Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > I : (ABENATAR–CORTÉS) > ARJONA, EL LICDO. JUAN DE

Datos del fragmento

Texto

[p. 190]

Dice Saavedra Fajardo en su República Literaria: «Este mismo tiempo alcanzó Juan de Arjona, y con mucha facilidad intentó la traducción de Estacio, encendiéndose en aquel espíritu, pero, prevenido de la muerte, la dejó comenzada, en la cual muestra gran viveza y natural, siguiendo la ley de la traducción, sin bajarse [p. 191] a menudencias y niñerías, como Anguillera en su traducción o paráfrasis de los Metamorfoseos de Ovidio.»

En un manuscrito titulado Granada o descripción historial del insigne reino y ciudad ilustrísima de Granada, bellísima entre todas las ciudades, compuesta en verso y marginada en prosa por un hijo de la misma ciudad, existente en la Biblioteca Nacional y escrito en 1621, se pone entre los hijos ilustres de la imperial ciudad al Licdo. Juan Arjona «que escribió su Tebaida, admirable, y la Mosca de Arjona».

Nicolás Antonio ignoró el nombre propio de nuestro traductor y púsole por ello entre los anónimos, mencionando allí la Tebaida y la Mosca, aunque con vaguedad harta.

Don Juan de Iriarte afirmo a D. Luis José Velázquez, según éste apunta en sus Orígenes de la poesía castellana (Málaga, 1754), haber visto la Tebaida traducida en verso castellano por un autor del siglo XVII. Referíase, sin duda, al trabajo de Arjona.

Tan escasas noticias corrieron de esta versión y de su autor hasta el año 1848 en que D. Adolfo de Castro publicó a nombre de Cervantes el discreto opúsculo intitulado Buscapié y en una de sus notas dió larga noticia y algunos extractos de la versión de Arjona, tomándolos de un manuscrito, rubricado en todas sus hojas como para la imprenta, que poseía el erudito gaditano D. Joaquín Rubio, correspondiente de la Academia de la Historia. En 1855 el mismo D, Adolfo de Castro prestó inestimable servicio a nuestras letras sacando a luz esta versión en el tomo XXXVI de la Biblioteca de Rivadeneyra. Desde entonces la versión de Arjona es muy conocida y apreciada de nuestros humanistas.

En un ms. que Gallardo describe con el título de Poética Silva, conservado en la biblioteca de Campomanes, se hallan una Silva al verano y unas liras dedicadas al Licdo. Andrés del Pozo, composiciones ambas de Arjona. La primera comienza:

Sopla alegre Favonio a mis espaldas...

y la segunda:

Del valle lagrimoso
Salud Menovio a su Constancio envía...
[p. 192] En cuanto a la Mosca, no hemos adquirido noticia alguna. Gallardo habla por incidencia, en una de sus papeletas, de cierto donoso poema sobre la tierra de Jauja, que atribuye a un Arjona, quizá distinto del nuestro. Uno de los héroes de la Mosquea de Villaviciosa es la Mosca de Arjona (llamada así por su patria y no por su cantor, como claramente advierte el poeta conquense), que tenía el mando de la Caballería en aquellas formidables huestes.

Pocas noticias biográficas de Arjona poseemos. Dalas su continuador Gregorio Morillo en el siguiente pasaje del prólogo de la Tebaida: del más insigne poeta de nuestros tiempos Lope de Vega Carpio cuyo abundante ingenio, qe. agora experimentamos, ha de ser memorable en los venideros, y para mayor alabanza suya, en los unos y en los otros increíble, correspondiéndose en muchas ocasiones con el Licdo. Juan de Arjona, en una, entre otras alabanzas, le llama alma de Estacio latino, significando la fidelidad qe. guardó en traducirle, q e . consta desta carta»

CARTA DE LOPE DE VEGA
Nuevo Apolo granadino,
Pluma heroica soberana,
Alma de Estacio latino
Que con tu voz castellana
Haces su canto divino;
Luz y gloria del Parnaso,
Que con ser difícil caso
Que antiguas hazañas lóes
Has de igualar a Camoes,
Y poner silencio al Tasso,
A tanta gloria me llama
El verme por ti subir
A la verde ingrata rama,
Que inmortal pienso vivir
A la sombra de tu fama.
Pues para que al mundo asombre
Ver que en el tuyo mi nombre
Cobra el ser que no ha tenido,
Mi Deucalïon has sido
Que de piedra me haces hombre.
Mas ya que tus plumas bellas
Con que a mil fénix te igualas,
Me suben a las estrellas,
[p. 193] No me pongas tantas alas
Que me perderé con ellas.
El Dédalo desta gloria
Al cielo de tu memoria,
Hecho un Icaro, me sube,
Donde en la primera nube
Me cuenta el viento su historia.
Miro las esferas altas
De tus virtudes y ciencias,
Con que su máquina esmaltas,
Y al sol de tus excelencias
Voy descubriendo mis faltas.
De tus letras el crisol
Hoy hace, Ovidio español,
Las mías puntos y tildes,
Que mis átomos humildes
Hacen más puro tu sol.
Fué tu discurso elegante
(Cuando quien soy considero)
Benignidad de elefante,
Que has apartado el cordero
Para pasar adelante.
Cuando pisarme pudiste,
En tus hombros me subiste,
Gran acto de fortaleza,
Pues tu profunda grandeza
Con mi bajeza creciste.
De tal suerte me aficiona
Con sus ingenios Granada,
Eruditísimo Arjona,
Viendo en cumbre la nevada
Tan excelente Helicona,
Que por lo que me aventajo
Más quisiera, aunque soy bajo,
Para vuelo tan sutil
Ser un jaspe del Genil
Que el mejor cisne del Tajo;
Al cual para vuestro lauro,
Si el alto cielo me torna,
Cuando torne el sol al Tauro,
Diré de qué suerte adorna
Su verde ribera el Darro.
Y llegando al monte nuestro,
Vos veréis cómo les muestro
Qué ingenios está criando,
Mas ¿qué mejor que mostrando
[p. 194] Aqueste discurso vuestro?
Tajo, en oyendo que os nombro,
De tal suerte crecerá,
Que dando en su monte asombro,
Para romperle pondrá
En sus peñascos el hombro.
Dirán Arjona las aves
Entre sus picos süaves,
Las ruedas os harán salva,
Dando de la noche al alba
En sus aguas vueltas graves.
Las ninfas, entre las faldas
De su vega, que serán
Un tapete de esmeraldas,
Pardas algas teñirán
De azules granos y gualdas.
Y subiendo de quilates,
Su valor a las que Eufrates
Tiene en sus indias alcobas,
Harán seda de las ovas
Y de la arena granates.
De sus cumbres envidiosas
Guadarrama por la sierra
Que brota hielos y rosas,
Hechas de nieveja la tierra
Esparcirá mariposas.
En fin, el verde distrito
De oro y de cristal escrito
Los arroyos dejarán,
De jaspes no, que serán
Como los sabios de Egito.
Vivid, pastor de Vandalia
Mil años para dar lustre
A España, a Apolo, a Castalia,
Pues es por vos más ilustre
Que por su Virgilio Italia;
Que vuestro voto solo
Alzará mi fama al polo,
Que es más justo que lo sea
A quien Arjona laurea
Que a quien califica Apolo.

No acabó de traducir el licenciado Arjona toda la Tebaida por su temprana muerte, aunq e . trabajó en ella más de seis años con ser en componer facilísimo y en el decir tan agudo, q e . por antonomasia le llamaban sus contemporáneos el fácil y el sutil, [p. 195] y en este modo, sin declarar su nombre propio, se le hizo a su muerte este epigrama»:

Aquel ingenio sutil,
Que a Estacio latino nombra,
A quien ofreció Genil
De sus márgenes alfombra
Y coronas de su abril,
Ya por la vía Láctea
Del Erídano pasea,
La ribera sacrosanta,
Y goza su frente y planta
De Ariadna y de Amaltea
.........................................

Lo qe. dejó por traducir son los tres últimos libros.»

Hasta aquí el licenciado Gregorio Morillo que suplió esta falta del modo que veremos en su artículo.

La Tebaida se ha impreso una vez sola, en el volumen titulado:

Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Tomo trigésimo-sexto. Curiosidades Bibliográficas. Coleccion escogida de obras raras de amenidad y erudición con Apuntes biográficos de los diferentes autores por Don Adolfo de Castro. Madrid. M, Rivadeneyra. Impresor. Editor. Salon del Prado, 8; 1855. 556 pp. 4.º mayor, desde la 63 a la 207.

La Tebaida de Estacio divídese, como es sabido, en doce libros y de ellos pertenecen a Arjona la versión de los nueve primeros. Esta traducción es admirable. Tiénela el señor D. Adolfo de Castro, según manifiesta en la advertencia preliminar, por el primero de los poemas épicos castellanos.

No nos atrevemos nosotros a decir otro tanto, por respeto a la Araucana, el Bernardo y la Cristiada, creyendo, además, que una traducción, por excelente que sea, no puede calificarse de poema épico castellano, dado que si tiene la elocución, fáltenle la invención y la disposición (como decían los retóricos antiguos), que son ya dadas por el autor traducido. Pero sí nos atrevemos a asentar sin recelo de controversia las proposiciones siguientes:

1.ª La traducción de Arjona es superior a cuantas se hicieron de poetas latinos en el siglo XVI, en el XVII y en el XVIII. Compárense con ella las más celebradas y se verá cuán distantes quedan de su mérito. La Eneida de Hernández de Velasco es [p. 196] sobremanera floja, desaliñada y prosaica en la parte de versos sueltos, aunque ofrezca más calor y vida poética en las octavas. Inferiores a ella son las demás traducciones del poema virgiliano, y sobre todo la de Cristóbal de Mesa. Las Églogas y Geórgicas, las odas horacianas y otras traducciones sueltas de Fr. Luis de León, aunque en ocasiones reproducen el espíritu del original, con verdad admirable y son de cierto mucho más poéticas de lo que comúnmente se imagina, pecan en la parte rítmica de infinitos descuidos, y aún el estilo es poco sostenido y baja de punto con frecuencia. Las traducciones sueltas de diversas odas de Horacio que intentaron diferentes humanistas y poetas, son cosa muy corta para que por ellas pueda juzgarse de las dotes que para este género de trabajos poseían sus autores. Los Metamorfoseos de Sigler son prosa rimada, y aunque les excedan en mucho los de Sánchez de Viana dejan todavía no poco que apetecer en corrección y en gusto. Las Heroidas de Diego Mejía, excelentes a trozos, flaquean en el conjunto. Llena está de extravagancias y rasgos de pésimo gusto aunque gallardamente versificada la Farsalia de Jáuregui, aparte de sus frecuentes infidelidades. El Robo de Proserpina de Faría, es más apreciable, pero ni la importancia ni el esmero de este trabajo son comparables a los de la Tebaida. Son insoportables todas las traducciones de la Poética de Horacio anteriores a nuestro siglo. El Lucrecio de Marchena, valiente en algunos trozos, abunda en malos versos, frases ramplonas, asonancias y otros cien tropiezos y escabrosidades. Por el contrario, ¡qué plenitud y majestad en la versificación de Arjona!; ¡con qué acierto interpreta el alma de Estacio, corrigiendo en muchas ocasiones su hinchazón, añadiéndole rasgos poéticos iguales o superiores a los del original que traduce y apartándose de él cuando conviene, sin faltar nunca, esto no obstante, a la fidelidad íntima, a la fidelidad del sentimiento y de la idea, la más respetable para todo traductor digno de este nombre! Pocos traductores de este siglo pueden llamarse iguales y menos superiores a Arjona. Burgos, en su Horacio, sobre toda ponderación excelente, superior a cuantas traducciones en verso conocemos en los idiomas neo-latinos; Pérez de Camino en su Catulo y en su Tíbulo más que en las Geórgicas; Ventura de la Vega y Maury en sus respectivas versiones de los libros 1.º y 4.º de la Eneida; Valera en la paráfrasis del Pervigilium Veneris; Antonio F. del Castilho [p. 197] en la traducción portuguesa de casi todo Ovidio, y Bendicho Qüilty en la castellana de los Argonautas de Valerio Flaco, pueden sólo arrebatarle la palma y aún pudiera decirse respecto a los primeros que la traducción de obras líricas o elegiacas, siempre de corta extensión, y la de cantos sueltos de un poema son trabajos de menor empeño que la de un largo poema, por añadidura muy de segundo orden. Porque, en efecto, es mucho más difícil dar realce y valor poético a la versión de una obra mediana como las de Lucano, Valerio Flaco o Estacio, que a una de las Geórgicas o de las Odas de Horacio. En las segundas sostiene el texto al traductor; en las primeras, tiene que luchar éste sin descanso con las desigualdades y faltas de gusto del original que traduce, desigualdades y defectos que, por añadidura, si pasan a su traducción, han de ponerse infaliblemente a cargo suyo por todos los lectores que no se tomen el trabajo de cotejar con el original lo trasladado. Por eso es de sentir, a pesar de la perfección de su obra, que Arjona gastara en la Tebaida el tiempo que pudo emplear en la Eneida, y que puesto a traducir una obra de la decadencia, prefiriera la de Estacio a la Farsalia de nuestro cordobés Anneo, que aun no ha tenido intérprete digno en castellano. Otro tanto pudiera decirse de Bendicho, que vertió con tanto y tanto esmero a Valerio Flaco, y de D. Juan Gualberto González, que con exactitud grande, aunque con menos poesía, hizo el mismo trabajo con las olvidadas églogas de Calpurnio y Nemesiano.

2.ª Arjona muestra en su traducción dotes eminentes de poeta narrativo, descriptivo y de sentimiento que bastan a darle un puesto señaladísimo entre los vates de nuestro Siglo de Oro, y sin duda el primero entre los del grupo poético llamado escuela granadina. Barahona de Coto es muy desigual e incorrecto; Gregorio Morillo muestra disposiciones aventajadas para la sátira, pero nos ha dejado muy pocas muestras de su ingenio en asuntos más propiamente poéticos; Tejada, aunque de expresión briosa y no falto de estro lírico, es hinchado y retumbante; Luis Martín, delicado y sencillo en los madrigales, tenía una sola cuerda, y no de las más vibrantes, en su lira; D.ª Cristobalina, sólo dejó retazos, aunque muy lindos; Pedro Soto de Rojas, amplificador y desleído en su primera época, fué gongorino impenetrable en la segunda; Pedro de Espinosa, sólo para la descripción florida tenía fuerzas bizarramente mostradas en la Fábula del Genil. [p. 198] Todos estos lozanísimos ingenios tienen algo de incompletos, domínales a todos la afectación y el amaneramiento, a veces con resabios de pedantería; sus asuntos, sus formas, su entonación, todo, tiene un carácter académico y contenido, no muy digno de loa. Por el contrario, Arjona, ingenio eminentemente reflector (si vale la expresión), calentado siempre al fuego ajeno, de igual suerte que Jáuregui o que Delille, poseía una gran variedad de expresión, diversificaba el tono según la calidad de los asuntos, a pesar del martilleo rígido y uniforme de Estacio, no le era inferior en dotes descriptivas, las más encomiadas en el latino, contaba con energía y desembarazo, vertía con exquisita ternura los trozos de sentimiento, no muy frecuentes en el original, y manejaba la octava como pocos, poquísimos versificadores castellanos de su siglo y de los siguientes. Tan acendrado y correcto en la frase poética como Herrera y otros ingenios andaluces, aunque menos rebuscado y más flexible, pocas veces incurre en prosaísmos ni en desaliño de frases, en raras ocasiones descaece y es un modelo de lengua y de metrificación, dignísimo de ser estudiado. Citaremos algunas, muy pocas, octavas en prueba de lo dicho, remitiendo a nuestros lectores al poema que deseamos conozcan y aprecien por entero.

En el libro 5.º hay la siguiente descripción de la muerte de un niño y del llanto de su ama:

En esto una serpiente horrible y fiera,
De la tierra en los senos engendrada,
Que santo horror de aquellos campos era
Temida de la gente y respetada,
Atravesó buscando la ribera,
De la gran sed rendida y fatigada,
Llena la abierta boca de veneno,
Espuma negra del profundo seno.

Con tres lenguas azota el corvo diente
En tres blancas hileras dividido,
Lleva corona en la dorada frente
Y fuego en ambos ojos encendido,
Era reverenciada de la gente,
Porque en aquellos campos la han tenido
Por consagrada al Dios que en paz y en guerra
Era conservador de aquella tierra.
..........................................................
Con la cola al pasar, la sierpe fiera,
[p. 199] Sin ver al triste infante que dormía,
Le tocó el tierno pecho de manera
Que luego le ocupó la muerte fría,
Mal formada al morir la vez postrera
Dió un solo grito en que favor pedía,
Y sin ver al autor de sus enojos,
Solo para morir abrió los ojos.
...............................................................
¿Quién en tan grande mal y en dolor tanto
Acertará a contar su sentimiento?
No tuvo algún humor para su llanto,
Que en sus entrañas lo encerró el tormento,
Ni voz para quejarse al cielo santo,
Mas cayendo turbada y sin aliento
Sobre el niño que estaba boca arriba,
Con besos busca el alma fugitiva.
Como cuando culebra cautelosa
Despojado el caliente nido deja,
Y con los pajarillos, perezosa
Del tronco y nido que robó se aleja;
La madre cuando vuelve, congojosa,
Llena de espanto, en torno dél se queja,
Y viendo en él aquel silencio nuevo,
Descarga el pico del inútil cebo.

Ya pendiente del aire está vacío,
Y ya sentada en una y otra rama,
Con triste son y con arrullo pío
A sus amados pajarillos llama,
Ya vuelve a visitar el nido frío,
Y viendo sangre en la desierta cama,
Y volando las plumas por el suelo,
Suelta la voz y se querella al cielo.
Así la triste Hípsipile, etc.
.......................................................
«¡Oh imagen de mis hijos verdadera,
Y alivio en el eterno desconsuelo
De mi negada patria, por quien era
Honra el servir y el padecer consuelo!
¿Cuál enemigo dios, qué parca fiera,
Qué infierno ha hecho o qué enojado cielo,
Tal estrago en tu cuerpo y en mí gloria?
¿Quién renovó de mi dolor la historia?»

«¿Eres tú aquel que sobre el seco prado
Alegre y retozando dejé agora?
¿Qué es de tu rostro como el sol rosado,
Y las mejillas que envidió la aurora?
¿Qué es del hablar risueño mal formado?
[p. 200] ¿Adónde está la voz dulce y sonora
Que muda mil palabras me decía,
Que nadie ¡ay triste! sino yo entendía?

«¡Qué de veces el largo y triste cuento
De Jasón y de Lemnos te contaba,
Y te miraba a mi dolor atento,
Cuando con mis querellas te arrullaba!
Con esto descansaba en mi tormento,
Y así mis desventuras consolaba,
Y yo te daba el pecho, cual si fuera
Ama no, sino madre verdadera.» Etc.

De esta manera está escrita la traducción de Arjona.

El códice que sirvió para la única edición hasta hoy hecha iba rubricado en cada una de sus hojas por Vallejo, escribano del Consejo, lo cual indica que Gregorio Morillo o algún otro le tuvo dispuesto para la estampa. El señor Estébanez Calderón poseía otro códice y Gallardo describe uno de letra de principios del siglo XVII, 479 hojas en 4.º, con 16 de principios. Por las señas debe ser el mismo que perteneció, en Cádiz, al señor Rubio y aprovechó para su edición D. Adolfo de Castro.

Notas