Volumen 12 - carta nº 547
De AGUSTÍN VERDUGO
ABOGADO
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
Capuchinas, 8, México, 10 febrero 1894
Muy estimado y distinguido Señor: Fue en mi poder su honorifica carta en que se servia acusarme recibo de la mia, con que le acompañaba los dos primeros tomos de mi obra «Derecho civil mexicano comentado». Mucho agradezco á V. sus benévolas frases en favor de mi insignificante trabajo, que no tiene otro objeto, aparte la necesaria demostracion de que todas nuestras leyes, si se exceptuan las recientísimas constitucionales y de reforma, derivan de las de España, sino estimular á los verdaderos talentos de este país para que emprendan filosoficos comentarios de nuestra legislacion civil.
Con ésta recibirá V. los tres tomos posteriores, hasta hoy publicados, de la misma obra, que igualmente que los primeros, recomiendo á su benevolencia.
Por mediacion de D. Prisciliano M. a Diaz Gonzalez, uno de los abogados mexicanos que estuvieron ha poco en esa Corte, representando nuestra Patria, en el Congreso Ibero-Americano, se fundó, el año de 90 una Academia correspondiente de la Real Jurisprudencia de Madrid y de la cual tengo el honor de ser el último de sus miembros. Desgraciadamente y por nuestra natural desidia, esa Corporacion ha hecho muy poco digno de mencionarse, al extremo de que muchos de nosotros ansiamos que la primera oportunidad se presente para darle vida, pues sus estatutos encierran, siquiera sean medianamente cumplidos, gérmenes fecundos de provechosos estudios sobre la ciencia del Derecho en México. A nuestros deseos creo, sin embargo, que serán obstáculo la confusa verdad de personas escogidas para formar dicha Corporacion (y de ello no se tiene la culpa sino aquí mismo, pues desde aqui fueron propuestas), no menos que la falta de estímulo que nos domina desde hace más de treinta años, pues cansados y desengañados de tantas revoluciones intestinas y sin objeto, estamos viviendo como el convaleciente enfermo, solo atento á restaurar las perdidas fuerzas.
Mas como en todo las excepciones se imponen en esto no deja de haberlas, existiendo entre nosotros personas, que vean el actual estado de cosas como transitorio y aspiren á fundar ó por lo menos preparar algo nuevo, más en acuerdo que nuestro presente con la vida del espíritu, con las levantadas aspiraciones hacia lo ideal principalmente en materias de Derecho, y con los legítimos intereses de este pueblo, que no han de ser los del dinero y los negocios.
Asociado de todo corazon á estas ideas y no sin consultar antes con algunos de mis amigos, me permito indicarle la siguiente idea, que no dudo prosperaria brillantemente entre nosotros: ¿No sería factible establecer en México un centro correspondiente de las Academias de «Ciencias Morales y Políticas» y de la de la «Historia»? Me permito indicar á V. desde luego los nombres de Justo Sierra, profesor de Historia, Pbro. Arcadio Pagaza, Rector del Seminario Conciliar de esta Capital; Manuel F. de la Hoz, Juez de lo criminal, distinguido orador forense y notable escritor católico; Luis Gutierres Otero, abogado insigne, profesor en la Escuela Católica de Jurisprudencia de Guadalajara; Manuel Mateos Alarcon, autor de un excelente compendio de Derecho civil y Magistrado del Tribunal Superior del Distrito Federal; Prisciliano M.ª Diaz Gonzalez, abogado notable; Justo Benites, idem. y Manuel Flores, distinguido escritor y profesor en la Escuela Nacional Preparatoria. Por el momento no me acuerdo de otros. Si tales academias correspondientes se establecieran entre nosotros, no dude V. de que muchos espíritus que hoy se la pasan en una casi absoluta ociosidad, se apresurarian á producir no poco para nuestro escaso movimiento intelectual, con mucho bien de su necesitada Patria y esto bajo el amparo de su ilustre madre España.
A talento tan esclarecido como el de V. no se ocultará todo lo demás que en abono de mi idea no soy capaz de decir; por eso aquí concluyo esta carta, con solicitud de mil perdones por las molestias que ella pueda inferirle, repitiéndome con todo respeto su afmo. A.A. S.S.
A. Verdugo
Hispanoamericanos - Menéndez Pelayo , p. 5-7.