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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > V : IX. CRÓNICAS Y LEYENDAS... > LXVI.— PEDRO CARBONERO

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Texto

Publicada en la Parte catorze de las Comedias de Lope (1621). Es héroe de esta comedia un personaje probablemente histórico, aunque no le hemos visto mencionado en ningún libro: un osado guerrillero andaluz que con una cuadrilla de doce hombres hizo grandes salteamientos y estragos en la frontera del reino árabe de Granada, y murió en un encuentro peleando valerosamente contra los infieles, que en vano le ofrecieron la vida si renegaba de la fe. Su nombre hubo de ser celebrado en alguna canción popular, de la cual parece que quedan rastros en la última escena del drama de Lope:

       Virgen sin mancilla,
       Hoy, mueren, y muero,
       Pedro Carbonero
       Con la su cuadrilla.
       Hoy lleva la muerte,
       En agraz marchitos,
       Trece mancebitos,
       Todos de una suerte;
       Que dejando a Hamete,
       Que os da su palabra,
       Cuatro son de Cabra,
       Y tres de Alcaudete.
       Quieren en Castilla
       Su fama dejar,
       Cuatro de Aguilar
       Y uno de Montilla.

       CERBIN
       Vuelve, Pedro, en ti,
       Y vuélvete moro:
       Tendrás un tesoro
       En el Rey y en mi.
       Curarás la herida,
       Gozarás tu amor,
        [p. 208] Daráte Almanzor
       Regalada vida.
       Serás su vasallo
       Si a servirle pruebas,
       Daráte armas nuevas,
       Lucido caballo.
       Crecerá tu vida
       Como verde cedro,
       Casaráste, Pedro,
       Con mora garrida.

       PEDRO
       Despidámonos los dos:
       Morir quiero, morir quiero,
       ¡Oh mundo, no más con vos!
       Muera Pedro Carbonero,
       Y muera en la fe de Dios.

Todas las escenas en que interviene Pedro Carbonero con su cuadrilla, y especialmente el episodio de la gallarda moza de Andújar, a quien saca del cautiverio penetrando audazmente en Granada, y que, enamorada de el, le acompaña hasta en la muerte, tienen mucho brío y una especie de poesía agreste y selvática. Los cuadros de la vida bandolera, que ya hemos visto en otras producciones de Lope, están ennoblecidos y mejorados aquí por el sentimiento religioso y patriótico, que no abandona a Pedro y a los suyos aun en medio de sus mayores desafueros y rapiñas.

Con esta acción principal se entreteje otra accesoria, que es el suplicio de los Abencerrajes, conforme al relato de Ginés Pérez de Hita, seguido con más fidelidad que en La Envidia de la  nobleza , pero prescindiendo también de la acusación y defensa de la Sultana. Esta parte de la comedia vale menos que lo referente a Pedro Carbonero, pero hubo de hacer mucho efecto en el vulgo la escena en que se corre la cortina y aparecen sobre la mesa del festín las cabezas de los Abencerrajes degollados.

El mérito principal de esta tragicomedia , consiste, sin duda, [p. 209] en el vigoroso carácter del héroe plebeyo Pedro Carbonero, y en algunos trozos líricos, como este cantarcillo del primer acto:

       Riberitas hermosas
       De Darro y Genil,
       Esforzad vuestros aires,
       Que me abraso aquí.
       Hermosas riberas
       Donde yo nací,
       La que fué mi muerte,
       En vosotras vi:
       En el fuego es julio,
       Y en la vista abril.
       Orillas hermosas
       Que el cristal cubrís,
       Tened, que me muero,
       Lástima de mí.
       Si encubre las llamas
       De nieve y jazmín,
       Esforzad vuestros aires,
       Que me abraso aquí.

La dedicatoria del Pedro  Carbonero es curiosa para la historia literaria. Va dirigida al joven e ingenioso poeta sevillano D. Diego Félix de Quixada y Riquelme, autor de 80 sonetos, que tituló Soliadas por tratarse en ellos únicamente de las propiedades y efectos del Sol, aplicándolos a la hermosura de una dama a quien llamó Finelda. Estos sonetos, muy resabiados de culteranismo, pero no de tal suerte que ofusque por completo los destellos de la viva imaginación de su autor, merecieron los mayores elogios de poetas tan ajenos de esa tendencia como el clásico y severo D. Juan de Arguijo y el terso y llano Lope de Vega, que no sólo en la dedicatoria de esta comedia, sino en una carta que va al frente de las Soliadas , manifestó la intencion de honrar estos sonetos, imprimiéndolos con otras rimas suyas. No hay vestigio de que esto se realizase, y a mi juicio las Soliadas han permanecido inéditas hasta nuestros días, en que por diligencia del marqués de Jerez de los Caballeros, tan benemérito de nuestra antigua [p. 210] literatura poética, han visto la luz en elegante edición, ajustada al manuscrito original, con fecha de 1619, que poseía el difunto bibliófilo D. José Sancho Rayón. [1]

Hizo Lope de Vega grande aprecio del ingenio de Quixada y Riquelme, dirigiéndole, además de esta comedia, la epístola cuarta de las que imprimió con la Filomena en 1621, y mencionándole al lado de Jáuregui en otra epístola que con el título de El Jardín dedicó al licenciado Francisco de Rioja:

       Aquí don Juan de Jáuregui, en la mano
       De Apolo el arco y el pincel de Apeles;
       Aquí don Diego Felix , sevillano.

Hubo de malograrse muy joven este ingenio, puesto que ya el el Laurel de Apolo , publicado en 1630, se le dedica este elogio fúnebre:

       Mas despertar en su lugar le agrada
       La memoria llorosa
       De aquel joven don Diego de Quijada ,
       Que la muerte envidiosa,
       Transformada en arado,
       Cortó sin tiempo, como flor en prado...

Y añade Lope, muy profundamente conmovido al parecer:

       Que vive en mí la fe de aquel amigo
       Por quien mi musa trágica suspira,
       Como cuando vivió, después de muerto,
       Y morirá conmigo.
       ............................................................

Había puesto en relación a ambos poetas el secretario del duque de Alcalá. Juan Antonio de Ibarra, que en el rarísimo libro titulado Encomio de los ingenios sevillanos en la fiesta de los santos [p. 211] Ignamo de Loyola y Francisco Xavier (1623), hace de D. Diego Felix, triunfador en varios premios de aquel certamen, los más frecuentes y pomposos elogios.

Lope aprovechó la ocasión de esta dedicatoria (la de Pedro Carbonero) para zaherir de paso a los ingenios anochecidos y tenebrosos, entre los cuales, sin grave cargo de conciencia, hubiera podido incluir a su patrocinado D. Diego. Y muéstrase quejoso también de las necias censuras de los presumidos de gramáticos, añadiendo esta frase feliz: «Si algo me debe mi lengua, no quiero yo decirlo si ella no lo dice.» Es digno de notarse también el elogio de D. Juan de Arguijo: «Caballero en todo rigor científico, y de integridad y costumbres dignas de mayor fortuna, si su filosofía cristiana, con naturaleza de armiño, no la cerrara el paso.» Para aclarar estas alusiones, sería preciso engolfarnos en la biografía de aquel varón eminente; materia que no es para tratada de paso ni en este lugar.

Notas

[p. 210]. [1] . Soliadas de D. Diego Felix de Quixada y Riquelme. Dedicadas en 1619 a D. Francisco de Guzmán , marqués de Ayamonte... Sevilla. En la oficina de E. Rasco... 1887, 4.º Con un erudito prólogo del malogrado humanista don José Vázquez y Ruiz.