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Obras completas de Menéndez... > ESTUDIOS SOBRE EL TEATRO DE... > IV : IX. CRÓNICAS Y... > XXVI.—EL GALLARDO CATALÁN

Datos del fragmento

Texto

Impresa en 1609 en la Segunda parte de Lope. Si es, como parece, la misma pieza que El catalán valeroso, citado en la primera lista de El Peregrino, tiene que ser anterior a 1604.

El tema, libre y poéticamente tratado por Lope de Vega en esta romántica pieza, es la leyenda de la Emperatriz de Alemania, defendida por un conde de Barcelona. Esta leyenda, que nada tiene de indígena, sino que es un lugar común de los más explotados en toda Europa por la poesía caballeresca, había penetrado ya en las crónicas catalanas del siglo XIV, puesto que se la encuentra, aunque con visibles muestras de intercalación, en algunas copias de la de Bernardo Desclot. Hállase, por lo menos, en la de París que sirvió de texto a Buchon [1] para su edición (que, en rigor, es hasta ahora la única que tenemos), y hállase también en un manuscrito de la Biblioteca episcopal de Barcelona, cuyo texto, que, según creemos, no ha sido aprovechado hasta ahora, va [p. 43] impreso al pie de estas páginas, conforme a la copia que de él sacó nuestro docto y venerado maestro D. Manuel Milá y Fontanals.

Este largo episodio aparece intercalado muy inoportunamente en la Crónica de Desclot, que, como es sabido, tiene por principal asunto la historia de Don Pedro III, y sólo muy ligeramente habla de sus antecesores. Al tratar, pues, de la razón por qué el Rey Don Pedro II el Católico tuvo el señorío de Provenza, viene el cuento de la Emperatriz en la forma que vamos a transcribir, poniendo en nota el original catalán y en el texto su versión, que hemos procurado hacer lo más literal posible, para que conserve algo de la gracia de la narración primitiva.

«Capítulo séptimo.—Del Emperador de Alemania, que tomó por mujer a la hija del Rey de Bohemia, y cómo fué acusada de adulterio por dos honrados hombres de la corte del Emperador. [1]

[p. 44] Dice el Conde que había un Rey en Alemania que era muy noble y valeroso en armas y muy generoso y magnánimo en sus donaciones. Los cuatro Príncipes de Alemania, por mandamiento del Apostólico (el Papa), le eligieron Emperador; el Apostólico le confirmó y le coronó. Y después tomó por mujer a la hija del Rey [p. 45] de Bohemia, que era muy bella y agradable. Y aconteció que en la corte del Emperador había un caballero de alta prosapia, y muy hazañoso y muy gallardo hombre, y era muy joven, casi niño. Y la Emperatriz se enamoró de aquel caballero, de tal suerte, que los honrados hombres del Consejo del Emperador hubieron de reparar [p. 46] en ello, y se dijeron el uno al otro: «Ciertamente, no se ha de sufrir esto, porque más traidores seríamos nosotros que él si ocultásemos alguna cosa que pudiese redundar en mengua o desdoro del Emperador nuestro amo. Y tal principio vemos en este hecho, que si le dejamos seguir adelante, tendría muy vergonzoso y desastrado [p. 47] fin. Y aun nosotros mismos no estamos muy seguros de que las cosas no hayan pasado a mayores.»

Fuéronse, pues, al Emperador, y le dijeron:

—Señor, no queremos ocultaros ninguna cosa que pueda redundar en daño o deshonor vuestro. Y, por tanto, os hacemos [p. 48] saber que la señora Emperatriz, según hemos claramente visto, está enamorada de un cierto caballero y que se hacen señas entre los dos. Que hayan pasado más adelante, no podemos afirmarlo. Y para que lo creáis mejor, poneos en acecho y conoceréis que os decimos verdad.

[p. 49] Con esto el Emperador puso atención en aquellas cosas, y entendió que aquellos barones le habían dicho verdad en todo. E hizo venir ante sí la Emperatriz, y cuando la tuvo delante, mostrándose airado y malcontento de ella, por lo mismo que la amaba más que a ninguna otra cosa del mundo, la habló con palabras de mucho vituperio.

[p. 50] —Señora—dijo el Emperador—. Muy airado estoy contra vos, porque yo pensaba tener la mejor dueña y la más leal a su marido que en el mundo hubiese; pero paréceme que no hay honor, ni tesoro, ni prosapia, ni nobleza que no hayáis menospreciado y deshonrado. Y ciertamente, habéis llegado a tal punto que, según [p. 51] la costumbre del Imperio, os ha de costar caro si no encontráis quien os defienda en batalla.

Y añadió el Emperador:

—Me he enterado de vuestro hecho: que amáis a tal caballero. Y creed que con él he de hacer otro tanto.

—Ciertamente—dijo la Emperatriz—, salva vuestra gracia, eso no es verdadero. Vos podéis decir, como señor mío, lo que queráis; mas si algún otro lo dice, cualquiera que sea, miente falsamente y como desleal, pues nunca me ha pasado por el pensamiento ni por la voluntad ninguna cosa que pudiera ser en deshonor vuestro.

[p. 52] Vinieron entonces aquellos barones que habían manifestado el caso al Emperador, y le dijeron:

—Señor, aquella cosa que os hemos dicho es verdadera, y lo defenderemos en combate de dos contra dos, y la verdad quedará patente y manifiesta.

—Señora—dijo el Emperador—, mucho me duele lo que tengo que hacer. Pero sabed que si de aquí a un año y un día no habéis encontrado caballeros que de tal acusación os disculpen por batalla, seréis quemada delante de todo el pueblo.

—Señor—dijo la Emperatriz—, yo ruego a Dios que me ayude; que de lo que estos falsos lisonjeros me acusan ante vos, no me importa nada.

Después de esto el Emperador la encerró en una cámara y la hizo guardar con la mayor vigilancia. La dama envió a buscar caballeros que la disculpasen por batalla, y no podía encontra quien por ella quisiese combatir. Y eso que en otro tiempo había hecho grandes dones y grande honor a muchos caballeros; pero en aquella sazón todos la desconocieron.

Y aconteció que en aquella corte del Emperador había un juglarcillo muy buen hombre. Y cuando vió que la Emperatriz estaba presa y que no encontraba caballero que la quisiese defender, fué muy airado, y salió de palacio, y anduvo de corte en corte diciendo cómo la Emperatriz de Alemania había sido falsamente acusada. Y llegó el juglarcillo a la noble ciudad de Barcelona y presentóse ante el Conde, con talante de hombre airado y mal contento. El Conde le preguntó quién era.

—Señor—dijo él—, yo soy juglar, y he venido de luengas tierras por la gran nombradía que de vos he oído largo tiempo ha.

—Amigo—dijo el Conde—, bien venido seáis. Y ruégoos que me digáis por qué habéis venido y por qué os mostráis tan airado.

—Señor—dijo el juglar—, si supieseis la razón, no os maravillaríais de mi enojo.

—Amigo—dijo el Conde—, ruégoos que me lo digáis; y si yo os puedo ayudar en algo, lo haré con mucho gusto.

[p. 53] —Señor—dijo el juglar—, yo he estado largo tiempo en la corte del Emperador de Alemania, y ahora falsos lisonjeros han acusado a la señora Emperatriz ante el Emperador por causa de un caballero de la corte imperial. Y él la ha puesto en prisión y la ha dado término de un año y un día, hasta que encuentre algún caballero que quiera disculparla por batalla de dos contra dos, y si no, que la hará quemar. Y han pasado ya seis meses y no encuentra caballero que combata por ella. De lo cual yo, señor, estoy muy descontento, porque la Emperatriz es muy bella, y franca, y cortés, y de gran linaje, hija del Rey de Bohemia, y ha dado grandes bienes y honores a muchos caballeros y juglares. Y ningún hombre puede decir mal de ella. Pero por envidia y por malquerer contra el Rey de Bohemia y porque los caballeros que la han acusado son de los más honrados hombres de Alemania, no hay ningún caballero que se atreva a defenderla, por temor de ellos.

—Piensa bien—dijo el Conde—si es verdad todo eso que dices.

—Tan cierto es—contestó el juglar—, que quiero perder la cabeza si no es verdad todo lo que he dicho.

Oído esto, el conde de Barcelona juntó en Cortes a sus caballeros.

—Barones—dijo el Conde—, tengo nuevas de que la Emperatriz de Alemania es inculpada por algunos ricos hombres de tener tratos con cierto caballero del Emperador, y que todo esto es falsa acusación, nacida de la envidia y mala voluntad que la tienen; y que ha de ser quemada si no encuentra dentro de un año y un día caballero que la defienda en batalla. Y no ha encontrado ninguno. Y yo quiero ir con un caballero solamente, aquel que yo elija. Y cuidad vosotros de mi tierra y de mis hijos, y guardadlos y tenedlos en salvo, lo mismo que a vosotros mismos.

—Señor—dijeron los caballeros—, con mucho placer lo haremos. Pero nos parece una locura que vayáis con un compañero solamente, porque nosotros estamos dispuestos a seguiros con quinientos o con mil caballeros a nuestro sueldo, y haremos la [p. 54] batalla dos por dos, o diez por diez, o ciento por ciento, o lo que vos mandéis.

—¡No lo quiera Dios!—dijo el Conde—. Conmigo no ha de ir más de un compañero y dos escuderos que me sirvan. Y si a Dios place, estaré allí el día de la batalla y combatiremos por ella. Y no quiero ser allí conocido.

Y si queréis saber quién fué el caballero que acompañó al Conde, sabed que tenía por nombre D. Beltrán de Rocha Bruna y que era de Provenza, de honrado linaje y buen caballero de armas; y que el Emperador le había desterrado de sus tierras porque le habían acusado de haber tenido parte en la muerte de un senescal que estaba en Provenza por el Emperador.

Cuando el Conde estuvo aparejado para el viaje, cabalgó con su compañero y con dos escuderos, y anduvo a grandes jornadas, con mucho recelo y temor de faltar al día de la batalla. Y cabalgó hasta Alemania, y llegó a una ciudad que tiene por nombre Colonia, en la cual estaba el Emperador. Y el Conde se albergó en una rica hospedería. Y cuando llegó no faltaban para el plazo de la batalla más que tres días, y todavía la Emperatriz no había en contrado caballeros que la disculpasen por batalla.

El Conde, después de haber reposado un día, fué al siguiente, en unión con su compañero, a hablar con el Emperador; pero no quiso que nadie supiese quién era él, y sobre esto tenía bien advertido a su séquito. Y cuando estuvo delante del Emperador, le saludó; y el Emperador le acogió muy gentilmente, porque le parecía hombre honrado y principal.

—Señor—dijo el Conde—, yo soy un caballero de España. He oído decir en mi tierra que la señora Emperatriz estaba retada por un caballero de vuestra corte, y que si dentro del plazo de un año y un día no había encontrado caballero que la defendiese por batalla, sería quemada. Y por el gran bien que he oído decir de ella, he venido de mi tierra con mi compañero para combatir por ella.

—Señor—dijo el Emperador—, ¡bien venido seais! Ciertamente que la habéis dado grande honor y gran prueba de amor; [p. 55] y no podíais retardarlo más, puesto que de aquí a dos días tendría que ser quemada, según costumbre del Imperio.

—Señor—dijo el Conde—, decid a aquellos caballeros que la han retado que se aparejen y que estén presentes el día de la batalla, pues gran pecado sería que por falsa habla suya fuese quemada tal mujer, lo cual no sabemos si costaría más a la una parte o a la otra. Y os ruego, señor, que me dejéis hablar con la Emperatriz, que yo conoceré bien en sus palabras si ha tenido alguna flaqueza en esto. Que, ciertamente, si es culpable de algún modo, yo no combatiré por ella. Y si conozco que es inocente, combatiremos yo y mi compañero contra otros dos caballeros cualesquiera que sean, de toda Alemania.

—Pláceme mucho todo eso—dijo el Emperador.

Fuése, pues, el Conde a hablar con la Emperatriz, y la preguntó sobre aquel hecho por el cual era acusada.

—Señora—dijo el Conde—, he venido de lejanas tierras con mi compañero para defenderos, por el gran bien que he oído decir de vos. Por lo cual os ruego que me digáis la verdad de este hecho, y yo os prometo, por la fe que debo a Dios y por la orden de caballería que he recibido, que no faltaré a la batalla y que no seréis desamparada por mí.

—Señor—dijo la Emperatriz—, ¡bien venido seáis! Os ruego que me digáis quién sois y de qué tierra.

—Señora—dijo el Conde—, así lo haré, con la sola condición de que vos no lo declaréis sin consentimiento mío.

—En buen hora—dijo la dama—; así lo haré.

—Yo soy un conde de España, a quien dicen el conde de Barcelona.

Cuando la Emperatriz oyó que aquel caballero era el conde de Barcelona, de quien ella había oído hablar muchas veces por la gran nobleza que en él había, quedó muy alegre y satisfecha, y se consoló mucho, aunque lloraba muy fuertemente, y le dijo:

—Señor, nunca os podré galardonar este honor y este ser vicio que me habéis hecho. Mucha verdad es que había en la corte del Emperador un caballero muy valeroso y agradable en todos [p. 56] sus hechos y de gran linaje. Y por la gentileza que en él había, yo le amaba mucho, sin mala intención y sin ninguna otra obra ni palabra. Y dos caballeros, consejeros del Emperador, me han acusado. Y como son hombres honrados y nobles caballeros, ninguno se atreve a salir en mi defensa.

—Señora—dijo el Conde—, mucho me place lo que me habéis dicho, y estoy muy alegre por ello. Estad tranquila que, si Dios quiere, ya les haremos desdecirse. Y ahora os pido, señora, que me deis alguna joya vuestra para que yo sea vuestro caballero.

—Señor—dijo ella—, recibid este mi anillo y todo cuanto queráis de mí.

—Señora—dijo el Conde—, gran merced me hacéis.

Con esto se volvió el Conde al Emperador, y le dijo:

—Señor Emperador, yo he hablado con la señora Emperatriz y quedo muy pagado de lo que me ha dicho. Y, sin temor de errar, puedo hacer atrevidamente la batalla por ella, y salir muertos o vencidos, con la voluntad y justicia de Dios, los que falsamente la han inculpado.

—Señor—dijo el Emperador—, muy contento estoy de lo que me decís; sólo falta que así sea. Y mañana estad aparejado para la batalla.

Después de esto, el Conde se apartó de la presencia del Emperador y se fué a su posada. Y el Emperador envió a llamar a aquellos caballeros que habían retado a la Emperatriz, y les dijo:

—Barones, aparejaos para hacer batalla mañana, porque han venido dos caballeros en defensa de la Emperatriz.

—Señor—le dijeron—, apercibidos estamos.

Al día siguiente, habiendo el Emperador mandado hacer el campo para que se combatiesen, y estando apercibidos para entrar en batalla los dos caballeros que acusaban a la Emperatriz, envió el Emperador mensaje al conde de España para saber si él y su compañero estaban dispuestos para entrar en el campo. Y sucedió que aquella mañana el caballero que el Conde había traído por compañero para la batalla huyó dél, sin que el Conde pudiese [p. 57] sospechar su paradero. Y esperaba que viniese, hasta que pasó el tercer día . El Conde entendió que el compañero había huído y que le había faltado a la palabra, y se enojó mucho por ello, y se armó y aderezó muy gentilmente, y se presentó al Emperador, que le preguntó si estaba aparejado para entrar en el campo.

—Señor—dijo él—, yo os diré lo que me ha sucedido. El compañero que yo había traído, me ha faltado a la palabra y ha huído. Y como no es cosa razonable que yo combata con dos caballeros juntos, combatiré primero con el uno y después con el otro, si es que la batalla dura tanto y si Dios me ayuda.

—Muy justo es eso—contestó el Emperador.

Y envió el Emperador mensaje a los caballeros que retaban a la Emperatriz, diciéndoles lo que le había sucedido al Conde, por lo cual quería combatir primero con el uno y luego con el otro, lo cual al Emperador parecía muy razonable. Los dos caballeros consintieron en ello, y se dijeron el uno al otro: «El que de nosotros dos sea mejor caballero y más fuerte, debe combatir el primero.» Y así se convino entre estos dos caballeros. Y el Emperador dijo al Conde que entrase en el campo y que combatiera primero con uno de los caballeros y después con el otro.

Y el Conde entró primero en el campo, como es costumbre, y después vinieron los dos caballeros; pero sólo entró en la liza uno, que era el mejor de los dos. Y nadie sabía en la tierra que el que entró primero era el conde de Barcelona.

Cuando los dos caballeros estuvieron en el campo, el caballero alemán se movió el primero para acometer al conde de Barcelona. Y como es costumbre que el que reta debe acometer primero a aquel que es retado, el Conde picó las espuelas a su caballo, y puesta la lanza delante, fué a herir al caballero, de tal modo que la lanza le pasó hasta la otra parte por medio del cuerpo, y le derribó muerto por tierra; y después el Conde tomó el caballo por las riendas y le llevó a una parte del campo; y después volvió sobre el caballero, y vió que estaba muerto del todo.

El Conde dijo a los que guardaban el campo que hiciesen [p. 58] venir al otro caballero que con aquél había sustentado su dicho, y ellos se lo dijeron al Emperador. Y el Emperador envió a decir a aquel caballero que entrase en el campo, puesto que veía que su compañero había muerto en la liza.

—Señor—dijo el caballero—, yo no entraría en ella aunque me diesen todo el mundo; y haced de mí lo que os plazca, pues más quiero estar a vuestra merced o a la de la señora Emperatriz, que a la del caballero peregrino. Muy noble caballero es, y yo digo delante de toda la corte que lo que hemos dicho de la señora Emperatriz lo hemos dicho por envidia y mala voluntad. Y os ruego, señor, que tengáis piedad de mí.

—En verdad—dijo el Emperador—, que no puedo tener de vos más piedad que la que la Emperatriz os otorgue.

Y después de esto llevó a aquel hombre ante la Emperatriz, que estaba en una casa de madera que habían hecho delante del campo; y allí cerca estaba preparada una grande hoguera, en la cual hubiese sido quemada en caso de haber sido vencido el Conde. Y cuando el caballero estuvo delante de la Emperatriz, se apeó de su caballo e hincóse de hinojos por tierra, y la dijo que tuviese misericordia de él por lo que falsa y deslealmente había dicho de ella, y que se vengase como quisiera.

—Amigo—dijo la Emperatriz—, podéis iros sano y salvo, porque ni yo tomaré venganza de vos, ni haré que ningún otro la tome, sino que Dios la tomará cuando su voluntad sea, y entre tanto alejaos de mi presencia.

Con esto el caballero se partió de la presencia de la Emperatriz y se fué a su posada. Y el Emperador quedó muy alegre, y, entrando en el palenque, dijo al Conde:

—Señor, el otro caballero no quiere combatir con vos; ha ido a pedir merced a la Emperatriz, y ha dicho que falsa y deslealmente la han acusado. Y la Emperatriz le ha perdonado francamente por lo mismo que Dios y vos la habéis restituido el honor.

—Señor—dijo el Conde—, mucho me place que las cosas hayan pasado assí.

[p. 59] Y el Emperador tomó su caballo por las riendas y le llevó delante de la Emperatriz.

—Señora—dijo el Emperador—, aquí tenéis al caballero que os ha salvado de la muerte. Que no se aparte de vos sin que le hayáis hecho todo el honor que podáis, y llevadle a vuestro palacio y allí comeremos juntos.

—Señor—dijo la Emperatriz—, así será como lo habéis dicho.

El Emperador se fué a su posada y la Emperatriz también; y llevaron con gran honor al Conde a su palacio. Y allí comieron juntos. Y después el Conde se fué a su posada, y cuando empezaba a anochecer, hizo dar cebada para día y medio a su rocín y cabalgó con sus escuderos toda la noche para volver a Cataluña.

Al día siguiente envió el Emperador mensaje al Conde para que viniese a palacio; pero no sabía que fuese el buen conde de Barcelona. El amo de la posada dijo al mensajero que el Conde se había ido la noche pasada y que ya podía haber cabalgado diez leguas. Los mensajeros volvieron al Emperador, y le dijeron:

—Señor, el caballero que hizo la batalla por vuestra esposa se ha ido, y bien puede haber ya cabalgado hasta diez leguas.

Cuando esto oyó el Emperador, enojóse mucho y habló con la Emperatriz.

—Señora—dijo él—, vuestro caballero se ha ido sin noticia mía, y no sé si se ha despedido de vos; por lo cual, estoy muy descontento.

Cuando la Emperatriz oyó que el Conde se había ido, poco la faltó para perder el juicio.

—¡Ah, señor!—dijo ella—. Malamente nos ha burlado, porque no sabéis quién era aquel caballero.

—Ciertamente—contestó el Emperador—, no sé más sino que era, según él me dijo, un caballero de España.

—Señor—dijo la Emperatriz—, el caballero que habéis visto y oído y que ha hecho la batalla por mí, es el buen conde de Barcelona, de quien muchas veces habéis oído hablar por la gran nobleza y el gran valor que hay en él, y por sus grandes hechos, [p. 60] y por las grandes conquistas que ha logrado en tierras de sarracenos.

—¡Cómo!—dijo el Emperador—. ¿Será verdad, señora, que éste es el conde de Barcelona? ¡Así Dios me valga, que nunca la corona del Imperio logró tan grande honor como éste: que de tan lejanas tierras haya venido tan honrado Conde para combatir tan gran deslealtad, la cual era gran daño y gran vergüenza para vos y para mí! ¡Y por gran merced de Dios y del Conde, nos ha sido quitada de encima! ¿Cuándo se lo podré yo pagar? Por lo cual os digo que nunca volveréis a entrar en mi amor ni en mi gracia si no le buscáis hasta encontrarle y no le traéis aquí con vos. Aparejaos, pues, lo mejor que podáis, e id honradamente, como conviene a vos y a mí. Y no pongáis tardanza en esto.»

«Cómo la Emperatriz de Alemania fué a buscar al buen conde de Barcelona, y cómo el Emperador le dió el condado de Provenza.

La Emperatriz se apercibió para ir a buscar al buen conde de Barcelona, y llevó consigo cien caballeros honrados y cien damas, y cien doncellas y escuderos, y todos los demás compañeros que eran menester; y caminó hasta llegar a la noble ciudad de Barcelona. Y el Conde, cuando supo que la señora Emperatriz de Alemania era venida a Barcelona, quedó muy maravillado; y cabalgó y fué a verla en su posada. Y tan pronto como la hubo visto, conoció que aquella era la dama por quien había hecho la batalla. Y la Emperatriz también le conoció a él inmediatamente. Y abrazáronse entonces el uno con el otro, sintiendo cada cual de ellos gran gozo. Y el Conde la preguntó qué ventura la había traído a aquella tierra.

—Señor—dijo la Emperatriz—, mientras yo viva no me atreveré a volver ante el Emperador sin ir acompañada de vos, y sin esto no puedo tener su amor ni su gracia. Porque en cuanto él entendió que vos, el buen conde de Barcelona, érais el que tanto honor nos había hecho a mí y a él, y que de tan luengas tierras habíais venido para defenderme, díjome que jamás estaría alegre hasta que os hubiese dado el debido galardón por la honra que habíais hecho a la corona del Imperio. Por lo cual, señor, [p. 61] yo que soy sierva vuestra, os ruego humildemente que me dejéis acompañaros ante el Emperador, si queréis que yo sea llamada Emperatriz.

—Señora—dijo el Conde—, por tan gran trabajo como os habéis tomado, y por haceros honor, lo haré con gusto.

De aquí en adelante la hizo grande honor mientras estuvo en su tierra; y después apercibióse muy honradamente lo mejor que pudo, y con doscientos caballeros siguió a la Emperatriz hasta que estuvo en Alemania. Y el Emperador, cuando supo que la Emperatriz venía, y el Conde con ella, salió a toda prisa y los llevó a su palacio, y tuvo gran júbilo por su venida. Y toda la gente de la tierra hizo gran fiesta por más de ocho días, y estuvieron muy alegres. Y el Emperador acogió al Conde muy gentilmente y lo mejor que pudo. Y después le dijo el Emperador:

—Señor, mucho tenemos que agradeceros el buen servicio y honra que nos habéis hecho. Y ¡así Dios me ayude! siempre había oído hablar muy bien de vos; pero es cien veces más lo que se puede decir. Y es menester que yo os dé tal galardón que a mí me honre el darlo y a vos el recibirlo. Yo tengo una tierra que confina con las vuestras, y que es nuestra y de nuestro Imperio. Y yo os la doy a vos y a vuestros sucesores; y quiero que seáis marqués de Provenza. Y os lo hago bueno en carta firmada y jurada por Nós y por nuestros Príncipes de Alemania.

—¡Señor—dijo el Conde—, gran merced es ésta!

Y después se hicieron las cartas juradas, y firmadas, y muy bien selladas con el sello del Emperador. Y cuando el Conde hubo estado en la tierra gran tiempo, y todos los barones de Alemania le habían venido a ver, se despidió del Emperador y de la Emperatriz, que le dió muy ricos dones y presentes, y vino a Provenza y entró en posesión de la tierra. Y la gente de Provenza se alegró mucho, y le hicieron grande honor y le tuvieron por señor» [1]

[p. 62] Casi todos los historiógrafos catalanes posteriores (Turell, Tomich, Diago, Pujades...) repiten con más o menos extensión la misma conseja, bastando para el caso citar al famoso archivero y notario de Barcelona, Pere Miquel Carbonell, de cuya famosa compilación Chroniques d'Espanya, tan vulgarizada en el siglo XVI, es verosímil, aunque no seguro, que tomase Lope de Vega su argumento, y antes de él le había tomado sin duda el autor anónimo de un largo y prosaico romance juglaresco, inserto en la Rosa gentil, de Juan de Timoneda (núm. 1.228 de la colección de Durán):


       En el tiempo en que reinaba,—y en virtudes florecía,
       Este conde don Ramón,—flor de la caballería,
       En Barcelona la grande,—que por suya la tenía,
       Nuevas ciertas de dolor,—de un extranjero sabía,
       Que allá, en Alemania,—grande llanto se hacía
       Por la noble Emperatriz,—que en virtud resplandecía.
       Que dos malos caballeros—la acusan de alevosía
       Ante el gran Emperador,—que más que a sí la quería,
       Diciendo:—Sepa Tu Alteza,—gran señor, si te placía,
       Que nosotros hemos visto—a la Emperatriz un día
       Holgar con su camarero,—no mirando que hacía
       Traición a ti, señor,—y a su gran genealogía—.
       L'Emperador, muy turbado,—d'esta suerte respondía:
       Si es verdad, caballeros,—esa tan gran villanía,
       Yo haré un tal castigo,—cual conviene a la honra mía—.

        [p. 63] Mandóla luego prender,—y en prisiones la ponía
       Hasta ser cumplido el plazo—que la ley le disponía.
       Búscanse dos caballeros—que defiendan la su vida
       Contra los acusadores,—que en el campo se vería
       La justicia cúya era, y a quién Dios favorecía.
       Pues sabido por el Conde—la nueva tan dolorida,
       Determina de partir—a librarla si podía,
       Con no más de un escudero,—de quien él mucho se fía.
       Andando por sus jornadas,—sin parar noche ni día,
       Llegado es a las Cortes—que el Emperador tenía
       Para dar la gran sentencia,—de allí al tercero día,
       De quemar l'Emperatriz,—!cosa de muy gran mancilla!
       Pues no había caballero—en tan gran caballeria,
       Que por una tal señora—quiera aventurar su vida,
       Por ser los acusadores—de gran suerte y gran valía
       Pues el Conde, ya llegado,—preguntó si ser podría
       Hablar con la emperatriz—por cosa que le cumplía.
       Supo que ninguno entraba—do estaba su Señoría,
       Si no es su confesor,—fraile de muy santa vida.
       Vase el Conde para él,—d'esta suerte le decía:
        —Padre, yo soy extranjero—de lejas tierras venía
       A librar, si Dios quisiese—o morir en tal porfía,
       A la gran Emperatriz,—que sin culpa yo creía;
       Mas primero, si es posible,—gran descanso me sería
       Hablar con Su Majestad—si esto hacerse podía—.
       —Yo daré orden, señor,—el buen fraile respondía
       Tomará vuestra merced—hábito que yo tenía,
       Y vestirse ha como fraile,—e irá en mi compañía—.
       Ya se parte el buen Conde—con el fraile que lo guía:
       Llegados que fueron dentro—en la cárcel do yacía,
       Las rodillas por el suelo,—el buen Conde así decía:
       —Yo soy, muy alta señora,—de España la ennoblecida,
       Y de Barcelona Conde,—ciudad de gran nombradía.
       Estando en la mía corte—con gran solaz y alegría,
       Por muy cierta nueva supe—la congoja que tenía
       Vuestra real Majestad,—de lo cual yo me dolía,
       Y por eso yo partí—a poner por vos la vida—.
       La Emperatriz, qu'esto oyera,—de gozosa no cabía;
       Lágrimas de los sus ojos—por su linda faz vertía:
       Tomárale por las manos,—d'esta suerte le decía:
       —Bien seáis venido, Conde,—buena sea vuestra venida:

        [p. 64] Vuestra nobleza y valor,—vuestro esfuerzo y valentía,
       Ya me hacen ser muy cierta—que mi honra librarían.
       Vuestra vida está segura,—pues que Dios bien lo sabía
       Que es falsa la acusación—que contra mí se ponía—.
       Ya se despide el buen Conde;—ya las manos le pedía
       Para haberlas de besar,—mas ella no consentía.
       Vase para su posada,—ya qu'el plazo se cumplía;
       Armado de todas armas,—bien a punto se ponía,
       Y él, como era muy discreto,—¡oh, cuán bien que parecía!
       Su escudero iba con él—bien armado, que salía
       En un caballo morcillo—muy rijoso en demasía.
       Yendo por la grande plaza,—con orgullo que traía,
       Encontró con un muchacho—que de vello era mancilla,
        En ver que luego murió—sin remedio de su vida.
       L'escudero qu'esto vido,—con temor que en él había,
       Comenzó luego a huir—cuanto el caballo podía;
       Y quedóse el Conde solo,—no de esfuerzo y valentía.
       Y como era valeroso,—no dejó de hacer su vía,
       Y puesto entre los jüeces,—dijo que él defendería
       Ser maldad y traición,—ser envidia y ser falsía
       La acusación que le ponen—a su alta Señoría;
       Y que salgan uno a uno,—pues está sin compañía.
       Estas palabras diciendo,—ya el acusador venía,
       Con trompetas y atabales,—con estruendo y gallardía.
       Parten el sol los jüeces,—cada cual tomó su vía;
       Arremeten los caballos,—gran estruendo se hacía;
       Del acusador la lanza,—en piezas volado había,
       Sin herir a don Ramón—ni menearlo de la silla.
       Don Ramón a su contrario,—de tal encuentro lo hería,
       Que del caballo abajo—derribado lo había.
       El Conde, que así lo vido,—del caballo descendía;
       Va para él con denuedo—donde le quitó la vida.
       El otro acusador,—que vió tanta valentía
       En l'extraño caballero,—gran temor en sí tenía,
       Y viendo que falsamente—el acusador hacía,
       Demandó misericordia—y al buen Conde se rendía.
       Don Ramón, con gran nobleza,—d'esta suerte respondía.
       —No soy parte, caballero,—para yo daros la vida;
       Pedidla a Su Majestad,—que es quien dárosla podía—.
       Y preguntó a los jüeces—si más hacer se debía
       Por librar la Emperatriz—de lo que se l'imponia,
       Respondieron que la honra—él ganada la tenía,
       Que en su libertad estaba—de hacer lo que querría.

        [p. 65] Desque aquesto oyera el Conde,—del palenque se salía;
       Vase para su posada;—no reposa hora ni día;
       Mas encima su caballo,—desarmado se salía;
       El camino de su tierra,—en breve pasado había.
       Tornando al Emperador,—grande fiesta se hacía;
       Sacaron la Emperatriz—con grandisima alegría;
       Con los juegos y las fiestas,—la ciudad toda se hundía:
       Todos iban muy galanes,—cada cual quien más podía.
       L'Emperador, muy contento,—por el vencedor pedía,
       Para hacerle aquella honra—que su bondad merecía.
       Desque supo que era ido,—gran dolor en sí tenía;
       A la Emperatriz pregunta—le responda, por su vida,
       Quién era su caballero,—que tan bien la defendía.
       Respondiérale: —Señor,—yo jurado le tenía
       No decir quién era él—dentro del tercero dia.
       Mas después de ser pasado,—ante muchos lo decía
       Como era el gran Conde—flor de la caballeria.
       Y señor de Cataluña—y de toda su valía.
       El Emperador que lo supo,—de contento no cabía,
       Viendo que tan gran señor—de su honra se dolía.
       La Emperatriz determina,—y el Emperador quería,
       De partirse para España,—y así luego se partía
       Para ver su caballero,—a quien tanto ella debía.
       Con trescientos de a caballo—comenzó de hacer su vía;
       Dos cardenales con ella—por tenerle compañía;
       Muchos duques, muchos condes,—con muy gran caballería.
       El buen Conde que lo supo,—gran aparato hacía,
       Y cerca de Barcelona—a recibirla salía
       Acompañado de Grandes,—de su grande señoría;
       Y una legua de camino,—y otros más dicen que había,
       Mandó poner grandes mesas,—de comer muy bastecidas.
       Pues recibida que fué—con muy grande cortesía,
       Entraron en Barcelona,—la cual estaba guarnida
       De muy ricos paramentos—y de gran tapicería.
       Hacen justas y torneos—y otras fiestas de alegría.
       D'esta manera el buen Conde—a la Emperatriz servia,
       Hasta que para su tierra—de tornarse fué servida. [1]

[p. 66] El autor del romance suprime el nombre del caballero que acompañó al conde de Barcelona a Alemania, el cual, según Desclot y Carbonell, se apellidaba Rochabruna. Lope conservó este nombre, lo cual es prueba indirecta de que se valió de una de estas dos crónicas catalanas, seguramente de la segunda, puesto que la primera no estaba impresa aún, ni lo ha sido hasta nuestro siglo, y aun la traducción castellana de Rafael Cervera es bastante posterior a la fecha, no ya de composición, sino de impresión de la comedia de nuestro poeta.

El hecho que este romance cuenta del conde de Barcelona (dice Milá y Fontanals) se atribuye al conde de Tolosa en un Lay inglés y al de Lyon en un libro francés de Caballerías. Cree Wolf [1] que el fondo de esta narración, como el de otras heroicas, pasó de los anglo-daneses a los galeses o bretones, de éstos a los anglo-normandos, y de ellos se extendió a Lyon, Provenza, Tolosa, Cataluña, y más recientemente a Italia; [2] cree también que hubo una versión provenzal, base del Lay inglés. Facilitarían la atribución a un conde de Barcelona, tratándose de una Emperatriz de Alemania, las relaciones feudales que mediaron entre el Imperio alemán y la Provenza, cuyo condado estuvo unido al de [p. 67] Barcelona. [1] Conviene añadir que en la poesía popular catalana no hay el menor rastro de este exótico argumento.

Se trata, por consiguiente, de uno de los lugares comunes de la poesía caballeresca, el de la dama falsamente acusada de adulterio y defendida en batalla campal por uno o más caballeros. Sin salir de nuestra historia poética, podemos recordar la defensa de la Reina de Navarra, mujer de Don Sancho el Mayor, por su entenado Don Ramiro (asunto de la comedia de Lope El testimonio vengado). y la defensa de la Reina mora de Granada por cuatro caballeros cristianos, en las Guerras civiles de Ginés Pérez de Hita. Y ya antes de Lope de Vega había presentado en nuestra escena un argumento muy análogo el famoso representante Alonso de la Vega, en su Comedia de la duquesa de la Rosa, tomada de la novela 44, parte segunda de las de Bandello, que también hizo español a su protagonista (Amore di don Giovanni di Mendozza e della Duchessa di Savoia, con varii e mirabili accidenti che v' intervengono). De la comedia de Alonso de la Vega procede, a su vez, el cuento séptimo del Patrañuelo de Juan de Timoneda.

Para mí es indudable que Lope conoció lo mismo la novela del obispo Bandello, en cuya lectura estaba tan versado, y de quien sacó tantos argumentos, que la comedia de Alonso de la Vega, que es uno de sus más caracterizados precursores en el drama de aventuras caballerescas. Si no estuviese escrita en prosa, la comedia de Alonso de la Vega, más que del tiempo y de la escuela de Rueda y Timoneda, parecería de nuestro Lope o de alguno de sus contemporáneos.

Salvo el fondo tradicional del asunto (si bien no se trate de tradición primitiva, sino moderna y superpuesta), El catalán valeroso, más que entre los dramas históricos de Lope, pudiera clasificarse entre los puramente novelescos. Tal es el abandono de la historia que en esta ocasión hace nuestro poeta, que no duda en dar a D. Ramón Berenguer el apellido de Moncada, muy ilustre, sin duda, en Cataluña, pero que nunca perteneció a la casa [p. 68] de los condes soberanos de Barcelona. Pero si consideramos esta pieza meramente como una novela dramática, como un libre juego de la fantasía sobre un tema caballeresco, pocas hallaremos tan agradables y entretenidas, tan llenas de raros e interesantes lances de amor y cortesía. La versificación, generalmente, es muy gallarda; el estilo, florido y elegante; la estructura de la fábula, ingeniosa, aunque excesivamente complicada en los dos primeros actos, que poca o ninguna relación tienen con el desenlace, es decir, con la falsa acusación y la libertad de la Emperatriz de Alemania, que parece que debía de ser el principal asunto, y que, por el contrario, es lo que se trata más atropelladamente y con menos arte y habilidad escénica. A pesar de tan sustancial defecto, esta comedia es de muy sabrosa lectura, porque reina en ella una animación poética continua y se siente dondequiera aquella vitalidad riquísima, que es el mayor encanto de la musa de Lope, como advirtió muy bien Grillparzer. [1]

La fecha de esta comedia puede fijarse, aproximadamente, por un baile de carácter muy popular y villanesco, en el cual manifiestamente se alude a las dobles bodas de Felipe III con Margarita de Austria, y de la Infanta Isabel Clara Eugenia con el Archiduque Alberto, en 1599:


          Mozuela del baile,
       
Toca el panderico, y dale,
       
Porque suenen los cascabeles,
       Hasta que se rompa el parche.
           A la Reina bella
       Que del agua sale,
       La tierra bendice,
       Como el sol que nace.
       
Venga enhorabuena:
       Bien haya la nave
       Que la trujo a tierra,
       Sin rogar a nadie,
       Y al Emperador,

        [p. 69] San Antón le guarde,
       Pues sus aguiluchos
       Cazaron un ángel,
       Y aunque están de espaldas,
       Son armas que traen:
       Estén pico a pico,
       Que no haya más Flandes.
          Mozuela del baile, etc.
          Estos dos vïudos
       Es bien que se casen,
       Porque nos engendren
       A los Doce Pares.
       Tantos hijos tengan,
       Que apenas alcancen,
       Aunque son tan ricos,
       Zapatos ni guantes.
       Dellos vean Papas,
       Dellos sacristanes,
       Y dellos Gran Turcos,
       Y ninguno sastre.
        Tengan todos ellos
       La nariz delante,
       Y ninguno tenga
       Cara con dos haces...

Varios poetas catalanes modernos han renovado, ya en su lengua nativa, ya en castellano, la leyenda de la Emperatriz de Alemania. Entre ellos, recuerdo al escolapio P. Juan Arolas (barcelonés de nacimiento y familia; valenciano por educación y larga residencia), que, con el título de Ramón Berenguer, Conde de Barcelona, tiene una leyenda, que no es de las mejores suyas; [1] y al venerable profesor D. Joaquín Rubió y Ors (Lo Gayter del Llobregat), que, siguiendo discretamente la manera y estilo de los capítulos de la Crónica de Desclot relativos a esta materia, compuso en agradable prosa una gesta cavalleresca, que obtuvo premio en los Juegos Florales de 1862. [2]

Notas

[p. 42]. [1] . En el tomo del Panthéon Littéraire, titulado Chroniques étrangères relatives aux expéditions  françaises pendant le XIIIe siècle. (París, 1841.)

[p. 43]. [1] . Capítulo VII. «Del emperador dalamanya qui pres muyler la fila del Rey de boemja e fo acusada de adulteri per ij honrats homens de la cort del emperador.

Diu lo Comte que j Rey hauja en alamanya e era molt noble e prous de ses armes e larc hom de donar e les iiij prjinceps dalamanya per manament del apostolj confirmalo e puys coronalo e puys pres muyler la fila del Rey de boemia quj era molt bella dona e agradabla. E esdevench se que en la cort del emperador hauja j caualer de gran paratge e de gran proesa darmes e era molt bel hons e joue e infant. E la emperedriu enamoras daqueyl caualer si que .ij. honrats homes del Conseyl de emperador si que fesen guarda de quayla cosa se dixeren la u alautre: certes aquesta cosa no es de sofferir que pus traydors siam nos que el si nos celauem nulla res qui fos desonor del emperador senyor nostre que nos vesem tal comensament en aquest feyt qui si pus o celauem vendria affi empero nos no som certs que y aya anantat res. Sobre asso anaren sen al emperador e dixeren Li: senyor, nos nous volem celar nulla cosa qui dan ni desonor fos vostra: fem vos saber que madona la emperadriu, segons que nos hauen apercebut, es enamorada daytal caualer e que fan contrasenys abdos: daqui anant nos no sabem si res sia enantat e per tal que myls o coneguats prenets vos en guarda e coneyxerets que nos res disom veritat. Ab tant lemperador se pres puxes guarda daqueyla cosa, e viu e conech que era veritat so que aqueyls li hauien dit e feu venir la emperadriu. E com fo deuant syl axi com hom jrat e despaguat per so con eyl la amaua mes que nulla res parla lj molt felonament. Dona, dix el, molt son jrat de vos que jom pensaua la milor dona e la pus lial a son marit que fos al mon, mas parme que nom val honor ni tresor ni paratge ni enfortiment que vos non ajats tot menys presat e desonrat. E certes que vos sots venguda que segom costuma de emperi vos ho comprarets lai si no hauets qui us en deffena per batayla vos sarets cremada. Certes, dix lemperador, jom son apersebut del vostre feyt que vos amats aytal caualer daqui anant crerem que del feyt hi aja enantat. Certes dix lamperadriu senyor salua sia la vostra honor e la vostra gratia no es pas ver, vos podets dir com senyor so quem volets mas si nuyl altre hom ho diu e sia qual se vuyla avol ment e falsa o dju e deslial que anch nom vench en cor ni en voluntat nuyla res que a vos tornas a desonor. sobre asso vengueren aquels dos barons quj asso agueren manifestat al emperador e dixeren: aquesta cosa que nos vos auem dita es veritat e nos combatrem ho a ij caualers per ij que eyla no sen poyra escondir. Dona dix lemperador dasso que jous he afer som molt despagat ab tant lemperador la feu metre en preso en una cambra e ben guardar. la dona feu cercar caualers qui la desencolpasen per batayla e no podia trobar qui per eyla se volgues combatre e li hauia a molts caualers grans dons donats e gran honor feyta e en aqueyla saho tot la desconeguaren.»

Capítulo VIII. «Del joglaret qui parti de la emperadriu dalamanya e vench al comte de barchinona el comte ana en alamanya e feu la batayla per ella .

E deuench se que en la cort del emperador hauia un juglar que era molt couinent hom. E quam viu que la emperadriu fo en preso e que no trobaua caualer que la desencolpas fo molt irat e exii de la cort e ana de terra en terra dient com la emperadriu dalamanya hauien falsament acusada daytal cosa tant quel joglaret vench en la nobla ciutat de barsalona e anassem en lo palau hou lo Comte de barchinona estaua e presents (presentas) auant lo comte e estech com hom irat e molt despagat e lo Comte demanalj quin hom era. senyor dix eyl yo son juglar de molt longa terra e son vengut per la gran anomenada que he de vos ausida lonsh tems ha. Amich dix lo Comte ben siats vos vengut e prech vos quem diguats per que estats vos irat; senior dix lo joglaret si vos sabiets la raho ja nousen marauelairetz de mi com som cosiros ni felo. Amich dix lo Comte prech vos que mo digats, que si yo vos puch en res ajudar yo ho fare volenters. Senyor dix lo joglaret yo he estat lonch temp en la Cort del Emperador dalamanya. Ara falses lausengers han acusada Madona lamperadriu ab lemperador de un caualer qui era de la cort del emperador e ala mesa em preso e a li donat terme de i any e j dia se que aja trobat qui la desencolpe per batayla de ii caualers per ij sino que la fara cremar e ha ja pasats VI meses e no troba caualers qui per eyla se combatan, per que yo, senyor, ne son molt despagat que molt es bella e francha e couinent e de gran linyatge fyla del Rey de boemja e aqueyla qui ha feyt gran be e gran honor a caualers, e a dones e a juglars, e nuyl mal no po hom dir deyla mas per enveya e per mal que volon al rey de bohemia aquels qui la han acusada qui son dels honrats homes dalamanya la han encolpada daquesta cosa nengun caualer no la ha gosada defendre per temor dels. Guarda dix lo Comte que sia veritat axi com o dius. E certes dix lo joglar que vul perdre la testa si axi no es. Ab tant lo Comte mana corts a Barchinona e ajusta sos caualers e dix los: baros yo he auides noueyles del emperadriu dalamanya que es encolpada de richs homes dalamanya de un caualer de la cort del emperador per enveya e per mala voluntat e deu esser cremada si no ha trobat a j any e j dia qui la defens per batayla e no troba qui la defens e yo vul hi anar ab j. caualer solament aquel que yo demanare e coman vos ma terra els meus jnfans quem dejats guardar e saluar ayxi com la vostra propia. Senyor dixeren los caualers molt volets asayar foyl asag que axi anets ab un companyo solament que nos vos seguirem ab j o ab ij caualers a nostra messio e farem la batayla per ij o x per x o cent per c axi com vos manets. No placia a deu dix lo Comte noy sia negu mas j companyo solament ab mj e x escuders quin seruisquen que si a deu plau jom sare la lo dia de la batayla e combatren per la dona e no vuyl que sia conegut. E si volets saber lo caualer qui ana ab lo Comte eyl hauia nom bertran de Rochabruna e fo de proensa e honrades gens e bon caualer de ses armes, e lemperador hauia lo exilat de sa terra per so quar li fo carregat que eyl hauia estat a la mort de un seu senescal qui estaua en proensa per lemperador. Quant lo comte fo apareylat caualca ab son companyo e ab x escuders a grans jornades molt cuytosament que gran temor hauia que no faylys al jorn de la batayla | quant ffo en alamanya en una ciutat que ha nom colonia e aqui ffo lemperador. El comte mes se en i rich hostal e de pus que eyl fo aqui no avyen a anar al jorn de la batayla mas ij jorns. E encara la emperadriu no ac trobats caualers qui la desencolpassen. E comte con hac reposat, jorn lendema ana parlar ab lemperador el e son companyo mas no que nuyl hom o sabes qui era ni que no | e el quin habia castigada sa companya. E quant fo deuant lemperador saludalo e lemperador aculi lo molt gent per tal com li sembla hom honrat senyor dix lo comte jo son un caualer despanya e he ausit dir en ma terra que madona lamperadriu era reptada de un caualer de vostra cort e si a j any e j dia no hauia trobat qui la deffenes per batayla que seria cremada e per lo gran be que yo he ausit della son vengut de ma terra ab mon companyo per fer la batayla per ela. Senyor dix lemperador ben siats vos vengut certes gran amor y gran honor li hauets feyt e non vos hauiets obs mes a mes a tardar que dassi a ij jorns deuja eser cremada segons la costuma del emperi. Senyor dix lo Comte diguats donchs a aqueyls caualers qui lan reptada que s'apareylen e que sien al jorn de la batala que gran pecat seria si sol per lo lui parlar era aytal dona cremada abans costaria a la una part ho a lautra mes. E prech vos senyor que layxets parlar ab madona lamparadriu que yo coneyxere be en les sues paraules si mir mal en aquesta cosa que certes si eyla es colpabla yo non combatria ja per ella. E si yo conoch no mjra mal jon combatre ardidament per ella nos .ij. per altres ij caualers qual se vulla de tota alamanya. | Senyor dix lemperador bem plau. | Ab tant lo Comte ana parlar ab lemperadriu e mes la en raho daquel feyt de que era reptada. Madona dix lo Comte yo son vengut de longa terra ab mon companyo per vos a deffendre per lo gran be que yo he aussit dir de vos perque yous prech que vos me deiats dir la veritat daquest feyt que yous promet per la fe que yo deg a deu e per la caualeria que yo he rehebuda que yo no falire a la batayla ni sarets dexelada per mi. Senyor dix lemperadriu be siats vos vengut prech vos quem digats vos qui sots | Madona dix lo Comte si fare ab que nom dexelets menys de ma volenta | A bona fe dix la dona no fare | Yo dix lo Comte madona son un Comte despanya que hom apela lo Comte de barchinona. Quant la emperadriu entes que eyl era lo Comte de barchinona qu ela auia moltes vegades hoit parlar per la gran noblesa que en el era, fo alegra e molt pagada e confortase molt en el e mes mans a plorar fortment. Senyor dix ela yo nul temps nous pore guaserdonar aquestes amor nj aquest seruesi que vos mauets feyt e sapiats que jous dire la veritat del meur feyt. Be es ver que j caualer hauia en la cort del emperador molt prous e agradable en tots ses feyts e de grand linyatge e per la gran proea que en el era certe yo amaual molt ses ma enteniment e sens altre feyt que no ha haut ni parlat e ij caualers conseylers del emperador per enveya han me acusada ad lemperador. E per so con eyls son honrats homes e nobles negun caualer no gosa de escusar | Madona dix lo Comte ben plau so que mauets dit, e si a deu plau nos los farem penedir de la deslialtat que han dits. E prech vos madona que tenga alcunes joyes vostres per tal que yo sia vostre caualer | Senyor dix ela tenit aquest anell e tot quant vullats de mi | Madona dix lo Comte grans merces | Ab tan turnassen lo Comte a lemperador | e dix li Senyor emperador yo he parlat ab madona la emperadriu e so mol paguat dasso que ella me dit e sens tota fayla yo puch ardidament fer la batayla per ella, e retre morts e vensuts ad la volentad de deu e ab la sua merce a dretura aquels qui falsament la an encolpada. Senyor dix lemperador molt son pagat dasso que vos disets sol que ayxi sia e dema siats apareylat de la batayla | Ab tant lo Comte se parti del emperador e anassen a son hostal. E lemperador trames per aqueyls caualers qui hanien reptada la emperadriu. E dix los barons apareylats vos dema de la batayla a fer que a la emperadriu ha venguts ij caualers de la terra de Catalunya qui escondiran la emperadriu. Senyor dixeren ells nos ne som apareylats. Quant vench lendema lemperador hac feyt fer lo camp hon se combatessem. Ells ij caualers qui eren contra la emperadriu foren apareylats de fer la batayla e de entrar en lo camp. E lemperador trames | missatge al Comte si eren aparelats el e son companyo | e que entrassen al camp | Esdevench se que quant vench al matí aquel caualer que lo comte hauia menat per companyo que fues ab el a la batayla s'en fugi que anch lo Comte no sabe ques fo feyt. E esperaba que vengues tant que ja era lo terç del jorn passat. El Comte conech quel companyo li era falit fo molt irat e garnis molt gent e s apareyla e pueys anassen al emperador. E lemperador dix li s'era apareylat dentrar al camp. Senyor dix el jom dire com es esdevengut: lo companyo que yo hauja amenat ab mi mes falit per que no es raonabla cosa que jo m'combata ad ij caualers ensemps mas combatrem ab un e puys ab laltre. Si deus majut dix lemperador axom par cosa de raho | E lemperador trames ho a dir a j i caualers qui reptaren la emperadriu so que era esdevengut al Comte e ques combatria ab la un dels e pueys ab laltre e quels paria raho. E los ij caualers otorgaren la | e dixeron la u alaltre qual que sia melor caualers de nos e pus fort e combata prjmer e aso fo empres entre los .ij. caualers. El emperador dix al Comte que entras al camp | e ques combates ab la un e puxes ab laltre si tant era que tan duras la batayla. Ab tant lo Comte entra al camp primer | axi com era acostumat e puis vengren los ij caualers mas nul hom no sabia que ell fos lo Comte de barchinona. Quant vench quels .ij. caualers forem al camp | so es lo Comte e el caualer alamayn lo Caualer alamayn se moch prjmerament per escometre lo Comte axi com es acostumat deu escometre aquell quj es reptat. El Comte punyi des esperons son cavayl e mes sa lansa dauants e ana ferir lo caualer alamayn de tal vertut que la lansa li pasa per mig lo cors del autra part e abatelo mort a terra. E puis pres lo cauayl per les regnes meteyxes e ligualo al murayl del camp. El Comte dix adaqueyls qui guardauen lo camp que fessen venir laltre caualer que ab aquel ahuja encantat so que deuja. E aquels dixeren ho al emperador. E lemperador mana a aquel caualer que entras en lo camp que eyl vesia que son companyo era mort. Senyor dix lo caualer noy entrevia qui su donaua tot lo mon e fets de mi so queus placia que mes am estar a merce de vos e madona lamperadriu que del caualer estrayn qui molt es noble caualer. E yo diu dauant tota la cort que so que nos hauem dit de madona la emperadriu diguem per enveya e per mala volentat | e prech vos senyor que ayats merce de mi. Certes dix lemperador vos no aurets merce si no aytal com la emperadriu volra | Ab tant mena lo hom dauant la emperadriu qui estaua en una casa de fusta que hom li hauia feyta dauant lo camp | E qui apres hauia bastig un gran foch que sil Comte fos vençut que fos cremada la emperadriu. E com lo caualer fo devant la emperadriu deuala de son caual e fica los genyols en terra e dixli que li hagues merce que falsament e deslial hausen dit so que hauien dit e que fees deyl so que li plagues | Amich dix lamperadriu Anat vos en sa e sals que yo de vos no pendre venjansa ni len fare pendre mas Deu lan prengua quant que eyl placia e partits vos deuant. Ab tan lo caualer se part deuant la emperadriu e anassen a son hostal. E lemperador fo molt alegre e entra al camp e dix al Comte: Senyor dix el laltre caualer nos vol combatre ab uos e es vengut a la emperadriu clamar merce e la emperadriu a li perdonat e ha dit que falsament e deslial l'auia acusada per so com deus e vos li hauets fayta tanta donor a lj perdonar e al lexar anar. Senyor dix lo Comte pus axi es bem plau. el emperador pres lo per les regnes del caual, e menal dauant la emperadriu: dona dix lemperador veus assi lo caualer quj su ha defessa de mort non se partescha de uos | e fets li tant donor com puscats e non guardets res que mester hajats de ma terra | e fets li tota aquela honor que vos li puxats fer e menats lo al nostre palau e menjarem emsemps. senyor dix lamperadriu axi com vos placia sia. lemperador sen ana a son hostal e lemperadriu entrassen e menarensen lo Comte ab molt gran honor e aqui menyaren ensemps.»

«Com lo Comte se parti secretament dalamanya que no sabe lemperador ni la emperadriu e tornassen a Barcelona.

E puys lo Comte anasen al seu hostal e quan vench a la muyt (nuyt) el feu donar civada ab jorn e mantinent que fo envesprit caualca ab sos escuders tota la nuyt per tornar en Catalunya. Quant vench lendema lemparador trames missatges al Comte que vengues al palau mas lemperador no sabia pas que eyl fos lo Comte de barsalona | mas que el fos un altre caualer estrayn. El senyor del hostal dix que anat sen era ja la nit qui passada era | que ben podia hauer caualcades x legues | el missatger sen torna al emperador | e dix senyor: lo caualer qua feyta la batayla per madona sen es anat que be pot hauer caualcades x legues. Quant lemperador o hac ausit fo molt irat e parla ab la emperadriu. Dona dix ell lo caualer qui ha feyta la batayla per vos senen anat menys de ma sabuda | e no se si a pres comiat de vos que molt ne son despagat | cuant la emperadriu sabe que el comte sen era anat per poch no exi de sen. A senyor dix ela malament som estat escarnita que vos pas no sabets aquest caualer qui era | certes dix lemperador no pas si no que el me hauia dit que era un caualer despanya. Senyor dix la emperadriu aqueste caualer que vos hauets vist que ha feyta la batayla per mi, es lo bon Comte de barsalona, de qui moltes vegades hauets be ausit parlar de la gran proesa que en eyl es e de les grans feyts e de les grans conquestes que eyl ha feites sobre sarrayns. Com dona dix lemperador es ver que aquest fos lo bon Comte de barsalona | si majut deus la corona del emperi | no pres anch tan gran honor com es aquesta | que de tan longa terra sia vengut tan honrat Comte per deffensar tan gran deslialtat la qual era gran | e gran dan e vergonya de vos e de mi | e la merce de deu es vengut aldessus daquels quj us hauien acusada y per que a vos es curt terme que jamas lin pusca retre guarardo | E yo vos dich que ja ma amor ni ma gracia no haurets si nol cercats tant tro quel ajats trobat e qu el amanets ab vos. E apareylats vos als mielj que puxats que anats honradament axi con vos pertany e asso no triguets guayre.»

«Com la emperadriu dalamanya vench en barchinona ab Comte el Comte seu ana ab ela en alamanya.

La Emperadriu se apareyla de anar per cercar lo Comte de barchinona e mena .C. caualers honrats e .C. donzels e .C. dones e .C. donzeles e escuders e altra companya aytant com mester nauja e caualcaren tan que vingueren en la noble ciutat de barsalona. El Comte que sabe que una dona emperadriu dalamanya venia a barchinona fo molt maraveylos qui era e caualca e exili a carrera. E ay tantost com eyl lach vista el conech que aqueyla dona era per qui eyl hac feita la batayla. E la emperadriu conech ell | e abdos abrassaren se e agueren cascuns amistat e gran gaug e entraren en barchinona e en un alberch la emperadriu posa | El Comte demanali qual venture la hauja menada en la terra. Senyor dix la emperadriu yo no gosaría dauant lo emperador tornar menys de vos, ni puch hauer la sua amor ni sa gracia | car ço eyl hac entes que vos erets lo Comte de barchinona | qui tanta de honor hauiets feyta a mi e a eyl se que de tant longua terra erets vengut per mi a deffendre | dix que james no seria alegre tro queus agues retut guasardo de la honor que feyta hauiets a la corona del emperi | hon yo senyor qui son serua vostra | vos prech humilment quem dejats acompanyar | dauant lemperador si volets que yo sia apeyllada emperadriu | Madona dix lo Comte per so cor tant de mal ne hauets treyt | e per fer honor a vos que ho fare volenter | e da qui auant feu li gran honor de mentre que fo en sa terra | E puys lo Comte separeyla molt honradament al myls que poch ab CC caualers | e segui la emperadriu tro que fo en alamanya. E lemperador qui sabe que la emperadriu venia e quel Comte venia ab ella exilos a carrera e menasen a sou palau e ach gran gauch de la lur venguda | e tota la gent de terra faeren be VIII jorns molt gran festa e foren molt alegres. E lemperador acuylí lo Comte molt gent al mils que el poch | e dixoli senyer en Comte molt vos hauen que grasir del gran honrament que feyts nos hauets e si deus me ajut tots temps hauia ausit parlar gran be de vos mes encara ni ha cent tants que hom no poria dir. E es obs que yo en fasa tal guasardo que a my sia honor de donar e a vos de pendrey | o he una terra assats prou de la vostra que es nostra e del nostre emperi.»

«Com lemperador dalamanya dona lo contat de proensa al Comte de barchinona;

E yo la don a vos e als vostres e siats marques de proensa e yo fas vos en bonas cartas juradas de mi e dels princeps dalamanya. Senyor dix lo Comte assi ha bel do gran merces | daqui auant les cartes se feren jurades e fermades molt be e sageyçades ab lo sageyl del emperador | Cant lo Comte ach estat en la terra un gran temps | e tots los barons dalamanya lo agueren vengut veser el pres comiat del emperador e de la emperadriu qui li dona molts richs presens e vench seu en proensa e entre en pusesio de la terra. E la gent de proensa agueren ne molt gran gaug e feren li molt gran honor e daqui auant tengren lo per senyor.»

Antes hablando de D. Pedro el Católico:

«E si volets saber com era marches de proensa ayxi adauant trobarets en qual manera lo bon Comte de barchinona la guasanya per proesa.

Del emperador dalamanya...», etc.

[p. 61]. [1] . Páginas 565-736. La leyenda de la Emperatriz de Alemania ocupa los capítulos VII, VIII, IX y X (páginas 577-582). El códice de que se valió Buchon pertenece a la Biblioteca Nacional de París, fondo de St.-Germain, 1581; en el catálogo general de los manuscritos españoles de aquella Biblioteca, formado por Morel-Fatio, tiene el núm. 388.

De esta edición es copia servil la siguiente, que, con tanto catalanismo como ahora se afecta, es la única que los catalanes han hecho de este precioso monumento de su historia: Crónica del Rey En Pere e dels seus antecessors passats, per Bernal Desclot, ab un prefaci sobre'ls cronistas catalans de Joseph Coroleu... Barcelona, imprempta «La Renaixensa», 1885. El prólogo, a pesar de la respetable firma de su erudito autor, es insignificante, y la edición pobrísima, aun bajo el aspecto meramente tipográfico, que no suele descuidarse en Barcelona.

No entra en cuenta la traducción castellana de Rafael Cervera (Barcelona, 1616), porque más bien que traducción es un extracto, bastante infiel en ocasiones.

[p. 65]. [1] . Cf. Chroniques de Espanya fins aci no diulgades: que tracta dels Nobles e Invictissims Reys dels Gots, y gestes de aquells, y dels Cotes de Barcelona, e Reys de Arago, ab moltes coses dignes de perpetua memoria. Compilada per lo honorable y discret mossen Pere Miquel Carbonell, Escriua y Archiver del Rey nostre senyor, e Notari publich de Barcelona. Novament imprimida en lany M.D.XLVII.

Folio XXXXIII vto. «Del Xj Comte de Barcelona Ramon Berenguer que aeslliura la emperatriu de Alamanya del crim de adulteri falsament imposat.»

 

[p. 66]. [1] . Ueber die Lais, Sequenzen und Leiche (Heidelberg, 1841), pág. 217.

[p. 66]. [2] . Véase lo que sobre este punto discurre larga y doctamente, a propósito del episodio de Ariodante y Ginebra en el Ariosto, el profesor Pío Rajna en su hermoso libro Le fonti dell' Orlando Furioso (Firenze, 1876), páginas 132-140. Rajna opina que el Ariosto tomó la idea de l' aspera legge di Scozia, de estas palabras del Amadís de Gaula (pág. 4, edición Rivadeneyra): «En aquella sazón era por ley establecido que cualquiera mujer, por de estado grande e señorío que fuese, si en adulterio se hallaba, no se podía en ninguna guisa escusar la muerte; y esta tan cruel costumbre e pésima duró hasta la venida del muy virtuoso rey Artús.» Y el autor del Amadís la había tomado, a su vez, de la novela francesa Roman de Bret.

[p. 67]. [1] . De la poesía heroico-popular castellana, pág. 394.

[p. 68]. [1] . Lebendigkeit und Fülle ist der Charakter seiner Poesie (Studien, 62).

[p. 69]. [1] . Poesías Religiosas, Orientales, Caballerescas y Amatorias (Valencia, 1885), páginas 442 y 461.

[p. 69]. [2] . Assi comensa la historia de un fet de caballería que portá a venturós acabament lo compte de Barcelona Ramon Berenguer, anomenat lo Gran, salvant en judici de Deu per batalla a la Emperatriu de Alemanya. (Lo Gayter del Llobregat. Edició políglota), Barcelona, 1899; III, 273, 303.