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Datos del fragmento

Remitente CARMELO DE ECHEGARAY Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 11 enero 1904 Lugar Guernica

Texto

Volumen 17 - carta nº 298

De CARMELO DE ECHEGARAY
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Guernica, 11 enero 1904

Mi ilustre y muy querido amigo: Mi cuñado me trajo la Antología de poetas hispano-americanos , cuyo envío me anunciaba V. en su última cariñosa carta. La conocía ya, pero esto en nada amengua el placer que he experimentado, al leer de nuevo y con atención profunda, los prólogos tan ricos de erudición como de doctrina crítica, con que ha enriquecido V. la colección. Digan lo que quieran algunos americanos desnaturalizados, la obra que V. realizó, por encargo de la Academia, representa una obra de concordia y de armonía. Las voces de la raza suenan por encima de diferencias accidentales y de acontecimientos históricos en que se vió a las hijas en lucha abierta con la madre, negándola en los hervores de la pasión y de la contienda, no ya lo que el amor exige de los miembros de una misma familia, sino aún aquello que en estricta justicia le era debido por quienes no estuviesen unidos con ella por vínculos de sangre, de lengua y de religión.

Sobre dos puntos que he visto indicados en su eruditísimo trabajo, y que particularmente me interesan, me atrevo a pedir a V. que me ilustre. Es uno de ellos el relativo a la paternidad de la Historia de la Monja-alférez . ¿A quién considera V. autor de este libro, en que no es difícil todavía discernir lo que tiene la leyenda? El otro punto a que me refiero es el siguiente: en la Parentación solemne de la reina María Amalia de Sajonia, impresa en Lima en 1761, se emplea entre otras lenguas, por lo que he visto en el estudio que hace V. de la literatura peruana, el vascuence. ¿Dónde podría yo ver esta composición? Seguramente carecerá de todo valor artístico; pero tiene el precio de una curiosidad bibliográfica, y acaso tenga también interés para el estudio histórico de la lengua.

Anticipo a V. las gracias por los datos que solicito de su erudición y generosidad, y se las dos también cordialísimas por el obsequio con que me ha favorecido y, que constituye para mí un regalo de los más valiosos y envidiables.

Aprovechando el regreso de mi cuñado, que sale hoy para Santander, remito a V . La Vasconie, de Mr. Jean de Jaurgaon, obra de investigación seria y concienzuda, repetidamente citada por D. Manuel Magallón en las observaciones con que ilustra la Colección Diplomática de San Juan de la Peña, que está publicando en la Revista de Archivos. Escribí a Mr. Jaurgain, pidiéndole su libro, y en seguida me lo remitió, en cuanto supo que era para V. Van también las Tradiciones vasco-cántabras de Araquistain, que en la parte que se refiere a las supuestas luchas entre vascos y romanos, no viene a ser más que la expresión poética y literaria de las patrañas sostenidas por espacio de dos o tres siglos por los autores vascongados que trataron de estas materias, y con más calor y entusiasmo que nadie por Larramendi. El libro de Araquistain ha sido de los más leídos en estas provincias. Sería injusto realmente negarle condiciones literarias. El difunto Marqués de Valmar lo tenía en gran estima, y alabó la obra, a raíz de su aparición, en un artículo que escribió acerca de tradiciones populares y de los libros que las consignan y perpetúan. También le elogió Santiago Liniers en un artículo que puede verse en el Semanario Católico Vasco-navarro de Vitoria, dirigido a la sazón por el famoso Canónigo Manterola. Beotibar-co celaya, pretende ser narración histórica, y es hiperbólica conmemoración de un hecho que estuvo muy lejos de alcanzar las proporciones épicas que le atribuye Araquistain. Fué uno de tantos encuentros entre guipuzcoanos y navarros, de los cuales apenas si se halla ni siquiera mención en los papeles guipuzcoanos de aquella época. La leyenda empezó a formarse en el siglo XVI, y la creó, o cuando menos la hinchó y divulgó un tolosano entusiasta, el Bachiller Juan Martínez de Zaldivia. Tengo acerca de este punto datos muy interesantes que algún día verán la luz pública, a fin de ir restableciendo la verdad histórica, desnaturalizada torpemente en este como en otros muchos puntos que se refieren a nuestro pasado.

Por último, le envío también las poesías que escribió el malogrado Adolfo de Aguirre, siguiendo la corriente de un arroyo que baja De Pagazarri al Nervión. Muchas de las composiciones reunidas en este cuaderno son de índole quizá excesivamente familiar y casera, pero no por eso dejan de ofrecer interés para el estudio de la fisonomía literaria de su delicado autor, que sabe sentir y expresar como pocos los afectos de hogar y de vida íntima. Adolfo de Aguirre es el poeta del home, para valernos de una frase inglesa muy adecuada y significativa. La casa paterna tiene para él un encanto inefable. Por eso recuerda, con Eulogio Florentino Sanz, que

    Obeliscos y pórticos ajenos
Nunca valdrán los patrios palomares
Con las memorias de la infancia llenos.

La índole modesta y apacible del hombre que dió vida al primoroso libro de Excursiones y recuerdos, aparece donde quiera. Considera empeño vano ir en pos de ambiciones desencadenadas, huyendo del bien cercano que ya se disfruta. Le parece que rebajarse por medrar, es un proceder ruin y desatinado. Busca la felicidad haciendo el bien, y haciéndolo en silencio, como La fuente de Recalde. Así se goza de la paz del alma, en que consiste la mayor ventura; la paz de que podrían disfrutar los labradores si supiesen estimar los bienes de su vida. Las reminiscencias virgilianas que debieron penetrar muy adentro en el alma del poeta, ponen en sus labios aquella exclamación de las Geórgicas:

¡O fortunatos nimium, sua si bona norint, agricolas ... !

De esta manera de sentir los encantos de la existencia del labrador, a la vida del campo del autor de Los Nombres de Cristo, el tránsito es facilísimo; y así vemos a Adolfo de Aguirre imitando En la vega al inmortal lírico agustino, y siguiéndole hasta en la combinación métrica que usaba con preferencia: la lira, que nuestro poeta maneja con facilidad y soltura. Hasta en las composiciones menos felices y menos poéticas, más desmañadas de forma y más premiosas y prosaicas de expresión, se encuentra algo que no es vulgar: v. g. en la titulada La campa de la Unión ha dado voz a cierto concepto rabelesiano de la vida, a cierta alegría un poco grosera y material que ha constituído la poesía de los bilbaínos, como agudamente notó Unamuno en un artículo, en que con mucha oportunidad evocaba a ese propósito el recuerdo de Teniers, cuyos cuadros se ven reproducidos con frecuencia en nuestros chacolíes y sidrerías. La cazuela y el vaso fueron símbolos para el antiguo bilbaíno, que sabía merendar como nadie, según dice con mucho acierto Aguirre. El cual, suspirando siempre por un bienestar modesto y tranquilo, insiste el año 1883 en las ideas que expuso veinte años antes, y en el diálogo que escribió en Quijas para acabar en la Montaña el tomito que comenzó en Vizcaya, reprende al arroyo porque deja las alturas, cegado por su ambición de aldeano que le impulsa a enriquecerse, aun a costa de su dicha.

Cada vez me resulta más simpático Adolfo de Aguirre: ni es ni será popular nunca, pero no por eso deja de ser un autor delicado y exquisito, un poeta de los más íntimos y sinceros, algo pariente por el entendimiento de nuestro inolvidable Amós de Escalante, y algo parecido también a Rodolfo Topffer, con quien le encuentro yo mas de un punto de semejanza.

No acaban de mandarme los Anales de Navarra, de Moret, ni los Alaveses ilustres, de Echávarri, a pesar de habérmelos ofrecido varias veces. En cuanto lleguen a mis manos, haré que pasen a las de usted.

Mi hermano agradeció mucho su cariñoso saludo, y se lo devuelve con respetuoso afecto. Actualmente le ocupan atenciones muy ajenas a la literatura y a la crítica musical, pues está preparándose para los ejercicios de oposición a la Secretaria de Gobierno de la Audiencia territorial de Pamplona, que está vacante y ha de proveerse en abril próximo. Como la influencia de don Alejandro Pidal en aquella Sala de gobierno es preponderante, yo me atrevo rogar a usted que interese al señor Pidal en favor de mi hermano, que tengo la firme convicción de que ha de hacer una oposición lucida, pues conoce las materias sobre que han de versar los ejercicios.

Mis cariñosos recuerdos a Enrique, a quien estoy agradecido por la afectuosa mención que de mí hizo en el Diario Montañés a propósito de Adolfo de Aguirre, cuyos artículos sueltos y papeles inéditos estoy procurando reunir para dar por terminado el trabajo que preparo acerca del autor de Excursiones y recuerdos.

Y usted, mi querido don Marcelino, ya sabe que le venero y admiro como maestro incomparable, y considero como la más preciada honra la de declararme suyo entusiasta y apreciado amigo y atento s. s. q. l. b. l. m.,

Carmelo de Echegaray

P.S.—Celebraré que le sea muy grata la estancia en Santander, y que tenga un felicísimo año de 1904.

 

Echegaray - Menéndez Pelayo, p. 333-336.

Notas