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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS Y DISCURSOS DE... > VI: ESCRITORES MONTAÑESES > «DOS OPÚSCULOS INÉDITOS DE D. RAFAEL FLORANTES Y D. TOMÁS ANTONIO SÁNCHEZ»

Datos del fragmento

Texto

Los dos opúsculos literarios que la Revue Hispanique publica por vez primera están copiados de un manuscrito de 87 hojas útiles, en letra clara y buena de fines del siglo XVIII, que actualmente para en mi biblioteca particular. No lleva título alguno: el que he puesto se deduce del contexto mismo de las notas de Floranes y de la respuesta de Sánchez.

Aunque tengo por inéditos ambos opúsculos, el primero a lo menos es conocido de tiempo atrás entre nuestros eruditos, y ha sido no sólo citado sino explotado en varias obras. Del segundo no quedaba más que vaga memoria. Encuentro la primera noticia de uno y otro en carta escrita a D. Bartolomé José Gallardo por el erudito bibliófilo D. Manuel de Acosta, relator de la Chancillería de Valladolid, en 14 de noviembre de 1829:

«Muy sensible me es la pérdida que usted ha padecido de los más preciosos de sus libros y trabajos literarios, y del escrito del señor Floranes sobre los orígenes de nuestra lengua y poesía , que dice habérsele franqueado por mí, proponiéndome que le proporcione nueva copia. Jamás supe que aquel caballero hubiese trabajado obra con tal título; y aunque tenía alguna especie de haber facilitado a usted algún papel de lo poquísimo que conservo suyo, no pude venir en conocimiento de lo que fuese... Al fin, a fuerza [p. 42] de meditar sobre ello, vine a apurar, no sin ayuda de tercero, haber sido unas notas que mi difunto amigo puso a las márgenes del primer tomo de la colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, que dió a luz el bibliotecario D. Tomás Antonio Sánchez, en Madrid, año de 1779, en 8º mayor; las que, ampliadas después a instancia del mismo se las remitió; y Sánchez respondió a ellas con razones muy sólidas, según me informó su compañero D. Juan Antonio Pellicer; porque yo no he llegado a ver esta apología. Por satisfacer a usted y por consideración al amigo común que me dirigió su carta, las hice copiar nuevamente, y las he remitido por persona de toda confianza.» [1]

Como Floranes gustaba de hacer varias copias de sus escritos y solía repetir en todo o en parte su contenido con títulos diversos, no es maravilla que algunas de las especies que estas notas encierran se hallen también en uno de los tomos de su colección manuscrita existente en la biblioteca de la Real Academia de la Historia (Est. 24, gr. I.ª, B. nº 17). De allí las extractaron los traductores castellanos de Ticknor, [2] y también se refiere a ellas D. José Amador de los Ríos en varios lugares de su Historia crítica de la literatura española.

Fué D. Rafael Floranes uno de los españoles más eruditos de su tiempo, aunque su método y estilo no corriesen parejas con su erudición. La historia de Castilla y de las Provincias Vascongadas, y muy especialmente la historia del derecho patrio le deben grandes servicios, que parecerían mucho mayores si hubiese publicado a tiempo sus voluminosas obras. Pero escribía, como el P. Sarmiento, más bien para estudio propio y para utilidad de sus amigos que para ganar nombre y crédito de literato. Esta que no sabemos si llamar modestia o indiferencia fué causa de que ni un solo libro de tantos como compuso se imprimiese durante su vida. Sólo muy tardíamente y de mala manera lo han sido algunos; pero entretanto las dos colecciones manuscritas de sus papeles fueron utilizadas ampliamente por varios [p. 43] eruditos en obras tan importantes como las Noticias históricas de las tres Provincias Vascongadas de Llorente, [1] el Diccionario Geográfico de la Academia de la Historia, [2] y el Ensayo histórico-crítico sobre la antigua legislación castellana de Martínez Marina. [3] Incorporado de este modo al caudal científico mucho de lo que Floranes descubrió o estudió antes que nadie, han perdido alguna parte de su interés los trabajos de este infatigable historiógrafo y jurisperito, pero todavía queda mucha materia útil en ellos, y de todos modos es justo concederle el lauro de inventor primero que en muchas cosas divulgadas por otros le corresponde, y que no siempre se le ha otorgado con entera equidad.

Su vida y escritos merecen una especial monografía, y quizá algún día pongamos mano en ella, pagando a este conterráneo nuestro la deuda que con él tiene su provincia natal. La sucinta noticia, escrita por algún pariente suyo, que se conserva entre sus papeles inéditos de la Academia de la Historia, y fué publicada por Hidalgo en su reimpresión de la Tipografía del Padre [p. 44] Méndez, [1] no toca más que algunos puntos de su vida, y no da idea, ni remota siquiera, de su portentosa actividad literaria, pero es la que seguiremos con preferencia en la parte cronológica, porque sus noticias son las más seguras. Todavía resultan más insuficientes otras biografías posteriores publicadas en periódicos de Valladolid o de Santander, que no merecen recuerdo especial. [2]

Aquí baste recordar sucintamente que D. Rafael de Floranes Vélez de Robles y Encinas, señor del despoblado de Tavaneros (título y apellidos que parecen de algún personaje novelesco de Pereda) nació en 1743 (8 de mayo), en el lugar de Tanarrio, perteneciente a la antigua Liébana, territorio incluído en la actual provincia de Santander (ayuntamiento de Camaleño, partido judicial de Potes, valle de Valdevaró). Hizo en Valladolid sus estudios universitarios, que no pasaron del grado de bachiller en leyes, porque este grande investigador de la historia del Derecho, en cuyo racional y metódico examen quizá superaba a todos sus contemporáneos, jamás llegó a ejercer la abogacía, y fué enteramente puro y desinteresado el culto que tributaba a la ciencia de las leyes. [3] Durante su juventud residió bastante tiempo en las provincias vascas: contrajo matrimonio en Bilbao con Doña [p. 45] María Ignacia de Goicoechea y Sagarmínaga, apellidos de los mejores de Vizcaya, y en 1768 fué nombrado procurador de número en el corregimiento de aquella villa, nombramiento que vino a quedar sin efecto por no ser nacido Floranes en el territorio foral. En el memorial que con esta ocasión presentó a la junta general del Señorío, alega su pericia paleográfica acreditada ya en los tribunales de Valladolid: «que él era un perito singular en un arte tan útil y necesario como el de la letra manuscrita, así latina como castellana, y tenido por persona necesaria en cualquiera tribunal de justicia, como se experimentó en la Real Chancillería de Valladolid en el discurso de dos trienios de práctica que tenía empleados en aquella autorizada curia». El corregidor D. Juan Domingo del Junco estaba de parte de Floranes a quien había nombrado interinamente, pero la Junta anuló el nombramiento mandando que «se guardase en todo la ley sexta, título primero, del Fuero de Vizcaya, y la real cédula en que se previene y manda que los oficios y mercedes se den a los de este Señorío y no a otro algún que sea de fuera.» [1] Hay quien atribuye, con más malicia que fundamento, a este juvenil fracaso en la pretensión de oficio tan poco importante, el germen de la malquerencia contra los vascongados que algunos creen vislumbrar en los escritos de Floranes, pero tal suposición me parece de todo punto imaginaria, pues aunque Floranes no apadrinase las fantasías de algunos escritores vascongados sobre su lengua y antigüedades jurídicas, dista mucho de ser un detractor de aquellas nobilísimas provincias ni de sus tradicionales instituciones. Sobre la historia de Alava, y especialmente sobre la antigua sede episcopal de Armentia, trabajó mucho y con fruto, y los alaveses mismos le califican de escritor docto y bien intencionado. [2]

[p. 46] Cuando en 1770 fijó su residencia en Vitoria, usaba ya el título de «señor de Tavaneros» que heredó de un tío suyo, capitán de caballería del regimiento de Farnesio. Tavaneros es un despoblado con iglesia, a seis leguas de León, y las rentas de tal Señorío, que tendría arrendado para pastos, no debían de ser muy pingües, pero indudablemente la posición social de Floranes había mejorado mucho, por herencias suyas o de su mujer, y no tenía que aspirar ya a plazas de procurador. En Vitoria, y todavía más en Valladolid donde se estableció definitivamente, parece haber vivido con holgura y bienestar, satisfaciendo ampliamente su afición a los libros, como lo prueban los restos de su preciosa biblioteca que a nosotros han llegado y las continuas citas que en sus obras hace de los códices y raras impresiones que poseía. Su casa de Valladolid era un centro de instrucción y de cultura, una verdadera academia de Derecho español y antigüedades, a la cual concurrían los abogados más célebres de aquella Chancillería y los principales profesores de la Universidad. Desde 1784 trabajó con mucho celo en la Sociedad Económica, y como su cultura era vasta y de carácter algo [p. 47] enciclopédico según el gusto de aquel siglo, contribuyó también a la fundación de una Academia de Cirujía, y leyó en ella interesantes disertaciones sobre varios puntos de erudición médica. Llegó a ser consultor y oráculo de todos los aficionados a la Historia en Castilla la Vieja, y como era generosísimo en comunicar sus noticias y papeles, tuvo larga correspondencia literaria con los varones más doctos de su tiempo y trabajó para el mayor lucimiento de las obras de algunos de ellos. Veneró siempre al P. Maestro Flórez como lumbrera de las ciencias históricas, [1] y ayudó a su continuador el P. Risco en varios tomos de la España Sagrada. [2] La Tipografía Española del P. Méndez está formada en buena parte con los apuntamientos que Floranes le facilitó, como reconoce ingenuamente aquel humilde religioso. [3] Los doctores Asso y Manuel, ilustradores del Derecho Español, se le confiesan [p. 48] obligados en sus ediciones del Fuero Viejo de Castilla y del Ordenamiento de Alcalá, [1] y no menos el egregio numismático benedictino Fr. Liciniano Sáez, en su Demostración del valor de las monedas del reinado de Enrique III. [2] Colaboró en la ilustración de las [p. 49] Crónicas de Castilla que publicaron Llaguno y Cerdá a expensas del editor Sancha, con algunos apéndices tan curiosos como la descripción del Cancionero de Fernán Martínez de Burgos, que el mismo Floranes poseía y cuyo actual paradero se ignora. [1]

[p. 50] A la muerte de nuestro erudito, acaecida en Valladolid en 6 de septiembre de 1801, [1] hízose almoneda de su biblioteca, adquiriendo los más selectos y raros libros el ya citado D. Manuel de Acosta. Estos libros, de los cuales todavía existen algunos, suelen estar apostillados por Floranes, y estas apostillas nunca son inútiles. ¡Lástima que no se conserve el ejemplar de Nicolás Antonio en que había añadido más de trescientos autores!

De las obras inéditas de Floranes se formaron dos grandes colecciones, que fueron adquiridas al año siguiente de su muerte por la Academia de la Historia y por el Duque del Infantado respectivamente. Esta segunda colección, mucho menos conocida y manejada que la primera, pero todavía más importante, se conserva hoy en la Biblioteca Nacional entre los manuscritos procedentes de la biblioteca ducal de Osuna, que, a pesar de su nombre, debía a la incorporación de la casa del Infantado sus principales riquezas literarias. [2]

[p. 51] Son muy pocas las obras de Floranes que han logrado hasta ahora los honores de la impresión póstuma. Las más importantes son sin duda las que ocupan los tomos XIX y XX de la vasta y desordenadísima colección de Documentos inéditos para la historia de España comenzada por D. Miguel Salvá y D. Pedro Sáinz de Baranda. Allí están la Vida literaria del Canciller Ayala , obra farraginosa donde se intercalan materias tan inconexas como las vidas de los jurisconsultos españoles anteriores al siglo XVI; la Vida del Dr. Lorenzo Galíndez de Carvajal, más ceñida a su asunto y no menos importante para la historia del Derecho patrio; las Memorias históricas de las Universidades de Castilla, en especial las de Valladolid y Palencia; algunos apuntamientos muy curiosos sobre las behetrías , su condición, privilegios y modo de hacerse en ellas las filiaciones; notas a la Crónica de D. Juan II, y algún otro papel de menos importancia. [1] En el Memorial Histórico Español, que publica la Real Academia de la Historia, ha encontrado cabida otro importante trabajo de Floranes: la Suma de las leyes de Maestre Jacobo, con notas y las memorias históricas de éste a quien llama «primer jurisconsulto español». [2] El laborioso Hidalgo, al reimprimir la Tipografía de Méndez, sacó del olvido los Apuntamientos de Floranes sobre el origen de la imprenta, su [p. 52] introducción, propagación y primeras producciones en España. [1] Y finalmente, ya sueltos, ya en varias publicaciones periódicas, han aparecido otros opúsculos, que no pretendo ahora catalogar. [2]

Lo inédito es mucho más, y de gran consideración. No puedo decir que lo conozco todo, pero de lo que he leído hasta ahora lo más importante es, a mi juicio, « El Fuero de Sepúlveda, copiado del original e ilustrado con notas y disertaciones». [3] Estas [p. 53] disertaciones que son de carácter enciclopédico, revelan la portentosa lectura de Floranes; y la precisión y el rigor que pone en sus citas nos le presentan familiarizado con los mejores métodos críticos del siglo XVIII, en que la erudición española era tan respetable. Hay notas que son extensos tratados llenos de recóndita erudición sobre materias incidentales: por ejemplo la relativa a las aves de caza y al ejercicio de la cetrería: único fragmento de este comentario que ha visto hasta ahora la luz pública. [1] Floranes emprendió además trabajos preparatorios para una edición del Fuero Juzgo, [2] copió e ilustró innumerables documentos legales, Cortes, Fueros, Ordenamientos, Pragmáticas; disertó larga y [p. 54] eruditamente sobre la época en que empezó a tener observancia el código de las Partidas y sobre la enumeración y autoridad de los cuerpos legislativos de la Nación; adicionó con un curioso suplemento y una rica colección diplomática el Tratado de la Regalía de Amortización de Campomanes, y dejó una masa ingente de apuntamientos y memorias históricas sobre la legislación española desde los tiempos primitivos hasta sus propios días y sobre las vidas y escritos de los jurisconsultos. [1]

Corresponden también a la erudición jurídica algunos de los numerosos escritos de Floranes relativos al país vasco, especialmente el Discurso histórico legal sobre la esención y libertad de las tres Nobles Provincias Vascongadas, trabajo de capital importancia omitido en la bibliografía de Muñoz Romero. [2] Otros se contraen a la historia eclesiástica y civil de Alava, cuyos archivos tenía muy explorados. Buena parte de estos opúsculos son [p. 55] alegatos a favor de la restauración de la antigua Iglesia de Armentia, usurpada, según Floranes, por los obispos de Calahorra en 1089, restablecida en 1181, nuevamente usurpada por el obispo calagurritano D. Rodrigo Cascante entre 1183 y 1189, y reclamada en varias ocasiones por las tres Provincias. Puede decirse que Floranes ganó este gran litigio medio siglo después de su muerte, cuando por virtud del Concordato vigente fué creada la nueva diócesis de Vitoria, única sede vascongada, y legítima sucesora de la de Armentia. [1]

Con el laborioso y nada crítico historiógrafo alavés D. Joaquín José de Landázuri, tuvo Floranes en algún tiempo relaciones de amistad y buena correspondencia literaria, [2] trocadas luego en odio furibundo, que se mostró primero con la sangrienta censura que nuestro D. Rafael hizo del proyecto de Historia del ilustre país vascongado que Landázuri había presentado a la Junta general de Alava en 8 de mayo de 1774, y más adelante con la gravísima acusación de haberle usurpado sus papeles, dando a luz como propia la Historia de la ciudad de Vitoria , que Floranes tenía trabajada y le había franqueado sin recelo. En caso tan grave suspendemos el juicio, no habiendo tenido ocasión de [p. 56] cotejar el texto impreso de Landázuri [1] con el de Floranes, manuscrito en la biblioteca del Colegio de Sta. Cruz de Valladolid. [2] Persona fidedigna que examinó ambas historias afirma que no son literalmente idénticas: verosímil es que Landázuri se aprovechase de los papeles de Floranes que había trabajado más que nadie sobre la materia; pero algo pondría de su cosecha, para lo cual tenía suficientes noticias y documentos, como lo acreditan otros libros suyos sobre los cuales no ha recaído nunca la tacha de plagio. Floranes era acerbo en sus polémicas, como la mayor parte de los eruditos de su tiempo, y no sólo maltrató [p. 57] horriblemente a Landázuri, sino también al ex-jesuíta Ibáñez de Echavarri, autor de una Historia de San Prudencio, obispo de Tarazona [1] donde se embrollaba sin ciencia ni conciencia, y con ayuda de falsos diplomas, la cuestión de Armentia. Pero fuese cual fuese la acrimonia de nuestro crítico, no hay duda que el buen sentido y la probidad histórica estuvieron casi siempre de su parte, y que trabajó valerosamente para desarraigar la cizaña que en el campo de nuestras historias locales había sembrado una generación de falsarios.

Aunque Floranes, como todos los montañeses, era muy amante de su tierra natal, y no perdía ocasión de ensalzarla, poco tiempo pudo residir en ella desde su primera juventud, y sin duda por eso no dedicó atención especial a los anales oscuros y [p. 58] modestos de las Montañas de Burgos. [1] Pero en la secular cuestión de los límites de la Cantabria romana sí intervino, prestando el apoyo de su consumada erudición y pericia geográfica a la que podemos llamar solución clásica y definitiva del problema; la que Zurita dió antes que nadie en uno de sus opúsculos historiales publicados por Dormer: la que llevó a punto de evidencia el P. Flórez en una disertación magistral que nada pierde de su mérito por algunos leves errores nacidos de imperfecto conocimiento del país, que aquel clarísimo agustino sólo recorrió una vez y muy de paso. Floranes se propuso enmendarlos en su Discurso crítico sobre la situación y límites de la antigua Cantabria, que quiso que se considerase como un suplemento al tratado del P. Flórez, y que realmente debía imprimirse con él, porque no sólo ilustra las memorias de los Cántabros, sino también las de sus vecinos los Várdulos, Autrigones y Caristios. [2] Como las cosas de Cantabria, en su último estado, tienen relación bastante próxima con las de la Rioja, y por otra parte sus trabajos sobre la [p. 59] sede episcopal de Alava le habían hecho internarse en la historia eclesiástica de Calahorra, también recogió las primitivas memorias de aquella ciudad vascona ( Calagurris Fibularia) distinguiéndola cuidadosamente de otra del mismo nombre que hubo en la región de los Ilergetes y tuvo por sobrenombre Julia Nasica, [1] en lo cual sigue opinión contraria a la de su amigo el P. Risco, que tan doctamente ilustró las antigüedades civiles y eclesiásticas de aquel obispado. [2] En este libro, lleno de digresiones, como todos los de su autor, hay dos importantes, una sobre la patria del poeta Prudencio que Floranes asigna a Calahorra y no a Zaragoza; y otra sobre el hereje Vigilancio, a quien resueltamente excluye de las dos ciudades españolas que llevaron el nombre de Calagurris, restituyéndole a la de Cahors en Francia.

Las antiguas poblaciones de Castilla la Vieja, especialmente Valladolid, segunda patria de Floranes tuvieron en él un celosísimo investigador de sus antigüedades. Es lástima que no llegase a realizar, quizá por no haber encontrado bastante francos los archivos, el proyecto de escribir una historia general de aquella ciudad, tan rica de grandezas y recuerdos como necesitada de [p. 60] cronista. [1] Pero a lo menos depuró las memorias de su primer siglo y las de su fundador el Conde Ansúrez, [2] vindicó la antigüedad de su estudio universitario, impugnando la supuesta traslación del de Palencia [3] y trabajó otra particular de los concilios vallisoletanos, elevando su número hasta once y dado mucha luz a los vestigios de sus actas. [4] Ni el adocenado Antolínez de Burgos ni su plagiario Canesi ni otro ninguno de los predecesores [p. 61] de Floranes, pudieron servirle de nada en tan difíciles indagaciones, y sin defraudar de su mérito a los posteriormente han escrito de historia de Valladolid, justo es reconocer que deben a los manuscritos del erudito lebaniego buena parte de sus aciertos.

De igual alabanza son dignas, por lo concienzudas y noticiosas, las Memorias Históricas de la ciudad de Toro, [1] obra incompleta que alcanza hasta 1476, año memorable en la historia de aquella ciudad por la sangrienta batalla reñida en sus cercanías entre castellanos y portugueses, vindicación, si militarmente incompleta, políticamente decisiva, del desastre de Aljubarrota, como sintió bien el autor de la Divina Retribución. [2]

[p. 62] A un género intermedio entre la curiosidad arqueológica y los estudios de economía social, en que más de una vez se ejercitó la pluma de Floranes, siguiendo el impulso de las Sociedades Económicas, tan activas y beneméritas en su tiempo, pertenece la extraña monografía sobre Tierra de Campos que lleva por título Noticia de la antigua célebre alianza de las nueve villas de Campos, Amusco, Ambas Amayuelas, Villa Onella, Piña, Támara, Forombrada y San Esteban, su política, gobierno, leyes, [p. 63] promiscuidad y memorias, con las generales de los Vaceos que las habitaron. Partiendo Floranes de aquel tan traído y llevado texto de Diodoro Sículo [1] sobre el comunismo de los antiguos Vacceos, que todos los años hacían sorteo de sus tierras, y aportaban al fondo común los frutos para repartirlos conforme a las necesidades de cada uno, expone con el mayor candor las más radicales ideas colectivistas; se declara partidario del comunismo de Licurgo; maltrata reciamente a Aristóteles por haber introducido en aquella [p. 64] especie de paraíso terrenal que él supone haber existido en las riberas del Carrión y del Duero; y finalmente se desata contra la institución de los tribunales de justicia, que llama odiosa y funesta. [1] Todo esto, por de contado, en la esfera más ideal y platónica que puede imaginarse, porque el bueno de Floranes nada tenía de revolucionario, siendo por el contrario uno de los legistas más apegados al antiguo régimen en un tiempo en que ya empezaba a ser combatido. Pero esta declamación infantil, lo mismo que otros rasgos bien inesperados que suelen encontrarse en sus escritos y riñen con la tendencia positiva y sólida de ellos, prueba que su juicio sintético no siempre estuvo a la altura de su erudición verdaderamente abrumadora, y lo que vale más, segura y precisa. Rara vez menciona libro alguno que no hubiera leído, y entonces lo advierte expresamente, dejando la responsabilidad al primitivo autor de la noticia. Sus citas se distinguen [p. 65] por la puntualidad rigurosa, y desafían toda compulsa. Transcribe los documentos con todo el rigor paleográfico que podía exigirse en su tiempo, les aplica las reglas más sólidas de la crítica diplomática, y procura ilustrar su sentido con todas las notas y concordancias que su vasta lectura le sugiere. De este modo enseña hasta cuando yerra, y él mismo proporciona los medios de contradecirle, exponiendo lealmente sus dudas y vacilaciones. Lo que domina en sus escritos es la honradez profesional del paleógrafo experto, del archivero íntegro. [1] Participa del espíritu crítico de su tiempo, pero en lo pequeño, más que en lo grande. A veces las digresiones [p. 66] valen en él más que el asunto principal. No es un historiado en el verdadero sentido de la palabra, porque le faltaban ideas generales, método y estilo, pero fué un gran trabajador histórico, que con el fruto de su labor enriqueció a muchos, más hábiles que él o más afortunados. Su vida fué una labor continua y oscura, en que no encontró las espinas de la censura y de la emulación, porque su filosófico retiro le salvó de ellas, pero tampoco sintió ni una vez sola los halagos ni los estímulos del aplauso. Para sus contemporáneos fué poco menos que un desconocido. Los mismos eruditos que tan a menudo le consultaban, el ministro Llaguno, el consejero Cerdá, el omnipotente Campomanes, no le ayudaron a salir de la situación subalterna y del apartamiento literario en que vivía, no le protegieron oficialmente en ninguna de las grandes empresas de erudición jurídica que había proyectado, no le abrieron el acceso que tantas veces solicitó a los grandes archivos de la Nación y le dejaron envejecer en Valladolid, atenido a los recursos de su propia biblioteca, de las dos universitarias y de las conventuales. Gracias que su mediana fortuna y la sobriedad casi estoica de su vida le permitieron adquirir buenos instrumentos de trabajo, y satisfacer en cierto grado la pasión de los libros que le dominó siempre. Asombroso es lo que llegó a realizar en tales condiciones. Escribía mal, en lenguaje inculto y fragoso, lleno de latinismos y voces forenses. Cuando quiere levantar el estilo, lo hace peor todavía. Hay que confesar que ni las Gracias ni las Musas visitaron jamás su dota morada. Carecía, no sólo de estilo, sino de orden lúcido y ameno, prenda todavía más esencial en obras didácticas. De estos defectos no pudo corregirse nunca, porque su condición de autor inédito le impedía verlos. No hay hipérbole en decir que muchas de sus obras le tuvieron a él por lector único. Su influencia ha sido póstuma, latente y rara vez confesada.

* * *

[p. 67] No sucede lo mismo con la de su conterráneo D. Tomás Antonio Sánchez, a quien todos, propios y extraños, se ven obligados a citar a cada momento como editor de textos capitalísimos, y respetable patriarca en una de las ramas más importantes y difíciles de nuestra historia literaria. La erudición de Sánchez, que no era tan varia pero sí más profunda que la de Floranes, sus conocimientos nada vulgares en las lenguas sabias, su buen instinto filológico y su agudeza crítica, encontraron adecuado empleo en una obra sola, en vez de dispersarse en un laberinto de enmarañadas disquisiciones y apuntamientos confusos. Era Floranes fecundísimo y fácil en producir, como quien se cuidaba poco del plan y menos del estilo. Su verbosidad irrestañable y desaliñada contrasta con la elegante sobriedad de los cortos escritos de Sánchez, hombre de educación clásica y de ingenio festivo y ameno. Algunos de su opúsculos satíricos tienen tanto donaire como los del P. Isla, con mejor gusto. Pero su verdadera gloria consiste en haber sido el primero que con espíritu crítico trató de las antigüedades poéticas de nuestra lengua, asunto apenas desflorado por Velázquez y Sarmiento. Ni los pobres e inconexos apuntes del primero, ni las Memorias tan eruditas como destartaladas del segundo, en que hay de vez en cuando felices adivinaciones, marcan una dirección verdaderamente científica. Tampoco Sánchez la tenía al principio, puesto que comenzó por agrupar sus notas en torno de un documento del siglo XV: la célebre carta del Marqués de Santillana al Condestable de Portugal. Pero pronto comprendió que la historia literaria exigía algo más que noticias tomadas al vuelo, y emprendió la reproducción textual de los mismos poemas, inéditos hasta entonces, y no sólo inéditos, sino olvidados y desconocidos, ya en librerías particulares, ya en los rincones de oscuras bibliotecas monásticas. Y para realizar su empresa tuvo que ser, no sólo bibliógrafo erudito, como lo eran con honra propia y notable utilidad de estos estudios un Pérez Bayer o un Rodríguez de Castro, sino también crítico y filólogo en cuanto lo permitía el estado precientífico en que vivió hasta los tiempos de Raynouard la filología romance que era entonces ciencia adivinatoria más bien que positiva. Sin más guía que el Glosario de Ducange, se internó en las tinieblas de los tiempos medios. Los benedictinos franceses y Tiraboschi le aleccionaron, [p. 68] sobre los orígenes literarios de sus respectivas naciones. Para el provenzal apenas tuvo más auxilio que la Crusca de Bastero y la raquítica historia del abate Millot, torpemente entresacada de las colecciones de Sainte-Palaye. No existía entonces la ciencia de las literaturas comparadas, y Sánchez tuvo que atenerse al fondo nacional, poemas, crónicas, documentos diplomáticos, y a la literatura latino-eclesiástica que conocía bastante bien. La dificultad de la empresa, y el escaso número de lectores que logró para sus Poesías anteriores al siglo XV, no le consintieron publicar desde 1779 a 17790 más que cuatro volúmenes ( Poema del Cid, obras de Berceo, Poema de Alejandro y obras del Archipreste de Hita), aunque mostró conocer más poemas que los que imprimía: casi todos los que hoy tenemos. Para el quinto, que se quedó inédito por falta de suscripción, tenía dispuesto el Rimado de Palacio del canciller Ayala. El mérito de estas ediciones es desigual. El tomo más imperfecto es sin duda el del Arcipreste de Hita, que debe leerse sólo en la excelente edición de Ducamin. Sánchez no sólo formó un texto ecléctico con los tres códices del Arcipreste, sino que mutiló trozos importantes por nimio escrúpulo moral, a que dió suficiente respuesta el sabio y virtuoso Don Gaspar Melchor de Jovellanos en la censura que redactó por encargo de la Academia de la Historia. La edición del Libro de Alexandre debe rehacerse también, sobre todo después del hallazgo de otro códice que ha impreso con exactitud paleográfica el señor Morel-Fatio. La de Berceo, que parece más esmerada que las otras, conserva su valor por haberse perdido o estar ocultos la mayor parte de los códices que Sánchez disfrutó. No hay que hablar del Poema del Cid, cuyo texto está en revisión perenne, aunque ya parece que se acerca al estado definitivo. Pero siempre habrá que decir en honra de Sánchez que él fué en Europa el primer editor de una Canción de Gesta, cuando todavía el primitivo texto de los innumerables poemas franceses de este género dormía en el polvo de las bibliotecas. De 1779 es el primer tomo de Sánchez: más de cincuenta años pasaron antes que Paulino París inaugurase este género de publicaciones con el Roman de Berthe . La Chanson de Roland no fué publicada hasta 1873 por Francisco Michel. En esto, como en otras cosas, nos adelantamos bastante los españoles, quedando rezagados después. Y no sólo fué Sánchez el primer editor [p. 69] del Mio Cid, sino que acertó a reconocer la importancia del monumento que publicaba, graduándole de «verdadero poema épico, así por la calidad del metro, como por el héroe y demás personajes y hazañas que en él se tratan», y dando muestras de complacerse con su venerable sencillez y rusticidad: cosa no poco digna de alabanza en aquellos días en que un hombre del mérito de Forner no temía deshonrar su crédito literario ante la posteridad, llamando a aquella gesta homérica «viejo cartapelón del siglo XIII en loor de las bragas del Cid». [1] Verdad es que D. Tomás Antonio Sánchez estaba dotado de cierto candoroso y poético instinto de las cosas primitivas, que los arqueólogos tuvieron mucho antes que los puros humanistas y literatos sujetos a la férula retórica.

La vida de D. Tomás Antonio Sánchez no ha sido escrita todavía: acaso algún día pueda serlo con ayuda de la extensa y donosa correspondencia familiar que sostuvo con sus parientes de la Montaña, y que a lo menos en parte conservan sus herederos. Nació, no en 1732, ni en Burgos, como se estampó por ignorancia geográfica en la Biografía Universal de Michaud [2] y en otros diccionarios y enciclopedias posteriores, sino en 14 de marzo de 1725, en el pequeño lugar de Ruiseñada, perteneciente a la provincia y diócesis de Santander, cuyo territorio solía designarse en lo antiguo con el nombre de montañas de Burgos, porque de Burgos dependió en lo eclesiástico, hasta la erección del nuevo Obispado cantábrico por bula de Benedicto XIV en 12 de diciembre de 1754. El mismo Sánchez declara su patria en el glosario que puso a las Poesías de Gonzalo de Berceo, tratando de la voz bren (salvado): «tiene uso en mi patria, Ruyseñada, pueblo del [p. 70] Obispado de Santander». [1] También hizo honorífica mención de este pueblecillo el gran Jovellanos en su Diario inédito, describiendo su viaje a la Montaña en agosto de 1791: «pasamos a la vista de Ruiseñada, patria del graciosísimo bachiller de Burlada». El Bachiller de Burlada, como diré más adelante, es seudónimo adoptado por Sánchez en uno de sus más picantes opúsculos.

Abrazó Sánchez la carrera eclesiástica, pero no sabemos que llegase a obtener más beneficio ni prebenda que la Magistral de la Colegiata de Santillana que renunció en 1761. Su vida estudiosa y tranquila encontró cómodo y apacible albergue en la antigua Biblioteca Real, hoy Nacional, que dirigía su paisano Don Juan de Santander y Zorrilla. Sánchez fué uno de los tres bibliotecarios (los otros dos eran D. Juan Antonio Pellicer y Don Rafael Casalbón) que trabajaron en la nueva edición de la Bibliotheca Hispana Nova , de D. Nicolás Antonio, dada a luz [p. 71] en 1788, corrigiendo escrupulosamente las erratas de la de Roma, y mejorando en gran manera los índices. [1]

Perteneció D. Tomás a las principales corporaciones literarias de su tiempo, y en todas se distinguió por su actividad y celo. En la Academia de la Historia ingresó como numerario en 24 de julio de 1757, antes de haber publicado escrito alguno, lo cual prueba la consideración de que ya gozaba en los círculos eruditos. Llegó a ser director interino de aquella corporación desde 16 de mayo de 1794 hasta 30 de noviembre de 1795, y no lo fué en propiedad por haberle suplantado, como era natural, un grande de España, un Duque de la Roca, personaje enteramente desconocido en la república de las letras, pero de mucha más «categoría social» que el pobre bibliotecario Sánchez. En la colección impresa de las Memorias de la Academia de la Historia no hay ninguna con el nombre de Sánchez, pero tuvo parte muy principal en un informe que como trabajo colectivo de la Academia figura en el tomo tercero, sobre la inscripción hebrea del Tránsito de Toledo y las falsificaciones introducidas en ella por el judío converso D. Juan José Heydeck en 1795.

Ingresó Sánchez en la Academia Española como supernumerario en 3 de noviembre de 1763. Ascendió a numerario en 7 de abril de 1767, y desde el año 1772 hasta su muerte estuvo encargado de las correspondencias latinas del Diccionario.

[p. 72] La Real Academia Sevillana de Buenas Letras se había adelantado a las de Madrid, eligiendo a Sánchez académico honorario en 24 de noviembre de 1752. Luego veremos la colaboración que prestó a sus trabajos. La fecha de la muerte de Sánchez está equivocada, lo mismo que la de su nacimiento, en la Biografía de Michaud y en todos los que la han seguido. Falleció en Madrid, no en junio de 1798, sino en 12 de marzo de 1802, según consta en el Archivo de la Academia Española, y en el de la Biblioteca Nacional.

Además de su colección famosa, [1] dejó Sánchez varias obrillas de curiosa erudición y sazonada crítica, que convendría recoger en uno o dos volúmenes, porque todas ellas escasean bastante. Conozco las siguientes:

[p. 73] Traducción y explicación del epitafio hebreo del sepulcro del Santo Rey Don Fernando III. Por Don Thomas Antonio Sanchez. En la Academia de 12 de enero de 1753 ( pp. 96-104 del tomo Iº de las Memorias Literarias de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras... En Sevilla. Por D. Joseph Padrino y Solís, impresor de dicha Real Academia. Año de M.DCC.LXXIII). Sobre los cuatro epitafios hebreo, arábigo, latino y castellano del sepulcro del Santo Rey, y sobre la cuestión cronológica que implican, se publicaron varios opúsculos, [1] todos posteriores al de Sánchez, incluso el del P. Flórez, que es de 1754. Si la Academia de Buenas Letras no hubiese tardado veinte años en imprimir la memoria de D. Tomás Antonio, nadie le hubiera quitado el mérito de ser el primer editor e intérprete del epitafio hebreo.

[p. 74] -Elogio histórico de D. Vicente Gutiérrez de los Ríos, por Don Tomás Antonio Sanchez, Bibliotecario de S. M. 1779 (Memorias literarias de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Tomo II Publicado a expensas de su Director D. Francisco del Cerro. Sevilla: Establecimiento tipográfico, plaza del Silencio, núm. 23. 1843. [p. 75] pp. 195-210). Es un bosquejo elegante, pero demasiado rápido, de la vida literaria del cultísimo artillero, biógrafo de Cervantes y crítico del Quijote. [1]

-Carta familiar al Dr. D. Joseph Berni y Catalá, Abogado de los Reales Consejos, sobre la Disertación que escribió en defensa del Rey Don Pedro el Justiciero, publicada en la Gazeta de Madrid, el Martes 26 de Mayo de 1778. Embiasela de Burlada, pueblo de Navarra, el Bachiller D. Pedro Fernandez. En Madrid, por Don Antonio de Sancha. 8.º, 101 páginas.

Es una burla donosísima de la persona y escritos del Dr. Berni, farragoso leguleyo valenciano, y especialmente de su Jurídica defensa del Rey Don Pedro. El principal argumento de Berni era una copia legalizada de cierta revelación que en 1635 tuvo un monje cartujo del Paular, D. Sancho de Noriega, en la cual le fué manifestado que el alma del rey D. Pedro estaba en el cielo, porque había tenido contrición a la hora de la muerte. Imagínese el partido que de esto sacaría el ingenio zumbón y maleante de Sánchez. En acaso el mejor de sus escritos satíricos.

-Carta publicada en el Correo de Madrid injuriosa a la buena memoria de Miguel de Cervantes. Reimprímese con notas apologéticas fabricadas a expensas de un devoto que las dedica al autor del D. Quixote de la Mancha. En Madrid por Don Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXXVIII... 8.º, XXXIV pp.

El autor de la Carta del Correo de Madrid era el escolapio Don Pedro Estala, que habiendo encontrado anónima la novela de El Curioso Impertinente en la segunda edición de la Silva Curiosa, de Julián de Medrano, hecha en 1608, dedujo con imperdonable ligereza que también estaría en la primera de 1583, y echó a volar la especie de que Cervantes, la había tomado de [p. 76] allí «no creyendo haber inconveniente o persuadido a que no se le descubriría el hurto, si así debe llamarse». A esta calumniosa necedad divulgada en 1787, se opuso con la lógica del buen sentido, nuestro Sánchez, aun sin haber visto la primera edición de la Silva , de la cual sólo tuvo conocimiento a última hora por carta de un amigo suyo de París, que la reconoció en aquella Biblioteca, y efectivamente no encontró la novela de El Curioso Impertinente, que fué añadida por César Oudin en la edición de 1608, copiándola del Quijote . Gallardo exagera no poco el mérito de estas Notas de Sánchez, «llenas de picante jocosidad y donaire... Son en mi dictamen de lo más feliz que en su línea se ha escrito en castellano; aunque entren a la competencia Los Cata-riberas de Salazar, el Prete Jacopin del condestable, La Perinola de Quevedo, y El Bodoque de Moret». [1] Sin admirar todas estas sátiras (por lo menos el pesadísimo Bodoque ) tanto como las admiraba Gallardo, hay que convenir en que cualquiera de ellas tiene más importancia que las ligeras notas que Sánchez puso a la carta de Estala, mostrando más razón que chiste. Ni tampoco el caso requería más por tratarse de una cuestión de hecho que estaba resuelta en dos palabras. Tales elogios cuadrarían mejor a la Carta al Doctor Berni , y a otra carta de que paso a tratar ahora.

- Carta de Paracuellos escrita por Don Fernando Perez a un sobrino que se hallaba en peligro de ser autor de un libro. Publícala con notas un Bachiller en Artes. Madrid, MDCCLXXXIX. Por la Viuda de Ibarra, calle de la Gorguera. Con licencia. 8.º. 129 páginas.

En esta serie de consejos irónicos dados a un aprendiz de literato, hace Sánchez festiva más que punzante crítica de los principales vicios, pedanterías y extravagancias de la literatura de su tiempo, y aun de tiempos anteriores. Los que gusten, como gustamos nosotros, del antiguo gracejo castellano, algo frailuno, que suele haber en las polémicas del siglo XVIII, encontrarán mucho que aplaudir en la Carta de Paracuellos , que es un repertorio de citas estupendas, cuentecillos, refranes, y castizos idiotismos, traídos a cuento con mucha gracia y soltura. En su buen humor [p. 77] franco y continuo Sánchez es un discípulo del P. Isla, pero no un copista servil como le echaron en cara sus adversarios. Su vena cómica es menos abundante, pero fluye mucho más limpia. No lega a la perfección que en su género tienen algunos opúsculos críticos de D. Tomás de Iriarte y de D. Leandro Moratín, porque el gusto de Sánchez no era tan puro como el de aquellos insignes literatos, y además sus estudios y predilecciones arqueológicas le tenían un poco rezagado dentro de la literatura de su tiempo. Pero en su manera, medio erudita, medio familiar y algo pedestre, es un prosista digno de estudio, sin las zafias chocarrerías en que suele caer el vigoroso ingenio del P. Alvarado, y sin el laborioso y violento artificio de Gallardo.

El único punto endeble de la Carta de Paracuellos es una larga e impertinente nota (tan impertinente como la censura del Barbadiño en el Fr. Gerundio de Campazas ), en el cual Sánchez, apegado con exceso al verbalismo de la filosofía escolástica, manifiesta cierto mal fundado esceptismo respecto de los métodos de las ciencias experimentales, que por otra parte él aplicaba de tan buena manera en la investigación histórica.

De este desliz se prevalió un terrible polemista de entonces, más versados que Sánchez en los estudios filosóficos y no inferior a él en dotes de estilo, aunque era el suyo más enérgico que chistoso, y más bronco que limado. Fué D. Juan Pablo Forner quien con el transparente seudónimo de Paulo Ipnocausto publicó el siguiente folleto, que es bastante raro:

-Carta de Bartolo el sobrino de Don Fernando Perez, tercianario de Paracuellos, al editor de la carta de su tío. Publicala el Lic. Paulo Ipnocausto. Con licencia. Madrid en la Imprenta Real. 1790. 8.º, 110 pp.

Descartada la cuestión de la Física aristotélica, en que Forner tiene razón contra Sánchez, aunque no sean óptimos todos los argumentos en que la funda, en el resto del discurso no hace más que descargar palos de ciego contra los estudios de erudición que, tan dignamente y con tanta honra de España, representaba Sánchez, a quien no se harta de llamar «editor de vejeces y coplillas de los Cancioneros de la Era de Bernardo del Carpio», «tremendo glosador», «comentador de antiguallas», y otros dicterios semejantes. Estos dos grandes españoles del siglo XVIII eran dignos de [p. 78] haberse entendido: los dos trabajaban, cada cual a su manera, en conservar y depurar la tradición nacional, pero es lo cierto que no se entendieron en cosa alguna. Forner tenía a Sánchez por un «erudito mondo y lirondo»: Sánchez da muestras de tener por un charlatán y un sofista al autor de las Reflexiones sobre la Historia, del Plan de las instituciones del Derecho, de las Exequias de la lengua castellana , del informe sobre la enseñanza filosófica en la Universidad de Salamanca. De tales injusticias y contrasentidos está llena la historia literaria. Ni a Forner se le debe juzgar por sus libelos, ni a Sánchez por el desahogo, más o menos legítimo, de sus represalias, que así y todo quedaron cortas respecto de la insolencia de su contradictor, en quien, por otra parte, reconoce «ingenio, un poco de gracia, mucha pimienta negra, algo de erudición Bruckeriana» (es decir de Historia de la Filosofía, recopilada entonces en la vasta obra de Brucker).

La réplica de Sánchez, tan extensa como la Carta de Paracuellos, y mucho menos conocida, se titula:

-Defensa de D. Fernando Pérez, autor de la Carta de Paracuellos impugnada por el Lic. Paulo Ipnocausto. Escribíala un amigo de D. Fernando. Madrid MDCCLXXXX. En la imprenta de la Viuda de Ibarra. Con licencia. 8.º, 153 pp.

Sánchez se defiende con garbo aun en la cuestión de física aristotélica y neutoniana en que se le habían ido algo los pies al escribir su primera carta. Pero lo más interesante que tiene esta segunda es la parte de vindicación personal, contenida siempre en los límites de la modestia y del decoro. Por lo mismo que sabemos tan poco de la biografía de Don Tomás Antonio son interesantes estas confidencias sobre sus estudios y trabajos: « Don Fernando Pérez, después de haber estudiado su gramática, retórica y humanidades, se dedicó a las ciencias mayores, y al mismo tiempo a una de las lenguas sabias [1] de que sólo ha dado algunas muestras quando le ha sido inevitable. En las ciencias que profesó hizo varios exercicios de oposicion; y logró en tres de ellos lo [p. 79] que pretendia. Sufrió en ellas muchos exámenes rigorosos para varios grados que se le concedieron nemine discrepante » (p. 143). Y contestando a las insulsas burlas de Forner sobre su colección de poetas de la Edad Media, exclama con digna altivez, como quien tiene conciencia del valor de su obra: «Si el señor Licenciado desprecia aquella Coleccion de nuestras primeras Poesías castellanas por filoañejas y filopodridas, sepa que otros muchos algo más altos y de más larga vista y más limpias narices que su merced, las alaban y las protegen. Sepa que en Inglaterra las estiman, en Alemania y en Italia. Sepa que aunque no es obra para el vulgo, la estiman los eruditos y buenos españoles que aman a su nación, y desean saber y conocer su antigua poesía, su lengua y sus costumbres. Sepa que hay en dicha Colección muchos descubrimientos, que antes de publicarse estaban sepultados: muchos Poetas antiguos castellanos que eran desconocidos... Sepa que sin estas poesías no podía escribirse desde su origen la Historia de la Poesía Castellana, por falta de su primera época anterior en más de dos siglos a Juan de Mena, en quien se puede decir que empezó la segunda. Sepa que una gran parte de nuestra lengua primitiva estaba escondida en aquellas poesías hasta que el Colector publicándolas, y formando de las voces antiquadas índices alfabéticos, les dió toda claridad que le fué posible.»

Sánchez, que nunca olvidó que era de puertos allá , como dice en su controversia con Floranes, dedicó a su tierra natal y al cabildo eclesiástico de que había formado parte, el último escrito suyo que conocemos.

Catálogo de los abades de la insigne y Real iglesia Colegial de Santillana, por Don Tomás Antonio Sanchez. Manuscrito original, firmado por el autor a 9 de febrero de 1793. Biblioteca de la Academia de la Historia, E-136. fol. 250 (Muñoz Romero, p. 235).

* * *

No pienso comentar prolijamente los dos opúsculos de Floranes y Sánchez que ahora se imprimen. Publicados a tiempo hubieran sido muy útiles para el adelanto de nuestra primitiva historia literaria. Hoy, después de un siglo bien cumplido, en [p. 80] que la erudición nacional y la extranjera han renovado por completo esta materia, tienen sólo un interés de curiosidad, porque casi todo lo que en ellos se apunta ha sido mejor y más extensamente tratado, y sobre algunos puntos que entonces eran dudosos ha recaído sentencia definitiva. Pero no por eso ha de estimarse en menos el acierto y la docta sagacidad de los primeros investigadores, que no por ser los primeros resultan siempre los más atrasados. Cosas apuntan Floranes y Sánchez que hoy mismo no son vulgares: algunas que sólo en estos últimos años han sido reconocidas y enseñadas por grandes maestros de la crítica. Nadie antes que Floranes había dicho que la Crónica General mandada escribir por D. Alfonso el Sabio, se acabó realmente en tiempo de D. Sancho el Bravo. Nadie había deslindado con tanta claridad como él los dos capitales monumentos de la vieja historiografía castellana: la primitiva Crónica General y la refundición de 1340. Nadie había probado antes que él que la Crónica particular del Cid había sido desglosada de esta General segunda, o, para hablar con más propiedad, de una de sus derivaciones. Y aunque no llegó a conocerlas y estudiarlas todas, porque éste era lauro reservado a la pasmosa pericia, sagaz y adivinatoria, de nuestro contemporáneo D. Ramón Menéndez Pidal, todavía lo poco que dijo Floranes en este manuscrito indica que marchaba por buen camino y que hubiera encontrado la verdad entera si los medios con que contaba la ciencia de su tiempo hubiesen sido menos escasos. De todos modos, esta breve digresión sobre las Crónicas enseña más y es más clara y segura que lo que suele encontrarse sobre este particular en voluminosas historias literarias muy posteriores a nuestro humilde erudito.

Acertó también Floranes cuando reconoció vestigios poéticos en la Crónica del Cid: cuando probó con el testimonio de la General la existencia de los cantares de Bernardo; cuando defendió contra Sánchez que los juglares no habían sido meros cantores, recitadores y tañedores de instrumentos, sino verdaderos poetas populares, autores de los mismos poemas que recitaban. Y fué también Floranes el primero que, adelantándose a Grimm, concibió el plan de una Silva de romances viejos, «una completa colección individual y metódica, con notas críticas acerca del tiempo de la formación de cada pieza».

[p. 81] Estos felices atisbos van mezclados, como no podía menos, con yerros casi inevitables entonces. Tanto Floranes como Sánchez dan por auténtico, y califican de antigualla preciosa, un romance genealógico, torpemente forjado en el siglo XVII, y que al parecer figuró como inscripción en una ermita de Liébana. [1] Floranes se empeña en atribuir al abad de Santander Jofre de Loaisa la redacción de la Crónica General , confundiéndola con la continuación que Loaisa hizo de la obra histórica del arzobispo Don Rodrigo y tradujo al latín Arnaldo de Cremona; crónica que el erudito montañés no pudo ver por hallarse fuera de España el único manuscrito que la contiene. [2] Uno y otro contendiente parecen dar por genuina composición de Alfonso el Sabio el romance. «Yo salí de la mi tierra-para ir a Dios servir». Y a este tenor hay otros descuidos que hoy enmendaría cualquier principiante.

Por lo que hace a la controversia en sí misma, llevada por cierto con una templanza y serenidad que es rara en las polémicas de entonces, ni Floranes tiene razón en todos sus reparos, ni Sánchez en todas sus respuestas, como sucede casi siempre. El primero rebaja demasiado la antigüedad de los primeros documentos en lengua castellana; se empeña en considerar el Poema del Cid como composición personal del copista Per Abbat a quien identifica con un Chantre de Sevilla; y quiere retrasar su fecha hasta mediados del siglo XIII, fundándose en un interpretación demasiado literal del verso

           Hoy los Reyes de Espanna sos parientes son...

En todos estos puntos Sánchez le rebate muy bien. No así en lo que toca al oficio de juglar, ni en lo relativo a la Crónica del Cid , cuyo origen es indisputablemente el que apuntó Floranes; sin que por eso deba desdeñarse (antes tiene visos de plausible) la conjetura de Sánchez de haber existido otra crónica particular [p. 82] de aquel héroe anterior a la General y hubo de ser utilizada por sus compiladores. [1]

En resumen, Floranes se muestra más invento y original: Sánchez más cauto, y como él dice: «más descontentadizo en sacar consecuencias». El primero abusa con intemperancia de su erudición: el segundo maneja con sobriedad la suya, y pudo decir con cierta socarronería a su adversario: «Tenemos diverso gusto. El del señor Floranes es mejor que el mío. Su merced gusta de decirlo todo: yo me contento con lo preciso: sobre esta diferencia recaen muchas de sus advertencias.» Y así como fueron diversos sus gustos, también ha sido diversa su fortuna en el mundo. Floranes yace enterrado bajo la mole inédita de sus obras. Sánchez, merced a un libro solo, que es el supuesto necesario de cuantos se han escrito y pueden escribirse sobre los orígenes de nuestra lengua y poesía, ha conseguido perpetuar su nombre, y si hoy levantase la cabeza, le vería honrosamente repetido en todas las cátedras de Filología y en todas las ediciones de textos críticos de nuestra Edad Media.

Notas

[p. 41]. [1] Nota del Colector.- Se publicó en el tomo XVIII. de la «Revue Hispanique» 1908.

Se colecciona por primera vez en Estudios de Crítica Literaria.

 

[p. 42]. [1] Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, formada con los apuntamientos de don Bartolomé J. Gallardo. Tom. I, col.19.

[p. 42]. [2] Historia de la literatura española por M. G. Ticknor, traducida al castellano con adiciones y notas críticas por don Pascual de Gayangos y don Enrique de Vedia (Madrid, 1851) Tomo I, pág. 494.

[p. 43]. [1] Madrid, 1806-1808. Cinco tomos. Tuvo la ingratitud de no citar a Floranes (a lo menos no lo recuerdo), pero encontró buena mina en sus colecciones y disertaciones sobre Álava y Vizcaya.

[p. 43]. [2] Diccionario Geográfico-Histórico de España... Sección I. Comprenhende el Reyno de Navarra, Señorío de Vizcaya y Provincias de Alava y Guipúzcoa. Madrid, 1802. Dos tomos. Véanse especialmente los artículos de Álava redactados por Martínez Marina.

[p. 43]. [3] Ensayo histórico-crítico sobre la legislación y principales cuerpos legales de los Reinos de León y Castilla... Por el Doctor D. Francisco Martínez Marina, 2.ª edición. Madrid, 1834.

Tomo I, págs. 128 y 129. Cita y discute las opiniones de Floranes sobre el Fuero de Sepúlveda.

Páginas 369-373. Opinión del «curioso y erudito abogado don Rafael Floranes» sobre el título verdadero del Código Alfonsino, que según él debió llamarse Libro de las Posturas.

Páginas 383. Opinión de Floranes sobre los compiladores de las Partidas, y el mérito de este cuerpo legal.

Tomo II, pág. 182. Sobre la autoridad legal del Ordenamiento de Montalvo.

Hay otras citas que por brevedad omito. Los Apuntamientos para la historia del derecho español, los Apuntamientos sobre los autores de las célebres Leyes de Partida y la copia e ilustración del Fuero de Sepúlveda, son los principales trabajos de Floranes a que Martínez Marina se refiere.

[p. 44]. [1] Madrid, 1861, págs. 267-268.

[p. 44]. [2] Don Ildefonso Llorente Fernández en su libro Recuerdos de Liébana (Madrid, 1882), dedica dos páginas a Floranes (373-376). Puede verse también la compilación de don José Antonio del Río, La Provincia de Santander considerada bajo todos sus aspectos (Santander, 1899), tomo II, págs. 297-298.

[p. 44]. [3] Por eso le inspiraba tanto horror la ignorancia histórica de los abogados y juristas españoles de su tiempo, contra los cuales fulminó una vehemente invectiva en su extensa carta al célebre magistrado don Juan Pérez Villamil, firmada en 3 de julio de 1783. Todavía, pasados más de cien años tienen triste oportunidad sus palabras, alegadas a este propósito por el señor don Rafael Ureña en su magnífica oración inaugural de 1906: «La historia del Derecho de España, aun oy con ser oy, yace como se estava descansadísimamente en su antiguo Reyno de las tinieblas. Ni yo sé palabra de ella, ni sé quién la sepa, ni que aya disposición para saberse. ¿Cómo se ha de saber la historia si el Derecho mismo español se ignora? En charcos le bebemos, en lagunas. Sus deseadas fuentes aun no nos son comunes. Esas se esconden allá en varios depósitos, donde tienen sus corrientes luchas con la polilla, con el polvo y con el olvido» (Ms. 10.499 de la Biblioteca Nacional, Colección de cartas mss. de diferentes literatos, fol. 4-72).

[p. 45]. [1] Trueba (don Antonio de), Capítulos de un libro, Madrid, 1864, páginas 53-65. El Señor de Tavaneros. Estos datos son lo único útil que contiene esta diatriba contra Floranes, tan endeble como todo lo que de Historia escribió aquel ameno cuentista y popular poeta, que no había nacido ciertamente para los severos trabajos de erudición.

[p. 45]. [2] «Don Rafael Floranes, literato de inmensa lectura y hombre bien intencionado, oriundo de la provincia de Álava(?) dispertó en 1771 la idea del obispado, escribiendo varias cartas y haciendo una presentación a la provincia para animarla a pedir la reintegración de la diócesis, asunto, según él, de reparación justa, porque era de los que opinaban que la posesión de las provincias vascongadas por Calahorra debía su principio a una usurpación. Las noticias de estos antecedentes estaban casi olvidadas, por falta de personas que se hubiesen dedicado en Álava al estudio de su historia eclesiástica, y él las resucitó: merced a él, muchas que presenta como nuevas, nos son hoy familiares. La Diputación alavesa no debió proveer nada, pues en 1774 hizo otra representación a la junta general en que repetía las razones anteriormente manifestadas, mostrando lo fácil que era el buen éxito de la pretensión, porque el Gobierno tenía empeño, por motivos políticos, en aumentar las diócesis para evitar la desmesurada riqueza de los obispos y lograr que siendo menos numerosa la grey estuviese mejor cuidada. En esta representación habla de una obra que estaba escribiendo al intento, que según el carácter de Floranes y sus profundos estudios, debía encerrar curiosísimos datos, y es muy tato que Landázuri, su contemporáneo, que dedicándose a las mismas tareas debía conocer mejor que nadie el mérito de Floranes, no nos dé noticia de este escrito. La junta decretó dándole las gracias y excitándole a continuar su obra; pero dió poco impulso al asunto principal de la restauración de la diócesis.»

Reseña histórica del antiguo obispado Alavense... por don Eustaquio Fernández de Navarrete y don Sotero Manteli. Vitoria, 1863, págs. 155-156.

Si los señores Navarrete y Manteli hubiesen conocido los manuscritos de Floranes sobre Álava existentes en la Academia de la Historia, no les hubiese sido tan difícil explicar el silencio de Landázuri.

[p. 47]. [1] De una interesante carta inédita de Floranes al P. Flórez, firmada en Vitoria, a 7 de septiembre de 1771, guarda copia mi erudito amigo don Eduardo de la Pedraja en su curiosa biblioteca de Santander, formada exclusivamente de autores montañeses y libros y documentos relativos a la historia de Cantabria. El bueno de don Rafael empieza jugando del vocablo con su propio apellido y el P. Flórez: «Floranes siempre ha deseado con ansia florezer en la expertísima Escuela de V. Rma. pero siempre que ha deseado buscarle Maestro y consultarle oráculo, ha tenido la desgracia pesarosa de hallar a V. Rma. fatigado en otras tantas tareas cuantas oy le estan acreditando el mas prodigo y liberal bienhechor de la Grey literaria de España». Infiérese de aquí que el P. Flórez, abrumado de consultas y ocupaciones literarias, no había hecho al principio bastante caso de Floranes, pero debió de llamarle la atención esta carta en que hay muy juiciosas advertencias de crítica histórica. De entonces datan las relaciones del Señor de Tavaneros con los eruditos de la escuela augustiniana.

[p. 47]. [2] Especialmente en el 33 que contiene las Antigüedades civiles y eclesiásticas de Calahorra y las Memorias concernientes a los obispados de Nájera y Álava (Madrid, 1781).

[p. 47]. [3] «El último en orden, aunque primero en mi reconocimiento, de los que han favorecido mi idea, es el señor don Rafael Floranes Robles y Encinas, señor de Tavaneros, residente en Valladolid, y allí individuo de mérito de la Real Sociedad y Academias de Jurisprudencia y Cirujía. No hallo frases con que explicar lo mucho que ha trabajado en esta obra. Con sinceridad y verdad podré decir que tiene una gran parte en ella; pues habiéndole comunicado mi original, ha sido tanto lo que le ha adicionado y pulido, que cuando volvió a mi poder quedé admirado. Su grande instrucción en nuestra historia, esquisita librería y talento observador, le ha hecho reparar en lo que cuyo no pensaba, dando no poca luz y hermosura a muchas especies menos bien dirigidas. No es nuevo en este laborioso literato prestarse a los auxilios que otros han invocado de él, pues por este motivo suena en nuestros libros con los elogios que es notorio, y todos justamente ofrecen a su mérito, desde los años 1772 hasta hoy: sus correcciones van adoptadas en esta edición. Por lo que es las adiciones me ha parecido que merecen conservarse originales, marcadas con la F. inicial de su apellido. A mas de lo que ha contribuido para el presente tomo, me consta tiene recogida una Memoria de todos los impresores de Valladolid y obras más principales que han salido de sus oficinas, desde el primero de ellos Juan de Francour en el 1493 hasta el presente: con lo cual y sus notas críticas con que la ilustras, e puede formar un tomo de justo volumen, que irá viendo el público por partes, o por entero a su tiempo, segun tengo entendido y parte visto.»

Typographia española o historia de la introduccion y progresos del arte de la Imprenta en España... Tomo I. Su autor Fray Francisco Méndez... Madrid, Ibarra, 1796.- 2.ª ed. por don Dionisio Hidalgo, 1861, página IX, párrafo XXV del Prólogo.

La mayor parte de las noticias que Floranes comunicó al P. Méndez estaban tomadas de sus Apuntamientos sobre la Imprenta , que citaré después. Pero de la Tipografía de Valladolid , que al parecer tenía escrita, no queda rastro.

[p. 48]. [1] No tanto como hubieran debido. El mismo Floranes, en su Vida del Dr. Galíndez de Carvajal (Documentos inéditos, tomo XX, pág. 299), declara haber contribuído con no pocas noticias a la introducción histórica que pusieron Asso y Manuel a sus Instituciones del Derecho Civil de Castilla (1771). No debió de quedar muy satisfecho con sus autores, puesto que en la misma biografía de Galíndez (pág. 305) viene a llamarlos en buenos términos plagiarios del P. Burriel, «que siempre hicieron profesión de seguirle, aunque las más veces callando su nombre». Y aun más desenfadadamente en la carta a Villamil (folio 27): «En nuestros tiempos el P. Burriel y los Doctores Asso y Rodríguez, que comunmente copiaron de este erudito (aun con sus palabras sin citarle) los mejores periodos que introducen relativos a la historia de nuestras legislaciones». No es menos duro el juicio que forma de las célebres Instituciones , primer libro didáctico de su clase, que tanto crédito y provecho dió a sus autores: «Con tantas leyes aun no tenemos las suficientes para arrancar de ellas los principios necesarios a unas medianas Instituciones de Derecho Español, si ya no pasamos por tales las menos infelices de Asso y Manuel, que mas de quatro veces alegan mal las leyes y las atribuyen o lo que no dicen o lo contrario» (fol. 23). En casi todos los trabajos jurídicos de Floranes son frecuentes las rectificaciones a los doctores Asso y Manuel.

[p. 48]. [2] «Sabio de primer orden y igualmente generoso» llama a Floranes en la página 17 de la referida Demostración, impresa en 1796. Y no menos expresivamente en la 66: «Un exemplar de las Obras de Lope García de Salazar existe en la Biblioteca del Escorial, y dél se sacó la copia que posee el Señor Don Rafael Floranes, insigne favorecedor de todos los Escritos de algun mérito de su tiempo, de quien se puede decir sin lisonja que escribe con las plumas de todos, por las muchas y especiales noticias que a todos comunica.» Vid., además, las págs. 136, 213, en que se refiere a documentos enviados por Floranes, cuya mano me parece reconocer también en la interesante nota séptima De los juglares (págs. 335 a 341). Los elogios de Fr. Liciniano honran en gran manera a Floranes, porque aquel docto religioso ha sido uno de los más profundos investigadores de nuestra historia económica.

[p. 49]. [1] Memorias históricas de la vida y acciones del Rey D. Alfonso el Noble, octavo del nombre, recogidas por el Marques de Mondexar, e ilustradas con notas y apéndices por D. Francisco Cerdá y Rico... Madrid: en la imprenta de D. Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXXIII.

Folio CXXIX del Apéndice: «Suma de la Crónica del Rey D. Alfonso VIII de Castilla, escrita por Fernan Martinez de Burgos, Escribano público de la ciudad de Burgos en su Colección de poesias, el dia de la Exaltacion de la Cruz XVI de Julio de M.CD.LXV.»

En la nota, dice Cerdá: «Esta Suma me la ha comunicado D. Rafael Floranes de Robles y Encinas, Señor de Tavaneros, residente en Valladolid, persona muy instruida en la historia de nuestra Nacion, y en las buenas letras: de quien son las notas con que va adornada, y las noticias que da del autor y de sus poesías inéditas, aunque, por no dilatar mas, las hemos compendiado, reservando para otro lugar ponerlas enteras.»

Folio CXXXIV: «Noticia del autor de esta Crónica y de su coleccion inedita de Poesías, por D. Rafael Floranes.»

De este Cancionero , cuya pérdida nunca será bastante lamentada, formaban parte los Proverbios del Marqués de Santillana con glosas más breves que las impresas con ellos en diferentes ediciones antiguas. Floranes hizo sobre ellos un importante trabajo que anuncia en esta Noticia : «Tenemos hecha una ilustracion y cotejo con varios Mss. de esta curiosa obra, para comunicarla al público, quando Dios nos lo permita: en la qual después del cotejo del texto, que andaba muy pervertido, el principal asunto es informar de los autores citados en las glosas, en aquel tiempo triviales, ahora raros y poco conocidos; con la vida exacta del Doctor Pero Diaz de Toledo (que trabajó las glosas mayores) y la razón de sus escritos, sobrino del célebre Relator Fernan Diaz de Toledo.»

Esta tentativa de edición crítica de los Proverbios existe en la Academia de la Historia (tomo XI de la colección de Floranes), y tuvo presente Amador de los Ríos para su colección de las Obras del Marqués de Santillana (Madrid, 1852). Vid. pág. CLXVIII de la introducción: «Esta copia que remitió Floranes al docto académico don Francisco Cerdá, está hecha con el mayor esmero, enmendando muchos y capitales errores de las quince ediciones del Centiloquio ... A las eruditas observaciones con que Floranes dirigió a Cerdá los Proverbios , debemos tambien no poca ayuda en las investigaciones que hemos hecho sobre las Glosas, restituyendo al Marqués las que escribió realmente, y señalando como del doctor Pero Diaz las que sin razón se atribuian a don Iñigo.»

Llevan la firma de Floranes muchas importantes notas de las Crónicas de Enrique II y don Juan I en la excelente edición de Llaguno (Madrid, Sancha, 1780), págs. 585 y ss.

En la Crónica de Don Pedro Niño, publicada por el mismo Llaguno en 1782, hay referencia también al «infatigable estudio histórico y genealógico de D. Rafael Floranes de Robles» (pág. 223).

[p. 50]. [1] Fué enterrado en la parroquia de la Antigua, al lado de su mujer, que había muerto dos años antes, sin sucesión. Fueron herederos de don Rafael su hermana doña Micaela y dos sobrinos que vivían en Liébana.

Según dice el señor Llorente ( Recuerdos de Liébana , pág. 376), la biblioteca de Floranes no produjo en subasta más que 28.340 rs. ¡Baratos andaban entonces los libros raros y los manuscritos preciosos! Floranes los tenía de primer orden.

[p. 50]. [2] El erudito profesor don Rafael de Ureña en su ya citado Discurso inaugural del curso académico de 1906 a 1907 en la Universidad de Madrid, transcribe en una nota (pág. 76) las asignaturas de los códices de la Biblioteca Nacional (más de cincuenta) que contienen opúsculos de Floranes. La colección de la Academia de la Historia no pasa de veinte tomos (a los cuales hay que añadir cinco cuadernos sueltos de varia procedencia), y uno de ellos (27, 3. E. n. 59, fols. 130- 135) hay un índice de las obras manuscritas y colecciones de Floranes . Pero el verdadero índice completo y razonado de todos los trabajos de este insigne polígrafo está por hacer todavía.

[p. 51]. [1] Colección de documentos inéditos para la Historia de España . Tomos XIX y XX. Madrid, imprenta de la viuda de Calero, 1851 y 1852.

En el tomo XVIII de esta misma colección desordenadísima (págs. 227 a 422) se habían publicado los Anales breves del reinado de los Reyes Católicos, D. Fernando y Dª Isabel... que dejó manuscritos el Dr. Lorenzo Galíndez Carvajal... y una Continuación de la Crónica de aquellos reyes que hasta ahora no se ha publicado: la confrontación y corrección de esta Crónica con un excelente manuscrito coetáneo, y las variantes más sustanciales que resultan de este cotejo: dispuesto todo con las correspondientes notas críticas y apéndices de documentos y piezas curiosas conducentes a la ilustración de la historia de aquel tiempo. Por D. Rafael Floranes Robles y Encinas, Señor de Tavaneros, Socio de mérito de la Real Sociedad patriótica de Valladolid y su provincia. Año 1787.

[p. 51]. [2] Memorial Histórico Español, colección de documentos, opúsculos y antigüedades, que publica la Real Academia de la Historia. Tomo II. Madrid, 1851.

Páginas 136- 248. Flores de las Leyes: Suma Legal del Maestre Jacobo Ruiz, llamado de las Leyes, jurisconsulto castellano de la época del Santo Rey D. Fernando y de su hijo D. Alfonso el Sabio.

Las notas e ilustraciones a la obra del Maestro Jácome Ruiz son de Floranes, pero la edición del texto se hizo teniendo presentes tres códices de la Biblioteca del Escorial.

[p. 52]. [1] Páginas. 267 a 320 de la segunda edición ya citada. Madrid, imprenta de las Escuelas Pías, 1861.

[p. 52]. [2] Mencionaré solamente algunos, para la comodidad de los estudiosos.

Historias más principales de España, puestas por clases y orden cronológico, para leerlas y entenderlas con conocimiento e instrucción, por D. Rafael Floranes Robles y Encinas, Señor de Tavaneros, residiendo en Vitoria año de 1775. Madrid, 1837 . Imprenta de don Miguel de Burgos. 8.º, 32 páginas. Es una mera lista de libros de historia, que no responde ni con mucho a las magníficas promesas del título.

Noticia literaria sobre el Aojamiento o mal de ojo por D. Enrique de Villena. Floranes copió este tratadillo de un códice bastante imperfecto y le ilustró con un breve prólogo. Su trabajo ha sido impreso en la Revista Contemporánea, tomo IV, 1876, págs. 405 a 422. Ya el mismo Floranes había dado noticia de su hallazgo en el Diario curioso, erudito &. de Madrid, del 30 de mayo de 1787.

Disertación filosófico-físico-curiosa sobre las superficies actual y primitiva del suelo de Valladolid, su calidad y la concavidad que dió motivo a este nombre, Valle. Escrito por D. R. F. para instrucción de la Real Sociedad Económico-patriótica de Valladolid. Valladolid, imprenta y librería de Hijos de Rodríguez, 1889. 8.º, 56 páginas.

Disertación sobre el nombre de Valladolid, impugnando las opiniones vulgares... 8.º, 33 páginas. Sin lugar ni año de impresión (es un folletín de La Crónica Mercantil de Valladolid, año 1890).

Disertación demostrando no ser Valladolid la antigua Pincia del tiempo de los romanos... 8.º, 33 páginas, sin año ni lugar. Publicado el mismo año y en el folletín del mismo periódico.

Origen y descendencia del conde D. Pedro Ansurez, sus memorias e ilustres acciones... Valladolid, imprenta de Hijos de Rodríguez, 1890. 8.º, 64 páginas.

[p. 52]. [3] Hay que reconocer, sin embargo, que Floranes incurrió en un grave error, disculpable en su tiempo, sobre la antigüedad del fuero romanceado de Sepúlveda, haciéndole remontar nada menos que al tiempo de los Condes de Castilla, y contagiando con el mismo error a los doctores Asso y Manuel, El primitivo y muy diminuto fuero latino es de Alfonso VI. El fuero en romance, que es muy riquísimo cuaderno de leyes municipales, no pudo ser escrito, según Martínez Marina ( Ensayo, tomo I, pág, 128), antes del reinado de don Sancho el Bravo o de Fernando IV, que es cuando empieza a mencionarse.

El licenciado don Juan de la Reguera Valdelomar, de ominosa memoria en nuestros fastos jurídicos, imprimió con su habitual desaliño este precioso monumento al fin de su Extracto de las leyes del Fuero Viejo de Castilla (Madrid, 1798). Esta edición ni crítica ni paleográfica ni siquiera completa, puesto que faltan varios capítulos, desnuda, además, de todo aparato de notas e ilustraciones, hizo imposible la gran publicación que proyectaba Floranes: «copia sacada por mí (dice), no de algún ejemplar vagante, de incierta fe, o mal extractado, como los que suelen circular de mano en mano, sin saberse su arreglo ni principio, sino precisamente por el auténtico mismo, autorizado con las confirmaciones y el sello de nuestros Reyes, y observado y guardado, que la propia villa de Sepúlveda ha conservado en su archivo de casi quinientos años atrás, y por donde se ha regido».

[p. 53]. [1] Aves de caza (Anotaciones al Fuero de Sepúlveda) por D. Rafael Floranes y Robles. Madrid, M.DCCC.XC. Colofón: «Imprimióse en Madrid. oficina tipográfica de don Ricardo Fe... a 17 días del mes de julio de 1890». 8.º, 57 páginas.

Lindísima tirada de 21 ejemplares, a costa de don Francisco R. de Uhagón. Las notas fueron copiadas por don Antonio Paz y Melia y la advertencia tiene las iniciales Z del V (Zarco del Valle).

[p. 53]. [2] Fuero Juzgo de los godos, cotejado con tres manuscritos antiguos, más completos que la edición de Villadiego (Ms. 10.344 de la Biblioteca Nacional).

En la edición académica del Fuero Juzgo latino y castellano, publicada en 1815, no se hace mención de este trabajo de Floranes, y en la lista de los códices que se tuvieron presentes tampoco veo citado uno de respetable antigüedad (1289) que él poseyó en su librería de Valladolid y fué uno de los tres que le sirvieron para el cotejo.

[p. 54]. [1] No es del caso apurar la lista de las obras jurídicas de Floranes. A las ya citadas o aludidas en el texto pueden añadirse, entre otras, el Suco de las leyes del Reino o extracto metódico de ellas (1780); la Disertación sobre la ley 22 de Toro, leída por su autor en la Academia de Valladolid el 29 de enero de 1788; la copia anotada del Becerro de las Behetrías, y el curioso papel Del juicio summarissimo de interin: Respuesta fiscal que dió D. R. F., siéndolo de la Real Academia de Jurisprudencia de S. Carlos de Valladolid el año 1789 en cierto expediente figurado en ella. (Manuscrito de diez hojas numeradas, en la colección santanderina de don Eduardo de la Pedraja. Es copia revista, corregida, enmendada y adicionada por el autor, fecha en Valladolid a 20 de febrero de 1795).

[p. 54]. [2] Además del manuscrito 10.601 de la Biblioteca Nacional, hay otra excelente copia de esta disertación en la biblioteca del señor Pedraja: Discurso histórico y legal sobre la esencion y libertad de las tres nobles Provincias Vascongadas, Origen del Derecho de Diezmos y el de las Aduanas de Cantabria. Escriviale por su encargo D. Rafael Floranes oy Señor de Tavaneros, Socio y Academico de Jurisprudenia y Cirujía de Valladolid, hallándose en la Ciudad de Vitoria el año 1776 ( 4.º, 156 hs. numeradas).

El señor Ureña, que califica de «magnífico» este Discurso (¡enteramente olvidado por el autor de la deplorable Biblioteca del Bascófilo, impresa en 1887!), añade que «sin disputa ha sido utilizado en gran parte por Marichalar y Manrique» en el tomo 8.º de su Historia de la legislación y recitaciones del Derecho Civil de España, que comprende los fueros de Navarra y las tres provincias Vascongadas. Este tomo, del cual existe edición separada hecha en 1868, es una de las partes más instructivas del confuso y abigarrado centón de Marichalar y Manrique, en que andan revueltos materiales preciosos con otros de ínfima ley.

[p. 55]. [1] Glorias selectas de la M. N. y M. L. provincia de Alava. Es una especie de plan para la historia de aquella provincia.

Catálogo de los antiguos gobernadores de la provincia de Alava. Landázuri, a quien Floranes comunicó este papel, convirtió a los gobernadores, en señores independientes.

Antigüedades y memorias de la provincia de Alava.

Iglesia de Armentia y Catálogo de los obispos de Alava.

Usurpación de la sede de Armentia por los obispos de Calahorra en el año 1089.

Restauración de la villa de Armentia en 1181.

Nueva ocupación, que dura en el día, del obispado de Armentia por D. Rodrigo Cascante, obispo de Calahorra, entre los años 1183 y 1189, y actos de resistencia en las provincias de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa contra los obispos de Calahorra por su intrusion en la silla alavense.

Todas estas memorias, por lo general de corta extensión, que pueden considerarse como fragmentos de una misma obra, figuran en los tomos I y II de la colección de la Academia de la Historia. Cf. Muñoz Romero, Diccionario bibliográfico-histórico de los antiguos reinos, provincias, ciudades &. Madrid, 1858, pág. 5.

[p. 55]. [2] En algunos de los manuscritos antes citados se lee de letra de Floranes: «Remito copia limpia al señor Landázuri para la historia de Álava.»

[p. 56]. [1] Historia civil, eclesiástica, política y legislativa de la M. N. y M. L. ciudad de Vitoria, sus privilegios, esenciones, franquezas y libertades, deducidas de memorias y documentos auténticos, por D. Joaquin Landázuri y Romarate, hijo de la misma ciudad. Madrid, en la imprenta de D. Pedro Marin, 1780. 4.º

«En un papel que posee el Sr. D. Felipe Soto Posadas, escrito, al parecer, de mano del mismo Floranes, se lee lo siguiente : «El verdadero autor de esta historia es el Señor Floranes, el cual habiendo prestado a Landazuri el Ms. de dicha obra para leerle, se le copió inexactamente y le dió a la prensa en su cabeza, sin haber siquiera la más leve mención del Sr. Floranes a quien se le había hurtado.»

«Pero el mismo Sr. Soto Posadas, por encargo de Muñoz Romero, hizo el cotejo de ambas historias, y resultó que eran distintas.» Vid. Diccionario bibliográfico, pág. 291.

Landázuri adolecía de los defectos comunes en los historiadores de pueblos: nimia credulidad, excesivo celo de campanario, poca doctrina general, mala crítica y mal estilo, pero no se le puede negar diligencia para resolver y trastear archivos, y por ningún concepto le creo capaz del abuso de confianza que se le imputa.

[p. 56]. [2] Memorias y privilegios de la M. N. y M. L. ciudad de Vitoria. Por D. R. F. y E. estando en ella. Año de 1775. En la hoja que sigue a la portada: «Coordinó estas memorias D. Rafael de Floranes... que en presente año de 1780 se halla aquí (entiéndase en Valladolid) apoderado del Duque de Verwick, Liria y Veragua» (Manuscrito original en Santa Cruz de Valladolid, y copia esmerada en la biblioteca santanderina del señor Pedraja).

Ya antes de 1771 había recibido Floranes la comisión del Duque de Liria, que fué parte, sin duda, a que residiese tanto tiempo en Vitoria. Así consta en una carta inédita del mismo don Rafael a don Francisco Antonio de Aguirre, fecha en Vitoria a 12 de septiembre de 1771.

«El Excmo. Sr. Duque de Berwick y de Liria, Conde y Señor del Estado de Ayala; y su hermano el Excmo. Sr. Marqués de S. Leonardo, Caballerizo Mayor de S. M. haciendo el aprecio correspondiente de sus ilustres antepasados, han querido que mi inutilidad (aunque tan desigual para un asunto de esta magnitud) se dedique a escrivir la Historia Genealógica de su Inclita Casa y Linage de Ayala, y que a fin de elevarla, no sobre falsos rumores, sino sobre cimientos macizos, verídicos y de toda seguridad, haga primeramente colección literal de todos aquellos monumentos, papeles, memorias y antigüedades, que pueden conducir para la perfección de este tan digno objeto, que es la causa de hallarme en este país tanto tiempo há reconociendo los Archivos Patrios, y extractando de ellos las noticias instrumentales que se han podido descubrir, a cuyo deseo, así la M. N. Provincial como esta Ciudad, vistas las cartas de S. E. se han dignado contribuir liberalísimamente por su parte; y en el día estoy disfrutando con toda plenitud las luces, aunque no muy abundantes, de sus respectivas papeleras.»

Fruto de esta labor fueron, además de la Vida del Canciller Pedro López, la Historia genealógica de la casa de Ayala que se conserva, según he oído, en alguna biblioteca particular del país vascongado; y un tomo en folio que poseo, titulado Colección de Escrituras, Apuntamientos Memorias de los Señores de la Casa de Ayala y otras.

 

[p. 57]. [1] Historia de S. Prudencio, obispo de Tarazona, patrono principal e hijo de la M. N. y M. L. provincia de Alava, precedida de un comentario crítico en que se procura ilustrar el tiempo en que floreció, distinguiéndose de los otros Prudencios con que hasta aquí estaba confundido. Su autor el licenciado D. Bernardo Ibáñez de Echavarri, presbítero, natural de la ciudad de Vitoria. Vitoria, por Floranes de Robles y Navarro. 4.º Sin año de impresión (la licencia es de 1754).

Echavarri era un exjesuíta, a quien don Diego de Torres llamaba expulso de la Compañía de Dios y admitido en la del diablo. Floranes, en una extensa carta al P. Risco, fecha en Valladolid a 31 de diciembre de 1780, le presenta como un segundo Lupián Zapata, y da curiosos detalles sobre sus falsificaciones en que le ayudó un tal Gorostiza. Vid. Muñoz Romero, Diccionario bibliográfico, pág. 4.

[p. 58]. [1] Una sola excepción conozco, y muy curiosa por cierto.

Noticia genealógica de los ascendientes de la Casa de Floranes de Tanarrio venidos a este Lugar, de la Casa-solar nativa y principal de Floranes, sita en el barrio de este nombre en el Consejo de Santibáñez, y de sus enlaces matrimoniales, parentescos y conexiones con otras familias del pais. Sacado todo de los papeles de la misma Casa de Tanarrio y otros que para este fin se vieron. Por D. Rafael Floranes Encinas y Robles, hijo y poseedor de ella, Señor de Tavaneros, y primer socio de merito de la Real Sociedad Patriotica de Valladolid y su Provincia &. el año 1785, aviendo venido a este pais a recobrarse de un insulto de tercianas de que se halló molestado.

Manuscrito en folio de 64 hs. sin paginación. En la biblioteca de don Eduardo de la Pedraja.

Al pie de la portada se halla esta nota: «Murió en la ciudad de Valladolid viudo y sin hijos dia Domingo 6 de Diciembre de 1801, de edad de 58 años, 6 meses y 28 días.»

[p. 58]. [2] Floranes tenía ya bosquejado este trabajo en 1771, puesto que dice en una carta al P. Flórez que ya hemos tenido ocasión de citar: «En la disertación y demarcación de la antigua Cantabria (donde admiro el ingenio, celebro la imparcialidad y aplaudo la perspicacia) me parece anduvo V. Rma. bastante liberal en estenderla hasta Portugalete, siendo evidente segun la contestura de los Geógrafos coetáneos, que a todo rigor ni a Castro Urdiales pudo llegar: sobre cuya comprobación tengo yo hecha una breve arenga, que por ocupaciones mas graves no he podido perfeccionar. Y a este modo he ido observando algunos otros reparos aunque mui leves, en especial contra la creencia comun de aver estado Cantabria sin conquistar asta el Imperio de Augusto.»

Pero creo que esta breve arenga no pudo ser más que el embrión del importante Discurso que está en el tomo III de la colección de la Academia de la Historia. Floranes expone de esta manera el plan de su Disertación: «Liquidarémos en el modo posible el extremo oriental y aun el occidental de la Cantabria, como materia tan precisa para saber el terreno que nos queda libre, y para repartir entre las otras regiones consecutivas hasta el Pirineo. En primer lugar apurarémos el ambito y extensión de los Várdulos, tomando el rumbo desde Oriente a Poniente, para que así sepamos el terreno que queda para los Autrigones sus vecinos occidentales. Luego examinarémos la situación de estos, para que su confin hácia el mismo lado nos dé luz del punto ingresual de los Cántabros. Averiguarémos inmediatamente si entre estos y aquellos mediaba alguna otra gente; y en fin, buscarémos el territorio de los Caristios, que han sido la causa de la confusión que queremos enmendar, y se discurrirán nuevas satisfacciones a los argumentos de los que han instado por la inclusión y libertad de Vizcaya y de Guipúzcoa.»

[p. 59]. [1] Memorial de la ciudad de Calahorra y separación de otra de su nombre que hubo en el mismo tiempo en la España Tarraconense, para ilustrar la España Sagrada del Mtro. Flórez, En el tomo 5.º de la colección de la Academia de la Historia.

[p. 59]. [2] En el tomo 33 de la España Sagrada.

 

[p. 60]. [1] Escribiendo al P. maestro Risco, en 13 de abril de 1782, decía Floranes: «Confieso a V. mi flaqueza, pero no debo ocultársela, teniendo yo a usted votado por mi director y mi oráculo. Es una fuerte tentación, que hace ya dias (y aun noches) me ronda y atormenta, debilitándome, a mi ver, el entendimiento, y engañándome, con la malvada sugestión de que yo sea capaz de escribir la historia de Valladolid, no bien tratada por Antolinez de Búrgos, ni mejor despues por Canesi, que embrolla en ella seis tomos gruesos sin ciencia de la antigüedad, ni la sal del buen gusto. En efecto, yo desprendido de estos no fiables conductores, me he ingeniado con independencia por otros rumbos; llevo recogido mucho, repaso templos y edificios, copio inscripciones, persigo papeles, y ello es, por bien, que me siento con grandes ganas de guapear en este circo, y ver si a fuerza de tentar mis flojas fuerzas, puedo hacerlas dar algo bueno, pues Valladolid no es digna de mantenerse en silencio, donde otras ciudades (ciudadillas en su comparacion) están hablando por los codos. Vea V. dos cosas por su vida: la una, si yo seré capaz (la edad anda ya en cuarenta); otra, cómo me he de ingeniar para lograr cédula del Rey o del Consejo para que, y donde se ofrezca, muestren nuestros archivos, papeles literarios y demás auxilios conducentes, sin lo cual no es posible hacer cosa buena, porque lo mejor se reserva de rejas adentro; y aunque con algunos podria solo, con todos no, sin autoridad superior. Acaso V. con el conocimiento del Sr. Campomanes (que alguna poca noticia tiene de mí, o por medio del Sr. D. Eugenio Llaguno, que la tiene mayor, pues le he servido desde aquí), me podria facilitar dicha cédula. Y si para pedirla es del caso un memorial, con el acuerdo de V. y de su aviso o de su desengaño lo enviaré como me diga» (Muñoz Romero, Diccionario bibliográfico, pág.285).

[p. 60]. [2] Disertaciones sobre la historia de Valladolid. En el tomo 9.º de la colección de la Academia de la Historia. Estas cuatro disertaciones son las mismas que modernamente han sido impresas en Valladolid, según queda dicho en otra nota.

[p. 60]. [3] En el Origen de los estudios de Castilla (tomo XX de los Documentos Inéditos) .

[p. 60]. [4] Disertación histórica sobre los Concilios de Valladolid, justificada con los documentos que quedan de su existencia (en el tomo 12.º de la colección de la Academia).

No fueron únicamente históricos los servicios que prestó Floranes a Valladolid. También demostró activo celo como procurador síndico de su Concejo. En la biblioteca del señor Pedraja se conserva manuscrita una «Exposición de D. Rafael de Floranes Procurador General segunda vez del Comun de esta ciudad; a Su Il. Ayuntamiento celebrado en 9 de enero de 1797. Sobre la causa física de las inundaciones producidas de parte del Pisuerga, y modo de libertar de ellas al pueblo.»

Véanse, además, las Reflexiones del Doctor D. Felix Martinez Lopez, Catedrático de Vísperas de Medicina en la Real Universidad de Valladolid, sobre las enfermedades que se pueden originar de resultas de la inundación que en el dia 25 de Febrero de este presente año se experimentó en dicha Ciudad por la extraordinaria crecida del Rio Esgueva, y sobre los medios que pueden tomar para precaverlas... En Valladolid. En casa de la Viuda e Hijos de Santander. Año 1788 .

«Haviendo remitido el Ilmo. Señor Presidente esta obrilla al Señor D. Rafael Floranes para que la censurase, se sirvió este por un efecto de buena inclinación hacia mí hacer de ella el elogio que no merece. Pero considerando que en su Censura establece máximas que la ilustran en gran manera, solicité de S. I. licencia para que se imprimiese, y haviéndosela concedido, va dicha Censura al fin de estas Reflexiones por la utilidad que de ella puede lograr el Público» (hoja V de las preliminares).

«Censura de Don Rafael Floranes, Señor de Tavaneros, Socio de mérito de la Real Sociedad de Valladolid y su Provincia, Individuo y Fiscal de la Academia de Jurisprudencia de esta Ciudad» (págs. 23 a 34 inclusive).

[p. 61]. [1] En el tomo 15 de la colección de la Academia. El autor había dividido su trabajo en tres partes que llama estados: topográfico, histórico, político y económico. Faltan por completo los dos últimos. Al fin hay unos Apuntamientos para la historia eclesiástica de Toro.

[p. 61]. [2] En la Colección bibliográfico-biográfica de noticias referentes a la Provincia de Zamora, de don Cesáreo Fernández Duro (Madrid, 1891), página 187, encontramos citado otro manuscrito de Floranes, del cual hay copia en el Aparato histórico-geográfico de Zamora, obra inédita de don Miguel José de Quirós.

Colección de algunas antiguas y curiosas memorias de la ciudad de Zamora por D. Rafael Floranes Robles y Encinas, Señor de Tavaneros, vecino de la ciudad de Valladolid.

Floranes fué el primero que copió e ilustró el Fuero de Zamora, haciéndole preceder de esta advertencia, por varias razones interesantes:

«Acabado de escribir en 27 de Marzo de 1289 por Pedro, de mandado de Gonzalo Rodriguez, me hallo con un libro escrito en pergamino, que por la cuenta, comprende toda la legislacion con que a la sazon se gobernaba Zamora. Y es el Fuero Juzgo de Leon en castellano al dialecto leonés, las sumas legislativa y procesal de Maestre Jacobo de las Leyes, y por último, el Fuero de Zamora como se hallaba ya entonces, muy aumentado y alterado de aquel primitivo estado en que le debió conceder D. Fernando, el poblador, del cual ni la menor memoria se hace en todo él. Consiste en unos 77 capítulos; pero debieron ser más, porque, a lo menos, le falta una hoja. Está tambien en castellano al dialecto leonés, que tiene mucha parte de gallego, pues es que entonces se hablaba en Zamora, participante no poco de las costumbres y resabios por su inclusion y situacion en un ángulo entre los dos. No todos los dichos capítulos provienen de concesiones regias; muchos de ellos se forman de establecimientos, ordenanzas y acuerdos del mismo Concejo, porque a los concejos se les permitia por entonces esta autoridad. Sin embargo, contiene este documento excelentes y raras especies, y no sabemos exista de él por parte alguna más ejemplar que el presente, por diligencias que hayamos practicado en el mismo Zamora con el deseo de cotejarle y completarle, con el objeto que tuvimos siempre de darle a luz con otros. Y por lo tanto, por este nuestro y el traslado que tenemos a mano para nuestro uso, se han derivado las copias que hoy existen, que serán una para el Colegio de Santa Cruz de esta ciudad de Valladolid, y otras dos tomadas de ella, la primera para el Sr. Conde de Campomanes, y la segunda para el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos.»

Modernamente el señor Fernández Duro ha hecho la primera edición de este Fuero, teniendo presentes, además de la copia de Floranes, un códice del Escorial, que parece casi idéntico al que tuvo nuestro erudito, y otro más completo y con muchas variantes, de la Biblioteca Nacional. Vid. Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado por el capitan de navío Cesdreo Fernández Duro. Tomo III. Madrid, 1883, pág. 519 y ss.

La copia del Fuero de Zamora destinada por Floranes a Jove-Llanos no se encuentra actualmente entre los manuscritos que, procedentes de la librería del grande asturiano, guarda el Instituto de Gijón; pero sí algún otro obsequio literario del mismo origen, por ejemplo, el «Tratado del Aojamiento o Fascinologia por D. Enrique de Aragon, Marqués de Villena, con prólogo de D. Rafael Floranes». Vid. Catálogo de manuscritos e impresos notables del Instituto de Jove-Llanos en Gijón... por D. Julio Somoza de Montsoriu (Oviedo, 1883), pág. 25.

Alguna mención hay de Floranes en los Diarios , todavía inéditos y tan deseados, de don Gaspar. «Mansion en Valladolid hasta el 30 inclusive (de septiembre de 1791). En este dia vi a don Rafael Floranes; me regaló una descripcion historica de Oporto, recien impresa; vi sus Memorias de San Fernando; el códice del fuero de Zamora; muchas expresiones a la despedida.» Páginas 38 del tomo III de las Obras de Jovellanos, ed. Rivadeneyra, impreso en parte desde 1861, pero nunca publicado ni terminado siquiera, por circunstancias que no son de este lugar y que altamente deploramos.

[p. 63]. [1] La traducción latina de que se valió Floranes en la ed. de Weseling, Amsterdam, 1746, tomo I, libro V, capítulo 34, pág. 357, dice así: Inter finitimas illas gentes cultissima est Vaccaeorum natio. Hi enim divisos quotannis agros colunt et communicatis inter se frugibus, suam cuique partem attribuunt. Rusticis aliquid intervententibus supplicium capitis mulcta est. Lo cual Floranes interpreta de esta suerte: «Que entre todas las naciones de esta parte de España, la más culta era la de los vacceos; porque estos labraban de comun el campo sin tener ninguno propiedad; el cual dividian entre sí por suertes todos los años, cuándo a una parte, cuándo a otra (que es lo que hoy se llama labrar a dos hojas y aquiñonar las heredades), y luego por el agosto se traia toda la cosecha a una cilla comun, de donde separado lo que habia de servir para la siguiente sementera, se proveia a cada vecino lo necesario para el gasto de su casa entre año. Pero el labrador que defraudaba algo de los frutos de su sementera, ocultando alguna porcion, o no presentándolo todo escrupulosamente en el acervo público, ese tenia por sus leyes agrarias no menor pena que la de la cabeza...» El P. Flórez interpretó mal el Rusticis aliquid intervertentibus.. ; «que tenian señalada pena de muerte contra los que hicieren alguna injuria a los labradores»; porque el sentido no es sino el que aquí habemos dado.»

[p. 64]. [1] Véase a qué extremos de candidez llega el comunismo arqueológico de Floranes. «¡Qué delicia no habria sido vivir en aquellos tiempos! Como hoy no conocemos estas ventajas, se arrebata un hombre quando oye hablar de dias en que se gozaban y habia medios reales y verdaderos de gozarse, a pesar de la opinión de Aristóteles y tantos falsos políticos como nos tienen engañados con la aprehension de que si no hubiese propiedad y domino particular, tampoco habría codicia en los hombres ni el apego necesario para aplicarse al trabajo y engrosar las haciendas a beneficio de las familias. ¿Cómo le había, sin embargo, en nuestro Vacceos?... ¿Qué paz tan angelical no se gozaría entre los individuos de una Nacion que así parten los bienes como hermanos; que no tienen idea de ese provocativo derecho de propiedad, perturbador del mundo y origen de todos los males que le afligen...» Invoca también el comunismo de los antiguos peruanos y el de algunas tribus germánicas: «Estos exemplos prácticos convencen contra Aristóteles y sus sectarios, que es posible tal comunidad, por más que a su teoría seca y abstracta haya querido resistirse el único dogma que podia salvar a la humanidad de todos sus contrastes. En efecto, no hay otro por quien ella esté en continuo choque que el meum et tuum. Quitado del medio este vecino alborotador (quando no en todo, en lo que sea posible) el Género Humano queda en paz y ya no tiene le incomode» ( Novem Populania &. fechada en Valladolid a 30 de Junio de 1797. En el tomo XV de la colección de la Academia de la Historia).

Don Joaquín Costa, en su hermoso libro Colectivismo Agrario (Madrid, año 1898, págs. 192-196), uno de los más trascendentes que en nuestros tiempos se han escrito en España, presenta un completo análisis de la utopía de Floranes, contándola entre los precedentes doctrinales del socialismo indígena.

[p. 65]. [1] Sus ideas sobre la Paleografía Crítica están condensadas en un notable libro que lleva por título:

Disertación remitida a la Ilustre Junta de la Real Sociedad Vascongada de los amigos del País por D. Rafael Floranes residente en esta Ciudad de Vitoria en que recomienda el Estudio de la Paleografía Española, y pretende se forme Arte de esta ciencia erudita, para que públicamente se enseñe en las Escuelas; a cuyo fin ministra las noticias, reglas e instrucciones conducentes. Año MDCCCLXXIV (Biblioteca de Santa Cruz de Valladolid. Hay otras dos copias en la Biblioteca Nacional). Sirve de apéndice a esta Disertación, de más de 300 páginas, otra también extensa De la escritura hebrea y toda literatura sagrada.

Apenas hay rama de las ciencias históricas en que Floranes no diese alguna muestra de su portentosa laboriosidad. Como numismático dejó una Colección de apuntamientos y memorias sobre las monedas antiguas de los Reyes de Castilla y León (tomo 19.º de la colección de la Academia), y una extensa y eruditísima Consulta sobre el valor del ducado, que publicó en parte Fr. Liciniano Sáez en su Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reinado de D. Enrique IV... (Madrid, imprenta de Sancha, 1805). Págs. 248 y ss.

«Lo que he dicho hasta aquí es cosecha de mi trabajo; lo que ahora diré, es parte del estudio de mi íntimo amigo D. Rafael Floranes Robles y Encinas, señor de Tavaneros &. Consultado este erudito por uno de los personajes más distinguidos del reyno sobre el valor que tuvo el ducado en el tiempo de los Reyes Católicos, compuso un papel dividido en tres secciones, tratando en la primera de los autores que han escrito de valor de las monedas de España, en la segunda de origen del ducado, sus especies, diferencias y su valor en otras naciones hasta llegar al aúreo español del año de 1500; y en la tercera satisfizo a la consulta. Como los escritos de dicho sabio se miraban con tanto aprecio, anduvo su papel por manos de muchos curiosos, hasta que por dicha vino a parar a las mías. Leíle con mucho cuidado, y prendado de su vasta y selecta erudición, me hice con copia de él. Reflexionando ahora que este escrito por lo tocante a el origen del ducado de cámara, es muy propio de mi asunto, y que al mismo tiempo es muy digno de que el público lo vea, a pesar de que su autor no le dió la última mano de perfeccion por no haberle compuesto con ánimo de imprimirle, he resuelto publicarle aquí, segun que el le escribió.»

El difunto profesor de la Universidad de Madrid don Manuel Rico y Sinobas, poseía un manuscrito íntegro de esta Consulta , firmada por Floranes en Valladolid, a 21 de marzo de 1791.

[p. 69]. [1] En la Carta de Bartolo , que citaré más adelante.

[p. 69]. [2] Tomo 40. París, 1825. Este artículo, que tiene las iniciales de un Mr. Bocous; es un conjunto de errores. Equivoca la patria, la fecha del nacimiento y la de la muerte. Le atribuye ediciones de Boscán, Garcilaso, Quevedo, Cervantes, que no existen con su nombre, aunque en el Quevedo de Sancha sospecho que tuvo alguna parte: a lo menos copió y cotejó varios manuscritos inéditos del gran satírico. Omite todos las escritos de Sánchez posteriores a la publicación del Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, de Sempere y Guarinos (1789) y ni siquiera interpreta bien las palabras de éste. Of. Sempere, t. V, páginas 99-102.

[p. 70]. [1] Tengo el gusto de publicar por primera vez la partida bautismal de don Tomás Antonio Sánchez, fineza que debo al señor don Ángel Menéndez, cura párroco de Ruiseñada.

«Don Angel Menéndez y Sánchez, Presbítero, Cura párroco de la de San Adrián de Ruiseñada, diócesis y provincia de Santander.

Certifico: Que en el folio cincuenta y ocho del libro tercero de bautismo que comienza el año mil setecientos tres, y se guarda en este archivo, se lee la partida siguiente: Al margen: Thomas Ant.º Dentro lo que sigue: «En el lugar de Ruiseñada, a catorze dias del mes de Marzo de mill Setezientos y Veinteyzinco Yo Dn Francº Joseph Lopez Cura benefiziado en dicho lugar Bautizé solemnemente puse los Santos olios y crisma a un niño que se llamo Tomas Antonio es hijo legitimo de Adrian Sanchez y Maria Anttonia Fernandez de la Cotera su legitima Muger: Abuelos paternos Adrian Sanchez y Anttonia Gonzalez ansimismo Vecinos de dicho lugar y Maternos Juan Anttonio Fernandez de la Cotera y Juliana del Tejo Vecinos de dicho lugar y Feligreses de Santa Maria del Lugar del Tejo. Fueron sus padrinos el dcho Dn Joseph Lopez y Maria Fernandez Muger legitima de Fernando perez de Zelis azbertiles el parentesco espiritual y obligazion de enseñarle la doctrina Christiana segun lo dispuesto por el Santo Conzilio Siendo testigo D. Juan Alonso Bracho y Fernando perez de Zelis y para que coste lo firmo junto con el padrino y un testigo en la Iglesia parroquial del Señor San Adrian de dcho. lugar dia mes y año dhos ut supra. Franc.º Perez de la Canal-Dn Joseph Lopez-Dn Juan Alonso Bracho-Hay una rúbrica.

«Es copia fiel y literal la anterior partida de su original. Para así hacerlo constar lo sello con el de esta parroquia y firmo en Ruiseñada a 27 de diciembre de 1907.»

[p. 71]. [1] De los datos existentes en el Archivo de la Biblioteca Nacional (antes Real), resulta que don Tomás Antonio Sánchez entró a servir, en 11 de diciembre de 1761, en una de las primeras plazas de escribientes, dotadas con 7.500 reales. En el nombramiento se especifican sus méritos, a saber «la más que regular instruccion en el idioma latino, sus buenos principios del hebreo, sus progresos en la filosofia y en teologia en Salamanca, cátedra de regencia en aquella universidad, aplicación en el Colegio Trilingüe de ella, el grado mayor, y principalmente el mérito de la oposicion y servicio de la prebenda magistral de la Colegial de Santillana, que renunció por ser incompatible con su destino en la Biblioteca.» No era poco, como se ve, lo que nuestros mayores exigían para una plaza de escribiente.

En 1768 desempeñaba una plaza de bibliotecario con 15.000 reales. En 28 de agosto de 1796, siendo Bibliotecario decano, se le concedió cédula de preeminencias «en atención a su dilatado mérito y avanzada edad». La cédula le dispensaba de asistir a la Biblioteca y de tener en ella ningún particular destino, salvo el de adicionar, y corregir, en compañía de don Juan Antonio Pellicer, la Bibliotheca Nova, de Nicolás Antonio.

[p. 72]. [1] A pesar de ser tan conocida, no puedo omitirse su noticia en la biografía de Sánchez, por ser su principal título de gloria.

Coleccion de Poesias Castellanas Anteriores al siglo XV. Preceden Noticias para la vida del primer Marqués de Santillana: y la Carta que escribió al Condestable de Portugal sobre el origen de nuestra poesía, ilustrada con notas por D. Thomas Antonio Sanchez Bibliotecario de S. M. Tomo I. Poema del Cid. Con licencia. En Madrid: por Don Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXIX. Se hallará en su Librería en la Aduana Vieja.

8.º, 10 hs. prls. sin foliar, LXII-404 de texto y una de erratas.

Prologo-Noticias para la vida de Dn Iñigo Lopez de Mendoza-Proemio al Condestable de Portugal-Notas al Proemio o Carta precedente-Poema del Cid, con una advertencia-Indice de las voces antiquadas y mas oscuras de este poema, que necesitan explicacion.

-Coleccion de Poesias Castellanas anteriores al siglo XV . Ilustradas con algunas notas e indice de voces antiquadas... Tomo II. Poesias de D. Gonzalo de Berceo. Con licencia. En Madrid: por Don Antonio de Sancha. Año de M.DCC.LXXX.

8.º, XXIV + 559 páginas.

Prologo-Texto de las poesias de Berceo-Loor de D. Gonzalo de Berceo (este poemita parece una broma literaria del mismo Sánchez remendando el estilo y la versificación del antiguo poeta: los términos socarrones en que se expresa lo dan a entender bastante)-Indice alfabético de las voces antiquadas que se hallan en las poesias de D. Gonzalo de Berceo.

-Coleccion... &. Tomo III. Poema de Alexandro Magno. Con licencia. En Madrid: por Don Antonio de Sancha. Año de MDCCLXXII.

8.º, LVI + 443 págs. y una de erratas.

Prologo-Advertencias sobre el tomo primero-Noticias de Gonzalo de Berceo, sacadas de sus obras, y de diferentes escrituras, que originales se conservan en el archivo de San Millan de la Cogolla- Poema de Alexandro-Indice alfabetico de las voces y frases mas oscuras del Poema de Alexandro.

- Coleccion... Tomo IV. Poesías del Arcipreste de Hita. Con licencia. En Madrid: por Don Antonio de Sancha. Año de M.DCC.XC.

8.º, XXXVIII + 333 págs. y una de erratas.

Prologo-Advertencia de D. Juan Antonio Pellicer sobre la comedia De Vetula imitada por el Arcipreste-Censura de la Real Academia de la Historia-Indice de las poesías del Arcipreste-Indice alfabético de las voces y frases mas oscuras que ocurren en las poesias del Arcipreste de Hita.

Advierto a los que no hayan manejado esta primera edición que en ella encontrarán muchas y excelentes cosas, que faltan en las reimpresiones de Ochoa (París, Baudry, 1842) y Janer (Madrid, Rivadeneyra, 1864). En una y otra se omiten la vida del Marqués de Santillana y las notas a su Carta: además los prólogos están mutilados y los glosarios trabucados y confundidos.

[p. 73]. [1] Elogios del Santo Rey D. Fernando, puestos en el sepulcro de Sevilla en Hebreo, y Arabigo. Hasta hoy no publicados. Con las inscripciones latina, y castellana. Dedicados al Rey N. Señor. Por el P. M. Fr. Henrique Florez, Cathedratico de Theología de la Universidad de Alcalá, y Ex-Provincial de su Provincia de Castilla del gran Padre S. Agustin. En Madrid: por Antonio Marin: año de M.DCC.LIV. 4.º, 25 páginas.

-Disertacion. Elogios de San Fernando Tercero, Rey de España, contenidos en las quatro inscripciones de su sepulcro; mal entendidas por el Rmo. P. M. Fr. Henrique de Florez, Agustiniano, en quanto a el dia del Transito del Santo Rey. Sostienese la inconcusa, y Constante tradicion general, de haver fallecido el dia 30 de Mayo con las mismas inscripciones y con sentencias del mismo M. Florez. Leida en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla en 19 de Diciembre de 1760. Por Don Diego Alexandro de Galvez, Presbytero, Maestro Segundo de Ceremonias, y Bibliotecario de la Santa Iglesia Patriarcal de dicha Ciudad, y Academico Numerario de dicha Real Academia. Con licencia: En Sevilla, por Josepho Padrino, en calle Genova.

4.º, 10 hs. prls. sin foliar, y 138 páginas.

-Ave Maria. Crisis chronologica sobre los Elogios de San Fernando III, Rey de Castilla, contenidos en las quatro inscripciones de su supulchro, explicadas por el Rmo. P. Mtro. Fr. Henrique Florez Augustiniano, y contradichas por D. Diego Alexandro de Galvez, Prebendado de la Sta. Iglesia Patriarcal de Sevilla, en quanto al dia del transito del Santo Rey. Su author el Rdo. P. Fr. Pedro de San Martin Uribe, del Sagrado Orden de la SSma. Trinidad!, Redemptores Observantes de esta Provincia de Andalucia, Jubilado en Sagrada Theologia, Correspondiente de la Real Academia de Ciencias de Paris, y Cathedratico de Astronomia en la Universidad de Sevilla. Quien la dedica, y consagra en nombre del afecto fervoroso de un devoto, a Maria SSma. de la Soledad. Con licencia: en Cordoba en la Oficina de Dn Juan Medina, y SanTiago, Plazuela de los Caños, por Luis Ramos y Coria. Año de 1765.

4.º, 6 hs. prls. sin foliar, 27 págs. y 2 hs. más de Apéndice.

-Carta, respuesta a un amigo, que desea saber el juicio formado sobre el papel nuevo impresso en Cordova, cuyo título es Crisis Chronologica sobre los Elogios de San Fernando III... Por Don Diego Alexandro de Galvez, Presbytero, Prebendado, y Bibliotecario Mayor de la Santa Iglesia Patriarcal de Sevilla. Con licencia: En Sevilla, por Joseph Padrino... Sin año (1765).

4.º, 8 páginas.

-Disertación Chronologica, en la que se insinua el verdadero dia del Transito de S. Fernando Tercero, Rey de España: su autor Don Fernando Joseph Lopez de Cardenas, Academico Honorario de la Real Academia de buenas letras de Sevilla, y Cura de la Villa de Montoro: Quien la dedica al mismo Santo Rey. En Cordoba, con las Licencias necesarias, en la Imprenta de Diego, y Juan Rodriguez, Impressores del Santo Tribunal de la Inquisición, de la Dignidad Episcopal, y de dicha Ciudad, por Antonio Serrano, y Juan Sanchez.

4.º, 28 páginas.

-Disertacion II. Sobre el dia fixo del Glorioso Transito de San Fernando III Rey de España: Su autor Don Fernando Lopez de Cardenas... (ut supra) Impresso en Cordoba en la Imprenta de Juan Rodriguez; Calle de la Libreria, por Antonio Serrano, y Fernando Sanchez.

4.º Portada-Una hoja grabada con el escudo del mecenas Marqués de Cabriñana-8 hs. más sin foliar, y 147 páginas.

Por ser bastante raros estos opúsculos y muy difícil encontrarlos juntos, he hecho por extenso su descripción bibliográfica, aunque para mi objeto bastaba con lo que dice el P. Flórez (pág. 8 de sus Elogios, donde pone en facsímile el epitafio hebreo): «Interpretaron este documento el Doctor don Francisco Perez Bayer, Cathedratico de lengua santa en la Universidad de Salamanca ; D. Thomás Antonio Sanchez, Colegial Theologo en el de S. Geronymo (vulgo Trilingue) de la misma Universidad; y D. Juan Pastor Abalos y Mendoza, Cathedratico en la Universidad de Alcalá.»

[p. 75]. [1] Posteriormente se han publicado otras biografías más detalladas, especialmente la Vida y escritos del teniente coronel capitan de artillería Don Vicente de los Rios por D. Luis Vidart, Madrid, 1889.

[p. 76]. [1] El Criticón, papel volante de literatura y Bellas-artes. Madrid, 1835. Número I, pág. 4.

[p. 78]. [1] Alude al hebreo, que había cursado en Salamanca, probablemente con Pérez Bayer. Entre otros trabajos manuscritos dejó Sánchez una disertación sobre la palabra hebrea Sepharad , que se lee en Habacuc, averiguando si debe entenderse por España (Expediente personal de don Tomás Antonio Sánchez en la Biblioteca Nacional).

[p. 81]. [1] Vid. sobre esta falsificación el tomo X de mi Antología de poetas castellanos, págs. 365- 369.

[p. 81]. [2] Vid. Jofré de Loaisa. Chronique des Rois de Castille (1248-1305), publiée par Alfred Morel-Fatio (Bibliothèque de l´École des chartes, tomo LIX, páginas 325-378).

[p. 82]. [1] No en estas notas, pero sí en las del Fuero de Sepúlveda y en algún otro lugar que no recuerdo, sostuvo Floranes la atribución del Libro de Alexandre a Gonzalo de Berceo, opinión que ahora vuelven a defender algunos con el apoyo (no suficiente a mi juicio) del códice de París.