Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > V : IX. CRÓNICAS Y LEYENDAS... > LXV.—EL HIJO DE REDUÁN

Datos del fragmento

Texto

Comedia de las viejas de Lope, incluída ya en su Primera parte (1604).

Apenas tiene de tradicional y granadino más que los nombres del Rey Bandeles (Boabdil) y de Reduán, que tanto suena en la Historia de los bandos , de Ginés Pérez de Hita. Por lo demás, es un drama novelesco, cuya principal curiosidad estriba en cierta semejanza, ya advertida por Max Krenkel [1] y otros, entre el carácter del protagonista y el Segismundo de Calderón. El Rey de Granada, como el de Polonia, hace criar en la soledad a un hijo suyo, aunque no por librarle de ningún fatídico horóscopo, sino por ocultar su ilegítimo nacimiento. Gomel, que así se llama el Infante, pasa, y él propio se tiene, por hijo de Reduán, que es el encargado de su custodia y adquiere en el campo fuerzas hercúleas, valor selvático, temeridad y audacia a toda prueba, si bien la corteza tosca y grosera de su educación, vela al pronto las altas y regias prendas de su alma. Acosador de osos y jabalíes, derribador de reses bravas, se encuentra trasladado de pronto a la corte, donde empiezan por causar maravilla y provocar necias burlas su raído alquicel y sus abarcas de cuero crudo. El hombre de la naturaleza se revela en sus instintos soberbios, en su áspero lenguaje, en su voluntad indómita, en la arrogancia desaforada con que acomete, rinde y atropella todo lo que se le pone por delante. Ni aun los halagos del amor logran vencer del todo su fiera condición, y eso que dos gallardas moras, encantadas de su bizarría al verle combatir, se proponen hacer su educación sentimental, y se le declaran en términos tan expresivos como poéticos, dignos, en suma, de la blanda musa de Lope, gran maestro en ternezas y galanterías:

       LIZARA
       Como el oro entre la mina
       Y el diamante por labrar;
        [p. 205] Como el coral en el mar
       Y en concha la perla fina;
           Así como el tosco traje
       Desta montaña o desierto,
       Tienes, Gomel, encubierto
       El valor de tu linaje.
           Ya te habemos conocido
       No más de por lo que has hecho;
       Que del oro de tu pecho
       Artífices hemos sido.
           Y de tal suerte creímos
       Lo que reluce y parece,
       Que ya por quién te merece
       En competencia venimos.

       ZELORA
           Escoge, fuerte Gomel,
       De las dos la que te agrada;
       Que ésa de hoy más es llamada
       Dichosa, firme y fïel.
           Ésa labrará la toca
       Que a tu bonete revuelvas
       Cuando de la guerra vuelvas
       A Granada, en verte loca.
           Ésa la manga curiosa
       Que saques para las cañas,
       Cansado de las hazañas
       De la guerra peligrosa.
           Ésa la banda polida
       Y el almaizal con que dances,
       Cuando de la mano lances
       La lanza en sangre teñida.
           Daráte el mote ingenioso
       Para el campo de la adarga,
       Breve cifra a pena larga
       Para el penacho vistoso.
           Saldrá luego al mirador
       Cuando tu caballo pase,
       Y cuando otros, entraráse,
       Preciándose de tu amor...

[p. 206] Esta primera jornada, donde la originalidad del protagonista resalta tanto, prometía un drama excelente; pero si no en el estilo, a lo menos en la acción, se echa a perder desde el acto segundo, extraviándose en un laberinto de intrigas vulgares, que conducen en el tercero a una catástrofe casi ridícula, aunque bien preparada, pudo ser eminentemente trágica. La Reina, mujer de Baudeles, horriblemente ofendida por él y sabedora de que trama asechanzas a su vida, busca un vengador, y pone el puñal en manos de Gomel, que, ciegamente enamorado de ella, y deslumbrado por la perspectiva del imperio, mata a su propio padre sin conocerle. [1] La escena, que pudo ser terrible y sublime, en que el Rey moribundo le declara su origen y le perdona, está tratada sin ningún género de gravedad trágica; y todavía son más infelices las que siguen, terminando todo con la salida de un león que se escapa de la jaula y viene a postrarse como un manso perrillo a los pies de Gomel, que exclama muy satisfecho:

       Sin duda que ha conocido
       Que soy león como él.
           ¿Si es éste con quien yo tuve
       Desde muchacho amistad,
       En aquella soledad
       De los montes donde anduve?...

No recelando nada de tan buen compañero, y sosegados al parecer los remordimientos de su parricidio, Gomel se queda beatíficamente dormido con el león a las plantas; y en tal reposo le sorprende el pueblo alborotado, que admirando, y no era para menos, tanta serenidad, le proclama rey de Granada.

Tal es este absurdo embrollo, donde sólo pueden elogiarse algunos trozos de versificación feliz, por ejemplo, el romance morisco del acto segundo:

       Al hijo de Reduán,
       Al de la Sierra Nevada...

Notas

[p. 204]. [1] . Klassische Bühnendichtungen der Spanier , herausgegeben und erklart von Max Krenhel. Leipzig , 1881. —Calderón , I, 19-20.

[p. 206]. [1] . Lo mismo hace Seide en. el Mahoma , de Voltaire, aunque la fuerza que le impulsa al crimen no es el amor, sino el fanatismo. La coincidencia debe ser casual, porque Voltaire no conocía las obras de Lope.