Volumen 21 - carta nº 30
De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A ENRIQUE MENÉNDEZ PELAYO
Madrid, 29 mayo 1910
Mi muy querido Enrique: Recibí tu carta, y luego he visto al ambulante Gonzalo, que me trajo buenas noticias tuyas.
Lo de la senaduría académica pasó como una seda. Desde el primer momento me propuse no pedir el voto a nadie, ni hablar siquiera del asunto. Así y todo la elección resultó unánime. Yo me abstuve de asistir, para lo cual tenía suficiente pretexto con estar presidiendo a la misma hora la mesa electoral de la Academia de Historia, pero después les he dado las gracias de oficio, y también de palabra en la sesión de la semana pasada.
Parece que Pidal tuvo empeño en que no hubiese ningún voto en contra, y obligó a Cotarelo y no sé si algún otro a quedarse en casa.
Si las cosas hubiesen pasado de otro modo, creo que el Gobierno me hubiera indemnizado con una de las tres senadurías vitalicias que tiene vacantes. Pero como quiera que ya soy senador, y Canalejas tiene tantos compromisos dentro de su partido, y una minoría tan exigua, o por mejor decir tan dudosa en el Senado, no dudo que proveerá las vacantes con políticos liberales, y tendré que aguardar una ocasión más favorable.
Ya habrás visto que la bomba no causó más desgracia que la de su propio autor, un fanático espantoso de quien salen diciendo ahora que no tenía cómplices, aunque la policía tiene muchos indicios de lo contrario. El hombre andaba
rondando hace tiempo a las personas de la familia Real, que verdaderamente han escapado de milagro.
¿Cómo andan las obras de la Biblioteca? ¿Cómo la nueva estantería de raros? Mucho me alegraría de que todo ello estuviese terminado antes de mi ida, que con tanto gusto veo acercarse.
El libro que regala Dámaso es realmente raro. Le tengo, pero se me figura que es distinta edición y más completa que esa. Allá veremos.
Cariñosos recuerdos a María, y recibe un abrazo de tu hermano
Marcelino
La salud inalterable, a pesar de todos los cambios atmosféricos.
M. P., Enrique-M. P., Marcelino, p. 202-204.