Comedia muy rara, que se halla sólo en una Parte XXVII de las extravagantes (Barcelona, 1633), de la cual se conservan fragmentos en un tomo colecticio de la biblioteca de Osuna (hoy [p. 100] de la National). Es texto incorrectísimo, como la mayor parte de los de su clase. La atribución a Lope no ofrece duda, y está confirmada en los últimos versos. Por el estilo parece composición de su juventud, escrita probablemente en Sevilla, donde Lope residió largas temporadas desde fines de 1600 hasta mayo de 1604. Las alusiones locales son continuas y tienen mucha vida y frescura, como impresión de cosa presente:
Ahora, cuando Sevilla
Sale a buscar
viento frío
A la Barqueta o al
río,
Hacia el Beto o la
Almenilla,
Y a Guadalquivir que está
Lleno de enramados
barcos,
Que forman
triunfantes arcos
Para el que a
embarcarse va,
Siendo su corriente ufana,
Con variedad de
hermosuras,
Una selva de
aventuras
Desde Sevilla a
Triana...
...........................
.
Junto a Gradas, porque acaso
Un amigo me brindó
En cal de Bayona, y
yo
Hice la razón de
paso.
............................
Adiós, Sevilla,
soberbio
Teatro del mundo,
esfera
De la discreción y
centro
De la grandeza de
España,
Y cifra, y mundo
pequeño;
Pan de Gandul de mi
vida,
Roscas de Utrera
del cielo,
Alcaparrón como el
puño,
Aceitunas como el
cuerpo;
Sábalos del
Alamillo,
Ostiones en cárcel
presos
Por valerosos
pescados,
Sardinas, lenguados
frescos...;
Camarón con lima,
vino
De Cazalla blanco y
negro
[p. 101] Que a Castilla y Aragón,
A comer siempre
carnero
Me llevan, por mi
desdicha,
Travesuras de don
Tello.
El primer acto es muy movido, muy interesante, está dialogado con soltura y bizarría; promete un buen drama de costumbres caballerescas. Pero en el segundo, todo se echa a perder, y la obra degenera en una comedia genealógica, de las más vulgares y destartaladas, que sólo pudo ser grata a los caballeros del apellido de Vargas. De histórico no creo que tenga más que los nombres de Don Enrique IV y Don Juan II de Aragón, envueltos en una intriga enteramente fabulosa, como lo es también la procedencia sevillana que Lope atribuye a los antiquísimos Vargas de Madrid.
Por un curioso pasaje de esta pieza, inferimos que Lope no era aficionado ni apologista de las corridas de toros:
MILLÁN
Si fuera alguna
sortija
En Castilla o en
Granada,
Alguna justa o
torneo
Entre personas
humanas,
Fuera justo verlas;
pero
Una fiesta
temeraria
Con animales
feroces
Que tienen cuernos
por armas,
Y no se rinden ni
vencen
A razones ni a
palabras,
Y viene a ser el
mejor
Aquel que más
hombres mata,
¿No es mal gusto
verla?
DON TELLO
Estás
Filósolo, y no te
falta
Razón; que esta
fiesta bruta
Sólo ha quedado en
España;
Y no hay nación que
una cosa
[p. 102] Tan fiera y tan inhumana,
Si no es España,
consienta.
MILLÁN
Yo no sé ¡por Dios!
que hallan
En ver un toro
correr
Tras un hombre, y
si le alcanza,
Verle volar por los
cuernos
Y verle bajar sin
bragas...
¿Éste es buen
gusto? ¿Por esto
Un hombre discreto
pasa,
Pudiendo estarse
entretanto
Tendido al fresco
en su casa?
Y no: «¡Bravo toro
es éste!
Veisle, en el arena
escarba;
Él hará más de una
riza,
Ni se dormirá en
las pajas.
Dios te guarde,
caballero:
¡Bravo rejón!
¡Linda lanza
Si le quiso, no le
quiso.
¡Qué lindo acero de
espada!
La cola le corté a
cercen.
¡Vive Dios, si el
toro aguarda,
Que le lleva todo
el lomo!
Echen otro; aparta,
aparta.
Vuelvan a cerrar la
puerta:
¡Qué furia del
toril saca!»
Luego le dice:
«Abragado;
Él es de famosa
casta;
Ya partió tras de
aquel pobre;
No hay como él; dos
brasas
Tiene por ojos.
¡Ah, perro,
Éste se come las
capas!»
¿Hay disgusto
semejante?
¡Qué calor! ¡Qué
sol! ¡Mal haya
Si yo pagare
tablado,
Si yo subiere a
ventana
A ver toros en mi
vida,
Aunque a dar
lanzadas salgas!
Esta viva y graciosa pintura puede dar idea del mérito que tiene, sobre todo en la parte de locución y estilo, el primer acto [p. 103] de esta ignorada comedia, digno de andar en mejor compañía que la de los dos restantes.