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Epistolario > Volumen 15 (Noviembre 1898... > Vol. 15 - carta 50

Datos del fragmento

Remitente EDUARDO DE LA BARRA Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 30 noviembre 1898 Lugar Santiago de Chile

Texto

Volumen 15 - carta nº 50

De EDUARDO DE LA BARRA
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Santiago de Chile, 30 noviembre 1898

Mi estimado Señor: No sé cómo comenzar esta, ya que al tomar la pluma siento moverse en mí encontrados afectos: al mismo tiempo que deseo felicitarle por la elección recaida en Vd. para Bibliotecario, puesto en que Vd. está en su elemento, no puedo menos de enviarle mi sentido pésame por el fallecimiento de D. Manuel Tamayo tan bondadoso conmigo, que lo he visto alejarse con verdadero pesar.

A él me dirijía con frecuencia enviándole ejemplares de mis publicaciones, que él repartía por medio de sus empleados. ¿Sería su ilustre sucesor tan bondadoso que quisiera prestarme idéntico servicio? A esta inmensa distancia, con un correo no siempre cuidadoso, son muchas las publicaciones que se pierden en el camino, sobre todo cuando se peca en la dirección. Eso me decidió a dirijirme a la Biblioteca de Madrid, para lo que envio a esa Capital.

La revolución de Chile me lanzó al destierro, y quedé sin empleo y despojado de cuanto tenía, y asi es que, pobre y aislado a mi vejez, hago mucho en ser tan constante en el trabajo, con mis ojos puestos en España, ya que aquí ni lectores de balde encuentro. Motivo es este para que Vd., con la sencillez de alma propia de la sabiduría, me auxilie y conforte, como de Vd. lo espero.

D. Manuel debió proponerme a la «Academia de la Historia», título a que aspiro, deseoso de lucirlo en la portada de mi «Restauracion del Poema del Cid», que luego irá a la imprenta. Abonan mi pretensión mis trabajos de crítica histórico-literaria, de que he remitido muestras a la ilustre Corporación. Ignoro si el Sr. Tamayo alcanzó a proponerme.

Tampoco sé que suerte corrieron las últimas publicaciones que le mandé, dirijidas a esa Biblioteca, las cuales acaso él no alcanzaría a recibir. Fueron entre otras varias, algunos ejemplares de mi «Literatura Arcaica» , uno de ellos para Vd., pués cuido de enviarle cuanto publico, desde años atrás, así como leo y aprovecho cuanto suyo cae en mis manos. Mucho me han interesado sus Prólogos de la Antología de Poetas Castellanos, y espero impaciente el tomo VII que aún no nos llega. Hai puntos no de mucha importancia en que he solido hacerle algun reparo, como Vd. verá en «El Endecasílabo Dactílico» y en «Literatura Arcaica», sobre todo tratando del Poema de Alfonso XI . Por si Vd. no hubiese recibido esta última obra, ahora se la envio por duplicado, junto con la «Restauracion de las Fábulas de Juan Ruiz» y otros cuadernos.

Luego tendré el gusto de enviarle unas 20 odas de Horacio que espero serán de su agrado, pues creo haber conseguido poner «el vino viejo en odres nuevos». Sin separarme tanto del texto como suele el docto Burgos, y mas que él los traductores de los dias de Fray Luis de León, Villegas y Jáuregui, ni apegarme a él violentamente como hace el General Mitre, guardo un término medio, que ni me amarra hasta dejarme sin movimiento, ni me desborda de los moldes horacianos.

Traduje tambien el Carmen Saeculare, y, en mas de un punto, docto maestro, no estoi conforme con Vd.

Por ejemplo, en el famoso apóstrofe al Sol. Dice Vd.:

Sol que conduces en fulgente carro
Vario y el mismo , sin cesar el dia
Nada mayor que la romana gloria
          Miren tus ojos.

El aliusque et idem , sin duda que es «vario y el mismo», y se refiere al Sol y no al dia, como otros creen; pero ¿qué significa? cómo debe interpretarse? que pensó el poeta al decirlo? Creo que se refiere a los varios nombres, Apolo, Febo, Sol, con que al dios se invocaba en Roma, siendo uno mismo . Pero, la frase aislada vario y el mismo , tiene no poco de enigmática para el lector. Mejor seria explanarla y decir:

— «Vario en el nombre, y en esencia el mismo», ó bién:

— «Uno en esencia y en el nombre vario». Justifica esta interpretación el Coro que sigue en que se invoca a Diana bajo los nombres de Ilicia, Lucina y Genitalia. Sive tu Lucina probas vocari

Seu genitalis.

Por esto traduje:

¡Sol, almo Sol, dispensador del dia, -
Vario en el nombre y en esencia el mismo, -
Nada mas grande que la excelsa Roma
          Veas ni alumbres!

No estoi contento aún. Un paréntesis en la solemne invocación pudo usarlo Horacio; pero, oi no es de mi agrado. Aunque me aparte del modelo, creo mas propio hacerlo desaparecer en beneficio de la limpieza escultural del himno. Creo poder decir con ventaja:

¡Sol, almo Sol, dispensador del dia,
Febo divino, en tu inmortal carrera
Nada mas grande que la excelsa Roma
          Veas ni alumbres!

¿Qué dice el Maestro?

De las odas he hecho dobles traducciones: una serie mas ajustada al texto y la otra mas ámplia. Estoi contento de mi trabajo, sobre todo de la Vida del Campo, del Diálogo entre Lidia y Horacio y las Odas a Melpómene, a Licinio y a Grosfo. En cuanto se publiquen tendré el gusto de enviárselas.

A Vd., apasionado de Horacio, le adelanto una muestra, la mas breve de todas, para que se forme idea de lo que son mis dobles traducciones. [1] Es aquel pequeño Camafeo de tipo helénico, en que aparece Vénus con su cortejo, invitada a la fiesta de Glicera. Ha sido algo desdeñado por los maestros españoles, que dejan a Mercurio mui desairado sin atribuirle el papel que allí le corresponde. Encuentro delicadísima esta pequeña Oda, cuya traduccion doble le envio, acompañada de otra tambien brevísima que me parece inconclusa, acaso por no entenderla a derechas. Es aquella a Neobula, Miserarum est, del libro III, en que he metido mano profana para darle el remate que a mi juicio la corona. No soi el primero que trabaja un brazo para la Vénus de Milo. Vd. dirá!

No terminaré esta carta sin hacerle saber, y se lo digo mui sinceramente, que en este país el sentimiento espontáneo y jeneral ha sido decidido por España en los pasados dias de espectativa y tribulación, y otro tanto he sabido de las demas Repúblicas Americanas, La sangre ha hablado poderosamente y un secreto instinto nos desviaba de los yankees, cuando a primera vista lo contrario pareceria lo lójico.

Yo me he sentido tan español como si hubiese nacido en el riñón de Madrid, y cayó la noche sobre mi alma cuando «los dioses se cansaron de concedernos la victoria».

Y se comprende; sangre de militares españoles corre en mis venas: uno de mis tatarabuelos Ponce de Leon, fué jefe de la Caballeria española en la guerra con el Araucano; otro, Lastania, fué Almirante de la flota española. Mas no me remonto en estos recuerdos, de miedo que mientan mis papeles de familia que me dan alto entroncamiento con los heroes de la batalla del Salado, y con el insigne Garcilaso, por mi bisabuela Loaysa y Lasso de la Vega, dama limeña, de la familia del primer Arzobispo del Perú. Otro guerrero, y este es de mi cuenta, fué Guillermo de la Barra que mandó la batalla de Moret en que murió el rei de Aragón sostenedor de los Albigenses. Fué este Guillermo uno de los Capitanes de Simón de Montfort y se le menciona en el poema de aquella Cruzada como se vé en Los Trovadores de su maestro el mui erudito Milá y Fontanals, sabio, pero no poeta, por mas que su cariño quiera concederle esa corona.

Vea pués hasta donde van mis raices españolas, en cuanto a la sangre, que en cuanto a los afectos son mayores, si cabe.

Pero, no necesitaba decirle todo esto, que, sin advertirlo casi, se me ha caido de la pluma, para que Vd. vea y palpe la adhesión por natural afecto, de los americanos a la madre España.

Ella, en si misma tiene bastantes elementos de grandeza para continuar con brillo sus gloriosas tradiciones y realizar sus destinos. La grandeza de las naciones y la felicidad de los pueblos, —Vd. bien lo sabe— no estriba precisamente en su estension territorial. Haya paz y justicia y habrá patria. ¡Ojalá el cielo los preserve del monstruo de la guerra civil!

En fin, largo he charlado, largo sobre todo para un hombre de tantas ocupaciones, y a quien quiero y admiro como sí lo tratara desde años atrás.

Alcanzo a desearle un año mas próspero para Vd. y para la noble España, y me despido ofreciéndome de Vd. mui respetuoso amigo y atento servidor Q.S.M.E.

E. de la Barra

Una pequeña demora en el envio de esta me permite agregar la traducción que en este momento concluyo de la Oda a Cloe, (que yo tengo hecha en tres formas) del catalán Monserrat y Archs, que Vd. elojia en su H. en España, de donde la tomo. He introducido lijeras variantes, como Vd. verá:

De mi te apartas, Cloe,
tal como la cervata
que en busca de la madre
a toda prisa escapa.
Teme los vagos ruidos
Del bosque y de las auras,
cuando la Primavera
rebulle entre las ramas.
Si algun lagarto, subito
ajita la hojarasca,
las piernas se le doblan,
tiembla hasta las entrañas.
Aguarda, no me huyas;
No soi la fiera hircana
que te imajinas, Cloe! ...
¡Fruta en sazón, preciada,
deja a la madre y sigue
al hombre que te ama!

Con encanto he leido su Horacio, que acabo de terminar, y me ha ocurrido preguntarme, si habré sido alguna vez horaciano sin saberlo? Creo que sí: al menos es del jénero El Arco de Ulises (paj 193 del 1. r tomo de mis Poesías) en contestacion a los mozos que no se conformaban con que yo me hubiese llevado los premios del certamen.

Tengo otras en el tomo 2.º, una, Gloria in excelsis , dedicada a Vd. (páj. 291) y otra a José Basterrica (páj. 245) como la Oda heroica La Sombra de Pizarro, 219, que mas bien serían leontinas.

Voi a echarme a buscar la segunda edición del Horacio en España para saborearla de nuevo, y estudiarlo y aprovecharlo. ¡Gracias mil por tan buena y provechosa compañia!

Vale

.

 

Obras Completas, XLVII (Bibliografía Hispano-latina clásica, IV), p. 408-418

Notas

[1] Se conservan estas y otras traducciones que hizo antes de enviar la carta; no las reproducimos porque han sido publicadas en el lugar mencionado en la referencia, además de en la obra de la Barra, Odas de Horacio, Santiago de Chile 1899.