 años i algunos días.

Sus estudios

9. Desde sus primeros años tuvo grande afición a los libros, de suerte que hablando de sí dijo:5 Yo soi aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles. Amó muchíssimo las buenas letras i totalmente se aplicó a los libros de entretenimiento, como son las novelas i todo género de poesía, especialmente de autores españoles e italianos. En estos géneros de letras fue su erudición consumadíssima, como lo manifiesta el donoso i grande escrutinio de la librería de Don Quijote,6 las frequentes alusiones a las historias fabulosas, los exactíssimos juicios de tantos poetas 7 i su Viage del Parnaso.

Su empleo, núm. 10.

10. De España passó a Italia, o bien para servir en Roma al cardenal Aquaviva, de quien fue camarero,8 o bien para militar, como militó algunos años siguiendo las vencedoras banderas de aquel sol de la milicia Marco Antonio Colona.9

Su professión

11. Fue uno de los que se hallaron en la célebre batalla de Lepanto, donde perdió la mano izquierda de un arcabuzazo10 o, a lo menos herida dél, le quedó inhábil.11 Peleó como devía un tan buen christiano i soldado tan valiente. De lo qual él mismo se gloría, no sin razón, diciendo muchos años después:12

Arrojóse mi vista a la campaña

rasa del mar, que trujo a mi memoria

del heroico don Juan la heroica hazaña.

Donde con alta de soldados gloria,

i con propio valor i airado pecho,

tuve (aunque13 humilde) parte en la vitoria.

Su cautiverio, su redención y su aplicación a la cómica

12. Después, no sé cómo ni quándo, le apresaron los moros i le llevaron a Argel. De aquí coligen algunos que la Novela del cautivo14 es una relación de las cosas de Cervantes. I por esso añaden que sirvió en Flandes al duque de Alva, que alcanzó a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara llamado Diego de Urbina, i después, hecho ya capitán de infantería, se halló en la batalla naval yendo con su compañía en la capitana de Juan Andrea, de la qual saltó en la galera de Uchali, rei de Argel, i, desviándose ésta de la que avía envestido, estorvó que con sus soldados le siguiessen i assí se halló solo entre sus enemigos, herido, sin poder resistir, i en fin de tantos christianos vitoriosos sólo él gloriosamente cautivo.

Todo esto* i mucho más refiere de sí el cautivo que es el principal sugeto de la dicha Novela, el qual después de la muerte de Uchali Fartax, que quiere decir el renegado tiñoso (porque avía sido uno i otro), recayó en el dominio de Azanaga, rei cruelíssimo de Argel, el qual le tenía encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baños,** donde encierran los cautivos christianos, assí los que son del rei como de algunos particulares i los que llaman de almacén, que es como decir cautivos del Concejo, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace i en otros oficios; i estos tales cautivos tienen mui dificultosa su libertad que como son del común i no tienen amo particular, no ai con quien tratar su rescate.

Uno de los cautivos que por aquellos tiempos avía en Argel, juzgo yo que fue Miguel de Cervantes Saavedra, i tengo para esto una prueva manifiesta en lo que de él dijo el cautivo hablando de las crueldades de Azanaga: Cada día ahorcava el suyo, empalava a éste, desorejava aquél, i esto por tan poca ocasión, i tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo i por ser natural condición suya ser homicida de todo el género humano. Sólo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el qual, con aver hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años i todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo ni se lo mandó dar ni le dijo mala palabra, i por la menor cosa de muchas que hizo temíamos todos que avía de ser empalado i assí lo temió él más de una vez; i si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo digera ahora algo de lo que este soldado hizo que fuera parte para entreteneros i admiraron harto mejor que con el cuento de mi historia.

Hasta aquí Cervantes hablando de sí mismo en boca de otro cautivo, de cuyo testimonio consta que sólo fue soldado i assí se llamó en otras ocasiones15 i no alférez i capitán, títulos con que se huviera honrado a lo menos en el frontispicio de sus obras si los huviera tenido. Cinco años i medio fue cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades.16 Bolvió a España i se aplicó a la cómica. Compuso varias comedias que se representaron con aplauso por la novedad del arte i adorno de las tablas, el qual devieron al ingenio i buen gusto de Cervantes los theatros de Madrid. Tales fueron Los tratos de Argel, La Numancia, La batalla naval i otras muchas,17 manejando Cervantes el primero i último assunto como testigo de vista.

También compuso algunas tragedias que fueron bien recibidas.18 Su buen amigo Vicente Espinel, inventor de las décimas que por él se llamaron espinelas, le juzgó digno de ponerle en su ingeniosa Casa de la memoria,19 quejándose de la desgracia de su cautividad i celebrando la gracia de su genio poética en esta octava:

No pudo el hado inesorable avaro,

por más que usó de condición proterva

arrojándote al mar sin propio amparo

entre la mora desleal caterva,

hacer, Cervantes, que tu ingenio raro

del furor inspirado de Minerva

dejasse de subir a la alta cumbre

dando altas muestras de divina lumbre.

Antes que Espinel, explicó estos mismos pensamientos Luis Gálvez de Montalvo en uno de los sonetos que preceden a La Galatea, que dice assí:

Mientras del yugo sarraceno* anduvo

tu cuello preso i tu cerviz domada,

i allí tu alma al de la fe amarrada

a más rigor, mayor firmeza tuvo,

gozóse el cielo, mas la tierra estuvo

casi viuda sin ti, i desamparada

de nuestras musas la real morada

tristeza, llanto, soledad mantuvo.

Pero después que diste al patrio suelo

tu alma sana i tu garganta suelta

dentre las fuerzas bárbaras confusas

descubre claro tu valor el cielo,

gózase el mundo en tu felice buelta

i cobra España las perdidas musas.

La conclusión de este soneto prueva que Miguel de Cervantes Saavedra, aun antes de ser cautivo, era ya tenido en España por uno de los más ilustres poetas de su tiempo.

Sus obras y los seis libros de La Galatea

13. Pero, como el informe que se tiene por los oídos no suele ser el más exacto, quiso Cervantes sugetarse al riguroso examen que hacen los juicios de los letores en vista de las obras. En el año, pues, 1584 publicó Los seis libros de la Galatea, los quales ofreció, como primicias de su ingenio, a Ascanio Colona, entonces abad de Santa Sofía i después presbítero cardenal con el título de la Santa Cruz de Gerusalén. Don Luis de Vargas Manrique celebró esta obra de Cervantes con un soneto que, por ser mucho mejor que los que suelen hacerse, le pondré aquí:

Hicieron muestra en vos de su grandeza,

gran Cervantes, los dioses soberanos.

I, qual primera, dones inmortales

sin tassa os repartió naturaleza.

Jove su rayo os dio, que es la viveza

de palabras que mueven pedernales,

Diana el exceder* a los mortales

en castidad de estilo con presteza,

Mercurio las historias marañadas,

Marte el fuerte vigor que el brazo os mueve,

Cupido i Venus todos sus amores,

Apolo las canciones concertadas,

su ciencia las hermanas todas nueve,

i al fin el dios silvestre sus pastores.

14. Este soneto es una igualmente verdadera que hermosa descripción de La Galatea, novela en que Cervantes manifestó la penetración de su ingenio en la invención, su fecundidad en la abundancia de hermosas descripciones i entretenidos episodios; su rara habilidad en desatar unos ñudos al parecer indissolubles, i el feliz uso de las voces acomodadas a las personas i materia de que se trata. Pero lo que merece mayor alabanza es que trató de amores honestamente, imitando en esto a Heliodoro i Athenágoras; de los quales aquél nació en Emisa, ciudad de Fenicia, i escrivió Los amores de Theágenes i Clariquea, i éste no se sabe si vivió jamás porque, si son verdaderas las congeturas del sabio obispo de Avranches Pedro Daniel Huet, Guillermo Filandro fue el que compuso la Novela del perfeto amor i la prohijó a Athenágoras.

Como quiera que sea, nuestro Cervantes escrivió las cosas de amor tan aguda i filosóficamente que no tenemos que embidiar a la voracidad del tiempo las Eróticas o libros amorosos de Aristóteles, de sus dos dicípulos Clearco i Theofrasto, i de Aristón Ceo, también peripatético. Pero esta misma delicadeza con que trató Cervantes del amor temió que había de ser reprehendida, i assí procuró anticipar la disculpa: Bien sé (dice) lo que suele condenarse exceder nadie en la materia del estilo que deve guardarse en ella, pues el Príncipe de la poesía latina fue calumniado en algunas de sus églogas por averse levantado más que en las otras. I assí no temeré mucho que alguno condene aver mezclado razones de filosofía entre algunas amorosas pastoras que pocas veces se levantan a más que tratar cosas de campo i esto con su acostumbrada llaneza. Mas, advirtiendo que muchos de los disfrazados pastores de ella lo eran sólo en el hábito, queda llana esta obgeción.

No tuvo Cervantes igual disculpa que alegar en satisfación de otra censura que viene a parar en una nota de la fecundidad de su ingenio, i es que entretegió en esta su novela tantos episodios que su multitud confunde la imaginación de los letores por atenta que sea porque, enlazados unos con otros, aunque con gran artificio, este mismo no da lugar a seguir el hilo de la narración freqüentemente interrumpida con nuevos sucessos. Bien lo conoció él i aun lo confessó quando en boca del cura Pero Pérez (que era hombre docto, graduado en Sigüenza) i del barbero maesse Nicolás introdujo este coloquio:20 Pero ¿qué libro es (preguntó* el cura) ésse que está junto a él? (habla del Cancionero de Lope** Maldonado). La Galatea de Cervantes (dijo el barbero). Muchos años ha (respondió el cura) que es grande amigo mío esse Cervantes i sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención, propone algo i no concluye nada. Es menester esperar la segunda parte que promete. Quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; i entretanto que esto se ve,*** tenedle recluso en vuestra possada.

No llegó el caso de publicar La Galatea,**** aunque la prometió muchas veces.21 Una cosa noté algunos años ha22 i la repito ahora por ser propia del assunto, i es que el estilo de La Galatea tiene la colocación perturbada i por esso es algo afectado. Las voces de que usa son mui propias, su construcción violenta por ser desordenada i contraria al común estilo de hablar. Imitó en esto los antiguos libros de cavallerías, se conoce que de industria, i por el deseo que tenía de la novedad, pues su dedicatoria i prólogo tienen la colocación más natural, i las obras que publicó después, mucho más, de suerte que son una manifiesta retractación de su antiguo error. En La Galatea ai coplas de arte menor de suma discreción i dulzura por la delicadeza de los pensamientos i suavidad del estilo. Sus composiciones de arte mayor son inferiores, pero ai en ellas muchos versos que pueden competir con los***** mejores de qualquier poeta.

Don Quijote de la Mancha

15. Pero no es ésta la obra por la qual deve medirse la grandeza del ingenio, maravillosa invención, pureza i suavidad de estilo de Miguel de Cervantes Saavedra. Todo esto se admira más en los libros que compuso del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Éste fue su principal assunto, i el desapasionado examen de esta obra lo será también de mi pluma en estos mis apuntamientos de su vida, la qual escrivo con mucho gusto por obedecer a los preceptos de un gran honrador de la buena i feliz memoria de Miguel de Cervantes Saavedra que, quando no tuviera como tiene una fama universal, la conseguiría ahora por el favor de tan ilustre protector.23

16. Es la letura de los libros malos una de las cosas que corrompen más las costumbres i de todo punto destruyen las repúblicas. I, si tanto daño causan los libros que solamente refieren los malos egemplos, ¿qué no harán los que se fingen de propósito para introducir en los ánimos incautos el veneno almivarado con la dulzura del estilo? Tales son las fábulas milesias, llamadas assí porque se introdugeron en Mileto, ciudad de Jonia, provincia infamemente aplicada a todo género de delicias como también los sibaritas en Italia, de donde tomaron nombre las fábulas sibaríticas. El assunto de estas fábulas (hablo ahora solamente de las malas) suele ser destruir la religión, embravecer los ánimos, afeminarlos, o instruirlos en todo género de maldades.

17. Escrivieron los hebreos las desvariadas fábulas de la Cábala i el Thalmud para sostener los desatinos de su incredulidad con la crédula persuasión de las mentiras más ridículas, enormes i despreciables que se pueden imaginar, i para no dar asenso a la verdad de la religión christiana, más visible al mundo que la luz del sol, i es tal su afición a las patrañas que en la misma verdad desconocieron la verdad, llegando a persuadirse sin otro fundamento que su afición a las fábulas, que el libro de Job es una mera parábola. Diéronles fe los anabaptistas, i arrojada i temerariamente digeron que la historia de Esther i de Judith también eran parábolas compuestas por los hebreos para diversión del pueblo. Assí abusan ellos de sus fábulas para confirmar su secta, i de sus propias invenciones para destruir la verdad de las historias más authénticas que tiene el mundo i como tales nos las conservaron sus propios mayores.

18. Con este mismo intento de destruir la verdadera religión está escrito también el Alcorán de Mahoma, el qual, según observó el doctíssimo maestro Alexio Venegas:24 Contiene una secta quarteada cuyo principal quarto es la vida porcuna que dicen epicúrea. El segundo es tegido de ceremonias judaicas vacías de significado, que solían tener antes del advenimiento de Christo. El tercero quarto, de las heregías arriana i nestorea. El quarto quarto es la letra del evangelio torcida i mal entendida dilo conforme a su desvariado propósito. También son fábulas a este jaez La Cuna i Jara que urdieron los moros en san iglesia de malignantes.

19. El otro designio de los perversos libros milesios es afeminar los ánimos representando con viveza las cosas del amor i excitando con las imágenes pensamientos i deseos amorosos. En este género de escritos mucho mejor es no citar egemplos i, quando se alegue alguno, sea El asno de Apuleyo para que el mismo egemplo sea recuerdo de que la torpeza transforma a los hombres en bestias.

20. Afeminan los ánimos por una parte, i por otra los embravecen, ciertos libros que llamamos de cavallerías, porque en ellos se descriven las monstruosas hazañas de unos cavalleros imaginarios que tenían sus damas i por ellas hacían mil locuras, hasta llegar a hacerles oración invocándolas en sus peligros con ciertas fórmulas como si fuessen abogadas de las lides i peleas,25 i por su respeto emprendían i hacían mil locuras. La letura, pues, de estos libros incitava los ánimos a unas acciones bárbaras por el imaginario punto de defender las mugeres aun por causas deshonestas. I esto llegó a tal estremo que las mismas leyes lo juzgaron digno de reprehensión i como tal lo refieren entre los abusos diciendo:26 E aun porque esforzassen más, tenían por cosa guisada que los que oviessen amigas que las nombrassen en las lides, porque les creciessen más los corazones e oviessen mayor vergüenza de errar.

21. El último género de perniciosas novelas es el que, con pretexto de cautelar de la vida pícara, la enseña. De cuya composición tenemos en España tanto número de egemplos que sería cosa ociosa citar algunos.

22. De todos estos libros los que malearon más las costumbres públicas fueron los cavallerescos. Las causas de su introducción fueron éstas.

23. Las naciones septentrionales se apoderaron de toda Europa. Los habitadores de ellas arrojaron las plumas i empuñaron las armas. El que más podía, más valía. Pudo más la barbarie i salió vencedora i triunfante, quedaron abatidas las letras, perdido el conocimiento de la antigüedad i aniquilado el buen gusto. Pero como donde no se hallan estas cosas, la necessidad las echa menos, sucedieron en su lugar la falsa dotrina i depravado gusto. Escrivieron historias que fueron fabulosas porque se perdió o no sabía buscarse la memoria de los sucessos passados. Unos hombres que de repente querían ser los maestros de la vida mal podían enseñar a los letores lo que nunca avían aprendido.

Tal fue Thelesino Helio, escritor inglés que, cerca del año seiscientos quarenta, reinando Artús en Bretaña, escrivió los hechos deste rei fabulosamente. Imitóle Melquino Avalonio que, en tiempo del rei Vortiporio, cerca del año seiscientos cinqüenta, escrivió la historia de Bretaña mezclando los cuentos del rei Artús i de la Tabla Redonda. La historia publicada en nombre de Gildas por renombre el Sabio, monge que fue de Gales,* es del mismo jaez. Refiere las maravillosas hazañas del rei Artús, de Parceval i Lanzarote. El libro de Hunibaldo Franco, reducido a compendio por el abad Trithemio, es un montón de mentiras neciamente fingidas.

El otro libro falsamente atribuido al arzobispo Turpín, siendo posterior a él más de docientos años, trata de las hazañas de Carlo Magno llenas de patrañas, i se fingió en Francia, no en España como alguno dijo sólo porque quiso. Con essos libros se deven adocenar las fabulosas historias falsamente prohijadas a Hancón Fortemán i Salcón Fortemán, a Sivardo el Sabio, a Juan Abgil-lo,** hijo de un rei de Frisia, i a Adel Adelingo, decendiente de los reyes de la misma nación, todos los quales se dice que fueron frisios i se finge que vivieron en tiempo de Carlo Magno, cuyas cosas escrívieron.

24. También fue fabulosa la Historia de los orígenes de Frisia atribuida a Occón Escarlense, nieto, según fingen, de una hermana de Salcón Fortemán i coetáneo de Othón el Grande. Ni merece mayor crédito la historia de Gaufredo Monumetense, bretón, donde están escritas las hazañas del rei Artús i del sabio Merlín, por más que se diga que las sacó de memorias antiguas.

25. Éstas eran las historias que tanto se aplaudían entre las naciones que entonces eran menos rudas. Avía hombres neciamente ocupados en fingir i publicar tan extravagantes caprichos porque avía letores más necios que ellos que los leían i aplaudían i tal vez los creían.

26. Los trotadores también, quiero decir los poetas, que en tiempo de Ludovico Pío empezaron a cultivar la gaya ciencia, esto es, la poesía, como si digéssemos la ciencia festiva, se aplicaron a reducir al metro aquellas mismas patrañas i, cantándolas todos, se hicieron vulgares.

27. En España el uso de la poesía es mucha más antiguo. No trato de los tiempos más apartados del nuestro, i por esso no me valgo del testimonio de Estrabón.27 Hablo sólo de la poesía vulgar que llamamos ríthmica. No ai memoria de ella en toda Europa antes de la entrada de los árabes en España. Ellos solos tienen mayor número de poetas i poesías que todos los europeos. Pegaron esta afición, o confirmaron más en la que ya tenían, a los españoles, los quales componían rimas con todo el primor que requiere el arte; como lo refiere con prolija curiosidad Álvaro Cordovés,28 quejándose de ello ciento i treinta años después de la pérdida de España.

Si algunas, o muchas de aquellas poesías árabes que refiere Álvaro, eran especie de novelas no me atreveré a afirmarlo. Las hazañas de su Buhalul, tan celebradas de ellos en prosa i verso, sin duda lo son. Lo cierto es que la tradición aún hoi conserva en España ciertas hablillas que llamamos cuentos de viejas, llenos de encantamientos, de donde viene a tantos la credulidad de éstos. Por esso Cervantes, hablando con la propiedad que suele, llamó cuentos a sus Novelas.29

Bien que Lope de Vega quiso distinguir los cuentos de las novelas quando, escriviendo a la señora María Leonarda, dijo assí:30 Mándame U. m. escriva una novela. Ha sido novedad para mí que, aunque es verdad que en La Arcadia i Peregrino ai alguna parte de este género i estilo más usado de italianos i franceses que de españoles, con todo es grande la diferencia á más humilde el modo. En tiempo menos discreto* que el de agora aunque de más hombres sabios llamavan a las novelas cuentos. Éstos se sabían de memoria i nunca, que yo me acuerde, los vi escritos.

Yo soi de sentir que entre cuento i novela no ai más diferencia, si es que ai alguna,** que lo dudo, que ser aquél más breve. Como quiera que sea, los cuentos suelen llamarse novelas i las novelas, cuentos, i éstos i aquéllas, fábulas. Los que pretenden hablar con distinción aún añaden otra especie de fábulas que llaman cavallerías. Por esso Lope de Vega, continuando en referir las costumbres de los españoles en lo que toca a la afición de relaciones fingidas, inmediatamente añadió: Porque se reducían sus fábulas a una manera de libros que parecían historias i se llamavan en lenguage castellano cavallerías, como si digéssemos hechos grandes de cavalleros valerosos. Fueron en esto los españoles ingeniosíssimos, porque en la invención ninguna nación del mundo les ha hecho ventaja como se ve en tantos Esplandianes, Febos, Palmerines, Lisuartes, Floranbelos, Esferamundos, i el celebrado Amadis, padre de toda esta máquina que compuso una dama portuguesa. Al leer esto último, me detuvo la novedad, porque en el tiempo que se publicó la fingida historia de Amadís no sé yo que huviesse en el reino de Portugal dama capaz de escribir libro de tanta invención i novedad.

28. El erudito i juicioso autor del Diálogo de las Lenguas, que escrivió en tiempo de Carlos V i examinó esta obra mui de propósito, siempre habla suponiendo que el autor fue hombre i no muger. El sabio arzobispo de Tarragona don Antonio Agustín dice hablando de Amadís de Gaula:31 El qual dicen los portugueses que lo compuso Vasco Lobera. I uno de los interlocutores añade luego: Ésse es otro secreto que pocos lo saben. Manuel de Faria i Sousa en el erudito prólogo que hizo a su Fuente de Aganipe publicó un soneto, que dice que escrivió el infante don Pedro de Portugal, hijo del rei don Juan el Primero, en alabanza de Vasco de Lobera por aver escrito el Amadís. Yo he observado que Amadís de Gaula es anagrama puro de La vida de Gama. De donde mis amigos los portugueses podrán inferir otras muchas i mui provables congeturas.

29. Como quiera que sea (que semejantes cosas después de tanto tiempo no son fáciles de averiguar), siendo nuestro libro de cavallerías más antiguo cerca de cien años posterior a los que tratan de Tristán i Lanzarote, esto dio motivo a que el eruditíssimo Huet, siguiendo a Juan Bautista Giraldo, digesse32 que los españoles recibieron de los franceses el arte de novelar. En lo que toca al asunto de cavallerías lo creeré sin repugnancia. Pero la misma arte que recibieron los españoles ruda i desaliñada, la pulieron i hermosearon tanto que passó el atavío a descompostura. Empezaron los españoles de la misma suerte que los estrangeros.

La ignorancia de las historias verdaderas, puestos en ocasión de ayer de escrivirlas, los obligó a llenarlas de mentiras, particularmente tratando de cosas passadas; que raras veces fue tan grande el atrevimiento i descaro que se atreviessen a mentir a las claras escriviendo de las presentes. Pero como el tiempo presente se hace passado, la libertad de fingir confundía de tal suerte la verdad con la mentira que no se podía distinguir la una de la otra. Assí vemos que los cantares fabulosos, o por hablar más claro, los romances, en mi opinión assí llamados de roman, palabra francesa que significa novela, vemos, digo, que los cantares o romances mentirosos, que al principio sólo eran entretenimientos del vulgo ignorante, después llegaron a autorizarse tanto, repitiéndose en boca de los demás, que con facilidad passaron a ser texto, entretegidas sus ficciones en la Chrónica General de España, que fue copilada por autoridad real. Pernicioso egemplo cuya imitación llegó a poner nuestras historias en tan infeliz estado que se atrevió a decir un historiador nuestro, reputado por uno de los más discretos de su tiempo, que fuera de las Letras Divinas, no ai que afirmar ni que negar en ninguna dellas.

I ¿quién era este hombre que desterrava la verdad de la historia, siendo ésta el testigo más abonado i casi único de los tiempos passados? Dígalo el mismo que derechamente se lo reprendió, el eruditíssimo bachiller Pedro Rhua, professor de letras humanas, el qual, escriviéndole, le dice assí:33 Es vuestra señoría en sangre Guevara,34 es en oficio coronista, es en professión theólogo, es en dignidad i méritos obispo, de todos estos renombres es amar la verdad, escrevir verdad, predicar verdad, vivir en la verdad i morir por ella. Assí holgará oír verdad i ser avisado de ella.

I más adelante: Escreví a vuestra señoría que, entre otras cosas que en sus obras culpan los letores, es una la más fea i intolerable que puede caer en escritor de autoridad como vuestra señoría lo es, i es que da fábulas por historias, i ficciones propias por narraciones agenas i alega autores que no lo dicen, o lo dicen de otra manera, o son tales que no los hallarán sino in aphanis, como digeron los crotoniatas a los sibaritas, en lo qual vuestra señoría pierde su autoridad i el letor, si es idiota, es engañado, i si es diligente pierde el tiempo quando busca a do cantan los gallos de Nibas, como dice el refrán griego.

Desta falsa opinión que tenía el obispo de Mondoñedo de la libertad de fingir historias, nació el persuadirse que, pues otros muchos avían escrito lo que se les avía antojado, podía él imitarlos; licencia que se tomó tan atrevidamente que no sólo fingió sucesos i autores en cuyos nombres los confirmava, sino también leyes. I aludiendo a esto Rodrigo Dosma en el Catálogo de los obispos desta ciudad que se halla al fin de sus Discursos patrios, hablando del rei don Alonso XI de León, dijo: Pobló la ciudad i le dio fueros, llamados de Badajoz, que yo tengo ciertos, no los fingidos de Guevara.

Como tales los tenía el doctíssímo Aldrete, pero por su gran modestia no se atrevió a manifestar del todo su juicio. Lo mismo es (dice)35 en los fueros de Badajoz, si son ciertos, que yo en esto no quiero determinar. Por el autor que los puso, corre riesgo su certidumbre por lo poca que tienen otras cosas que escrive. Harto hizo señalando con el dedo al obispo de Mondoñedo. De quien dijo tales cosas don Antonio Agustín, aunque tan modesto, que por la autoridad de quien las refiere más quiero yo que se lean en sus Diálogos que no copiadas aquí.36

No es mi ánimo infamar la memoria de un varón de tan delicada* conciencia, que aviendo sido coronista del emperador Carlos V i escrito sus corónicas hasta que vino de 'Túnez, mandó en su testamento que se restituyesse a su magestad el salario de un año porque en él no avía escrito cosa alguna considerando, como devía, que éste i semejantes salarios no se dan en remuneración de servicios passados, sino en recompensa del trabajo que se deve poner satisfaciendo a la obligación del propio empleo, la qual es indispensable porque se deve a toda la república, que es lo mismo que decir que son acreedores legítimos los que son i serán miembros suyos, esto es, los ciudadanos presentes i venideros.

Sólo he referido tan memorable egemplo para que se considere lo que puede la costumbre** de las ficciones contrarias a la verdad, si aquélla se estiende, pues aun a los hombres buenos naturalmente discretos i mui estudiosos, como fue el obispo Guevara, llega a pervertir el juicio i miserablemente pervirtió los de la mayor parte de los españoles sólo porque se dejavan llevar del pernicioso halago de los libros de cavallerías.

30. Acostumbrados, pues, los entendimientos a la maravilla que causavan las estravagantes hazañas entretegidas en las historias, se atrevieron a escrivir unos libros enteramente fabulosos, lo qual sería mucho más tolerable i aun digno de alabanza si, fingiendo con verosimilitud, representassen la idea de unos grandes héroes en quienes se viesse premiada la virtud i castigado el vicio en la gente ruin. Pero de qué manera se escriviessen aquellos libros dígalo el juicioso autor del Diálogo de las Lenguas. Quanto a las cosas (dice), siendo esto assi que los que escriven mentiras las deven escrivir de suerte que se alleguen quanto fuere possible a la verdad, de tal manera que puedan vender sus mentiras por verdades, nuestro autor de Amadís (que fue el primero i el que mejor escrivió los libros de cavallerías), una vez por descuido, i otra no sé por qué, dice cosas tan a la clara mentirosas que en ninguna manera las podéis tener por verdaderas. Lo qual confirma con varios egemplos.

Esto mismo reprehendía el sabio Luis Vives37 con aquella gravedad i peso de razones que le hizo el más severo crítico de su tiempo. La erudición (decía) no se ha de esperar de unos hombres que ni aun vieron la sombra de la erudición. Pues quando cuentan algo, ¿qué gusto puede aver en unas cosas que fingen tan abierta i neciamente? Este hombre solo mató a veinte juntos, aquél a treinta, el otro, traspassado con seiscientas heridas i dejado ya por muerto, se levanta luego i el día siguiente, restituido ya a su salud, i fuerzas, mata en un desafía a dos gigantes i sale de allí cargado de oro, plata, sedas, piedras preciosas, con tanta abundancia que ni una nave de carga las podría llevar. ¿Qué locura es dejarse llevar i detenerse en semejantes despropósitos? Fuera de esto no ai cosa dicha con agudeza, si no es que se cuenten como tales algunas palabras que sacaron de los más ocultos escondrijos de Venus, las quales se dicen mui a propósito para mover i sacar de sus quicios a la que dicen que aman, si por ventura en ella ai alguna constancia en resistirse. Si por esto se leen estos libros, menos será leer aquellos que tratan (permitid, letores, el término) de alcahuetería. Porque en lo demás, ¿qué discreciones pueden decir unos escritores faltos de toda buena dotrina i arte? Yo nunca he oído a hombre que digesse agradarle tales libros, exceptuando sólo a los que nunca tocaron en sus manos libro bueno i confiesso mi pecado que también los he leído alguna vez, pero no hallé rastro alguno o de buena intención o de mejor ingenio. A aquellos, pues, que los alaban, de los quales conozco algunos, entonces les daré crédito cuando digan esso después de aver gastado a Séneca, o a Cicerón, o a San Gerónimo, o a la Sagrada Escritura, i quando sus costumbres también no sean del todo estragadíssimas, porque las más veces la causa de aprovar tales libros es contemplar en ellos sus costumbres representadas como en un espejo i regocijarse de verlas aprovadas. Finalmente, aunque lo que dicen fuesse mui agudo i agradable, yo nunca querría un deleite emponzoñado i que mi muger se ingeniasse para hacerme traición.

31. A este tenor prosigue el sabio Vives, el qual en otra parte refiere38 entre las causas de la corrupción de las artes la leyenda de los libros de cavallerías. Quieren (dice) leer unos libros manifiestamente mentirosos i llenos de meras bagatelas, por cierto halago del estilo, como Amadís i Florián, españoles; Lanzarote i la Tabla Redonda, franceses; Rolando, italiano; los quales libros fingieron unos hombres ociosos, i los llenaron de un género de mentiras, que ni conducen algo para saber, ni para juzgar bien de las cosas, ni para vivir, sino solamente para hacer cosquillas a la concupiscencia. I aun por esso los leen unos hombres de unos ingenios corrompidos con el ocio i condecendencia de su propio amor, no de otra suerte que algunos estómagos delicados que se lisongean mucho, sólo se sustentan con ciertas confituras de azúcar i miel desechando toda comida sólida.

No era sólo Vives el que se quejava desto. Pero Megía, chronista de Carlos V i discreto historiador de aquellos tiempos, se lamentó de lo mismo con gran sentimiento,39 tanto que el inca Garci-Lasso, por sólo su testimonio, nunca quiso leer tan desatinados libros. El maestro Venegas, con su acostumbrado juicio, dijo:40 En nuestros tiempos, con detrimento de las doncellas recogidas, se escriven los libros desaforados de cavallerías que no sirven sino de ser unos sermonarios del diablo con que en los rincones caza los ánimos tiernos de las doncellas.

Omitiendo el testimonio de otros gravíssimos autores, uno de los españoles de mayor juicio i el mayor theólogo que huvo en el Concilio de Trento (visto es que hablo del obispo Cano), nos dejó escrito la siguiente:41 Nuestra edad ha visto un sacerdote que estava mui persuadido a que cosa que una vez se huviesse impresso, de ningún modo era falsa. Porque, según decía, los ministros de la república no avían de cometer tan gran maldad que no sólo permitiessen que se divulgassen mentiras, sino que también las autorizassen con su privilegio para que más seguramente se esparciessen por los entendimientos de los hombres, i movido de este argumento llegó a creer que Amadís i Clarión verdaderamente obraron aquellas cosas que se cuentan en sus libros patrañeros. Quánto peso tenga el motivo de aquél (aunque sencillo sacerdote) contra los ministros de la república no es propio de este lugar i tiempo el disputarlo. Yo, ciertamente, por lo que a mí me toca, con grande sentimiento i dolor de mi alma digo que, con gran daño i ruina de la Iglesia, sólo se cautela en la publicación de los libros que no estén rociados de errores contra la fe, sin cuidar que no los aya dañosos a las costumbres. I principalmente no me inquieto por esas novelas que poco ha nombré, aunque escritas sin erudición i tales que nada nada conducen, no digo para vivir bien i dichosamente, pero ni aun para formar buen juicio de las cosas humanas. Porque ¿qué pueden aprovechar unas meras i vanas frioleras fingidas por unos hombres ociosos i manoseadas de unos ingenios corrompidos con los vicios? Sino que mi dolor, etc.

Palabras dignas de escrivirse en letras de oro por las quales se conoce quánto apreciava el obispo Cano los dictámenes de Vives, a quien frequentemente copiava, aunque tal vez le zahirió injustamente por las ocultas causas que yo me sé i que, si Vives viviera, huviera sabido vindicar. Pero Vives vivirá en la memoria de los hombres i algún tiempo avrá algún aficionado suyo que, juntando la autoridad al saber, deshará el agravio que se hizo i aún hoi se tolera contra tan piadoso varón.

32. Entretanto, basten las quejas referidas para hacer juicio del daño que hacían los libros de cavallerías, los quales estavan tan encastillados en los ánimos de la mayor parte de los letores que las quejas, invectivas i sermones de los hombres más juiciosos, sabios i celosos de la nación no bastavan a desterrarlos. Ni se logró conseguir tan immortal hazaña hasta que quiso Dios que Miguel de Cervantes Saavedra escriviesse (como él mismo lo dice42 en boca de un amigo suyo) una invectiva contra los libros de cavallerías publicando la Historia de Don Quijote de la Mancha, la qual no mira a más que a deshacer la autoridad i cabida que en el mundo i en el vulgo tienen los libros de cavallerías.

Considerava Cervantes que un clavo saca a otro i que, supuesta la inclinación de la mayor parte de los ociosos a semejantes libros, no era el medio mejor para apartarlos de tal letura la fuerza de la razón, que sólo suele mover a los ánimos considerados, sino un libro de semejante inventiva i de honesto entretenimiento que, excediendo a todos los demás en lo deleitable de su letura, atragesse a sí a todo género de gentes, discretos i tontos. Para cuyo fin no era necessario gran fondo de dotrina, sino tal discreción i gracia en el decir que se llevassen toda la atención.

Por esso Cervantes en aquel su discretíssimo Prólogo, en que tan agudamente satirizó la vanidad de los malos escritores,* después de un graciosíssimo coloquio entre él i un amigo suyo, hace que éste le proponga la idea que deve seguir, la qual es ésta: Si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necessidad de ninguna casa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de cavallerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón, ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología, ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la rethórica, ni tiene para qué predicar a ninguno mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún christiano entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escriviendo, que quanto ella fuere más perfeta tanto mejor será lo que escriviere. I pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad i cabida que en el mundo i en el vulgo tienen los libros de cavallerías, no ai para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de rethóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana con palabras significantes, honestas i bien colocadas, salga vuestra oración i período sonoro i festivo, pintando en todo lo que alcanzáredes i fuere possible vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos i escurecerlos. Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente dege de alabarla. En efeto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos cavallerescos libros, aborrecidos de tantos i alabados de muchos más, que, si esto alcanzássedes, no avríades alcanzado poco.

33. Estando, pues, Cervantes tan bien instruido, veamos ahora sin passión si fue capaz de egecutarlo.

34. En tres cosas consiste la perfección de un libro: en la buena invención, devida disposición i lenguage proporcionado al assunto que se trata.

35. La invención de Cervantes es conforme al carácter de un hidalgo de harto buen juicio que, aviéndole ilustrado con la letura de los libros, le perdió desvelándose en los de cavallerías i, dando en la manía de imitar aquellas locas hazañas que avía leído, eligió por escudero un labrador sencillo i gracioso, i, por no estar sin dama, se la figuró en su imaginación según la medida de su corazón platónicamente enamorado. I con el pensamiento de provar aventuras, él en su cavallo a quien llamó Rocinante i, después en su segunda i tercera salida, con su escudero Sancho Panza mui sobre su asno, llamado Rucio, salió en busca de la buena suerte.

36. La idea, pues, de Miguel de Cervantes Saavedra i el sentido de ella, a lo que yo alcanzo, son como se siguen. Alonso Quijada, hidalgo manchego, se dio enteramente a la lección de los libros de cavallerías, vicio mui general en la gente ociosa i mal entretenida. La demasiada aplicación a los libros cavallerescos le secó el celebro i le bolvió el juicio, como al otro famoso rústico conocido por el nombre de Paladín. Lo qual significa que aquella vana letura trastornava los juicios haciendo a los letores atrevidos i temerarios, como si huviessen de tratar con hombres meramente fantásticos.

El infeliz manchego creyó ser verdaderas aquellas hazañas prodigiosas que avía leído i le pareció necessaria en el mundo la professión de los cavalleros andantes para deshacer i enderezar tuertos, como él decía. Quiso, pues, entrar en tan honrosa cofradía i emplearse en unos egercicios tan saludables al género humano. Condición mui propia de hombres presumidos de valientes que con insolente atrevimiento todo lo quieren remediar sin ser de su obligación. Alonso Quijada tomó para sí el nombre de Don Quijote de la Mancha i se dejó armar cavallero de un ventero. Los que salen de su esfera luego se tienen por unos Guzmanes, suelen variar los apellidos i, si se llega a esto alguna esterior marca de honor, piensan que sólo se lee aquel sobrescrito i que en el mundo político no ai zahorís que miren, noten i registren lo más interior.

37. Don Quijote se llamó con el rivete de la Mancha, i su dama imaginaria Dulcinea del Toboso, lugar de la Mancha, porque, según he oído decir, Miguel de Cervantes fue allá con una comissión i por ella le capitularon los del Toboso i dieron con él en una cárcel. I en agradecimiento desto (que no la hemos de llamar venganza aviendo resultado en tanta gloria de la Mancha) hizo Cervantes manchegos a su cavallero andante i a su dama.

Que Cervantes (qual otro Nevio que escrivió en la cárcel sus dos comedias El Hariolo i Leonte) compusiesse esta historia encarcelado también, lo confessó él mismo diciendo:43 ¿Qué podrá engendrar el estéril i mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo i lleno de pensamientos varios i nunca imaginados de otro alguno? Bien, como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su assiento i donde todo triste ruido hace su habitación.

38. Veamos ahora qué es lo que hace Don Quijote, el qual ya sale de su casa en un cavallo flaco, símbolo de la debilidad de su empresa, siguiéndole en su segunda i tercera salida Sancho Panza en su Rucio,* geroglífico de la simplicidad.

39. En Don Quijote se nos representa un valiente maniático que, pareciéndole muchas cosas de las que ve semejantes a las que leyó, sigue los engaños de su imaginación i acomete empressas en su opinión hazañosas, en la de los demás, disparatadas, quales son las que los antiguos libros cavallerescos refieren de sus héroes imaginarios, para cuya imitación bien se echa de ver quánta erudición cavalleresca era necessaria en un autor que a cada passo avía de aludir a los hechos de aquella inumerable caterva de cavalleros andantes. La letura de Cervantes en este género de historias fabulosas fue sin igual, como lo manifiesta en muchíssimas partes.44

40. Fuera de sus manías, habla Don Quijote como hombre cuerdo, i son sus discursos mui conformes a razón. Son mui dignos de leerse los que hizo sobre el siglo de oro o primera edad del mundo poéticamente descrita,45 sobre la manera de vivir de los estudiantes i soldados,46 sobre las distinciones que ai de cavalleros i linages,47 sobre el uso de la poesía,48 i las dos instrucciones, una política49 i otra económica,50 las quales dio a Sancho Panza quando iva a ser governador de la ínsula Barataria, son tales que se pueden dar a los governadores verdaderos i, ciertamente, deven ponerlas en práctica.

41. En Sancho Panza se representa la simplicidad del vulgo que, aunque conozca los errores, ciegamente los sigue. Pero para que la simplicidad de Sancho no sea enfadosa a los letores la hace Cervantes naturalmente graciosa. Nadie definió mejor a Sancho Panza que su amo Don Quijote quando, hablando con una duquesa,* dijo:51 Vuestra grandeza imagine que no tuvo cavallero andante en el mundo escudero más hablador ni más gracioso que yo tengo.

I en otra ocasión:52 Quiero que entiendan vuestras señorías que Sancho Panza es uno de los más graciosos escuderos que jamás sirvió a cavallero andante. Tiene a veces unas simplicidades tan agudas, que el pensar si es simple o agudo causa no pequeño contento. Tiene malicias que le condenan por vellaco i descuidos que le confirman por bobo. Duda de todo i créelo todo. Quando pienso que se va a despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le levantan al cielo. Finalmente, yo no le trocaría con otro escudero aunque me diessen de añadidura una ciudad. En prueva de la sencillez i gracia de Sancho Panza léase sólo el cuento del rebuzno.53

42. Siendo tales los principales personages desta historia, viene a suceder lo que en agena persona dijo** Cervantes:54 Que los sucessos de Don Quijote o se han de celebrar con admiración o con risa, i que Sancho*** es tal55 a cuyas gracias no ai ningunas que se le igualen. I sin hablarnos por boca de otros, dijo en el fin de su I**** prólogo: Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble i tan honrado cavallero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza su escudero, en quien a mi parecer te doi cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de cavallerías están esparcidas.

43. Para que la historia de un cavallero andante no enfadasse a los letores con la uniformidad o semejanza de los sucessos, lo qual acontecería si únicamente se tratasse de locas aventuras, ingirió Cervantes muchos episodios donde los sucessos son freqüentes, nuevos i verosímiles;***** los razonamientos artificiosos, claros i eficaces; los enredos maravillosamente enmarañados; las salidas de ellos fáciles, naturales i, sobre todo, tan agradables que dejan el ánimo sossegado, quedando mui quietos i pacíficos aquellos afectos que con singular industria i artificio se avían alborotado. I lo que más admira a los perspicaces letores es que todos estos episodios menos dos, las novelas, digo, del Cautivo i del Curioso impertinente, están entretegidos en el principal assunto de la fábula tan ingeniosamente que, qual hermoso tapiz, forman con ella una misma tela i hacen una labor mui amena i agradable.

44. Quando es mui hábil el artífice, nadie conoce mejor que él la perfección de sus obras. Por esso decía el mismo Cervantes, hablando de su historia:56 Los cuentos i episodios della, en parte no son menos agradables i artificiosos i verdaderos que la misma historia.

45. Para hacer Cervantes su invención mucho más verosímil* i plausible, fingió57 aver sido el autor de ella Cide Hamete Ben-Engeli, historiador arábigo natural de la Mancha. Fingióle manchego para suponerle bien informado de las cosas de Don Quijote. Es cosa mui graciosa ver cómo celebra Cervantes la escrupulosa puntualidad de Cide Hamete en la relación de las cosas aún más mínimas, como quando hablando de Sancho Panza maltratado a garrotazos** dijo:58 Despidiendo treinta ayes i sesenta sospiros i ciento i veinte pésetes i reniegos de quien le avía traído, se levantó.

I quando dice de otro:59 Era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención porque le conocía mui bien, i aún quieren decir que era algo pariente suyo. Fuera de que Cide Hamete Benengeli fue historiador mui curioso i mui puntual en todas las cosas, i échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas i tan rateras, no las quiso passar en silencio. De donde podrán tomar egemplo los historiadores graves que nos cuentan las acciones tan corta i sucintamente que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, ya por malicia, o ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien aya mil veces el autor de Tablante, de Ricamonte, i aquel del otro libro donde se cuentan los hechos del Conde Tomillas, i con qué puntualidad lo escriven todo! No habló más discretamente el mismo Luciano*** en sus dos libros De la verdadera historia.

46. En otra parte, poniendo en práctica esta misma puntualidad en referir las cosas mui por menor, dice Cervantes en boca de Ben-Engeli:60 Entraron a Don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones i en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil sin almidón i sin randas, los borceguíes eran datilados i encerados los zapatos: ciñóse su buena espada que pendía de un tahalí de lobos marinos, que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones, cubrióse un herreruelo de buen paño pardo, pero, antes de todo, con cinco calderos o seis de agua, que en la cantidad de los calderos ai alguna diferencia, se lavó la cabeza i rostro ¡Nimiedad sencilla i graciosa! ¡Verosimilitud* admirable i sin igual!

Exclame, pues, Cervantes i con razón61 Real y verdaderamente todos los que gustan de semejantes historias como ésta deven de mostrarse agradecidos a Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las seminimas** della sin dejar cosa, por menuda que fuesse, que no la sacasse a luz distintamente. Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a las tácitas, aclara las dudas, resuelve los argumentos, finalmente, los átomos del más curioso deseo manifiesta. ¡O autor celebérrimo! ¡O Don Quijote dichoso! ¡O Dulcinea famosa! ¡O Sancho Panza gracioso! Todos juntos, i cada uno de por sí, viváis siglos infinitos para gusto i general passatiempo de los vivientes.

47. Fingió Cervantes que el autor de esta historia fue arábigo62 aludiendo en esto a lo que muchos piensan que los árabes pegaron a los españoles la afición de novelar. Es cierto que Aristóteles,63 Cornuto,64 i Prisciano65 hicieron mención de las fábulas líbicas. Luciano añade66 que entre los árabes avía hombres empleados en explicar las fábulas. Locman, a quien celebra el Alcorán de Mahoma, es opinión mui válida que fue Isopo, fabulero insigne. Thomás Erpenio fue el primero que tradujo sus fábulas en latín,*** año 1625. Bien cierto es que las de Isopo **** están acomodadas al genio de cada nación. Aun las que están en griego no son las mismas que escrivió Isopo. Fedro, que las tradujo en latín, confiessa que las interpoló. 67 Yo las tengo en español, impressas en Sevilla por Juan Cronberger, año 1533, i están interpoladas i añadidas estrañamente. No es maravilla, pues, que los árabes las ayan acomodado a su genio. I ¿qué mayor fábula que el Alcorán de Mahoma?

Éste se escrivió a manera de novela para que se aprendiesse con más facilidad i se olvidasse menos. Las vidas de los patriarcas, profetas i apóstoles que tienen escritas los mahometanos están llenas de fábulas. Algunos de sus filósofos que intentaron explicar los soñados misterios de su dotrina, formaron unos libros a manera de novelas. Deste género es la historia de Hayo hijo de Yocdán, de quien contó Avicena grandíssimas patrañas. León Africano i Luis de Mármol, como testigos de vista, dicen que los árabes tienen tanta afición a las novelas que celebran las hazañas de su Buhalul en prosa i verso, como los nuestros las de Reinaldos* de Montalván i Rolando el Enamorado. I sin salir de España, los que llamamos cuentos de viejas son unas breves novelas cuyos assuntos, que de ordinario son encantamientos i apariciones de horribilíssimos negros para causar espanto a los niños haciéndolos assí vilmente medrosos, están manifestando ser invención arábiga.

48. Prueva de esto es también que los primeros libros de cavallerías se escrivieron en España en tiempo en que los árabes aún estavan en ella. I assí entiendo que escrivía trascordado Lope de Vega quando dijo:68 Llamavan a las novelas cuentos. Éstos se sabían de memoria i, nunca que yo me acuerde, los vi escritos. Ailos escritos i los avía leído Lope en los mismos libros de cavallerías, pero no se acordava, quizá porque los que le avrían contado no serían los mismos. Aunque yo no niego que muchos están hoi únicamente encomendados a la tradición de los ociosos habladores.

49. Tenemos manchego i árabe al autor desta historia escrita en arábigo. Añade Cervantes, siguiendo el hilo de su ficción, que mandó traducirla de arábigo en castellano a un morisco aljamado.69 Aludiendo a esto introdujo al bachiller Sansón Carrasco que, hablando con Don Quijote, dijo assí:70 Bien aya Cide Hamete Benengeli que la historia de vuestras grandezas dejó escrita, i rebién aya el curioso71 que tuvo cuidado de hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano para universal entretenimiento de las gentes.

50. I para que se entendiesse que el traductor también hacía sus críticas, en abono suyo añadió esto Cervantes:72 Llegando a escrivir el traductor desta historia este quinto capítulo, dice que le tiene por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio i dice cosas tan sutiles que no tiene por possible que él las supiesse, pero que no quiso dejar de traducillo por cumplir lo que a su oficio devía, i assí prosiguió diciendo. Gran documento para los traductores que no saben que su oficio es como el de los retratistas, que no hacen su dever si sacan un retrato más perfeto que el original. Hablo de las cosas, que en lo que toca al estilo, cada qual usa de sus colores i éstos deven ser proporcionados a lo que se quiere representar.

Siendo esto assí, no sé cómo disculpar a Cervantes, el qual hace que en otra parte falte el traductor a su acostumbrada puntualidad diciendo assí:73 Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un cavallero labrador i rico, pero al traductor desta historia le pareció passar estas i otras semejantes menudencias en silencio porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la qual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digressiones. ¿Por ventura diremos que lo que es reprehensión* del traductor es tácita alabanza de la puntualidad de Cervantes? ¿O que con esto quiso reprovar la enfadosa proligidad de muchos escritores que, desviándose de su principal assunto, se paran en hacer descripciones de palacios i de semejantes cosas? Uno i otro es possible.

Lo cierto es que la Novela del verdadero i perfeto amor, atribuida a Athenágoras, es desagradable por las freqüentes descripciones de palacios, hechas con tan sobresaliente arte, i ésta vitruviana, que parece que el que las hizo no podía dissimular ser arquitecto, pues descrivía los palacios como artífice, no como novelista. De donde infirió el sagacíssimo Huet que el autor de aquella novela no fue Athenágoras, como se supone, sino Guillermo Filandro,** ilustrador insigne de Marco Vitruvio, el qual quiso en aquella obra lisongear el genio de su gran favorecedor el cardenal Gregorio Armanac, mui amigo de la arquitectura. Ni podía Athenágoras pintar tan al vivo como pinta las costumbres modernas. I no fue difícil persuadir a Fumeo, publicador de la Novela, que el original griego que le enseñaron era verdadero, pero devía él averle examinado mejor para que no creyéssemos que su traducción es supuesta.***

Fumeo se portó mui al contrario de aquellos que quando publican algunos libros que saben ellos ser falsos, ponen gran conato en persuadir su legitimidad diciendo averlos sacado de manuscritos mui antiguos de letra apenas legible, carcomidos del tiempo, i que estavan en esta o en la otra librería (donde nadie los vio), que pudieron lograrlos por medio de uno que ya no vive. I estos i semejantes artificios son los que engañan a los sencillos letores i los que nos representa Cervantes fingiendo74 que el autor de esta obra fue un historiador arábigo i manchego, el traductor morisco, i la continuación de la historia por buena dicha hallada i comprada de un muchacho que vendía unos cartapacios i papeles viejos en el alcana de Toledo. Pudo ser arbitrario fingir en Toledo tal hallazgo.

Pero, a tiempo que Cervantes decía esto, corría mui valido entre la gente crédula aver en Toledo quien tenía una Historia universal, donde todos hallavan lo que buscavan i aun lo que querían. El autor de ella se suponía gravíssimo. I en efeto, aquella historia que tratava de todas las cosas i otras muchas más, esto es, de quanto querían los que preguntavan algo al que suponían thesorero de la erudición eclesiástica, era una fábula preñada de muchas fábulas que con toda propiedad se llamaría en francés con el nombre de roman i en buen romance cuento de cuentos, los quales fueron tan bien recibidos que salieron varias continuaciones no menos aplaudidas que las de los libros de Amadís i, lo que es mucho peor, más leídas i más creídas i aún no desterradas, reservando Dios esta gloria a quien se digne dar tantas fuerzas e industria que sea capaz de envestir i vencer a todo el vulgo de una nación. Pero éste no es assunto propio de este lugar. Lo será de otro i en otra ocasión, si Dios quiere.

51. Últimamente, por no incurrir Cervantes en lo mismo que reprehendía de la vanidad de los libros cavallerescos, i acordándose del fin que se avía propuesto de hacer despreciables aquellas patrañas, hizo que Don Quijote de la Mancha, que como loco avía sido llevado a su casa encerrado en una carreta como si fuesse en una jaula, bolviesse luego en su juicio i confessasse llana i christianamente aver sido disparate todo quanto hizo i obró, por el deseo de imitar aquellos cavalleros andantes puramente imaginarios.

52. Según lo dicho, ya se ve quán admirable es la invención desta grande obra. No lo es menos la disposición de ella, pues las imágenes de las personas de que se trata tienen la devida proporción i cada una ocupa el lugar que le toca; los sucessos están enlazados con tanto artificio que los unos llaman a los otros i todos llevan suspensa i gustosamente entretenida la atención del letor.

53. En orden al estilo, ojalá que el que hoi se usa en los assuntos más graves fuesse tal. En él se ven bien distinguidos i apropiados los géneros de hablar. Sólo se valió Cervantes de voces antiguas para representar mejor las cosas antiguas. Son mui pocas las que introdujo nuevamente, pidiéndolo la necessidad. Hizo ver que la lengua española no necessita de mendigar voces estrangeras para explicarse qualquiera en el trato común. En suma, el estilo de Cervantes en esta Historia de Don Quijote es puro, natural, bien colocado, suave, i tan emendado que en poquíssimos escritores españoles se hallará tan exacto. De suerte que es uno de los mejores textos de la lengua española.

Bien satisfecho de esto estava el mismo Cervantes, pues dirigiendo el tomo segundo de la Historia de Don Quijote al conde de Lemos, don Pedro Fernández de Castro, con inimitable gracia, con la qual supo encubrir las propias alabanzas, le dijo assí: Embiando a U. Excelencia los días passados mis comedias, antes impressas que representadas, si bien me acuerdo, dige que Don Quijote quedava calzadas las espuelas para ir a besar las manos a U. Excelencia, i ahora digo que se las ha calzado i se ha puesto en camino, i si él allá llega me parece que avré hecho algún servicio a U. Excelencia, porque es mucha la priessa que de infinitas partes me dan a que le embíe para quitar el hamago i la náusea que ha causado otro Don Quijote que, con nombre de segunda parte, se ha disfrazado i corrido por el orbe. I el que más ha mostrado desearle ha sido el grande emperador de la China, pues, en lengua chinesca, avrá un mes que me escrivió una carta con un propio pidiéndome, o por mejor decir, suplicándome se le embiasse, porque quería fundar un colegio donde se leyesse la lengua castellana i quería que el libro que se leyesse fuesse el de la Historia de Don Quijote. Juntamente con esto, me decía que fuesse yo a ser el retor del tal colegio. Preguntéle al portador si su magestad le avía dado para mí alguna ayuda de costa. Respondióme que ni por pensamiento. Pues, hermano, le respondí yo, vos os podéis bolver a vuestra China a las diez, o a las veinte, o a las que venís despachado, porque yo no estoi con salud para ponerme en tan largo viage. Además, que sobre estar enfermo, estoí mui sin dineros; i emperador por emperador, i monarca por monarca, en Nápoles tengo al gran conde de Lemos, que sin tantos titulillos de colegios, ni retorías, me sustenta, me ampara i hace más merced que la que yo acierto a desear. Con esto le despedí, i con esto me despido, etc. De Madrid,* último de otubre de mil seiscientos i quince.

54. Examinada ya por sus partes la perfección de esta obra, i vista también la buena distribución i enlace de todas ellas, fácilmente puede pensarse quán bien recibida devió ser esta insigne obra. Pero como salió en dos volúmenes i cada uno de ellos en diferente tiempo, veamos cómo se recibieron, qué censuras padecieron, i quál es la que merecen.

55. El primer tomo salió en Madrid impresso por Juan de la Cuesta, año 1605, en 4, dirigido al duque de Béjar, de cuya protección se congratuló Cervantes, en unos versos que escrivió al libro de Don Quijote de la Mancha Urganda la Desconocida.

56. Una de las mayores pruevas de la celebridad de algún libro es el fácil despacho dél. Fue tal el que tuvo el primer tomo de esta historia de Don Quijote, que antes que Cervantes publicasse el segundo, dijo en boca de Sansón Carrasco:75 Tengo para mí que el día de hoi están impressos más de doce mil libros de la tal historia. Si no dígalo Portugal, Barcelona i Valencia, donde se ha impresso. I aún ai fama que se está imprimiendo en Amberes, i a mí se me trasluce que no ha de aver nación, ni lengua, donde no se traduzga. Assí ha sucedido, por cierto, de suerte que solamente de las traduciones se pudiera formar una larga relación.

En otra parte introduce a Don Quijote exagerando el número de los libros impressos de su historia, desta suerte:76 He merecido andar ya en estampa en casi todas, o las más, naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impresso de mi historia, i lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares si el cielo no lo remedia.

En otra parte, la duquesa (cuyos estados hasta ahora no se ha podido averiguar quáles son), hablando de la Historia de Don Quijote, dice:77 De pocos días a esta parte ha salido a la luz del mundo, con general aplauso de las gentes. Mucho mejor se explicó el bachiller Sansón Carrasco hablando de esta historia con el mismo Don Quijote:78 Es tan clara (dijo) que no ai cosa que dificultar en ella. Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden i los viejos la celebran; i finalmente es tan trillada i tan leída i tan sabida de todo género de gentes, que, apenas han visto algún rocín flaco, quando dicen: allí va Rocinante. I los que más se han dado a su letura son los pages. No ai antecámara de señor, donde no se halle un Don Quijote. Unos le toman si otros le dejan, éstos le envisten i aquéllos le piden. Finalmente, la tal historia es del más gustoso i menos perjudicial entretenimiento que hasta agora se aya visto, porque en toda ella no se descubre, ni por semejas, una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que cathólico.

Mucha razón, pues, tuvo Sancho Panza para hacer esta profecía:79 Yo apostaré, dijo Sancho, que antes de mucho tiempo no ha de aver bodegón, venta, ni mesón, o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas. Assí vemos que sucede i mucho más; pues no sólo en los mesones i casas particulares se hallan los libros de Don Quijote, sino en las más escogidas librerías, haciendo sus dueños una grande ostentación de esta historia si por ventura logran tenerla de las primeras impressiones. Los más diestros burilistas, pintores, tapiceros i escultores están empleados en representar esta historia para adornar con sus figuras las casas i palacios de los grandes señores i mayores príncipes.

Aún viviendo Cervantes, consiguió la gloria de que su obra tuviesse la acetación real. Estava el reí don Felipe, tercero deste nombre, en un balcón de su palacio de Madrid i, espaciando la vista, observó que un estudiante, junto al río Manzanares, leía un libro i de quando en quando interrumpía la lección i se dava en la frente grandes palmadas, acompañadas de extraordinarios movimientos de placer i alegría. I dijo el reí: Aquel estudiante o está fuera de sí o lee la Historia de Don Quijote. I luego se supo que la leía, porque los palaciegos suelen interessarse mucho en ganar las albricias de los aciertos de sus amos en lo que poco importa. Mas ninguno dellos solicitó a Cervantes una moderada pensión para que con ella pudiesse entretener su vida. I por esso no sé yo cómo entienda aquella parábola del emperador de la China. Lo cierto es que Cervantes, mientras vivió, devió mucho a los estrangeros i mui poco a los españoles. Aquéllos le alabaron i honraron sin tassa ni medida. Éstos le despreciaron i aun le ajaron con sátiras privadas i públicas.

57. Porque no quede esta verdad a la mera cortesía de los letores, produzgamos las pruevas. El licenciado Márquez Torres, en la aprovación que dio al segundo tomo de la Historia de Don Quijote, después de una justíssima censura contra los perversos libros de su tiempo, dice assí:

Bien diferente han sentido de los escritos de Miguel de Cervantes assí nuestra nación como las estrañas, pues como a milagro desean ver el autor de libros que con general aplauso, assí por su decoro i decencia como por la suavidad i blandura de sus discursos, han recebido España, Francia, Italia, Alemania i Flandes. Certifico con verdad que en veinte i cinco de febrero deste año de seiscientos i quince, aviendo ido el Ilustríssimo señor don Bernardo de Sandoval i Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a su ilustríssima hizo el embajador de Francia que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes i los de España, muchos cavalleros franceses de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos i amigos de buenas letras, se llegaron a mí i a otros capellanes del cardenal, mi señor, deseosos de, saber qué libros de ingenio andavan más validos; i tocando acaso en éste que yo estava censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes quando se comenzaron a hacer lenguas encareciendo la estimación en que, assí en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: La Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria, La Primera Parte désta, i las Novelas. Fueron tantos sus encarecimientos que me ofrecí a llevarlos a que viessen al autor dellas, que estimaron con mil demonstraciones de vivos deseos.

Preguntáronme mui por menor su edad, su professión, calidad i cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo i pobre. A que uno respondió estas formales palabras: ¿Pues a tal hombre no le tiene España mui rico i sustentado del erario público?

Acudió otro de aquellos cavalleros con este pensamiento i, con mucha agudeza, dijo: Si necessidad le ha de obligar a escrivir, plega a Dios que nunca tenga abundancia para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo. Bien creo que ésta (para censura un poco larga) alguno dirá que toca los límites de lisongero elogio, mas la verdad de lo que cortamente digo deshace en el crítico la sospecha i en mí el cuidado. Además que al día de hoi no se lisongea a quien no tiene con qué cebar el pico del adulador que, aunque afectuosa i falsamente dice de burlas, pretende ser remunerado de veras.

Pensará el letor que quien dijo esto fue el licenciado Francisco Márquez Torres; no fue sino el mismo Miguel de Cervantes Saavedra, porque el estilo de licenciado Márquez Torres es metafórico, afectadillo i pedantesco, como lo manifiestan los Discursos consolatorios que escrivió a don Cristóval de Sandoval i Rojas, duque de Uceda, en la muerte de don Bernardo de Sandoval i Rojas, su hijo, primer marqués de Belmonte, i, al contrario el estilo de la aprovación es puro, natural i cortesano, i tan parecido en todo al de Cervantes que no ai cosa en él que le distinga. El licenciado Márquez era capellán i maestro de pages de don Bernardo Sandoval i Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, inquisidor general, i Cervantes era mui favorecido del mismo.80 Con que ciertamente eran entrambos amigos.

58. Supuesta la amistad, no era mucho que usasse Cervantes de semejante libertad. Conténtese, pues, el licenciado Márquez Torres con que Cervantes le hizo partícipe de la gloria de su estilo. I veamos qué movió a Cervantes a querer hablar, como dicen, por boca de ganso. No fue otro su designio, sino manifestar la idea de su obra, la estimación de ella i de su autor en las naciones estrañas i su desvalimiento en la propia.

59. Ya hemos visto estas dos últimas cosas. Veamos ahora quál dice que es el fin de su obra, cómo dice que está escrita i cómo no está; que todo esto contiene la aprovación deste libro igual en todo al primero, atendida la dificultad que tiene la continuación de una ficción, tan perfeta, que ya pudiera tenerse por felizmente acabada.  

No hallo (dice) en él cosa indigna de un christiano celoso ni que disuene de la decencia devida a buen egemplo, ni virtudes morales, antes mucha erudición i aprovechamiento, assí en la continencia de su bien seguido assunto para extirpar los vanos i mentirosos libros de cavallerías, cuyo contagio avía cundido más de lo que fuera justo, tamo en la lisura de lenguage castellano no adulterado con enfadosa i estudiada afectación (vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos), i en la corrección de vicios, que generalmente toca ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tanta cordura las leyes de la reprehensión christiana que aquel que fuere tocado de la enfermedad que pretende curar, en lo dulce i sabroso de sus medecinas, gustosamente avrá bevido (quando menos lo imagine), sin empacho ni asco alguno, lo provechoso de la detestación de su vicio, con que se hallará (que es lo más difícil de conseguirse) gustoso i reprehendido. Ha avido muchos que, por no aver sabido templar ni mezclar a propósito lo útil con lo dulce, han dado con todo su molesto trabajo en tierra, pues, no pudiendo imitar a Diógenes en lo filósofo i docto, atrevida (por no decir licenciosa i desalumbradamente) le pretenden imitar en lo cínico, entregándose a maldicientes, inventando casos que no passaron para hacer capaz al vicio que tocan de su áspera reprehensión, i por ventura descubren caminos para seguirle hasta entonces ignorados, con que vienen a quedar, si no reprehensores, a la menos maestros dél. Hácense odiosos a los bien entendidos; con el pueblo pierden el crédito (si alguno tuvieron) para admitir sus escritos; i los vicios, que arrojada e imprudentemente quisieron corregir, quedan en mui peor estado que antes; que no todas las postemas a un mismo tiempo están dispuestas para admitir las recetas o cauterios, antes algunos mucho mejor reciben las blandas i suaves medicinas, con cuya aplicación el atentado i docto médico consigue el fin de resolverlas, término que muchas veces es mejor que no el que se alcanza con el rigor del hierro.

Censura digna, por cierto, del buen juicio i de la moderación de ánimo de Miguel de Cervantes.

60. Mui diferentes eran las que le hacían sus contrarios, dejándose llevar de su dañada intención i maledicencia. Unas, como dige, fueron privadas, otras públicas. Pero tales, que el mismo contra quien* se dirigieron hizo alarde de contarlas: Estando yo (dice)81 en Valladolid, llevaron una carta a mi casa para mí con un real de porte; recibióla i pagó el porte una sobrina mía que nunca ella le pagara, pero diome por disculpa que muchas veces me avía oído decir que en tres cosas era bien gastado el dinero: en dar limosna, en pagar al buen médico, i en el porte de las cartas, ora sean de amigos o de enemigos, que las de los amigos avisan i de las de los enemigos se puede tomar algún indicio de sus pensamientos. Diéronmela i venía en ella un soneto malo, desmayado, sin garbo ni agudeza alguna, diciendo mal de Don Quijote, i de lo que me pesó fue del real; i propuse desde entonces de no tomar carta con porte.

61. Más sentido se manifestó Cervantes con otro enemigo de su Don Quijote, pues le descrivió tan al vivo que bien se echa de ver la fuerza de su indignación. Sólo se sabe que era fraile, pero no quién ni de qué religión, i assí bien podemos copiar aquí su pintura:82 La duquesa i el duque salieron a la puerta de la casa a recibirle (a Don Quijote) i con ellos un grave eclesiástico destos que goviernan las casas de los príncipes, destos que, como no nacen príncipes, no aciertan a enseñar cómo lo han de ser los que lo son, destos que quieren que la grandeza de los grandes se mida con la estrecheza de sus ánimos, destos que queriendo mostrar a los que ellos goviernan a ser limitados los hacen ser miserables. Destos tales digo que devía de ser el grave religioso que con los duques salió a recibir a Don Quijote. El recibimiento del dicho fraile i sacudimiento de Don Quijote mejor se leerá en el original.83 I dejando nosotros las censuras ocultas, hablemos ahora de las descubiertas.

62. Publicado, como queda dicho, tan bien recibido i diversas veces impresso el primer tomo de la Historia de Don Quijote de la Mancha, no faltó en España quien, embidioso de la gloria de Miguel de Cervantes Saavedra i codicioso de la ganancia de sus libros, aún viviendo él, se atrevió a escrivir i publicar una continuación de aquella historia inimitable. El título que dio a su obra fue éste:

63. Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha que contiene su tercera salida i es la quinta parte de sus aventuras, compuesto por el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas. Al alcalde, regidores i hidalgos de la noble villa de Argamasilla, patria feliz del hidalgo cavallero Don Quijote de la Mancha. Con licencia, en Tarragona en casa de Felipe Roberto, año 1614. En 8.

64. Ni el autor de esta obra se llamava Alonso Fernández de Avellaneda, ni fue natural de Tordesillas, célebre villa de Castilla la Vieja, sino que fue aragonés, pues Miguel de Cervantes, a quien devemos suponer bien informado, assí le nombró en varias ocasiones. En una, llamó a esta continuación84 Historia del aragonés recién impressa. En otra, hablando della, dijo:85 Ésta es la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete su primer autor, sino por un aragonés que él dice ser natural de Tordesillas. Aunque Cervantes, pues, en alguna parte86 le llamó autor tordesillesco, sólo fue por hablar en suposición de la ficción de su patria i quizá para tratarle con apodo equívoco a rocín tordillo, como si dijera autor arrocinado.

En suposición, pues, de que la obra se finge averse escrito en Tordesillas i de averse impressa en Tarragona, como lo manifiestan la aprovación del libro i licencia para imprimirle, se entenderá fácilmente lo que dijo Cervantes en el principio de su discretíssimo prólogo del segundo tomo aludiendo a la ficción de la patria i realidad de la impressión en Tarragona. Sus palabras son éstas: Válame Dios i con quánta gana deves de estar esperando aora, letor ilustre (o quier plebeyo), este prólogo creyendo hallar en él venganzas, riñas i vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas i nació en Tarragona, pues en verdad que no te he de dar este contento que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato i del atrevido, pero no me pasea por el pensamiento. Castíguele su pecado, con su pan se lo coma i allá se lo aya. I poco más adelante: Paréceme que me dices que ando mui limitado i que me contengo mucho en los términos de mi modestia, sabiendo que no se ha de añadir aflición al afligido i que la que deve de tener este señor sin duda es grande, pues no osa parecer a campo abierto i a cielo claro encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si huviera hecho alguna traición de lesa magestad.

Aquellas palabras señor i grande son misteriosas para mí, i, sea lo que fuere, yo estoi persuadido a que el enemigo de Cervantes era mui poderoso quando un escritor, soldado, animoso i diestro en el manejo de la pluma i de la espada no se atrevió a nombrarle. Si ya no es que fuesse hombre tan vil i despreciable que ni aun quiso que se supiesse su nombre para que con la misma infamia no lograsse alguna fama.

65. Don Nicolás Antonio juzgó que este autor no tenía genio para continuar tal obra. Esto es poco. Ni tenía genio ni ingenio para tan difícil empressa. No tenía genio porque éste supone ingenio, pues, como decía la duquesa que tanto honró a Don Quijote,87 las gracias i los donaires no assientan sobre ingenios torpes. I tal era el del autor aragonés cuya leyenda es indigna de qualquier letor que se tenga por honesto. Escrivir, pues, con gracia pide un natural mui agudo i mui discreto, de que estava mui ageno el dicho aragonés. Ni aun le tenía para inventar con alguna apariencia de verosimilitud, pues aviendo intentado continuar la Historia de Don Quijote devía ayer imitado el carácter de las personas que fingió Cervantes, guardando siempre el decoro que es la mayor perfección del arte.

Últimamente, su dotrina es pedantesca i su estilo lleno de impropiedades, solecismos i barbarismos, duro i desapacible i, en suma, digno del desprecio que ha tenido, pues se ha consumido en usos viles, i únicamente el aver llegado a ser raro pudo darle estimación, pues, aviéndose reimpresso en Madrid después de ciento i diez i ocho años, esto es en el de 1732, no ai hombre de buen gusto que haga aprecio dél. El año 1704 se imprimió en París una que so llama traducción de esta obra en lengua francesa, pero se observa el orden invertido, muchas cosas quitadas i muchas más añadidas, i éstas han podido grangear algún crédito a su primer autor.

66. Éste supo ocultar su nombre, pero no su maledicencia i codicia, pues se atrevió a hablar en su prólogo con tanta insolencia como ésta: Se prosigue (esta Historia de Don Quijote de la Mancha) con la autoridad que él (Miguel de Cervantes Saavedra) la comenzó i con la copia de fieles relaciones que a su mano llegaron (i digo mano, pues confiessa de sí que tiene sola una, i hablando tanto de todos hemos de decir dél que, como soldado tan viejo en años quanto mozo en bríos, tiene más lengua que manos), pero quégese de mi trabajo por la ganancia que le quito de su segunda parte. No hagamos caso de la gramática deste escritorcillo digno de la férula.

Oigamos otra reprehensión de la inculpable vegez de Miguel de Cervantes, de su condición, pobreza i persecuciones,* i tengan paciencia los letores en sufrir las necias habladurías de un ridículo pedante, que por tal juzgo al que dijo esto: I pues Miguel de Cervantes es ya de viejo como el castillo de San Cervantes i por los años tan mal contentadizo que todo i todos le enfadan, i por ello está tan falto de amigos que, quando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, avía de ahijarlos (como él dice) al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, por no hallar título quizás en España que no se ofendiera de que tomara su nombre en la boca, con permitir tantos, hayan los suyos en los principios de los libros del autor de quien murmura, i plegue a Dios aún dege aora que se ha acogido a la iglesia i sagrado. Conténtese con su Galatea i Comedias en prosa, que esso son las más de sus novelas. No nos canse. Santo Thomás en la 2.2q.36 enseña que la embidia es tristeza del bien i aumento ageno. Dotrina que la tomó de San Juan Damasceno. A este vicio da por hijos San Gregorio, en el lib. 31, cap. 31 de la exposición moral que hizo a la historia del Santo Job, al odio, susurración, detracción del próximo, gozo de sus pesares i pesar de sus buenas dichas, i bien se llama este pecado invidia a non videndo, quia invidus non potest videre bona aliorum; efetos todos tan infernales como su causa, i tan contrarios a los de la caridad christiana de quien dijo San Pablo, I Cor. 13. Charitas patiens est, benigna est, non aemulatur, non agit perperam, non inflatur, non est ambitiosa, congaudet veritati, etc. Pero disculpan los hierros de su primera parte en esta materia el averse escrito entre los de una cárcel. I assí no pudo dejar de salir tiznada dellos, ni salir menos que quejosa, murmuradora, impaciente i colérica qual lo están los encarcelados.

67. Si preguntamos a este hombre qué le movió a decir tan grandes desvergüenzas, en todo su prólogo no hallaremos otra causa sino que él i Lope de Vega fueron reprehendidos en la Historia de Don Quijote. Sus palabras son éstas: No podrá por lo menos dejar de confessar tenemos ambos un fin que es desterrar la perniciosa lición de los vanos libros de cavallerías tan ordinaria en gente rústica i ociosa, si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí i particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estrangeras (éste es Lope de Vega) i la nuestra deve tanto, por aver entretenido honestíssima i fecundamente tantos años los theatros de España con estupendas i inumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo, i con la seguridad i limpieza que de un ministro del Santo Oficio se deve esperar. Fue Lope de Vega familiar del Santo Oficio.88

68. Es mui propio de ignorantes, quando se ven reprehendidos, fundar el agravio que imaginan avérseles hecho reprendiéndolos en la censura hecha a otras grandes hombres, para que las apassionados a éstos se irriten contra el censor. Lope de Vega era en su tiempo i aún el día de hoi el príncipe de la cómica española. Censurar un escritor tan célebre era como poner las manos en un hombre sacrosanto.

69. Pero Lope, que sabía que era de carne i huesso como los demás escritores, como cuerdo agradecía las censuras hechas con verdad i buena intención i procurava aprovecharse del conocimiento de sus errores. En prueva de esto, baste el mismo sucesso que dio ocasión a que el indiscreto autor aragonés se quejasse tan fuera de propósito i maldigesse tanto.

70. Reprehendieron muchos a Lope de Vega porque componía comedias no ajustadas a los preceptos del arte. Tengo por cierto que Cervantes fue uno de sus más fuertes censores. Procuraría* Lope disculparse como mejor podía, quiero decir, atribuyendo muchos de sus descuidos a la condecendencia del vulgo i, viéndose estrechado, llegó a decir que las nuevas circunstancias del tiempo pedían nuevo género de comedias, como si la naturaleza de las cosas fuesse mudable por qualesquiera accidentes. La controversia se puso en términos de que la Academia Poética de Madrid mandasse a Lope de Vega que alegasse por su parte lo que tuviesse que decir. Entonces compuso el razonamiento que intituló Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. Como hombre ingenuo huvo de confessar sus yerros, dorándolos como mejor pudo, desta suerte:

Mándanme ingenios nobles, flor de España

....................................................................

que un arte de comedias os escriva

que al estilo del vulgo se reciba.

Fácil parece este sugeto, i fácil

fuera para qualquiera de vosotros

que ha escrito menos dellas, i más sabe

del arte de escrivirlas i de todo,

que lo que a mí me daña en esta parte

es averlas escrito sin el arte.

No porque yo ignorasse los precetos,

gracias a Dios, que ya Tirón Gramático

passé los libros que tratavan desto.

Antes que huviesse visto al sol diez veces

discurrí desde el aries a los peces.

Mas porque en fin hallé que las comedias

estavan en España en aquel tiempo,

no como sus primeros inventores

pensaron que en el mundo se escrivieran,

mas como los trataron muchos bárbaros

que enseñaron el vulgo a sus rudezas.

I assí se introdugeron de tal modo

que quien con arte agora las escrive

muere sin fama i galardón, que puede

entre los que carecen de su lumbre

más que razón i fuerza, la costumbre.

Verdad es que yo he escrito algunas veces

siguiendo el arte que conocen pocos;

mas luego que salir por otra parte

veo los monstruos de apariencias llenos

adonde acude el vulgo, i las mugeres

que este triste egercicio canonizan,

a aquel hábito bárbaro me buelvo;

i quando he de escrivir una comedia

encierro los precetos con seis llaves,

saco a Terencio i Plauto de mi estudio

para que no me den voces, que suele

dar gritos la verdad en libros muchos.

I escrivo por el arte que inventaron

los que el vulgar aplauso pretendieron,

porque, como las paga el vulgo, es justo

hablarle en necio para darle gusto.

Más adelante dice:

Creed que ha sido fuerza que os trugesse

a la memoria algunas cosas destas,

porque veáis que me pedís que escriva

arte de hacer comedias en España

donde quanto se escrive es contra el arte.

I que decir cómo serán agora

contra el antiguo, i que en razón se funda,

es pedir parecer a mi esperiencia

no el arte, porque el arte verdad dice,

que del ignorante vulgo contradice.

Lo mismo confiessa poco después:

Mas pues del arte vamos tan remotos

i en España le hacemos mil agravios,

cierren los doctos esta vez los labios.

I este mismo que por los más juiciosos i leídos es tenido por príncipe de la cómica española (porque D. Pedro Calderón de la Barca, ni en la invención ni en el estilo es comparable con él) concluye su Arte deste modo:

Mas ninguno de todos llamar puedo

más bárbaro que yo, pues contra el arte

me atrevo a dar precetos, i me dejo

llevar de la vulgar corriente adonde

me llamen ignorante Italia i Francia.

Pero ¿qué puedo hacer, si tengo escritas

con una que he acabado esta semana

quatrocientas i ochenta i tres comedias?,89

porque, fuera de seis, las demás todas

pecaron contra el arte gravemente.

Sustento, en fin, lo que escriví i conozco

que, aunque fueran mejor de otra manera,

no tuvieran el gusto que han tenido;

porque a veces lo que es contra lo justo

por la misma razón. deleita el gusto.

71. Tenemos reo confesso a Lope de Vega antes del año 1602, pues en él se imprimió esta Arte, si merece tal nombre un razonamiento académico tan contrario a ella. Reflexionemos ahora quán justa i quán moderada fue la censura de Cervantes dirigida a los malos cómicos de su tiempo; no a Lope de Vega, de quien hizo el devido aprecio contentándose sólo con reprehender (sin nombrarle) lo mismo que él públicamente avía confessado.

El discurso de Cervantes, en mi juicio, es el más feliz que escrivió, i assí dévame el letor que le repita el gusto de bolver a leerlo. Supongo que Miguel de Cervantes Saavedra se revistió de la persona de un canónigo de Toledo i, en nombre de éste, habló desta suerte con el célebre cura Pero Pérez:90 "He tenido cierta tentación de hacer un libro de cavallerías guardando en él todos los puntos que he significado i, si he de confessar la verdad, tengo escritas más de cien hojas, i, para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos i discretos, i con otros ignorantes que sólo atienden al gusto de oír disparates, i de todos he hallado una agradable aprovación.

Pero con todo esto no he proseguido adelante, assí por parecerme que hago cosa agena de mi professión como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes i que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sugetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros. Pero lo que más me lo quitó de las manos, i aun del pensamiento de acabarle, fue un argumento que hice conmigo mesmo, sacado de las comedias que aora se representan, diciendo: Si estas que aora se usan, assí las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates i cosas que no llevan pies ni cabeza, i con todo esso el vulgo las oye con gusto i las tiene i las aprueva por buenas estando tan lejos de serlo; i los autores que las componen91 i los actores que las representan dicen que assí han de ser porque assí las quiere el vulgo i no de otra manera; i que las que llevan traza i siguen la fábula, como el arte pide, no sirven sino para quatro discretos que las entienden, i todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio; i que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos que no opinión con los pocos, deste modo vendrá a ser un libro al cabo de averme quemado las cejas por guardar los precetos referidos, i vendré a ser el sastre del cantillo. I aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, i que más gente atraerán i más fama cobrarán representando comedias que haga el arte que no con las disparatadas, están tan asidos i encorporados en su parecer que no ai razón ni evidencia que dél los saque.

Acuérdome que un día dige a uno destos pertinaces: Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las quales fueron tales que admiraron, alegraron i suspendieron a todos quantos las oyeron, assí simples como prudentes, assí del vulgo como de los escogidos, i dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho? Sin duda, respondió el autor que digo, que deve de decir V. M. por La Isabela, La Filis i La Alejandra. Por éssas digo, le repliqué yo, i mirad si guardavan bien los precetos del arte i, si por guardarlos, dejaron de parecer lo que eran i de agradar a todo el mundo. Assí que no está la falta en el vulgo que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. Sí, que no fue disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo La Numancia, ni se le halló en la del Mercader amante, ni menos en La enemiga favorable,92 ni en otras algunas que de algunos entendidos poetas han sido compuestas para fama i renombre suyo i para ganancia de los que las han representado.

I otras cosas añadí a éstas, con que a mi parecer le degé algo confuso, pero no satisfecho, ni convencido, para sacarle de su errado pensamiento. En materia ha tocado V. M., señor canónigo (dijo a esta sazón el cura), que ha despertado en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal que iguala al que tengo con los libros de cavallerías, porque, aviendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vida humana, egemplo de las costumbres i imagen de la verdad, las que aora se representan son espejos de disparates; egemplos de necedades e imágenes de lascivia.

Porque ¿qué mayor disparate puede ser en el sugeto que tratamos, que salir un niño en mantillas en la primera cena del primer acto i en la segunda salir ya hecho un hombre barbado? I ¿qué mayor que pintarnos un viejo valiente i un mozo cobarde, un lacayo rhetórico, un pago consegero, un rei ganapán i una princesa fregona? Qué diré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden, o podían, suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en África, i aun si fuera de quatro jornadas, la quarta acabara en América, i assí se huviera hecho en todas las cuatro partes del mundo. I si es que la imitación es lo principal que ha de tener la comedia, ¿cómo es possible que satisfaga a ningún mediano entendimiento?, que fingiendo una acción que passa en tiempo del rei Pepino i Carlo Magno, al mismo que en ella hace la persona principal le atribuyan que fue el emperador Eraclio, que entró con la cruz en Gerusalén, i el que ganó la Casa Sarta como Godofre de Bullón, aviendo infinitos años de lo uno a lo otro i, fundándose la comedia sobre cosa fingida, atribuirle verdades de historia i mezclarle pedazos de otras, sucedidas a diferentes personas i tiempos; i esto no con trazas verisímiles, sino con patentes errores de todo punto inescusables.

I es lo malo que ai ignorantes que digan que esto es lo perfeto i que lo demás es buscar gullurías. Pues ¿qué, si venimos a las comedias divinas? ¿Qué de milagros falsos fingen en ellas? ¿Qué de cosas apócrifas i mal entendidas?, atribuyendo a un santo los milagros de otro. I aun en las humanas se atreven a hacer milagros sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro i apariencia como ellos llaman, para que gente ignorante se admire i venga a la comedia, que todo esto es en perjuicio de la verdad i en menoscabo de las historias i aun en oprobio de los ingenios españoles, porque los estrangeros que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos i disparates de las que hacemos.

I no sería bastante disculpa desto decir que el principal intento que las repúblicas bien ordenadas tienen, permitiendo que se hagan públicas comedias, es para entretener la comunidad con alguna honesta recreación i divertirla a veces de los malos humores que suele engendrar la ociosidad, i que pues éste se consigue con qualquier comedia buena o mala, no ai para qué poner leyes, ni estrechar a los que las componen i representan a que las hagan como devían hacerse, pues, como he dicho, con qualquiera se consigue lo que con ellas se pretende. A lo qual respondería yo que este fin se conseguiría mucho mejor sin comparación alguna con las comedias buenas que con las no tales. Porque de aver oído la comedia artificiosa i bien ordenada saldría el oyente alegre con las burlas, enseñado con las veras, admirado de los sucessos, discreto con las razones, advertido con los embustes, sagaz con los egemplos, airado contra el vicio, i enamorado de la virtud, que todos estos afectos ha de despertar la buena comedia en el ánimo del que la escuchare por rústico i torpe que sea. I de toda impossibilidad es impossible dejar de alegrar i entretener, satisfacer i contentar, la comedia que todas estas partes tuviere, mucho más que aquella que careciere dellas, como por la mayor parte carecen estas que de ordinario agora se representan. I no tienen la culpa desto los poetas que las componen, porque algunos ai dellos que conocen mui bien en lo que yerran,93 i saben extremadamente lo que deven hacer.

Pero, como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen,94 i dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuessen de aquel jaez. I assí el poeta procura acomodarse con lo que el representante, que le ha de pagar su obra, le pide. I que esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicíssimo ingenio destos reinos95 con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, finalmente, tan llenas de elocución i alteza de estilo que tiene lleno el mundo de su fama.

I por querer acomodarse al gusto de los representantes no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren.96 Otros las componen tan sin mirar lo que hacen que, después de representadas, tienen necessidad los recitantes de huirse i ausentarse temerosos de ser castigados, como lo han sido muchas veces, por ayer representado cosas en perjuicio de algunos reyes i en deshonra de algunos linages.

I todos estos inconvenientes cerrarían, i aun otros muchos más que no digo, con que huviesse en la corte una persona inteligente i discreta que examinarse todas las comedias antes que se representassen, no sólo aquellas que se hiciesen en la corte, sino todas las que se quisiessen representar en España, sin la qual aprovación, sello i firma ninguna justicia en su lugar dejasse representar comedia alguna; i desta manera los comediantes tendrían cuidado de embiar las comedias a la corte i con seguridad podrían representallas; i aquellos que las componen mirarían con más cuidado i estudio lo que hacían, temerosos de aver de passar sus obras por el riguroso examen de quien lo entiende. I desta manera se harían buenas comedias i se conseguiría felicíssimamente lo que en ellas se pretende, assí el entretenimiento del pueblo como la opinión de los ingenios de España, el interés i seguridad de los recitantes, i el ahorro del cuidado de castigallos. I si se diesse cargo a otro, o a este mismo que examinarse los libros de cavallerías que de nuevo se compusiessen, sin duda podrían salir algunos con la perfección que vuestra merced ha dicho, enriqueciendo nuestra lengua del agradable i precioso thesoro de la eloquencia, dando ocasión a que los libros viejos se escureciessen a la luz de los nuevos que saliessen para honesto passatiempo; no solamente de los ociosos, sino de los más ocupados. Pues no es possible que esté continuo el arca armado, ni la condición i flaqueza humana se pueda sustentar sin alguna lícita recreación."

72. ¿Son acaso más graves, más discretos i agradables los Diálogos de Platón? ¿Fueron mejores sus deseos? ¿Pudo la censura de Cervantes ser más justa i modesta? Ella fue tal en lo que toca a Lope de Vega que éste no se dio por ofendido, antes bien, quando se le ofreció decir algo de Cervantes escrivió con mucha estimación.

73. Pero el mal continuador de Don Quijote, como desfacedor de agravios literarios, quiso enderezar el tuerto que imaginava se avía hecho a Lope de Vega i, abroquelándose de la autoridad de éste, intentó con ella reparar los golpes que le dio Cervantes, hiriéndole quizá en alguna de las censuras particulares a que aluden este coloquio i la Novela de los perros, que puede mui bien llamarse sátira lucilio-horaciana porque, imitando a Lucilio i a Horacio, reprehende a muchíssimos mordacíssima pero ocultamente. I siendo quizá uno de los heridos el aragonés, en lugar de satisfacer con buenas razones a la censura de Cervantes, como no las hallava ni aun aparentes, se valió de su maledicencia.

Pero bien se la castigó Cervantes porque, a lo que le opuso de la vegez, manquedad i genio embidioso, le respondió assí:97  

Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo i de manco, como si huviera sido en mi mano aver detenido el tiempo que no passasse por mí, o si mi manquedad huviera nacido en alguna taverna, sino en la más alta ocasión98 que vieron los siglos passados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas a lo menos en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga. I es esto en mí de manera que, si aora me propusieran i facilitaran un impossible, quisiera antes averme hallado en aquella facción prodigiosa que sano aora de mis heridas sin averme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro i en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra i al de desear la justa alabanza.

I hase de advertir que no se escrive con las canas, sino con el entendimiento, el qual suele mejorarse con los años. He sentido también que me llame invidioso i que, como a ignorante, me descriva qué cosa sea la invidia, que, en realidad de verdad, de dos que ai yo no conozco sino a la santa, a la noble i bien intencionada.99 I siendo esto assí, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, i más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio. I si él lo dijo por quien parece que lo dijo (esto es, por Lope de Vega), engañóse de todo en todo, que del tal adoro el ingenio, admiro las obras i la ocupación continua í virtuosa.

74. Que Miguel de Cervantes Saavedra no tuviesse embidia a Lope de Vega se ve en las alabanzas que le dio antes i después del discurso que hizo de las comedias donde, en persona del canónigo de Toledo, le censuró tan moderadamente como hemos visto. En el libro VI de su Galatea, en boca de la misma Calíope, dijo:

Muestra en un ingenio la experiencia,

que en años verdes i en edad temprana

hace su habitación ansí la ciencia

como en la edad madura antigua i cana.

No entraré con alguno en competencia

que contradiga una verdad tan llana,

i más si acaso a sus oídos llega

que lo digo por vos, Lope de Vega.

Después, en el Viage del Parnaso,100 habló del mismo con la mayor estimación:

Llovió otra nube al gran Lope de Vega,

poeta insigne, a cuyo verso o prosa

ninguno le aventaja ni aun le llega.

I aun después de la censura del aragonés, en la continuación de la misma Historia de Don Quijote, hablando de Angélica, dijo101 que un famoso poeta andaluz (Luis Barahona de Soto) lloró i cantó sus lágrimas, i otro famoso i único poeta castellano (Lope de Vega) cantó su hermosura. I en otra parte102 aludió con mucha estimación a la Arcadia de Lope de Vega. La censura, pues, que dél hizo Cervantes no nació de embidia, pues le alabó tanto como el que más i sin medida alguna, sino de su gran conocimiento, pues fue mui justa. I la que hizo de Cervantes el continuador tordesillesco fue hija de su maledicencia tan abominable como se ha visto.

75. De otra manera que Fernández de Avellaneda habló Lope de Vega de Miguel de Cervantes Saavedra, quando, después de aver sido censurado i aun después de la muerte de su censor, cantó i celebró assí su gloriosa manquedad:103

En la batalla donde el rayo austrino,

hijo immortal del águila famosa,

ganó las hojas del laurel divino

al rei del Asia en la campaña undosa,

la fortuna embidiosa hirió la mano de Miguel Cervantes;

pero su ingenio en versos de diamantes

los del plomo bolvió con tanta gloria

que por dulces, sonoros i elegantes

dieron eternidad a su memoria,

porque se diga que una mano herida

pudo dar a su dueño eterna vida.

76. También castigó Cervantes la codicia de su detractor haciendo desprecio de sus amenazas, encomendando al letor este recado:104  

Dile también que de la amenaza que me hace que me ha de quitar la ganancia con su libro, no se me da un ardite; que, acomodándome al entremés famoso de la Perendenga, le respondo que viva el veinteiquatro mi Señor i Christo con todos. Viva el gran conde de Lemos (cuya christiandad i liberalidad bien conocida, contra todos los golpes de mi corta fortuna me tiene en pie). I vívame la suma caridad de ilustríssimo de Toledo don Bernardo de Sandoval i Rojas. (Sospecho que, porque Cervantes halló algún consuelo en la piedad deste prelado, dijo su detractor105 los que se avía acogido a la iglesia i sagrado.) I si quiera no aya emprentas en el mundo,* i si quiera se impriman contra mí más libros que tienen letras las Coplas de Mingo Rebulgo. Estos dos príncipes, sin que los solicite adulación mía ni otro género de aplauso, por sola su bondad, han tomado a su cargo el hacerme merced i favorecerme, en lo que me tengo por más dichoso i más rico que si la fortuna por camino ordinario me huviera puesto en su cumbre. La honra puédela tener el pobre, pero no el vicioso; la pobreza puede anublar a la nobleza, pero no escurecerla del todo; pero, como la virtud dé alguna luz de sí, aunque sea por los inconvenientes i resquicios de la estrecheza, viene a ser estimada de los altos i nobles espíritus i, por el consiguiente, favorecida. I no le digas más.

77. Puede ser que alguno eche menos la respuesta de Cervantes a lo que dijo el maldiciente satírico, que se hallava tan falto de amigos que, si quisiesse adornar sus libros con sonetos, no hallaría título quizás en España que no se ofendiera de que tomara su nombre en la boca. A lo qual Cervantes no respondió palabra alguna, porque ya no tenía qué añadir a lo que avía dicho en boca de aquel amigo suyo, introducido en su prólogo como consegero del mismo Cervantes, satirizando las costumbres de los escritores de su tiempo con tanta discreción como ésta:106  

Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios, que os faltan para el principio, i que sean de personages graves i de título, se puede remediar en que vos mesuro toméis algún trabajo en hacerlos i después los podéis bautizar i poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, de quien yo sé que ai noticia que fueron famosos poetas, i, quando no lo ayan sido i huviere algunos pedantes i bachilleres que por detrás os muerdan i murmuren desta verdad, no se os dé dos maravedís, porque, ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escrivistes.

Avía entonces en España la ridícula costumbre de prevenir el ánimo de los letores con muchas alabanzas, la mayor parte de ellas fabricadas por sus mismos autores; como sucede hoi en los que dan muchas juntas literarias, que professan la crítica con poca seriedad fiándose demasiadamente** de juicios agenos, tal vez ignorantes i tal apasionados. Reprehendió Lope de Vega aquel abuso quando dijo107 que Apolo mandava en un edicto varias cosas:

I que no propusiessen alabanzas

en censuras fingidas,

con falsas esperanzas de que serán creídas,

no sin risa escuchadas*

en su sobervia i vanidad fundadas.

78. Satirizando Cervantes a estos tales i satisfaciendo al mismo tiempo al deseo que tenía de ser alabado, puso al principio de su Historia de Don Quijote algunas composiciones poéticas en nombre, no de grandes señores (porque en la república literaria no ai más grandes señores que los que saben), sino de Urganda la Desconocida al libro de Don Quijote de la Mancha, de Amadís de Gaula, de D. Belianís de Grecia, de Orlando Furioso, del Cavallero del Febo i de Solisdán a Don Quijote de la Mancha, de la Señora Oriana a Dulcinea del Toboso, de Gandalín, escudero de Amadís de Gaula, a Sancho Panza, escudero de Don Quijote, del Donoso Poeta Entreverado a Sancho Panza i Rocinante, i, últimamente, un diálogo entre Babieca i Rocinante, queriendo decir con esto que su libro de Don Quijote de la Mancha era mejor que todos los libros de cavallerías, pues Don Quijote de la Mancha hizo ventaja al célebre Amadís de Gaula, libro que, según la fama común, i lo que dijo Cervantes,108 fue el primero de cavallerías que se imprimió en España i todos los demás han tomado principio i origen deste... dogmatizador de una secta tan mala; ... bien que es el mejor de todos los libros que deste género se han compuesto.

79. También se aventajó Don Quijote al afamado Don Belianís de Grecia: pues ésse, replicó el cura (Pero Pérez, estando haciendo el escrutinio con el barbero maesse Nicolás), con la segunda, tercera i quarta parte, tiene necessidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, i es menester quitarles todo aquello del castillo de la fama i otras impertinencias de más importancia.

80. Ni son comparables con las graciosas locuras de Don Quijote de la Mancha los desafueros de Orlando Furioso, bien que de su autor dijo el cura109 que si hablava en su idioma le pondría sobre su cabeza.

81. No dijo otro tanto del Cavallero del Febo, en cuyo nombre también hizo Cervantes un soneto. Imprimióse este libro con este título: Espejo de príncipes i cavalleros, en el qual en tres libros se cuentan los inmortales hechos del Cavallero Febo i de su hermano Rosicler, hijos del grande emperador Trebacio, con las altas cavallerías i mui estraños amores de la mui hermosa i estremada princesa Claridiana, i de otros altos príncipes i cavalleros, por Diego Ortúnez de Calahorra de la cuidad de Nágera. Salió el espejo de príncipes en dos tomos en folio que contienen la primera i segunda parte, en Zaragoza, año 1581.

Su autor, Pedro la Sierra. Después, Marco Martínez de Alcalá continuó dichas fábulas con este título: Tercera parte del espejo de príncipes i cavalleros, hechos de las hijas i nietos del emperador Trebacio. En Alcalá, año 1589. I Feliciano de Silva escrivió después La quarta parte del Cavallero del Febo. Sabidos estos títulos, se entenderá mejor el soneto del Cavallero del Febo a Don Quijote de la Mancha i se podrá aplicar la crítica que hizo el cura quando, tomando el barbero un libro, dijo:110  

Éste es Espejo de Cavallerías. Ya conozco a su merced, dijo el cura. Ahí anda el señor Reinaldos de Montalván con sus amigos i compañeros más ladrones que Caco, i los doce pares con el verdadero historiador Turpín. I en verdad que estoi por condenarlos no más que a destierro perpetuo, si quiera porque tienen parte de la invención del famoso Matheo Boyardo, de donde también tegió su tela el christiano poeta Ludovico Ariosto.

Del estilo de Feliciano de Silva hizo gran burla Cervantes en otra parte.111

82. De la misma suerte que los cavalleros andantes cedieron a Don Quijote de la Mancha, fueron también inferiores sus damas a Dulcinea del Toboso. I esto significan los versos quebrados de Urganda la Desconocida i el soneto de la Señora Oriana a Dulcinea del Toboso, damas que hacen mucho papel en la historia de Amadís de Gaula. Fuera de que esto también alude a que en tiempo de Cervantes dieron los escritores en la ridícula manía de hacer sonetos en nombre de mugeres para que, puestos éstos al principio de sus obras, fuessen aquéllas tenidas por poetisas i ellos se tuviessen por favorecidos de ellas.

83. El soneto de Gandalín a Sancho Panza quiere decir que ningún escudero huvo como Sancho Panza. I las décimas del Poeta Entreverado i el diálogo entre Babieca i Rocinante, que no huyo cavallo tan célebre como Rocinante, pues112 aunque tenía más quartos que un real i más tachas que el cavallo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualavan.

84. En lo que toca, pues, al cargo que el aragonés hizo a Cervantes de que no tenía de quien valerse para autorizar con varios sonetos la entrada de su libro, no tenía Cervantes satisfación alguna que añadir, pues de lo mismo que el otro echava menos avía hecho ya tanta burla, no sólo en el prólogo de Don Quijote, sino también en el de sus Novelas, pues hablando de aquel abuso i del amigo en cuya cabeza introdujo los discretíssimos consejos que el mismo Cervantes tan diestra i felizmente practicó, después de averse pintado en lo esterior e interior, según el cuerpo, digo, i el ánimo, añadió:  

I quando a la (memoria) deste amigo de quien me quejo no ocurrieran otras cosas de las dichas que decir de mí, yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios i se los digera en secreto con que estendiera mi nombre i acreditara mi ingenio, porque pensar que dicen puntualmente la verdad los tales elogios es disparate por no tener punto preciso ni determinado las alabanzas ni los vituperios. En fin, pues ya esta ocasión se passó i yo he quedado en blanco i sin figura, será forzoso valerme por mi pico que, aunque tartamudo, no lo será para decir verdades que dichas por señas suelen ser entendidas.

Después, prosigue diciendo lo que sentía de sus propias novelas, sin hablar, como dicen, por boca de ganso.

85. A lo que dijo el maldiciente de que Cervantes avía escrito su primera parte de Don Quijote entre los hierros de la cárcel i que por esso avía cometido tantos, sobre su encarcelamiento no quiso responder. Quizá por no ofender a los ministros de justicia, porque, ciertamente, su prisión no sería ignominiosa, pues el mismo Cervantes voluntariamente la refirió en el principio del prólogo de su primer tomo. En lo que toca a sus descuidos, yo no niego que Cervantes aya tenido algunos, los quales tengo observados, pero como el aragonés no los especificó, no era razón que, satisfaciéndole Cervantes, le atribuyesse la gloria de una justa o razonable censura. I assí la confessión de los propios descuidos o defensa de los que los críticos de aquel tiempo censuraron como tales, se reserva para la devida ocasión, i la censura de otros que se pudieran hacer reparables, se omite por la reverencia que se deve a la buena memoria de tan gran varón.

86. En lo que Miguel de Cervantes cargó más la mano a su injuriador fue en la reprehensión de su atrevimiento, pues lo fue, i mui grande, continuar una obra de pura invención siendo agena i viviendo el autor. Por esto dice al letor:  

Si por ventura llegares a conocerle dile de mi parte que no me tengo por agraviado, que bien sé lo que son tentaciones del demonio, i que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer i imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros, i tantos dineros quanta fama. I para confirmación desto quiero que en tu buen donaire i gracia le cuentes este cuento.

Prosigue Cervantes contando el cuento, i después otro, con tan satírica gracia que no cabe más.

87. Pareciéndole a Cervantes que el atrevimiento del aragonés pedía mayor castigo para hacerle más ridículo, en varias partes del cuerpo de su obra entremezcló algunas censuras de aquella perversa continuación, las quales es razón que aquí se lean juntas para que otros no caigan en tentación semejante.

88. En el capítulo LIX del segundo tomo, suponiendo que unos passageros estavan leyendo en un mesón la continuación del aragonés, introduce a un tal don Juan diciendo assí:  

Por vida de V. M., señor don Gerónimo, que en tanto que traen la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. Apenas oyó su nombre Don Quijote (el qual estava en el aposento immediato, dividido del otro con un sutil tabique) quando se puso en pie i con oído alerto escuchó lo que de él tratavan, i oyó que el tal don Gerónimo referido respondió: ¿Para qué quiere V. M., señor don Juan, que leamos estos disparates si el que huviere leído la primera parte de la Historia de Don Quijote de la Mancha no es possible que pueda tener gusto en leer esta segunda?

Con todo esso, dijo el don Juan, será bien leerla, pues no ai libro tan malo que no tenga alguna cosa buena. Lo que a mí en éste más me desplace es que pinta a Don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso. Oyendo lo qual Don Quijote, lleno de ira i de despecho, alzó la voz i dijo: Quienquiera que digere que Don Quijote de la Mancha ha olvidado, ni puede olvidar, a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va mui lejos de la verdad, porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en Don Quijote puede caber olvido.

Su blasón es la firmeza i su professión el guardarla con suavidad i sin hacerse fuerza alguna. ¿Quién es el que nos responde?, respondieron del otro aposento. ¿Quién ha de ser, respondió Sancho, sino el mismo Don Quijote de la Mancha que hará bueno quanto ha dicho i aun quanto digere?, que al buen pagador no le duelen prendas. Apenas huva dicho esto Sancho, quando entraron por la patena de su aposento dos cavalleros, que tales lo parecían, i uno dellos echando los brazos al cuello de Don Quijote le dijo: Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar vuestra presencia.

Sin duda vos, señor, sois el verdadero Don Quijote de la Mancha, norte i lucero de la andante cavallería, a despecho i pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre i aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego; i, poniéndole un libro en las manos que traía su compañero, le tomó Don Quijote i, sin responder palabra, comenzó a hogearle, i de allí a un poco se le bolvió diciendo: En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión: La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo. La otra, que el lenguage es aragonés porque tal vez escrive sin artículos. I la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra i desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice113 que la muger de Sancho Panza, mi escudero, se llama Mari Gutiérrez i no se llama tal sino Teresa Panza.

I quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia. A esto dijo Sancho: ¡Donosa cosa de historiador! Por cierto, bien deve de estar en el cuento de nuestros sucessos, pues llama a Teresa Panza, mi muger, Mari Gutiérrez. Torne a tomar el libro, señor, i mire si ando yo por ahí i si me ha mudado el nombre. Por lo que he oído hablar, amigo, dijo don Gerónimo, sin duda devéis de ser Sancho Panza, el escudero del señor Don Quijote. Sí soi, respondió Sancho, i me precio dello. Pues a fe, dijo el cavallero, que no os trata este autor moderno con la limpieza que en vuestra persona se muestra. Pintaos comedor i simple i no nada gracioso i mui otro del Sancho que en la primera parte de la Historia de vuestro amo se descrive. Dios se lo perdone, dijo Sancho. Dejárame en mi rincón sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe i bien se está San Pedro en Roma.

Los dos cavalleros pidieron a Don Quijote se passasse a su estancia a cenar con ellos, que bien sabían que en aquella venta no avía cosas pertenecientes para su persona. Don Quijote, que siempre fue comedida,114 condecendió con su demanda i cenó con ellos. Quedóse Sancho con la olla con mero mixto imperio. Sentóse en cabecera de mesa i con él el ventero que, no menos que Sancho, estava de sus manos i de sus uñas aficionado. En el discurso de la cena preguntó don Juan a Don Quijote qué nuevas tenía de la señora Dulcinea del Toboso, si se avía casado, si estava parida o preñada, o si, estando en su entereza, se acordava (guardando su honestidad i buen decoro) de los amorosos pensamientos del señor Don Quijote de la Mancha. A lo que él respondió: Dulcinea se está entera i mis pensamientos más firmes que nunca, las correspondencias en su sequedad antigua, su hermosura en la de una soez labradora transformada.

I luego les fue contando punto por punto el encanto de la señora Dulcinea i lo que le avía sucedido en la cueva de Montesinos con la orden que el sabio Merlín le avía dado para desencantarla, que fue la de los azotes de Sancho. Sumo fue el contento que los dos cavalleros recibieron de oír contar a Don Quijote los estraños sucessos de su historia. I assí quedaron admirados de sus disparates como del elegante modo con que los contava.

Aquí le tenían por discreto i allí se les deslizava por mentecato, sin saber determinarte qué grado le darían entre la discreción i la locura. Acabó de cenar Sancho i, dejando echo equis al ventero, se passó a la estancia de su amo, i en entrando dijo: Que me maten, señores, si el autor deste libro que vuesas mercedes tienen quiere que no comamos buenas migas juntos. Yo querría que, ya que me llama comilón como vuessas mercedes dicen, no me llamasse también borracho. Sí llama, dijo don Gerónimo, pero no me acuerdo en qué manera, aunque sé que son mal sonantes las razones i además mentirosas, según yo echo de ver en la fisonomía del buen Sancho que está presente. Créanme vuessas mercedes, dijo Sancho, que el Sancho i el Don Quijote dessa historia deven de ser otros que los que andan en aquella que compuso Cide Hamete Benengeli, que somos nosotros: mi amo, valiente, discreto i enamorado; i yo, simple, gracioso i no comedor, ni borracho. Yo assí lo creo, dijo don Juan, i si fuera possible se avía de mandar que ninguno fuera ossado a tratar de las cosas del gran Don Quijote, si no fuesse Cide Hamete, su primer autor.115

Bien assí como mandó Alejandro que ninguno fuesse ossado a retratarle sino Apeles. Retráteme el que quisiere, dijo Don Quijote, pero no me maltrate, que muchas veces suele caerse la paciencia quando la cargan de injurias.116 Ninguna, dijo don Juan, se le puede hacer al señor Don Quijote de quien él no se pueda vengar si no la repara en el escudo de su paciencia, que a mi parecer es fuerte i grande.

En estas i otras pláticas se passó gran parte de la noche. I aunque don Juan quisiera que Don Quijote leyera más del libro por ver lo que discantava, no lo pudieron acabar con él, diciendo que él lo dava por leído i lo confirmava por todo necio i que no quería, si acaso llegasse a noticia de su autor que le avía tenido en sus manos, se alegrasse con pensar que le avía leído; pues de las cosas obscenas i torpes117 los pensamientos se han de apartar, quánto más los ojos. Preguntáronle que adónde llevava determinado su viage.

Respondió que a Zaragoza a hallarse en las justas del Arnés que en aquella ciudad suelen hacerse todos los años. Díjole don Juan que aquella nueva historia contava118 cómo Don Quijote, sea quien se quisiere, se avía hallado en ella en una sortija, falta de invención, pobre de letras, pobrísima de libreas, aunque rica de simplicidades. Por el mismo caso, respondió Don Quijote, no pondré los pies en Zaragoza, i assí sacaré a la plaza del mundo la mentira de esse historiador moderno i echarán de ver las gentes cómo yo no soi el Don Quijote que él dice. Hará mui bien, dijo don Gerónimo, i otras justas ai en Barcelona donde podrá el señor Don Quijote mostrar su valor.

Assí lo pienso hacer, dijo Don Quijote, i vuessas mercedes me den licencia (pues ya es hora) para irme al lecho, i me tengan i pongan en el número de sus mayores amigos i servidores. I a mí también, dijo Sancho. Quizá seré bueno para algo. Con esto se despidieron, i Don Quijote i Sancho se retiraron a su aposento, dejando a don Juan i a don Gerónimo admirados de ver la mezcla que avía hecho de su discreción i de su locura; i verdaderamente creyeron que éstos eran los verdaderos Don Quijote i Sancho, i no los que descrivía su autor aragonés.

¡Admirable crítica! Uno de los preceptos de la fábula es, o seguir la fama, o fingir las cosas de manera que convengan entre sí. Cervantes avía figurado a Don Quijote como cavallero andante valiente, discreto i enamorado; i essa fama tenía quando el llamado Fernández de Avellaneda se puso a continuar su historia, y en ella le pinta covarde, necio i desamorado. La dama de Don Quijote, como decía la duquesa,119 era una dama fantástica (dama, en fin, de loco) que Don Quijote engendró i parió en su entendimiento i la pintó con todas aquellas gracias i perfecciones que quiso..., hermosa sin tacha, grave sin sobervia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada i, finalmente, alta por linage.

Fernández de Avellaneda la pintó mui al contrario Cervantes ideó a Sancho Panza simple, gracioso i no comedor, ni borracho; Fernández de Avellaneda, simple sí, pero no nada gracioso, comedor i borracho. I assí, ni siguió la fama, ni fingió con uniformidad. Con razón, pues, hablando Altisidora de una visión que tuvo (que las mugeres son las que ordinariamente fingen las visiones), dijo120 que vio unos diablos que jugavan a la pelota con unas palas de fuego, sirviéndoles de pelotas libros al parecer llenos de viento i de borra, de suerte que al primer boleo no quedava pelota en pie, ni de provecho para servir otra vez, i assí menudeavan libros nuevos i viejos que era una maravilla.

A uno de ellos, nuevo, flamante, i bien enquadernado, le dieron un papirotazo que le sacaron las tripas i le esparcieron las hojas. Dijo un diablo a otro: Mirad qué libro es ésse. I el diablo le respondió: Ésta es la segunda parte de la Historia de Don Quijote de la Mancha, no compuesta por Cide Hamete su primer autor, sino por un aragonés que él dice ser natural de Tordesillas. Quitádmele de ahí, respondió el otro diablo, i metedle en los abismos del infierno, no le vean más mis ojos. ¿Tan malo es?, respondió el otro. Tan malo, replicó el primero, que si de propósito yo mismo me pusiera a hacerle peor, no acertara.

I poco después añade Don Quijote: Essa historia anda por acá de mano en mano, pero no para en ninguna porque todos la dan del pie. De cuyas palabras se colige que luego que salió a luz empezó a despreciarse. I como Cervantes finge que los diablos jugavan a la pelota con unas palas de fuego, de ahí devieron tornar algunos ocasión de adelante a decir121 que los amigos de Cervantes quemavan los libros del mal continuador, lo qual se dice voluntariamente porque no tenía Cervantes amigos que tan a costa suya quisiessen favorecerle.

89. Como quiera que sea, oigamos lo que sobre el mismo libro dicen Sancho i Don Quijote:122  

Yo apostaré, dijo Sancho, que antes de mucho tiempo no ha de aver bodegón, venta, ni mesón, o tienda de barbero, donde no anda pintada la historia de nuestras hazañas, pero querría yo que la pintassen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a éstas. Tienes razón, Sancho, dijo Don Quijote, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estava en Úbeda que, quando le preguntavan qué pintava, respondía: lo que saliere. I si, por ventura, pintava un gallo escrivía debajo: éste es gallo, por que no pensassen que era zorra. Desta manera me parece a mí, Sancho, que deve de ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a luz la historia deste nuevo Don Quijote que ha salido, que pintó o escrivió lo que saliere; o avrá sido como un poeta que andava los años passados en la corte, llamado Mauleón, el qual respondía de repente a quanto le preguntavan i, preguntándole uno qué quería decir Deum de Deo, respondió: de donde diere.

90. El mismo Don Quijote, hablando en otra ocasión can don Álvaro Tarfe (que en la historia del aragonés hace mucho papel), tuvo este coloquio:123

"Dígame V. M., señor don Álvaro. ¿Parezco yo en algo a esse tal Don Quijote que V. M. dice? No, por cierto, respondió el huésped, en ninguna manera. I esse Don Quijote, dijo el nuestro, ¿trahía consigo a un escudero llamado Sancho Panza? Sí trahía, respondió don Alvaro, i aunque tenía fama de mui gracioso, nunca le ohí decir gracia que la tuviesse. Esso creo yo mui bien, dijo a esta sazón Sancho, porque el decir gracias no es para todos, i esse Sancho que V. M. dice, señor gentil-hombre, deve de ser algún grandíssimo vellaco, frión í ladrón juntamente, que el verdadero Sancho Panza soi yo que tengo más gracias que llovidas i, si no, haga V. M. la experiencia i ándese tras de mí por lo menos un año i verá que se me caen a cada passo, i tales i tantas que, sin saber yo las más veces lo que me digo, hago reír a quantos me escuchan; i el verdadero Don Quijote de la Mancha, el famoso, el valiente, i el discreto, el enamorado, el desfacedor de agravios, el tutor de pupilos i huérfanos, el amparo de las viudas, el mantenedor de las doncellas, el que tiene por única señora a la sin par Dulcinea del Toboso, es este señor que está presente que es mi amo.

Todo qualquier otro Don Quijote, i qualquier otro Sancho Panza, es burlería i cosa de sueño. Por Dios que lo creo, respondió don Alvaro, porque más gracia avéis dicho vos, amigo, en quatro razones que avéis hablado que el otro Sancho Panza en quantas yo le ohí hablar que fueron muchas; más tenía de comilón que de bien hablado, i más de tonto que de gracioso. I tengo por sin duda que los encantadores, que persiguen a Don Quijote el bueno, han querido perseguirme a mí con Don Quijote el malo, pero no sé qué me diga, que ossaré yo jurar que le dejo metido en la casa del nuncio en Toledo para que le curen,124 i aora remanece aquí otro Don Quijote aunque bien diferente del mío.

Yo, dijo Don Quijote, no sé si soi bueno, pero sé decir que no soi el malo. Para prueva de lo qual quiero que sepa vuessa merced, mi señor don Álvaro Tarfe, que en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza, antes por averme dicho que esse Don Quijote fantástico se avía hallado en las justas dessa ciudad no quise yo entrar en ella, por sacar a las barbas del mundo su mentira. I assí me passé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estrangeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos i correspondencia grata de firmes amistades, i en sitio i en belleza, única. I aunque los sucessos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella sólo por avería visto.

Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo soi Don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, i no esse desventurado que ha querido usurpar mi nombre i honrarse con mis pensamientos. A vuessa merced suplico por lo que deve a ser cavallero, sea servido de hacer una declaración, ante el alcalde deste lugar, de que vuessa merced no me ha visto en todos los días de su vida hasta agora i de que yo no soi el Don Quijote impresso en la segunda parte,125 ni este Sancho Panza mi escudero es aquel que vuessa merced conoció. Esso haré yo de mui buena gana, respondió don Alvaro, puesto que causa admiración ver dos Don Quijotes i dos Sanchos a un mismo tiempo, tan conformes en los nombres, como diferentes en las acciones. I buelvo a decir, i me afirmo, que no he visto la que he visto, ni ha passado por mí lo que ha passado...

Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón con un escrivano, ante el qual alcalde pidió Don Quijote por una petición, de que a su derecho convenía, de que don Alvaro Tarfe, aquel cavallero que allí estava presente, declararse ante su merced cómo no conocía a Don Quijote de la Mancha, que assimismo estava allí presente, i que no era aquel que andava impresso en una historia intitulada Segunda parte de Don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente, el alcalde proveyó jurídicamente. La declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales casos devían hacerse, con lo que quedaron Don Quijote i Sancho mui alegres, como si les importara mucho semejante declaración i no mostrara claro la diferencia de los dos Don Quijotes i la de los dos Sanchos sus obras i sus palabras.

Muchas cortesías i ofrecimientos passaron entre don Alvaro i Don Quijote, en las quales mostró el gran manchego su discreción de modo que desengañó a don Alvaro del error en que estava, el qual se dio a entender que devía de estar encantada, pues tocava con la mano dos tan contrarios Don Quijotes."

91. Últimamente, el mismo Don Quijote de la Mancha o, por mejor decir, Alonso Quijano el bueno, restituido ya a su entero juicio, en una de las cláusulas de su testamento, ordenó lo siguiente:126

Item suplico a los dichos señores mis albaceas (el señor cura Pero Pérez i el señor bachiller Sansón Carrasco, que estavan presentes) que si la buena suerte los trugere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las Hazañas de Don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, quan encarecidamente se pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de aver escrito tantos i tan grandes disparates como en ella escrive, porque parto desta vida con escrúpulo de averle dado motivo para escrivirlos.

92. Mucha razón, pues, tuvo Miguel de Cervantes Saavedra para juzgar i decir que la gloria de continuar con felicidad la Historia de Don Quijote de la Mancha sólo quedava reservada a su pluma. I para que esto no sonasse a jactancia, puso este discreto razonamiento en boca de Cide Hamete Ben-Engeli, hablando éste con su propia pluma. Dice, pues, Cervantes:127

"I el prudentíssimo Cide Hamete dijo a su pluma: Aquí quedarás colgada desta espetera i dente hilo de alambre, no sé si bien cortada o mal tajada, péñola mía, a donde vivirás luengos siglos, si presuntuosos i malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir i decirles en el mejor modo que pudieres:128 Tate, tate, folloncicos, de ninguno sea tocada, porque esta empressa, buen rei, para mí estava guardada. Para mí sola nació Don Quijote, i yo para él; él supo obrar i yo escrivir; solos los dos somos para en uno, a despecho i pesar del escritor fingido i tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escrivir con pluma de abestruz grossera i mal deliñada las hazañas de mi valeroso cavallero, porque no es carga de sus hombros ni assunto de su resfriado ingenio.

A quien advertirás (si acaso llegas129 a conocerle) que dege reposar en la sepultura los cansados i ya podridos huessos de Don Quijote i no le quiera llevar contra todos los fueros de la muerte a Castilla la Vieja,130 haciéndole salir de la fuessa donde real i verdaderamene yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada i salida nueva, que para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes cavalleros bastan las dos que él hizo,131 tan a gusto i beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron assí en estos como en los estraños reinos; i, con esta, cumplirás con tu christiana professión, aconsejando bien a quien mal te quiere, i yo132 quedaré satisfecho i ufano de aver sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseava, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas i disparatadas historias de los libros de cavallerías, que por las de mi verdadero Don Quijote van ya tropezando i han de caer del todo, sin duda alguna. Vale."

En efeto, luego que salió el primer tomo de la Historia de Don Quijote, este cavallero andante empezó a arrinconar a todos los demás i, después que salió el segundo tomo, en el año 1615, fue tan grande i tan universal el aplauso que mereció esta obra, que mui pocas han logrado en el mundo tanta, tan general i tan constante aprovación. Porque ai libros que sólo se estiman porque su estilo es texto para las lenguas muertas; otros, a quienes hicieron célebres las circunstancias del tiempo i, passadas aquéllas, cessó su aplauso; otros, que siempre se aprecian por la grandeza del asunto.

I los de Cervantes, teniéndole ridículo, siendo ahora menos entendido el dominio español i estando escritos en lengua viva reducida a ciertos límites, viven i triunfan a pesar del olvido, i son hoi en el mundo tan necessarios como quando salieran a luz la primera vez; porque, después que Francia* con la feliz protección de Luis XIV llegó a la cumbre del saber, empezó a descaecer i, faltando letrados semejantes a Sirmondo, Bossuet, Huet i a otros varones como ellos de immortal memoria, comenzó a prevalecer el espíritu novelero, i ha cundido de manera la afición a las fábulas que sus diarios literarios están rellenos de ellas i de Francia apenas nos vienen otros libros. El daño que causaron en otro tiempo semejantes fábulas fue tan grande, que se puede llamar universal.

Por esso, aquel juiciosíssimo censor de la república literaria Juan Luis Vives, quejándose gravíssimamente de las corrompidas costumbres de su tiempo, decía:133 ¿Qué manera de vivir es ésta que no se tenga por canción la que no sea torpe? Conviene, pues, que las leyes i los magistrados den providencia contra esto, i también contra los libros pestilenciales quales son en España, Amadís, Esplandián, Florisando, Tirante, Tristán, a cuyos despropósitos no se pone término; cada día salen de nuevo más i más como Celestina Alcahueta, madre de maldades, cárcel de amores. En Francia, Lanzarote del Lago, París i Viena, Puntho i Sidonia, Pedro Proenzal i Magalona, Melisendra, dueña inexorable. Aquí en Flandes (escrivía Vives en Brujas, año 1523), Florián i Blanca Flor, Leonela i Canamor, Curias i Floreta, Píramo i Tisbe. Ai algunos libros traducidos de latín en lenguas vulgares, como las desgraciadíssimas gracias de Pogio, Eurialo i Lucrecia,134 las cien novelas de Bocacio. Todos los quales libros escrivieron unos hombres ociosos, mal empleados, imperitos, entregados a los vicios i a la porquería. En los quales me maravillo que aya cosa que deleite. Pero las cosas malas nos halagan mucho. Medicina, pues, mui eficaz fue la que aplicó el ingeniosíssimo Cervantes, pues purgó los ánimos de toda Europa de tan envegecida afición a semejantes libros tan pegajosos.

Buelva, pues, a salir Don Quijote de la Mancha i desengañe un loco a muchos locos voluntarios, divierta un discreto corno Cervantes a tantos ociosos i melancólicos con la entretenida i apacible letura de sus artificiosos i graciosíssimos libros. Sobre los quales suele aver duda quál de los tomos es mejor, el que contiene la primera i segunda salida de Don Quijote o la tercera.

93. Yo quiero que la decissión de esta qüestión tan critica no sea mía sino del mismo Cervantes, el qual, aviendo oído el juicio que algunos anticipadamente avían hecho, introdujo este coloquio entre Don Quijote de la Mancha, el bachiller Sansón Carrasco, i Sancho Panza:135

¿Por ventura, dijo Don Quijote, promete el autor (esto es, Cide Hamete Ben-Engeli) segunda parte? Sí promete, respondió Sansón, pero dice136, que no ha hallado ni sabe quién la tiene, i assí estamos en duda si saldrá o no. I assí por esto, como porque algunos dicen: nunca segundas partes fueron buenas, i otros: de las cosas de Don Quijote bastan las escritas, se duda que no ha de aver segunda parte. Aunque algunos, que son más joviales que saturninos, dicen: vengan más quijotadas, embista Don Quijote i hable Sancho Panza, i sea lo que fuere que con esso nos contentamos.

I ¿a qué se atiene el autor?, dijo Don Quijote. ¿A qué?, respondió Sansón: en hallando que halle la historia, que él va buscando con extraordinarias diligencias, la dará luego a la estampa llevado más del interés que de darla se le sigue que de otra alabanza alguna. A lo que dijo Sancho: ¿Al dinero i al interés mira el autor? Maravilla será que acierte porque no hará sino harbar harbar, como sastre en vísperas de pasquas, i las obras que se hacen apriessa nunca se acaban con la perfeción que requieren. Atienda esse señor moro, o lo que es, a mirar lo que hace, que yo, i mi señor le daremos tanto ripio a la mano en materia de aventuras i de sucessos diferentes que pueda componer no sólo segunda parte, sino ciento. Deve de pensar el buen hombre, sin duda, que nos dormimos aquí en las pajas: pues ténganos el pie al errar i verá del que cosqueamos. Lo que yo sé decir es que, si mi señor tomasse mi consejo, ya aviamos de estar en essas campañas deshaciendo agravios i enderezando tuertos, como es uso i costumbre de los buenos andantes cavalleros.

En cuyo coloquio quiso Cervantes darnos a entender que tenía ingenio para la invención, no sólo de uno,* sino de cien Quijotes. La del segundo tomo no es menos agradable que la del primero, i la enseñanza es mucho mayor. Fuera de esto, en la narración principal no entremetió novela alguna totalmente separada del assunto, lo qual es mui contra el arte de fabular, sino que diestramente ingirió muchos episodios mui bien enlazados con el principal assunto, cosa que pide gran ingenio i singular habilidad.

Oigamos otra vez al mismo Cervantes:137  

Dicen que en el propio original desta historia se lee que, llegando Cide Hamete a escrivir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le avía escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo por aver tomado entre manos una historia tan seca i tan limitada como esta de Don Quijote, por parecerle que siempre avía de hablar dél i de Sancho sin osar estenderse a otras digressiones i episodios más graves i más entretenidos; i decía que el ir siempre atenido el entendimiento, la mano i la pluma, a escrivir de un solo sugeto i hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundava en el de su autor, i, que por huir deste inconveniente, avía usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente i la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo Don Quijote que no podían dejar de escrivirse.

También pensó, como él dice, que muchos, llevados de la atención que piden las hazañas de Don Quijote, no la darían a las novelas i pasearían por ellas, o con priessa o con enfado, sin advertir la gala i artificio que en sí contienen, el qual se mostrara bien al descubierto quando por sí solas, sin arrimarse a las locuras de Don Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieran a luz. I assí en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciessen138 nacidos de los mismos sucessos que la verdad ofrece, i aun éstos limitadamente i con solas las palabras que bastan a declararlos. I, pues, se contiene i cierra en los estrechos límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia i entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo i se le den alabanzas, no por lo que escrive, sino por lo que ha dejado de escrivir.

Los que dicen, pues, que Cervantes en su segunda parte no se igualó a sí mismo, sepan que su opinión nace, o de la tradición de los que, enamorados de la primera, pensaron que no podía tener segunda, o de su poca inteligencia, i pues echan menos en ésta los que el mismo Cervantes confessó que en la otra avían sido defetos del arte, o licencias del artífice, para desahogo de su imaginación i divertimiento de la del letor.

94. En medio de tantas i tan justas alabanzas, assí de la admirable invención de Cervantes como de su prudente disposición i singular eloqüencia, como el que escrive es uno i los que leen muchos, i la atención del autor, ocupada en inventar, tal vez se deja transportar de la viveza de su imaginación, i, siendo ésta demasiadamente fecunda, la misma multitud de circunstancias suele hacer que éstas no se conformen entre sí, o no convengan al tiempo o al lugar en que se fingen, no es mucho que Miguel de Cervantes Saavedra tropezasse algunas veces con la inverosimilitud i falsedad, en lo qual tiene Cervantes por compañeros a quantos han escrito hasta hoi obras en que la invención aya sido dilatada, pues en todas ellas se hallan semejantes descuidos.

Bien lo conoció el mismo Cervantes, pues, aviéndole censurado algunas cosas de las que avía escrito en su tomo primero, confessó sus descuidos en los capítulos tercero, quarto i quarenta i tres de su tomo segundo, donde borró muchos yerros con la misma ingenuidad de tenerlos por tales, i procuró dorar algunos dellos, con tan graciosas disculpas, que la misma defensa es un nuevo i glorioso género de confessión. Tan generoso, pues, era su genio que si viviesse hoi i le propusieran nuevas censuras, como fuessen justas, ciertamente se daría por bien advertido.

95. Con la confianza, pues, que me da el ser yo uno de sus más apassionados, me atreveré a decir que, en algunos casos, excedió los límites de la verosimilitud* i, tal vez, tocó en los de una manifiesta falsedad. Porque en la célebre pendencia que tuvo con el vizcaíno don Sancho de Aspeitia, en suposición de que Don Quijote le arremetió con determinación de quitarle la vida, es inverosímil que el vizcaíno, que tendría ocupada la mano siniestra con las riendas de su mula, no sólo tuviesse tiempo para sacar la espada con la derecha, sino también para tomar una almohada del coche que le sirvió de escudo, pues los que ivan en el coche, naturalmente, estarían sentados sobre ella i, quando assí no fuesse, siempre tiene su dificultad que pudiesse el vizcaíno tomarla tan aprisa, dando lugar a todo esto la furia de un loco.

96. También me parece inverosímil que Camila, que en la Novela del curioso impertinente se finge que hablava a solas i consigo mismo, hablasse tanto i de manera que Anselmo, que estava escondido, pudiesse oír un tan largo soliloquio. Pues, si los cómicos de mayor arte introdugeron en sus comedias algunos soliloquios, fue para que los mirones se instruyessen en los ocultos pensamientos de las personas de la fábula, pero no para que las personas introducidas escuchassen tan prolijas arengas.

97. El razonamiento que hizo Sancho Panza a su amo Don Quijote, referido en el cap. VIII del segundo tomo, ciertamente excede la capacidad de un hombre tan sencillo como Panza. No haré cargo a Cervantes de la poca verosimilitud con que escrivió lo que se sigue:139  

Este Ginés de Passamonte, a quien Don Quijote llamava Ginesillo de Parapilla, fue el que hurtó a Sancho Panza el rucio que, por no averse puesto el cómo ni el quándo en la primera parte por culpa de los impressores, ha dado en qué entender a muchos que atribuían a poca memoria del autor la falta de la emprenta. Pero, en resolución, Ginés le hurtó estando sobre él durmiendo Sancho Panza, usando de la traza i modo que usó Brunelo, cuando, estando Sacripante sobre Albraca, le sacó el cavallo de entre las piernas, i después le cobró Sancho como se ha contado.

Digo que no haré cargo a Cervantes de que esta invención tiene más de possible que de verosímil, porque se ve que Cervantes tiró en esto a reprehender a los autores que suelen disculpar sus errores en los descuidos de los impressores, sin advertir que los de éstos sólo suelen reducirse a trocar letras a palabras, i a omitir tal vez algunas cláusulas. I en lo que toca a la salida del modo i tiempo en que Ginesillo de Passamonte hurtó el rucio parece, si no conozco mal el genio de Cervantes, que su fin sólo fue reírse de la invención del modo de hurtar el cavallo de Sacripante.

98. Pero no sé yo cómo poder disculpar la ficción140 de que en un lugar de Aragón de más de mil vecinos durasse ocho o diez días141 la publicidad de tener un governador de burlas. Si esto es verosímil, los aragoneses lo digan. Lo que yo sé es que no aviendo en Aragón caverna alguna que tenga de largo media legua, es contra toda verdad aver fingido que Sancho Panza anduvo por ella todo esse trecho hasta parar en un lugar donde Don Quijote, desde arriba, oyó sus lamentos.142

99. Tampoco sé cómo poder disculpar el que aviendo dicho Cervantes143 que la fama avía guardado en las memorias de la Mancha que Don Quijote la tercera vez que salió de su casa fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron i allí le passaron cosas dignas de su valor i buen entendimiento, después Cervantes en su continuación dice144 que Don Quijote no pondría los pies en Zaragoza por sacar mentiroso al historiador moderno, siendo assí que en hacerle ir a las justas de Zaragoza huviera seguido a la fama.

100. Menos disculpa tiene aver llamado Cervantes Juana Gutiérrez a la mujer de Sancho Panza145 o Juana Panza, que es lo mismo porque se usa en la Mancha tomar las mugeres el apellido de sus maridos,146 i reprehender al continuador aragonés147 porque no sin alguna razón148 la llamó Mari-Gutiérrez, i llamarla después el mismo Cervantes* en todo su segundo tomo Teresa Panza. Aunque yo creo que esto picó en historia verdadera.149

101. Fuera de todo esto, qualquiera que se entretenga en formar un diario de las salidas de Don Quijote, hallará la cuenta de Cervantes mui errada i nada conforme a los sucessos referidos.

102. En una cosa deve ser tratado Cervantes con algún rigor, i es en los anacronismos o retrocedimientos de tiempo, porque, aviéndolos reprehendido tan justamente en sus contemporáneos cómicos,150 también en él deven ser censurados. Señalaré algunos de estos defetos.**

103. Pero para que se entienda mejor lo que voi a decir, es menester suponer que ha sido costumbre de muchos que han publicado libros de cavallerías querer autorizarlos diciendo que se avían hallado en alguna parte, escritos con letras mui antiguas difíciles de leer. Assí Garci-Ordóñez de Montalvo, regidor de Medina del Campo, después de aver dicho que avía corregido Los tres libros de Amadís, que por falta de los malos escritores o componedores se leían mui corruptos i viciosos, inmediatamente añadió*** que publicava aquellos libros trasladando i emendando El libro quarto con Las sergas de Esplandián su hijo, que hasta aquí no es en memoria de ninguno ser vista, que por gran dicha pareció en una tumba de piedra que debajo de la tierra en una hermita cerca de Constantinopla fue hallado i trahído por un úngaro mercader a estas partes de España en la letra i pergamino tan antiguo que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sabían. Imitando en esto Cervantes a Garci-Ordóñez de Montalvo, dijo:151  

Que la buena suerte le deparó un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo que, según él dijo, se avía hallado en los cimientos derribados de una antigua hermita que se renovava, en la qual caja se avían hallado unos pergaminos escritos con letras góthicas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas (esto es, de Don Quijote), i davan noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza, i de la sepultura del mesmo Don Quijote con diferentes epitafios i elogios de su vida i costumbres.

Escrivía esto Cervantes en el año mil seiscientos i quatro, i lo imprimió en el siguiente. Dejo al arbitrio del juicioso letor determinar la edad en que, según las referidas circunstancias, se finge que vivió Don Quijote de la Mancha. Referir un antiguo médico el hallazgo de los pergaminos donde estavan los epitafios de Don Quijote, averse hallado en los cimientos derribados de una antigua hermita, i estar escritos en letras góthicas, cuyo uso se prohibió en España en tiempo del rei don Alonso el Sexto,152 todas son circunstancias que arguyen el passage de algunos siglos. I esto mismo supone un discurso de Don Quijote, tan ocultamente erudito como graciosamente disparatado:153  

¿No han vuestras mercedes leído, respondió Don Quijote, los anales e historias de Inglaterra donde se tratan las famosas fazañas del rei Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rei Artús, de quien es tradición antigua i común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rei no murió, sino que por arte de encantamiento se convirtió en cuervo i que, andando los tiempos, ha de bolver a reinar i a cobrar su reino i cetro? A cuya causa no se provará que desde aquel tiempo a éste aya ningún inglés muerto cuervo alguno. Pues en tiempo deste buen rei fue instituida aquella famosa orden de cavallería de los Cavalleros de la Tabla Redonda, i passaron sin faltar un punto los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos i sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance i tan decantado en nuestra España de

Nunca fuera cavallero

de damas tan bien servido

como fuera Lanzarote

quando de Bretaña vino.

Con aquel progresso tan dulce i tan suave de sus amorosos i fuertes fechos. Pues desde entonces de mano en mano fue aquella orden de cavallería entendiéndose i dilatándose por muchas i diversas partes del mundo. I en ella fueron famosos i conocidos por sus fechos el valiente Amadís de Gaula con todos sus hijos i nietos hasta la quinta generación, i el valeroso Félix Marte de Hircania, i el nunca como se deve alabado Tirante el Blanco.154 I casi que en nuestros días vimos i comunicamos i oímos al invencible i valeroso cavallero don Belianís de Grecia. Esto, pues, señores, es ser cavallero andante, i la que he dicho es la orden de su cavallería.

Si Don Quijote, pues, fue tan vecino al tiempo en que se fingió aver vivido don Belianís de Grecia i la demás caterva de cavalleros andantes, aviéndose referido éstos a los siglos immediatos al origen del christianismo, como lo observó i censuró el erudito autor del Diálogo de las Lenguas,155 es consiguiente que Don Quijote de la Mancha se finja aver vivido muchos siglos ha. ¿Cómo, pues, Cervantes supone introducido ya en tiempo de Don Quijote el uso de los coches?,156 siendo assí que Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Adición o segunda parte a los oficios de la casa real, título del cavallerizo de las andas, dice que la princesa Margarita, quando vino a casar con el príncipe don Juan, trajo el uso de los carros de quatro ruedas i que, aviéndose buelto viuda a Flandes, cessaron tales carros i quedaron las literas que antes se usavan.

Aun en Francia, de donde nos vino esta moda como casi todas las demás, no es mui antiguo el uso de los coches, porque Juan de Laval Boisdausín de la casa Memoransi fue el primero que, a lo último del reinado de Francisco Primero, se sirvió de un coche por causa de su corpulencia, que era tal que no le permitía ir a cavallo. Debajo del reinado de Henrique Segundo sólo avía en la corte de Francia dos coches, una para la reina su muger i otro para Diana, hija natural del rei. En la ciudad de París, aviendo sido nombrado primer presidente Christóval de Thou, fue el primero que tuvo coche, pero nunca se sirvió dél para ir a la casa real. Estos egemplos que introdujo la grandeza o necessidad fueron luego tan perniciosos que llegó la vanidad al último grado.

Por lo que toca a España, escriviendo desto don Lorenzo Vander Hamen i León en el Libro primero de la vida de don Juan de Austria, dijo estas bien sentidas palabras:

Venía (Charles Pubest, criado del rei emperador Carlos Quinto) en un coche o carrocilla de las que en aquellas provincias se usavan. Cosa raras veces vista en estos reinos. Salían las ciudades enteras a verla con admiración. Tan corta noticia se tenía por entonces deste género de deleite. Sólo lo que se usavan eran carretas de bueyes i en ellas andavan las personas más graves tal vez. Don Juan (porque no traigamos egemplos de fuera de casa) fue muchas a visitar el templo de Nuestra Señora de Regla (Loreto de Andalucía) en una déstas en compañía de la duquesa de Medina. Esto se usava en aquel tiempo. Pero dentro de pocos años (el de setenta i siete) fue necessario prohibir los coches por pragmática. Tan introducido se hallava ya este vicio infernal que tanto daño ha causado a Castilla.

Para pintar este abuso, Miguel de Cervantes hizo que Teresa Panza, muger de un pobre labrador, manifestasse deseos de servirse de coche sólo por imaginar que su marido era governador de la ínsula Barataria; assí como, para reírse de algunos grados de dotor que se davan en su tiempo i que devían suponer pero no hacían a los hombres doctos, hizo mención de algunos licenciados graduados en las universidades de Sigüenza157 i Ossuna158 en tiempo de Don Quijote, siendo assí que por consejo del cardenal Giménez de Cisneros* erigió la de Sigüenza don Juan López de Medina, consegero de Henrique Quarto i su embiado en Roma, arcediano de Almazán, dignidad de la cathedral de Sigüenza i canónigo de Toledo; i más adelante, en el año 1548, fundó la de Ossuna, con aprovación de Carlos Quinto i Paulo Tercero, don Juan Téllez de Girón, conde de Ureña. Si Cervantes viviesse hoi, sobre este punto de los grados diría algo más. Pero sea su comentador don Diego de Saavedra en su República literaria.

104. Fue también falta de atención aludir,** en el supuesto tiempo de Don Quijote, al Concilio de Trento159 lo que empezó a celebrarse año 1544, siendo pontífice Paulo III, i se acabó en tiempo de Pío IV.

105. También Cervantes hizo mención de la América en boca del cura160 antes que Américo Vespucio, florentín, el año 1497 huviesse puesto los pies en ella dándole su nombre, siendo en esto más feliz que Christóval Colón, ginovés, que fue su primer descubridor, año 1492.

106. Ni devía aver hecho mención de Fernán Cortés,161 ni*** de la destreza de los ginetes megicanos162 antes que en el mundo huviesse Cortés, conquistador de Mégico, i que en tal ciudad huviesse avido cavallos. Nombró también el famoso cerro del Potosí163 antes que descubriesse sus prodigiosas venas de plata aquel bárbaro cazador.164 I la voz cacique,165 venida de la isla Española,166 no devía ponerse en boca de Sancho Panza.167

107. Fuera de esto, siendo tan reciente la impressión, no avía de suponer su uso en tiempo de Don Quijote,168 ni hacer mención de tantos autores modernos, assí estrangeros como españoles. Estrangeros como Ariosto,169 Miguel Verino,170 Jacobo Sannazaro,171 Antonio de Lofraso, poeta sardo,172 Polidoro Virgilio173 i otros. Españoles como Garci-Lasso de la Vega, a quien unas veces alaba expressamente,174 otras alega sus versos sin nombrarle,175 i otras alude a él claramente.176 De Juan Boscán, poeta contemporáneo i mui amigo de Garci-Lasso, dice Don Quijote:177 El antiguo Boscán se llamó Nemoroso, en lo qual erró de muchas maneras, llamando antiguo a Boscán, i aludiendo a la primera écloga de Garci-Lasso de la Vega.

108. El mismo Don Quijote, hablando mui discretamente de la común desgracia de las traducciones, dice:178 Fuera desta cuenta van los dos famosos traductores, el uno el dotor Christóval de Figueroa en su Pastor Fido, i el otro don Juan Jáuregui en su Aminta, donde felizmente ponen en duda quál es la tradución o quál el original. I se ha de advertir que el dotor Suárez de Figueroa publicó El pastor Fido, tragicomedia pastoral de Bautista Guarini, en Valencia, año 1609, en la oficina de Pedro Patricio Mei; i don Juan de Jáuregui El Aminta, comedia pastoril de Torquato Tasso, en Sevilla, por Francisco Lira, año 1618, en 4.

109. También una pastora, hablando con Don Quijote, nombró con anticipación de tiempo a Camoes, celebrándole como poeta excelentíssimo en su misma lengua portuguesa.179 Que fue lo mismo que reprehender las traducciones castellanas de Luis Gómez de Tapia, de Benito Caldera, i de Henrique Garcez para que se vea la dificultad que tienen las traducciones, pues dos tan semejantes dialectos de una misma lengua no son iguales en la expressión i harmonía.*

110. En el celebrado capítulo sexto del tomo primero, suponiéndose el escrutinio en tiempo de Don Quijote, se hacen críticas de las obras de Jorge de Montemayor, Gil Polo, López Maldonado, don Alonso de Ercilla, Juan Rufo, Christóval de Virués, i aun de La Galatea del mismo Cervantes.

111. También** hace éste mención180 de las obras del obispo de Ávila, don Alonso Tostado,181 natural de Madrigal, de donde quiso llamarse, el qual nació cerca de los años del Señor mil quatrocientos i*** murió en Bonilla de la Sierra, a tres de setiembre de 1455.182 Cita el Dioscórides, ilustrado por el dotor Laguna, impresso en Salamanca año 1586, i los refranes del Comendador Griego,183 publicados en la misma ciudad, año 1555. También las Súmulas de Villalpando,184 siendo assí que el dotor Gaspar Cardillo de Villalpando las imprimió en Alcalá, año 1599.

112. Las obras que censuró**** Cervantes sin nombrar sus autores, casi todos coetáneos suyos, son muchíssimas. Me contentaré con apuntar algunos egemplos.

113. Hablando de la traducción que hizo de Ludovico Ariosto, don Gerónimo de Urrea, la qual salió a luz en León de Francia impressa en 4 por Guillermo Roville, año 1556, dice en nombre del cura:185

Le perdonáramos al señor capitán que no le huviera traído a España i hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor. I lo mesura harán todos aquellos que los libros de verso quisieren bolver en otra lengua que, por mucho cuidado que pongan i habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.

De donde puede inferirse quánto más insípidas serán las dos traducciones que hicieron en prosa i publicaron dos toledanos: el uno Fernando de Alcocer, año 1510, el otro Diego Vázquez de Contreras, año 1585. Entrambos tan malos como fieles intérpretes de la letra de Ariosto. Más adelante, hablando el cura de las tres Dianas, es a saber: de la de Jorge de Montemayor que tiene primera i segunda parte, publicada en Madrid por Luis Sánchez, año 1545, en 12; de la de Alfonso Pérez, dotor en medecina conocido por el nombre de Salmantino, la qual salió a luz en Alcalá, año 1564, en 8; i la de Gaspar Gil Polo, impressa en Valencia, año 1564. Hablando, digo, el cura de las tres Dianas, dice assí:

I pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soi de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia i de la agua encantada, i cassi todos los versos mayores, i quédesele enhorabuena la prosa i la honra de ser primero en semejantes libros. Este que se sigue, dijo el barbero, es La Diana, llamada segunda del Salmantino, i este otro que tiene el mismo nombre, cuyo autor es Gil Polo. Pues la del Salmantino, respondió el cura, acompañe i acreciente el número de los condenados al corral, i la de Gil Polo se guarde como si fuera del mismo Apolo.

Poco más adelante, prosiguió el barbero diciendo:* Estos que se siguen son El pastor de Iberia, Ninfas de Henares, i Desengaños de celos. Pues no ai más que hacer, dijo el cura, sino entregarlos al brazo seglar del alma; i no se me pregunte el por qué, que sería nunca acabar.

El autor de Desengaños de celos no sé quién fue. De El pastor de Iberia lo fue Bernardo de la Vega, natural de Madrid, canónigo de Tucumán en la América Meridional, i le imprimió año 1591, en 8. Bernardo Pérez de Bobadilla fue el que escrivió la novela Ninfas ¡pastores de Henares i la publicó año 1587, en 8. Aludiendo Cervantes a estas dos censuras, i queriendo dar a entender que en el Viage del Parnaso (en el qual fingió que concurrieron casi todos los poetas de España) avía alabado a muchos según la fama popular, introdujo un poeta descontento, haciéndole cargo por la omissión de estos dos poetas i la censura que les hizo. Reprehende dicho poeta a Cervantes deste modo:186

Yo te confiesso, o bárbaro, i no niego

que algunos de los muchos que escogiste

(sin que el respeto te forzasse, o ruego)

en el devido punto los pusiste.

Pero con los demás, sin duda alguna,

pródigo de alabanzas anduviste.

Has alzado a los cielos la fortuna

de muchos que en el cuerno del olvido

(sin ver la luz del sol ni de la luna)

yacían. Ni llamado ni escogido

fue el gran Pastor de Iberia, el gran Bernardo

que de la Vega tiene el apellido.

Fuiste embidioso, descuidado i tardo,

i a las ninfas de Henares i pastores

como a enemigos les tiraste un dardo.

Más adelante puso Cervantes entre los poetas del Viage del Parnaso a Bernardo de la Vega, pero entre los malos poetas, diciendo assí:

Llegó el Pastor de Iberia, aunque algo tarde,

i derribó catorce de los nuestros

haciendo de su ingenio i fuerza alarde.

114. Continuándose el escrutinio de los libros de Don Quijote, dijo el barbero: Este que viene es El pastor de Filida. No es ésse pastor, dijo el cura, sino mui discreto cortesano. (Habla de Luis Gálvez de Montalvo, que publicó su Pastor de Filida en Madrid, año 1582.) Guárdese como joya preciosa. Este grande que aquí viene se intitula, dijo el barbero, Thesoro de varias poesías. Como ellas no fueran tantas, dijo el cura, fueran más estimadas. Menester es que este libro se escarde i limpie de algunas bagezas que entre sus grandezas tiene. Guárdese porque su autor es amigo mío, i por respeto de otras más heroicas i levantadas obras que ha escrito.

Éste es Fr. Pedro Padilla, natural de Linares, religioso carmelita, i antes, según dicen, cavallero de la Orden de Santiago. Entre otras muchas obras poéticas publicó un Cancionero, en el qual se contienen algunos sucessos de los españoles en la jornada de Flandes. Imprimióse en Madrid en casa de Francisco Sánchez, año 1538, en 8. I Miguel de Cervantes escrivió un soneto en alabanza del autor.

115. Últimamente, por acabar su escrutinio, dice Cervantes:  

Cansóse el cura de ver más libros i assí, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemassen, pero ya tenía abierto uno el barbero que se llamava Las lágrimas de Angélica. Lloráralas yo, dijo el cura en oyendo el nombre, si tal libro huviera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no sólo de España, i fue felicíssimo en la tradución de algunas fábulas de Ovidio.

Entiendo yo que habla aquí del capitán Francisco de Aldana, alcaide de San Sebastián, que murió gloriosamente en África peleando con los moros, cuya gloriosa muerte celebró en octavas rimas su hermano Cosme de Aldana, gentilhombre de Felipe II, al principio de sus sonetos i octavas que se imprimieron en Milán, año 1587, en 8. Este Cosme de Aldana imprimió todas las obras que pudo hallar de su hermano Francisco, en Madrid, en la imprenta de Luis Sánchez, año 1593, en 8, i, aviendo recogido después otras muchas, publicó segunda parte en Madrid, en la imprenta de P. Madrigal, año 1591, en 8.

De Francisco de Aldana, dice su hermano Cosme, que tradujo en verso suelto Las epístolas de Ovidio i que compuso una obra De Angélica i Medoro, de inumerables octavas; i, si bien no se imprimieron porque no se hallaron, por estas dos obras venimos en conocimiento de que Cervantes habló de Francisco de Aldana i no de Luis Barahona de Soto, de quien tenemos doce cantos de La Angélica prosiguiendo la invención de Ariosto. De cuyo poema dijo don Diego de Saavedra Fajardo en su admirable República Literaria: Ya con más luz nació Luis de Barahona, varón docto i de levantado espíritu.

Pero sucedióle lo que a Ausonio, que no halló con quien consultarse. Y assí dejó correr libre su vena sin tiento ni arte. Juicio que también arguye ser otro el poeta a quien alabó sin medida Miguel de Cervantes Saavedra, el qual añade en el capítulo siguiente: Se cree que fueron al fuego, sin ser vistos ni oídos, La Carolea i León de España con Los Hechos del Emperador compuestos por don Luis de Ávila, que sin duda devían de estar entre los que quedavan. I quizá, si el cura los viera, no passaran por tan rigurosa sentencia. La Carolea de que Cervantes hace mención puede ser la que Hierónimo Sempere imprimió en Valencia, año 1560, en 8. Pero más me inclino a que sea la que publicó en Lisboa, año 1585, Juan Ochoa de Lasalde; porque, hablando Cervantes en su Viage del Parnaso de la lista de poetas que le dio Mercurio, dice assí:

Miré la lista i vi que era el primero

el licenciado Juan de Ochoa, amigo,

por poeta, i christiano verdadero.

116. El autor de El león de España fue Pedro de la Vecilla Castellanos, natural de León, el qual publicó su poema i otras obras en Salamanca, año 1586, en 8. Los Comentarios de la guerra de Alemania, hecha por Carlos Quinto, los escrivió don Luis de Ávila i Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, persona a quien el césar estimó muchíssimo i a quien dieron grandes elogios los primeros escritores de aquella edad.

117. Estos anacronismos basten en orden a las personas de letras. Otros muchos cometió Cervantes hablando de las que fueron ilustres en las armas, pues ya supone escrita en tiempo de Don Quijote187 la historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández de Córdova, con la vida de Diego García de Paredes, siendo assí que aquél murió en Granada, día dos de deciembre del año 1515, agravado de una quartana (para él infausta), de edad de 62 años, i éste murió de 64 años en el de 1533, i las chrónicas de ambos se imprimieron en Alcalá de Henares por Hernán Ramírez, año 1584, en fol.

118. También introduce a un cautivo refiriendo188 que el gran duque de Alva, don Fernando de Toledo, passava a Flandes.

119. El mismo cautivo dice que le sirvió en las jornadas que hizo, que se halló en la muerte de los condes de Eghemon* i de Hornos, que alcanzó a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara llamado Diego de Urbina. Habla de la pérdida de la famosa isla de Chipre que ganó Selim II, año 1571, de la liga del Santo Pontífice Pío V con España contra el enemigo común, del general de aquella sagrada liga don Juan de Austria, hermano natural del rei don Felipe II. Dice que se halló en aquella felicíssima jornada ya hecho capitán de infantería, que se halló en la memorable batalla de Lepanto, la qual dieron i ganaron los christianos día siete de octubre del año 1571.

Allí mismo refiere cómo yendo en la capitana de Juan Andrea de Oria, por aver querido saltar en la galera* de Uchali, rei de Argel, desviándose ésta, quedó cautivo. Pondera su desgracia según se ha referido en otra parte. Algo más adelante celebra a don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, i al invictíssimo Carlos Quinto.

Cuenta mui despacio la pérdida de la Goleta i de un pequeño fuerte o torre que estava en mitad del estaño a cargo de don Juan de Zanoguera, cavallero valenciano i famoso soldado. Dice que cautivaron a don Pedro Puerto Camero, general de la Goleta, i a Gabrio Cervellón, general del fuerte; que murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, como Pagán de Oria, hermano del famoso Juan de Andrea de Oria, i don Pedro de Aguilar, cavallero andaluz, el qual avía sido alférez en el fuerte, soldado de mucha cuenta i de raro entendimiento i que especialmente tenía mucha gracia en la poesía.

120. En otra parte189 celebra los puñales de Ramón de Hoces, el sevillano. Acuerda el cuento del licenciado Torralva.190 Hace también mención del fullero Andradilla.191 I a este tenor, de otros muchos cuya memoria era mui reciente. ¡Ai igual ensarte de anacronismos!

121. Pues no paran aquí. Dice Cervantes192 que encontró Don Quijote unos recitantes de la compañía de Angulo el Malo, los quales avían hecho aquella mañana, que era la octava del Corpus, el auto De las cortes de la muerte i le avían de repetir aquella tarde en otro lugar; donde es digno de censura que suponga introducidos en España en tiempo de Don Quijote los autos sacramentales, siendo assí que la gente de farza no se conocía antes en España ni era conforme a la gravedad de las antiguas costumbres.

122. También supone el uso de enfriar el agua con nieve,193 siendo cierto que Pablo Jarquíes fue el primero que en tiempo de Felipe III fue el inventor del tributo de los pozos de la nieve, aviendo introducido antes en España el modo de guardarla i de usar de ella don Luis de Castelví, gentil-hombre de la boca del emperador Carlos Quinto, de quien Gaspar Escolano, explicándose de la manera que suele,** escrivió assí:194  

A este cavallero le deve España el uso de guardar la nieve en casas (por casas entiende los pozos) en las sierras donde cae, i el modo de enfriar el agua con ella. Porque no conociendo generalmente otro medio para esso que el del salmitre, fue el primero que puso en plática en la ciudad de Valencia el manejo de la nieve, que ha sido (demás de único regalo) singular ahorro de modorrias, tavardillos, calenturas pestilentes, i de otras gravíssimas dolencias que nos davan en los calores del verano, i como tal se comunicó poco a poco a lo restante de España el uso della; de donde nos quedó a los valencianos llamarle a este cavallero don Luis de la Nieve.

123. San Diego de Alcalá i San Salvador de Orta se beatificaron en tiempo de Felipe Tercero, i, aludiendo a esso, dice Sancho a Don Quijote: 195 Advierta, señor, que ayer o antes de ayer, que según ha poco se puede decir desta manera, canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían i atormentavan sus cuerpos se tiene agora a gran ventura el besarlas i tocarlas, i están en más veneración que está, según dige, la espada de Roldán en la armería del rei nuestro señor.

124. En el reinado de Felipe III fue general de las galeras de la carrera de indias don Pedro Vich, cavallero valenciano a quien alabó Cervantes en la Novela de las dos doncellas, i, señalando a éste con ocasión de referir que Don Quijote entró en una galera, dice: 196 Diole la mano el general, que con este nombre le llamaremos, que era un principal cavallero valenciano; abrazó a Don Quijote.

125. El edicto último de la expulsión de los moriscos de España se publicó en el año 1611, i Cervantes introduce a un morisco llamado Ricote 197 alabando a don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quien dio Felipe Tercero Cargo de la expulsión de los moriscos.

126. Pero ¿qué me detengo yo en amontonar anacronismos quando toda la Historia de Don Quijote está llena de ellos? Baste decir que Sancho Panza puso la fecha de su carta escrita a Teresa Panza su muger a veinte de julio de 1614, 198 que quizá sería el mismo día en que Cervantes la escrivió.

127. Mas con todo esto quiero disculpar quanto pueda a Miguel de Cervantes Saavedra diciendo que, como al principio de su historia dijo que Don Quijote no avía mucho tiempo que vivía en un lugar de la Mancha, siguió después el hilo desta primera ficción i, olvidado delta en el fin de su historia, se propuso imitar a Garci-Ordóñez de Montalvo en el lugar citado i anticipó el tiempo de Don Quijote. I assí sólo incurrió en este descuido. O para decirlo mejor, Don Quijote es hombre de todos tiempos i verdadera idea de los que ha avido, ai i avrá; i assí se acomoda bien a todos tiempos i lugares. I quando los más severos críticos no admitan esta disculpa, a lo menos no me negarán que estos descuidos i los demás que fuera fácil añadir de falsas alusiones i equivocaciones, que suelen ser mui freqüentes en una mente algo abstrahída por la demasiada atención al principal assunto, por otra parte se recompensan con mil perfecciones, pudiéndose decir con verdad que toda la obra es una sátira la más feliz que hasta hoi se ha escrito contra todo género de gentes.

128. Porque, si atendemos al assunto, ¿quién avía de pensar que por medio de unos libros de cavallerías se avían de desterrar los demás? El caso fue que, escriviendo con invención i estilo de todas maneras agradables, se hizo único en este género de escritos, como quien tenía bien conocido en qué avían pecado los demás escritores i cómo podrían evitarse aquellos desaciertos cumpliendo al mismo tiempo con el gusto de los letores; i nunca manifestó mejor su grande idea que quando, en boca del canónigo de Toledo, habló desta manera: 199 "Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de cavallerías. I, aunque he leído, llevado de un ocioso i falso gusto, casi el principio de todos los más que ai impressos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo. Porque me parece que, qual más qual menos, todos ellos son una mesma cosa, i no tiene más éste que aquél ni estotro que el otro. I, según a mí me parece, este género de escritura i composición 200 cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados que atienden solamente a deleitar i no a enseñar. Al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan i enseñan juntamente. I, puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo puedan conseguirle yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates. Que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura i concordancia que ve o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante, i toda cosa que tiene en sí fealdad i descompostura no nos puede causar contento alguno. Pues ¿qué hermosura puede ayer o qué proporción de partes con el todo i del todo con las partes en un libro o fábula donde un mozo de diez i seis años da una cuchillada a un gigante como una torre i le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique? ¿I qué, quando nos quieren pintar una batalla después de aver dicho que ai de la parte de los enemigos un millón de combatientes, como sea contra ellos el señor del libro, forzosamente, mal que nos pese, avemos de entender que el tal cavallero alcanzó la vitoria por sólo el valor de su fuerte brazo? Pues ¿qué diremos de la facilidad con que una reina o emperatriz heredera se conduce en los brazos de un andante i no conocido cavallero? ¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de cavalleros va por la mar adelante como nave con próspero viento, i hoi anochece en Lombardía i mañana amanezca en tierras del preste Juan de las Indias, o en otras, que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo? I si a esto se me respondiesse que los que tales libros componen los escriven como cosas de mentira i que assí no están obligados a mirar en delicadezas ni verdades, responderle hía yo que tanto la mentira es mejor (habla de la mentira parabólica, que por el fin del que la dice no lo es) quanto tiene más de lo dudoso i possible. Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escriviéndose de suerte que, facilitando los impossibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen i entretengan, de modo que anden a un mismo passo la admiración i la alegría juntas; i todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud i de la imitación, en quien consiste la perfeción de lo que se escrive. No he visto ningún libro de cavallerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principioi el fin al principio i al medio, sino que los componen con tantos miembros que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que hacer una figura proporcionada. Fuera desto, son en el estilo duros, en las hazañas increíbles, en los amores lascivos, en las cortesías mal mirados, largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viages, i finalmente agenos de todo discreto artificio i por esto dignos de ser desterrados de la república christiana como a gente inútil." ¿Se podía hacer sátira más fuerte i discreta contra los escritores cavallerescos.

129. Pues las críticas particulares que hizo de las obras de ellos fueron exactíssimas i graciosíssimas, como se puede ver en el capítulo VI de su primero tomo i en otros muchos. 201 Con quanto dissimulo reprehendió el estilo de los que le avían precedido en este género de composición, diciendo en persona de Don Quijote que el sabio que escriviesse sus hechos, llegando a contar su primera salida tan de mañana, pondría desta manera: 202 Apenas avía el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha i espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, i apenas los pequeños i pintados pajarillos con sus harpadas lenguas avían saludado con dulce i meliflua armonía la venida de la rosada aurora que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas i balcones del manchego orizonte a los mortales se mostrava, quando el famoso cavallero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso cavallo Rocinante i comenzó a caminar por el antiguo i conocido campo de Montiel.

130. También nos pintó Cervantes tan al vivo los vicios, assí de los ánimos como de las obras de los demás escritores, que no ai más que desear. En el prólogo de su primera parte, que leído muchas veces, siempre causa novedad; con gran dissimulo reprehende aquellos que, faltos de dotrina, afectan erudición en las márgenes de sus libros rebentando por parecer eruditos, como si la variedad de citas arguyesse otra cosa que una tumultuaria lección o manejo de alguna polianthea. Otros, mui fuera de propósito, encajan las citas dentro de la obra pareciéndoles que, si alegan a Platón o Aristóteles, serán tan simples los letores que se persuadan que los han leído. Otros, aviendo apenas saludado la lengua latina, se precian mucho de afectar su culta latini-parla. A éstos reprehendió Don Quijote, pues, en una ocasión 203 en que hablando con Sancho Panza le dijo que no tuviesse pena del desamparo de aquellos animales, que el que los llevaría a ellos por tan longinquos caminos i regiones tendría cuenta de sustentarlos. No entiendo esto de longinquos, dijo Sancho, no he oído tal vocablo en todos los días de mi vida. Longinquos, respondió Don Quijote, quiere decir apartados. I no es maravilla que no lo entiendas, que no estás tú obligado a saber latín, como algunos que presumen que lo saben, i lo ignoran. Por esso, Cervantes, que se preciava de saber la lengua castellana, pero no la latina (que esto pide una aplicación i egercicio de muchos años), introdujo a Urganda la Desconocida, hablando con su libro desta suerte:

Pues al cielo no le plu-

que saliesses tan lad-

como el negro Juan Lati-

hablar latines rehu-

131. Este Juan Latino fue un ethíope, primeramente esclavo, i condicipulo en la gramática de Gonzalo Fernández de Córdova, duque de Sessa, nieto del Gran Capitán, i después liberto suyo i maestro de lengua latina en la escuela de la iglesia de Granada.

132. También reprehendió Cervantes las frioleras de los intérpretes, quando escrivió assí: 204 Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas palabras en este capítulo: Juro como católico christiano. A lo que su traductor dice que el jurar Cide Hamete como cathólico christiano, siendo él moro, como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa sino que assi como el cathólico christiano quando jura, jura o deve jurar verdad i decirla en lo que digere, assí él la decía como si jurara como christiano cathólico en lo que quería escrivir de Don Quijote.

133. En otra parte,205 tratando de Don Quijote, dice: Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto ai alguna diferencia en los autores que deste caso escriven, aunque por congeturas verosímiles se deja entender que se llamava Quijana. En lo qual, en mi juicio, quiso Cervantes reprehender la ociosidad de muchos vanamente solícitos en amontonar varias lecciones a fin de manifestarse ingeniosos con frívolas congeturas.

134. Estos, pues, i semejantes escritores son aquellos de quienes hace burla Cervantes, diciendo en su prólogo que solicitan aprovaciones hechas por sus amigos o por ellos mismos para satisfacer mejor a la propia ambición de grangear aplausos. Bien que algunos escritores cuerdos, que saben lo que puede con los necios la autoridad extrínseca, tal vez se dejan llevar o del apetito de gloria o condecendiendo en los ruegos i cortesanía de sus amigos, son los propios fabricadores de sus alabanzas, como sospecho yo que lo practicó el padre Juan de Mariana en casi todas sus obras, i el mismo Cervantes en su tomo segundo de Don Quijote de la Mancha.

135. Los letores no se libraron de la censura de nuestro autor. Entre otras muchas me parece mui graciosa aquella que hizo de los que a las márgenes de los libros ponen notas mui ridículas, qual era la que dice que tenía la historia arábiga de Don Quijote, que traducida en castellano dice assí: 206 Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos, que otra muger de toda la Mancha.

136. No solamente los que escriven i leen tuvieron sus justas reprehensiones, sino también los que hablan con poca enmienda. I a esto me parece que alude lo que dijo el vizcaíno: 207 Anda, cavallero, que mal andes; por el Dios que crióme que, si no dejas coche, assí te matas como estás ahí, vizcaíno. Entendióle mui bien Don Quijote, i con mucho sossiego le respondió: Si fueras cavallero, como no lo eres, ya yo huviera castigado tu sandez i atrevimiento, cautiva criatura. A lo qual replicó el vizcaíno: ¡Yo no, cavallero! Juro a Dios tan mientes como christiano. Si lanza arrojas i espada sacas, el agua quán Presto verás que al gato llevas. Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo, i mientes que mira si otra dices cosa. Aquí se ve claramente quánto desfigura el lenguage i trastorna el sentido la colocación perturbada, vicio de los libros antiguos escritos en romance como más inmediatos al origen latino, i vicio también del mismo Cervantes en su Galatea, el qual se evita siguiendo la costumbre de hablar; pero, como ésta no está fundada en una perfeta analogía, sino que tiene por reglas muchas irregularidades, de aquí nace que no se puede hablar ni escrivir con enmienda sin aver estudiado bien la gramática de la propia lengua como lo practicaron los griegos i romanos, naciones las que mejor han hablado en todo el mundo. I porque en España no se usa esto han sido poquíssimos los que han escrito con enmienda.

137. Omito que Cervantes también nos quiso enseñar en boca de Don Quijote que puede mui bien una provincia ser privilegiada i essenta de tributos sin distinción de personas, pero que la verdadera nobleza, en opinión de todas las gentes, siempre será aquella en que los hombres se hagan ilustres por sus hazañas i empleos, i sean honrados de sus repúblicas o príncipes. Sobre lo qual hizo Don Quijote en otra parte un excelente razonamiento explicando la diferencia de cavalleros i de linages. 208 I Cide Hamete se ríe de la hidalguía de Maritornes, moza de una venta, diciendo: 209 Cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras (como la que avía dado a un arriero de Arévalo) que no las cumpliesse, aunque las diesse en un monte i sin testigo alguno. Porque presumía mui de hidalga i no tenía por afrenta estar en aquel egercicio de servir en la venta. Porque decía ella que desgracias i malos sucessos la avían traído a aquel estado.

138. También tuvieron su oculta pero fuerte reprehensión los señores del tiempo de Cervantes, por no apreciar como devían las obras de ingenio. Esta sátira fue agudíssima i pide mui particular atención. Pintó Cervantes admirablemente a un falso humanista al qual solemos llamar pedante i, después de avernos dejado dos graciosíssimos retratos suyos 210 en que manifestó la ridícula idea de sus obras, hizo que Don Quijote, prosiguiendo su discretíssima conversación, le digesse esto: Quería yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para imprimir essos sus libros (que lo dudo), ¿a quién piensa dirigirlos? Señores, i grandes, ai en España a quien puedan dirigirse, dijo el primo. No muchos, respondió Don Quijote. I no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos por no obligarse a la satisfación que parece se deve al trabajo i cortesía de sus autores. Un príncipe conozco yo (discreta lisonja a don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos) que puede suplir la falta de los demás con tantas ventajas que, si me atreviera a decirlas, quizá despertara la invidia en más de quatro generosos pechos. Antigua, pues, i como heredada es en España esta falta de conocimiento i aprecio de los grandes escritores. Por esso ha avido quien fuera de ella ha buscado mecenas. I preguntado otro, por qué se mostrava arrepentido de aver honrado la memoria de tantos, respondió: 211 Porque piensan ellos que el celebrarlos es deuda i assí no hacen mérito del obsequio. Creen que procede de justicia, quando no es sino mui de gracia. Por lo tanto, anduvo discretamente donoso aquel autor que, en la segunda impressión de sus obras, puso entre las erratas la dedicatoria primera.

139. No anduvo Cervantes menos discreto en las cosas que pertenecen al trato civil i político. En la persona de Sancho Panza nos pintó los habladores mui al vivo, haciéndole contar un cuento sumamente apropiado para representar la idea de un importuno hablista semejante a los que tratamos cada día. 212 I, porque en el trato civil no ai mayor impertinencia que la de un ceremonioso, remató el cuento contra la mal fundada presunción de los que ponen el ser en la rigurosa observancia de las leyes de la etiqueta mui fuera del caso.

140. No le pareció bien a Cervantes que algunos frailes mandassen a algunos señores, i contra esto hizo un fuerte sermón . 213

141. Reprehendió * el favor de los farsantes 214 que entonces ivan tomando cuerpo i llegó a ser escándalo.

142. No se libró de su censura la distribución de los premios de justicia. I assí, en boca de Don Quijote (que tales cosas solamente los locos o simples suelen atreverse a decirlas), habló desta manera: 215 ya por muchas experiencias sabemos que no es menester ni mucha habilidad ni muchas letras para ser uno governador, pues ai por ahí ciento que apenas saben leer i gobiernan como unos girijaltes. El toque está en que tengan buena intención i deseen acertar en todo, que nunca les faltará quien les aconsege i encamine en lo que han de hacer, como los governadores cavalleros i no letrados que sentencian con assessor. Aconsejaríale yo que ni tome cohecho ni pierda derecho i otras cosillas que me quedan en el estómago, que saldrán a su tiempo para utilidad de Sancho i provecho de la ínsula que governare. Aludió en esto Don Quijote a las dos instrucciones que pensava dar i dio después a Sancho Panza, una política, para el buen govierno de su ínsula, 216 i otra económica, 217 entrambas digníssimas de ser leídas i practicadas de todo buen governador i padre de familias. Al propósito de los mismos governadores, dijo Sancho Panza 218 quando tratava de ir a su govierno i de llevar su rucio: Yo he visto ir más de dos asnos a los goviernos, i que llevasse yo el mío no sería cosa nueva. El mismo Sancho anduvo sumamente discreto quando, hablando del uso de la caza respeto de los que tienen por oficio governar, fue de contrario dictamen que su amo Don Quijote, alegando su refrancico i confirmándolo con la razón natural, que fue la que movió a decir al sabio rei don Alonso 219 que non deve (el rei) meter tanta costa que mengüe en lo que ha de complir, nin use tanto dello (esto es, de la caza) que le embargue los otros fechos.

143. Sería menester hacer un libro mui crecido si en todo se huviesse de manifestar el alma verdadera desta fingida historia, i más si huviéssemos de hablar de algunas personas que se creen caracterizadas en las de esta misteriosa historia. Pero, pues Cervantes anduvo tan cauto que encubrió su idea con el velo de la ficción, degemos estas interpretaciones a la curiosa observación de los letones i sigamos el consejo de Urganda la Desconocida:

No te metas en dibu-

ni en saber vidas age-

que en lo que no va ni vie-

passar de largo es cordu-

144. Solamente en lo que toca a Don Quijote, no quiero passar en silencio que se engañan mucho los que piensan que Don Quijote de la Mancha es una representación de Carlos Quinto, sin más fundamento que antojárseles assí. Cervantes apreciava como devía la memoria de un príncipe i señor suyo de tanto valor i de tan heroicas virtudes, i muchas veces le nombró con la mayor veneración. También se engañan los que piensan que pintó en Don Quijote a don Francisco Gómez de Sandoval i Rojas, entonces duque de Lerma, después cardenal presbítero con el título de San Sixto, por elección de Paula V, en 26 de marzo de 1618. Pero este pensamiento de ningún modo es creíble porque, mandando a España el duque de Lerma, no se atrevería Cervantes a hacerle una burla tan infame que le podía salir mui cara, ni dedicaría la continuación de dicha obra al conde de Lemos, íntimo amigo del duque.

145. Querer hablar de las traducciones que se han hecho de la Historia de Don Quijote sería alargarnos demasiado. Solamente diré, para satisfacer de algún modo a la curiosidad de los letores, que Lorenzo Franciosini, florentín, hombre mui amante i benemérito de la lengua española, dentro de mui pocos años la tradujo en italiano i la publicó en Venecia, año 1622, omitiendo los versos, pero, aviéndoselos traducido después Alejandro Adimaro, también florentín, publicó segunda vez la misma traducción en Venecia, año 1625, en 8, siendo el impressor Andrés Baba. Devo esta noticia a don Nicolás Antonio, i la he leído en sus Apuntamientos manuscritos, donde dice que assí se lo avía escrito desde Florencia su amigo Antonio Magliabequi. La misma historia se tradujo en francés i se publicó en París, año 1678, en 2 vol. en 12. Después en inglés i en otras lenguas. Pero ai tanta diferencia del original a las traducciones como de lo vivo a lo pintado. Decía Don Quijote, i no decía mal: 220 que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega i latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las escurecen i no se ven con la lisura i tez de la haz, i el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel. Pero esto deve entenderse de aquellos libros cuya gran parte de perfección no consiste en el estilo, porque, donde tanto reina la gracia de decir como en este de Don Quijote, la traducción no es possible que corresponda al original. No será fuera de propósito un cuento. Bien notorio es quán ingenioso fue monsieur Row, célebre poeta inglés. Procurava éste obsequiar al conde de Oxford, gran thesorero de Inglaterra, el qual un día le preguntó si entendía bien la lengua española. Respondióle que no, i persuadiéndose a que pensaría embiarle a España con alguna honrosa comissión, añadió que dentro de poco tiempo esperava entenderla i hablarla. Aprovólo el conde, retiróse monsieur Row a una quinta i, como era tan hábil, dentro de pocos meses aprendió la lengua española i fue a dar cuenta de su buena diligencia. El conde exclamó: Dichoso vuessa merced, que puede tener el gusto de leer i entender el original de la Historia de Don Quijote. Quedó el poeta tan frío como honrada la memoria de Miguel de Cervantes Saavedra.

146. El qual, mientras estava travajando la continuación de la Historia de Don Quijote, se divertía en escrivir algunas novelas que salieron a luz con este título: Novelas egemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por Juan de la Cuesta, año 1613, en 4.

Novelas egemplares, núm. 147.

147. Las novelas son doce, i sus títulos éstos: La Gitanilla. El amante liberal. Rinconete i Cortadillo. La española inglesa. El licenciado Vidriera. La fuerza de la sangre. El celoso extremeño. La ilustre fregona. Las dos doncellas. La señora Cornelia. El casamiento engañoso. Los perros, Cipión i Berganza.

148. Estava Cervantes tan justamente satisfecho de estas novelas (algunas de las quales, como Rinconete i Cortadillo i otras, años avía 221 que las tenía compuestas) que, dedicándolas al conde de Lemos, llegó a decirle: Advierta vuestra excelencia que le embío, como quien no dice nada, doce cuentos que, a no averse labrado en la oficina de mi entendimiento, presumieran ponerse al lado de los más pintados. Pero es mui del caso referir aquí quál fue la idea de Cervantes, para que se haga mejor juicio de la censura que le hizo el escritor aragonés.

149. Después de aver dicho Cervantes que, si en la Historia de Don Quijote huviera solicitado ambiciosas alabanzas, le huviera ido mejor, prosigue assí: En fin, pues ya esta ocasión se passó i yo he quedado en blanco i sin figura, será forzoso valerme por mi pico que, aunque tartamudo, no lo será para decir verdades que, dichas por señas, suelen ser entendidas. I assí te digo (otra vez, letor amable) que destas Novelas que te ofrezco en ningún modo podrás hacer pepitoria, porque no tienen pies, ni cabeza, ni entrañas, ni cosa que les parezca. Quiero decir, que los requiebros amorosos que en algunas hallarás son tan honestos i tan medidos con la razón i discurso christiano que no podrán mover a mal pensamiento al descuidado o cuidadoso que las leyere. Heles dado nombre de Egemplares i, si bien lo miras, no ai ninguna de quien no se pueda sacar algún egemplo provechoso. I, si no fuera por no alargar este sugeto, quizá te mostrara el sabroso i honesto fruto que se podría sacar, assí de todas juntas como de cada una de por sí. Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos donde cada uno pueda llegar a entretenerse sin daño de barras, digo, sin daño del alma ni del cuerpo, porque los egercicios honestos i agradables antes aprovechan que dañan. Sí, que no siempre se está en los templos. No siempre se ocupan los oratorios. No siempre se assiste a los negocios por calificados que sean. Horas ai de recreación donde el afligido espíritu descanse. Para este efeto se plantan las alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas i se cultivan con curiosidad los jardines. Una cosa me atreveré a decirte: que si por algún modo alcanzara que la lección destas Novelas pudiera inducir a quien las leyere algún mal deseo o pensamiento, antes me cortara la mano con que las escriví que sacarlas en público. Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cinquenta i cinco de los años gano por nueve más i por la mano. A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclinación, i más que me doi a entender (i es assí) que soi el primero que he novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que en ella andan impressas todas son traducidas de lenguas estrangeras, i éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas. Mi ingenio las engendró i las parió mi pluma, i van creciendo en los brazos de la estampa... Sólo esto quiero que consideres: que pues yo he tenido ossadía de dirigir estas Novelas al gran conde de Lemos, algún misterio tienen escondido que las levanta. Este misterio lo es para mí. Declárelo quien lo entienda. En lo demás, claramente entendemos el motivo que tuvo Cervantes para llamar egemplares a sus novelas. Con todo esto, el maldiciente aragonés empezó su prólogo desta manera: Como casi es comedia toda la Historia de Don Quijote de la Mancha, no puede ni deve ir sin prólogo; i assí sale al principio desta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado i agressor de sus letores, que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, i más humilde que el que segundó en sus novelas, más satíricas que egemplares, si bien no poco ingeniosas.

150. No hagamos caso de que por burla llama cacareado a un prólogo tan justamente celebrado, queriendo parear sus necedades con aquellas incomparables discreciones. Ni nos detengamos en que llame agressor de los letores a un prólogo en el qual nada se dice contra éstos. Lo que a este satírico, como a embidioso, le dolía era el que Cervantes huviesse dicho aver sido el primero que, valiéndose de su propia invención, noveló en la lengua castellana. Oigamos a Luis Gaitán de Vozmediano, el qual en el prólogo de la tradución que hizo de la primera parte de las cien novelas de M. Juan Bautista Gualdo Cinthio, impressa en Toledo por Pedro Rodríguez, año 1590, en 4, hablando de las novelas rigurosamente tales, i entendiendo por ellas, a mi ver, unas ficciones de sucessos amorosos escritas en prosa artificiosamente para divertir e instruir a los letores, según las definió el eruditíssimo Huet, dice assí: Ya que hasta ahora se ha usado poco en España este género de libros por no aver comenzado a traducir los de Italia i Francia, no sólo avrá de aquí adelante quien por su gusto los traduzca, pero será por ventura parte el ver que se estima esto tanto en los estrangeros para que los naturales hagan lo que nunca han hecho que es componer novela. Lo qual entendido, harán mejor que todos ellos, i más en tan venturosa edad qual la presente. Assí sucedió, porque Cervantes escrivió algunas novelas con tanto ingenio, discreción i elegancia que pueden competir con las mejores, no coartando el nombre de novela a las fábulas amorosas, sino haciendo sugeto de ella qualquier assunto capaz de divirtir honestamente a los letores. Lope de Vega estuvo tan ageno de contradecirlo que, antes bien, alabó la invención, gracia i estilo de Cervantes quando, en la dedicatoria de su primera novela, dijo: También ai (en España) libros de novelas, dellas traducidas de italianos, i dellas propias, en que no faltó gracia i estilo a Miguel Cervantes. Pero, porque esto mismo dicho con sencillez por Cervantes causó embidia al detractor, notó éste su prólogo de poco humilde i a sus novelas de más satíricas que egemplares, aludiendo sin duda a las dos novelas del Licenciado Vidriera i de los Perros Cipión i Berganza, de las quales ésta mereció la aprovación de Pedro Daniel Huecio, 222 hombre el más erudito que ha tenido la Francia, i aquélla juzgo yo que es el texto donde Quevedo tomava puntos para formar después sus lecciones satíricas contra todo género de gentes.

151. últimamente, por lo que toca a intitular egemplares a las novelas, yo, hablando con ingenuidad, no las huviera llamado assí, i en esto no me aparto del juicio de Lope de Vega; el qual, acabando de alabar las novelas de Cervantes, añade: 223 Confiesso que son libros de grande entretenimiento i que podrían ser egemplares, como algunas de las historias de Valdelo, pero avían de escrivirlos hombres científicos o por lo menos grandes cortesanos, gente que halla en los desengaños notables sentencias i aforismos. Pero para censurar el título que dio Cervantes a sus Novelas era menester provar que no le convenía. Mas ésta no era empressa para el censurador argonés, el qual devía aver observado la explicación de Cervantes i tomado esta breve leción del maestro Alexio Venegas: 224 Resumiendo (dice) todas estas tres especies de fábulas, digo que la fábula mithológica es una habla que, con palabras de admiración, significa algún secreto natural o cuenta de historia. La apológica es una egemplar figura de habla, de cuya certeza se entiende la intención del Tabulador que es componer las buenas costumbres. La fábula milesia es un desvarío vano sin meollo de virtud ni ciencia, urdido para embevecer a los simples. Dejando, pues, Cervantes la fábula mithológica a los poetas antiguos i la milesia a los escritores desvergonzados, antiguos i modernos, escogió para sí la apológica o egemplar. I, para que esto se acabe de entender, oigamos de nuevo aquel necio reprehensor, que por ventura nos dará ocasión para defender a Cervantes con alguna novedad. Conténtese, dice, 225 con su Galatea i comedias en prosa, que esso son las más de sus novelas. No nos canse. Que las comedias sean escritas en prosa no es maravilla, pues las griegas i latinas, casi todas, están compuestas en versos y ambos tan semejantes a la prosa que muchas veces apenas se distinguen de ella. I las mejores comedias que tenemos en español, que son la Celestina i Eufrosina, están escritas en prosa. De la Celestina dijo el docto autor del Diálogo de las Lenguas que, quitándole algunos vocablos fuera de propósito i algunos otros latinos, era de opinión que ningún libro ai escrito en castellano adonde la lengua esté más natural, más propia, ni más elegante. I, después dél, dijo Cervantes 226 que era libro en su opinión divino si encubriera más lo humano; juicios que, según el mío, totalmente quadran también a La Eufrosina. Pero no puedo dissimular que en medio de la pureza de estilo de ésta ai frequentíssimas alusiones pedantescas, las quales empalagan mucho el delicado gusto de los letores.

152. Que las novelas sean comedias no es mucho, pues, siendo la novela una fábula, es necessario que sea alguna de las especies de la fábula, i en mi juicio puede ser qualquiera de ellas, como se puede observar en esta inducción; en la qual me valdré de los egemplos de Cervantes, en quanto ellos * alcancen, para que se vea que fue diestríssimo en casi todas las especies de composición fabulosa.

153. Toda fábula es ficción, i toda ficción es narración, o de cosas que no sucedieron pero fueron possibles, o de cosas que ni sucedieron ni fueron possibles. Si la narración es de cosas meramente possibles i se atiende la semejanza i proporción que tiene lo fingido con lo que se quiere persuadir, se llama parábola, de que están llenos los Sagrados Libros, i el que compuso el infante don Juan Manuel en su discretíssimo Conde Lucanor. I, si atendemos la invención, se llama novela, nombre que en este significado no es mui antiguo en España. Pero si la narración es de cosas impossibles se llama apólogo, como Las fábulas de Isopo i de Fedro. En cuyo género de composición se deve observar que aunque sea la hipóthesis impossible, una vez que sus partes se suponen existentes, se deven guardar con verosimilitud la propiedad i costumbres de las personas fingidas, siguiendo en todo la naturaleza de las cosas. Es de tanto provecho esta invención, que se halla practicada en las Divinas Letras, pues en el Libro de los Jueces 227 leemos que los árboles de la montaña tuvieron sus cortes para alzar por rei uno de ellos. Algunos de los quales no quisieron acetar el reinada. La oliva, por no dejar su grossura; la higuera, la dulzura de sus frutos; la vid, el vino regocijador, i, viniendo la cambronera, no sólo acetó el cetro, sino que, a no dárselo, amenazó con pena de fuego a los cedros del Líbano. También leemos en el Libro Quarto de los Reyes 228 que Joaz, rei de Israel, embió a decir a Amasías, rei de Judá, que se contentasse con las vitorias que avía alcanzado, sin querer avérselas consigo, guardándose no le aconteciesse lo que al cepacavallo (que es el que dicen cardo corredor), el qual embió a decir al cedro del monte Líbano que diesse su hija para casarla con su hijo, i, al tiempo que hacía esta propuesta, passaron las bestias del Líbano i atropellaron i maltrataron al cardo, quando con tanta arrogancia aspirava a ser consuegro del cedro. Esto supuesto, se deve tener por apólogo La novela de los perros, donde introdujo Cervantes un agradable coloquio entre Cipión i Berganza, perros del Hospital de la Resurrección de Valladolid.

154. En lo que toca a las Novelas, dichas assí especialmente, su ficción se compone o de partes meramente possibles, como casi todas las que ai escritas, o de sucessos verdaderos, pero que no tuvieron el enlace i consequencia que dice el autor, porque si no, sería historia o relación verdadera, como lo es en gran parte La novela del cautivo, advirtiéndolo el mismo Cervantes, 229 pero no lo es el enredo * i desenredo en que consiste la novela o fábula.

155. La ficción de cosas possibles, o propone la imitación de una idea perfeta, la mejor que pueda imaginarse según las acciones ilustres que se han de engrandecer, a una idea de la vida civil que sea más practicable, o los defctos de la naturaleza o del ánimo, ahora sea para reprehenderlos, ahora para incitar a su burla o imitación, ** que a tanto como esto llega la malignidad del entendimiento humano.

156. Si la fábula propone una idea mui perfeta se llama epopeya, la qual representa con gallardía las acciones ilustres de personas insignes en las artes de la paz o de la guerra con el fin de excitar los ánimos de los letores a la admiración, i de moverlos a la imitación de tan heroicas virtudes. Tales son la Ilíada i Ulisea de Homero.

157. Antonio Diógenes, que, según congetura Focio, 230 patriarca de Constantinopla, vivió poco después de Alejandro Magno, escrivió una Novela de las peregrinaciones i amores de Dinias i Dercilis, donde se ve una manifiesta imitación de las peregrinaciones de Ulises i amores de Calipso. La novela que compuso De las cosas de Ethiopía Heliodoro, obispo de Trica en Thesalia, también está escrita a imitación de la Ulisea de Homero; assimismo, la De los amores de Clitofón i Leucippes, menos honesta que la otra; su autor, Aquiles Tacio, que, si creemos a Suidas, también fue obispo. I para que a nuestra edad no faltasse otro también novelista a lo de Homero, monsieur Fenelón, arzobispo * de Cambrai, ingeniosamente escrivió con estilo poético Las aventuras de Telémaco. Últimamente (por no apartarme de Cervantes), Los trabajos de Persiles i Sigismunda son una clara imitación de la Ulisea de Homero i Ethiópica de Heliodoro, con quien Cervantes ** intentó competir i en mi juicio le huviera aventajado si, con la fecundidad de su ingenio, no huviera entremezclado tantos episodios que desfiguran i desaparecen la constitución i proporción de los miembros de la fábula principal. Pero este mismo descuido tiene una singular prerogativa, i es que muchos destos episodios son otras tantas tragedias donde la acción es una i de persona ilustre i el estilo correspondiente a la grandeza de la acción, sin que falte otra cosa para la composición de una perfeta tragedia sino la disposición dramática, coro i aparato sénico.

158. La Fábula de Don Quijote de la Mancha imita la Iliada. Quiero decir que, si la ira es una especie de furor, yo no diferencio a Aquiles airado de Don Quijote loco. Si la Iliada es una fábula heroica escrita en verso, la Novela de Don Quijote lo es en prosa, que la épica (como dijo 231 el mismo Cervantes) tan bien puede ecrivirse en prosa como en verso.

159. Si la novela propone una idea de la vida civil con su artificioso enredo e ingeniosa solución, es comedia. I por tales tengo yo casi todas las novelas de Cervantes, *** i como comedias se han representado muchas dellas sólo con averlas dispuesto en forma dramática.

160. Si la vida que representa la novela es pastoril, se llamará égloga con toda propiedad. I assí llamó Cervantes a su Galatea. 232 Veamos, pues, ahora quán bien quadra lo que dijo el ignorante aragonés: Conténtese con su Galatea i comedias en prosa, que esso son las más de sus novelas. No nos canse. A fe que no diría esto Lope de Vega, su oráculo, pues en su Novela del desdichado por la honra dijo: 233 Yo he pensado que tienen las novelas los mismos preceptos que las comedias.

161. Si las costumbres se reprehenden con acrimonia descubierta i severidad de ánimo, la novela será sátira como La gitanilla, Rinconete i Cortadillo, EL licenciado Vidriera i Los perros Cipión i Berganza, que son quatro ingeniosíssimas sátiras semejantes, según podemos congeturar, a las que compuso Marco Varrón intitulándolas menipeas, aludiendo a que Menipo, filósofo cínico, trató cosas mui graves con estilo gracioso. La gitanilla es una reprehensión de las costumbres de los gitanos, salteadores siempre perseguidos i nunca acabados. Rinconete i Cortadillo es una satírica representación de la vida ladronesca i, especialmente, de la de los cortabolsas que llamamos gatuna. El licenciado Vidriera es una censura general de todos los vicios. La novela de los perros, una invectiva contra los abusos que ai en la professión de varios egercicios i empleos.

162. Si las costumbres o acciones se representan ridículas, la novela es entremés, de cuya composición, como diré en su lugar i tiempo, nos dejó Cervantes ocho ideas, i en las quatro novelas recién alabadas ai mucho de esso, i aun en la de Don Quijote.

163. De las ideas torpes de los vicios, representándolos agradables, como dicen que lo hacían las antiguas i bien perdidas novelas sibaríticas i se ve hoi en las milesias, no quiso Cervantes dejarnos egemplo por no darle malo.

164. Pero para que no nos faltasse alguna idea de la fábula sáltica, si es que deve llamarse assí la que se dice que inventó o a lo menos compuso nuestro español Lucano, nos le dejó en La gitanilla i en La ilustre fregona, como también de la psáltica que podemos llamar cantar o romance, de cuya especie compuso, según él dice, infinitos, 234 entre los quales avría muchos ciertamente correspondientes a la grandeza de su ingenio, i yo (aunque por congetura) pudiera aquí señalar algunos i especialmente el que empieza En la corte está cortés, que me agrada mucho.

165. El diestro inventor, como Cervantes, sabe hacer una agradable mezcla de todas estas especies de fábulas, assí en lo que toca a los caracteres de las personas i costumbres como al estilo, apropiándole al sugeto de que se trata. I a esto aludió el canónigo de Toledo, esto es, el mismo Cervantes, quando dijo: 235 "Que con todo quanto mal avía dicho de tales libros (esto es, de los noveleros) hallava en ellos una cosa buena que era el sugeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiesse mostrarse en ellos, porque davan largo i espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiesse correr la pluma descriviendo naufragios, tormentas, rencuentros i batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente, previniendo las astucias de sus enemigos, i eloquente orador, persuadiendo o dissuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ahora un lamentable i trágico sucesso, ahora un alegre i no pensado acontecimiento, allí una hermosíssima dama, honesta, discreta i recatada, aquí un cavallero christiano valiente i comedido, acullá un desaforado bárbaro fanfarrón, acá un príncipe cortés, valeroso i bien mirado, representando bondad i lealtad de vassallos, grandezas i mercedes de señores. Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de estado. I tal vez le vendrá ocasión de mostrarse nigromante, si quisiere. Puede mostrar las astucias de Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialo, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia i verdad de Trajano, la fidelidad de Zopiro, la prudencia de Catón, i, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfeto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos; i siendo esto hecho con apacibilidad de estilo i con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere possible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios i hermosos lazos tegida que, después de acabada, tal perfeción i hermosura muestre que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar i deleitar juntamente, como ya tengo dicho. Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcíssimas i agradables ciencias de la poesía i de la oratoria, que la épica también puede escrivirse en prosa como en verso. Assí es como V. M. dice, señor canónigo, dijo el cura, i por esta causa son más dignos de reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin tener advertencia a ningún buen discurso, ni al arte i reglas, por donde pudieran guiarse i hacerse famosos en prosa, como lo son en verso los dos príncipes de la poesía griega i latina. Yo a lo menos, replicó el canónigo (el qual ya he dicho que es Cervantes), he tenido cierta tentación de hacer un libro de cavallerías guardando en él todos los puntos que he significado i, si he de confessar la verdad, tengo escritas más de cien hojas i, para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres aprisionados delta leyenda, dotos i discretos, i con otros ignorantes que sólo atienden al gusto de oír disparates, i de todos he hallado una agradable aprovación." Entre estos ignorantes no devió consultar al censurador aragonés, el qual devía aver hecho reflexión de que quien assí sabía los preceptos del arte de novelar, tomando la pluma, procuraría ajustarse a ellos. En mi juicio, las novelas de Cervantes son las mejores que se han escrito en España, allí por la agudeza de su invención i honestidad de costumbres, como por el arte con que se dispusieron i la propiedad i dulzura de estilo con que están escritas.

Viage del Parnaso, núm. 166.

166. Un año después que publicó las novelas, dio a luz un libro que intituló Viage del Parnaso, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, dirigido a don Rodrigo de Tapia, cavallero del hábito de Santiago, hijo del señor Pedro de Tapia, oidor del Concejo Real i consultor del Santo Oficio de la Inquisición Suprema. En Madrid, por la viuda de Alonso Martín. Año 1614, en 8.

167. Cervantes se preció mucho de la invención deste libro. Yo juzgo que es más ingeniosa que agradable. Pero no por esso me atreveré a llamar a su autor mal poeta como don Estevan Manuel de Villegas dijo que lo era, escriviendo al dotor Bartholomé Leonardo de Argensola: 236

Irás del Helicón a la conquista

mejor que el mal poeta de Cervantes,

donde no le valdrá ser quijotista.

En cuyo terceto aludió a lo que avía dicho Cervantes 237 que los dos hermanos Leonardos, Lupercio i Bartholomé, no avían ido al Parnaso a dar la batalla a los malos poetas porque estavan ocupados en Nápoles en el obsequio devido al conde de Lemos. Villegas, pues, torció el sentido de Cervantes convirtiendo en sátira de aquellos grandes ingenios el no aver ido al Parnaso, quando ellos se alegrarían de que cediesse esso en gloria del conde su protector, i más sabiendo que Cervantes hacía de sí el justo aprecio, pues, aun siendo mozos, los alabó muchíssimo en su Galatea 238 i, después, en el mismo Viage del Parnaso, llegando a decir 239 en el lance más apretado de la batalla:

Quiso Apolo indignado echar el resto

de su poder i de su fuerza sola,

i dar al enemigo fin molesto.

I una sacra canción, donde acrisola

su ingenio, gala, estilo i bizarría

Bartholomé Leonardo de Argensola.

Qual si fuera un Petrarte, Apolo embía

adonde está el tesón más apretado,

más dura i más furiosa la porfía.

Quando me paro a contemplar mi estado

Comienza la canción 240 que Apolo pone

en el lugar más noble i levantado.

168. I lo que más es de admirar (en prueva de la rectitud del juicio de Cervantes) es que alabava a los Leonardos, hallándose quejoso de ellos porque no hacían con el conde de Lemos los buenos oficios que le avían prometido. 241 Don Estevan Manuel de Villegas, que sabía esto, por lisongear a Bartholomé Leonardo, torció el pensamiento de Cervantes i, haciendo comparación de uno i otro, prefirió a Bartholomé. De cuya censura no se puede hacer buen juicio si no se habla con distinción según las especies de poesías. Porque en las coplas de arte menor es maravilloso el juicio i gravedad de Hernán Pérez de Guzmán i de don Jorge Manrique, como también * el ingenio, discreción i gracia de don Juan Manuel, Hernán Megía, Gómez Manrique, Luis Rivero, Suárez, el comendador Ávila, don Diego de Mendoza, i de otros muchíssimos cuyos pensamientos fueron agudíssimos i sus expresiones tan graciosas como nobles. Es admirable la festividad de Castillejo, la urbanidad de Luis Gálvez de Montalvo, el natural decir de todos éstos, castizo, inteligible i de todas maneras agradable. Garci-Lasso de la Vega es el único maestro de las éclogas. De la comedia i tragedia hablo yo en otra parte. De la poesía lírica es príncipe el que lo fue de Esquilache don Francisco de Borja, a quien aventajó en erudición don Luis de Góngora, pero, aunque hizo versos felicíssimos e inimitables, no supo igualarle en la observación del arte i pureza del estilo. La sátira i poesía heroica empezaron tarde en España. El dotor Bartholomé Leonardo de Argensola guardó en aquélla el rigor del arte, como hombre versadíssimo en los tres satíricos latinos, Horacio, Juvenal i Persio, a quienes más copió que imitó. Don Francisco de Quevedo observó menos el arte i fue más libre en la reprehensión. En todo manifestó su gran ingenio, pero en la Epístola satírica i censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares en su valimiento, nos dio a entender que, si no huviera querido dejarse llevar de su genio, huviera excedido a los mayores satíricos que ha tenido el mundo. Respeto de la poesía heroica, más quiero que se lea el juicio de Cervantes que el mío. Introduce al bachiller Sansón Carrasco hablando de los famosos poetas que avía en España, i refiere 242 que decían que no eran sino tres i medio. El mismo Cervantes nos dirá quáles son éstos. Haciendo el cura i el barbero el escrutinio de los libros, dijo el barbero: 243 Aquí vienen tres todos juntos: La Araucana de don Alonso de Ercilla, La Austriada de Juan Rufo, jurado de Córdova, i El Monserrate de Christóval de Virués, poeta valenciano. Todos essos tres libros, dijo el cura, son los mejores que en verso heroico en lengua castellana estén escritos i pueden competir con los más famosos de Italia. Guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España. El medio poeta entiendo yo que era el mismo Cervantes, pues, en boca de Don Quijote, dijo de sí mismo: 244 A fe que deve de ser razonable poeta, o yo sé poco del arte. I con razón porque, según el testimonio del mismo Mercurio, 245 fue raro inventor i la invención es la parte que anima la poesía. En aquello mismo que inventa suele guardar la devida puntualidad i el común decoro. 246 Pero como no tenía ni la profunda erudición que requiere la poesía heroica, ni su genio festivo podía atarse a los rigurosos preceptos de una arte tan seria, con cuerda modestia, no se atrevió a llamarse poeta entero. I, en efeto, no dio muestras de serlo ni en el Canto de Calíope, 247 ni en el Viage del Parnaso.

169. En este último libro (escrito a imitación de César Caporal), a primera vista parece una laudatoria de los poetas de su tiempo, pero realmente es una sátira contra ellos. I por esso está escrito en tercetos. El intento del autor se descubre en varias partes. En una dice: 248

Desta manera andava la poesía

de uno en otro, haciendo que hablasse,

éste latín, aquél algarabía.

En otra parte 249 introduce a un poeta malcontento reprehendiendo al nuestro, porque sin mérito avía canonizado a tantos. Las palabras del poetastro son éstas:

O tú (dijo), traidor, que los poetas

canonizaste de la larga lista

por causas i por vías indiretas,

¿dónde tenías, Magancés, la vista

aguda de tu ingenio, que assí ciego

fuiste tan mentiroso coronista?

Yo te confiessa, o bárbaro, i no niego

que algunos de los muchos que escogiste

(sin que el respeto te forzase o ruego) *

en el devido punto los pusiste.

Pero con los demás, sin duda alguna,

pródigo de alabanzas anduviste.

170. A cuyo cargo satisfizo con decir que Mercurio le avía dado aquella lista, i que tocava a Apolo, como a dios de la poesía, darles los puestos que pedían sus ingenios i habilidad.

171. También es este Viage un memorial de Miguel de Cervantes Saavedra i, como los hombres desvalidos, aunque modestos, se ven obligados a referir sus méritos porque no tienen otros que los cuenten, introduce dos coloquios suyos, uno con Mercurio, a quien fingió la mithología mensagero de los dioses, i otro con Apolo, soberano protector de las ciencias; i en uno i otro dijo Cervantes lo que convenía que supiesse i premiasse el rei de España por medio de su privado, que los que lo son tienen obligación de referir a sus amos los que merecen premio o castigo, so pena de condenarse a sí propios a una infamia perpetua. El primer coloquio, con Mercurio, dice assí:

Mandóme el dios parlero luego alzarme

i, con medidos versos i sonantes,

desta manera comenzó a hablarme:

O Adán de los poetas, o Cervantes,

¿qué alforjas i qué trago es éste, amigo?,

que assí muestra discursos ignorantes.

Yo, respondiendo a su demanda, digo:

Señor, voi al Parnaso i, como pobre,

con este aliño mi jornada sigo.

Y él a mí dijo: O sobre humano i sobre

espíritu cilenio levantado,

toda abundancia i todo honor te sobre,

que en fin has respondido a ser soldado

antiguo i valeroso, qual lo muestra

la mano de que estás estropeado.

Bien sé que en la naval dura palestra

perdiste el movimiento de la mano

izquierda para gloria de la diestra.

I sé que aquel instinto sobre humano,

que de raro inventor tu pecho encierra,

no te le ha dado el padre Apolo en vano.

Tus obras los rincones de la tierra

(llevándolas en grupa Rocinante)

descubren ya la embidia, mueven guerra.

Passa, raro inventor, passa adelante

con tu sotil desinio i presta ayuda

a Apolo, que la tuya es importante.

Antes que el esquadrón vulgar acuda

de más de veinte mil sietemesinos

poetas, que de serlo están en duda.

Llenas van ya las sendas i caminos

desta canalla inútil contra el monte,

que aun de estar a su sombra no son dinos.

Ármate de sus versos luego i ponte

a punto de seguir este viage

conmigo i a la gran obra disponte.

Conmigo seguríssimo passage

tendrás sin que te empaches, ni procures

lo que suelen llamar matalotage.

172. El razonamiento que Cervantes hizo a Apolo fue con ocasión de verse en el Parnaso, siendo el único que no tenía assiento en él, aludiendo a la desestimación que se hacía de su ingenio, aviendo sido el que en su tiempo empezó a levantar la poesía. Como en este razonamiento dijo Cervantes de sí propio muchas cosas, es preciso copiarlo. Dice assí : 250

Suele la indignación componer versos,

pero, si el indignado es algún tonto,

ellos tendrán su todo de perversos.

De mí yo no sé más, sino que pronto

me hallé para decir en tercia rima

lo que no dijo el desterrado a Ponto.

I assí le dige a Delio: No se estima,

señor, del vulgo vano el que te sigue

i al árbol sacro del laurel se arrima,

la embidia i la ignorancia le persigue.

I assí, embidiado siempre i perseguido,

el bien que espera por jamás consigue.

Yo corté con mi ingenio aquel vestido

con que al mundo la hermosa Galatea

salió para librarse del olvido.

Soi por quien la Confusa nada fea

pareció en los theatros admirable.

(Si esto a su fama es justo se le crea.)

Yo con estilo en parte razonable

he compuesto comedias, que en su tiempo

tuvieron de lo grave i de lo afable.

Yo he dado en Don Quijote passatiempo

al pecho melancólico i mohíno

en qualquiera sazón, en todo tiempo.

Yo he abierto en mis novelas un camino

por do la lengua castellana puede

mostrar con propiedad un desatino.

Yo soi aquel que en la invención excede

a muchos, i al que falta en esta parte

es fuerza que a su fama falta quede.

Desde mis tiernos años amé el arte

dulce de la agradable poesía,

i en ella procuré siempre agradarte.

Nunca voló la pluma humilde mía

por la región satírica, bageza

que a infames premios i desgracias guía.

Yo el soneto compuse, que assí empieza:

Por honra principal de mis escritos,

boto a Dios que me espanta esta grandeza.

Yo he compuesto romances infinitos

i el De los celos es aquel que estimo;

entre otros que los tengo por malditos.

Por esto me congojo i me lastimo

de verme solo en pie, sin que se aplique

árbol que me conceda algún arrimo.

Yo estoi (qual decir suelen), puesto a pique

para dar a la estampa el gran Persiles

con que mi nombre i obras multiplique.

Yo, en pensamientos castos i sotiles

(dispuestos en soneto de a docena),

he honrado tres sugetos fregoniles.

También, al par de Filis, mi Filena

resonó por las selvas, que escucharon

más de una i otra alegre cantilena.

I en dulces varias rimas se llevaron

mis esperanzas los ligeros vientos,

que en ellos i en la arena se sembraron.

Tuve, tengo i tendré los pensamientos

(merced al cielo que a tal bien me inclina)

de toda adulación libres i essentos.

Nunca pongo los pies por do camina

la mentira, la fraude i el engaño,

de la santa virtud total ruina.

Con mi corta fortuna no me ensaño,

aunque por verme en pie, como me veo,

i en tal lugar, pondero assí mi daño.

Con poco me contento aunque deseo

mucho. A cuyas razones enojadas

con estas blandas respondió Timbreo:

Vienen las malas suertes atrassadas

i toman tan de lejos la corriente

que son temidas pero no escusadas.

El bien les viene a algunos de repente,

a otros poco a poco sin pensallo,

i el mal no guarda estilo diferente.

El bien que está adquirido, conservallo

con maña, diligencia i con cordura

es no menor virtud que el grangeallo.

Tú mismo te has forjado tu ventura,

i yo te he visto alguna vez con ella,

pero en el imprudente poco dura.

Mas, si quieres salir de tu querella,

alegre i no confuso i consolado,

dobla tu capa i siéntate sobre ella.

Que tal vez suele un venturoso estado,

quando le niega sin razón la suerte,

honrar más merecido que alcanzado.

Bien parece, señor, que no se advierte

(le respondí) que yo no tengo capa.

Él dijo: Aunque sea assí, gusto de verte.

La virtud es un manto con que tapa

i cubre su indecencia la estrecheza

que essenta i libre de la embidia escapa.

Incliné al gran consejo la cabeza.

Quedéme en pie; que no ai assiento bueno

si el favor no le labra o la riqueza.

Alguno murmuró viéndome ageno

del honor que pensó se me devía,

del planeta, de luz i virtud lleno.

Ocho comedias i ocho entremeses, núm. 173.

173. Miguel de Cervantes Saavedra dice en este memorial que su pluma nunca voló por la región satírica, queriendo decir que nunca hizo libelos infamatorios. Pero ésta es una sátira mui penetrante que, en qualquiera pecho que no sea inhumano, excita la misericordia de ver desvalido un ingenio, de quien hizo juicio el sabio crítico Pedro Daniel Huet, 251 que deve contarse entre los ingenios más aventajados que ha tenido España; i comueve al mismo tiempo la indignación contra los que, teniendo a vista su mérito, no le premiaron según devían. Yo no la estraño, porque el padre Juan de Mariana, honra immortal de la Compañía de Jesús, escriviendo a Miguel Juan Vimbodí, 252 natural de la villa de Ontiniente en el reino de Valencia, que a la sazón se hallava en la corte romana sirviendo de secretario al cardenal don Agustín de Espínola, arzobispo de Santiago, le dice: Aquí se echa menos a cada passo la cultura de las letras humanas. Como no se ofrecen por ellas premios algunos, ni tampoco honra, están abatidas miserablemente. Las que dan que ganar, se estiman. Esto es lo que passa entre nosotros. I es que, como casi todos valoran las artes por la utilidad i ganancia, tienen por inútiles las que no reditúan. No era el padre Mariana uno de aquellos lisongeros en todos tiempos tan freqüentes, que sólo secreteando i con grandes misterios dicen las verdades. Quejándose de lo mismo, no menos que con Felipe Tercero, le dijo a vista de todo el mundo: 253 Mas ¿qué maravilla, pues ninguno por este camino se adelanta? Ningún premio ai en el reino para estas letras. Ninguna honra, que es la madre de las artes. Algunos ánimos viles que, reconociendo las virtudes agenas, se atormentan embidiándolas i se enfurecen de que los mismos que las tienen las acuerden para ser remunerados, interpretarán como arrogancia aquellas justíssimas quejas en que prorrumpió Cervantes. Pero él pudiera decir lo que en ocasión semejante el igualmente desfavorecido que erudito don Josef Pellicer: 254 I no sin justificación. Porque no se deve negar al estudioso lo que es lícito al militar. A qualquier soldado le es permitido recapitular con verdad los servicios, ocasiones i trances en que intervino, i ésta fue virtud, no sobervia, quando en Roma se merecían los anillos militares i las guirnaldas murales i cívicas, los trofeos i triunfos públicos. Ansí no se deve atribuir a elación que yo haga alarde de operaciones i de honores, quando la ignorancia i la maledicencia dan motivo a ello con injurias i calumnias, también públicas. Si yo mintiesse en ello, fuera crimen. Pero, por mi verdad, sería ligereza, siendo yo vivo, permitir la relación de lo que he llegado a obtener, a otra pluma. Assí lo practicaron los mayores hombres de España, don Antonia Agustín, Gerónimo de Zurita, el dotor Bonito Arias Montano, el maestro frai Luis de León, el padre Juan de Mariana, don Nicolás Antonio, don Juan Lucas Cortés. I, por decirlo en una palabra, ¿qué hombre grande no lo ha practicado assí en su caso i lugar? Mengua del saber llamó san Pablo 255 a las alabanzas de sí propio, pero mengua a que tal vez suele obligar la injusticia agena. En Cervantes eran desahogo del justo sentimiento de su disfavor, i mui tolerables, atendido su genio, pues, como dijo él mismo: 256

Jamás me contenté, ni satisfice,

de hipócritas melindres. Llanamente

quise alabanzas de lo que bien hice.

Pero como no las encontrava en otros por la embidia que le tenían, les dio ocasión de tenérsela mayor, no con fin de aumentarla, sino de manifestar la satisfación de su propia conciencia, refrescando la memoria de lo que avía trabajado en beneficio público. Por esso, en el gracioso coloquio que tuvo con Pancracio de Roncesvalles, el qual puede servir de comento al razonamiento de Cervantes con Apolo, introdujo al dicho Pancracio, figura de un remislado poeta de aquellos tiempos, preguntándole: 257 I V. M. señor Cervantes (dijo él), ¿ha sido aficionado a la carátula?, ¿ha compuesto alguna comedia? Sí, dige yo. Muchas. I, a no ser mías, me parecieran dignas de alabanza, como lo fueron Los tratos de Argel, 258 La Numancia, La gran turquesa, La batalla naval, La Gerusalén, La amaranta o la del mayo, El bosque amoroso, La única, i La vizarra Arsinda, i otras muchas de que no me acuerdo. Mas la que yo más estimo i de la que más me precio fue, i es, de una llamada La confusa, la qual (con paz sea dicho de quantas comedias de capa i espada hasta hoi se han representado) bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores. Pancracio. I agora ¿tiene V. M. algunas? Miguel. Seis tengo con otros seis entremeses. Pancracio. Pues ¿por qué no se representan? Miguel. Porque ni los autores me buscan, ni yo los voi a buscar a ellos. Pancracio. No deven de saber que V. M. las tiene. Miguel. Sí saben, pero como tienen sus poetas paniaguados i les va bien con ellos, no buscan pan de trastrigo. Pero yo pienso darlas a la estampa para que se vea despacio lo que passa apriessa i se disimula, o no se entiende, quando las representan. I las comedias tienen sus sazones i tiempos como los cantares. Hasta aquí Cervantes, cuyo coloquio fue como un prólogo echadizo que anticipó al libro que publicó el año siguiente con este título: Ocho comedias i ocho entremeses nuevos, nunca representados, compuestas por Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por la viuda de Alonso Martín. Año 1615, en 4.

174. Llegó Cervantes a tan miserable estado de pobreza que, por no tener caudal para imprimir este libro, le vendió a Juan Villarroel, a cuyas costas se imprimió.

Los nombres destas comedias son los siguientes:

El gallardo español.

La casa de los celos.

Los baños de Argel.

El rufián dichoso.

La gran sultana.

El laberinto de amor.

La entretenida.

Pedro de Urdemalas.

Entremeses:

El juez de los divorcios.

El rufián viudo.

Elección de los alcaldes de Daganzo.

La guarda cuidadosa.

El vizcaíno fingido.

El retablo de las maravillas.

La cueva de Salamanca.

El viejo celoso.

El entremés segundo i tercero están escritos en verso, los demás en prosa. Como esta especie de composición es una viva representación de qualesquiera acciones, remedadas de suerte que parezcan ridículas, siempre los entremeses parecen mejor representados que leídos. I assí, Lope de Rueda, que, viviendo embelesava a los mirones, leído en los entremeses que publicó Juan de Timoneda, famoso valenciano i escritor plausible en su tiempo, da poquíssimo gusto.

Otras comedias suyas, núms. 71 et 175.

175. Las comedias de Cervantes, comparadas con otras más antiguas, son mucho mejores, exceptuando siempre la de Calisto i Melibea conocida por el nombre de Celestina, alcahueta tan infame como famosa, porque * el incierto autor que primero la ideó i empezó a dibujar i colorir, por el bachiller Fernando de Rojas, que le dio fin, no pudo igualar al primer inventor. Después de Cervantes se han compuesto comedias de mayor invención que las griegas (porque los cómicos latinos Plauto i Terencio sólo imitaron), pero de arte mucho inferior. El que dudare esto, infórmese primero de la suma dificultad que tiene el arte cómica leyendo a Aristóteles en su Poética, i, si no puede entenderla, a don Jusepe Antonio González de Salas en su eruditíssima Ilustración de la Poética de Aristóteles. Pero para que el letor quede más bien informado de lo que deven a Cervantes los theatros de España, oigámosle a él como a chronista único de los progressos de la cómica en estos reinos. En el prólogo que hizo a sus comedias, dice assí:

"No puedo dejar (letor caríssimo) de suplicarte me perdones, si vieres que en este prólogo salgo algún tanto de mi acostumbrada modestia. Los días passados me hallé en una conversación de amigos donde se trató de comedias i de las cosas a ellas concernientes, i de tal manera las sutilizaron i atildaron que a mi parecer vinieron a quedar en un punto de toda perfeción. Tratóse también de quién fue el primero que en España las sacó de mantillas i las puso en toldo i vistió de gala i apariencia. Yo, como el más viejo que allí estava, dige que me acordava de aver visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación i en el entendimiento. Fue natural de Sevilla i de oficio batihoja, que quiere decir, de los que hacen panes de oro. Fue admirable en la poesía pastoril i, en este modo, ni entonces, ni después acá, ninguno le ha llevado ventaja i, aunque, por ser muchacho, yo entonces no podía hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho. I, si no fuera por no salir del propósito de prólogo, pusiera aquí algunos que acreditaran esta verdad. En el tiempo deste célebre español todos los aparatos de un autor de comedias se encerravan en un costal, i se cifravan en quatro pellicos blancos guarnecidos de guadamecí dorado i en quatro barbas i cabelleras i quatro cayados, poco más o menos. Las comedias eran unos coloquios como églogas entre dos o tres pastores i alguna pastora. Aderezávanlas i dilatávanlas con dos o tres entremeses, ya de negra, ya de rufián, ya de bobo, i ya de vizcaíno, que todas estas quatro figuras i otras muchas hacía el tal Lope con la mayor excelencia i propiedad que pudiera imaginarse. No avía en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros i christianos, a pie ni a cavallo. No avía figura que saliesse, o pareciesse salir, del centro de la tierra por lo hueco del teatro, al qual componían quatro bancos en quadro i quatro o seis tablas encima con que se levantava del suelo quatro palmos. Ni menos bajavan del cielo nubes con ángeles o con almas. El adorno del teatro era una manta vieja tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la qual estavan los músicos cantando sin guitarra algún romance antiguo. Murió Lope de Rueda i, por hombre excelente i famoso, le enterraron en la iglesia mayor de Córdova (donde murió) entre los dos coros, donde también está enterrado aquel famoso loco Luis López. Sucedió a Lope de Rueda, Naharro, natural de Toledo, el qual fue famoso en hacer la figura de un rufián cobarde. Éste levantó algún tanto más el adorno de las comedias, i mudó el costal de vestidos en cofres i en baúles. Sacó la música que antes cantava detrás de la manta al theatro público, quitó las barbas de los farsantes, que hasta entonces ninguno representava sin barba postiza, i hizo que todos representassen a cureña rasa, si no era los que avían de representar los viejos o otras figuras que pidiessen mudanza de rostro. Inventó tramoyas, nubes, truenos i relámpagos, desafíos i batallas, pero esto no llegó al sublime punto en que está agora; i esto es verdad que no se me puede contradecir (i aquí entra el salir yo de los límites de mi llaneza) que se vieron en los teatros de Madrid representar Los tratos de Argel, que yo compuse, La destruición de Numancia i La batalla naval, donde me atreví a reducir las comedias a tres jornadas, de cinco que tenían. Mostré (o, por mejor decir), fui el primero que reprentasse las imaginaciones i los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro, con general i gustoso aplauso de los oyentes. Compuse en este tiempo hasta veinte comedias, o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciesse ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza. Corrieron su carrera sin silvos, gritas, ni barahúndas. Tuve otras cosas en qué ocuparme. Degé la pluma i las comedias. I entró luego el monstruo de naturaleza, el gran Lope de Vega, i alzóse con la monarquía cómica, avasalló i puso debajo de su jurisdición a todos los farsantes, llenó el mundo de comedias propias, felices i bien razonadas, i tantas, que passan de diez mil pliegos los que tiene escritos, i todas (que es una de las mayores casas que puede decirse) las ha visto representar o oído decir (por lo menos) que se han representado. I si algunos (que ai muchos) han querido entrar a la parte i gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito a la mitad de lo que él solo. Pero no por esto (pues no lo concede Dios a todos) degen de tenerse en precio los trabajos del dotor Ramón, que fueron los más después de los del gran Lope. Estímense las trazas artificiosas en todo estremo del licenciado Miguel Sánchez; la gravedad del doctor Mira de Mescua, honra singular de nuestra nación; la discreción e inumerables conceptos del canónigo Tárraga; la suavidad i dulzura de don Guillén de Castro; la agudeza de Aguilar; el tropel, el boato, la grandeza de las comedias de Luis Vélez de Guevara; i las que agora están en gerga del agudo ingenio de don Antonio de Galarza; i las que prometen las fullerías de amor de Gaspar de Ávila; que todos estos i otros algunos han ayudado a llevar esta gran máquina al gran Lope. Algunos años ha que bolví yo a mi antigua ociosidad, i, pensando que aún duravan los siglos donde corrían mis alabanzas, bolví a componer algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño. Quiero decir que no hallé autor que me las pidiesse, puesto que sabían que las tenía. I assí las arrinconé en un cofre i las consagré i condené al perpetuo silencio. En esta sazón me dijo un librero que él me las comprara, si un autor de título no le huviera dicho que de mi prosa se podía esperar mucho, pero que del verso, nada. I, si va a decir la verdad, cierto que me dio pesadumbre el oírlo, i dige entre mí: O yo me he mudado en otro, o los tiempos se han mejorado mucho, sucediendo siempre al revés, pues siempre se alaban los passados tiempos. Torné a passar los ojos por mis comedias i por algunos entremeses míos que con ellas estavan arrinconados, i vi no ser tan malas ni tan malos que no mereciessen salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor a la luz de otros autores menos escrupulosos i más entendidos. Aburríme i vendíselas al tal librero, que las ha puesto en estampa como aquí te las ofrece. Él me las pagó razonablemente. Yo cogí mi dinero con suavidad, sin tener cuenta con dimes ni diretes de recitantes. Querría que fuessen las mejores del mundo o, a lo menos, razonables. Tú lo verás (letor mío) i, si hallares que tienen alguna cosa buena, en topando a aquel mi maldiciente autor, dile que se emiende, pues yo no ofendo a nadie; i que advierta que no tienen necedades patentes i descubiertas; i que el verso es el mismo que piden las comedias, que ha de ser de los tres estilos el ínfimo; i que el lenguage de los entremeses es propio de las figuras que en ellos se introducen; i que, para enmienda de todo esto, le ofrezco una comedia que estoi componiendo i la intitulo El engaño a los ojos, que (si no me engaño) le ha de dar contento. I, con esto, Dios te dé salud i a mí, paciencia."

176. Ésta es la historia de los progresos de la cómica española. Avía sido Cervantes el que más la avía adelantado, i, para perficionarla más, quiso darnos un egemplo de una gran tragicomedia escrita en prosa. Muchos años avía que estava meditando i escriviendo Los trabajos de Persiles i Sigismunda. Avíalos ofrecido en varias ocasiones. En el Prólogo de sus Novelas, hablando destas, dijo: Tras ellas, si la vida no me deja, te ofrezco Los trabajos de Persiles; libro que se atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la cabeza. I primero verás, i con brevedad, dilatadas las hazañas de Don Quijote i donaires de Sancho Panza. I luego, Las Semanas del jardín. Mucho prometo, con fuerzas tan pocas como las mías, Pero ¿quién pondrá rienda a los deseos? La continuación de la Historia de Don Quijote salió, como vimos, el año 1616. En su dedicatoria al conde de Lemos, fecha en Madrid, último de otubre de mil seiscientos i quince, llegó Cervantes a decir esto: Con esto me despido, ofreciendo a V. Excelencia Los trabajos de Persiles i Sigismunda, libro a quíen daré fin dentro de quatro meses, Deo volente, el qual loa de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se aya compuesto; quiero decir de los de entretenimiento. I digo que me arrepiento de aver dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad possible. Venga V. Excelencia con la salud 259 que es deseado, que ya estará Persiles para besarle las manos, i yo los pies, como criado que soi de V. Exc. En efeto, Cervantes acabó de escrivir Los trabajos de Persiles i Sigismunda, pero, antes que saliessen a luz, acabó la muerte con él.

Otras obras suyas y su enfermedad

177. Su enfermedad fue tal, que él mismo pudo ser i fue su historiador. I, porque no tenemos otro i refiere todas las cosas con tanta gracia, veamos lo que dejó escrito en el fin del Prólogo que pensava hacer, o sea, prólogo entero empezado ex abrupto, donde dice assí: "Sucedió, pues, letor amantíssimo, que viniendo otros dos amigos i yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linages i otra por sus ilustríssimos vinos, sentí que a mis espaldas venía picando con gran priessa uno que, al parecer, traía deseo de alcanzarnos, i aun lo mostró dándonos voces que no picássemos tanto. Esperámosle i llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparas, zapato redondo i espada con contera, valona bruñida i con trenzas iguales. Verdad es, no traía más de dos, porque se le venía a un lado la valona por momentos i él traía sumo trabajo i cuenta de enderezarla. Llegando a nosotros, dijo: Vuessas mercedes ¿van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte?, pues allá está su ilustríssima de Toledo i su magestad, ni más ni menos, según la priessa con que caminan; que, en verdad, a mi burra se le ha cantado el vítor de caminante más de una vez. A lo qual respondió uno de mis compañeros: El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo pasilargo. Apenas huvo oído el estudiante el nombre de Cervantes quando, apeándose de su cavalgadura, cayéndosele aquí el cogín i allí el portamanteo (que con toda esta autoridad caminava), arremetió a mí i, acudiendo a assirme de la mano izquierda, dijo: Sí, sí. ¡Este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegró i, finalmente, el regocijo de las musas! Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder a ellas, i assí, abrazándole por el cuello donde le eché a perder de todo punto la valona, le dige: Ésse es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soi Cervantes, pero no el regocijo de las musas ni ninguna de las demás baratijas que ha dicho vuessa merced. Buelva a cobrar su burra i suba i caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino. Hízolo assí el comedido estudiante. Tuvimos algún tanto más las riendas, i con passo assentado seguimos nuestro camino, en el qual se trató de mi enfermedad, i el buen estudiante me deshaució al momento diciendo: Esta enfermedad es de hidropesía que no la sanara toda el agua del mar Océano que dulcemente se beviesse. Vuessa merced, señor Cervantes, ponga tassa al bever no olvidándose de comer, que con esto sanará sin otra medicina alguna. Esso me han dicho muchos, respondí yo. Pero assí puedo dejar de bever a todo mi beneplácito, como si para sólo esso huviera nacido. Mi vida se va acabando i, al passo de las efeméridas de mis pulsos que a más tardar acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto ha llegado vuessa merced a conocerme, pues no me queda espacio para mostrarme agradecido a la voluntad que vuessa merced me ha mostrado. En esto llegamos a la puente de Toledo i yo entré por ella i él se apartó a entrar por la de Segovia. Lo que se dirá de mi sucesso tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decillo, i yo mayor gana de escuchallo. Tornéle a abrazar. Volvióseme a ofrecer. Picó a su burra i dejóme tan mal dispuesto coma él iva cavallero en su burra, a quien avía dado gran ocasión a mi pluma para escrivir donaires. A Dios, regocijados amigos, que yo me voi muriendo i deseando veros presto contentos en la otra vida." La de Cervantes estava ya en el confín de la muerte. La hidropesía se le agravó. Pero quanto más le debilitava el cuerpo tanto más procurava él fortalecer su ánimo, i, aviendo recibido la extrema unción para salir vitorioso como atleta christiano en la última lucha, esperava la muerte con ánimo tan sereno que parece no la temía, i, lo que es más de admirar, aún estava para decir i escrivir donaires de suerte que, aviendo recivido el último sacramento día 18 de abril del año 1616, el día siguiente escrivió o dictó la Dedicatoria de Los trabajos de Persiles i Sigismunda, citando coplas, a su patrón el conde de Lemos, para quien dejó escrita la siguiente dedicatoria:

"Aquellas coplas antiguas, que fueron en su tiempo celebradas, que comienzan Puesto ya el pie en el estrivo, quisiera yo no vinieran tan a pelo en mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar diciendo:

Puesto ya el pie en el estrivo

con las ansias de la muerte,

gran señor, ésta te escrivo.

Ayer me dieron la extrema unción i hoi escrivo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, i, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir, i quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies de V. Exc., que podría ser fuesse tanto el contento de ver a V. Exc. bueno en España que me bolviesse a dar la vida; pero, si está decretado que la aya de perder, cúmplase la voluntad de los cielos; i, por lo menos, sepa V. Exc. este mi deseo, i sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle que quiso passar aún más allá de la muerte mostrando su intención. Con todo esto, como en profecía, me alegro de la llegada de V. Exc. Regocíjome de verle señalar con el dedo, i realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas dilatadas en la fama de las bondades de V. Exc. Todavía me quedan en el alma ciertas reliquias i assomos de las Semanas del jardín i del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería ventura sino milagro, me diesse el cielo vida, las verá, i con ellas fin de La Galatea, de quien sé está aficionado V. Exc. I con estas obras, continuando mi deseo, guarde Dios a V. Excelencia como puede. De Madrid, a diez i nueve de abril, de mil i seiscientos i diez i seis años.

"Criado de V. Exc.

"Miguel de Cervantes."

Los trabajos de Persiles i Sigismunda y su muerte

178. Don Thomás Tamayo de Vargas, movido de la fecha de esta carta, escrivió en la Continuación del Enquiridión de los Tiempos de frai Alonso Venero que Miguel de Cervantes Saavedra murió el mismo día diez i nueve, pero de un libro de entierros, que se conserva en Madrid en la iglesia parroquial de San Sebastián, consta que murió en la calle de León, día veinte i tres de abril del referido año 1616, aviendo mandado que le enterrassen en el convento de las monjas trinitarias, i dejando por testamentaria suya a su muger doña Catalina de Salazar, a la qual, en el día 24 de setiembre de dicho año, se concedió licencia para imprimir los Trabajos de Persiles i Sigismunda, que salieron a luz con este título: Los trabajos de Persiles i Sigismunda, historia setentrional, por Miguel de Cervantes Saavedra. En Madrid, por Juan de la Cuesta. Año 1617, en 4. * Dentro de pocos años los tradujo en italiano Francisco Elio, milanés, i salieron impressos en Venecia de la oficina de Bartholomé Fontana, año 1626, en 8.

179. En la primera impressión ai dos epitafios, tales que, para su duración, merecían gravarse en bien ligero corcho. El uno es un soneto de Luis Francisco Calderón, que no contiene cosa particular. El otro es una décima que, por el raro pensamiento de quien la hizo, se trasladará aquí al pie de la letra.

180. De don Francisco de Urbina a Miguel de Cervantes, insigne i christiano ingenio de nuestros tiempos, a quien llevaron los terceros de S. Francisco a enterrar con la cara descuvierta como a tercero que era.

EPITAFIO

Caminante, el peregrino

Cervantes aquí se encierra.

Su cuerpo cubre la tierra,

no su nombre, que es divino.

En fin hizo su camino,

pero su fama no es muerta

ni sus obras. Prenda cierta

de que pudo a la partida

deste ésta a la eterna vida

ir la cara descubierta.

181. Este epitafio dio ocasión al autor de la Bibliotheca Franciscana para poner en ella a Cervantes como uno de los escritores que fueron hermanos de la cofradía de la tercera orden, bibliotheca que, si los ha de comprehender a todos, será ciertamente la más copiosa de todas.

182. Cervantes dijo que su Persiles i Sigismunda se atrevía a competir con Heliodoro. La mayor alabanza que podemos darle es decir que es cierto. Los amores que refieren son castíssimos, la fecundidad de la invención, maravillosa en tanto grado que, pródigo su ingenio, excedió en la multitud de episodios. Los sucessos son muchos i mui varios. En unos se descubre la imitación de Heliodoro, i de otros mui mejorada; en los demás, campea la novedad. Todos están dispuestos con arte i bien explicados, con circunstancias casi siempre verosímiles. Quanto más se interna el letor en esta obra tanto es mayor el gusto de leerla, siendo el tercero i quarto libro mucho mejores que el primero i segundo. Los continuos trabajos llevados en paciencia acaban en descanso sin máquina alguna, porque un hombre como Cervantes sería milagro que acabasse con algún milagro para manifestar la felicidad de su raro ingenio. En las descripciones excedió a Heliodoro. Las déste suelen ser sobrado freqüentes i mui pomposas. Las de Cervantes, a su tiempo i mui naturales. Aventajóle también en el estilo porque, aunque el de Heliodoro es elegantíssimo, es algo afectado, demasiadamente figurado i más poético de lo que permite la prosa. Defeto en que cayó también el discreto Fenelón. Pero el de Cervantes es propio, proporcionadamente sublime, modestamente figurado i templadamente poético en tal qual descripción. En suma, esta obra es de mayor invención, artificio i de estilo más sublime que la de Don Quijote de la Mancha. Pero no ha tenido igual acetación, porque la invención de la Historia de Don Quijote * es más popular i contiene personas más graciosas i, como son menos en número, el letor retiene mejor la memoria de las costumbres, hechos i caracteres de cada una. Fuera de esso, el estilo es más natural i tanto más descansado quanto menos sublime. Sepan, pues, los que escriven que poner término a la invención i levantar la mano de la obra, si es a su tiempo, es la última diligencia i mano. I esto mismo me amonesta de que ya es hora de que yo no moleste más a mi letor, a quien suplico me perdone muchas impertinencias que aquí ha leído, pues mi fin sólo ha sido obedecer a quien devía el obsequio de recoger algunos apuntamientos para que otro los ordene i escriva con la felicidad de estilo que merece el sugeto de que tratan. Entretanto, yo daré ahora una fidelíssima copia del mismo original, procurando acabar con aquellas mismas palabras con que Miguel de Cervantes Saavedra dio principio al Prólogo de sus Novelas.

Su retrato, núm. 183.

183. "Quisiera yo, si fuera possible (letor amantíssimo), escusarme de escrivir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote que quedasse con gana de segundar con éste. Desto tiene la culpa algún amigo 260 de los muchos que en el discurso de mi vida he grangeado, antes con mi condición que con mi ingenio; el qual amigo bien pudiera, como es uso i costumbre, gravarme i esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, i con esto quedara mi ambición satisfecha i el deseo de algunos, que querrían saber qué rastro i talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato: Este que veis aquí, de rostro aguileño; de cabello castaño; frente lisa i desembarazada; de alegres ojos i de nariz corba aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los vigotes grandes; la boca pequeña; los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, i essos mal acondicionados i peor puestos porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas i no mui ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea i de Don Quijote de la Mancha, i del que hizo el Viage del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, i otras obras que andan por ahí descarriadas i quizá sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años i cinco i medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea; él la tiene por hermosa per avería cobrado en la más memorable i alta ocasión que vieron los passados siglos ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras vanderas del Hijo del Rayo de la Guerra Carlos Quinto, de felice memoria."

Notas

[*] Autógrafo: "madres".

[**] Autógrafo: "Tamayo de Vargas, como buen toledano".

[***] Autógrafo: "ilustres".

[1] En el Prólogo de sus Ocho comedias.

[2] Cap. 1.

[3] Viage del Parnaso, cap. 8, en la Adjunta.

[4] En el Prólogo de las Novelas.

[5] Tomo I, cap. 9.

[6] Tomo I, cap. 6.

[7] En el mismo cap. 6.

[8] Véase la Dedicatoria de La Galatea.

[9] Véase la misma Dedicatoria.

[10] Prólogo de las Novelas.

[11] En el Viage del Parnaso, cap. I.

[12] En el Viage del Parnaso, cap. I.

[13] Alude a que sólo era soldado, sin grado alguno.

[14] Tomo I de Don Quijote, cap. 39.

[*] Autógrafo: "de suerte".

[**] Autógrafo: "algunos días más".

[15] En el Viage del Parnaso, cap. I; en Prólogo de La Galatea; en la Aprovación del segundo tomo de Don Quijote; en los Tratos de Argel, manuscrito.

[16] En el Prólogo de las Novelas.

[*] Autógrafo: "Todo lo qual".

[**] Autógrafo: "baño".

[17] Tomo I de Don Quijote, cap. 48.

[18] Véase el mismo capítulo.

[19] Rimas de Espinel, fol. 44, col. 2.

[*] Autógrafo: "Sarracino".

[*] Autógrafo: "en exceder".

[20] Historia de Don Quijote, tomo I, cap. 6.

[*] Autógrafo: "pregunta".

[**] Autógrafo: "López".

[***] Autógrafo: "éste se ve".

[****] Autógrafo: "la segunda parte de La Galatea".

[21] En el fin de La Galatea; en el Prólogo del tomo II del Quijote.

[22] En la Oración en alabanza de las obras de don Diego Saavedra Fajardo, la qual precede a su República Literaria, reimpressa en Madrid, año 1735.

[*****] Autógrafo: "las".

[23] El excelentísimo señor, Milord Carteret.

[24] En la Exposición del Momo, traducido por Agustín de Almazán, conclusión 2.

[25] Tomo I de Don Quijote, caps. 3, 8 y 13.

[26] Véase la lei 22, tít. 21, partida 2.

[*] Autógrafo: "Walense".

[**] Autógrafo: "Abgil-li".

[27] Lib. 3.

[28] Véase Aldrete, Origen de la Lengua castellana, lib. I, cap. 22.

[29] Véase el fin de su Galatea i la Dedicatoria de sus Novelas.

[30] En la Dedicatoria de sus Novelas.

[*] Autógrafo: "más discreto".

[**] Autógrafo: falta "si es que ai alguna".

[31] Diálogo II, pág. 42.

[32] Lettre de l'Origine des Romans.

[33] En la carta tercera.

[34] Frai Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo, distinto de don Antonio de Guevara, prior de San Miguel de Escalada.

[35] Lib. II del Origen de la Lengua castellana, cap. 6.

[36] Diálogo X, pág. 426; diálogo XI, pág. 447.

[*] Autógrafo: falta "delicada".

[**] Texto de Londres: "constumbre", por evidente error.

[37] De Christiana Foemina, cap. Qui non legendi scriptores, qui legendi.

[38] De causis corruptarum artium, lib. II, in fine.

[39] Historia Imperial i Cesarea; en la Vida de Constantino, capítulo 1.

[40] En la Exposición del Momo, conclusión 2.

[41] De Locis Theologicis, lib. II, cap. 6.

[42] En el Prólogo de su tomo I. [*] Autógrafo: "vanidad de los que los avían escrito".

[43] En el Prólogo de la primera parte.

[*] Autógrafo: "siguiéndole Sancho Panza en su rucio".

[44] Tomo I, caps. 6, 18, 32 i 49 et tomo II, caps. 1 i 26.

[45] Tomo I, cap. 11.

[46] Tomo I, cap. 38.

[47] Tomo II, cap. 6.

[48] Tomo II, cap. 16.

[49] Tomo II, cap. 42.

[50] Tomo II, cap. 43.

[*] Autógrafo: "la duquesa".

[51] Tomo II, cap, 30.

[52] Tomo II, cap. 32.

[53] Tomo II, cap. 27 en el fin.

[**] Autógrafo: "lo que dijo el mismo Cervantes".

[54] Tomo II, cap. 44.

[***] Autógrafo: "Sancho Panza".

[55] Tomo II, cap. 58.

[****] Autógrafo: falta "I".

[*****] Autógrafo: "verisímiles".

[56] Tomo I, cap. 28.

[*]Autógrafo: "verisímil".

[57] Tomo I, cap. 9.

[**] Autógrafo: "a puñetes".

[58] Tomo I, cap. 15.

[59] Tomo I, cap. 16.

[***] Autógrafo: "no dijo más el mismo Luciano".

[60] Tomo II, cap. 18.

[*] Autógrafo: "verisimilitud".

[61] Tomo II, cap. 40.

[**] Autógrafo: "seminimias".

[62] Tomo I, cap. 9.

[63] In Rhetoricis.

[64] De deorum natura.

[65] In Praeexercitamentis.

[66] In Macrobiis.

[***] Autógrafo: "primero que las dio a luz traducidas en latín".

[****] Autógrafo: "las fábulas de Isopo".

[67] Inicio lib. 2.

[*] Autógrafo: "Reinaldo".

[68] En la Dedicatoria de su I Novela.

[69] Tomo I, cap. 9.

[70] Tomo II, cap. 3.

[71] Miguel de Cervantes Saavedra.

[72] Tomo II, cap. 5.

[73] Tomo II, cap. 16.

[*] Autógrafo: "lo mismo que es reprehensión".

[**] Autógrafo: "Filandro Castiglione".

[***] Autógrafo: "publicador de la novela, que aquélla era traducción del griego, pero devía él aver procurado ver el original de donde se suponía vertida".

[74] Tomo I, cap. 9.

[*] Autógrafo: falta "De Madrid, último de otubre de mil seiscientos i quince".

[75] Tomo II, cap. 3.

[76] Tomo II, cap. 16.

[77] Tomo II, cap. 32.

[78] Tomo II, cap. 3.

[79] Tomo II, cap. 71.

[80] Véase el Prólogo del segundo tomo de Don Quijote.

[*] Autógrafo: "Por esso el mismo contra quien".

[81] En la Adjunta al Viage del Parnaso.

[82] Tomo II, cap. 31.

[83] Tomo II, caps. 31 y 32.

[84] Tomo II, cap. 61.

[85] Tomo II, cap. 70.

[86] En el fin del tomo II.

[87] Tomo II, cap. 30.

[*] Autógrafo: "persequciones".

[88] D. Nicola Antonius in Bibliotheca Hispanica.

[*] Autógrafo: "procurava".

[89] Montalván, en los Elogios a Lope de Vega Carpio, o Fama póstuma, dice que Lope compuso mil i ochocientas comedias.

[90] Tomo I, cap. 48.

[91] Véase lo que dijo Lope de Vega ya citado.

[92] Comedias de Miguel de Cervantes Saavedra. Véase la Adjunta al Parnaso.

[93] Uno de ellos era Lope de Vega.

[94] El mismo Lope en su Arte.

[95] Lope de Vega, de quien dice Juan Pérez de Montalván que compuso mil i ochocientas.

[96] Seis dijo Lope de Vega que avía escrito con arte. No las señaló, librándose con esta cautela de nueva i más rigurosa censura.

[97] En el Prólogo del segundo tomo.

[98] En la batalla de Lepanto.

[99] Esto es, a la emulación.

[100] Cap. 2.

[101] Tomo II, cap. 1.

[102] Tomo II, cap. 58.

[103] Laurel de Apolo, selva 8.

[104] En el Prólogo del segundo tomo de Don Quijote.

[105] En el Prólogo ya citado.

[*] Autógrafo: falta la frase "I si quiera no aya emprentas en el mundo".

[106] En el Prólogo del tomo primero de Don Quijote.

[**] Autógrafo: "demasiado".

[107] Laurel de Apolo, selva 9.

[*] Autógrafo: falta el verso "no sin risa escuchadas".

[108] Tomo I, cap. 6.

[109] En el mismo cap. 6.

[110] Tomo I, cap. 6.

[111] Tomo I, cap. 1.

[112] Tomo I, cap. 1.

[113] Cap. 8 i en otros muchos.

[114] No le pinta assí el aragonés.

[115] Véase el tomo primero, cap. 9 de Don Quijote.

[116] Ésta es una oculta amenaza contra el escritor aragonés.

[117] Como lo es la continuación del aragonés en muchos capítulos.

[118] En el cap. 2.

[119] Tomo II, cap. 32.

[120] Tomo II, cap. 70.

[121] Véase el Prólogo de la reimpresión del llamado Fernández de Avellaneda.

[122] Tomo II, cap. 71.

[123] Tomo II, cap. 72.

[124] Véase la continuación de Fernández de Avellaneda, cap. 36.

[125] Habla de Fernández de Avellaneda.

[126] Tomo II, cap. último.

[127] Tomo II, en el fin.

[128] Lo que sigue está sacado de un romance antiguo: no me acuerdo qual.

[129] Indicio de quán oculto era el autor tordesillesco.

[130] El mal continuador, en el capítulo último dio indicios de querer escrivir algunas andazas de Don Quijote en Castilla la Vieja.

[131] Si se contasse la del tomo segundo, serían tres las salidas de Don Quijote. Pero Cervantes habla suponiendo no estar publicado sino el primero.

[132] Esto es, Miguel de Cervantes Saavedra.

[*] Autógrafo: "la Francia".

[133] De Christiana Foemina, lib. 1, cap. Qui non legendi scriptores, qui legendi.

[134] Novela de Eneas Silvio, siendo mero beneficiado, retractada después en su Epístola 395.

[135] Tomo II, cap. 4.

[136] Véase el fin del tomo primero.

[*] Autógrafo: "ingenio para inventar no sólo uno, ... ".

[137] Tomo II, cap. 44.

[138] Esto es, que pareciessen novelas, como verdaderamente lo son.

[*] Autógrafo: "verisimilitud".

[139] Tomo II, cap. 27.

[140] Tomo II, cap. 50.

[141] Tomo II, cap. 55.

[142] Tomo II, cap. 55.

[143] En el fin del tomo I.

[144] Cap. 5.

[145] Tomo I, cap. 7.

[146] Tomo I, cap. último.

[147] Tomo II, cap. 5 i último.

[148] Véase el tomo I, cap. 7 en el fin.

[*] Autógrafo: falta "el mismo Cervantes".

[149] Obsérvese el fin del tomo I.

[150] Tomo I, cap. 47.

[**] Autógrafo: "señalaré algunas anticipaciones de éstas".

[***] Autógrafo: "añade".

[151] Véase el tomo I, cap. último.

[152] Rodericus Toletanus, lib. 6, cap. 30.

[153] Tomo I, cap. 13.

[154] El mismo Cervantes le alaba mucho, lib. 1, cap. 6. Pero Vives le vitupera con todos sus semejantes.

[155] Pág. 161.

[156] Tomo I, caps. 8 i 9, i tomo II, caps. 36, 48 i 50.

[157] Tomo I, cap. i.

[158] Tomo II, caps. 1 i 47.

[*] Autógrafo: falta "por consejo del cardenal Giménez de Cisneros".

[**] Autógrafo: "falta de atención en Cervantes aludir al Concilio de Trento que empezó a celebrarse año 1545..."

[159] Tomo I, cap. 19, i tomo II, cap, 56.

[160] Tomo I, cap. 48.

[161] Tomo II, cap. 8.

[***] Autógrafo: "i".

[162] Tomo II, cap. 10.

[163] Tomo II, caps. 40 i 71.

[164] Miniana, De rebus Hispaniae, lib. 4, cap. 8.

[165] Tomo II, cap. 35.

[166] Primera parte del lib. II de la Historia de la Florida, capítulo 10, del inca Garci-Lasso de la Vega.

[167] Tomo II, cap. 35.

[168] Tomo I, cap, 6 i en otros muchíssimos.

[169] Tomo I, cap. 6; tomo II, caps. 1 i 72.

[170] Tomo II, cap. 33.

[171] Tomo II, cap. 67.

[172] Tomo I, cap. 6.

[173] Tomo II, cap. 22.

[174] Tomo II, cap. 22.

[175] Tomo II, caps. 6, 58 i 70.

[176] Tomo II, caps. 8 i 18.

[177] Tomo II, cap. 67.

[178] Tomo II, cap. 63.

[179] Tomo II, cap. 58.

[*] Autógrafo: falta la frase "que fue lo mismo... harmonía".

[**] Autógrafo: falta "también".

[180] Tomo I, cap. 18.

[181] Tomo I, cap. 3.

[***] Autógrafo: "el qual".

[182] Historia del rei Don Juan el Segundo.

[183] Tomo II, cap. 34.

[184] Tomo I, cap. 47.

[****] Autógrafo: "censura".

[185] Tomo I, cap. 6.

[*] Autógrafo: "más adelante el barbero prosiguió diciendo".

[186] En el cap. 4.

[187] Tomo I, cap. 32; añádase el cap. 35 en el fin.

[188] Tomo I, cap. 39.

[*] Autógrafo: "Eguemón".

[*] Autógrafo: "galería", por error.

[189] Tomo II, cap. 23.

[190] Tomo II, cap. 41.

[191] Tomo II, cap. 49.

[192] Tomo II, cap. 11.

[193] Tomo II, cap. 58.

[**] Autógrafo: falta "explicándose de la manera que suele".

[194] Historia de Valencia, lib. 8, cap. 28.

[195] Tomo II, cap. 8.

[196] Tomo II, cap. 63.

[197] Tomo II, cap. 65.

[198] Tomo II, cap. 36.

[199] Tomo I, cap. 47.

[200] Según se avía usado antes de Cervantes.

[201] Caps. 32 i 47.

[202] Tomo I, cap. 2.

[203] Tomo II, cap. 29.

[204] Tomo II, cap. 27.

[205] Tomo I, cap. 1.

[206] Tomo I, cap. 9.

[207] Tomo I, cap. 8.

[208] Tomo II, cap. 6.

[209] Tomo I, cap. 16.

[210] El uno en el cap. 22, el otro en el 24 del tomo II.

[211] Gracián en El criticón, parte tercera, crisi 6.

[212] Tomo I, cap. 31.

[213] Tomo II, cap. 31.

[*] Autógrafo: "reprendió".

[214] Tomo II, cap. 11.

[215] Tomo II, cap. 32.

[216] Tomo II, cap. 42.

[217] Tomo II, cap. 43.

[218] Tomo II, cap. 33.

[219] Lei 2, tít. 5, partida 2.

[220] Tomo II, cap. 62.

[221] Tomo I, cap. 47.

[222] Lettre de l'Origine des Romans.

[223] En la Dedicatoria de su primera novela a la señora María Leonarda.

[224] En la Exposición que hizo al Momo, conclusión 2.

[225] En el Prólogo citado.

[226] En la décima del poeta entreverado.

[*] Edición de Londres: "ella", por evidente error.

[227] Cap. 9, verso 8.

[228] Cap. 14, verso 8.

[229] Tomo I, cap. 38 en el fin.

[*] Autógrafo: "pero no el enredo".

[**] Autógrafo: "o los defetos de la naturaleza, ahora sea para reprehenderlos, ahora para incitar a su imitación".

[230] In Bibliotheca.

[*] Autógrafo: "obispo".

[**] Autógrafo: falta "Cervantes".

[231] Tomo II, cap. 47 en el fin.

[***] Autógrafo: "casi todas las de Cervantes".

[232] En el principio de su Prólogo.

[233] En la Dedicatoria de la novela La desdicha por la honra.

[234] Viage del Parnaso, cap. 4.

[235] Tomo I, caps. 47 i 48.

[236] En las Eróticas, elegía 7.

[237] Viage del Parnaso, cap. 3.

[238] Lib. 6.

[239] Cap. 7.

[240] Rimas de Lupercio i del dotor Bartholomé Leonardo Argensola, pág. 316.

[241] Viage del Parnaso.

[*] Autógrafo: falta "como también".

[242] Tomo II, cap. 4.

[243] Tomo I, cap. 6.

[244] Tomo I, cap. 23.

[245] Viage del Parnaso, cap. 1.

[246] Viage del Parnaso, cap. 6.

[247] Véase el lib. 6 de su Galatea.

[248] Viage del Parnaso, cap. 3.

[249] Viage del Parnaso, cap. 4.

[*] Autógrafo: "o el ruego".

[250] Cap. 4.

[251] Lettre de l'Origine des Romans.

[252] Apud Leonem Allatium in Apibus Urbanis, pág. 196.

[253] En la Dedicatoria de su Historia de las cosas de España.

[254] En el Sincello, n. 2 de la Introducción.

[255] II ad Corinthios, 12, v. 11.

[256] En el Viage del Parnaso, cap. 4.

[257] En la Adjunta al Viage del Parnaso.

[258] He leído manuscrita esta comedia. Está escrita con mayor verosimilitud que las impressas.

[*] Autógrafo: "por".

[259] Hallávase Presidente del Consejo Supremo de Italia.

[*] Edición de Londres: "178. Según indica esta carta, es creíble que muriese de allí a poco tiempo. El día fijo no se sabe, ni aun el mes. Lo cierto es que no llegó a poder ver impressos sus Trabajos; porque día 24 de setiembre del año 1616, en San Lorenzo el Real, se concedió licencia a doña Catalina de Salazar, viuda de Miguel de Cervantes Saavedra, para imprimirlos, i salieron a luz con este título:"

[*] Autógrafo: "obra de Don Quijote".

[260] Habla del amigo incógnito, que dijo ser su consejero en el Prólogo primero de Don Quijote.