Buscar: en esta colección | en esta obra
Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > III : (MALÓN - NOROÑA) > MARCHENA, JOSÉ

Datos del fragmento

Texto

[p. 12]

Reservando para nuestra Historia de los Heterodoxos españoles extensa noticia y detenida apreciación de la vida, doctrinas y escritos de este propagador del enciclopedismo, al par que esclarecido literato, nos limitaremos a consignar aquí muy breves indicaciones bio-bibliográficas.

D. José Marchena Ruiz de Cueto, generalmente conocido por el abate Marchena, nació en Utrera el 18 de noviembre de 1768. Comenzó los estudios eclesiásticos, aunque sin pasar de órdenes menores; aprendió el francés, leyó la mayor parte de los libros impíos que en tan gran número produjo aquel siglo, y antes de cumplir veinte años dióse a hacer profesión de materialista e incrédulo, tradujo a Lucrecio y escribió una Carta contra el celibato del clero.

Temeroso de las persecuciones de la Inquisición por tales escritos, como quieren unos, o más bien, según entendemos y consta de papeles de aquel tiempo que hemos visto, por complicidad en una conspiración llamada del día de San Antonio, que estuvo a punto de estallar en Sevilla, huyó a Gibraltar y de allí pasó muy pronto a Francia, cuya lengua llegó a hablar y escribir con perfección notable. El ardor de sus ideas políticas y la exaltación de su cabeza le hicieron tomar una parte activa en la gran revolución, exponiendo a inauditos peligros su seguridad y su existencia. Al principio, estuvo al lado de los jacobinos y redactó con Marat L'Ami du Peuple. Pasóse después a los girondinos, y permanecióles fiel en la próspera como en la adversa fortuna. Fugitivo primero, [1] encerrado más tarde en [p. 13] las cárceles del Terror, siempre bajo el peso de una sentencia de muerte, que no llegó a ejecutarse por un cúmulo de circunstancias, sin duda providenciales, jamás dobló su frente al temor y en instantes de sublime locura dirigió a Robespierre aquel célebre volante «Tyran, tu m'as oublié». En aquellos calabozos establecieron Marchena y sus compañeros, secuaces todos de la impiedad, el culto del irrisorio y ridículo dios Ibrascha; allí, y al mismo tiempo (¡singular contraste!) releía Marchena la Gula de Pecadores, de Fr. Luis de Granada, su libro predilecto, el que le acompañó constantemente en todas sus vicisitudes y peregrinaciones. Después de la reacción de 27 de julio (Thermidor) de 1794, Marchena salió de la cárcel, formó parte de la Junta de Salvación Pública y redactó con Poultier L'ami des lois. Cuando el partido vencedor se dividió, obteniendo preponderancia desde 1795 la fracción de Tallion, Legendre y Fràson, Marchena, que figuraba en el bando opuesto y fue destituído de su empleo, desatóse en iracundos folletos contra los dominadores. Por esto y por creérsele uno de los agitadores del pueblo de París en la jornada del 5 de octubre de 1795, y por sus escritos contra el Directorio, intimóle éste la orden de salir del territorio francés, aplicándole la ley de 21 Floreal sobre los extranjeros. Fué, pues, conducido por gente armada hasta la frontera de Suiza, y allí se le ocurrió reclamar los derechos de ciudadano francés, que decía haber obtenido, y que, en efecto, le reconoció el Consejo de los Quinientos.

En 1801 fué agregado a la Administración de Contribuciones del Ejército del Rhin, al mando del general Moreau, y se entretuvo en forjar su fragmento de Petronio. En 1808 vino a España como secretario de Murat, y fué encerrado en las cárceles de la Inquisición, de donde le sacó una compañía de granaderos franceses. Con el intruso rey José fué Marchena Archivero Mayor del Ministerio del Interior y Director de la Gaceta de Madrid. Acompañó a su soberano en el viaje a Andalucía en 1810, y en la retirada a Valencia en 1813, pasando, después de la batalla de Vitoria a Francia, donde residió, primero, en Nimes, y después, en Montpellier y Burdeos. Volvió a España en 1820 y murió pobre y oscuramente en 1821. Dícese que en los últimos años de su vida [p. 14] templáronse algún tanto sus irreligiosas ideas, aunque nosotros no hayamos visto dato que lo compruebe.

Marchena fué varón docto, de poderoso entendimiento y mucha variedad de estudios. Para la crítica literaria tenía admirables dotes, aunque un tanto oscurecidas por el apasionamiento, la exageración, la tendencia a proposiciones absolutas y los prejuicios de escuela. En la polémica halló pocos rivales: escribía la prosa con brío, animación y vida desusados. Empeñóse en ser poeta, sin tener estro lírico notable, y lo consiguió en parte, en cuanto puede conseguirlo un hombre de mucho saber, claro gusto, voluntad firme y poca riqueza de fantasía. Dejó algunas escenas de tragedia neo-clásica, buenas entre las mejores de este género artificial y amanerado, hizo una oda brillantísima y muy trabajada A Cristo Crucificado, en que la imitación del estilo herreriano es evidente, aunque diestra y no premiosa, la alteza de pensamiento grande, la expresión siempre robusta y entonada, aunque fuera de desear más efusión y menos rigidez en tan notable fragmento.

Poseía Marchena el hebreo y el griego, escribía el latín en prosa y en verso tan bien que los humanistas alemanes llegaron a confundir sus eruditos fraudes con las obras auténticas de Petronio y de Catulo. De las lenguas modernas, hablaba y escribía con maravillosa facilidad el francés, el inglés y el alemán.

Para completar el retrato de este singular personaje, diremos que, según las noticias de sus contemporáneos, era horriblemente feo, pequeño de estatura, suelto y libre en sus costumbres más de lo que convenía a quien había vestido hábitos clericales, estrafalario y caprichoso hasta un punto inconcebible. Complacíase en monstruosos alardes de impiedad, y a la puerta de su casa de París estampó este rótulo: Ici on enseigne l'athéisme par principes. Como propagador de la falsa y mezquina filosofía francesa del siglo pasado en España, su influencia fué harto funesta, y sus efectos se dejaron sentir por largo tiempo. Casi todos los libros que nuestros abuelos llamaban antonomásticamente prohibidos eran traducciones del francés salidas de la fábrica de Marchena, que inundó a España de tales libros. Marchena, pues, aparte de sus positivos méritos como literato, es un personaje, aunque odioso y funesto, de importancia grande en la historia social y religiosa de España a principios de este siglo.

[p. 15] Las obras de este sabio inmundo y aborto lleno de talento, como le apellida Chateaubriand, que le conoció en casa de Mad. Staël, son difíciles de reunir, porque casi todas corrieron anónimas o con iniciales y pseudónimos y algunas no llegaron a imprimirse. A su tiempo formaremos extenso catálogo y juicio de todas ellas. Ahora conténtense nuestros lectores con las breves noticias a continuación insertas.

—Carta contra el celibato eclesiástico, dirigida a un catedrático de teología, maestro de Marchena. Hállase este opúsculo autógrafo en un tomo de Cartas de varios literatos del siglo pasado que formó D. Juan Pablo Forner, a quien casi todas fueron dirigidas. Le hemos visto en poder del Excmo. Sr. D. L. A. de Cueto.

—Artículos políticos (muy numerosos) en L'Ami du Peuple, L'Ami des Lois y otros periódicos franceses del tiempo de la República una e indivisible.

—Varios folletos impíos en lengua francesa, que, sin especificar otra cosa, mencionan diferentes biógrafos de Marchena.

—Opúsculos políticos franceses en gran número.

—Fragmentum Petronii ex vetustissimo Sti. Galli ms. excerptum, gallice vertit ac notis illustravit Lallemandus Sacrae Theologiae Doctor. (Toda esta portada en burlas.) Basileae, MDCCCII. Folleto de pocas páginas, con una breve introducción, el fragmento (que está en prosa y no en verso, como suponen los que no le han leído) la traducción francesa, y notas tan libres como el texto anotado. El fragmento, pura invención de Marchena, que honra sobremanera su talento de latinista, engañó de plano a la docta Alemania y fué precisa una terminante declaración de Marchena para desengañar a los sabios, que primero habían caído en el lazo. Ha sido incluído en muchas ediciones, aun después de reconocido el fraude, y figura, entre otras, en la colección Nisard llenando una de las lagunas del Satyricon.

—Fragmentum Catulli ex vetusto papyro Herculanensi... Apócrifo como el anterior. Eichstaedt, profesor de Jena, descubrió el fraude. El fragmento de Catulo consta de 50 versos.

—Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia... Burdeos, imp. de C. Lawalle, 1820. 2 tomos 4.º Esta colección de trozos selectos de nuestros antiguos prosistas y poetas corrió muy poco en España, y aun los ejemplares suelen encontrarse miserablemente [p. 16] expurgados. Formóla Marchena con criterio exquisito y añadió de su cosecha

1.º Un Discurso preliminar extenso, o llámese Estudio crítico sobre nuestra literatura, lleno de errores fundamentales, pero gallardamente escrito y con juicios de mano maestra trazados, sobre los más grandes escritores de nuestro siglo de oro, en especial los dos Luises, Cervantes, Garcilaso, Herrera, Quevedo, etcétera. El estilo de Marchena en este opúsculo y en casi todos los de su última época, es arcaico y latinizado en gran manera.

2.º Un Exordio lleno de impiedades, aparte de algunos profundos pensamientos, curioso, porque en él expone Marchena sus doctrinas en religión y filosofía.

3.º Varias poesías suyas, que sin modestia alguna califica y pone de modelos y son:

Varias escenas de su tragedia Polixena, nunca impresa íntegra, que sepamos.

La Oda a Cristo Crucificado.

Epístola al geómetra Lans sobre la libertad política.

Elegía A Licoris.

Tres octavas del poema La Patria a Ballesteros.

Dos epigramas, el uno contra la Inquisición, y otro burlándose de la traducción de la Muerte de César, de Voltaire, que hizo el ministro Urquijo.

Una traducción que más adelante registraremos.

—Reflexiones sobre los emigrados franceses. (En francés.) París, 1795.

—El Espectador francés, periódico que publicó en 1796, en colaboración con Valmalette,

—Essai sur la theologie. París, 1797. Obra impía, que fué refutada por el Dr. Heckel.

—Descripción de las Provincias Vascongadas, inserta en la colección titulada Anales de viajes.

—Discurso sobre la ley relativa a extinción de monacales y reforma de regulares, pronunciado en el día 6 de noviembre del presente año en la Sociedad Patriótica Constitucional de esta ciudad por el ciudadano Josef Marchena... Sevilla, 1820.

—Cartas Persianas, escritas en francés, por Montesquieu, puestas en castellano por D. J. Marchena. Nimes, 1818, 8.º; [p. 17] Tolosa, 1821, 12.º; Cádiz, en la librería de Ortal y C.ª, 1821, 2 tomos 8.º. Son ficticias casi todas las indicaciones de año y lugar de impresión que suenan en esta y en las demás versiones prohibidas de Marchena, bastante escasas hoy, aunque muchas veces impresas, siempre subrepticiamente:

—Cuentos y Novelas de Voltaire, traducidas por D. José Marchena (Zadig, Micromegas, Cándido, etc.). Traducción hecha con suma gracia y muy superior a otras que corren en castellano. Hay varias ediciones. La que conocemos suena impresa en Cádiz, 1822, tres tomos , 8.º. Casi todas estas traducciones se hicieron para editores franceses y debieron imprimirse por vez primera en París. Sevilla, 1836, imp. Nacional, 3 tomos, 8.º

—Julia o la Nueva Heloísa..., de Juan Jacobo Rousseau, traducida por D. José Marchena. Tolosa, 1821, 4 tomos, 8.º Reimpreso en Barcelona, 1834.

—Emilio o la Educación..., de Juan J. Rousseau... Burdeos, 1817, 3 tomos, 12.º Varias veces reimpresa, y hacia 1850 en el folletín de las Novedades, aunque sin los nombres de Rousseau y Marchena.

—Compendio del origen de todos los cultos (de Dupuis), traducido por D. José Marchena... Barcelona, 1820, 4.º; Burdeos, 1821.

—De la libertad religiosa (de Benoit), por D. José Marchena. Barcelona, 4.º

Éstas son las traducciones de malos libros en que puso Marchena su nombre, pero con más o menos fundamento es común atribuirle otras que por su estilo parecen dignas de su pluma, cuales son una de Volney, Ruinas de Palmira (probablemente la primera, que dió lugar a un ruidosísimo proceso en tiempos del Príncipe de la Paz, resultando complicados gravísimos personajes); otra de la Pucelle, de Voltaire, que suena impresa en Cádiz, 1820, y quizá una (en verso) del poema de Parny La Guerra de los Dioses, tanto o más monstruoso e infame que el anterior, dos veces impresa. (Vid. Anónimos.)

—Ojeada del Dr. Clarke sobre los progresos del comercio y población de Inglaterra. Traducida del inglés por Marchena.

Las poesías de Marchena insertas por él mismo y dos traducciones de que luego hablaremos, han sido recogidas por el señor D. L. A. de Cueto en el tomo III de su excelente colección de [p. 18] Líricos del siglo XVIII (tomo LXVII de AA. Españoles). Han escrito modernamente biografías curiosas, aunque no completas, de nuestro abate D. Gaspar Bono Serrano en su Miscelánea religiosa, política y literaria, Mr. Antoine de Latour en Le Correspondant, y le han juzgado con recto criterio el citado Sr. Cueto en el Bosquejo de la poesía castellana del siglo XVIII y el Sr. D. Adolfo de Castro en el Discurso preliminar a su colección de filósofos.

Traducciones poéticas y de clásicos paganos

Poema de Lucrecio, De rerum natura. Nos sentimos vehementemente inclinados a atribuir a Marchena la traducción ms. en verso suelto que posee nuestro amigo el Sr. Menéndez Rayón, por las razones que en su lugar expusimos. Las iniciales del incógnito traductor convienen con las de Marchena, y el trabajo está muy en carácter respecto a nuestro escritor, para que haya dificultad en prohijársele. Pero como quiera que esta opinión particular mía, que es también la de varios doctos amigos, no es una verdad matemáticamente demostrada, y quizá no todos piensen de igual manera, o tal vez alguno posea mejores datos, le he dejado en la sección de los anónimos con que se inaugura este catálogo.

—Vida de Teseo, traducida de Plutarco. Otro tanto digo del presente opúsculo impreso en Madrid en 1821, con las iniciales J. M., que yo traduzco, aunque sin plena seguridad, José Marchena. En la duda quede en la grey de los anónimos.

—Elegía 1.ª del libro 2.º de Tibulo, Quisquis ades faveas: fruges lustramus et agros.

Tradujo Marchena la bellísima elegía de la Lustración Campestre, pero sólo insertó los últimos tercetos de su versión en las Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia. No hemos podido hallar lo restante. El fragmento que conocemos tiene fidelidad y color poético, pero la versificación es trabajosa, y el estilo poco suelto. Dice así:

En los amenos campos, entre flores,
Entre el galán novillo y el ligero
Potro, nació también el Dios de Amores.
Aquí se ejercitó también el fiero
En lanzar el arpón ¡ay! rudamente,
[p. 19] Tan penetrable agora y tan certero.
No ya el ganado, la doncella siente
La cruda herida, y doma el inhumano
La condición del joven más valiente.
El oro desperdicia el mozo insano
Por él, de su ingratísima, aterido,
Ronda las puertas el cansado anciano,
Y la doncella tierna sin ruido
Las plantas mueve, y frustra la cuidosa
Madre que vela con atento oído.
Palpando por la estancia tenebrosa
Camina a do la atiende el fiel amante,
Y descansa en sus brazos amorosa.
¡Infeliz el que flecha penetrante
Hirió de amor, y bienaventurado
El que le vió este Dios de buen talante!
Ven también a la fiesta, Dios vendado,
Mas lejos de nosotros ten tu ardiente
Saeta, ten lejos el arpón alado.
Cantad al Dios de amor: abiertamente
Le invoque cada uno a la majada,
Y a su pecho le llame ocultamente,
O a voces el que quiera: ¿ya enredada
No veis la turba en juegos amorosos
Y la danza lasciva comenzada?
Jugad, que los caballos tenebrosos
Unce la noche, el escuadrón lucido
De los astros le siguen silenciosos.
En pos viene el Morfeo adormecido,
Que las alas batiendo tardamente,
Espira sueño, y deja en él sumido
Al hombre y la alimaña juntamente.

Compárese este retazo, bueno, pero laborioso, con la brillantísima, animada e incomparable traducción que de esta elegía hizo Pérez del Camino, y se verá la diferencia.

—Traducción de la Epístola de Heloisa a Abelardo, de Colardeau (imitación de la de Pope). Esta traducción en asonante endecasílabo, atribuída generalmente y con fundamento a Marchena, cuyo nombre lleva en algunas copias, fué impresa en Salamanca, 1798, por Francisco de Tojar, en un tomito en 12.º con otra epístola (original de Marchena), de Abelardo a Heloísa. Prohibióla en seguida la Inquisición, y leyóse mucho en tal concepto, especialmente por doncellas y jóvenes enamorados, a [p. 20] quienes gustaba tanta declamación sobre lugares comunes. En la 1.ª Heroida, que es la traducida indirectamente de Pope, Marchena es desaliñado, dice el Sr. Cueto, pero en el estilo de algunos pasajes deja ver que tenía una alma apasionada... Marchena, añade el docto crítico, es menos afectado que Colardeau y tiene el buen gusto de evitar que Eloísa se llame Vestal a sí propia, como ridículamente lo hace en las obras de Pope y Colardeau.

Aparte de esto la versificación es muy desigual, y otro tanto acontece con la segunda epístola más llena de prosaísmo que la primera. Ambas son, no obstante, dignas de conocerse, y ha obrado con acierto el Sr. Cueto al reimprimirlas entre las poesías de Marchena, cotejándolas esmeradamente con varios manuscritos y ediciones.

—Fragmentos de Ossian, insertos en las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, etc. Atribuímos a Marchena esta traducción, que puede verse entre los anónimos.

Santander, 30 de junio de 1876.

Notas

[p. 12]. [1] . Fué preso en Burdeos, el 4 de octubre de 1793.