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Epistolario > Volumen 6 (Enero 1883 -... > Vol. 6 - carta 40

Datos del fragmento

Remitente MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO Destinatario MIGUEL A. CARO

Texto

Volumen 6 - carta nº 40

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A MIGUEL A. CARO [1]

Mi estimadísimo amigo y compañero: Mucho placer recibí con su carta del 1.º de noviembre. Por una tarjeta postal mía habrá usted visto que también llegaron a mis manos los libros que últimamente me envió. Tampoco se ha perdido ninguno de los anteriores.

Supongo que ya habrán llegado a Bogotá algunos ejemplares del tercer tomo de mis Herejes. Hoy envio por correo un ejemplar de la nueva edición de mis versos (casi enteramente nueva como usted verá), que ha hecho en su colección el amigo Catalina, y ha encabezado con un prólogo discreto y amenísimo como suyo, don Juan Valera. Me agradaría que diese usted a conocer este libro en América.

No sé si he dicho a usted que recibí el Homenaje a Bello donde está la esmerada bibliografía que usted hizo. También he notado que el artículo sobre la poesía descriptiva y las Silvas americanas, que es, a mi entender, uno de los mejores trozos críticos que se han escrito en estos últimos tiempos, está mucho más completo que en la primera edición.

No ceso de reunir materiales y madurar ideas para la futura historia de nuestras letras. Servirá de introducción la historia de las ideas estéticas entre nosotros, cuyo primer tomo (Antigüedad y Edad Media) tengo ya muy adelantado. Cuando la historia de la literatura llegue, reclamo el auxilio de usted para la parte americana. Para orientarme, empezaré por consultar las bibliografías regionales. De Méjico puedo consultar aquí a Beristain (¿cuándo nos darán una reimpresión?) y tengo algunos libros de Icazbalceta y la Reseña de Agüeros. He recibido la Bibliografía colombiana del señor Laverde, con las notas de usted sub sigillo secreti, pero no tengo la Historia de Vergara, a quien veo que todos se refieren para el período anterior a la independencia. Del Ecuador nada tengo, pero escribiré a Mera, que me ha remitido algunas obrillas suyas. No se olvide usted de enviarme la prometida Histora de la literatura chilena de Medina, que, a juzgar por su volumen, debe contener material abundante y aquí desconocido. Del Diccionario Peruano, de Mendiburu, debe haber ejemplares en estas Bibliotecas, y a su tiempo procuraré verle, aunque debe tener poco de literario.

No deje de formar el prometido índice o nota bibliográfica de escritores y libros notables. Como yo tengo bastantes obras americanas, me será fácil indicar los datos que me faltan y pueden interesarme.

Reconozco la fuerza de los reparos que usted pone a mi plan de historia literaria. Con todo eso, y visto el sesgo que estos estudios llevan entre nosotros, creo que conviene hacer la historia amplia y comprensiva lo más que se pueda, y no limitarnos a la parte castellana. El concepto de nacionalidad literaria es, si yo no me equivoco, muy complejo, y debe resultar de la combinación del elemento geográfico, del elemento, etnográfico, quiero decir, de raza y lengua, y de otro elemento más íntimo y recóndito, que consiste, a mi ver, en aquellos principios capitales de la civilización española (peninsular y americana) y en aquellas cualidades nativas del ingenio español, y tradiciones artísticas, cuyo influjo se siente en nuestros autores, aun separados por largas distancias de siglos y de regiones, o por accidentales diferencias de lengua.

Creo como usted que la historia de la literatura española propiamente dicha no nace sino con las lenguas romances (castellana, catalana, gallego-portuguesa), pero creo también que sería hacer una historia acéfala como la de Ticknor, y dejar sin explicación muchos hechos, no dar idea, aunque sea en forma de introducción (que forzosamente ha de ser extensa), del desarrollo de la literatura latina y de las dos semíticas en la península, y sobre todo de los elementos que trajeron a la literatura vulgar.

Deben ustedes continuar la edición de Bello, y yo por mi parte se lo he encarecido a Catalina. Quedo muy honrado con hacer el prólogo del Orlando, al cual podrían añadirse, para completar las obras poéticas de su autor, los versos que publicó Amunátegui en su última biografía, los fragmentos del Sardanápalo de Byron, que deben de andar perdidos en algún periódico de Chile, y el Rudens de Plauto, si pudiera encontrarse.

Yo procuraré en la introducción compendiar el resultado de las últimas investigaciones sobre la epopeya caballeresca en Italia y sobre los orígenes del poema de Bayardo.

Muchas veces he tenido pensamiento de escribir sobre las poesías de Gutiérrez González, y cuento realizarlo, aunque hasta ahora me lo han impedido otras ocupaciones. Gutiérrez González es, a mi entender, uno de los poetas más americanos que han existido, y al mismo tiempo uno de los de más sincera inspiración lírica. Poco de falso, poco de artificial encuentro en él, y aun esto lo debe a la imitación romántica y zorrillesca. En lo que pone de su alma es delicado, íntimo y ferviente, lleno de gracia y de bondad nativa. Pero todavía más que como poeta de sentimiento, me agrada como poeta descriptivo y geórgico , de una especie propia y peculiar suya. Nada parece sacado de los libros, todo de la realidad viva. Tiene el sentimiento profundo del trabajo humano que todo lo ennoblece; y hasta los pormenores más prosaicos se idealizan y magnifican al pasar por su mano. Hay cierto alarde de simplicidad y rusticidad en todo, pero rara vez llega a ser afectado. Yo soy muy amigo de los provincialismos, y si acepto los de mi tierra, y los aplaudo en Pereda, tampoco puedo rechazar los de Antioquía, aunque me parece que Gutiérrez abusa de ellos a las veces. En suma, el poema sobre el maíz, me parece de un género desusado pero admirable y laudable: poesía sana, primitiva y agreste, llena de frescura y de impresión directa de lo exterior, percibida y mejorada por una alma íntegra y buena. ¡Dios nos de tales poetas, que siempre serán aves raras, así en América como en España!

Y ahora (pasando a otra materia menos agradable), tengo que dar a usted las gracias por la generosa campaña que en favor mío está haciendo, y de la cual me entero por los números del Conservador, que recibo y leo con vivo interés. Téngame usted al corriente de todo.

Navarro me ha encargado que proponga a usted el encargarse para su Biblioteca Clásica de la traducción de algún poeta latino, no traducido, o traducido mal antes de ahora. El preferiría las obras mayores de Ovidio: Metamorfoseos, Fastos, Tristes y Ponto.

El mismo editor desea dar a luz todo Byron, y que le traduzca nuestro Pombo. Me alegraría que esto sirviese de estímulo para decidir a usted y a él a dar una vuelta por España.

Se despide hasta el próximo correo su afectísimo y verdadero amigo y compañero,

M. Menéndez y Pelayo

 

Tomada de: Caro, Epistolario , p. 244-248.

Colombianos - Menéndez Pelayo, p. 102-105.

Notas

[1] Situamos esta carta sin fecha a finales de febrero 1883, ya que anuncia el envío de la nueva edición de sus poesías, aparecida en enero 1883.