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Escasísimas noticias biográficas de este eminente escritor ascético han llegado a nuestros días. Sabemos que nació en Cascante, obispado de Tarazona. por los años de 1530. Entró en la Orden de San Agustín, y fué lector de Teología en Zaragoza y Huesca. Además de la obra que citaremos luego escribió otras varias, que no llegó a dar a la estampa, ni apenas queda memoria de sus títulos.
Él mismo anuncia un libro de Todos los Santos. y Nicolás Antonio cita vagamente otro de San Pedro Apóstol. El único hoy conocido es el siguiente:
De la conversión de la Magdalena, en que se ponen los tres estados que tuvo, de pecadora, de penitente y de gracia. Alcalá de Henares, 1592.
—Barcelona, 1598. 8.º
—Alcalá, 1598. 8.º
—Alcalá, 1603. 8.º
—Valencia, por Salvador Faulí, 1794. 4.º
—Madrid, 1853. en el tomo 27.º de AA. Españoles, primero de escritores del siglo XVI.
Capmany en el Teatro histórico-crítico de la elocuencia cita trozos de La Magdalena, y en varias antologías poéticas se leen algunas de las composiciones que intercaló el docto agustino en su afamado libro. D. Pedro José Pidal publica en la Revista de [p. 8] Madrid un buen artículo sobre la vida y obras de Malón de Chaide, al cual en todo nos remitimos.
Dedicó éste su tratado a la ilustre señora D.ª Beatriz Cerdán y de Heredia, religiosa en el monasterio de Santa María de Casvas, en Aragón, y publicóle, como era uso y costumbre, exornado con sendos sonetos de dos religiosos de su Orden, Fr. Antonio Camos y Fr. Lorenzo de la Sierra. El libro es un modelo de prosa castellana, viva, animada, lozana, abundante, y rica de colorido. Estímase con justicia a Malón de Chaide por uno de los maestros de nuestra lengua. Pero lo que al presente nos interesa no es su prosa, sino los versos, que en número bastante considerable, intercaló en ella, y un tratadito que al fin de La Magdalena va en todas las impresiones.
Era Malón poeta elegantísimo, clásico en las formas aun al tratar asuntos sagrados, uno en fin de los que con manos cristianas labraban el mármol de la antigüedad, y ora fuese por la razón que en expone y veremos en seguida, ora por el natural deseo de dar a conocer sus versos que tenía sin duda (y con razón) en mucha estima, juzgó conveniente mezclarlos en el ameno tejido de su obra. Manifiéstase en el prólogo a los lectores grande enemigo de la poesía profana simbolizada para él en Garcilaso y sus secuaces, aunque él con frecuencia los imita, y añade: «Bien sé que no son (mis versos) los más bien escogidos ni más bien trabajados del mundo, mas lo que les falta de carnosidad en la compostura les sobra de bondad en la materia, y de grandeza en el sujeto. Podría ser que, hecho el gusto a estos salmos y canciones divinas, vengan algunos a desgustar de las profanas...» «Podrá parecer a algunos (dice antes en la dedicatoria) que es menos gravedad en materia santa mezclar versos y cosas de poesía, que parece que desautoriza en alguna manera, así la escritura donde se ponen como la persona que los hace... Para sólo desempalagar el gusto, cansado de la prosa, he encajado casillas en verso, porque aunque, no es curioso; haga la bondad del estilo lo que había de hacer la bondad de la poesía.» Y se disculpa luego de haber escrito en verso, citando a David y a los Profetas, y a los Santos Padres y poetas cristianos de los primeros siglos en la Iglesia griega y en la latina.
Los versos publicados con La Magdalena son excelentísimos. Redúcense a dos canciones originales.
sobre toda ponderación bellas y delicadas; y a las traducciones siguientes, que en nada les son inferiores.
Nombrándolas por el orden que tienen en el libro, son:
—Salmo LXXXIII Quam dilecta tabernacula tua, Domine:
Capítulo 4.º de la Profecía de Amós:
—Salmo CIII Benedic, anima mea, Domino:
Para que se forme idea del estro lírico que allana en esta y las demás versiones a Malón de Chaide, menos sobrio y conciso, es verdad, pero no menos inspirado que Fr. Luis de León, véanse estas estrofas:
—Salmo CXIX Ad Dominum cum tribulatione clamavi:
—Salmo XCVII Cantate Domino:
Es un soneto caudato.
—Salmo XII «Usquequo, Domine, oblivisceris:
—Paráfrasis (en bellísimos tercetos) de los versículos 16 a 21, últimos del capítulo VII de Job.
Perdóname, Señor, que te he ofendido...
Y si dices, Señor, que me has sufrido...
Alto Dios, pues teniendo esa manada...
Levántasle, Dios mío, tan sin tasa...
No se contenta, no, tu amor sencillo...
Y como el buen amigo, que se muere...
Alto Dios, de bondad y gracia lleno...
¡Qué priesa que me das tan espantosa...
Pequé, Señor, pequé, y hete ofendido...
¿Qué te haré, oh guarda de los hombres...
Pregúntote, Señor: ¿y una nonada...?
Confieso que me falta el sufrimiento...
Y pues que ves que no puedo estar firme...
Mira que presto, envuelto en fría tierra...
Y allí de los gusanos rodeado...
[p. 11] —Salmo XLI Quemadmodum cervus desiderat fontes:
Como la cierva en medio del estío...
Es sobrado parafrástica y desleída, pero está gallardamente versificada.
—Salmo CXXXVI Super flumina Babylonis:
Tiene siete estancias de introducción, excusadamente añadidas, pero muy en carácter de poesía bíblica.
La versión es buena, como todas las restantes; pero difusa e inferior en igualdad y gusto a la de Jáuregui.
—Salmo CXXV In convertendo Dominus:
—Salmo XC Scuto circumdabit te veritas ejus:
—Soneto de Gabriel Fiamma, Canónigo lateranense, autor de un tomo de Rimas Spirituales: «Chiome, di mille cor reti e catene»:
Salmo CXLVII Lauda, Hierusalem, Dominum:
Es defecto reparable en esta y en alguna otra de las versiones de nuestro agustino el uso de nombres tomados de la mitología griega (Pafos, Chipre, Creta, Vulcano, Apolo, Diana, etc.) común en el siglo XVI.
Al fin de La Magdalena, y dedicado también a D.ª Beatriz Cerdán va un «Sermón que hace Orígenes en la Resurrección del Señor, sobre aquellas palabras del capítulo XX de San Juan, que dice «María estaba cerca del monumento llorando».
Tradujo Malón de Chaide este tratadito con extremada lindeza de palabras, no del original griego, sino de la traslación [p. 12] latina. Añadió de su cosecha varios pasajes e intercaló la bella canción, ya elogiada,
en que se notan reminiscencias del Cantica Canticorum.
Santander, 17 de agosto de 1876.