Buscar: en esta colección | en esta obra
Epistolario > Volumen 17 (Junio 1903 -... > Vol. 17 - carta 123

Datos del fragmento

Remitente JUAN VALERA Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 8 septiembre 1903

Texto

Volumen 17 - carta nº 123

De JUAN VALERA
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

8 septiembre 1903

Mi querido amigo Menéndez: Estoy con algún cuidado por la salud de Vd., porque espero en balde carta suya desde hace no pocos días. Es cierto que la última que yo le escribí apenas requería contestación, pero yo hubiera deseado saber de Vd. si mis artículos sobre el libro de Boris de Tannenberg no le habían parecido mal, a pesar de la ligereza y de la concisión forzada a que las condiciones de El Imparcial someten a quien escribe algo para sus lunes. Aun así, me salieron tres artículos en lugar de uno.

Lo que me tiene ahora muy apurado es la redacción de mi discurso académico en elogio de Núñez de Arce. Sin duda que Vd. dijo ya lo más atinado y juicioso que sobre el particular puede decirse, pero siempre me queda algo que añadir y el recurso además de repetir con otras palabras lo que ya Vd. dijo. La dificultad para mí no está en eso. Está en lo muy premioso que me siento, en mi falta de humor y en la esterilidad y torpeza de mis palabras, que no se prestan a colocarse en el orden que conviene para expresar con gracia y con claridad mi pensamiento. También me asusta un poco la idea de quemar incienso en demasía, pecando contra el recto juicio o de exponerme a que me acusen de frío y de parco en mis alabanzas. Claro está que en algunos puntos nunca podré yo ser sincero. Me callaré, pongo por caso, que las dudas no bien definidas que tanto atormentaban a D. Gaspar, jamás tuvieron nada de metafísicas ni de trascendentales; que su alma jamás se elevo en busca de Dios ni para bendecir ni para negar su providencia; y que muchas de sus composiciones poéticas se asemejan un poco a artículos de fondo, aunque elegantemente versificados y rimados.

Y no podré decir tampoco, aunque tendré que dejarlo entrever, que no se ve, ni siquiera se entrevé confusamente, lo que pensaba D. Gaspar sobre Lutero, sobre el catolicismo y sobre otra multitud de puntos que toca como si tocara sobre ascuas y temiera quemarse. Acaso en su última composición Sursum corda es donde D. Gaspar está más afirmativo. En fin, allá veremos cómo salgo del compromiso que he contraído sin incurrir en los mismos defectos que aquí para inter nos en D. Gaspar censuro, esto es, sin ser terminante y claro en nada, sino vacilando y embrollándolo todo y alegando para disculpa que yo dudo también: que soy a modo de un nuevo Sócrates, cuyo pecho oprime el culebrón de la duda, enroscándose en él y procurando ahogarle.

Estoy aquí muy solo, pero no me aburro porque no me falta quien me lea.

Mi mujer y mi hija están ahora en San Sebastián. Mi hijo Luis está en La Haya, y mi nuera y mis nietos siguen en Rubianes.

Escríbame Vd., aunque sea muy lacónica su carta, y hábleme de sus estudios y trabajos. Espero que Vd., cuando vuelva por aquí, traiga terminado el tomo II sobre los viejos romances y la contestación al discurso del señor Asensio. Ya sabe Vd. lo mucho que le estima y le quiere su afectísimo amigo

Juan Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo, p. 594-596.

Notas