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Datos del fragmento

Remitente PEDRO FORTOULT HURTADO Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 16 junio 1903 Lugar Barbada (Antilla inglesa)

Texto

Volumen 17 - carta nº 17

De PEDRO FORTOULT HURTADO
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Barbada (Antilla inglesa), 16 junio 1903

Muy respetado señor: La tiranía de una duda vence mis naturales escrúpulos, y confiado en que Vd., como todo sabio, ha de ser necesariamente benévolo, me aventuro á dirigir á Vd. estas lineas, sin haber alcanzado la honra de conocerle personalmente y por más que á los oidos de Vd. no haya llegado nunca mi oscuro nombre.

He aquí mi duda y con ella mi súplica: Aficionado al estudio de nuestra hermosa lengua, he leido con sumo interés « El Castellano en Venezuela», obra de mi compatriota don Julio Calcaño, Secretario de la Academia Venezolana; y en esa obra he hallado una serie ó colección de venezolanismos, entre los cuales figuran voces de antiguo uso en España y que por tanto no son tales venezolanismos, como son taburete, orégano, lechuza, mochuelo y muchos otros. Sobre esto no tengo duda alguna; pero no me ocurre lo mismo con la voz prestidigitador. Según don Rafael M.ª Baralt, la palabra prestidigitador no es castellana, pero Baralt extremó mucho sus juicios, y su horror á los galicismos no me inspira mucha confianza. Según don Julio Calcaño, es venezolanismo, pero temo con razón que esté en el mismo caso de taburete &.ª; y según Vd.... no conzco la opinión de Vd. y he ahí mí súplica: que me la haga conocer. Y me aventuro á suplicar á V. que me ilustre sobre esto, porque Vd. ha usado la palabra en cuestión así:

«El demonio (personaje de Calderón en «El Magico Prodigioso») tiene mucho de ergotista y algo de prestidigitador hábil en escamoteos».

Que un eminente literato español haga uso de un venezolanismo, me lo explico así: acaso haya querido comunicar autoridad al nuevo vocablo, por haberlo encontrado bueno; y por consiguiente el hecho de que Vd. emplee la voz prestidigitador , no me sirve como argumento contra la nacionalidad venezolana que se le quiere dar. Pero es que hay más: tres años viví en Madrid (1889 á 1892) y oí la voz prestidigitador, en boca de toda clase de personas. ¿Será explicable que una palabra inventada en Venezuela —y no siendo el nombre de algo especialmente nuestro— llegue á España y se popularice tan pronta y facilmente?

Muy dudoso me parece eso, porque el trato mutuo entre Venezuela y la Madre Patria es por desgracia muy limitado, y los libros y los periódicos venezolanos no ejercen influencia alguna en la Península.

Encarecidamente le suplico á Vd. se sirva darme sus luces sobre este asunto; y he de advertir á Vd. que su contestación no es para ser publicada, á menos que Vd. me autorice para hacerlo en los modestísimos trabajos con que alguna vez me permtio el lujo de abogar por la conservación de nuestra lengua.

Por este favor, anticipo el testimonio de mi agradecimiento.

De Vd. admirador

P. Fortoult Hurtado

 

Hispanoamericanos - Menéndez Pelayo, p. 166-168.

Notas