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Datos del fragmento

Remitente JUAN VALERA Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 18 septiembre 1892 Lugar Madrid

Texto

Volumen 12 - carta nº 66

De JUAN VALERA
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Madrid, 18 septiembre 1892

Mi querido amigo Menéndez: Acabo de recibir la carta de Vd. del 17, y mucho contento de cuanto en ella me dice, así de la buena salud como de la Antología, que estará a tiempo, y del discurso preliminar, que estará lleno de discreción, saber y juicio, como todo cuanto Vd. escribe.

Entendió Vd. mal, sin duda porque no acerté a explicarme, la variación que hice en la primera parte del artículo de Vd. ya publicado. Nada me atreví a quitar ni a poner. Sólo hice una transposición que podrá parecer algo violenta a quien en ella repare, a fin de encajar una letra capitular bonita. Esto no daña nada, porque cuando Vd. publique en un tomo de sus obras tan bello trabajo, volverá a ponerle en el ser que estaba sin esta alteración pequeña.

Como Vd. vendrá por aquí dentro de pocos días, dejo de hablar ahora de muchos asuntos de que hablaremos entonces.

Yo estoy muy caído de cuerpo y de espíritu y apenas tengo fuerzas para escribir. Lo que escriba en adelante temo mucho que sea como las homilías del famoso Arzobispo de Granada.

Anoche, por ser sábado, tuve aquí mi pequeño aquelarre literario. Acudieron a él P. Alcalá Galiano, Narciso Campillo, Correa, Miguel de los Santos Alvarez, mi primo Joaquín, si no por literato por pariente; Salvador Rueda y dos chichitos: el Delegado del Ecuador en la Exposición, que es un majadero benigno, y Rubén Darío, de cuyo poderoso y originalísimo ingenio me convenzo más cada día. Veo en él lo primero que América da a nuestras letras, donde, además de lo que nosotros dimos, hay no poco de allá. No es como Bello, Heredia, Olmedo, etc., en quienes todo es nuestro y aun lo imitado de Francia ha pasado por aquí; sino que tiene bastante del indio sin buscarlo, sin afectarlo; y además no lo diré imitado, sino asimilado e incorporado de todo lo reciente de Francia y de otras naciones; está mejor entendido que aquí se entiende, más hondamente sentido, más diestramente reflejado y mejor y más radicalmente fundido con el ser propio y castizo de este singular semi-español, semi-indio. ¡Cómo se contrapone al otro chichito, cuyos versos son una décimaquinta dilución de Bécquer en líquida tontería! y ya en Bécquer había algo de dilución de Heine. Mientras que en Rubén Darío hay, sobre el mestizo (de español y de indio) el extracto, la refinada tintura del parnasiano, del decadente y de todo lo novísimo de extranjis, de donde resulta a mi ver, mucho de insólito, de nuevo, de inaudito y de raro, que agrada y no choca porque esta hecho con acierto y buen gusto. Ni tampoco afectación, ni esfuerzo, ni prurito de remedar, porque todo en Darío es natural y espontáneo, aunque primoroso y como cincelado. Es un muchacho de veinticinco años, de suerte que yo espero de él mucho más. Y me lisonjeo de que Vd. ha de pensar como yo cuando lea con atención o bien oiga lo que escribe este poeta en prosa y en verso. Y no me ciega ni seduce su facha, que no es todo lo buena que pudiera ser, ni su fácil palabra, porque es encogido y silencioso.

Adiós. Consérvese bueno y venga pronto. Los chichitos viven en la fonda de las Cuatro Naciones.

Mi mujer y mi hija están ya de vuelta de Zarauz. Ellas y Luis envían a Vd. cariñosas expresiones.

Soy su afmo. amigo

Juan Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 446-447.

Notes