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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > V : IX. CRÓNICAS Y LEYENDAS... > LXII.—FUENTE OVEJUNA

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Citada en la segunda lista de El Peregrino (1614). Impresa en la Parte XII de Lope (1619). Lord Holland poseyó un manuscrito de ella. Hartzenbusch la insertó en el tomo III de su colección. Ha sido traducida al alemán por Schack, [1] y dos veces al francés, por Angliviel La Beaumelle [2] y por Damas-Hinard. [3] Sé, por conducto fidedigno, que existe también una versión rusa que suele representarse con grande aplauso en los teatros de aquel Imperio. Tal popularidad no sorprende, porque se trata de una de las obras más admirables de Lope, aunque, por raro capricho de la suerte, no sea de las más conocidas en España.

[p. 172] El hecho, enteramente histórico, que en ella se dramatiza, hállase referido de este modo en la Crónica de las tres Órdenes militares , de Rades y Andrada (1572), donde seguramente le leyó nuestro poeta. El concienzudo analista funda esta narración, según tiene cuidado de expresar al margen, en documentos del Archivo de Calatrava, cajón 22.

«Estando las cosas desta Orden en el estado ya dicho, don Fernán Gómez de Guzmán, Comendador mayor de Calatrava, que residía en Fuente-ovejuna, villa de su Encomienda, hizo tantos y tan grandes agravios a los vezinos de aquel pueblo, que no pudiendo ya sufrirlos ni disimularlos, determinaron todos de un consentimiento y voluntad alzarse contra él y matarle. Con esta determinación y furor de pueblo ayrado, con voz de Fuente-ovejuna, se juntaron una noche del mes de Abril del año de mill y quatrocientos y setenta y seys, los Alcaldes, Regidores, Justicia y Regimiento, con los otros vezinos, y con mano armada entraron por fuerza en las casas de la Encomienda mayor, donde el dicho Comendador estava. Todos apellidaron «Fuente-ovejuna, Fuente-ovejuna», y dezían: «vivan los Reyes don Fernando y doña Isabel, y mueran los traydores y malos christianos». El Comendador mayor y los suyos, quando vieron esto y oyeron el apellido que llevaban, pusiéronse en una pieza la más fuerte de la casa con sus armas, y allí se defendieron dos horas sin que los pudiessen entrar. En este tiempo el Comendador mayor a grandes vozes pidió muchas vezes a los del pueblo le dixessen qué razón o causa tenían para hazer aquel escandaloso movimiento, para que él diesse su descargo, y desagraviasse a los que dezían estar agraviados dél. Nunca quisieron admitir sus razones, antes con grande ímpetu, apellidando «Fuente-ovejuna» combatieron la pieza, y entrados en ella mataron catorce hombres que con el Comendador estavan, porque procuravan defender a su señor. Desta manera con un furor maldito y ravioso, llegaron al Comendador, y pusieron las manos en él, y le dieron tantas heridas, que le hizieron caer en tierra sin sentido. Antes que diesse el ánima a Dios, tomaron su cuerpo con grande y regozijado alarido, diziendo: «vivan [p. 173] los Reyes y mueran los traydores», y le echaron por una ventana a la calle; y otros que allí estavan con lanzas y espadas, pusieron las puntas arriba, para recoger en ellas el cuerpo que aun tenía ánima. Después de caydo en tierra, le arrancaron las barbas y cabellos con grande crueldad; y otros con los pomos de las espadas le quebraron los dientes. A todo esto añadieron palabras feas y descorteses, y grandes injurias contra el Comendador mayor, y contra su padre y madre. Estando en esto, antes que acabasse de espirar, acudieron las mugeres de la villa, con panderos y sonages, a regozijar la muerte de su señor; y avían hecho para esto una vandera, y nombrado Capitana y Alférez. También los muchachos a imitación de sus madres hizieron su capitanía, y puestos en la orden que su edad permitía, fueron a solemnizar la dicha muerte; tanta era la enemistad que todos tenían contra el Comendador mayor. Estando juntos hombres, mugeres y niños, llevaron el cuerpo con gran regocijo a la plaza; y allí todos, hombres y mugeres le hicieron pedazos, arrastrándole y haziendo en él grandes crueldades y escarnios; y no quisieron darle a sus criados para enterrarle. Demás desto dieron sacomano a su casa, y le robaron toda su hazienda. Fué de la Corte un Juez Pesquisidor a Fuente-ovejuna con comisión de los Reyes Cathólicos, para averiguar la verdad deste hecho, y castigar a los culpados; y aunque dió tormento a muchos de los que se avían hallado en la muerte del Comendador mayor, nunca ninguno quiso confessar quáles fueron los capitanes o primeros movedores de aquel delicto, ni dixeron los nombres de los que en él se avían hallado. Preguntávales el Juez: «¿quién mató al Comendador mayor?». Respondían ellos: «Fuente-ovejuna». Preguntávales: «¿quién es Fuente-ovejuna?». Respondían: «todos los vezinos desta villa». Finalmente todas sus respuestas fueron a este tono, porque estavan conjurados que aunque los matassen a tormentos no avían de responder otra cosa. Y lo que más es de admirar que el Juez hizo dar tormento a muchas mugeres y mancebos de poca edad, y tuvieron la misma constancia y ánimo que los varones muy fuertes. Con esto se bolvió el Pesquisidor a dar parte a los Reyes Cathólicos, para ver qué [p. 174] mandavan hazer; y sus Altezas siendo informadas de las tyranías del Comendador mayor, por las quales avía merescido la muerte, mandaron que se quedasse el negocio sin más averiguación. Avia hecho aquel Cavallero mal tratamiento a sus vasallos, teniendo en la villa muchos soldados para sustentar en ella la voz del Rey de Portogal, que pretendía ser Rey de Castilla; y consentía que aquella gente hiziesse grandes agravios y afrentas a los de Fuente-ovejuna sobre comérseles sus haziendas. Ultradesto, el mismo Comendador mayor avía hecho grandes agravios y deshonrras a los de la villa, tomándoles por fuerza sus hijas y mugeres, y robándoles sus haziendas para sustentar aquellos soldados que tenía, con título y color que el Maestre don Rodrigo Téllez Girón su señor lo mandava, porque entonces seguía aquel partido del Rey de Portogal. Dexó el Comendador mayor muchos hijos, uno de los cuales fué Juan Ramírez de Guzmán, que tuvo el hábito de Calatrava, como paresce por los Actos del capítulo general de ella, que se celebró en Medina del Campo. Los de Fuente ovejuna, después de aver muerto al Comendador mayor, quitaron las varas y cargos de justicia a los que estavan puestos por esta Orden, cuya era la jurisdicción; y diéronlas a quien quisieron. Luego acudieron a la ciudad de Córdova, y se encomendaron a ella, diziendo querían ser subjetos a su jurisdicción, como avían sido antes que la villa viniesse a poder de don Pedro Girón. Los de Córdova recibieron a Fuente-ovejuna por aldea de su ciudad, y de hecho despojaron a la Orden del señorío de ella, y pusieron justicia de su mano. La Orden se quexó deste despojo y fuerza ante los Reyes Cathólicos, y después ante el Romano Pontífice; y tiene sentencia dada en la audiencia de Rota en su favor, y executoriales y provisión Real, para que le sea restituyda la possesión. En el processo deste pleyto se cuenta lo que tenemos dicho de la muerte del Comendador mayor, y está en el Archivo de Calatrava.» [1]

[p. 175] Nació de este trágico suceso un dicho popular, que Covarrubias registra en su Tesoro de la Lengua castellana (1611): «Y para que conste el origen que tuvo un proverbio trillado, «Fuente Ovejuna lo hizo», es de saber que en el año de mil y quatrocientos y setenta y seis, en el qual se dió la batalla de Toro, como toda Castilla estuviesse revuelta con parcialidades, los de Fuente Ovejuna una noche del mes de Abril se apellidaron para dar la muerte a Hernán Pérez de Guzmán, Comendador Mayor de Calatrava, por los muchos agravios que pretendían averles hecho, y entrando en su misma casa le mataron a pedradas, y aunque sobre el caso fueron enviados juezes pesquisidores, que atormentaron a muchos de ellos, assí hombres como mugeres, no les pudieron sacar otra palabra más de ésta: «Fuente Ovejuna lo hizo.»

Hubo acaso algún romance popular sobre este argumento, y pueden ser resto de él estos cuatro versos, engastados en un cantarcillo de Lope:

       Al val de Fuente Ovejuna
       La niña en cabellos baja;
       El caballero la sigue
       De la cruz de Calatrava...

Con tan exiguos materiales hubo de levantar nuestro poeta su edificio dramático, que es de sencilla e imponente grandeza: un drama épico en toda la fuerza del término. En Peribáñez , en El mejor Alcalde , el Rey , y en otras obras que pueden parecer análogas a ésta por su pensamiento, se trata de justicias o de venganzas particulares. En Fuente Ovejuna lo que presenciamos es la venganza de todo un pueblo; no hay protagonista individual; no hay más héroe que el demos , el concejo de Fuente Ovejuna: cuando el poder Real interviene, es sólo para sancionar y consolidar el hecho revolucionario. No hay obra más democrática en el Teatro castellano, no ya con la patriarcal democracia de Los [p. 176] Jueces de Castilla, sino con la tumultuosa y desbordada furia de los tumultos anárquicos que iluminaron con siniestra luz las postrimerías de la Edad Media y los albores de la Moderna; de la jacquerie , en Francia; de los pagesos de remensa , en Cataluña; de los forenses , en Mallorca; de los agermanados , en Valencia; de los aldeanos , en Alemania. El genio, otras veces tan dulce y apacible de nuestro poeta, se ha identificado maravillosamente con las pasiones rudas, selváticas y feroces de aquellas muchedumbres; y ha resultado un drama lleno de bárbara y sublime poesía, sin énfasis, ni retórica, ni artificios escénicos; un drama que es la realidad misma brutal y palpitante, pero magnificada y engrandecida por el genio histórico del poeta, a quien bastaría esta obra, sin otras muchas, para ser contado entre los más grandes del mundo. En Fuente Ovejuna , el alma popular que hablaba por boca de Lope, se desató sin freno y sin peligro, gracias a la feliz inconsciencia política en que vivían el poeta y sus espectadores. Hoy, el estreno de un drama así promovería una cuestión de orden público, que acaso terminase a tiros en las calles. Tal es el brío, la pujanza, el arranque revolucionario que tiene; enteramente inofensivo en Lope, pero que, transportado a otro lugar y tiempo, explica el entusiasmo de los radicales de Rusia por una obra donde a cada paso se leen máximas de este tenor:

       Un popular motín mal se detiene...
       No volverán atrás. Cuando se alteran
       Los pueblos agraviados, y resuelven,
       Nunca sin sangre o sin venganza vuelven.
       ......................................
       ¿Qué es lo que quieres tú que el pueblo intente?
       —Morir o dar la muerte a los tiranos,
       Pues somos muchos, y ellos poca gente.
       ......................................
       Si nuestras desventuras se compasan,
       Para perder las vidas, ¿qué aguardamos?
       Las casas y las viñas nos abrasan:
       Tiranos son: a la venganza vamos.

Y todo esto no queda en palabras, sino que se pinta y [p. 177] representa con los más vivos colores la orgía de la venganza popular, una furiosa saturnal demagógica, donde hombres y mujeres rivalizan en crueldad y ensañamiento:

       De Fuente Ovejuna vengo,
       Donde, con pecho inclemente,
       Los vecinos de la villa
       A su señor dieron muerte...
       Que vasallos indignados,
       Con leve causa se atreven.
       Con título de tirano,
       Que le acumula la plebe,
       A la fuerza de esta voz
       El hecho fiero acometen;
       Y quebrantando su casa,
       No atendiendo a que se ofrece,
       Por la fe de caballero,
       A que pagará a quien debe,
       No sólo no le escucharon,
       Pero con furia impaciente
       Rompen el cruzado pecho
       Con miles heridas crueles,
       Y por las altas ventanas
       Le hacen que al suelo vuele,
       Adonde en picas y espadas
       Le recogen las mujeres
       Llévanle a una casa muerto,
       Y a porfía, quien más puede,
       Mesa su barba y cabello,
       Y apriesa su rostro hieren.
       En efeto fue la furia
       Tan grande que en ellos crece,
       Que las mayores tajadas
       Las orejas a ser vienen...
       Saqueáronle la casa,
       Cual si de enemigos fuese,
        Y gozosos , entre todos
        Han repartido sus bienes.

Como se ve, ni siquiera falta en el cuadro su toque colectivista.

[p. 178] Para preparar y aun para justificar esta espantosa venganza que nuestro dramaturgo pone no sólo en relato, sino también en acción (y por cierto con gran rapidez, nervio y eficacia), no ha perdonado en los dos primeros actos medio alguno que pudiera excitar la indignación de todo pecho generoso contra la tiranía feudal encarnada en el Comendador mayor de Calatrava. Y esto lo hizo por arte consumado, no con las declamaciones que en caso análogo emplearía un sectario vulgar, sino con la exposición de hechos vivos que llenan el alma de ira y espanto: forzamientos de doncellas y casadas, afrentas de padres y maridos, violaciones oprobiosas de la justicia, escarnio de la veneranda institución municipal, degradación sistemática de la persona humana, todos los crímenes y abominaciones que pueden nacer del despotismo de arriba y del servilismo de abajo, vistos y estudiados en el campo y entre villanos, para que resulte mayor su diabólica eficacia. La ficción poética es aquí más verdadera que la historia misma. En parte alguna puede encontrarse un cuadro tan espantosamente verídico de lo que fué la anarquía y el desenfreno moral que se paseó triunfante por Castilla en el infausto reinado de Enrique IV, y que sucumbió bajo el cetro de hierro de los Reyes Católicos. Lope, con aquella intuición histórica que era parte esencialísima de su genio, marcó el punto culminante de esta lucha en el episodio, secundario en verdad, pero tan curioso y significativo, de Fuente Ovejuna; drama que simboliza el pacto de alianza entre la monarquía y el pueblo, el allanamiento de las fortalezas señoriales y la ruina de las jurisdicciones privilegiadas.

Porque este drama, tan profundamente democrático, es también profundamente monárquico. Ambas ideas vivían juntas en el pueblo español; y en Lope, su poeta, su intérprete, tenían que ser inseparables:

       El Rey sólo es señor después del cielo,
       y no bárbaros hombres inhumanos...

Los matadores de Fernán Gómez aclaman simultáneamente a los Reyes Católicos y al pueblo de Fuente Ovejuna; asaltan el [p. 179] castillo del Comendador, pican sus armas, rechazan el señorío de la Orden de Calatrava y ponen las armas Reales en el concejo:

       ¿Adónde se han de poner?
       —Aquí, en el Ayuntamiento.
       —¡Bravo escudo!
       —¡Qué contento!
       —Ya comienza a amanecer
       Con este sol nuestro día.
       ¡Viva Castilla y León,
       Y las barras de Aragón,
       Y muera la tiranía!

En vano el juez pesquisidor quiere indagar a fuerza de tormentos quién mató al Comendador. La libertad ha transformado en héroes a los menguados siervos de ayer; y hombres y mujeres, ancianos y niños, resisten impávidos el potro y la cuerda, sin que salga de sus labios más voz que la de «Fuente Ovejuna», como si un corazón solo latiese en todos sus pechos. El Rey Católico tiene que recibirlos bajo su protección cuando se le encomiendan:

       Señor, tuyos ser queremos
       Rey nuestro eres natural.

Poco tienen que agradecer, ciertamente, a Lope los Comendadores de las Órdenes militares. Si el de Ocaña es un libertino desalmado, de quien hace justicia el puñal de Peribáñez, Fernán Gómez, el de Fuente Ovejuna, es un monstruo ebrio de soberbia y de lujuria, a quien sus vasallos acosan y cazan como a una alimaña feroz y dañina. No conserva más cualidad buena que el denuedo personal, única que no podía faltar en quien llevaba al pecho la cruz de aquella gloriosa milicia. Así le vemos desafiar desarmado, solo y en el monte, las iras y la ballesta de Frondoso.

Sería absurdo atribuir al gran poeta animadversión ni malquerencia alguna contra instituciones cuyo aspecto heroico tenía que serle grato, en su condición de poeta popular y locamente [p. 180] enamorado de todas las cosas tradicionales de su patria. Él mismo exaltó, por ejemplo, las glorias de los Maestres de Santiago, en El Sol parado. Por otra parte la anulación política de estas instituciones las hacía completamente inofensivas en tiempo de Lope, y aunque rodeadas todavía de gran prestigio social, no eran ya un peligro para el derecho común, ni para la integridad de la soberanía, ni para cosa alguna. Su tiempo había pasado, y no eran más que una antigualla venerable y codiciada por lo honrosa y aun por lo lucrativa. Pero al poner en escena el duelo a muerte entre la Corona y sus grandes vasallos, al presentar el levantarniento tumultuoso de un pueblo de señorío que pasa a ser realengo, era natural que la elección del poeta recayese, no en un señorío individual, por robusto que fuese, sino en el poder más formidable que a fines del siglo XV podía levantarse enfrente del poder del Trono. Un Maestre de Calatrava había estado a punto de ser rey de Castilla; otro había entrado a sangre y fuego en Ciudad Real, decapitando a sus defensores y azotando y arrancando la lengua con tenazas a muchos de la plebe y gente menuda; un clavero de Alcántara, hombre de herculeas fuerzas y desapoderada ambición, fatigaba con bandos y contiendas a Extremadura, y trataba de igual a igual con la Reina Católica. Estos personajes y estos tiempos son los que Lope describía con pasmosa verdad moral, con cierta política de instinto y de sentimiento, [1] [p. 181] y sin ningún propósito ulterior, que en su tiempo hubiera sido impertinente.

El ambiente campesino en que se mueven los personajes de esta pieza, da lugar, como sucede de continuo en Lope, a lindas escenas villanescas y a cuadros de género que dulcifican algo la siniestra impresión del conjunto. [1] Pero de todos modos, no es el [p. 182] idilio lo que domina, ni ha querido el autor que dominase: las atrocidades del Comendador son tales, que bastarían para convertir en infierno la pastoril Arcadia. El elemento cómico está sobriamente distribuído. Lope tuvo el arrojo y la habilidad de introducirle en una escena de tortura, que sin él hubiera resultado intolerable.

Hay mucho que aplaudir en esta comedia, o más bien casi todo es excelente. Se ve que el poeta camina derecho a su fin y está en plena posesión de sus medios. No rige su pluma la improvisación fugaz de otras veces, sino una lógica dramática, tan sencilla como infalible en sus procedimientos. No camina al acaso, sino puestos siempre los ojos en la inminente catástrofe. Están finamente indicados los caracteres de la honrada y fuerte Laurencia; del valiente y enamorado Frondoso; del venerable y sesudo alcalde Esteban; de Juan Rojo, tan tímido al principio y el más arrojado después; del sensual y gracioso Mengo, a quien los tragos de vino consuelan de los dolores del tormento. Pero más que la psicología individual importa aquí la pasmosa adivinación de la psicología de las muchedumbres, que se encuentra en Shakespeare como en Lope, pero que es tan rara en el Teatro moderno, acaso porque el abuso del dilettantismo literario ha cortado la comunicación entre el poeta y su pueblo, borrando en el drama todo vestigio de sus orígenes épicos.

Don Cristóbal de Monroy y Silva, ingenio andaluz (natural de Alcalá de Guadaira), refundió, a mediados del siglo XVII, esta comedia con el mismo título de Fuente Ovejuna , regularizando algo la fábula y atenuando las crudezas realistas que abundan en el original de Lope, pero que eran necesarias para la íntegra y sincera ejecución poética y aun para la ejemplaridad moral. Esta refundición no es despreciable. Monroy era poeta de mérito, entre los de segundo orden y no carecía de fuerza melodramática. Pero la obra de Lope no necesitaba ser refundida ni morigerada. Tal como está, puede desafiar impávida las tormentas de la crítica y el fallo de las edades. [1]

Notas

[p. 171]. [1] . Spanisches Theater. Frankfurt, 1845, tomo II, páginas 3-156.

[p. 171]. [2] . En la colección Chefs-d' æuvre des Théâtres étrangers. París, 1829, tomo I de Lope, páginas 134-257.

[p. 171]. [3] . Théâtre de Lope de Vega , tomo II, páginas 87-152.

[p. 174]. [1] . Chrónica de las tres Ordenes y Cavallerías de Santiago , Calatrava y Alcántara; en la qual se trata de su origen y successo , y notables hechos en armas de los Maestres y Cavalleros de ellas; y de muchos Señores de título y otros Nobles que descienden de los Maestres; y de muchos otros Linajes de España. Compuesta por el licenciado Fray Francisco de Rades y Andrada , Capellán de su Magestad , de la Orden de Calatrava... En Toledo , en casa de Juan de Ayala. Año 1572. Folios 79-80.

[p. 180]. [1] . Nótense, por ejemplo, estas palabras del alcalde Esteban (acto segundo):

       ... Y esto baste;
       Que reyes hay en Castilla
       Que nuevas órdenes hacen.
       Con que desórdenes quitan.
       Y harán mal, cuando descansen
       De las guerras, en sufrir
       En sus villas y lugares
       A hombres tan poderosos
       Por traer cruces tan grandes.
       Pongásela el Rey al pecho;
       Que para pechos reales
       Es esa insignia, y no más.

[p. 181]. [1] . Véanse, por ejemplo, estos deliciosos versos, puestos en boca de Laurencia, en la jornada primera, que recuerdan otros de Peribáñez y de García del Castañar.

           ¡Pardiez! más precio poner,
       Pascuala, de madrugada,
       Un pedazo de lunada
       Al fuego para comer,
           Con tanto zalacatón
       De una rosca que yo amaso,
       Y hurtar a mi madre un vaso
       Del pegado cagilón;
           Y más precio al mediodía
       Ver la vaca entre las coles,
       Haciendo mil caracoles
       Con espumosa armonía;
           Y concertar, si el camino
       Me ha llegado a causar pena,
       Casar una berenjena
       Con otro tanto tocino;
           Y después un pasatarde,
       Mientras la cena se aliña,
       De una cuerda de mi viña,
       Que Dios de pedrisco guarde;
           Y cenar un salpicón
       Con su aceite y su pimienta,
       Y irme a la cama contenta,
       Y al inducas tentación
           Rezalle mis devociones;
       Que cuantas raposerías,
       Con su amor y sus porfías,
       Tienen estos bellacones;
           Porque todo su cuidado,
       Después de darnos disgusto,
       Es anochecer con gusto
        Y Amanecer con enfado.

[p. 182]. [1] . Para completar las indicaciones bibliográficas acerca de La