Buscar: en esta colección | en esta obra
Epistolario > Volumen 9 (Noviembre 1887 -... > Vol. 9 - carta 354

Datos del fragmento

Remitente JUAN DE DIOS VERGARA Y SALVÁ Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 26 octubre 1888 Lugar Santiago de Chile

Texto

Volumen 9 - carta nº 354

De JUAN DE DIOS VERGARA Y SALVÁ
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Santiago de Chile, 26 octubre 1888

Muy distinguido señor y amigo: por no haber recibido aún contestación á mis cartas de mayo y junio, ni por tanto, las explicaciones y datos necesarios para hacer menos infecunda mi empresa de acarrearle materiales que V. pueda avalorar en su grandiosa Biblioteca de Traductores, iniciada tan lucidamente con los de Horacio, no he empezado á darle las noticias sobre los traductores de la Biblia, pedidas por Vd. de un modo tan lisonjero para mí, que no hallo cómo corresponderle debidamente. He querido recibir aquellos prenotandos, para no incurrir en repeticiones ni perder así un tiempo más útilmente aprovechable para satisfacción de V. y mía.

Agradeciéndole de corazón la benévola cortesía con que ha recibido V. mis precipitados afanes en pro del buen nombre literario de mi patria, no sé ofuscarme para no reconocer que es pobre el contingente que lleva á la cultura clásica de los pueblos de raza española. Se ha mirado siempre, y se mira aún, como cosa baladí y propia sólo de muchachos de colegio, el cultivo de los estudios de humanidades, y tanto más el de los literarios; de manera que son contadísimos los hombres que, pasada la recepción del título profesional, vuelven á tomar la pluma para solazarse en aquellas obras que constituyen el más rico tesoro de las literaturas nacionales, y cuyos ensayos, si los hiiceron, miran con el desdén compasivo, ya que nó arrepentimiento, con que se olvidan ó se lloran lijerezas ó extravíos juveniles. Los estudios de Humanidades se consideran generalmente como el andamiaje forzoso para llegar al título universitario, y como á tal, se atiende sólo á apuntalarlos, á prestarles la mínima atención que pasar el examen requiere.

Muchas causas contribuyen á ello, y tal vez no sea de las menores el régimen parlante ó parlamentario que nos invade hasta en el hogar doméstico; sino que se ha dado en decir que los chilenos somos los ingleses del Pacífico, los yankees de Sud-América, y que debemos romper con la rutinaria enseñanza empírica del curso de humanidades y dar una tendencia positiva y práctica á la educación nacional. Time is money, se repite; fábricas, comerciantes, industrias, oficinistas científicos, necesitamos para realizar nuestro progreso...

Y la repetición incesante de estas ideas, preconizadas aun por hombres como Amunátegui, (M.L.), Vicuña, Mackena y Diego Barros Arana, - el primero y el último de los cuales han ejercido incalculable influencia en la instrucción segunda de toda la República, monopolizada por el Estado, á quien servían, así como la Superior, ha acabado por desacreditar casi los estudios literarios en general, y por poner como cosa vitanda los estudios de latinidad ú otros de los llamados por excelencia clásicos.

Desde 1857 empezó á combatirse en la misma Facultad de Humanidades de la Universidad por la abolición del estudio obligatorio del latin y del griego, abolición por que abogó ese año calorosamente en su discurso de incorporación en ella D. Gregorio Víctor Amunátegui, el amigo y colaborador de toda la vida de su hermano D. Miguel Luis. Adujo sobre todo argumentos que podríamos llamar económico-políticos, pues trató de presentar su tésis como un eco de las aspiraciones de los Padres de la Patria, y como una necesidad del estado actual de la civilización, que exigía conocimientos más ventajosos para el adelantamiento común.

De allí tomó base el fecundo polígrafo Benjamín Vicuña Mackena, miembro tambien de la Facultad de Humanidades, para publicar en 1858 un desenfadado escrito contra el estudio del latín, «uno de los primeros eslabones del oscurantismo colonial que la libertad tronchó entre sus manos».—Puesta la discusión en tan altísonas esferas, no es de admirarse que el sólido y erudito discurso que en defensa del Latin pronunció el Dr. D. Joaquín Larraín Gandarillas al incorporarse en 1863 en la Facultad de Filosofía y Humanidades, no tuviese otro resultado práctico que una indicación de Vicuña Mackena para que se suprimiese el estudio del Latín.

Como en ese año de 1863 ni en el siguiente se la tomase en consideración, la reiteró, más formalmente si cabe, en la sesión de 7 de abril de 1865, casi al mismo tiempo que el Dr. Justo Florián Lobeck (profesor del Instituto Nacional, y antes catedrático de la Universidad de Könisberg, consejero de Instrucción Pública y profesor en varios colegios de Alemania durante 20 años) presentaba una razonada indicación para que se impusiese «la obligación forzosa del estudio del Griego á los que aspiren á ser profesores de Humanidades, en los Colegios del Estado».—La Facultad, en presencia de estas contradictorias indicaciones de dos de sus miembros, resolvió abrir dictamen sobre ellas, y designó á sus mismos autores y á los Rectores del Seminario Conciliar de Santiago y del Instituto Nacional, D. Joaquín Larraín Gandarillas y D. Diego Barros Arana, para que la informasen sobre el asunto.

En sesión de 14 de abril de 1865 presentó Vicuña Mackena su informe particular (por no haber podido acordarse con sus colegas) en que pedía la abolición de «la enseñanza forzosa y general del Latin, porque el estudio del latin no es sino una reliquia de siglos remotos, sostenida hasta aquí sólo por la preocupación ó el exclusivismo aristocrático de los cuerpos docentes de la enseñanza, que produce profundos y lamentables males en nuestra sociedad, considerada como una comunidad inteligente y como una asociación libre y democrática». Esta fué la tesis; y la demostración correspondió á tamaños principios.

Muy de otra suerte procedieron los Srs. Larraín y Barros, quienes presentaron conjuntamente en esa misma sesión un breve, pero bien pensado informe, en que demostraron y sostuvieron la necesidad de «la instrucción clásica, que tiende sólo á disponer á los jóvenes con nociones elementales, para que puedan emprender mas tarde estudios de cualquier orden y profundizar sus conocimientos». Con el cual parecer coincidió el Dr. Lobeck, en su informe particular, presentado á la sesión siguiente, aunque arropó sus ideas con la pedantesca y fatigosa erudición de los Doctores germanos.

Con tales antecedentes examinó la Facultad de Filosofía y Humanidades las indicaciones hechas por Vicuña Mackena y Lobeck, y se sostuvo reñida discusión en las sesiones de 24 de mayo y 13 de junio de 1865, impugnando acremente los estudios clásicos Guillermo Matta, Miguel Luis Amunátegui, Joaquín Blest Gana y Vicuña Mackena, y apoyándolos Alejandro Reyes, Barros Arana, Domingo Santa María, Larraín Gandarillas y Lobeck. Los argumentos de los impugnadores no fueron sino ampliación de las tésis de Gregorio Víctor Amunátegui y de Vicuña Mackena; de manera que, llegada la votación, triunfó en la Facultad de Humanidades la sana razón, y por ocho votos contra cinco se declaró subsistente el estudio obligatorio del Latin ....... [1]

Así terminó por entonces aquella ardiente lucha que tuvo también por estadios la prensa y el Congreso, y en que se mezclaron las pasiones políticas y anti-religiosas ¡atacándose á la Iglesia Católica para defender la supresión del Latín! ...... [2]

Pero siguió el clamoreo, y la opinión pública, dócil sierva de las opiniones de los hombres que cual Amunátegui y Barros Arana se endiosaron como apóstoles del Estado docente y monopolizador, alcanzó al cabo de poco que un Ministro de Instrucción Pública, olvidadizo ó despreciador de las enseñanzas y de los deseos mil veces manifiestos del eximio humanista Andrés Bello, - declarase voluntario el estudio del Latín (el Griego nunca lo ha sido), y que otros consagrasen esa voluntariedad ó ignorancia en el «Plan de estudios del curso de Humanidades para los colegios nacionales», sobre todo en el dictado en 8 de noviembre de 1880, todavía vigente. Allí se redujo á tres años el aprendizaje del Latín, que puede siempre ser reemplazado, según el artículo 4.º, por el del Griego Antiguo; por el del Alemán; por el del Inglés y del Italiano; y por el del Inglés, de la Trigonometría Rectilínea y de la Mecánica Elemental Teórica y aplicada ....... [3]

Pero noto que me he dilatado desmesuradamente hablándole tan al por menor de cosas inútiles para las obras de V., puesto que versan sobre actos, si públicos, no menos desdorosos y compromitentes de algunas personas que aún viven y desempeñan puestos oficiales. Más el deseo de dar á conocer á V. las verdaderas causas de la decadencia, ó mejor dicho, de la falta, de los estudios clásicos en Chile, me ha movido á reseñarle parte de las campañas anti-latinas. Si ellas tuvieren interés para V., con el mayor gusto le completaría aquellos datos cogidos á vuelo de pájaro, y como a hurtadillas de mis tareas forenses, y le diría cómo se enseñaba y se enseña el Latín en nuestros colegios de segunda enseñanza para que V. juzgase si puede haber en Chile copia de poetas horacianos .—Por ahora advertiré á V. que el Griego sólo tiene cátedra oficial costeada por el Estado en el Instituto, Nacional, sito en Santiago, y desempeñada por un alemán, miembro de la Facultad de Humanidades, D. José Roenner. No la hay en ninguno de los Liceos provinciales ó departamentales; y para la del Instituto faltan los alumnos.—Algunos más cuenta el curso de Griego del Seminario Conciliar de Santiago, que desempeña el insigne Escriturario y controversista, Pbro. D. Luis Vergara Donoso, con cuya amistad me honro.

Para rescatar mis yerros terminaré dándole algunas noticias horacianas y virgilianas.

A las versiones de Horacio que antes he enviado á V., tengo que agregar una nueva traducción (Equam mementum ... [sic]) de Volados, — aquel bien intencionado jovenzuelo de quien remití á V. la del Eheu fugaces , — si menos infortunada, no más horaciana.

Aún no he podido obtener la que del Rectius vives leyó Ricardo R. Sálas Edwards en la Academia Filosófica de Sto. Tomás de Aquino, de la cual anticipé á V. noticia en mi carta de 16 de septiembre ppdo. Pero puedo ofrecer á V. (cometiendo quizás una infidencia perdonable fácilmente en la República Literaria) el comienzo y el remate de la versión, que espero conseguir pronto en su totalidad. Dicen así:

«No en la alta mar arriesgarás tu nave
«Ni foscas playas, por huir, Licinio,
«De la tormenta, ceñirás, si buscas
Vida serena.»
«Fuerte y sereno en los contrarios tiempos
«Muestra tu pecho, y si propicia el aura
«Sopla tu nave, las henchidas velas
Coge prudente.»

Por estas estrofas se puede colegir con cuánta felicidad ha llevado á cabo su obra el joven traductor, discípulo de Juan R. Sálas Errázuriz, el insigne intérprete del Carmen Seculare y otras piezas de Horacio y Virgilio.

En mis investigaciones, — que aun continúo y que distan en extremo de ser medianamente completas, — referentes á la bibliografía horaciana, he encontrado, además de lo que anteriormente he comunicado á V., una breve noticia de las traducciones é imitaciones horacianas de Francisco de Medrano, afortunado competidor de Fray Luis de León, publicada en el N.º 510 (de 17 de julio de 1877) de «La Estrella de Chile», por Enrique del Solar, quien reprodujo allí, para llamar la atención hácia Medrano, la invitación de la Profecía de Nereo , y alguna de sus poesías originales.

En la misma revista literaria «La Estrella de Chile» se publicó en los meses de noviembre y diciembre de 1871, en los núms. 214, 215, 216, 217 y 218, una serie de artículos titulados: «Horacio. Estudio literario», con la firma F. C. Z., cuyas iniciales parecen ser las del peruano Francisco Cipriano Zegarra, Secretario por aquel entonces de la Legación del Perú en Santiago. Son escritos muy someros, de moderado gusto, aunque á las veces asome un criterio hermosillesco ó de Gradus ad Parnassum en las apreciaciones entusiastas y cariñosas que Zegarra hace de Horacio y terminan así: «Todo es sombra al lado de ese manantial de viva luz. Horacio está aislado, solo, dentro de un círculo mágico que nadie osará traspasar, recibiendo los homenajes de la posteridad, homenajes que solo terminarán cuando las letras sean un anacronismo y las voces buen gusto hayan desaparecido de entre los idiomas del hombre».—Con ese tono, se ocupa primeramente en las odas, cuyos caracteres de «sublimidad, filosofía, elegancia, festividad, y, sobre todo, profundo conocimiento del corazon humano», trata de patentizar con variadas transcripciones del original latino, así como la «otra cualidad que Horacio tenía en común con casi todos los poetas, su parcialidad por las escenas campestres».—Luego expone, comparándolos con los de los satíricos antiguos y modernos, los méritos distintivos de las sátiras de Horacio, quien, «descubriendo un camino enteramente desconocido, critica nuestros defectos con franqueza, pero siempre sombrero en mano y pidiendo mil perdones »...—Trata en seguida de las epístolas , «composiciones especialísimas, difíciles de clasificar», cuyo «objeto, parece ser el de extender el imperio de las ciencias», objeto que «nadie mejor que Horacio podía lograrlo.»—Por último expone metódicamente las enseñanzas del Arte poética , siguiendo el orden del original, y llamando la atención siempre, como en las partes anteriores, hácia las descripciones, especialmente de la naturaleza, que se complace en transcribir.—Si este escrito tiene interés para V., tendré vivo placer en enviárselo.

En paquete separado envío á V. por este mismo correo los núms. 5 y 6 de la «Revista de Artes y Letras» con un notable estudio de Juan R. Salas E. sobre «la Égloga IV de Virgilio», en que resplandecen su erudición y buen gusto críticos. Asi mismo le remito el N.º 101 de la Revista antedicha, que contiene una magistral versión de «la Égloga I deVirgilio», hecha por el mismo Sálas Errázuriz; autor de la poesía que le incluyo por ser una de las que mejor caracteriza su ingenio.

Mande, como siempre, á su afmo. amigo q.b.s.m.

Juan de Dios Vergara Salvá

 

Chilenos de Menéndez Pelayo, p. 53-54.

Notas

[1] Puntos puestos por el mismo Vergara.

[2] Puntos puestos por el mismo Vergara.

[3] Puntos puestos por el mismo Vergara.