Buscar: en esta colección | en esta obra
Epistolario > Volumen 17 (Junio 1903 -... > Vol. 17 - carta 190

Datos del fragmento

Remitente EMILIO GIGAS Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 2 noviembre 1903 Lugar Biblioteca Real, Copenhague

Texto

Volumen 17 - carta nº 190

De EMILIO GIGAS
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Biblioteca Real, Copenhague, 2 noviembre 1903

Excelentísimo Señor: Leyendo —por supuesto con el mayor interés y con todo el provecho que puede sacar de su lectura un humilde cultivador de la historia de la riquísima literatura castellana— el primer tomo de su Tratado de los Romances viejos, con el que V. E. ha alegrado tanto á todos los que estudian con alguna seriedad la poesía heroico-popular del país del Cid y de los Infantes de Lara, me pareció haber lugar para hacer (como dinamarqués) dos ó tres observaciones que me permito comunicarle por esta carta.

En la página 11 dice V. E.: «Más adelante veremos cómo se encargó la imprenta del siglo XVI de valorar y divulgar en colecciones especiales, que vinieron muy á tiempo, el tesoro de nuestra poesía tradicional, recogiéndole de labios del vulgo cuando todavía le conservaba con relativa pureza: suerte que no han tenido las canciones históricas de ningún otro pueblo». Hay sin embargo otro pueblo que comparte, aunque no tan temprano, con el de España tal suerte y gloria, dejando atrás á todas las demás nacionaes, y es el de Dinamarca, mi patria. Manuscritos se conservan bastante número de cancioneros de «Kampeviser» (los romances del Norte) compilados en el siglo XVI por señoras de la nobleza del país, que poseían las canciones por tradición oral. La Biblioteca Real, á la que estoy agregado, tiene varios de ellos. Y de estos cancioneros compuso, en la segunda mitad del dicho siglo, aprovechándose tambien en parte de sus propias colectáneas y tomando algo de la boca misma del pueblo (e.d. nobleza, burguesía y vulgo, pero especialmente la nobleza), el historiador Anders Sörensen Vedel (Andres Severini Vellejus) su colección intitulada «Cién canciones dinamarquesas escogidas, sobre varias acciones memorables de guerra y otras aventuras singulares de antiguos héroes, reyes célebres y otras personas notables en este reino, desde la más remota antiguedad hasta nuestros días». Vedel, amigo de Fycho Brahe y por muchas partes bién merecido de nuestra literatura, hizo imprimir su libro 1591, en Ribe (Jutlandia); esta primera edición es sumamente rara. La continuación, sacada de los papeles de Vedel, se hizo esperar bastante, porque fué publicada en 1657 por una noble señora, Mette Giöe, con el título de «Trágica»; y en 1695 dió Peder Lyv una nueva edición de las cién primeras canciones, juntando á ellos ciento más. Sueltas se encuentran impresas unas pocas canciones ya en el comienzo del siglo XVI.

Donde V. E. hace mención de la penitencia de Don Rodrigo, veo que cita, p. 167 en la nota, lo que dice el Edda de la muerte de Gúnar. Hay una representación gráfica y muy curiosa de esta escena en las esculturas que existen en una puerta de la iglesia noruega, hecha de madera en la Edad media: la narración del Edda y de la Völsunga Saga, tan grandiosa, aunque tan bárbara, de cómo el suplicado, cuyas manos están ligadas, toca el arpa con los dedos de los piés para huyentar á las serpientes, está representada con no poca fuerza en este antiguo monumento (véanse: Mémoires de la Société Royale des Antiquaires du Nord, Copenhague 1866-71, p. 330). Pero aun más conocido en el Norte es el relato tocante á Regnar Lodbrok, rey de Dinamarca, que fue vencido en Inglaterra por sus enemigos y echado en una cueva llena de serpientes, donde murió cantando, prometiendo que le vengarían sus hijos: «los puercos gruñirán cuando sepan lo que sufre el cerdo» (Saxo Grammaticus, Gesta Danorum, edic. de Holder, p. 314; Saga de Regnar Lodbrok, en «Fornaldarsögur Nordrlandar», ed. Rafn, p. 235-310, especialmente p. 300-310).

Perdóneme V. E. el haberle escrito estos renglones, siendo testimonio de gratitud ocasionado por la lectura tan interesante y atractiva que me ha procurado su novísima obra, sucesora de tantas obras maestras de erudición y gusto debidas á su pluma y —lo esperamos todos los hispanófilos— precursora de muchas más.

Soy de V. E. el más atento admirador y s.s. q. b. s. m.

Dr. E. Gigas. Bibliotecario

Por si se ofreciese alguna vez algo que buscar en esta Biblioteca, estoy siempre á su disposición de V. E.

 

Notas