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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS Y DISCURSOS DE... > VI: ESCRITORES MONTAÑESES > DON JOSÉ MARÍA DE PEREDA (IN MEMORIAM)

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Texto

     SEÑORES:

NI una palabra debiera yo añadir después de las elocuentísimas con que han celebrado la gloria de Pereda dos de los más grandes oradores de nuestra Patria. El maestro de la novela de costumbres, el cristiano ingenio que tanto bien hizo a las almas deleitándolas honestamente, el prototipo del realismo sano y vigoroso, el mayor paisajista de nuestra literatura antigua y moderna, el que dió voz inmortal al genio hasta entonces silencioso de los montes cántabros, y al mar que ruge tremendo a sus plantas, el revelador de tantas armonías ignotas de la naturaleza, de tantos aspectos de la vida desdeñados antes por familiares y humildes, el genial prosista que ennobleció el habla popular de su tierra engarzándola en el áureo hilo de nuestra prosa clásica, ha recibido en esta casa solariega del arte español el más alto tributo de alabanza que sus contemporáneos pueden rendirle. La voz de la tradición española, que es la voz del genio de Pereda no podía encontrar más dignos intérpretes. Tales panegíricos serán desde [p. 390] hoy comentario obligado de las novelas a que se refieren, y si es lícito adelantarnos al fallo de la posteridad, participarán de la vida gloriosa que sin duda está reservada a Sotileza , el poema de la mar, epopeya y epitafio de una raza de pescadores enaltecida por el heroísmo oscuro; a Peñas Arriba el poema de las alturas, donde se siente resonar el excelsior de las esperanzas inmortales.

Con verdadera emoción, señores, y con gratitud no menor he escuchado tan elocuentes oraciones, que si a todos os han arrebatado y conmovido, ¡juzgad qué eco habrán despertado en mi alma, que viste luto por Pereda como por alguien tan íntimo y familiar, que con él me parece que se ha hundido en el sepulcro la parte mejor de mi vida y de los recuerdos de mi juventud!

No puedo decir que fuera mi maestro, porque fueron muy diferentes nuestros estudios y ocupaciones, pero fué el primer hombre de letras a quien conocí, fué mi amigo y consejero más íntimo, fué el amigo entrañable, honrado y bueno de todos los de mi casa, y era, además, el patriarca de la región montañesa, la gloria mayor de la tierra donde nací, y cuya nostalgia siento de un modo más enérgico e invencible a medida que los años pasan y las vanidades mundanas se disipan.

Perdonad que exprese estos afectos enteramente personales. Ellos son la razón de mi presencia aquí y de que me hayáis concedido el honor insigne de presidir esta sesión necrológica; honor que he aceptado aun reconociéndole inmerecido, porque yo no estoy aquí a título de orador (que no lo soy) ni de crítico (que acaso lo sea), sino en calidad de amigo y convecino de Pereda. Y en mi persona honráis a la ciudad de Santander, cuyo pendón municipal acompañó hasta la tumba los restos del glorioso escritor en fúnebre y triunfante despedida. Porque Pereda no era sólo el grande artista que tuvo la visión de la Montaña como nunca ojos humanos la habían tenido antes de él, sino una verdadera autoridad social, uno de aquellos ejemplares varones cuyo prestigio de honradez y buen consejo refluye sobre sus conciudadanos. Era como la robusta y secular encina, a cuya sombra podía congregarse un pueblo entero. Cuando el hacha de la muerte le hirió se conmovieron hasta las raíces del árbol tradicional de nuestra vieja Cantabria, que antes desafiaba impávido los vientos y las [p. 391] tempestades y hoy tiende lánguido y mustio su ramaje sobre la tumba de su cantor excelso.

En nombre del pueblo de Santander y en nombre especialmente de la familia de Pereda, doy las gracias a cuantos han concurrido al esplendor del presente homenaje.

Notas

[p. 389]. [1] Nota del Colector .-Palabras de gracias pronunciadas por Menéndez Pelayo que presidía la Velada Necrológica en honor de Pereda, que tuvo lugar en el Teatro Español de Madrid, el 25 de Abril de 1906.

Se colecciona por primera vez en Estudios de Crítica Literaria .