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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MARTÍNEZ, BARTOLOMÉ

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Texto

[p. 102]

El licenciado Bartolomé Martínez, granadino a lo que parece, dedicase a traducir las odas de Horacio a fines del siglo XVI. Algunas muestras de su trabajo, únicas que han llegado a nuestras manos y que sepamos existan, fueron incluídas por Pedro de Espinosa, en sus Flores de poetas ilustres. Como tantas veces hemos tenido ocasión de citar esta colección tan rara como preciosa, daremos en este lugar su descripción bibliográfica:

Primera parte | de las Flores | de Poetas ilustres de | España, Dividida en dos libros | Ordenada por Pedro | Espinosa, natural de la ciudad de | Antequera. Dirigida al Señor Duque de Béjar. | Van escritas diez y seis odas de Horacio, tra- | duzidas por diferentes y graves autores, | admirablemente. (Escudo del Impresor.) Con privilegio. | En Valladolid. Por Luys Sánchez. | Año 1605.

Colofon. Fin del libro de los Poetas Ilustres de España. | En Valladolid. | Por Luys Sánchez. | Año 1605. En 4.º 204 fojas y 12 de principios, Tasa. Fe de erratas. Aprobación de Gracián Dantisco. Privilegio. Soneto del contador J. López del Valle al duque de Béjar. Dedicatoria. Al lector (prologo). Sonetos laudatorios del licenciado Rodrigo de Miranda, del marqués del Aula, de D. Rodrigo de Narváez y Rojas y de Juan Bautista de Mesa, versos latinos de Juan de Aguilar y del licenciado Juan de la Llana, natural de Antequera. Tabla con los nombres de los poetas. Libro 1.º Rimas humanas. Libro 2.º Rimas divinas.

Siete de las traducciones de Horacio incluídas en este volumen son obra del licenciado Bartolomé Martínez:

La 1.ª del libro primero, Maecenas, atavis.

La 5.ª del mismo libro, Quis multa gracilis.

La 8.ª del mismo libro, Lydia, dic per omnes.

La 12.ª del mismo libro, Quem virum aut heroa.

La 15.ª del mismo libro, Pastor cum traheret.

La 19.ª del mismo libro, Mater saeva cupidinum.

La 17.ª del mismo libro, Velox amoenum saepe Lucretilem.

Todas, menos la primera, fueron incluídas por equivocación entre las poesías póstumas de Iglesias, como a su tiempo veremos.

Las traducciones del licenciado Bartolomé Martínez son, en [p. 103] general, muy desiguales. Hay trozos vertidos con calor y con brío, que demuestran en el traductor prendas no vulgares de poeta, pero hay otros flojos, arrastrados y prosaicos. Sobre todo anduvo desgraciado en la oda 8.ª, que había sido ya muy bien traducida por Herrera en las Anotaciones a Garcilasso. Tampoco pudo vencer las dificultades de la oda 5.ª, intraducible a ninguna lengua moderna. modelo de sencillez y de delicadeza. En general, estuvo poco afortunado en las composiciones ligeras. Tampoco me agrada la traducción del vaticinio de Nereo, harto desfigurada con impertinentes adiciones. En ella, como en la oda primera de la colección horaciana, tomóse el intérprete sobrados ensanches en la paráfrasis, resultando ésta harto difusa. Muy superior al resto de sus versiones, es la que hizo Martínez de la oda 12.ª del libro primero Quem virum aut heroa. La transcribimos a continuación:

Oh Clío, musa mía,
A que varón celebrarás agora
Con versos de alegría,
Con lira dulce o flauta muy sonora
¿A quien del valle hueco
En su alabanza me responda el eco?
O ya agora resuene
En las umbrosas faldas de Helicona,
O ya en el Pindo suene
Mi voz a quien la dulce tuya entona,
O ya en el Hemo helado,
O en el Ródope monte celebrado.

De donde se movieron
Las selvas a la voz del tracio Orfeo,
Los ríos detuvieron
Su curso rapidísimo y rodeo,
Y los ligeros vientos
Enfrenaron sus varios movimientos.

Y también las encinas,
Sonando el instrumento y voz, mostraron
Maneras peregrinas,
Porque sus altas cumbres inclinaron,
Y con ramos tendidos
Parece que alertaban los oídos.

Pues ¿qué diré primero
Que las honras, con más razón cantadas
Del padre verdadero,
[p. 104] Que con prudencia sabia gobernadas
Y mando poderoso
Las cosas tiene en orden amoroso.

Y templa el mar y tierra
Y el mundo rige en tiempos diferentes;
Adonde no se encierra
Cosa mayor ni fuerzas mis potentes?
Tras desto la alabanza
Palas èn trecho muy distante alcanza.

Y no olvidaré agora
(Oh Baco en las batallas animoso)
Tu fuerza vencedora,
Ni a ti, virgen del brazo poderoso,
Que con flechas ligeras
Persigues en los montes a las fieras.

Tampoco callar quiero
(Oh santo Febo) tu valor temido.
En el tirar certero,
Diré de Alcides el jamás vencido,
Y a los hijos de Leda
Diré, con tal que tanto decir pueda.

Al uno y otro hermano,
Cástor y Polux, cada cual honrado
En arte sobrehumano,
El uno diestro en lucha, el otro usado
A mil glorias triunfantes,
Corriendo los caballos espumantes.

La estrella de los cuales
Luego que luce, al navegante alegra,
Destierra los mortales
Recelos tristes de la muerte negra,
Y al piélago revuelto
En paz lo deja y en quietud resuelto.

Pierde su furia el viento,
Huyen las nubes su presencia santa,
Y el húmido elemento,
Que en valientes escollos se quebranta,
Muestra con alegría
Sus ondas de luciente argentería.

Pensando estoy dudoso,
Si tras de aquestos, cantaré primero
Al bravo y belicoso
Rómulo, o de Pompilio rey severo,
Pacífico y divino
O el imperio soberbio de Tarquino.
[p. 105] O si del atrevido
Catón diré la honrosa y dura muerte,
Con pecho agradecido:
También la lastimosa indigna suerte
De Marcio Atilio digo,
Que fe guardó y palabra a su enemigo.

Y cantarán mis versos
A los Escauros graves y constantes
En mil casos adversos,
Y al cónsul Paulo en otros semejantes,
El cual con pecho ufano
Dió la vida al furor del africano.

A Fabricio y Camilo,
Y a Curio de cabellos mal peinados,
Diré en el mismo estilo,
Los cuales fueron en la guerra osados,
Y sin temer bajeza
Se honraron con el áspera pobreza.

La fama de Marcelo
Cual árbol en oculto tiempo crece,
Y de Julio en el cielo
La estrella entre las otras resplandece,
Como entre otras estrellas
La luna clara con sus luces bellas.

¡Oh hijo omnipotente!
Del padre antiguo: oh padre, fiel reparo
De aquesta humana gente,
Tú del gran César tienes el amparo,
Gobierna, pues, el mundo,
Siendo rey César y señor segundo.

O ya a los partos bravos,
Que están a Italia siempre amenazando,
Como a viles esclavos,
Sujete al yugo de su fuerza y mando,
O ya de la india gente
O de los Seras triunfe en el Oriente.

Que rigiendo la tierra
Será inferior a ti de buena gana
Y tú moverás guerra
Con truenos, de potencia soberana,
Y tú harás castigos,
Arrojando mil rayos enemigos.

Notas