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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOGRAFÍA HISPANO-LATINA... > I : ACCIO-CATÓN > AFRANIO

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Códices

I. AGUTÍN, Antonio.

Misceláneas Filológicas.

L. Afranii comoediae togatae. En el códice V-253 de la Biblioteca Nacional, primero de los dos que contienen los fragmentos [p. 24] recogidos por el sabio Arzobispo de Tarragona, de varios autores latinos, cuyas obras se han perdido. Al margen de cada fragmento se indica el libro de donde ha sido tomado, y se apuntan las variantes conjeturales. Los dos códices son en su mayor parte autógrafos.

Los fragmentos de Afranio, coleccionados por Antonio Agustín, pertenecen a las siguientes comedias: Abducta.-Aequales. Auctio.-Augur (aliter Augures).-Brundisini (aliter Brudisina , Brundusio).- Bucco Adoptatus (al margen «forte Laberius»). Cinerarius.-Compitalia.-Consobrini.-Crimen.-Deditio (aliter Seditio).- Depositum.-Divortium.-Emancipatus-Epistula commissa.-Exceptus.-Fratres (aliter Fratriae). Homo (aliter Nomen).-Ida.-Incendium.-Inimici (aliter Imi, forte Mimi).-Libertus.-Mariti.-Megalenses.-Materterae (aliter Matertera).-Pantaleus.-Patella.-Pompa.-Priapus.-Promus (aliter Primus). -Privignus (aliter Privigna). Proditus (aliter Prodigus, aliter Praeditus, forte Proelium).-Purgamentum.-Repudiatus (aliter Repudiator).-Rosa.-Sella (aliter Selia).-Simulans.-Sorores.-Suspecta.-Talio.-Temerarius.-Thais.-Virgo.-Vopiscus.

Siguen los fragmentos de colocación incierta; todos los pasajes de los antiguos relativos a Afranio, y los textos in integrum de los gramáticos y otros escritores que trasladan fragmentos suyos. Añade Antonio Agustín un comentario sobre la métrica de estos fragmentos.

Folios 1-38 del citado códice. El comentario parece de letra del Arzobispo; lo restante, de su amanuense.

Estudios críticos.

II. MIGUEL, Raimundo, y MORANTE, Marqués de.-Madrid, 1864.

Cuestión Filológica. Un Fragmento de Afranio explicado por Don Raimundo Miguel, catedrático de Retórica y Poética del Instituto de San Isidro de Madrid, y el Marqués de Morante, antiguo catedrático de Derecho Canónico en la Universidad de Alcalá de [p. 25] Henares. Madrid. Imprenta y librería de Don Eusebio Aguado, Pontejos 8. Febrero de 1864. 4.º, 60 págs. y una de erratas.

«Hace algunos meses que en la acreditada Revista científica y literaria publicada en París con el título de Revue de l'Instruction Publique de la Littérature et des Sciences en France et dans les pays étrangers, se agitó una cuestión filológica... con motivo de la interpretación de un fragmento del poeta latino Afranio en elogio de las viejas, que, conservado por el gramático Nonio Marcelo, dice así:

Si possent homines delenimentis capi,
Omnes haberent nunc amatores anus.
Ætas et corpus tenerum et morigeratio,
Haec sunt venena formosarum mulierum;
Mala aetas nulla delenimenta invenit.

M. L. Quicherat, Nonce Rocca y Fred. Dübner tomaron parte en esta pacífica contienda, y cada cual adujo sus razones para explicar, según su propio criterio, el pasaje de Afranio. Nosotros fuimos siguiendo con ávida curiosidad el curso de la polémica, y leímos con vivo interés los artículos razonados que con tal ocasión vieron la luz pública en los números de la Revista mencionada correspondientes al 2 de abril, 21 de mayo y 4 de junio de 1863; y aun cuando teníamos formada nuestra opinión particular en orden a la inteligencia del pasaje debatido, aguardábamos a ver si algún otro expositor se lanzaba a la palestra, para ilustrarnos con sus observaciones, o tal vez rectificar nuestro juicio... Pero han transcurrido siete meses, y la cuestión, al parecer, se ha dejado por terminada, pues nada hemos vuelto a ver que diga relación con ella en las columnas de la Revue de l'Instruction Publique. [1]

En este concepto, y teniendo en cuenta que las cuestiones filológicas, cuando se refieren a una lengua sabia como es la latina, no pertenecen exclusivamente a un país determinado, sino que interesan a todos los pueblos que rinden culto a la divina antigüedad, y muy en particular a los que, como el nuestro, [p. 26] derivan su propio idioma de aquella fuente, sea permitido que, respetando las opiniones manifestadas por los doctos críticos del vecino Imperio... se atrevan dos españoles a manifestar la suya: no porque presuman de haber descubierto con evidente seguridad la intención del poeta, sino por incitar más bien a los grandes hombres esparcidos en el mundo literario, a que concurran con sus luces al esclarecimiento de este, al parecer, tan difícil pasaje, que, en nuestro humilde juicio, puede explicarse de dos modos.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

La contradicción aparente que se advierte entre los versos primero y quinto del fragmento... movió al profundo Quicherat a interpretarle; y para deducir una consecuencia natural y lógica, no encontró más medio que el de sustituir el adjetivo multa al adjetivo nulla, quedando el verso corregido de esta suerte:

Mala aetas nulla delenimenta invenit.

Aceptando la variante, preciso es confesar que no hay cuestión. Pero ¿puede, debe aceptarse? Tanti viri pace, creemos que no. Y esto, no ya precisamente porque siempre sea cosa grave la enmienda de un texto recibido, según confiesa el mismo Quicherat, pues como oportunamente observa Dübner, eso únicamente podría asustar a los que desconocen las malas mañas de los copistas, sino por las razones que luego aduciremos.

N. Rocca, por su parte, impugnando la variante, adopta la lección primitiva y quiere salvar el sentido racional del pasaje, tomando el delenimenta del primer verso pasivamente, esto es, como una ventaja poseída por la vejez, y activamente en el quinto, según la influencia que esa vejez puede ejercer sobre el corazón de los demás.

Dübner, examinando las dos opiniones, se inclina más bien a Quicherat, aunque sin aceptar la enmienda por él propuesta, y sin decirnos de una manera clara y terminante cómo se salva en este caso el sentido del pasaje... [1]

[p. 27] Parécenos que ante todo conviene fijar el sentido de algunas voces... Tales son delenimenta, venena y mala aetas.

En cuanto a la primera, sostienen Miguel y Morante que delenimenta no ha de entenderse por los artificios de la coquetería, como traduce Quicherat, ni por seducciones, como N. Rocca y Dübner, sino por «otras prendas verdaderamente amables y propias de la edad adelantada, como la madurez, la fijeza, la constancia, la prudencia, el conocimiento del corazón humano, etcétera, etc., prendas que a los ojos de la filosofía valen más que el venena de las jóvenes...» Y todavía añaden, con notoria candidez y feliz ignorancia del mundo, que «lo último que, generalmente hablando, debemos suponer en las viejas, son los artificios de la coquetería, harto más propios de la edad juvenil, y más frecuentes, por lo tanto, en ella.»

Delenimentum tiene dos sentidos: uno odioso (pro illecebra et invitamento ad prava) y otro favorable. Mas tratándose aquí de hacer el elogio de las viejas, o por mejor decir de las mujeres de cierta edad, y sirviéndose el poeta de esta voz con ese fin, es indudable que la toma en la acepción segunda. Delenimentum, pues, à deleniendo, en su acepción favorable se dice todo lo que aplaca, suaviza, mitiga, encanta, encadena, etc.; y para condensar la significación de un sustantivo en otro, siquiera tengamos que valernos de una circunlocución, diremos «que delenimenta en nuestro caso significa aquellos atractivos que pueden ganar las voluntades por el valor positivo que en sí tienen...»

[p. 28] En el candorosísimo párrafo siguiente me parece que los autores aluden al socarrón del Dr. Camús, cuyo parecer conoceremos en seguida:

«Un amigo nuestro, muy ventajosamente conocido en la república de las letras, persona de gran capacidad, de sólida instrucción, profundo conocedor del idioma latino, muy versado en el estudio de la clásica antigüedad, y a quien no citamos por su propio nombre, temerosos de ofender su modestia, conviniendo con nuestras opiniones en todo lo demás, juzga, sin embargo, que delenimentum se toma en el lugar que analizamos pro illecebra atque incitamento ad prava, pro invitamento ad lubrica atque obscena; y no así como quiera, sino con la idea accesoria del refinamiento del vicio llevado a su última exageración. Permítanos nuestro ilustre amigo que en esto no pensemos como él. ¿No conviene con todos los intérpretes en que el fragmento del poeta tiene por objeto hacer un elogio de aquellas mujeres (anus) quæ delenimentis homines capere nequeunt? Luego se presupone que las tales habent detenimenta. Y ¿cabe hacer un elogio serio y formal de personas entregadas a lo más refinado del vicio, y precisamente por esa detestable cualidad...?

Por otra parte, si delenimenta hubiera de tomarse en esa acepción innoble, más bien convendrá a la edad juvenil, de suyo atolondrada y sujeta a las borrascas de las pasiones, que no a la de aquellas que el poeta designa con el nombre de anus, en las cuales la luz de la razón, el conocimiento de las mundanas vanidades y la acción del tiempo, que nunca pasa en vano, calman, si no extinguen del todo, templan y modifican los afectos del corazón. Tradúzcase delenimenta por el refinamiento del vicio, y haremos decir al poeta un disparate, puesto que vendría a caracterizar la edad madura con una de las notas o distintivos que convienen más bien, si no exclusivamente, a la juventud. Esto sería tanto más chocante cuanto que en el fragmento de Afranio se ponen evidentemente en contraste las dos edades, con la marcada intención de hacer el elogio de la una a expensas del vilipendio de la otra...»

Más atinada y aun enteramente admisible es la observación siguiente:

[p. 29] «Hay que notar, además, que el poeta, al decir omnes anus, verosímilmente usa esta palabra en sentido hiperbólico, llamando viejas, como ya hemos apuntado, a las mujeres de cierta edad, pues tratándose de la mujer, y señaladamente en materias de amor, tal vez se llama vieja a la que aún no ha cumplido los seis lustros. Muévenos a sospecharlo así la consideración de que si Afranio hubiera tomado la palabra en todo el rigor de su sentido recto, parece que no podía atribuirles esos delenimenta que desde luego reconoce en ellas... ¿Y cabe suponer delenimenta, por regla general, en mujeres que ya pasan de sesenta años, cualquiera que sea la interpretación que se haga de ese sustantivo? Parece que no; y por lo mismo juzgamos muy probable que Afranio quiso significar con la palabra anus, tomada hiperbólicamente, las mujeres de cierta edad, las que el vulgo designa entre nosotros con el nombre de jamonas.

Pero pasemos a la palabra venena. Ésta, como delenimentum, es también un vocabulum medium que, según las circunstancias, puede tomarse en buena o en mala parte en su sentido recto. Mas aquí está empleada en el figurado y en la acepción más fuertemente odiosa, como lo prueba el hallarse contrapuesto a delenimenta, traído para hacer el elogio de las mujeres que ya salieron de la juventud, y el estar determinada por el demostrativo haec (haec sunt venena), palabra conocidamente enfática en este lugar...»

El valor de estos argumentos queda en gran parte disminuído con la siguiente involuntaria confesión:

«Por otra parte, no debemos perder de vista la corrupción de costumbres de la época en que escribía Afranio, corrupción de que ni aun él mismo se vió libre, pues al ensalzarle como poeta cómico el siempre cuerdo Quintiliano, no puede perdonarle ese defecto. «Togatis- dice- excellit Afranius; utinamque non inquinasset argumenta foedis amoribus, mores suos fassus.»

Se esfuerzan luego con poca fortuna nuestros humanistas en declarar, o más bien en torcer, el sentir del mala aetas, donde está, a su juicio, la clave principal del enigma. Lo mismo Quicherat que Rocca y Dübner, y antes que todos ellos Gaspar Scioppio, habían entendido, con la autoridad de Nonio Marcelo y de [p. 30] los textos citados por él, que mala aetas quería decir la vejez. A esto contestan R. Miguel y el Marqués de Morante que:

«Mala aetas, aisladamente considerada, es una cosa indefinida, y sólo pueden determinarla los adjuntos y circunstancias del período... Tan mala puede ser la juventud por su natural inexperiencia, por el flujo y reflujo de las pasiones, etc., como la vejez por las incomodidades y molestias que la cercan.»

Todo esto puede ser verdad, pero lo importante sería encontrar algún texto antiguo en que la frase hecha mala aetas, que los poetas aplican siempre a la vejez, significase la senectud.

Rechazan luego la corrección, arbitraria, aunque ingeniosa, de Scioppio, que quería resolver la contradicción de los versos primero y último de este fragmento, leyendo en el primero Ni en vez de si .

Y resumiendo todo lo dicho, opinan que:

«El poeta, para hacer el elogio de la edad madura en la mujer, contrapone las prendas del alma (delenimenta) a las del cuerpo (venena). Reconoce las primeras en las mujeres de cierta edad (anus), y las segundas en las jóvenes (formosarum). Si los hombres supieran apreciar las dotes del alma ( si delenimentis capi possent), rendirían culto a la mujer madura que las posee (omnes anus haberent amatores); que se dejan seducir más bien de los encantos juveniles (haec sunt venena formosarum), a pesar de que las jóvenes no atesoran aquellas otras bellas cualidades (mala aetas nulla delenimenta invenit).

Con arreglo a las consideraciones que preceden, creemos que puede hacerse del pasaje la siguiente traducción, que nous chargerons un peu, à dessein, como dice Quicherat:

Si a rendir a los hombres alcanzaran
Hoy las prendas del alma por ventura,
Sin amantes las viejas no quedaran:
La tierna edad, la juvenil frescura,
La fácil complacencia,
Son armas venenosas
Con que suelen triunfar sin resistencia
Del hombre las hermosas;
Que en esa ardiente edad fascinadora,
Otras prendas el alma no atesora.»
[p. 31] A modo de digresión, la emprenden con Gaspar Barth, o Barthio, que en su Adversaria (lib. XXVII, cap. II, fol. 863, Francfort, 1648) se empeñó caprichosamente en restringir el sentido de los delenimenta, o como él lee, delinimenta, a los afeites de la cara, y en quitar a la voz morigeratio la significación obscena que constantemente tiene en Plauto y otros poetas antiguos.

Pero todavía queda a nuestros aventajados humanistas algún escozor acerca de su interpretación, especialmente en lo que toca al mala aetas, y proponen otra como subsidiaria.

«Dijimos que el pasaje podía explicarse de dos modos: pasemos, pues, a ver el segundo. Este es en un todo conforme con el primero, menos en el último caso, que podría exponerse, sin contradicción, en el sentido de los que quieren que mala aetas designe la vejez. Para esto es preciso dar al adjetivo nullus un sentido diverso del que le dan los doctos críticos que han tomado parte en esta honrosa lid; sentido que ya llegó a entrever N. Rocca, pero que no explanó con toda la claridad apetecible... Nullus puede considerarse aquí, no como un simple determinativo, sino como calificativo, en la significación de nulo, inútil, de ningún peso, sin importancia, sin fuerza, etc., en el sentido mismo que le usa Cicerón (ad Quint. fratrem, 3, 4): Sed vides nullam esse rempublicam, nullum Senatum; no porque no hubiese República, no porque no hubiese Senado, cuando así hablaba, sino porque uno y otro en aquella época eran como si no fuesen...

Esto supuesto, y teniendo en cuenta que el verbo invenire es uno de aquéllos a los cuales por una construcción latina muy frecuente puede juntarse un adjetivo, fundiéndose en él, por decirlo así, para expresar entre ambos una sola idea total, no hay inconveniente alguno en traducir literalmente el último verso diciendo: Mala aetas, la triste edad (la vejez), invenit nulla, encuentra nulos, ineficaces, inútiles, delenimenta, sus atractivos o prendas. De este modo se salvan el sentido y la exactitud del raciocinio. Admitida esta interpretación, la traducción sería la siguiente:

Si a rendir a los hombres alcanzaran... etc.
Que a la madura edad no dan la palma
En las lides de amor dotes del alma.
[p. 32] «Tales son los dos medios que nos ocurren de interpretar racionalmente el pasaje de Afranio, salvando la gramática, el sentido y la exactitud del raciocinio del poeta. Ambos convienen en todo, si se exceptúa el último verso. Sin embargo, la verdad es una , indivisible, y no puede hallarse a la vez en dos puntos distintos. Si la primera interpretación es la verdadera, seguramente es falsa la segunda; y al contrario; suponiendo que, como creemos, haya exactitud en una de las dos. Si después de todo se nos pregunta a cuál miramos con mayor cariño, no vacilaremos en contestar que a la primera, no por otra razón, sino porque el sentido del último verso parece en este caso hallarse ya embebido en los dos primeros, o más bien en el segundo, que cierra el sentido de la proposición condicional.»

Firman este folleto, en 3 de febrero de 1864, el Marqués de Morante y Raimundo Miguel.

Esta erudita disertación, que de todo tiene menos de convincente, pero que está razonada con ingenio y habilidad, fué la primera pieza de un largo proceso filológico, cuyos documentos proseguiremos exponiendo por orden de fechas.

III. CAMÚS, Alfredo Adolfo.-Madrid, 1864.

Carta al Marqués de Morante y a D. Raimundo de Miguel sobre un fragmento de Afranio.

Publicada en La Democracia (21 de febrero de 1864), y reproducida en La Discusión de 28 del mismo mes: periódicos de Madrid uno y otro.

Me complazco en salvar del olvido este ingenioso artículo, que puede dar alguna idea del singular donaire de su autor a los que no llegaron a tratarle. En mi concepto, la interpretación de Camús, restaurando a su modo la perdida comedia de Afranio, es más ingeniosa que plausible; pero la carta, llena de erudición y desenfado, en que explanó su parecer, es, quizá, de todos sus escritos, el único que parece trasunto fiel de sus pláticas familiares, tan caprichosas y errabundas, tan ricas de extrañas ocurrenrrencias y de filigranas de erudición.

[p. 33] EXCMO. SR. MARQUÉS DE MORANTE:

Mi antiguo y siempre venerado Rector:

SR. D. RAIMUNDO MIGUEL:

Mi buen amigo y docto compañero:

Grande ha sido mi alborozo, lo declaro en puridad, señores míos, de ahora para en adelante, y grande también mi curiosidad al recibir la eruditísima disertación, apellidada por ustedes CUESTIÓN FILOLÓGICA, acerca de un fragmento del poeta cómico latino Lucio Afranio, de muy difícil y oscura interpretación. También es fuerza que declare que ha sido tal la afición que en mi ánimo movió este reciente y bien logrado parto de sus doctas y fecundas plumas, que hubo de parecerme breve, y tan sabroso como breve, el tiempo que invertí en leerla de un golpe, de corrida y sin parar, o, como dice el vulgo, de un tirón, de cruz a fecha, y de cabo a rabo.-¿Y cómo no?-Cuando por toda ella campean a porfía lo profundo con lo bien sazonado de la erudición, la claridad con el rigor del raciocinio, lo castizo con lo galano de la castellana frase.

Pero luego que llegué también a leer la misiva que iba adjunta, y como escondida la taimada entre las últimas hojas del exquisito impreso, y a la que entre congojas estoy contestando ahora; si en aquél, para mí angustioso instante, soy mujer nerviosa y bonita en sarao, visita o baile, a mí me diera de fijo un patatús o cualquiera otro accidente por el estilo. ¡Yo, mero espectador asentado en las últimas y más oscuras gradas de la ima cavea, invitado y hasta con cariñosa violencia obligado a penetrar en la arena en que luchan tan denodados atletas como el hábil latinista y lexicógrafo M. L. QUICHERAT, el literato NUNCIO ROCCA, el señalado filólogo y helenista FEDERICO DÜBNER, de una parte; y de otra, el señor MARQUÉS DE MORANTE, a quien gustosamente rinden merecidas parias cuantos en nuestra España, más romancista hoy que lo que debiera por sus orígenes, su lengua y su literatura, se consagran al culto de las buenas letras latinas; y, por último, el ejercitado humanista D. RAIMUNDO MIGUEL, que reúne a las muchas prendas de su buen ingenio [p. 34] la aprovechada experiencia de un largo y honrado magisterio! ¿No es éste el momento de exclamar con el gran Lope:

«En mi vida me he visto en tal aprieto?»

Y nótese bien que el caso es grave y me importa mucho. Cuando tal dice el poeta, no le piden sino un sonetillo de mala muerte y de tres al cuarto; y él es quien es, esto es, el fénix de los ingenios, el inmortal gigante del español Parnaso; y no tiene que habérselas a solas más que con una mujer, la que con ser aficionada a sonetos y todo, al fin es mujer; y que con catorce sacudidas de su fecunda y robusta péñola le era fácil engendrar, sin hercúleo esfuerzo, los catorce endecasílabos que se le pedían, con sólo querer, y dejar contenta y satisfecha a cualquiera honrada hembra, que pide sonetos, aun cuando tuviera por nombre un nombre más violento que el de Violante. Pero yo, pobre de mí, tengo que habérmelas nada menos que con esos cinco fortísimos y diestros gladiadores literarios, el uno francés, el segundo italiano, el tercero alemán, el cuarto y quinto españoles; y cuando, para colmo de mis males, me paro a considerar que cualquiera de estos dos últimos, tomado a solas, vale tanto por lo menos como aquellos tres, tomados en junto y dadas las manos, me da tal miedo, que siento achicárseme cobarde el corazón y me acometen soponcios y bascas de muerte.

¡Si yo pudiera hurtar el cuerpo y volver el rostro como quien disimula y se desentiende, sin pasar plaza de ruín cobarde, sin incurrir en la fea nota, que es la más negra, de descortés y mal criado! Diera de buen grado todas las migajas, los fragmentos todos, sin exceptuar siquiera el de los cinco versos, conservados como en sal para mi tormento, por ese Nonio Marcelo de todos los diablos, que nos quedan de las comedias de Afranio. Porque entonces no hubiera habido contienda; ni a mí me sacaran de mis casillas como quinto de por fuerza, para llevarme a mí, raso soldado, a pelear en una guerra en que se baten graduados capitanes; antes bien, yo me estaría, como suelo, metido en la concha, muy quieto y agazapado como conejo en madriguera y sin chistar; ni habría ocasión para mover tanto alboroto, para sacudir el polvo a tanto libro viejo, que bien se están durmiendo en los estantes, aunque no los lean para roer los huesos de los que [p. 35] vivieron en tan remotas edades, para sacar nuevamente a la plaza, y como a la vergüenza, las humanas flaquezas de pasadas civilizaciones, retratadas al natural por los poetas cómicos de aquellas antiguas y clásicas literaturas; ni yo me viera, ¡ay de mí, triste! obligado y como reo en potro, a decir: «esta boca es mía»; y la paz de Dios estaría con todos; y todos nos estaríamos callados como muertos en cementerio; a todos nos estaría bien y a mí mejor. Que «al buen callar llaman Sancho», y «en boca cerrada no entran moscas», «ni por ella salen disparates si no se descose», añado yo de propia cosecha. Y pues de refranes trato, y me hallo, como dijo el otro, «con las manos en la masa» y «a la ocasión la pintan calva», «cójola por un cabello», si es caso que alguno tiene, siendo como es calva; cójola por un cabello, vuelvo y repito, para rogar a la Academia Española que, si por acaso diere algún día a la estampa el prometido Diccionario de castellanos refranes, como cosa de lengua, según a mí se me alcanza, que no eche en olvido ni en saco roto el susodicho apéndice, complemento, prolongación caudal, rabo, o como se quiera llamar, que acabo de cazar al vuelo; tómelo en cuenta, si le place, no por pedirlo yo, que nada valgo, y no he de reclamar el alboroque, sino por convenir a todos, y a mí más que a todos en este apurado trance en que ahora me encuentro.

Se me ocurre, después de todo, que me voy pareciendo a esos chicos de la escuela desaplicados que, no hallando medio de hacer novillos, como ellos bien quisieran, se entretienen en caminar despacio por el camino más largo, con el solícito afán de llegar lo más tarde que pudieren al banquillo del aula, que les espanta, a donde les espera la dura reprimenda de su severo maestro.

Pues ea, afuera pereza: ya que hemos llegado, fuerza será que entremos, ya que no nos es lícito pasar por otro punto.

Vuesas mercedes, señores de mi ánima, me ruegan que les dé mi parecer acerca de la cuestión filológica que llevan empeñada con aquellos otros señores de allende, sobre la verdadera significación de estos cinco versos de Afranio:

-«Si possent homines delenimentis capi,
Omnes haberent nunc amatores anus,
Ætas et corpus tenerum et morigeratio,
Haec sunt venena formosarum mulierum;
Mala aetas nulla delenimenta invenit.»
[p. 36] Fácilmente pudieron colegir que un ruego de vuesas mercedes había de ser para éste su servidor, que es tan devoto suyo, un precepto más riguroso que el más absoluto mandato del sumo imperante, y que había de obedecer, a pesar de las flacas fuerzas de mi escaso ingenio, con todo el ahinco y firmísimo deseo que tendré, mientras viva, de servirlos, ex toto corde, ubique et semper, die nocteque, equo et pedibus, en esto como en todo aquello que yo pudiere, teniéndome, además, por muy honrado de cumplir ésta que tengo por obligación casi sagrada.

Antes de entrar en materia, recapacitemos. Que tengo de dar mi parecer, es llano; pero en la forma y manera en que he de dar ese parecer, está la dificultad, y es la primera que sale al paso, y como primera, bien merece un tantico meditarse, que no ha de ser ese parecer que se me pide, salida de pavana, estirada y hueca, más propia de un D. Hermógenes que de hombre de seso, requerido sobre punto grave, arduo y difícil, por varones doctos y dignos del mayor respeto, eso bien se le alcanza al más lerdo. Y todo bien mirado, ¿quién soy yo para atreverme a echar mi cuarto a espadas y colarme de rondón haciendo de P. Maestro? Eso ni por pienso. Líbreme Dios de caer en tan ridícula tentación.

Ya que hablo de P. Maestro, ahora recuerdo haber leído en la vida del Padre Maestro Fray Luis de León, que va antepuesta a sus poesías en la edición de Mayans, un raro caso, aunque no tanto que en algo no se parezca al mío; habida proporción, se entiende, de las cosas y personas.

Era, pues, el caso como sigue: hubieron de apostar en Salamanca, dos muy hábiles humanistas de aquella antigua y famosa escuela, sobre quién de ellos había logrado sacar la más elegante y ajustada versión castellana de la oda de Horacio, O navis. Convinieron ambos en enviar sus traducciones al Maestro León para que diera su parecer acerca de ellas. Recibiólas éste muy gustoso, y después de haberlas leído y admirado mucho, no atreviéndose a decidirse entre las dos, porque le parecían primeras ambas, ¿qué hace? En aquella misma noche acomete por su parte una nueva traducción; y al siguiente día, muy de mañana, devuelve a los dos humanistas sus traducciones acompañadas de la que él había hecho, mandándoles a decir que, no atreviéndose a ser juez entre dos tan buenos ingenios, había decidido embarcarse [p. 37] él también en aquella Nave, tripulada de tan diestros y aventajados navegantes como eran ambos. Prudencia exquisita de aquella alma tan bella como generosa. Ejemplo incomparable de noble discreción que no he olvidado nunca y que hoy me sacará, Dios mediante, del hondo atolladero en que me veo metido, con grave riesgo de dejar en él honra y sosiego. ¡Qué vida aquélla la de los hombres doctos en el seno de nuestras antiguas Universidades! ¡Qué inocentes y sabrosos entretenimientos aquellos en los que el culto de las buenas letras era el regalado solaz de otros más severos estudios! Esto decía entre mí, sin parar mientes en la amarga verdad que encierra el vulgar refrán «que no es todo oro lo que reluce

Porque, ahora caigo: aquello debió sin duda pasarle al Maestro León antes que las malas artes de los beatos hazañeros de su tiempo, envidiosos y embusteros («aquí la envidia y mentira», nos dice él mismo), lo tuvieran encerrado en los calabozos del Santo Oficio. Pues bien sabido es que después de aquel suceso, que da grima recordar, el sublime ingenio del inmortal poeta, el corazón del sabio y virtuoso catedrático de la Universidad de Salamanca, quedaron marcados para siempre con el sello doloroso de inconsolable tristeza.-¿Si será esta otra lección no menos provechosa que la anterior?-Hoy no hay Inquisición, es cierto; pero bien pudieron haber quedado unos cuantos beatos hazañeros de tan perversas intenciones como los de entonces; y lo mejor será, por si acaso, que con o sin Inquisición, repitamos todos en coro: «chitón.» Yo tengo para mí que éste es el medio más seguro de vivir la «descansada vida» del desventurado poeta que pedía acongojado:

«¡Reposo dulce, alegre, reposado!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sierra que vas al cielo,
Altísima, y que gozas del sosiego
Que no conoce el suelo,
A donde el vulgo ciego
Ama el morir ardiendo en vivo fuego.
Recíbeme en tu cumbre,
Recíbeme; que huyo perseguido
La errada muchedumbre
[p. 38] El trabajar perdido,
La falsa paz, el mal no merecidos»

Pero salgamos de aquí y volvamos al asunto.

Bien claramente dejo manifiesta mi intención al recordar el alto ejemplo que llevo referido de tan grande y discretísimo ingenio; y en cuanto baste y alcance la pequeñez del mío, he de hacer por imitarle en todo punto, salvándome la recta intención en aquello que no lograren mis flacas fuerzas.

Por tanto, ni puedo ni debo dar mi parecer, yo que ahora, como en todo tiempo, necesito del más ilustrado de vuesas mercedes, en ésta como en cualquiera otra materia.

Pero repetiré de corrida la lección que he aprendido del Maestro León; y si tropezare en ella, como es de temer, habré sacado a la plaza pública, una vez más, la ignorancia y rudeza de mi escaso ingenio; pero habré cumplido con la ley de la obediencia que a vuesas mercedes debo, y esta sagrada obligación cumplida, será parte a consolarme de mi frustrado empeño y grande temeridad .

Ahora, sin más vagar, entremos en la traducción.

Antes de empezar, séame permitido, siquiera por cristiana caridad, leer de nuevo y muy despacio todo el erudito impreso.- Pace vestra, vuélvolo, pues, a leer; empero por esta vez habrá de ser al revés; quiero decir, que empezando por el fin o apéndice, habré de acabar por la cabeza y cuerpo de la obra.

Oigo decir: uti petas. Sea en gracia. Vuelvo la primera foja del Apéndice y topo de manos a boca con el artículo de M. Quecherat, que lleva por epígrafe: «Un passage d'Afranius expliqué (así sea) et corrigé», (no hay para qué). Empieza diciendo que tiene a la mano la edición Merc, de Nonio Marcelo. Ya sabemos cuál es: la de París de 1614, cura Josiae Merceri (Mercier). Luego transcribe los cinco versos de Afranio que dejamos copiados más arriba, y después de decirnos que Nonio interpreta mala aetas por senectus, lo que no es hallazgo, porque así también lo reza Plauto, Menaechmi, acto quinto, escena II, v. 6 (Ut aetas mala, merx mala est tergo!), se mete con las viejas, riñe con Sciopio ahora que es muerto, que si viviera el buen Gaspar, de sus humos pendencieros sería de temer para M. Quicherat alguna grave [p. 39] desazón, y para fin y postre nos propone una variante, la de multa por nulla.- Viene después la firma y laus Deo.

Luego que acabé, me puse a meditar un rato. ¡Válgame Dios, exclamé angustiado, el que más sabe, a veces parece que no sabe nada! ¡Oh vanidad del humano saber! O yo estoy hoy más tonto de lo que suelo , o ha de haber aquí algo de los idola de que nos habla tan doctamente en su Novum Organum el inmortal Barón de Verulamio: y como quiera que tan precioso libro lo tengo siempre sobre la mesa y muy a la mano, cójolo, ábrolo, léolo, y en su párrafo XXXVIII me dice lo que copio:

-«Idola et notiones falsæ, quæ intellectum humanum jam occuparunt, atque in eo alte hærent, non solum mentes hominum ita obsident, ut veritati aditus difficilis pateat; sed etiam dato et concesso aditu, illa rursus in ipsa instauratione scientiarum, occurrunt et molesta erunt; nisi homines praemoniti, adversus ea se, quantum fieri potest, muniant.»

Estoy plenamente convencido de que M. Quicherat ha caído en una de esas preocupaciones del ánimo que han ofuscado su clarísimo entendimiento hasta el punto de no dejarle ver tan claro como la luz meridiana el sentido transparente y maliciosamente cómico de los cinco versos de Afranio, tan sólo por no haber tenido presente el consejo de Bacon: nisi homines proemoniti, adversus ea, quantum fieri potest, muniant; que no será mucho mi esfuerzo, ni meritorio mi triunfo, si logro demostrarlo, como creo.

Como quiera que es también cierto aquel otro refrán que dice: «un loco hace ciento», el Sr. Nuncio Rocca, que impugna a M. Quicherat con una malignidad y malquerencia que descubre a tiro de arcabuz una mansedumbre y caridad que no tienen nada de cristianas, tropieza y cae en la preocupación de su adversario, y enredado en ella, deja la interpretación tan a oscuras como antes se estaba. No es más afortunado a fe el reputado helenista Federico Dübner. Después de sacudir su correspondiente palmeta a cada uno de los contrincantes, Quicherat y Rocca, nos cita unas palabras en griego que se ha encontrado en los Escolios de un autor del siglo XII, el gramático bizantino Tzetzes, contra el amanuense o copiante, que por descuido había plagado de erratas un ejemplar de sus Quiliadas.- «Tú no eres [p. 40] calígrafo, sino un... &&&&.»-Este vocablo lo dejo sin traducir, porque esa no es tarea de humanista, que por ser humanista está por ende obligado a ser más limpio que otro cualquiera; antes bien, debe de ser oficio de los agentes municipales encargados del trasiego de ciertos pozos de aguas no claras y mal olientes. Aparte el hedor, no sé yo dar razón de toda la oportunidad de esa cita griega: como no sea que por ser helenista Dübner, como todos los helenistas, se haya creído obligado a echar su trocito de griego, tan indispensable para tales señores, en esta cuestión latina, como la sal en el huevo y el consabido chorizo en nuestra olla española. Si tal fué su propósito, bien lo ha cumplido; que todos hemos reconocido ex ungüe leonem. De su traducción nada digamos: esa se ha quedado aún con la cita en griego, tan in albis y paños menores como las de los otros señores. Todo por haber tropezado en la misma piedra de los idola de M. Quicherat.

Ya que volvemos a los idola, vuelvo a abrir el consabido libro del gran canciller de Inglaterra, libro que, como queda dicho, en materia de discurrir es para mí el comodín e inseparable vademecum, el cual me relata en su párrafo XLIII lo siguiente:

-«Sunt etiam Idola tanquam ex contractu et societate humani generis ad invicem, quæ idola Fori propter hominum commercium, et consortium, appellamus. Homines enim per sermones sociantur, at verba ex captu vulgi imponuntur. Itaque mala et inepta verborum impositio, miris modis intellectum obsidet. Neque definitiones aut explicationes, quibus homines docti se munire et vindicare in nonnullis consueverunt, rem ullo modo restituunt. Sed verba plane vim faciunt intellectui, et omnia turbant; et homines ad inanes et innumeras controversias, et commenta, deducunt.» Lo que es esto bien claro está; por sí solo se explica, y se aplica al caso que nos lleva a todos a mal traer y al estricote.

Si par un petit hasard, qui me semble possible, très possible meme, ces Messieurs, tous gens de lettres, fort distingués d'ailleurs, et je me fais un devoir d'en convenir, ont fait fausse route, á qui la faute, mon bon M. Quicherat, s'il vous plait? A vous sans doute, á vous: n'avez pensé à autre chose qu'a suivre votre vieille coquette; et dans ce malheureux aveuglement pour elle, vous [p. 41] n'av-ez pas fait attention á la gentille soubrette de la pièce, cette pauvre petite, qui vous parlait, toute farcie de malice comme un charmant petit demon qu'elle est, qui vous regardait avec ses beaux yeux pétillants d'esprit.

-Et toi, ma mignonne, ne pleure pas, je t 'en prie. Pas un seul de ces grands savants ne s'est souvenu de toi. Ils n'ont pas meme regardé, les vilains myopes, ta jolie bouche en coeur, qui leur débitait ces ravissantes mechancetés, qu'ils n'ont pas voulu comprendre.

Va, console-toi, ma belle enfant délaissée, je t'ai bien vu, moi, et j'ai tout compris moi qui t'aime, si accorte, si alerte, si mauvaise langue. Tu me fais rire encore aujourd'hui, comme tu faisais rire au bon vieux temps d'Afranius ce noble peuple Romain, qui ne s'amusait guére cependant aux spectacles des comédies. Il en prisait bien d'autres, le farouche. Mais sois tranquille, ma fille, le gladiateur est mort, et ton franc babil nous restera toujours. Tu vas voir, et tu n'auras ríen perdu pour attendre.

Como esto se lo digo a M. Quicherat al oído y muy callandito, no hay para qué mover escándalo en la vecindad dando un cuarto al pregonero. Además, quien me entienda, me entienda, que yo bien me entiendo.

Ya me parece que oigo el terrible satis, que me lanzan enojados vuesas mercedes.-¿Y la traducción que estamos aguardando?-¡Su traducción, pronto, y acabemos de una vez!

-Allá voy, señores; más lo deseo yo que vuesas mercedes, sino que, como estoy solo, y son muchos los parroquianos, no puedo acudir a todos a un mismo tiempo.

Pienso que fué en el Korán donde leí años atrás la descripción de cierto ángel que tenía cien cuerpos, en cada cuerpo cien cabezas, en cada cabeza cien bocas, en cada boca cien lenguas, cada una hablando cien idiomas diversos, y todas juntas en ejercicio para alabar a Dios. ¡Ave María Purísima! Pues si yo tuviera la mitad siquiera de las lenguas de ese angelón de Mahoma, de seguro ya hubiera concluído, porque lo hubiera dicho todo. Pero desgraciadamente y por mal de mis pecados, no teniendo más de una, y esa perezosa y torpe, me veo obligado a caminar paso tras paso, como burro despeado por pedregal.

[p. 42] Mas como también es cierto que «no hay camino, por largo que sea, al que no se le vea el fin, y que «a la larga no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague», ya que dicen haber se cumplido el que me dieron, voy corriendo a pagar la que les debo.

Pero si debo de empezar luego, ha de ser con la expresa condición de que vuelvan al estante todos esos librotes que me obligaron a sacar de él; que ha de quedar cerrada hasta la gramática. Verdad es que a ésta la abro pocas veces, como notará fácilmente el curioso lector, sin que me tome el trabajo de advertírselo, que eso a los ojos salta.

¡Afuera libros! que Fray Gerundio (el de Campazas se entiende) deja los estudios para meterse a... traductor, con escándalo de sus maestros el Cojo de Villa-Hornate, el buen dómine Zancaslargas y el frailecillo o frailote llamado el P. Toribio, que fuera su lector en Artes, según largamente nos refiere el sabio jesuíta, que todos admiramos, en aquella peregrina historia, traducida a todas las lenguas, y tan merecidamente aplaudida de los doctos.

Pero para que no digan que eso de traducir sin libros es cosa de burlas, siendo tan seria la que llevo entre manos, me quedaré con dos: el uno ha de ser por fuerza el inseparable Calepino; ¿y el otro?-El otro es el que lleva por título: Poetarum Latii Scenicorum Fragmenta. Recensuit FRIDERICUS HENRICUS BOTHE. Lipsiae, 1834. No es, la verdad, para desahogar un eructo de pedantesca proligidad bibliográfica, Dios me libre, por lo que estampo aquí la fecha de mi libro, sino para que más fácilmente pueda compararse con la de la edición Mercerus, de que nos habla M. Quicherat.

Tomo de la mía, esto es, de la de Bothe, el segundo tomo, que es el que contiene los fragmentos de los cómicos; abro por las páginas 193 et seqq., y me encuentro con los de la comedia intitulada Vopiscus, de nuestro Afranio.

Al fin ya llegamos; y como «más vale tarde que nunca», se me deben las albricias por aquello de «albricias, padre, que el obispo es chantre»; o por aquello otro de «albricias, madre, que ya podan».-Pero no perdamos más tiempo.

De esta comedia sólo nos quedan treinta y tres fragmentos, de los cuales el más largo es el de los cinco versos que nos ocupan [p. 43] y que ya dejo copiados (vide supra). Si el Vopiscus estuviera entero, nada más fácil que la traducción de los cinco versos, pues en ninguno de ellos hallo vocablo que merezca consultarse en el Diccionario, ni construcción difícil, ni idiotismo que embarace; ninguno, en fin, de estos tropiezos que dejan perplejo a un traductor medianamente ejercitado. Pues ¿qué hay entonces en este fragmento que dé lugar a controversia? Dicen que hay un contrasentido manifiesto, porque el quinto verso contradice lo que afirman los dos primeros. Si el Vopiscus estuviera entero, vuelvo a decir, no habría cuestión, quiero decir cuestión hermenéutica, porque propiamente filológica me parece que no la hay, como lo demuestra el análisis, así lexicológico como sintáxico, de todo el pasaje; pero, desgraciadamente, como no tenemos sino fragmentos, y éstos muy diminutos, nuestra exégesis tiene necesariamente que ser oscura, vacilante y conjetural. Hay en cierto drama de Shakespeare un rey de Inglaterra que, al sentirse desmontado en medio de la pelea, exclama:- ¡A horse! ¡A horse! my kingdom for a horse.» Yo, que ni soy Ricardo III, ni tengo reino que ofrecer en cambio de un caballo, desde luego daría cualquiera cosa que estimara en mucho por tener completa esta comedia de Afranio. Entonces, sabido el argumento, conocidos los personajes, visto el lugar que a los cinco versos les correspondía, la duda se desvanecía por sí misma, o no tendría razón de ser.-Pero es el caso que no tenemos más que esos treinta y tres fragmentos. ¿Y si con ellos, por medio de la inducción, intentáramos, si no en todo, en alguna buena parte, reconstruir la comedia? Es desatino.-No tal; que yo he oído contar que un tal Cuvier, con sólo un zancarrón y una muela fósiles de uno de esos primitivos animales que hubieron de perecer en el universal diluvio, ha sabido restaurar al bicho, pieza a pieza, de manera que se le puede ver y conocer como clasificado en el género de los mastodontes, orden de los paquidermos. ¿No ha dicho Víctor Hugo que con el cerrojo de una puerta se atrevía a reedificar todo el edificio y con él explicar toda una civilización? ¿No se practican todos los días trabajos semejantes con objetos arqueológicos? Y si muchos no se restauran, es más por veneración artística que por imposibilidad de llevar la restauración a feliz término. La Venus de Milo, la más perfecta de cuantas se [p. 44] conocen, no tiene brazos; se los debió quebrar un bárbaro; y el tiempo, más destructor que los bárbaros, los ha devorado. Pues bien: que venga un escultor de primer orden, Canova, Thorwaldsen, Pradier, y sin salir de casa, mi amigo Ponciano: que se ponga delante de la estatua; que le eche una de esas radiantes miradas que sólo tienen los verdaderos artistas; que estudie la dirección de la cabeza, la inclinación del cuello, las curvas del torso, la posición de las clavículas, las junturas de los húmeros, y de seguro habrá restaurado los brazos en su fantasía, y verá a la Venus tal y tan entera y perfecta como salió del soberano cincel griego que la esculpió.

Yo mismo, que no soy artista, he ensayado restauraciones parecidas. Un día que me paseaba, haciendo el flamear, por las salas del museo Cluny, divisé en el rincón de un aparador unos como tejuelos o cascos de una salvilla; me acerqué a mirar por mera curiosidad. Pero al ver aquella corrección en el dibujo, aquellos delicados colores, aquel discreto agrupamiento de peces, flores y frutas, al punto reconocí la mano del gran maestro, Bernardo de Palissy. Eran a la verdad bien pocos los cascos; pero en mi imaginación juntábalos a los que faltaban, y de fijo en aquel instante yo veía la salvilla entera. De tal modo la veía, que si hubiera poseído el delicioso pincel y el superior ingenio de mis queridísimos amigos Espalter y Haes, habría podido copiar en toda su integridad aquella joya casi perdida del arte cerámico del Renacimiento.

Si tales restauraciones son hacederas en las artes plásticas, ¿no lo han de ser en las obras literarias?-Mucho que lo son. Tomado entre otros, sirva de ejemplo el sabio bibliotecario de la Reina Cristina de Suecia, el famoso Juan Freinsheim, que logró, para satisfacer la femenil curiosidad de aquella erudita Princesa, remedando la latinidad de Livio, copiando su estilo y consultando otros autores, suplir nada menos que diez libros a los muchos que faltan de las Décadas del inmortal Paduano.

Ensayaremos, siquiera por ver si damos con algún rastro de luz que nos alumbre en la oscura y difícil interpretación, no traducción, que a tantos nos trae confusos y desatinados.

Desde luego, siendo la comedia de Afranio, sabemos que era una de esas fabulae togatae, del libre poeta. de quien decía el [p. 45] severo Quintiliano lo que tienen vuesas mercedes, señores míos, la bondad de recordarme en las páginas 26 y 27 de su doctísima disertación; esto es, que del teatro de Afranio se podía decir lo que luego dijo Cervantes de nuestra Celestina:

Libro en mi opinión divi-
Si encubriera más lo huma-

Luego la comedia trata de liviandades y de ilícitos amores.

La comedia se intitula Vopisco, que debe ser el nombre, y nombre patricio, del personaje principal o primer galán. Eso de llamarse la comedia con el nombre del protagonista, lo vemos con frecuencia en Plauto y también en Terencio.

¿Quién era ese Vopisco? Porque en Roma hubo varios antes y después de Afranio. No hay que desmayar, pues dice Vossio que Vopisco fuisse id cognomen id gente Julia. ¡Gran casa! Ilustre prosapia que desciende nada menos que de Venus por el Padre Anquises, y del nieto Ascanio o Julus, fundador del apellido.

A más de la nobleza que es probada, debió de disfrutar nuestro Vopisco de gran caudal, y gastarlo alegremente. Todos los varones de esa casa Julia, fueron siempre ricos y también derrochadores ruinosos; y si algunas veces llegaron a entramparse hasta los ojos, pronto se reponían por medio de las conquistas y de las herencias; y si no que lo diga el dictador, que es el personaje de la familia.

Siendo nuestro galán Vopisco noble y rico, debía estar muy holgado. ¿Y qué cosa mejor para pasar el tiempo un galán noble y rico, que dedicarse a galanteos? Esta no es invención mía, sino que con todas sus letras, en el fragmento 3.º se lee: homo mulierosus; ¿con que es decir, que no se contentaba con una o con dos, sino que era mujeriego, que a todas perseguía, que no dejaba parar a casada ni a doncella? Vamos, como nuestro Rico-hombre de Alcalá, el de las cabezadas. Por ser Vopisco mujeriego, traería muchas de ellas al retortero. Entonces habría enredos a porrillo, conversaciones íntimas: ya una que entra, ya otra que sale, ya aquélla que vuelve. En el núm. 7.º grita la de más allá, que debe ser casada: «¡ya se lo llevó todo la trampa, quiero decir, mi fidelidad!» Periit opera nimirum mea! Ea ajo fidelitatis. En el número 18 entreveo una escena de sorpresa, porque exclama la de [p. 46] acullá: «¡Ay! ¿qué es eso? ¡yo estoy muerta! ¡estoy toda como una azogada! ¿qué estrépito es ese que estoy oyendo?» Hem quid hoc? Perii, pertimui. Quid tumulti exaudi?- ¿Qué era?-No sé; pero en el núm. 5.º se lee: Tintinere (falta una n) janitoris impedimenta audio.- ¿Qué serían esos impedimenta del portero?-No se sabe a punto fijo. Dice Dacier que las que sonaban eran las cadenas con que estaba sujeto el portero al umbral de la puerta. Supuesto que in dubiis libertas, sospecho que serían las llaves que llevaba colgadas del cinto o los cerrojos y barras de la puerta.

Este es chico pleito. Lo que nos importa es que la tal oyera ruido en la portería para hacer los aspavientos que se estilan en tales sobresaltos. En el número 12 vemos que la tal casadita se tomaba las mayores libertades con su dulce esposo, cuando el afortunado amante, al irla a ver a su propia casa, está dudoso de encontrarla sola, y se pregunta: «¿Habrá logrado la mujer echar a la calle al confiado marido?» Excludat uxor tan confidenter virum? «No creo que tal haga.» Non faciet. Hay criados viejos que murmuran en el núm. 22: «Merecida tienen nuestra mala voluntad esos amos, que tan bien nos tratan cuando niños.» Hay amigos pegotes (si Vopisco es liberal y espléndido, ¿cómo le han de faltar?) que entran saludando muy cumplidos en el núm. 14: «Otórguente los dioses todas las prosperidades que sean más de tu gusto.» Dii tibi dent propria quaecumque exoptes bona. Parece que el amigo está temiendo que repare el joven la excesiva frecuencia con que viene a comer con él, y le ruega que no lo tenga por gorrista; porque el otro, generoso y cortés, le responde en el núm. 11: «De ningún modo, nunca te he tenido por parásito, antes bien, por amigo verdadero, mi igual, y también por el diario huésped, el suntuoso convidado de mi casa.» Equidem te numquam mihi parasitum, verum amicum aequalem, atque hospitem cotidianum (mejor quotidianum) et tantum convivam domi. Hay cotorrones verdes, que se pintan, charolan y escabechan sus ya maduras personas para continuar sus conquistas. ¡Ay! Si yo fuera un Ventura de la Vega, un Hartzenbusch, un Rubí, ¡qué comedia más linda, más llena de sal, de discreteo y chiste, más chispeante de ingenio , como ellos las saben hacer, habría de añascar con éstos y otros retazos, que en obsequio de la brevedad me he dejado sin contar!

[p. 47] Pero se olvidaba lo mejor, el bouquet, como dicen los de allende. Hay también una doncellita, por supuesto, de labor. Uno a quien le hablan de ella, contesta sonriendo en el núm. 2.º: «La conozco, pues no tiene pelo de tonta la criadilla planchadora y costurera.» Novi; non inscitulam ancillulam vestiplicam et vestispicam.

-¿Por qué dirá ese quidam que es lista la chica? ¿Pues qué ha dicho esa rapazuela para que así la alaben?

-¿Qué ha dicho, pregunta el muy simplón? ¡Ahí es nada! ¡Pues si es eso mismo lo que andamos todos buscando, como quien busca candela! ¡Si es lo del número anterior, lo del número 1.º! ¿No ha oído?

-Sí; pero yo soy algo sordo, y no he comprendido bien... Pido que se repita.

-Si no ha entendido, la culpa la tiene ese M. Quicherat, que nos ha enredado a todos, por haber trocado los frenos.

-¿Quiere usted callar y dejar en paz a ese caballero, que es gran latino?

-Usted se burla. ¡A mí con latines! ¿Soy yo acaso dómine? ¡Usted me ha faltado!

-¡A ese! ¡A ese! ¡Afuera el zopenco!

-¡Silencio! (Risas, patadas, silbidos, gran tiberio.)

-¡Que se repita, digo!

-¿La baraúnda?

-¡No! La escena donde dice la chica aquello de las viejas que se pintan.

-Bien está. La mozuela es dócil y blanda como unas natas. Además, se muere por dar gusto a los señores.

ACTO

El teatro representa un ambulacrum de casa romana; en el fondo una puerta que da al tocador, donde se estará poniendo la vieja como una imagen.

ESCENA...

Sale la ANCILLULA con intención y señalando hacia la puerta.

Si pudieran los hombres prendarse de afeites,
Si possent homines delenimentis capi,
[p. 48] Todas las viejas en el día tendrían cortejos
Omnes haberent nunc amatores anus.
(Riendo y señalándose a sí misma.)
La mocedad, el garbo y la zalamería,
Ætas et corpus tenerum et morigeratio.
Estos son los bebedizos de las buenas mozas,
Hoe sunt venena formosarum mulierum;
(Con irrisoria compasión y volviendo a señalar la puerta.)
Pero (
NOTA BENE: Bothe pone punto y coma y yo le sigo).
Pero la vejez no encuentra afeites que le cuadren.
Mala ætas nulla delenimenta invenit.
                                                                
(EXIT.)

O mucho me engaño, o ésta es, y no otra, la verdadera interpretación del pasaje; y me fundo en que así me parece la escena natural, lógica, en carácter, y sobre todo cómica, y tanto, que se hallaría bien en una comedia de Molière o de Moratín, y que no la desdeñaría para una de la suyas nuestro Menandro español contemporáneo, Bretón de los Herreros.

No me toca a mí decir si he llegado a acertar; si así es, será de fijo efecto de pura casualidad. De cualquier modo que sea, creo haber cumplido con el precepto de inevitable obediencia que se sirvieron vuesas mercedes imponerme.

Si mi traducción les pareciere mala, por eso no tengan cuidado, que a mí me parece peor, y váyase lo uno por lo otro. Además, que el que da lo que tiene no está obligado a más; y como dicen los franceses: «La plus belle fille du monde ne peut donner que ce qu'elle a.»

Dando de mano a tanta baratija, se repite como debe de vuesas mercedes su seguro servidor q. ss. mm. b.,

ALFREDO ADOLFO CAMÚS.

A 19 de febrero del corriente.»

Esta nueva solución no satisfizo, como era de suponer, ni a M. Quicherat, ni a los señores Miguel y Morante. El primero, que no sé si llegó a comprender la profunda ironía que entraña, la calificó de laboriosa (Revue de l'Instruction Publique, 7 de abril de 1864). Nuestros humanistas, por su parte, escribieron en su segundo folleto lo que va a leerse:

[p. 49] «En esta pieza literaria, escrita con singular desenfado, con gran pureza de estilo, y con la profunda erudición que todos reconocemos en su ilustrado autor; después de honrarnos y enaltecernos harto más allá de lo que tenemos merecido, llega el docto catedrático a deducir una conclusión contraria a la deducida por nosotros . No entraremos a discutir con él, porque respetamos mucho el valor de sus opiniones, sobre la manera verdaderamente ingeniosa como se propone reconstruir la perdida comedia, inventando escenas ad libitum con sus correspondientes accesorios para justificar la traducción que luego hace del pasaje. Pero no dejaremos de notar que no consta que sea un personaje de la comedia aquella Ancillula a quien hace figurar en la escena cómica de su invención; ni aun cuando constara que realmente era un personaje del Vopiscus, sería esto argumento suficiente para concluir que los versos de que tratamos debían ponerse en su boca. El fragmento sólo dice:

... novi non inscitulam
Ancillulam pro re, vestispicam...

y ciertamente, ni de estas palabras, ni de ninguna otra de las que se leen en los restantes fragmentos, es posible deducir si la marisabidilla a quien se alude es persona de la comedia misma o de fuera de ella, que se cita por incidencia en el diálogo. Lo mismo decimos con respecto a los demás interlocutores que se figuran. No hay una sola palabra en los reducidísimos fragmentos conservados por Nonio, que justifique la existencia de tales personajes dramáticos de un modo que convenza, por más que el doctísimo Otón Ribbeck, [1] saltando de unos lugares en otros con el ansia de encontrar una sombra del tenebroso argumento, formara la ingeniosa, pero arbitraria combinación adoptada por nuestro amigo el Sr. Camús.

Ya conocíamos nosotros esa ingeniosa combinación ideada por Otón Ribbeck, y la cual se lee, con corta diferencia, al pie de los fragmentos de Afranio, en la pág. 178 del tomo II: Comicorum Latinorum praeter Plautum et Terentium reliquiae. Lipsiae, 1855; [p. 50] pero no nos atrevimos a seguirla, por parecernos que descansaba en poco sólidos fundamentos.

Es, pues, de todo punto imposible determinar en boca de quién, ni con qué ocasión, puso Afranio los cinco versos de la comedia perdida, si bien no parece infundado creer que los pondría en boca de una mujer de cierta edad, atendido su contexto y el concepto que al parecer envuelven. Y aquí nos cumple manifestar que, si acogimos con preferencia esa opinión, fué por dos razones: primera, porque nos pareció la menos improbable; y segunda, porque al tomar parte en la cuestión debíamos aceptarla en el terreno mismo donde la presentaban los franceses, entre los cuales no había controversia alguna con respecto a la persona, pues todos daban por supuesto que era una anus quien hablaba en el pasaje...

IV. DÍAZ, Jacinto.-Sevilla, 1864.

Cuestión filológica por Don Jacinto Díaz, Catedrático en la Universidad Literaria de Sevilla. Sevilla. Imprenta de «La Andalucía». Marzo de 1864.-4.º, 7 págs.

Versa sobre el consabido fragmento de la comedia Vopiscus «Si possent homines delenimentis capi», y es posterior al primer folleto de Miguel y Morante y al artículo de Camús que cita al principio.

La parte negativa del opúsculo de D. Jacinto está bien.

«Los señores críticos de Madrid dicen que debe fijarse ante todas cosas el sentido de tres palabras, a saber: delenimenta, anus y mala aetas. Parece que no hay gran dificultad en fijarle sin recurrir a textos ni a diccionarios muy abultados. Delenimenta significa halago, atractivo suave y mañoso. Anus corresponde a graus griego, que no tiene otro significado que el de vieja; aetas bona, según Cicerón, significa la juventud; mala significará la vejez, lo que se prueba también con los textos citados por dichos señores.

Así no hay que discutir sobre dichas palabras, pues tomar el mala aetas por la juventud, y en sentido moral, es forzarle sin necesidad. Lo que debe fijarse, a mi modo de ver, es el de los primeros versos; pues evidenciado éste, el de los demás debe venir [p. 51] naturalmente. No teniendo a nuestra disposición la comedia entera, o a lo menos un trozo considerable, no podemos inferir nada de los antecedentes y consiguientes: debemos limitarnos a los cinco versos y penetrar el pensamiento capital del autor. Así, debemos prescindir de si quiso hacer un elogio o un vituperio, y de quién: se inferirá esto del sentido razonable que se les dé. Conviene, ante todas cosas, parar la atención en la palabra ama tores del segundo verso, la cual no admite otro sentido que el de amante, o como decimos nosotros, querido. Los autores gentiles, en asuntos de amor, no entienden por esta palabra más que el que tiene relaciones ilícitas con otra persona, sea hombre o mujer. No habla, pues, Afranio de un amor platónico: cabalmente, Afranio, que vivió desacreditado por su vida licenciosa... Así que los amantes de las viejas deben serlo con todas sus consecuencias. El delenimenta se refiere a amatores: los atractivos, pues, no tienen otro objeto que las consecuencias del amor. Queda con esto destruída la interpretación en buen sentido que dan los señores de Madrid a dichos versos.»

La parte positiva satisface mucho menos, o por mejor decir, deja intacta la cuestión.

«Afranio opone las viejas a las jóvenes: a aquellas les da sólo delenimenta, atractivos: a éstas les da aetas, corpus tenerum, morigeratio, la edad o juventud, lo tierno de las carnes, facilidad en condescender, y el ser hermosas. Aquéllas no disponen más que de medios propios para ablandar, inclinar, mover, pero que pueden no ser eficaces; los de éstas son venena, filtros, ponzoña, que no solamente han seducido los ojos, sino que penetran en el tuétano de los huesos y los corrompen... Éstos no son sólo atractivos, son dardos mortales, son la herida de que habla Anacreonte en la oda Mesonyctiois poth' horais... La mala edad, la edad senil, no tiene, no es posible que halle ningunos atractivos eficaces. En el primer verso habla el poeta de atractivos en general, expresados por delenimenta: en el último habla de atractivos eficaces, cuales son los que acaba de exponer respecto de las jóvenes; como que dijese, las viejas no tienen ninguno de estos atractivos o medios poderosos.»

[p. 52] V. GONZÁLEZ SANTOS, Celestino.-Murcia, 1864.

Otra opinión acerca del verdadero sentido de unos versos de Afranio, que entre otros fragmentos se conservan de la comedia llamada «Vopisco», y sobre los que han escrito varios literatos franceses y españoles, entre éstos el Sr. D. Alfredo Adolfo Camús y el Excelentísimo Sr. Marqués de Morante, de acuerdo con D. Raimundo Miguel. Del Dr. D. Celestino González Santos. Murcia, 1864. Imprenta y librería de Pedro Belda. 4.º, 20 págs.

Si possent homines delinimentis capi,
Omnes haberent nunc amatores anus.
Ætas, corpus tenerum et morigeratio,
Haec sunt venena formosarum mulierum.
Mala aetas nulla delinimenta invenit.

Transcribimos estos versos, no como lo hacen el Sr. D. Alfredo Adolfo Camús y el Excmo. Sr. Marqués de Morante de acuerdo con D. Raimundo de Miguel, usando de delenimentis los tres, dos puntos en mulierum los dos últimos, y punto y coma aquél; nosotros ponemos delinimentis, y punto en mulierum, como lo vemos transcrito en la colección de obras y fragmentos de los poetas antiguos por Miguel Maittaire, y dos veces en el Tesauro, de Roberto Esteban.................

Muy somera, y hasta pobre, me ha parecido la invención de Sciopio y Quicherat, introduciendo variantes en tales versos, por creer acatan así el pensamiento de Afranio, y salvar la contradiccion, para mí ni aun aparente, entre el segundo y el quinto verso...»

Transcribe la traducción de Camús y añade:

«Prescindiendo, o no, del punto y coma, dos puntos o punto en mulierum, y de delenimentis o delinimentis, que como accidentes para mí en el presente caso, no pueden afectar a la esencia de la verdadera traducción, difícilmente podrá darse otra más natural, clara y precisa; y no podía esperarse otra cosa de nuestro sabio Camús.

.......................................

En los argumentos que voy a exponer nada hay mío más que el raciocinio; lo demás, imitando al Sr. Camús, que se ha [p. 53] valido de Bothe, impreso año de 1834, lo tomo de la obra intitulada Opera et fragmenta veterum poetarum latinorum Michaelis Maittaire anno 1713, Londini, refiriéndose a Elio Donato y a Pedro Crinito. También he tomado de otros varios poetas, y del rico Tesauro, de Roberto Esteban, impreso en Basilea año 1749, como igualmente de Ambrosio Calepino.

No puedo asentir a la opinión de aquellos que dicen que Afranio en este pasaje tuvo por objeto elogiar a las viejas, ni aun entendiendo por éstas las de una edad media; me parece que por lo contrario, se propuso ridiculizar e implícitamente despreciarlas, según el estilo hiperbólico e irónico en que habla...

El objeto de la comedia debió ser otro, que de los fragmentos aislados no se puede deducir con certeza. . Parece que fué hablar de las bodas y en mal sentido, según se desprende de los siguientes versos de la Vopisco y de otras comedias del mismo. En aquélla se dice: [1]

Non dolorum partitionis veniet in mentem tibi,
Quos misera pertulisti, ut partum projiceret pater?
.........................................
Antiquitas in principio petenda est mihi,
Majores vestri incupidiores liberum
Fuere ...........................
Novi non inscitulam ancillulam vespere...
Tandem ut possimus nostra fungi munera...
Homo mulierosus confert me illico alio . .
Sedit uterum non ut omnino tamen..

Entre los últimos versos se halla el siguiente:

Igitur quiesce, quoniam inter nos sunt dictae.

En la Emancipatio [2] dice:

An mi homo? Immo aedepol! Vos supremum meum concelebretis diem... [p. 54] (manifestando el sentimiento que tenía de que se verificara el matrimonio).

En la Epístola:

Amare, habere puerum depositum foris.

En la Privigno dice del que se casó:

A Fulia pene periisti, dii te mactassent malo:
Orbus viriles sexus adoptavit sibi.

En la Auctione:

Haud facile, ut ait Pacubius, femina invenietur bona
............................................
Si hac absente nobis venerit puer.

«Está fuera de duda que en los tiempos del poeta cómico Lucio Afranio la torpeza llegó a su apogeo; que entonces la comedia no tenía el objeto que hoy tiene y prescribe Horacio, sino que la sensualidad era el objeto principal, y sin duda por eso Afranio escribió de un modo tan libre, por no decir lúbrico, como eran sus costumbres.»

Discute luego doctamente, y con copia de buenas autoridades clásicas, el recto sentido de las palabras delinimentis, capi, amatores, anus, morigeratio, venena, mulierum y mala aetas. Me limitaré a las conclusiones, prescindiendo del aparato filológico, que debe verse en el folleto mismo; el más importante, sin duda, de cuantos se publicaron acerca de esta cuestión.

En cuanto a delinimentis:

«No se puede decir sin error que esta palabra se pueda tomar aquí por las prendas del alma: viene del verbo delinio, y si atendemos a la composición de sus partes, es lo mismo que perungo, pero con más frecuencia se toma por placo, permulceo. Si se lee delenimentum, esta palabra viene de delenio, y éste de lenio, lo mismo que demulceo. Una y otra equivalen a blanditiae, blandimenta, oblectamentum, lenocinium, halago, atractivo, aliciente, en este caso, no del alma, sino del cuerpo... Tengo el sentimiento de no haber podido encontrar un solo autor que lo haya tomado [p. 55] en el sentido de prendas morales, ni aun cuando se encontrase sería bastante, no siendo en caso análogo...

Anus. Tengo el disgusto de que por más que he buscado y rebuscado, no he podido encontrar la palabra anus significando edad media, madura, esto es, de treinta o cuarenta años; y no estando ni en diccionario, ni en autor alguno, no comprendo por qué se ha de variar en anus la significación propia y que siempre ha tenido. [1]

Morigeratio. Esta palabra significa condescendencia, obediencia, docilidad, complacencia, que lleva envuelto el adjetivo fácil u otro equivalente en este caso, es decir, en sentido torpe...

Mala aetas. También tengo la pena de que, por más polvo que he quitado a los libros, en ninguno encuentro tomado el mala aetas por la edad juvenil... Sería dar a la comedia una interpretación moral que no tenía en aquel caso, ni podía tener, atendida la desmoralización de aquellos tiempos, el carácter de aquellas comedias, el de Afranio y sus costumbres, como igualmente las de sus contemporáneos, cuyas cenizas, aunque respetamos, hemos tenido que tocar ligeramente en honor de la discusión... En aquellos tiempos no se miraba la prostitución con los negros colores que hoy la vemos... Esa interpretación podría tener lugar, hablando en general, como moralistas, como teólogos, o en un púlpito, mas no como gramáticos... ni menos en tan obscena comedia. En mi concepto es invertir el sentido natural de las palabras, porque si todos los gramáticos entienden por bona aetas la edad juvenil, claro es que mala aetas ha de significar lo contrario, esto es, la vejez: mala, quia malum sive deformem aspectum affert...»

Acaba diciendo que si es verdadero el sentido de las palabras, tal como él le declara, «el triunfo es del Sr. Camús», cuya [p. 56] traducción adopta, teniendo además por muy probable su restauración conjetural de la comedia.

En cambio, a R. Miguel y al Marqués de Morante les dice, con todo respeto, que su traducción:

«No sólo no es conforme a la mente de Afranio, sino que es enteramente contraria, como lo es bona aetas, la juventud, y mala aetas, la vejez.»

En una nota final de este folleto se advierte que cuando ya estaba acabado de imprimir, recibió su autor la nueva disertación de Morante y Miguel, de la cual se hizo cargo en otro opúsculo, que citaremos después.

VI. MIGUEL, Raimundo, y MORANTE, Marqués de.-Madrid, 1864.

Nueva disertación acerca de un fragmento de Afranio, por don Raimundo Miguel, Catedrático de Retórica y Poética del Instituto de San Isidro de Madrid, y el Marqués de Morante, antiguo Catedrático de Derecho canónico en la Universidad de Alcalá de Henares. Madrid. Imprenta y Librería de Don Eusebio Aguado. Pontejos, 8.-30 de abril de 1864. 4.º, 113 págs.

«Apenas había comenzado a circular el anterior opúsculo Cuestión filológica, cuando nuestro docto y laborioso amigo el Ilmo. Sr. Dr. D. Pedro Felipe Monlau, a quien debíamos las primeras noticias de esta discusión literaria, y el cual nos había hecho también el obsequio de facilitarnos los números respectivos de la Revue de l'Instruction Publique, tuvo la amabilidad de proporcionarnos el correspondiente al 21 de enero del corriente año, donde se insertaba un nuevo articulo de M. Quicherat en contestación a otro publicado en las columnas del Journal Général de l'Instruction Publique, y suscrito por M. N. Theil, Profesor del Colegio Imperial de San Luis. Grande fué nuestra sorpresa cuando por la réplica de Quicherat vinimos a deducir por M. Theil, de cuyo escrito no teníamos ni la más remota noticia, entendía exactamente como nosotros el pasaje...

A su artículo contestó con otro M. Quicherat, inserto en la Revue de l'Institruction Publique, correspondiente al 21 de [p. 57] enero; [1] y después de manifestar que él no había propuesto como cosa cierta, sino sólo como mera conjetura, la sustitución de multa al nulla del último verso, desecha la interpretación de Theil, fundado: 1.º, en que mala aetas significa la vejez en más de un pasaje latino; 2.º, en la autoridad de Nonio Marcelo. Y concluye formulando contra Theil un argumento ad hominem, basado en lo que éste ha consignado antes de ahora en sus diccionarios latinos...

A esta réplica de M. Quicherat contestó M. Theil, y a nuestro modo de ver muy victoriosamente, el 23 de enero. Y refiriéndose a la autoridad de Nonio, concluye diciendo con gracia: «Ruego a M. Quicherat que desconfíe de esos gramáticos, a los cuales profesa tan gran respeto. Bien que los consulte, pero que no abdique por ellos su propio juicio y su derecho de examen. En cuanto a mí, confieso que si tuviera que optar entre sus preciosos restos y dos onzas de buen sentido, daría sin vacilar por sólo este tesoro toda la colección de Putsch, de Lindemann y de Keil. Por fortuna se puede tener a un tiempo lo uno y lo otro.»

En 23 de marzo, es decir, dos meses después... como hubiese acabado de recibir nuestro primer opúsculo, que así a él como a M. Quicherat le habíamos dirigido, lo dió a conocer en las columnas del Journal Général de l'Instruction Publique, haciendo una breve, pero exacta, reseña de nuestras opiniones y doctrinas en orden a la cuestión presente, y mostrando su perfecta conformidad con ellas.

«L'argumentacion des philologues madrilènes est de tout point identique à la mienne, avec cette différence, qu'ils sont entrés dans une discussion en règle, et que la question á été envisagée par eux sous toutes ses faces avec une sùreté de jugement et une abondance de preuves qui ne laissent plus de place au doute. A part ce mérite, qui distingue leur dissertation de mes deux modestes Notes, l'argumentation et la conclusion son les memes.»

No se ha mostrado indiferente M. Quicherat a este nuevo artículo de M. Theil. Así es que en la Revue de l'Instruction Publique correspondiente al 7 de abril de 1864, le opone otro, en el cual, desentendiéndose de las poderosas razones aducidas por su [p. 58] adversario en la última réplica, y repitiendo, aunque con muy ligeras modificaciones, una parte del trozo de nuestro opúsculo que Theil había traducido, insiste en la defensa de su opinión, sin añadir nuevos argumentos a los presentados ya, si bien ampliando el de autoridad con el talento que le distingue... «No es a mí a quien impugnan, dice M. Quicherat; es a Nonio Marcelo...»

Para un latinista de la talla de Quicherat nos parece muy poca cosa abandonarse por completo en brazos de la autoridad, renunciando al propio examen y sin hacer valer sus razones...»

Gran parte de esta disertación se reduce, por consiguiente, a negar la autoridad de Nonio Marcelo, sacando a colación cuanto dijeron contra él Josías Mercier que, a pesar del cariño que debía de profesarle como editor de su libro, le motejó de imperito; Justo Lipsio, que le trata de ridículo e inepto; Gerardo Juan Vossio, que le niega erudición y discernimiento; Kuster y Fabricio, que le achacan el delirar con frecuencia; de Marco Antonio Mureto, que se desata contra él en todo género de invectivas, en sus Variae Lectiones, tildándole de «crasa y supina negligencia»; y, por último, del Cardenal Mai, que resume su juicio, diciendo que Nonio es una pura llaga de los pies a la cabeza: Nonius a vertice, ut aint, usque ad extremum unguem ulcus est.

Como Nonio alega en apoyo de su interpretación del mala aetas por senectus, cuatro pasajes de poetas, además del de Afranio, objeto de esta discusión, nuestros humanistas los discuten uno por uno, intentando con más sutileza que fundamento persuadirnos de que en Plauto mala aetas no significa la vejez en absoluto, sino en virtud de una perífrasis. Y que en otros textos no se sabe si se trata de la juventud o de la vejez, o de otra edad cualquiera, porque los fragmentos de Accio, Turpilio y Pacuvio no dan más de sí. Citan luego un pasaje de Plauto (Aulularia, ac. I, esc. I), donde mala aetas está tomado en el sentido de vida mala o infeliz: ut te dignam mala malam aetatem exigas.

Todo esto es muy ingenioso y muy erudito; pero los señores Miguel y Morante llegan a confesar después de 68 páginas que no han encontrado en toda la latinidad texto alguno en que mala aetas se aplique a la juventud. Y a esto hay que atenerse.

A propósito de las dos soluciones que en su primer folleto proponían, nos dan noticias de otros humanistas españoles que [p. 59] tomaron interés en esta contienda, aunque sin imprimir sus trabajos:

«Entre nuestros amigos, hay quien se muestra más encariñado con la segunda de las dos explicaciones que propusimos, y hay quien suspende su juicio entre las dos sin atreverse a decidir, por hallar en cierto modo niveladas las razones en pro y en contra. Citaremos entre los primeros al Excmo. Sr. D. Manuel Bermúdez de Castro, gran conocedor de los clásicos, apasionado como pocos al estudio de la sabia antigüedad, crítico eminente y razonador profundo. Citaremos también al Sr. D. Manuel Rodríguez de Berlanga, que en una extensa carta, verdadero tesoro de erudición, nos muestra su conformidad con nuestras opiniones. Citaremos igualmente al Sr. D. Juan Manuel Álvarez y Álvarez, Canónigo de la Santa Iglesia Patrialcal de Sevilla, sabio canonista, y muy versado en la lectura de los Clásicos latinos, no menos que en la de los Sagrados Autores. Y entre los segundos contaremos al Excmo. e Ilmo. Sr. D. Eugenio Moreno López, quien ha cultivado en todo tiempo con gran éxito este género de estudios, consagrando a las Bellas Letras los ratos de ocio que le dejan libre sus importantes ocupaciones. No dejaremos de manifestar aquí que este señor, cuyo gran talento es conocido por cuantos tienen la fortuna de tratarle, llamó nuestra atención sobre el adjetivo omnes del segundo verso

Omne, haberent nunc amatores anus,

inclinándose a creer que fuese acusativo en concordancia con amatores , más bien que nominativo en concordancia con anus. Y aun cuando la idea en el fondo venga a ser la misma, la indicación del Sr. Moreno López nos pareció desde luego muy racional y fundada, porque, supuesta esa versión, suben más de punto las pretensiones de la interlocutora, y resalta más aún lo cómico del pasaje. Así es que no hemos tenido inconveniente alguno en aceptarla.

Por lo demás, respetando, como es justo, las opiniones de todos, no ocultaremos que la nuestra nos parece más sólida; cada vez la creemos más fundada, cuanto más meditamos la materia. Esa infeliz anus, que tan tristemente se lamenta del desvío de los hombres, que tan claramente increpa a las jóvenes [p. 60] sólo porque lo son, pretendiendo poseer atractivos que ellas no conocen, presenta, a nuestro juicio, un contraste cómico digno de la pluma de Molière o de nuestro Tirso de Molina. Para que resalte más lo que decimos, séanos permitido fingir una escena donde pueda tener cabida ese personaje recitando las palabras que el poeta Afranio pone en su boca.

Es indudable que para expresarse así la anus ha visto algo, ha oído algo o recordado algo que provoca su despecho, que despierta sus celos o lastima su amor propio ofendido... o deplora el abandono en que la dejan sus antiguos adoradores, recordando tiempos más bonancibles, o ha oído que alguno de sus amigos obsequia a otra más afortunada por más joven, o ha sido testigo de la conferencia de los dos andantes, donde tal vez se han prodigado elogios a la hermosura y juventud, sintiéndose ella herida al contemplar que ya no es joven. Esto, o algo parecido a esto, debió preceder sin duda para expresarse de ese modo.,. Pues bien, supongamos que fué lo último... y demos nombre a los interlocutores, Supongamos que los dos amantes se llaman Lido y Filenia, y a nuestra anus la llamaremos Aspasia. Figurémonos que asistimos al final de una conversación entre los dos primeros, conversación que Aspasia escucha desde adentro.

FILENIA. ¿Tan pronto?
LIDO. Es fuerza: me aguarda
Con impaciencia un amigo,
Con quien de asuntos que importan
Conferenciar necesito,
FIL. ¿Y hasta cuándo?
LID. Hasta mañana.
FIL. ¿Me amarás siempre?
LID. Bien mío,
¿Cómo no amarte, si ciego
Quedé al contemplar el brillo
De tus ojos?
FIL. ¿Soy hermosa?
LID. De cuantas pisan el Circo,
Y el Pórtico y los jardines
Que de Flora en los dominios
Riega el Tíber, no hay belleza
Que pueda luchar contigo.
FIL. ¡Adulador!. . .
LID. Es justicia,
[p. 61] Y estoy harto convencido
De que antes que yo, el espejo,
Que no adula, te lo ha dicho.
FIT. ¡Gracias!
LID. Bien puede dar gracias
Quien las del numen de Gnido
Atesora.
FIL. ¡Estás galante!
LID. Justo soy, te lo repito.
FI'. ¡Adiós!
LID. Adiós, y no olvides
Que sólo por ti respiro.
ASPASIA ( saliendo ).
Si a los hombres cautivaran
Los sólidos atractivos,
Sólo en mujeres maduras
Fijaran hoy su cariño.
Los pocos años, el talle,
Las complacencias y mimos,
Esos son de las hermosas,
Esos los únicos filtros;
Que en esa edad detestable
No se hallan nuestros hechizos.»

Y terminan muy satisfechos de su ensayo cómico, en que vanamente pretendieron rivalizar con el sazonadísimo Camús:

«Dígasenos de buena fe si hay alguna violencia en esa interpretación: si no es naturalísima, si no es ridícula y eminentemente cómica la observación de Aspasia. Se nos objetará que inventamos una escena, mas aquí no hay invención en el rigor de la palabra; no hacemos sino suplir las circunstancias que necesariamente debieron preceder al arranque de la anus; y si las tales circunstancias no fueron las supuestas por nosotros, serían otras semejantes, lo cual nada afecta a la esencia de la interpretación.»

Firman este opúsculo a 20 de abril el Marqués de Morante y Raimundo Miguel.

II. GONZÁLEZ SANTOS, Celestino.-Murcia, 1864.

Cuestión Filológica. Ratificación del juicio emitido en la cuestión filológica sobre la verdadera interpretación de cinco versos de Afranio en su comedia «Vopisco», por el Dr. D. Celestino González [p. 62] Santos. 2.º folleto. Murcia, 1864. Establecimiento tipográfico de «La Paz». Zoco, 5.

Al dorso de la portada hay la siguiente advertencia que prueba que ésta es ya la segunda edición del folleto:

«Agotados los ejemplares de la primera impresión de este opúsculo sin haber podido dejar satisfecha la curiosidad de todos sus comprofesores y de otras varias personas ilustradas, que deseaban leerle, se ha visto precisado a mandar hacer de él una segunda tirada, con el solo objeto de corresponder de algún modo al favor que le dispensan. Murcia, 10 de septiembre de 1864.» 4.º, 48 págs.

El presente opúsculo, último que sepamos que se publicase sobre esta cuestión, que ya empezaba a hacerse enojosa, no presenta argumentos nuevos, pero rebate con mucha fuerza de lógica los de Miguel y Morante en su segunda disertación, especialmente en lo que toca al sentido de las palabras delenimentis, anus y mala aetas.

Firma el folleto en Murcia, a 18 de julio de 1864, pero añade una postdata:

«Aunque en el mes de julio último dije al final de este folleto que me retiraba del campo de la discusión, circunstancias especiales me hacen volver a tomar la actitud de contestar, si lo dicho no es bastante, a cuantos de otro modo opinen. A continuación va un Apéndice en que se refuta la opinión de otros dos respetables profesores.»

Estos profesores, ambos de Valladolid, D. Manuel Rivera y D. Vicente Polo, habían manifestado por escrito su opinión al Marqués de Morante, y de palabra al Sr. González Santos. El Sr. Rivera convenía en todo con este último, excepto en lo de mala aetas, que él entendía no por juventud ni por vejez, sino por edad, siglo, época, generación, corrompida o viciosa, conforme a aquel verso de Horacio Ætas parentum pejor anis. El Sr. Polo traducía morigeratio, por «natural simpatía», y no por fácil condescendencia.

El Dr. González Santos recogió sus dos opúsculos acerca de Afranio en un tomo colecticio que lleva este título:

Composiciones latinas en verso y Cuestiones Filológicas del Dr. D. Celestino González Santos, Catedrático de Latín y [p. 63] Castellano, hoy del Instituto de Sevilla. Burgos. Establecimiento Tipográfico de P. Polo. Año 1866, 4.º

Cada una de las composiciones lleva paginación aparte. Creo que sólo las poesías se imprimieron en Burgos. Los opúsculos filológicos conservan la portada de Murcia.

Reminiscencias

VIII. Lope de Vega, en su comedia La nueva victoria del Marqués de Santa Cruz (Parte XXV, Zaragoza, 1647), presenta una que no parece casual, del célebre fragmento Si possent homines...

ROSELA. ¿Sabes hechizos?
DALIFA. Sé el arte
De ablandar un corazón.
ROSELA. ¡Miente la perra perjura,
Que verde edad y hermosura
Los ciertos hechizos son.

Ætas et corpus tenerum et morigeratio,
Haec sunt venena formosarum mulierum.

En Solaces de un prisionero, linda comedia del Duque de Rivas, escrita en Sevilla, septiembre de 1840, hay estos versos en la jornada 2.a, escena 2, puestos en boca de una dueña:

¡Malditas sean estas tocas
Y los cincuenta que abruman
Mis costillas, y convierten
A una mujer en lechuza!
Pues con todo no me trueco
Por Leonarda, ni por... muchas
Otras aun más estiradas.
«Y si tuvieran cordura
Los mozalbetes, sabrían
Que aunque parecemos tumbas
Las dueñas con estos sayos,
Tenemos fresca la enjundia,
Y el corazón, y unas carnes
Mejores que ahora se usan;
Que al cabo estas damiselas
Son sólo unas aleluyas,
Y en quitándoles las joyas,
[p. 64] Los postizos y las mudas,
Con todos sus verdes años
Parecen pollos sin plumas.»

(Obras del Duque de Rivas, 1855, VI, 226.)

Es patente la analogía de este monólogo con el famoso fragmento del Vopiscus, de Afranio:

Si possent homines delenimentis capi,
Omnes haberent nunc amatores anus:
Ætas et corpus tenerum, et morigeratio,
Haec sunt venena formosarum mulierum.
Ætas mala nulla delenimenta invenit.

Pero la semejanza, con ser tanta, debe de ser enteramente casual, porque no es de presumir que el Duque de Rivas, que no hacía profesión de erudito, hubiese tropezado con el fragmento de Afranio, perdido en el texto del gramático Nonio Marcelo.

Una situación semejante le sugirió, sin duda, idénticas expresiones, y hasta un giro gramatical muy parecido.

Notas

[p. 25]. [1] . Los artículos de Quicherat, N. Rocca y Dübner, que dieron motivo a la polémica, van reproducidos en su texto francés al fin de este folleto, págs. 49-60.

[p. 26]. [1] . No me parece bien interpretado aquí el pensamiento de: Dübner. Su interpretación podrá ser más o menos sutil, pero está muy clara. Conviene exponerla con sus propias palabras: «M. Rocca me semble se tromper en disant que le cinquième vers condense et résume tout ce qui précede, et qu'il présente sous forme affirmative la meme idée que le premier vers sous la forme conditionelle.» Je le crois dit selon ou dans l'esprit de ces hommes sur lesquels les séductions des vieilles n'ont pas prise, voici comment: «Si les hommes pouvaient etre pris par les séductions, toutes les vieilles femmes auraient maintenant des amants. L'age, la délicatesse du corps, la complaisance, tels sont les philtres que leur appliquent les belles femmes(selon eux): «l'age mauvais ne saurait trouver de séductions.» La est-elle vieille? le procés est jugé: telle ne saurait nous delenire», et ils n'y regardent pas meme. Je crois aussi le formosarum emprunté par la vieille au langage de ces hommes, et dit avec un accent de dépit. Dans les deux cas j'entends «l'action exercée sur les hommes», et non pas «l'avantage qu'on possède», d'accord avec M. Quicherat.»

(M. P.)

[p. 49]. [1] . En su obra titulada Comicorum Latinorum, praeter Plautum et Terentium reliquiae. Lipsiae, Teubner, 1855, Pag. 178.

[p. 53]. [1] . D. Celestino transcribe todos estos versos como si fuesen un mismo fragmento. Yo los separo como están en las colecciones de Bothe y Ribeck.

Prescindo de las variantes, que son continuas, por haberse valido el Dr. González Santos de la muy anticuada edición de Maittaire. Los copio tal como él los trae.-(M. P.)

[p. 53]. [2] . En las colecciones modernas, esta comedia se llama Emancipatus.- (M. P.)

[p. 55]. [1] . Aquí padeció una grave distracción o flaqueza de memoria don Celestino, pues no es verosímil que ignorase texto tan obvio como éste de Ovidio (Art. Amat. II, 677-678), recomendando para los amoríos a las mujeres de madura edad:

Illae munditiis annorum damna rependunt,
Et faciunt cura ne videantur anus.

El poeta mismo determina después a qué edad quiere referirse:

Haec bona non primae tribuit natura juventae
Quae cito post septem lustra venire solent.-(M. P.)

[p. 57]. [1] . El texto francés de todos estos artículos se reproduce por apéndice al folleto.