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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > VI : IX. CRÓNICAS Y... > IX. CRÓNICAS Y LEYENDAS... > XC.—POBREZA NO ES VILEZA

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Texto

Publicada en la Parte 20 de comedias de Lope (1625), de la cual hubo tres reimpresiones por lo menos. Figura también esta pieza en el tomo IV de la edición selecta de Hartzenbusch. Don Ramón de Valladares y Saavedra la refundió en cuatro actos, y en esta forma fué representada en 1848. [2]

Dedicó Lope esta obra al joven Duque de Maqueda, a quien llamó con alguna hipérbole el Africano, por sus felices entradas en tierra de moros mientras fué gobernador de Orán. Consta, en efecto, que en 13 de octubre de 1624 corrió el Duque los aduares de los Beni-Aghú, y volvió a la plaza con 200 esclavos y 5.000 cabezas de ganado, rechazando a los moros que le hostigaban, y apoderándose antes de una fragata y una saetía turcas, ancladas al frente de Mostagán. [3]

Pobreza no es vileza, comedia deliciosamente escrita, como todas las de la última manera de Lope, realize la fusión del drama histórico y de la comedia novelesca. Pertenecen al primero todas las escenas donde se describe la memorable campaña de 1595, en que el Conde de Fuentes, D. Pedro Enríquez de Acevedo, Gobernador de los Países Bajos después de la muerte del archiduque Ernesto, renovó gloriosamente las hazañas del Duque de [p. 155] Alba y de Alejandro Farnesio, entrando audazmente por la provincia de Picardía, conquistando las plazas fuertes de Châtelet y Doullens, derrotando en campal batalla el ejército francés mandado por el Duque de Bouillon y el almirante Villars, haciendo retroceder hasta Amiens al Duque de Nevers, y, finalmente, apoderándose de Cambray después de dos meses de sitio habilísimamente conducido. Los pormenores de estas jornadas pueden leerse en los clásicos libros de Bentivoglio y de D. Carlos Coloma (que tanta parte tuvo en aquellos triunfos) y en los Comentarios del capitán de caballos D. Diego de Villalobos y Benavides, que con tan profunda erudición y recto juicio ha ilustrado en nuestros días el docto académico de la Historia D. Alejandro Llorente. [1] Hay, además, biografía especial y minuciosa del Conde de Fuentes, escrita por D. Cesáreo Fernández Duro, y a ella me remito en lo que puede importar a la ilustración histórica de esta comedia, [2] cuya puntualidad es grande. No fué la única compuesta en loor de D. Pedro Enríquez, pero la de Luis de Belmonte Bermúdez, El Conde de Fuentes (manuscrita en la Biblioteca Nacional, procedente de la de Osuna), trata muy diverso argumento.

En Pobreza no es vileza la historia está introducida con mucha más habilidad que en otras comedias, y sirve únicamente de fondo [p. 156] a una acción novelesca muy interesante en sí misma, y que lo parece más por el ambiente heroico en que se desenvuelve. Aun los críticos más prevenidos contra el arte de Lope y menos versados en la lectura de sus obras, han hecho justicia al mérito de esta simpática y agradable composición. Sismondi cita como modelo de exposiciones en acción (que es uno de los puntos técnicos en que Lope lleva conocida ventaja a la mayor parte de los dramaturgos, y particularmente a Calderón) el comienzo tan interesante y caballeresco de esta comedia, en que Rosela, dama flamenca de alto nacimiento, se ve asaltada en su quinta por cuatro soldados españoles de los amotinados por falta de pagas, que quieren a viva fuerza arrancarla sus joyas, salvándola de tal peligro la inesperada aparición del héroe de la comedia, D. Juan de Mendoza, que en pobre traje de aventurero, con capote de dos haldas, viene a Flandes a hacer muestra de su valor. «Siempre sabe el poeta (dice Sismondi) deslumbrar la vista y dominar la atención desde el principio de su obra.» Y refiriéndose al empleo de la historia, añade estas palabras, que son exacto juicio de esta comedia y de otras muchas: «Parece que Lope de Vega estudió profundamente la historia de España, concibiendo un noble entusiasmo por la gloria de su patria, que trató de realzar en todas ocasiones. No son sus dramas tan precisamente históricos como los de Shakespeare, es decir, que no ha reunido en un punto los grandes acontecimientos del Estado para formar un drama político; pero ha ligado, en cambio, una intriga novelesca a todo cuanto más glorioso ha hallado en los fastos de España, y ha mezclado de tal manera lo fabuloso con los histórico, que los elogios de los héroes nacionales son una parte esencial e inseparable de sus poemas. El asedio de Jatelete, en el cual debe distinguirse Mendoza, aparece en parte en la escena, no para dar al espectador el placer de presenciar una batalla ridícula, como sucede en los teatros afeminados de Italia, sino para que el Conde de Fuentes, al frente de su ejército, rinda a cada uno de sus oficiales, a cada uno [p. 157] de sus valientes, el tributo de gloria que la posteridad les concede.» [1]

Además de los méritos apuntados por Sismondi, tiene esta pieza otros muy valiosos. Aunque es comedia de intriga, hay en ella un carácter muy bien estudiado, el del caballero pobre y honrado, que por reveses de la fortuna tiene que disimular en hábito humilde su ilustre prosapia, y se convierte en hijo de sus obras, logrando por premio de su valor, de su lealtad, de su recto y caballeresco proceder, de su discreción y cortesía, las palmas del triunfo en todos los lances de la vida, así en guerras como en amores. Este roman d'un jeune homme pauvre le puso en varias obras, y mejor que en ninguna en la bellísima parábola dramática Las flores de Don Juan y rico y pobre trocados. Pobreza no es vileza vale menos, sin duda, pero es del mismo corte y estilo. Los delicados diálogos de amor de D. Juan de Mendoza con la flamenca Rosela; la generosidad con que acude en socorro de un camarada suyo con los cien doblones únicos que posee; el celoso cuidado que tiene del honor de su hermana, compañera de su destierro, y sobre todo, aquel interesante conflicto entre el deber militar, que le llama a las trincheras de Chatelet, y la venganza de su honra familiar, ultrajada por el conde Fabio; aquella lucha de afectos mezclada con el tumulto del asalto y con las voces de mando del Conde de Fuentes, son pensamientos y situaciones muy bien imaginadas y de positivo efecto dramático:

¡Triste! ¿Qué tengo de hacer?
Ni a irme ni a estar me atrevo.
¿Cumpliré con lo que debo?
Si es mi sangre esta mujer,
¿Podré dejarla perder?
Pero ¿qué dirán de mí
[p. 158] Si agora falto de aquí?
Las cajas me están llamando,
Y mi honor me está incitando,
Si es verdad que le perdí.
.......................................
   Honor, no hay para qué andes
Estorbándome a quedar.
Pero ¿qué puedo ganar
Si pierdo el honor en Flandes?
...............................................
   Acometer es mejor:
Felipe ha de ser servido;
Que si el honor he perdido,
Él me volverá mi honor.
......................................
   Piérdase mi honor, mi hermana,
Mi vida y la sangre mía.
Voy al asalto, pues creo
Que muriendo con valor,
Vengo a cobrar más honor
Que en la venganza deseo.
......................................
   Claro está que si yo falto
En aquesta batería,
Dirán que es de cobardía,
Desde el humilde al más alto.
Morir en aqueste asalto,
El honor que pierdo adquiere,
Si en mi patria se supiere
A un tiempo el bien como el mal.
¡Cierra España, pesia tal;
Que no puede más quien muere!

No es menos digna de atención la fiera altivez con que rechaza la mano de la señora flamenca, hermana del conde Fabio, que se la ofrece a trueque de que consienta en la boda de su hermana como reparación de su honor:

Conde, ya no puede ser
Que te cases con doña Ana;
Que aunque es tan noble tu hermana,
[p. 159] No la quiero por mujer;
Que quien no supo tener
Guardada la que le dí,
Ya no es buena para mí,
Ni yo lo soy para ella,
Pues pensaré siempre della
Que no ha de guardarse a sí.
   Si ella la hubiera guardado,
Grande mi ventura fuera
Que su mano mereciera,
Habiendo mi honor cobrado;
Mas como el ser hombre honrado,
Rosela, al encuentro sale,
Ningún remedio me vale;.
Pues casarse con recelo
Es tener llovido el suelo,
Adonde el honor resbale,
   Mi hermana está en mi poder;
Yo sabré darla castigo,
Pues que casarse contigo
Dices que no puede ser
Si no es dándome mujer
Que pueda darme valor:
En mí culpa, y en ti error;
Que marido acreditado
Por mujer, o es desdichado,
O sabe poco de honor.
   Noblezas, Conde, y espadas,
Acreditan bien en Flandes
Hechos y servicios grandes
En seis famosas jornadas.
Las mujeres más honradas
Lo han de ser por su marido:
El que por mujer lo ha sido,
Sujeto vive a mujer;
Que basta una vez nacer
De mujer, el bien nacido.

La desairada Rosela acude, en su despecho, al arbitrio desesperado de disfrazarse de hombre para asesinar a D. Juan, el cual inadvertidamente la hiere en propia defensa. Huelga decir [p. 160] que esta sangre lo purifica todo, y une en estrecho lazo al gallardo español y a la apasionada y vengativa flamenca. Este desenlace es ingenioso y nuevo, aunque, por ventura, demasiado teatral.

Consiste, sin duda, el principal atractivo de esta comedia en lo elevado y caballeresco de los sentimientos que en ella campean, y en la pureza y fluidez del metro y de la dicción, muy rara vez empañada por resabios de mal gusto. Pero no vale menos la parte cómica: el truhán Panduro, antiguo capigorrón de Alcalá, [1] medio ayo, medio escudero de D. Juan, es digno de alternar con los graciosos de Tirso de Molina, aunque a veces sus burlas pasen un tanto la raya del decoro, a lo menos para los melindrosos oídos de ahora. Júzguese por el cuento siguiente:

   En mi tierra, un licenciado,
Hermosa mujer tenía,
Que a cierto galán quería,
Bien necio y bien confiado.
   Púsole una noche al tal
Detrás de ciertas cortinas...
......................................
Y díjole: «Si por mí
O por vos se hace rüido,
Y, despierto mi marido,
Dijere: «¿Quién está ahí?»,
   »Con los guantes haced son,
Porque piense que es el galgo.»
[p. 161] A media noche, el hidalgo
Habló recio en ocasión,
   Y diciendo el licenciado:
«¿Quién es el que hace rumor?»,
Le dijo: «El galgo, señor,
Que está aquí detrás echado.»

De este modo se presenta al Conde de Fuentes:

       CONDE

¿Qué érades antes vos?

       PANDURO

Era estudiante.

       CONDE

¿Qué facultad?

       PANDURO

Compraba la comida.

       CONDE

¿Nunca fuisteis pasante?

       PANDURO

                         Antes pasaba
Mucha necesidad.

       CONDE

                         Pues de ese modo
Sabréis poco latín.

       PANDURO

                         Griego sé un poco.
Pregúnteme, señor, Vuestra Excelencia,
Y verá cómo en griego le respondo.

       CONDE

¡Si no sé griego yo!
        [p. 162] PANDURO
                                  Desta manera
Mil dicen que lo saben, porque al griego,
Como nadie lo sabe, callan luego.

¡Tremenda y merecida pulla contra los pedantes, pero que de ninguna manera ha de tomarse, ni tampoco otras análogas humoradas de Lope, como un documento sobre la situación de los estudios helénicos entonces, muy decaídos, sin duda, de lo que habían sido en el siglo XVI, pero no tan desemparados de cultivadores formales como pudiera inferirse de estas sátiras! Pedro de Valencia, Vicente Mariner, González de Salas, el mismo Quevedo, eran helenistas, y los trabajos del segundo rayan en lo fabuloso por el número y por la importancia de algunos de ellos. Entre los literatos de profesión era ciertamente raro el conocimiento del griego; y Lope, que era uno de los muchos que le ignoraban, se venga con estos dardos irónicos de la desdeñosa censura de Torres Rámila y otros dómines de su tiempo.

Una gran parte de los chistes de Panduro recae sobre el contraste entre las costumbres españolas y las flamencas, [1] y muy especialmente sobre el uso de la cerveza, que abomina con todas las potencias de su alma. Muchas de estas ocurrencias pueden quedarse en el texto de la comedia misma, porque son menos limpias que donosas. Bastará con citar alguna que no ofrece este reparo:

       PANDURO
¿Habrá qué beber?

       TIBURCIO
                         Habrá,
Una extremada cerveza.
        [p. 163] PANDURO
¿Vino español...?
       TIBURCIO
No se gasta;
Bebemos a la flamenca.
       PANDURO
Oír cantar en falsete
Un hombre con barba negra;
Que hable de niña una dama
Que haya pasado de treinta;
Peinarse un galán lindoso,
Atada la bigotera,
Y que con ojos azules
Trate un hombre de pendencias;
Que ande diciendo sus versos
Eternamente un poeta;
Que un escudero se precie
De entendimiento sin letras;
Que califique discretos
Una doña hermosa y necia;
Que sea gracioso un frío
Porque perdió la vergüenza;
Que quien viste a la española
Traiga rosetas inglesas;
Que se decuide jugando
Quien tiene mujer y suegra;
Ver con despensero y coche
Quien tiene en aire la renta,
Y un rico por la fortuna
Desvanecido en soberbia,
Es lo mismo para mí
Que hacerme beber cerveza.

Y en otra escena de la última jornada:

Aquí (que nunca le viera)
Aquel escudero vi;
Aquí fué donde bebí
Cerveza la vez primera.
    [p. 164] Mal agüero, o el peor,
Pues desde entonces acá.
Traigo los bigotes ya
A lo flandesco, señor.
   ¿Cuándo beberé con nombre
Más claro que el mismo sol
Aquel vinazo español,
Que hace barbinegro un hombre?
   ¿Cuándo aquel licor divino?
Que, en fin, cerveza es mujer,
Y el vino es hombre...

Son notables también, por su valor histórico, las escenas que retratan la indisciplina de la bizarrísima pero desordenada milicia de Flandes.

Finalmente, sin pretender apurar todo lo que contiene de notable esta comedia, que debe leerse íntegra, no quiero omitir dos breves trozos líricos: el primero es una definición del amor, y el otro una paráfrasis de la anacreóntica de «El Amor y la Abeja», que también imitó Lope en el conocido romance «Por los jardines de Chipre».

       LAURA
   Es amor una pasión
Reina de cuantas pasiones
Han dado imaginaciones
A nuestra imaginación.
   Es amor atrevimiento
Del sentido más hermoso,
De la voluntad reposo,
Y error del entendimiento.
   Es amor enfermedad
Que con los remedios dura,
Y un género de locura
En que da la voluntad.
   Es amor un accidente
Que no puede definirse,
Pues cuando acierta a decirse
Es cuando menos se siente.
                                          (Acto segundo.)
..............................
        [p. 165] FABIO
   Vino de Chipre Cupido
Cierto día a Venus bella,
Quejándose que le había
Picado el dedo una abeja,
Y respondióle la diosa:
«La queja excusar pudieras,
Pues que tan pequeño picas
Almas que abrasas y hielas.»

El último verso no es muy anacreóntico que digamos, pero como ya de suyo la poesía seudo-anacreóntica es tan amanerada, un grado más de amaneramiento no la perjudica mucho.

Notas

[p. 154]. [2] . Pobreza no es Vileza. Comedia en tres jornadas, del célebre Lope de Vega Carpio; refundida y  puesta en cuatro actos por D. Ramón de Valladares y Saavedra, para representarse en Madrid el año de 1848. Madrid, 1848 , imprenta de Lalama.

[p. 154]. [3] . Relación impresa en Madrid por Juan Delgado en 1624, a la cual se refiere D. León Galindo y de Vera en su Historia de las posesiones hispano-africanas. (Memorias de la Academia de la Historia, tomo XI, página 249.)

[p. 155]. [1] . Comentarios de las cosas svcedidas en los Paises baxos de Flandes, desde el año de mil y quinientos y nouenta y quatro, hasta el de mil y quinientos y nouenta y ocho. Compvestos por D. Diego de Villalouos y Benauides, Capitan de cauallos lanzas Españolas... En Madrid, por Luis Sanchez... Año de M.DC. XII.

Reimpreso en la colección de Libros de antaño (tomo VI, 1876), con introducción, notas e ilustraciones de D. Alejandro Llorente, que constituyen uno de los mejores trabajos históricos publicados en nuestro tiempo.

[p. 155]. [2] . Don Pedro Enriquez de Acevedo, Conde de Fuentes. Bosquejo encomiástico leído ante la Real Academia de la Historia en la junta pública celebrada el día 15 de Junio de 1884, por el académico de número Cesáreo Fernández Duro (tomo X de la colección de Memorias de aquel Cuerpo literario. Madrid, imprenta de Tello, 1884).

[p. 157]. [1] . Historia de la Literatura española, escrita en francés por Mr. Sismonde de Simondi, principiada a traducir, anotar y completar por don José Lorenzo Figueroa, y proseguida por D. José Amador de los Ríos. Sevilla, Álvarez, 1842. Tomo II, 41. (Es la parte relativa a España en la obra De la littérature du Midi de l'Europe.)

 

[p. 160]. [1] . Al fin del acto primero dice a su amo:

   ¿Para eso me sacaste
De capigorrón de escuelas,
Y por bonete y sotana
Me diste plumita y cuera?
¡Por la tribuna de Dios,
Que a ser brodista me vuelva,
Y a escribir mil solecismos
A Alcalá, contra la guerra,
En un latín remendado
Que ningún hombre le entienda...

 

[p. 162]. [1] . Este aspecto de la comedia fué ya tenido en cuenta por Morel-Fatio en la deliciosa conferencia Espagnols et Flamands, que dió en Bruselas el 8 de Marzo de 1892. (Études sur l'Espagne, segunda edición. París, 1895. Tomo I, páginas 236-293.)