Buscar: en esta colección | en esta obra
Epistolario > Volumen 6 (Enero 1883 -... > Vol. 6 - carta 96

Datos del fragmento

Remitente EMILIA PARDO BAZÁN Destinatario MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Fecha 5 mayo 1883 Lugar La Coruña

Texto

Volumen 6 - carta nº 96

De EMILIA PARDO BAZÁN
A MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

La Coruña, 5 mayo 1883

Mi muy querido Marcelino: su carta de V. pide pronta respuesta; no diga V. pues, para su sayo, que le asedio con epístolas; no lo volveré á hacer, como dicen los niños, y V. no está obligado á imitar mi puntualidad ni mucho ménos.

No me conformo sin embargo con que la dilacion en escribirme sea síntoma reflejo de la dilación en hablar de San Francisco. Eso es darme dos disgustos á un tiempo, y sería añadir el tercero el que V. se creyese comprometido á escribir ese art.º sobre mi obra. V. está muy ocupado, y en cosas muy buenas, y seria notable impertinencia exigir que las dejase para empuñar el incensario ó las varillas de la crítica. Mi amistad es inalterable y no ha menester de nuevos cimientos en que apoyarse.

¿Cual de los dos, amigo mio, se equivoca respecto a Zola y el naturalismo? Porque los dos estamos de buena fe. En lo que V. me dice noto sin embargo un error de cuenta; y es que llama V. defensa á lo que solo es exposición crítica, y en muchos puntos, impugnación y ataques. Bueno que eso no lo vean los candorosos adversarios que cada dia disparan una piedrecilla á Zola; pero V. tiene obligación de verlo todo, todo, todo!

Yo no me atrevo á profetizar (segun indiqué tambien en mis art. os ) lo que será de esta nueva forma literaria; pero suponiendo que V. acierte y que dentro de 20 años haya cumplido el ciclo de su vida intelectual, no le sucederá ni mas ni menos que el romanticismo, que por ahí duró, sobre treinta años o poco más, y que no obstante fué (hoy nadie lo duda) grande, potente y necesaria transformación. Tampoco discutiré el valor de Zola, que sin embargo me parece muy digno de sentarse con Balzac á la tabla redonda; pero lo que es indudable es su influencia ó como dicen ahora, su dinamismo. Ese hombre es una fuerza literaria. Sus defectos y excesos, yo los he declarado en mis artículos antes que nadie.

Lo que hay en el fondo de la cuestion es una idea admirable, con la cual soñé siempre: la unidad de método en la ciencia y el arte. Ahí es nada! La division arbitraria ha desaparecido, y la observación y experimentación se aplican lo mismo á la novela que á los estudios anatómicos.—Esta madeja está todavía embrollada, pero si se desenreda, qué hermosa tela vá á tejer el siglo XX!

Vamos á lo otro. Me hace gracia el que V. se disculpe de tener que escribir la Historia de la Literatura española. Pues si es en V. un deber hacerlo, y no por oficio , sinó por otras razones más altas! No sé si recuerda V. que al decirle mi opinion sobre los Heterodoxos, le elogiaba sobre todo aquellas partes de la obra en que hacia V. biografia y crítica de escritores y le indicaba que la verdadera vocación de su pluma era la historia literaria! Nadie como V. para alzar el monumento que esperan con ansia las letras; nadie, y esto lo he repetido mil veces a cuantas personas me hablaron de V. «Sólo un hombre —decia yo a D. Gumersindo no hace dos meses— puede continuar y mejorar la obra de Amador de los Rios; solo Marcelino tiene hombros para soportar ese peso». Ya ve V. si me alegraré de que me de V. la razon y de que rinda V. á la patria el tributo que tiene derecho para reclamarle.

Cuando así me explico, ya comprenderá V. que no soy del número de las gentes superficiales que le relegan á V. al polvo de las bibliotecas, como si fuese un raton ó una polilla. Precisamente V. es para mí, no solo un sabio, sinó un gran escritor, que trae cosecha de ideas propias. No le pese á V., pues el lastre de erudición que lleva consigo; lástima que no se pueda repartir; ya veria V. si los que más desdeñosamente hablan de sus librotes ponian la mano para que les cayese algo.

Por lo que hace á mis proyectos, no sé lo que haré; pero desde luego los de V. no son obstáculo, antes me animan. Tengo en el magin varias cosas que necesito pasar al papel; solo que tambien necesito trabajar y estudiar mucho para no caer en los precipicios que V. me señala. Como yo me figuraba, su plan de V. es enteramente distinto del mio; cuando me dijeron que iba V. á sugetarse al de Taine —en el cual me habia fijado yo— pensé y con razon que ya podia renunciar á mi proyecto; más del modo que V. me indica será su obra, no se parece en lo más mínimo á la que yo deseo realizar. Diré á V. algo de ella, para que nada ignore.

Nació mi pensamiento queriendo hacer un estudio sobre Santa Teresa, la Venerable de Agreda, &. Ví lo dificil que me seria encerrarme en esos límites, y pensé entonces en una Historia de la literatura mística y ascética; pero me daba pena dejar á los historiadores, á los poetas y sobre todo á los narradores y novelistas; y entonces se me ocurrió ya hacer Historia general pero solamente de la literatura castellana. Jamás quise, ni querré abarcar todas las literaturas peninsulares; eso se queda para V. que está en el secreto; yo no, y aquí empiezan las diferencias que hacen imposible (aunque no existiesen otras razones), la competencia, que V. cree se podria establecr entre su obra y la mia. Tampoco quiero nada (en detalle) con los hispano-latinos, ni me dará mucho en que pensar la cuestión de orígenes. Tanto es así que el título de mi obra, si llega á publicarse, será este bien significativo: —Historia de las letras castellanas. Ya ve V. que mi plan es tan modesto como vasto el de V. y aun quien sabe si modesto y todo podré llevarlo á cabo. V. soltero y libre, puede firmar contratos con editores; yo, con tres chiquillos, presa aquí donde apenas hay Bibliotecas ni comercio intelectual, no me atrevo ni á figurarme cuando estará listo el primer tomo. ¡Sabe Dios lo que será de mí! Y sobre todo ¡sabe Dios si el convencimiento de mi escasez de fuerzas me impulsará á romper las empezadas cuartillas!

No tema V. pues que se le pase á nadie por las mientes servirse de mi libro para hablar mal del de V. Es decir, yo ya sé que de todo se puede echar mano; pero qué importarian tales niñerías caso que se produjesen? Me parece V. excesivamente modesto. ¿No conoce V. su propio valor? Es posible que crea V. que su obra va á quedarse así ad usum scholarum y no á ser la admiracion de la Europa sabia? No lo creo. Si mi librejo empezase á salir antes que el de V., seria un preludio; si después (que es lo probabilísimo) un comentario; y en cualquier caso, un acorde aislado que no puede ni oirse ante la grande y hermosa sinfonía que va V. á entonar.

Le felicito anticipadamente y le ruego que tenga más conciencia de su mérito y que no olvide á su buena amiga

Emilia Pardo Bazán

 

GAMALLO, D.: Laverde en Compostela, p. 241-245 (fragmentos).

Notas