Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > BIBLIOGRAFÍA HISPANO-LATINA... > I : ACCIO-CATÓN > CALPURNIO SÍCULO, TITO

Datos del fragmento

Texto

Ediciones

I. GONZÁLEZ, Juan Gualberto.-Madrid, 1844.

T. Calpurnii Siculi ad Nemesianum Cartaginensem Opera Bucolica.

Tomo II de las  Obras en verso y prosa de D. Juan Gualberto González (Madrid, imprenta de Alegría y Charlain, 1844, páginas 47-168). Acompañadas de la traducción castellana de que hablaré inmediatamente, y seguidas de abundantes y curiosas notas.

Texto muy correcto, tomado, según creo, de los Poetae Latini rei venaticae scriptores, et Bucolici Antiqui de Bruce y Havercamp (Lugduni Batavorum, 1728).

Traducciones

II. GONZÁLEZ, Juan Gualberto.-Madrid, 1844.

Obras en verso y prosa de D. Juan Gualberto González. Tomo II. Comprende la traducción de las Églogas de Nemesiano y Calpurnio, y algunas traducciones y composiciones sueltas.

Madrid. Imprenta de Alegría y Charlain, 1844. 8.º

Las siete églogas de Calpurnio (texto latino en la parte inferior de las páginas, castellano en la superior), seguidas de notas, ocupan las páginas 47-168 de este volumen.

Prólogo.

«Los elogios que en su disertación sobre la égloga tributa Fontenelle a Nemesiano y a Calpurnio, hicieron que yo los buscase con interés luego que hube concluido la traducción de Virgilio; y que leidos, emprendiese tambien la de aquellos; no solo porque me parecieron dignos de que se renovase su memoria ya olvidada entre nosotros, puesto que nuestros antiguos poetas los leían y los imitaban; sino tambien por completar la versión de los [p. 357] bucólicos latinos, como lo había hecho el célebre don José Antonio Conde con los bucólicos griegos.

No tuve para ello auxilio alguno de comentadores, ni creyera que fuesen tantos los de unos autores de tan poco nombre que jamás se han impreso en España. Despues de concluidas, es cuando he visto en tres magníficas ediciones holandesas, cuánto han trabajado los eruditos humanistas en la interpretación y corrección del texto; y me sirvieron en parte para rectificar mi obra, aunque de confusión no pocas veces por la inmensidad de citas y de observaciones, las más de ellas inoportunas, al paso que guardan silencio en aquellos lugares en que más necesitaba yo de su auxilio.»

En lo restante de este prólogo, que es muy erudito, recopila D. Juan Gualberto lo principal que hasta su tiempo se había escrito sobre ambos bucólicos, dando preferencia a los juicios y noticias de Mr. Mirault que en 1774 publicó en Bruselas una traducción de estos dos poetas, acompañada de muchas notas y de un discurso sobre la égloga.

Por lo tocante a su propia versión, dice haberla hecho con menos rigor literal que las de Horacio y Virgilio, por tratarse ahora de poetas de segundo o tercer orden:

«En esta que ahora presento, no se disgustarán tanto los aficionados humanistas, al ver alguna vez alterados, aunque levemente, los pensamientos y los giros, en un texto no tan venerando como el de los primeros. No por eso me he dispensado de trabajar en la traducción con el propio esmero, procurando con el auxilio de nuestra lengua... conservar el tono natural y sencillo y alguna vez galano, propio de los pastores, sin desfigurar su condición con frases peculiares a los que son nacidos y criados en el trato civil de la ciudad.»

Las traducciones de D. Juan Gualberto González son, sin duda, de las mejores que en España se han hecho de poetas latinos, y aun pienso que en las de los bucólicos menores se aventajó a sí mismo, quizá porque la medianía de los poetas traducidos le indujo a tomarse más ensanches que en la interpretación demasiado rígida y ceñida que había hecho de la Epístola a los Pisones y de las Églogas de Virgilio. La locución en las églogas de Calpurnio y Nemesiano es más lozana y abundante, y está [p. 358] exornada con felices arcaismos y latinismos y aun con giros y frases de la lengua rústica y pastoril que contribuyen al efecto realista del conjunto, a la vez que le comunican cierto sabor de antigüedad patriarcal y venerable. El verso suelto está manejado, por lo común, con habilidad, aunque no faltan tropiezos y durezas. Los más nimios detalles del original están escrupulosamente respetados, y las sabias notas de la versión acreditan el prolijo estudio y la severa conciencia con que fué hecha. ¡Lástima que tal labor se emplease en poetas tan oscuros y tan poco dignos de salir de la oscuridad en que yacen! Por no sé qué fatalidad, Estacio, Valerio Flaco, Nemesiano y Calpurnio han tenido entre nosotros mucho mejor fortuna que Lucrecio, Catulo y Propercio. El poema latino mejor traducido al castellano es la Tebaida. Aun en esto se ve la indisciplina romántica y caprichosa de nuestro genio.

Muestras de la traducción de Calpurnio, por D. J. G. G.

De la égloga III:

No tanto se enmagrece la raposa
En rebuscada viña; no así queda
El tordo en olivar, alzado el fruto;
Cuanto pálido, triste y macilento
He yo quedado sin la Filis mía.
Sin ti ¡mísero yo! los lirios negros,
Las fuentes hallo sin sabor, y el vino
Se me aceda al beber. Mas si tú, Filis,
Venir quisieses, su blancura vieras
Cobrar los lirios, su sabor las fuentes,
Y grato ya al beber me fuera el vino...

De la égloga V:

El orden que tendrás en el gobierno
Ya de las cabras, de trepar amigas
Por lo fragoso, ya de las corderas
Que mansamente vayan por el valle,
Entiende pues agora. Cuando el canto,
De las aves anuncia ser venida
La dulce primavera; y de retorno
La golondrina, su gracioso albergue
Dispone con el lodo; harás al punto
Remover tu rebaño del abrigo
Do lo guardastes el invierno. Entonces
Se cubre de verdor la mustia selva
[p. 359] Y comienza a brotar y entrelazarse
En hojas sutilísimas la grata
Sombra que nos defiende en el verano.
Vístese el valle de pintadas flores,
Y resucita el año a nueva vida.
Entonces es cuando de amor la llama
Penetra en los ganados y se entrega
Amorosa la cabra a su marido.
Jamás empero la encerrada grey
Introduzcas al pasto, si no hubieres
De nuestra diosa Pales con ofrenda
Primero héchote amigo: pomdrás fuego
Al vivo césped, y la sal y harina
Ofreciendo piadoso, al genio invoca
Del lugar, y a tus Lares y a los Faunos.
Tíñase luego en la caliente sangre
La segur; y la víctima primero
Tres vueltas dé lustrando tus rediles.
¡Ea, sus! Cuando la cumbre de ese monte
Dorado hubiere el sol y la mañana
Templado un poco, lleva tu cabrío
Al matorral y al prado tus ovejas.
Y si estás e vagar, mientras el fresco
Con su rayo disipa, tus colodras
Espumando rebosen con la leche
Que las tetas hubiere retesado
La noche precedente: y harás de ella
Tus quesos y también a la mañana
De la que ordeñes puesto el Sol. Mas debes
A las paridas contemplar; no tanto
Quieras avaro ser, que por un queso
De mas, dejes sin leche a los cabritos;
Porque tu amor y principal cuidado
Ha de ser con las crías. Que si alguna,
Cuando a la tarde tu redil visites,
Recien parida por ventura topas;
No has de tener a menos en tus hombros
De llevarla y coger en tu regazo
El tembloncillo recental; que entonces
Débil, pudiera en pie tenerse apenas.
No lejos del redil al pasto lleves
Ni a muy distante selva tu ganado,
En tanto que de Jove la inconstancia
Turbe la primavera. No te engañe
La apacible estación; ya con serena
Frente al ves reir, ya en inertes lluvias
Se desata, y henchidos los torrentes,
[p. 360] Arrebatan las míseras corderas.
Mas luego que es el estío caluroso
Dilatare los días, cuando el ceño
De Jove ya no turbe la benigna
Serenidad del cielo variable;
Introducir entonces tu ganado
En el soto podrás, y del aprisco
Lejos buscar la yerba. Mas empiece
Tu rebaño a salir antes del día;
Que las húmidas auras muy sabroso,
Cuando, audentes los Euros, no se orea,
Hacen el pasto, y en la fresca grama
Se ve lucir el matutino aljofar.
Y cuando ya la gárrula cigarra
El bosque aturde, entonces tus cabrillas
Carea hacia la fuente: y no consientas
Que, luego en refrescándose, a los campos
Tornen; mas antes quiero las cobije
La sombra un rato de la añosa encina:
Que hasta que empiece a refrescar la tarde,
Que pareciere ser, el Sol cayendo,
Hora de la merienda; tu manada
No ha de volver al pasto, huyendo siempre
De los sombrios bosques: ni el ganado
Al caliente pesebre lleves antes
Que al sueño intenten en sus blandos nidos
Entregarse las aves, y en cuajados
Remansos a temblar la leche empiece.

Con la misma refinada llaneza y sabia rusticidad de estilo está escrita toda esta magistral versión, que debe tener muy presente todo el que emprenda traducir versos latinos en nuestra lengua.

Traducciones ocasionales

III. CARO, Rodrigo.-Sevilla, 1884.

Sobre el juego de la Morra.

Elegantemente Calpurnio en la égloga II.

Tyrsis et, o pueri, me judice pignora dixit...
Tirsis dijo: ¡Oh mancebitos!
Si mi juicio seguís,
No aposteis, no pongais prendas
[p. 361] En contienda pastoril;
Baste por paga al que vence
Haber vencido la lid,
Y que del triste vencido
Los demás se han de reír:
Y para que vuestros cantos
Más se puedan distinguir,
Eche tres veces la mano
Cada uno de por sí,
Y sin detenerse un punto,
Ellos lo hicieron así,
Siendo jueces sus dedos
que el pleito han de discernir...

Días Geniales o Lúdicros. Sevilla, 1884, pág. 155.

Reminiscencias en la literatura española

IV. GONZÁLEZ, Juan Gualberto.

Las recogió curiosamente D. Juan Gualberto González en las notas de su preciosa traducción castellana, y basta extractar lo que dijo.

Comentando Herrera la égloga primera de Garcilaso, hace este severo juicio de los bucólicos menores:

«Tuvieron estimacion Tito Calpurnio y Olimpio Nemesiano: Calpurnio, si seguimos el parecer de algunos hombres doctos, será príncipe de esta poesía despues de Virgilio, y tan cercano a él como Virgilio a Teócrito, y más igual que cercano; pero engáñanse en lo uno y lo otro, porque es sin fuerzas, flojo, hinchado y no compuesto. Mucho más castigado es Nemesiano. como siente Escalígero, y más dino de ser leido.»

Sin embargo, el mismo Herrera, en la elegía que empieza «Esta amorosa luz serena y bella», parece que no se desdeñó de imitar dos versos de Calpurnio (Ég. IV, v. 41-42).

Pascua Geryonis, liquidis ubi cursibus ingens
Dicitur occiduas impellere Baetis arenas.
Y con llena, espumosa, alta corriente,
Entra donde Neptuno la ancha y honda
Ribera ocupa y ciñe de Occidente.
[p. 362] V. BALBUENA, Bernardo de.

Balbuena, en una de las églogas de El Siglo de oro, imitó felicísimamente una frase de Calpurnio en la égloga V:

... et tremuli tremebunda coagula lactis.
¿Has visto los remansos más hermosos
De la leche cuajada,
Cuando temblando apenas deja verse?

Y en la descripción del cervatillo mostró tener presente, juntamente con la de Virgilio en el libro VII de la Eneida (v. 486 y siguientes), la de Calpurnio en la égloga VI (versos 32 a 45), como lo prueban las circunstancias en que conviene con ella, y que no están en Virgilio:

Tenía yo un manchado cervatillo,
Que los tiernos corderos retozaba,
Criado a hoja y flores de tomillo.
De mi mismo zurrón le regalaba;
Si acaso me escondía por el prado,
Con placenteras vueltas me buscaba
Por collar al erguido cuello echado
De mil conchuelas un sartal curioso,
Que me trocó un pastor por mi cayado,
En él de un fiero jabalí cerdoso
Por remate un colmillo, en blanco estaño,
Ligado con engasteartificioso.
En hechura, en belleza y en tamaño,
La luna de dos días ser dijeras,
Si dejaras llevarte del engaño.

Los versos de Calpurnio dicen así en la traducción de don Juan Gualberto:

¿No ves allá, entre aquellos blancos lirios
Un ciervo recostado? Pues aunque éste
Lo quiera mi Petála, será tuyo
Si quedas vencedor. De todo sabe,
Y a todo se acomoda: al tiro, al freno:
Si alguno le acaricia, inocentillo
[p. 363] Le sigue, y es tan manso, que él de suyo
Viene a la mesa y toma los manjares,
¡Vé qué enramada la gentil cabeza!
¡Cómo revuela, del airoso cuello
En torno y por los cuernos esparcido
Tanto listón! ¡Y mira cuál reluce
El cándido cabestro que en la frente
Tiene enredado! ¡Aquella hermosa franja
De cuentas de cristal orlada toda;
Que en derredor el vientre le rodea!
De blandas rosas los sutiles cuernos
Y la altiva cerviz lleva galana:
Y un precioso collar do cuelga un diente
De jabalí, como una media luna
Que en partes dos divide el blanco pecho.
Scit frenos, scit ferre jugum, sequiturque vocantem
Credulus, et mensae non
improba porrigit ora.
Adspicis ut fructicat late caput? utque sub ipsis
Cornibus, et tereti lucent redimicula collo?
Adspicis ut níveo frons irretita capistro
Lucet, et, a dorso quae totam circuit alvum
Alternet vitreas lateralis cingula bullas?
Cornua subtiles, ramosaque tempora molles
Implicuere rosae, rutiloque monilia torque
Extrema cervice natant ubi pendulus apri
Dens sedet, et nivea distinguit pectora luna.

VI FERNÁNDEZ MORATÍN, Nicolás.

Finalmente, D. Nicolás Fernández Moratín, en su égloga a los defensores de la Habana, Velasco y González, imitó la entrada de la égloga VII de Calpurnio:

Lentus ab urbe venis, Corydon. [1]

Notas

[p. 363]. [1] . A las imitaciones directas de Calpurnio, deben añadirse las que entraron directamente por medio de la Arcadia, de Sannazzaro, que es en gran parte un centón de los bucólicos antiguos. Vid. el estudio de F. Torraca La materia dell'Arcadia del Sannazzaro. Città di Castello, 1888.