Su verdadero título parece ser El Milagro por Los celos y excelente Portuguesa , según se infiere de los últimos versos. Don Álvaro de Luna no interviene en ella sino como personaje muy secundario. Esta comedia no se halla más que en ediciones sueltas, y tiene todas las trazas de estar refundida, porque el estilo, en muchas partes, no es el de Lope, sino más bien el de cualquier poeta de gusto calderoniano. La creemos auténtica, sin embargo, aunque muy mediana y muy estropeada.
Lo que de histórico contiene esta obra, es muy poco. Quizá estaría mejor entre las comedias devotas. La protagonista, doña Beatriz de Silva, fué una dama portuguesa a quien Doña Isabel la Católica cedió en 1484 una pequeña parte de los llamados en Toledo palacios de Galiana , para fundar el monasterio cisterciense de la Concepción, que pasó (después de la muerte de la fundadora, en 1492) a ser convento de religiosas franciscanas. [1] Con esta fundación se enlaza la piadosa leyenda que recogieron nuestros poetas dramáticos del siglo XVII, trasladando anacrónicamente a doña Beatriz a la corte de Don Juan II, y haciéndola triunfar milagrosamente de la pasión amorosa del Rey y de los celos de la Reina, su segunda mujer, Doña Isabel de Portugal. Ni la [p. 88] historia acusa de tal género de devaneos al flaco y pusilánime Monarca, de quien dijo Fernán Pérez de Guzmán que, «si bien, en opinión de algunos, era de su natural condición cobdicioso e lujurioso e aun vindicativo, no le bastaba el ánimo para la execución de ello»; ni hay más verdad, en lo que se refiere a la hermana del primer conde de Cifuentes, que la ya citada fundación del monasterio de la Concepción, aunque en época muy diversa, y sin que interviniese ningún accidente sobrenatural. Lo que realmente pertenece a la historia es el carácter de D. Álvaro y el odio de la Reina contra el poderoso favorito, que trajo con ella, de Portugal, el cuchillo para su garganta. La poquedad de Don Juan II y el abatimiento de su voluntad están exagerados hasta lo sumo:
Ley es en mí lo que el Maestre ordena...
Con buen acuerdo se le hace presidir una Academia literaria, como cuadra a un Rey trovador y Mecenas de los doctos. En oposición a tan pálida figura está la del Condestable, que es muy hombre, pero político nada sincero, tal como las crónicas le muestran. La Reina es una furia, que el poeta llama:
Cruel, como
portuguesa;
Como mujer,
vengativa...
Tales elementos hubieran bastado para hacer un buen drama sobre la caída de D. Álvaro, pero desgraciadamente Lope no siguió esta pista. Se entretuvo en una fábula ascética y conventual, nada interesante de suyo; y no es maravilla que la ejecución resultase floja y soñolienta. Pero como no hay obra de Lope que no tenga algo útil, pueden citarse como curiosidades de esta comedia:
a) Una sentencia política, muy repetida después, hasta el punto de convertirse en lugar común:
Los Reyes, ¡oh gran
señor
Tienen la virtud
del fuego,
[p. 89] Que abrasan cuando están cerca,
Y calientan cuando
lejos.
[1]
b) Una alusión a la supersticiosa creencia en agüeros («vivir de agüeros»), que se suponía vinculada, entre otras ilustres familias castellanas, en la de los Mendozas, quizá por su parentesco con la casa montañesa de la Vega, a la cual pertenecía aquel Garcilaso que hubo mala muerte en Soria, y del cual dice el cronista de Don Alfonso XI que «era ome que cataba mucho en agüeros et traía consigo omes que sabían de esto»:
Más agüeros he tenido
Que un Mendoza de
Buitrago.
c) Una adaptación de la sabida fábula esópica de El perro y la sombra:
Un
perro una vez pasaba
Otro río como el
Duero
Y un pedazo de
carnero
Entre los dientes
llevaba.
La sombra, que no era poca,
Dentro de las aguas
vió,
Y por cogerla soltó
Lo que llevaba en
la boca.
Fué a asirla, y su desvarío
El perro al
instante vió;
Volvió a su carne,
y halló
Que se la llevó el
tal río...
No busquéis al dueño mío,
Señor conde de
Cifuentes;
Dejáronla vuestros
dientes;
Ya se la ha llevado
el río.
[p. 90] d) Una alusión a la famosa Forneira , o panadera de Aljubarrota, de la que se cuenta que con su pala ahuyentó y deshizo a innumerables castellanos:
Desto hallarás más
testigos
Que dió palos a
enemigos
La pala de la
Forneira.
[1]
e) El principio de un romance (no popular, sino artístico, pero que no recuerdo haber visto en otra parte) a la muerte de doña Inés de Castro:
Con mil mortales
heridas,
Rosas de un cándido
pecho,
Yace doña Inés de
Castro
En los campos de
Mondego...
Hay una comedia del maestro Tirso de Molina (parte 4.ª, 1635), Favorecer a todos y amar a ninguno , que tiene el mismo argumento que ésta de Lope. El breve análisis que hizo de ella Hartzenbusch, bastará para mostrar la semejanza, que llega a ser identidad, en lo fundamental de ambos poemas:
«Doña Beatriz de Silva, dama portuguesa, prima de la reina Isabel, mujer de D. Juan II de Castilla, era obsequiada por su rara hermosura, de cuatro caballeros castellanos, a quienes solía conceder algún favor honesto y de pura cortesanía, porque los miraba con indiferencia a todos: el mismo rey D. Juan, que se prenda también de la hermosa portuguesa, obtiene de ella aún menos que sus competidores. Sabedora la Reina de la inclinación [p. 91] de D, Juan, se venga en la inocente camarera de un modo terrible: la encierra en un armario, y la tiene allí tres días sin comer, beber ni respirar, donde hubiera muerto bien pronto, a no interponerse la mediación divina. La Virgen la socorre, y la aconseja se retire del mundo; obedece Beatriz, huye de Tordesillas a Toledo y aparécesele en el camino San Antonio de Padua, que le anuncia que saldrá del convento de Santo Domingo el Real para fundar el de la Concepción.»
Cotejadas ambas comedias, hallo que la de Tirso está mejor escrita que la atribuída a Lope, pero creo que ni una ni otra importan nada para la gloria de sus autores.
[p. 87]. [1] . Amador de los Ríos, Toledo pintoresca (Madrid, 1845), pág. 180. Vizconde de Palazuelos, Guía de Toledo (1890), pág. 1.101.
[p. 89]. [1] . De aquí proceden, sin género de duda, aquellos sabidos versos de García del Castañar:
Tuve yo un padre muy
fiel
Que muchas veces
decía,
Dándome buenos
consejos,
Que tenía
certidumbre
Que era el Rey como
la lumbre,
Que calentaba de
lejos
Y desde cerca
quemaba.
[p. 90]. [1] . «Los Portugueses se glorían—dice un historiador del siglo XVI—de que una hornera con la pala mató siete castellanos.» (Historia de la unión del reino de Portugal a la corona de Castilla: de Jerónimo de Franchi Conestagio , caballero genovés. Traduzida de lengua italiana en nuestra vulgar castellana por el Doctor Luis de Bavia... Barcelona, 1610, folio 124 vuelto.)
Hay una pieza dramática, de que es protagonista esta virago: Auto novo e curioso da Forneira de Aljubarrota , en que se contem a vida e façanhas desta gloriosa matrona. (Lisboa, 1794.)