Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > ANTOLOGÍA DE LOS POETAS... > X : PARTE TERCERA : BOSCÁN > ADICIONES Y RECTIFICACIONES

Datos del fragmento

Texto

(1) PÁG. 21, NOTA 2.— Universidad de Barcelona.

La memoria histórica del Dr. D. José Balari y Jovany, que busqué inútilmente por creerla libro aparte, está impresa en el Anuario de la Universidad Literaria de Barcelona, 1896-1897. Es trabajo curioso, pero muy sucinto, sin duda por las condiciones de la publicación en que había de insertarse.

El documento más antiguo que el Sr. Balari cita es la carta de los conselleres de Barcelona a los paheres de Lérida (12 de octubre de 1346), ya mencionada por D. Vicente de la Fuente. Sirve para comprobar la existencia de algunas cátedras, más bien privadas que públicas, de Gramática y Lógica, de Derecho canónico y civil que contrastaban en algún modo al monopolio universitario ejercido por Lérida desde la fundación de su Estudio General en 1300. «Per tots temps es estat acostumat en la ciutat de Barchinona, que sia lig continuament de Gramaticha e de Logicha. E axi matex hie es acustumat e vsat, ans del temps del vostre privilegi e en apres, que diuerses persones axi doctors com altres en dret canonich e en ciuil ligan a an lest en aquesta ciutat segons ques volen o que pregats ne son, nen han oportunitat de legir, axi dret canonich com ciuil. (Archivo Municipal de Barcelona. Deliberaciones, 1345-1346, folio 116.)

Es muy digna de mencionarse, por lo que toca a la importancia social de los ciudadanos honrados (a cuya clase Boscán pertenecía), una carta de los conselleres barceloneses a los paheres ilerditanos en 25 de septiembre de 1447, quejándose de los hijos de caballeros que pretendían tener banco preferente: «Volent [p. 416] tenir per si banch separat e pus avançat. dels fills dels ciutadans e homens de honor de ciutat e viles del Principat de Cathalunya.»

Resulta enteramente comprobada por los datos del Dr. Balari la oposición del Municipio de Barcelona a la creación de la Universidad, tanto en 1398 como en 1408, a pesar de las insistentes proposiciones del rey D. Martín. La respuesta no pudo ser más seca: «E que plahia molt a la dita ciutat que dit senyor Rey faes fer lo dit studi en qual part li plagues de sos Regnes e terres fora Barchinona. » (A. M. Deliberaciones de 1399-1408, fol. 112 vuelto) El principal fundamento de esta oposición, vagamente indicado al hablar de los «perills e escandols que sen podien reportar», era el temor de que las exenciones y privilegios que traía consigo el fuero académico perturbasen la tranquilidad pública, como en las ciudades universitarias solía acontecer.

El cambio de opinión que muestran los conselleres en 1450, se debió principalmente a la crisis económica en que la ciudad había comenzado a entrar por la dilatada ausencia de Alfonso V, y por la decadencia del tráfico marítimo y de los oficios industriales: « De un temps ença es disminuida de poblacio e per la absencia del senyor rey e per la mercaderia, qui no ha lo exercici que deuria, los mercaders, artistes e manestrals e altres de la dita ciutat aprofiten fort poch. »(A. M. Deliberaciones, 1449-50, fol. 101.)

Sobre la embajada a Alfonso V da curiosísimos pormenores el Dr. Balan, pero no aclara bastante las razones que la ciudad pudo tener para no aprovecharse en medio siglo del privilegio que había solicitado. Todavía en 13 de diciembre de 1487, escribiendo al Rey Católico, los conselleres daban por excusa que en tiempos antiguos no se había encontrado suficiente número de maestros, pero que ya, por gracia divina, se hallaban en la ciudad hombres muy doctos que podían enseñar todas las artes.

El primer privilegio dado a Alejo Bambaser por D. Juan II para que pudiera tener escuelas de artes liberales y otras ciencias en Barcelona, es de 1.° de octubre de 1477 le confirmó Fernando el Católico en 25 de enero de 1488. Pocos días antes el mismo rey había dado carácter universitario al Colegio de Médicos de Barcelona, otorgándole la facultad de conferir grados como en Studi general. Los conselleres (en 13 de mayo de 1491) no se opusieron al privilegio dado a Bambaser, pero sí al de los médicos.

[p. 417] No encuentro confirmada en el trabajo del señor Balari la especie de que en 1508 se asignase sueldo alguno a los maestros. Hasta el Consell de la vintiquatrena, de 29 de noviembre de 1533, no se trató de este asunto, y entonces se consignaron, con aprobación del Papa Clemente VII, ciertas prestaciones anuales sobre las mensas episcopales, abadías, dignidades y prioratos de Cataluña, Rosellón y Cerdaña. Las obras del edificio destinado a Studi general en la parte alta de la Rambla comenzaron en 1536, pero no quedaron terminadas hasta 1559.

Las lecciones de Gramática y Poética fueron inauguradas en presencia de los conselleres en la sala del Consejo de Ciento, el día 24 de octubre, por Mosén Martí Ivarra, que es probablemente el Martín de Ibarra Cántabro, de quien algo he dicho en el texto de la biografía de Boscán, y algo he de añadir en la nota siguiente.

La cátedra de Griego fué establecida por las Ordenanzas de 1571, y por cierto con notables palabras: porque nadie puede ser buen latino sin tener conocimiento de la lengua griega, y porque la mayor parte de las ciencias están escritas en griego. La de Hebreo existía desde 1567, cuando se fundó también la de Sagrada Escritura.

Sobre el régimen interno de la Universidad da algunos detalles el Sr. Balari, pero muy pocos sobre la época más floreciente de ella, cuyos testimonios, más que en los archivos, han de buscarse en los libros impresos. Ni siquiera menciona a los insignes profesores Núñez y Costa. Del primero hay curioso recuerdo en la Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia, escrita por D. Enrique Cock, archero de la Guardia Real, y publicada por los Sres. Morel-Fatio y Rodríguez Villa (Madrid, 1876, pág. 127). Por cierto que el elogio que hace Cock de Barcelona y del bienestar de sus ciudadanos recuerda análogas palabras de Navagero: «La Academia o escuela está al poniente de la ciudad y es adornada de buenos letrados, entre los cuales es el maestro Núñez, ya viejo y jubilado, buen intérprete de la lengua griega y buen retórico. Los ciudadanos son todos bien agradecidos, fieles a su Príncipe, honestos y alegres de cara. Tienen sus casas y huertos muy bien adreçados: las casas son de piedra todas, y los huertos están llenos de naranjas y verdura.»

El insigne aragonés Dr. Juan Costa, autor del Gobierno del [p. 418] Ciudadano, «leía en la Universidad de Barcelona el año 1572 la Retórica, en oposición de aquel restaurador de la elocuencia en nuestra España, Pedro Juan Núñez» (dice el cronista Andrés de Ustarroz en el capítulo VII de la segunda parte inédita de los Progresos de la Historia de Aragón).

Cita Ustarroz el testimonio del Dr. Francisco Hernández Villarino, el cual, en su libro inédito de Advertimientos sobre el Examen de Ingenios, de Huarte, enumerando a los españoles que con más elegancia escribieron en lengua latina, dice de Costa: «Entre otros muchos gallardos discípulos que tuvo Núñez, fué Miser Juan Costa, ciudadano de Zaragoza, tan elocuente varón en lengua latina, que así en elegancia como en facundia de fácil y sentencioso decir, ninguno... le ha excedido. Leyó la Retórica en Barcelona en competencia de su maestro Núñez, con grande ventaja de auditorio, por confesar universalmente todos que el decir y enseñar naturalmente era de Costa.» (Apud Gallardo, Ensayo, II, 615.)

Téngase por episódica esta nota, y aun todo lo que en el texto dice sobre la Universidad de Barcelona, puesto que es evidente que en ella no estudió Boscán. Pero algo ha de disimularse al cariño filial que me ha hecho renovar, acaso inoportunamente, estas memorias de una escuela tan digna de historia como cualquier otra, que no ha encontrado historiador todavía, y ha sido en todo tiempo desafortunada con propios y extraños.

(2) PÁG. 29.— Martín de Ibarra.

Sobre este profesor de letras humanas, sin duda el más notable de los que en Barcelona florecieron durante el primer tercio del siglo XVI, puedo añadir algunas interesantes noticias, comenzando por rectificar la patria que generalmente se le asigna. No era vizcaíno, sino riojano, natural de Viguera (actual provincia de Logroño). Tuvo, pues, alguna razón para llamarse cantábrico, aunque el territorio en que nació no perteneciese a la primitiva Cantabria romana, sino al país de los Berones, pueblo de raza céltica, lo mismo que los cántabros. Quien nos declara la patria de Ibarra es su amigo Juan Rollán de Tamarite en ciertos dísticos laudatorios contenidos en uno de los rarísimos opúsculos que va; a describir inmediatamente:

        [p. 419] Saxea, cantabrico gaude, Viguerra, Catullo
       Incipit Aonios qui tibi adire choros.

Existe en la Biblioteca Nacional (R-13.813) un precioso aunque mutilado libro que contiene las siguientes piezas latinas de Ibarra (empieza con la signatura a-iii):

a) Ioannis Rollani Tamaritesis cometarior. in Martini Ivarre Cantabrici epigrammato libellu et lyricor. odas: ac Sylua ad Michaele a Gualbes patriciu Barcinonensem praefatio.

Martini Iuvarre Cantabrici ad Petrum Cardonianum Episcopum Urgellensem epigrammaton libellus.

Martini Iuvarre Cantabrici de Ferrando leone et Petro Miraueto ad Ioannem Jugnetem Patriciu Barcinonensem Sylva.

Colofón (con algunas letras rotas, que suplo conjeturalmente):

Michaelis Verini poetae Christianisimi de moribus disticha: cum luculento ac... Martini Iuarrae Cantabrici commentario. Praeterea eiusdem Martini Iuarrae Cantabrici epigrammaton libellus... et Sylva: cum Joannis Rollani Tamaritensis familiari expositione: omnia haec opera nuc primum bonis avibus per Carolum Amorosium: Anno Millesimo supra Quingentesimu Duodecimo Kalendis maiis Barcinone quam emendatissime impressa explicitaque absolvuntur.

b) Aelii Antonii Nebrissensis Relectio nona de accentu latino aut latinitate donato quam babuit Salmanticae iii idus iunias anno M. D. xiiii. Eam Martinus Iuarra Cantabricus quam castigatissime imprimendam curavit.

Colofón: « Exemplar huius relectionis lector latini accentus amantissime ex hispalensi impressione habuimus: cuius formas (ut in calce scriptum erat) ille ipse Antonius Nebrissensis anno a salute Christiana M. D. xiii et decimo calendas novembris castigavit. Nos autem luculentum opus non ante hunc diem nacti sumus: itaque anno M. D. xiiii nonis Julii per Joannem Rosenbach alemanicum Barcinone quam castigatissime imprimendum curavimus. Vale.»

c) Martini Iuarre Cantabrici de prosodia hoc est accentu libri duodecim. (Con muchos grabados en madera que representan a Ibarra acompañado por Apolo y el coro de las Musas.)

Colofón: Impressum Barcinone per Joannem Rosenbach vicessimo die Augusti. Anno M. D. xiiii.

[p. 420] d) Martinus Iuarra Cantabricus.

Michaelis Maii... Epig.

Ioannis Rollani Tamaritensis ad lectorem Tetrastichon. (En él declara la patria del poeta.)

Inigi Mendozae et Isabelae ab Aragonia Epithalamium. (De Ibarra.)

Colofón: Conditum novum opusculum Barcinone atque editam Carolus Amorosius Impressit Anno a Christiana Nativitate M. D. xiiij. Octavo idus Iunii.

e) Ad illustrimum Infantis Enrici Psitacum Caii Marcelli Iuarre Cantabrici Barcinonensium Centuria praetextatorum

Cuatro hojas. Queda incompleto.

Hay en esta centuria varios epigramas latinos de algunos catalanes, pero no de Boscán. Acaso estarían en las hojas que faltan.

Muy anciano debía de ser Martín de Ibarra cuando inauguró sus lecciones de Gramática en la Sala de Ciento el 24 de octubre de 1536, si realmente es la misma persona que el Mosén Martí Ivarra citado en un Dietario municipal.

(3) PÁG. 36.— Boscán en Alemania.

Puede conjeturarse con verosimilitud que Boscán acompañó al Duque de Alba en la jornada para el socorro de Viena (1532), aunque no le menciona Garcilaso al referir poéticamente aquel viaje en su égloga segunda. En un códice de poesías varias que perteneció al célebre anticuario aragonés D. Vincencio Juan de Lastanosa, y más tarde a los Iriartes, se leen estas redondillas de Garcilaso A Bosc án, porque estando en Alemaña danzó en unas bodas:

           La gente se espanta toda
       Que hablar a todos distes,
       Que un milagro que hecistes,
       Hubo de ser en la boda.
       Pienso que habéis de venir,
       Si vais por este camino,
       A tornar el agua en vino,
       Como el danzar en reír. [1]

[p. 421] (4) PÁG. 123.— Gualbes.

Además de las personas de este apellido que allí citamos, pertenece a la época de Boscán el honorable Misser Frederich de Gualbes, doctor en ambos derechos, ciudadano de Barcelona, el cual, recién llegado de Italia, defendió conclusiones públicas, con gran concurso de gentes, en el Salón de Ciento, durante tres días, comenzando el domingo 16 de diciembre de 1508, por la tarde. (Dietario del Archivo Municipal, citado por Balari.)

A un Miguel de Gualbes dedicó Martin de Ibarra una Sylva poética en 1512.

(5) PÁG. 130.— Retrato de Boscán.

En la portada de la edición de El cortesano, hecha en Zaragoza a costa de Miguel de Zapila, en 1553, hay un pequeño busto, que parece auténtico y no convencional, con la leyenda circular en caracteres góticos Juan Boscán. Sin duda, el ejemplar de esta edición, citado por el Sr. Fabié, estaba imperfecto, puesto que dice que no se sabe quién es el personaje representado. En el que yo poseo se lee con toda claridad la inscripción citada.

(6) PÁG. 145.— El Almirante de Nápoles.

Huelga la nota que puse en este lugar. El almirante, admirador de Ausías March, que mandó copiar con gran diligencia sus obras, y tenía «el libro dellas por tan familiar como Alexandre el de Homero», no es el célebre Almirante de Castilla (en quien me fijé al principio recordando su amistad con Boscán y los versos que recíprocamente se escribieron), sino el prócer catalán don Fernando Folch de Cardona y Anglesola, duque de Soma, conde de Olivito y de Palamós, señor de las baronías de Bellpuig, de Linyola y de Calonge y del valle de Almonazir, y gran Almirante de Nápoles, títulos que precisamente se le dan en la dedicatoria de las Obres del valerós cavaller y elegantissim poeta Ausías March, ara novamente ab molta diligencia revistes y ordenades y de molts cants aumentades: Imprimides en Barcelona en casa de Claudi Bornat, 1560. En esta dedicatoria se dice expresamente que el libro se había impreso otra vez por disposición de aquel magnate: «Per molt cert se te que la occasio que principalment mogue a [p. 422] vostra senyoria illustríssim de manar que les obres de Ausías March fossen estampades nasque mes de compassio que de desdeny... Cosa por cert digna de no esser supportada, ende mes de vostra senyoría, qui sempre es estat affectionat a ses obres, que aquelles, y lo seu treball tan senyalat haguessen de romandre imperfets. Molt be coneix aquesta citerior España la particular obligacio que te te a vostra senyoria per tant gran merce, com li ha feta, en que no restas fraudada de les lahors li eren degudas del qui era nat y criat en aquella... Y perque so desijos que d' aquesta men capia alguna part, he volgut a ymitacio de la de vostra senyoria continuar la instauracio de les obres de Ausías March, ab ferles novament estampar en ma casa lo mes correcte que es estat possible, reglant aquelles, y ajustanthi algunas coses que eren estades omeses: que encara que la impressio que vostra senyoria mana fer fos de molt numero, no res manco essent molts los cobdiciosos de haverlas, no basta a satisfer a la aviditat de tants.»

En realidad, no fué una sola: fueron dos las ediciones de Ausías March que costeó el Almirante: la de 1543 y la de 1545, impresas en Barcelona por Carlos Amorós y casi idénticas en su texto. Y no paró aquí su devoción al gran poeta, puesto que han llegado a nuestros días dos códices mandados copiar por el Almirante de mano de Pere de Vilasaló, presbítero, y terminados respectivamente en 9 de mayo de 1541 y en 25 de abril de 1542. El uno existe en el Escorial y el otro perteneció a Mr. Tastu. (Vid. Torres Amat, pág. 363.)

Todas estas noticias comprueban que el Almirante de Nápoles fué el mayor devoto que tuvo Ausías March en el siglo XVI, y sin duda el que más contribuyó a la difusión de sus versos con ediciones y códices que probablemente regalaría a sus amigos. Él, por consiguiente, es la persona a quien alude Boscán en su carta, dirigida precisamente a la duquesa de Soma, D.ª Beatriz de Figueroa, mujer de aquel magnate y nieta del Gran Capitán. Murió esta señora en 1553 a la edad de treinta años. Su marido la sobrevivió hasta 1571. Constan estas fechas en las lápidas sepulcrales que su hijo D. Antonio, duque de Soma y de Sessa hizo colocar en Bellpuig cerca del portentoso monumento fúnebre del virrey de Nápoles D. Ramón de Cardona, obra de las más bellas [p. 423] que el cincel del Renacimiento italiano labró para la Península Ibérica. (Vid. Piferrer, Cataluña, tomo II, pág. 312, en la colección titulada España y sus monumentos.)

(7) PAG. 181.—NOTA.— Verso de arte mayor.

El erudito napolitano Eugenio Mele, bien conocido por sus interesantes investigaciones sobre varios puntos de nuestra literatura, acaba de publicar en los Studi di Filologia moderna (Anno I, fac. 1-2, 1908) un artículo sobre Il metro del primo coro dell' «Adelchi» e il metro d' «arte mayor». Apartándose de la opinión de Carducci, Cantú, D'Ovidio y otros escritores italianos, opina que el dodecasílabo manzoniano, aunque de la misma estructura rítmica que el dodecasílabo español de cuatro cadencias con cesura intermedia (que es el tipo más frecuente y ha llegado a ser el definitivo de nuestros versos de arte mayor) no ha sido imitado de España, ni era menester que lo fuese, puesto que no sólo Jacopone de Todi tiene ejemplos de tales versos, y no faltan en la poesía popular, sino que pueden resultar, y acaso resultaron en la mente de Manzoni, de la mera combinación de dos versos de seis sílabas o senarios simples. Basta escribir en una sola línea estos versos de un aria de Metastasio (Siroe, a. III, esc. 14):

           Torrente crescinto—per torbida piena
       Se perde il tributo—del gel che si scioglie,
       Fra l' aride sponde—più l' onde non ha.
       Ma il fiume che nacque—da limpida vena,
       Se privo e dell' acque—che il verno raccoglie,
       Il corso non perde—più chiaro si fa.

Para mí la cuestión permanece dudosa. El decir Minturno en 1564 que este verso no se usaba ya en Italia, sino en España, prueba que estaba cortada la tradición de Jacopone, cuyos senarios dobles (que por otra parte son raros) con anacrusis móvil de la primera sílaba y con cesura de colocación incierta, más parecen versos de gaita gallega que de arte mayor, y no responden al tipo manzoniano:

           Quand' io mi stava più fresco et ardito
       La morte m' uccise con mia gran paura...
       Nè medici avere con grandi argumenti
        [p. 424] ........................................
       Venne la morte e dienmi tormento.
       Rupemi ogni osso con ogni gientura.

Sin duda que el verso de Manzoni es un senario doble, y ha podido nacer de la unión de dos senarios simples, como los que hay en las arias de Metastasio. Pero este procedimiento, que parece el más natural, no es el que ha solido conducir a las invenciones métricas, ni en el arte espontáneo y popular ni en el erudito. En el proceso histórico del arte los metros compuestos han precedido a los simples. Nunca el alejandrino ha nacido de la composición de dos heptasílabos. Nuestro verso épico, que es un octonario doble, ha precedido a los octosílabos separados. En los nuevos esquemas imaginados por los poetas cultos hay que tener en cuenta la intención, que suele ser distinta del resultado. El supuesto asclepiadeo castellano que Moratín creyó haber inventado no era más que un verso compuesto de dos pentasílabos, aderezado con una terminación esdrújula de cuando en cuando. Pero al escribir Moratín

           Id en las alas del raudo céfiro,
       Humildes versos, de las floridas...

lo que pretendía remedar era la cadencia del metro horaciano

       Maecenas, atavis edite regibus...

sin que se acordase para nada de los pentasílabos de una fábula de Iriarte que, escritos de dos en dos, dan un verso enteramente igual al suyo:

           Vió en una huerta—dos lagartijas
       Cierto curioso—naturalista...

Quizá en el dodecasílabo de Manzoni tenemos un caso análogo. No parece natural que para un coro tan solemne y trágico, donde tan enérgicamente se representa la angustia y abatimiento de la raza vencida y sierva, que levanta por un momento la cabeza y vuelve a inclinarla bajo el yugo después de una breve esperanza de libertad, se haya acordado el gran poeta de los aires del melodrama, aunque tengan el mismo ritmo yámbico anapéstico. [p. 425] inspiración más análoga hubiera encontrado en algunas de Las Tres cientas, de Juan de Mena, y nada tiene de improbable que las conociera, por ser libro tantas veces impreso y divulgado, y del cual había muestras en la colección de Conti, y en las historias literarias de Bouterweck y Sismondi, que no creo que le fuesen desconocidas.

Cantú, en sus Memorias de Manzoni (Alessandro Manzoni-Reminiscenze, Milán, 1882, tomo I, páginas 205 y 342), se había dejado, en el canto de Moratín al Príncipe de la Paz en lenguaje y verso antiguo, sospechando que de él había tomado Manzoni el verso de doce sílabas. Pero aunque este canto fué no sólo compuesto, sino impreso en 1797 (en pliego suelto), y es, por consiguiente, muy anterior al coro del Adelchi, escrito en 1822, no parece verosímil que una composición de circunstancias, tan mediana y de tan poco interés, fuese precisamente la que llamó la atención de Manzoni, cuando podía encontrar el mismo metro en tantos otros libros, incluso en las Fábulas literarias de Iriarte, de las cuales existía traducción italiana.

Notas

[p. 415]. [1] . Nota del Colector.— Por los mismos motivos que las Adiciones y Correcciones del vol. VI (Vid. pág. 389 de aquel vol.) van también en este libro de Boscán en el lugar que las dejó su autor las presentes Adiciones y Rectificaciones.

En el texto y con negritas hacemos las pertinentes llamadas con la siguiente indicación: V. Ad. 1, 2... etc.

[p. 420]. [1] . Gayangos, notas a Ticknor, tomo II, pág. 488.