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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > LEÓN, FR. LUIS DE

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[p. 285]

«Onorate l'altissimo poeta» convendría exclamar para comienzo de este registro bibliográfico, dedicado al lírico insigne que trabajó con manos cristianas el mármol de la antigüedad. Varón de quien valiera más callar que decir poco, como de Cartago afirma Salustio; nombre dulce de pronunciar y agradable al recuerdo, pero de responsabilidad grande para quien intente avalorar de nuevo los méritos de quien le llevó y descubrir parte del tesoro de sus excelencias. Pero atendiendo a que fué traductor fecundo y muchas veces excelente, sólo en este particular aspecto habremos de estudiarle, dejando a otros la tarea, no liviana, de considerarle como místico, poeta y escriturario.

Las noticias biográficas, hoy conocidas, de Fr. Luis de León, hállense reunidas en una preciosa monografía de D. Alejandro Arango y Escandón (Méjico, 1866), un opúsculo publicado en 1863 por D. J. González de Tejada y en un reciente libro alemán del Dr. Reusche. La Vida de Fr. Luis, escrita por Mayáns, y todas las que a imitación suya se han publicado, adolecían de considerables defectos y omisiones, hoy remediados merced a la publicación del Proceso en los Documentos inéditos, y a diversas investigaciones practicadas con buen éxito en el archivo de la Universidad de Salamanca y en otras partes.

En declaración de 1.º de abril de 1572 dijo Fr. Luis ante el Santo Oficio que había nacido en Belmonte (actual provincia de Cuenca). Allí vivió hasta los cinco o seis años, pasando luego a Madrid, donde su padre era abogado, y allí debió de recibir la educación primera. De catorce años fué a estudiar Cánones a Salamanca; a los dos o tres meses de haber llegado a aquella Universidad tomó el hábito en el convento de San Agustín, y en 29 de enero de 1544 profeso. En la Universidad siguió los cursos de griego, retórica y artes, oyendo los primeros años de Teología en Toledo y Alcalá, y los restantes en Salamanca, por voluntad, sin duda, de los superiores de su Orden. En 31 de octubre de 1558 incorporó en Salamanca los cursos y el grado de Bachiller teólogo ganados en Toledo, y en mayo de 1560 obtuvo el de Licenciado, presidiendo el acto Domingo de Soto, como Decano de la Facultad. El mismo año se doctoró y de antes era maestro en Artes. [p. 286] A los estudios teológicos y escriturarios que principalmente le ocuparon, unió Fr. Luis conocimientos profundos de literatura profana, bien manifiestos en sus obras, y noticia no escasa de muchas ciencias y artes, cuales fueron, al decir de Francisco Pacheco, las Matemáticas, la Medicina, la Pintura, la Música y hasta la Astrología judiciaria. En 23 de noviembre de 1561 alcanzó con 53 votos de exceso la cátedra llamada de Santo Tomás, y en 1565 la de Durando. La Universidad, cuyas aulas honraba, le encargó delicadas comisiones, entre ellas la consulta sobre reforma del calendario. Las cuestiones habidas entre los teólogos salmantinos sobre la Biblia, de Vatablo, la versión de los 70 y la Vulgata, acaloraron sobremanera los ánimos en aquellos días, y Fr. Luis de León, así como los Drs. Martínez y Grajal, hebraizantes asimismo y amigos de Arias Montano, incurrieron en el odio y animadversión de muchos ignorantes y de algunos helenistas y simples teólogos, a quienes desagradaba el estudio de la verdad hebraica en sus fuentes o desplacían las interpretaciones de los rabinos o estimulaba el aguijón de la envidia y la malevolencia. Figuraba a su cabeza el maestro León de Castro, buen gramático, aventajado grecista, discípulo del Comendador Griego, y maestro del Brocense, pero hombre presuntuoso, obstinado, díscolo, suspicaz, vengativo y, naturalmente, inclinado a la violencia. El nombre de este implacable perseguidor de los varones más doctos de su tiempo, verdadero tábano de Arias Montano, delator inicuo de Fr. Luis de León, es de triste celebridad en nuestra historia literaria, y ni aun su moderno y doctísimo biógrafo, el señor La Fuente, ha intentado rehabilitarle. Uniéronse a él los dominicos y especialmente Fr. Bartolomé de Medina, uniéronse todos los opositores a cátedras derrotados por Fr. Luis de León, los estudiantes ociosos y revolvedores e innumerable turba allegadiza, y levantase contra nuestro autor recia tormenta, que estalló con motivo de haber hecho Fr. Luis para persona religiosa una traducción castellana del Cántico de los Cánticos, de la cual, por imprudencia de un su lego, se esparcieron pronto numerosos traslados. Viendo entonces ocasión propicia para lograr sus fines, se presentó Fr. Bartolomé de Medina al Comisario del Santo Oficio de Salamanca, y declaró haber leído la traducción antedicha, añadiendo que Fr. Luis y con él los maestros Grajal y Martínez [p. 287] quitaban siempre autoridad a la Vulgata en sus pareceres y disputas, diciendo que se podía hacer otra mejor y que tenía hartas falsedades. Francisco Cerralvo de Alarcón declaró (con verdad), que del Cántico corrían muchas copias. Y Bartolomé de Medina tornó a decir en 18 de febrero de 1572 que en la Universidad había mucha afición a cosas nuevas y que Fr. Luis de León, con otros, prefería a la Vulgata las traslaciones de Vatablo y Sanctes Pagnino, y las interpretaciones de los judíos. Excedió en animosidad al teólogo dominico el implacable León de Castro, que en larguísima declaración acusó a Fr. Luis de sostener que se podían dar varias interpretaciones de la Escritura, de mostrar más respeto que a los Santos Padres a los Rabíes, de haber defendido que en el Viejo Testamento no hay promesa de vida eterna, de decir que pueden darse nuevos sentidos al sagrado texto no contra la explicación de los Santos Padres, sino praeter, aunque este praeter le parecía a León de Castro sufisticado. Dedúcese de la declaración misma que la enemistad entre ambos Leones había comenzado en las juntas habidas en la Universidad sobre la Biblia de Vatablo. Enojado allí Fr. Luis por las malignas contradicciones de su rival llegó a amenazarle «que le había de hacer quemar un libro que imprimía sobre Exsaías», a lo cual respondía León de Castro que «con la gracia de Dios, ni en él ni en su libro no prendería fuego, ni podía, que primero prendería en sus orejas y linaje». No hay para qué detenernos en las deposiciones de los demás testigos que formularon todos idénticos cargos en diversa forma, añadiendo alguno que en opinión de Fr. Luis, el Cántico de Salomón era carmen amatorium ad suam uxorem. Vino a aumentar el nublado cierto opúsculo sobre la autoridad de la Vulgata, dirigido por Fr. Luis de León para su examen al arzobispo de Granada y a entendidos teólogos de Sevilla. Y como si todo esto no bastase, un Fr. Juan Cigüelo, agustino, acusó a su ilustre compañero de hábito de decir siempre misa de requiem, aun en día festivo, y de haber manifestado en un convite dudas sobre la venida del Salvador.

En 6 de marzo hizo Fr. Luis su confesión ante el Santo Oficio, agregando a ella las proposiciones sobre la autoridad de la Vulgata para que fueran examinadas y calificadas por el Tribunal. En 26 del propio mes se dió auto de prisión contra él, siendo [p. 288] conducido a las cárceles de Valladolid, donde, apenas llegado, hizo protestación de fe por si le tomare la muerte súbitamente, y pidió varios libros y objetos. El 5 de mayo formuló su acusación fiscal el licenciado Diego de Haedo, contestando Fr. Luis de León a cada uno de los cargos. ¿Para qué continuar la tramitación del proceso? Hasta 3 de marzo de 1573 no se hizo la publicación de testigos ni se dió a Fr. Luis traslado de sus deposiciones. En 14 de mayo hizo el acusado amplia y brillantísima defensa, dechado de habilidad y energía, a la cual siguieron un gran número de escritos, igualmente notables, en que el sabio agustino adicionó y enmendó su primera apología. Dos años después, en 30 de marzo de 1575 defendió largamente sus proposiciones acerca de la autoridad de la Vulgata contra las censuras de los calificadores. En estos términos continuó el proceso, y al cabo, en 7 de diciembre de 1576 el Consejo de la Suprema, no conformándose con la sentencia de los inquisidores de Valladolid, absolvió a Fr. Luis de León de la instancia, advirtiéndole que mirase dónde y como volvía a tratar materias de la calidad y peligro de las que del proceso resultaban , y mandando recoger la Exposición de los Cantares. Así terminó aquella persecución de cinco años, excitada por el odio y la envidia de Bartolomé de Medina y León de Castro. Triunfaron la virtud y entereza del procesado: acrisolóse su inocencia, y pudo volver Fr. Luis a sus tareas universitarias, no a la cátedra llamada de Durando, que había sido ocupada durante la persecución del propietario, sino a una de Sagrada Escritura, y más tarde a otra de Filosofía Natural, que ganó por oposición en 14 de agosto de 1578. En 1587 le encargó el Consejo Real la revisión de las obras de Santa Teresa de Jesús. La Orden de San Agustín le confirió la redacción de las constituciones para los religiosos recoletos, y en los últimos años de su vida mostróle su confianza en negocios de mucha gravedad e interés común. A algún peligro vióse expuesto y aun incurrió en el enojo de Felipe II, como ejecutor del breve de Sixto V sobre reforma carmelitana, pero de tales disgustos le desquitaron ampliamente sus hermanos, nombrándole provincial de Castilla en capítulo de 14 de agosto de 1591, dignidad que disfrutó por corto tiempo, muriendo el 23, antes de cerrarse el capítulo. Irreparable vacío dejó su muerte en las aulas salmantinas y en las letras españolas. Salamanca, en [p. 289] cuyos aulas resonó su voz elocuente y poderosa, ha honrado en estos últimos años la memoria del gran profesor y eminente poeta con una estatua. Otra más duradera falta aún: el libro de crítica y erudición dedicado al análisis de su vida y al examen de sus escritos.

Las obras de Fr. Luis de León pueden dividirse en latinas y castellanas. Las primeras son:

1. —Fr. Luysii Legionensis avgustiniani divinorum librorum primi apud salmanticenses interpretis. In Cantica Canticorum Salomonis Explanatio. Ad Serenissimum Principem Albertum, Austriae Archiducem, S. R. E. Cardinalem. (Escudo con la divisa del autor Ex Ipso Ferro). Salmanticae. Excudebat Lucas a Junta MDLXXX. Cum privilegio. 4.º Los principios son un mandamiento del provincial de los agustinos, Pedro Suárez, una aprobación del Dr. en Teología Sebastián Pérez; la licencia del Consejo y el Privilegio real. Dos composiciones de Fr. Luis en verso latino encierra esta exposición una Ad Dei genitricem Mariam ex voto , y otra una oda en acción de gracias por haber terminado su trabajo. No es ésta una traducción de la obra castellana que después registraremos, sino que encierra dos declaraciones del Cántico de Salomón, una literal y otra mística, nueva del todo la segunda. A esta obra corre unida la siguiente:

2. —Fr. Luysii Legionensi, etc. (ut supra)... In psalmum vigesimum sextum explanatio. Salmanticae (ut supra). Aprobación de Fr. Hernando del Castillo y dedicatoria al cardenal Quiroga. 4.º. Trabajado en sus prisiones. Del mismo año hay otra edición con leves variantes.

En 1582 hízose segunda edición de ambas explanaciones ab ipso auctore recognita et purior a mendis quam prima. Con aprobación de Sebastián Pérez (Petrejus) y versos latinos de Juan de Grial y Felipe Ruiz, amigos del autor. 8.º, 293 págs.

Más notable es la tercera, que contiene adiciones de gran valía:

Fr. Luysii Legionensis augustiniani Theologiae Doctoris, Divinorum librorum apud Salmanticenses interpretis explanationum in eosdem tomus I. Salmanticae, apud Gulielmum Foquel, MDLXXXIX 4 º, 921 págs. (No vió la luz pública el segundo.) Contiene este volumen la Exposición del Cántico de los Cánticos, añadida con una explicación alegórica (extractóla Carvajal y la [p. 290] incluyó en castellano al fin de su traducción y notas del Cantar salomónico, 1829), la del salmo 26, y dos por primera vez impresas, la primera In Abdiam Prophetam (dedicada a D. Pedro Portocarrero) y la segunda In Epistolam Pauli ad Galatas. Cítase una reimpresión veneciana de 1604.

3. —De utriusque agni typici atque veri immolationis legitimo tempore. Salmanticae, apud Gulielmum Foquel, 1590. 4.º

Fr. Luysii Legionensis Augustiniani divinorum librorum apud Salmanticenses interpretis, de utriusque agni typici atque veri immolationis legitimo tempore. Ad Joannem Grialum. Sub permissu. Salmanticae, ex Typographia Petri Lassi, anno MDXCII. 4.º

Aun hay dos reimpresiones de este tratado; en el libro de agno typico que escribió Fr. Basilio Ponce de León, sobrino de Fr. Luis, impreso en Madrid, por Miguel Serrano de Vargas, 1604, 8.º, y en las Quaestiones Quodli beticae del mismo (1611). El Padre Daniel le tradujo al francés e imprimió en 1695.

4.— Fr. Ludovici Legionensis, Augustiniani, doctoris Theologi Salmanticensis, orationes tres ex codice ms. Matriti: Typis Benedicti Cani (1792). Hállase con paginación diversa, al fin del libro titulado Declaración de los mandamientos de la ley, artículos de la fe, sacramentos y ceremonias de la Iglesia en treinta y dos sermones sacados de latín en romance por el P. Fr. Juan de la Cruz, de la Orden de Santo Domingo. La primera de las oraciones de Fr. Luis es un sermón de San Agustín, la segunda es fúnebre del maestro Domingo de Soto, la tercera fué pronunciada en el Capítulo Provincial de 1557.

El P. Luis de Alcázar en su Vestigatio arcani sensus in Apocalypsim, cita un comentario al Apocalipsis, que supone hecho por Fr. Luis de León y conservado en el convento de San Agustín de Salamanca. No le halló el P. Merino.

A la diligencia de este docto continuador de la España Sagrada y editor atinadísimo de Fr. Luis de León se debe el que disfrutemos otras explanaciones de la Escritura, cuales son la de la Epístola ad Thesalonicenses, la del cántico Audite coeli quae loquor y las de los salmos 28 Afferte Domino, 57 Si vere utique y 67 Exurgat Deus, así como el tratado de Vulgata editione Sanctae Scripturae y las Quaestiones varias cum dogmaticae tum expositivae. Por no parecerle auténtico no incluyó en su edición un [p. 291] comentario al Ecclesiastes, que halló manuscrito y otros atribuyen a Arias Montano. El mismo Fr. Luis de León cita en la Explanatio de la Epistola ad Galatas un tratado De triplici conjunctione fidelidad cum Christo, que parece haberse perdido.

Obras castellanas

Conveniente parece dividirlas, ante todo, en obras en prosa y poesías, distinguiendo en cada una de estas secciones las originales de las traducidas.

1. —De los Nombres de Christo en tres libros, por el Maestro Fray Luys de León. Segunda impression en que además de un libro que de nuevo se añade, van otras muchas cosas añadidas y emendadas. (Escudo con la divisa Ab Ipso Ferro. Con privilegio. En Salamanca, por los herederos de Mathías Gast, M. D. LXXXV. A esta edición precedieron otras dos, citadas por Fr. Tomás de Herrera en el Alfabeto Augustiniano , y por Nicolás Antonio en la Bibliotheca Nova, una de 1582 (Salamanca) y otra de 1583 (Barcelona); ambas contienen sólo los dos primeros libros y el tratado de La Perfecta Casada, cuyas ediciones registraremos luego.

De los Nombres de Christo en tres libros, etc. (ut supra). En Barcelona. Impressos con licencia. Año de MDLXXXVII. Por Juan Pablo Menescal. Copia de la anterior.

Salamanca, en casa de Guillelmo Foquel, 1587. Bellísima edición.

Quarta impression en que va añadido el nombre de Cordero, con tres tablas, una de los Nombres de Cristo, otra de la perfecta casada, la tercera de los lugares de la Scriptura. Con privilegio. En Salamanca, en casa de Juan Fernández. MDXCV. A costa de Juan Palman, mercader de libros.

Quinta impression, en que va añadido el nombre de Cordero, etc. (ut supra). Con privilegio. Salamanca, en casa de Antonia Ramírez, viuda, MDCIII. A costa de Tomás Alva, mercader de libros. 4.º

Salamanca, por Foquel, 1603. 4.º

Las ediciones posteriores de los Nombres de Cristo son numerosas, pero, fuera de las siguientes, no ofrecen particularidades bibliográficas dignas de observarse:

[p. 292] De los Nombres de Cristo por el M. Fr. Luis de León, Doctor Teólogo del Gremio y Claustro de la Universidad de Salamanca. Nueva edición enmendada por el cotejo de las cinco primeras, con una prelación sobre la necesidad de buenos libros para la instrucción del pueblo. Por un doctor de Valencia. (D. N. Blasco y García.) En Valencia. En la imprenta de Benito Montfort, 1770. Hermosa edición dedicada al infante Don Francisco Xavier de Borbón. 4.º

Valencia, 1770, por Salvador Faulí, tres tomos 8.º

En los tomos III y IV del P. Merino; en la Biblioteca de Autores Españoles (tomo XXXVII; en la de Autores Católicos, publicada en Barcelona por el editor Oliveres, etc., etc.

En cuanto A la Perfecta Casada (comentario del último capítulo de los Proverbios) incluyóse al fin de los Nombres de Cristo en las ediciones de 1585, 1587, 1595, 1603 y sin duda otras de que no tenemos noticia. Posteriormente se ha impreso, suelta casi siempre, infinitas veces, pudiendo citarse entre las ediciones de este popularísimo tratado:

2.— La Perfecta Casada, por el Maestro Fr. Luys de León. Segunda impression más añadida y emendada. Con privilegio. En Salamanca. En Casa de Cornelio Bonardo. MDLXXXVI. Aprobación del P. Francisco Portocarrero. 4.º

La Perfecta Casada, etc. (ut supra). Tercera impression más añadida y emendada. En Salamanca, en casa de Guillermo Foquel, 1587. 4.º Bella impresión, que hace juego con la de los Nombres de Cristo, en tomo separado.

La Perfecta Casada... nuevamente ilustrada y corregida por Fr. Luis Galiana, de la Orden de Sto. Domingo, Lector de Filosofía en su convento de Onteniente... En Madrid: en la Imprenta Real, 1786. Por el modelo de ésta se hicieron varias impresiones a fines del siglo pasado y comienzos del presente.

Madrid, 1799, por D. Antonio Espinosa.

Hállase incluída La Perfecta Casada en el tomo IV de las obras de Fr. Luis, ed. del P. Merino, en el XXXVII de AA. Españoles, en los AA. Católicos de Oliveres, en el Tesoro de Místicos de Baudry y en otras mil colecciones. Hay además cuatro ediciones sueltas de lujo, hechas en estos últimos años, una de ellas con prólogo del académico, ya difunto, D. Antonio Ferrer del Río, y otra con una notable introducción del señor Ortí Lara.

[p. 293] No hay elogio que iguale el mérito de los Nombres de Cristo, libro quizá el más bello (artísticamente hablando) que salió de manos de nuestros ascéticos. Son notabilísimos la profundidad de aquellos diálogos, su alto sentido filosófico, la tendencia de Fray Luis a sistemas armónicos y el sabor luliano que con frecuencia resalta en la exposición didáctica más hermosa y animada que concebirse puede. El estilo, con frecuencia apacible, blando y halagador, como bebido en los diálogos platónicos, llega en ciertos pasajes a un grado de elevación, de fuerza y de majestad incomparables, nunca afeados con los resabios de prosaísmo y vulgaridad que tantas veces empañan la elocuencia admirable, pero desigual de Fr. Luis de Granada. La Perfecta Casada es, por el contrario, un libro de moral práctica, escrito con sencillez encantadora, ameno y deleitoso, delicado en el pensamiento; y en la forma, más que libro, parece dulce plática familiar.

En los Nombres de Cristo intercaló Fr. Luis de León algunos salmos (más tarde inclusos en sus poesías), traducidos en verso castellano, cuales son el 103 Benedic, anima mea, Dominum.

Alaba, ¡oh alma! a Dios; Señor, tu alteza
Qué lengua hay que la cuente...

colocado al fin del libro 1.º, el Eructavit cor meum, salmo 44:

Un rico y soberano pensamiento...

con que cierra el segundo, y el 102, Benedic, anima mea:

Alaba, oh alma, a Dios, y todo cuanto
Encueva en ti tu seno...

con que termina el tercero.

Al frente de cada uno de los capítulos o párrafos de La Perfecta Casada va un versículo de los Proverbios, traducido en prosa castellana. El primero de estos tratados está dedicado a don Pedro Portocarrero y el segundo a D.ª María Varela Ossorio.

3.— Colección de documentos inéditos para la historia de España por D. Miguel Salvá y D. Pedro Sainz de Baranda, individuos de la Academia de la Historia. Madrid. Imp. de la Viuda de Calero. Tomos X y XI (1847). Contienen íntegro el proceso de Fr. Luis de León (manuscrito en la Biblioteca Nacional, Dd-230), en el cual hay muchos, extensos e importantes escritos del procesado.

[p. 294] Se han impreso dos extensos extractos del proceso, uno al frente de las obras de Fr. Luis de León en la Biblioteca de Rivadeneyra, 1835; otro en Méjico, por D. A. Arango y Escandón en 1856.

4. —El Perfecto Predicador. Obra que se ha perdido y cita el maestro Valdivieso en la aprobación de las Poesías.

Traducciones del hebreo, en prosa

Traducción literal y declaración del libro de los Cantares de Salomón, hecha por el Mtro. Fr. Luis de León, del Orden de San Agustín, Doctor Teólogo y Catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad de Salamanca. En Salamanca: en la oficina de Francisco de Toxar, año de MDCCXCVIII. 4.º A continuación lleva otro escrito titulado «Respuesta que desde la prisión da a sus émulos el R. P. M. Fr. Luis de León, en el año de 1575».

Tomo V de la colección del P. Merino.

Tomo XXXVII de AA. Españoles.

La prohibición que de este precioso trabajo escriturario hizo el Santo Oficio fué causa de que permaneciera inédito y en copias hasta el siglo pasado. El juicio que Fr. Luis de León hacía del mérito poético del Cantar de Salomón, y el objeto que en su versión y declaración se propuso, dícelo bien claro en el prólogo (que es a la vez dedicatoria a la religiosa, para cuyo uso hizo el traductor esta declaración): «Aquí se ven pintados al vivo los amorosos fuegos de los verdaderos amantes, los encendidos deseos, los perpetuos cuidados, las recias congojas que la ausencia y el temor en ellos causan, juntamente con los celos y sospechas que entre ellos se mueven; aquí se oye el sonido de los ardientes suspiros, mensajeros del corazón, y de las amorosas quejas y dulces razonamientos que unas veces se ven venidos de esperanza y otras de temor, y en breve todos aquellos sentimientos, que los apasionados amantes suelen probar, se ven aquí tanto más agudos y delicados cuanto más vivo y acendrado es el amor divino que el mundano. Dícelos con el mayor primor de palabras, blandura de requiebros, extrañeza de bellísimas comparaciones que jamás se escribió y oyó, a cuya causa la lección de este libro es dificultosa a todos y peligrosa a los mancebos y a los que no están muy adelantados y firmes en la virtud... Cosa cierta y sabida es que en estos Cantares, como en persona del rey Salomón [p. 295] y su esposa, la hija del rey de Egipto, debajo de amorosos requiebros explica el Señor la encarnación de Cristo y el entrañable amor que siempre tuvo a su Iglesia con otros secretos de gran misterio y de gran peso. En este sentido que es espiritual no tengo qué tocar, porque de él hay grandes libros escritos por personas santísimas y muy doctas, que ricos del mismo espíritu que habló en este libro, entendieron gran parte de su secreto, y como lo entendieron, lo pusieron en sus escrituras, que estaban llenas de espíritu y regalo... Solamente trabajaré en declarar la certeza de la letra... que aunque es trabajo de menos quilates que el primero, no por eso carece de grandes dificultades, como luego veremos.» «Lo que yo hago en esto son dos cosas, la una es volver en nuestra lengua palabra por palabra, el texto de este libro, en la segunda declaro con brevedad, no cada palabra por sí, sino los pasos donde se ofrece alguna oscuridad en la letra, a fin que quede claro su sentido entero, y después del su declaración. Acerca de lo primero, procuré conformarme cuanto pude con el original hebreo... y pretendí que respondiesse esta interpretación con el original no sólo en las sentencias y palabras sino aun en el corriente y en el aire dellas, imitando sus figuras y sus modos de hablar y maneras cuanto es posible a nuestra lengua que a la verdad, responde a la hebrea en muchas cosas.» El mismo Fr. Luis de León declara luego cómo entendía él la obligación del fiel intérprete: «El que traslada ha de ser fiel y cabal, y si fuere posible contar las palabras para dar otras tantas y no más, de la misma manera, cualidad y condición y variedad de significaciones que los originales tienen, sin limitallas a su propio sonido y parecer, para que los que leyeren la traducción puedan entender la variedad toda de sentido a que da ocasión el original si se leyese, y queden libres para escoger de ellos el que mejor les pareciere.»

Maravillosamente cumplió el sabio traductor la ley que se impusiera, a tal punto que de su traducción de los Cantares puede afirmarse que más que versión, es un verdadero calco. Todos los giros de la frase hebrea están escrupulosamente seguidos, todos los idiotismos conservados. ¡Y qué perfume de antigüedad y de sencillez respira la versión! ¡Con qué arte está hecha, aunque sin pretensiones literarias ostensibles! ¡Con qué delicadeza se respetan todas las bellezas de pormenor, apicibus verborum ligatas! [p. 296] Las rosas de Jericó tocadas por el cantor del Tormes no pierden en frescura, en aroma ni en colores. Véase el capítulo IV:

1.—¡Ay qué hermosa eres, amiga mía, ay cuán hermosa! Tus ojos de paloma entre tus guedejas, tu cabello como un rebaño de cabras que suben al monte de Galaad. 2. Tus dientes como un rebaño de ovejas tresquiladas que salen de bañarse, todas ellas con sus crías; no hay machorra en ellas. 3. Como hilo de carmesí tus labios y el tu hablar pulido. Como cacho de granada tus sienes entre tus guedejas. 4. Como torre de David tu cuello, fundada en los collados; mil escudos cuelgan de ella, todos escudos de poderosos. 5. Tus dos tetas como dos cabritos mellizos que están paciendo entre azucenas. 6. Hasta que sople el día y huyan las sombras voyme al monte de la mirra y al collado del incienso. 7. Toda eres, amiga mía, hermosa; falta no hay en ti. 8. Conmigo del Líbano, esposa, conmigo del Líbano te vendrás, y serás coronada de la cumbre de Amaná, de la cumbre de Sanir y Hermón, de las cuevas de los leones y de los montes de las orzas, etc.

El comento, que sigue a cada capítulo, es doctísimo, escrito con delicado gusto y sin afectar erudición impertinente, y se lee con tanto deleite como la admirable traducción a que sirve de ornato.

2.— Exposición del libro de Job. Obra pósthuma del Padre Maestro Fr. Luis de León, de la Orden de N. P. S. Agustín, Cathedrático de Escritura en la Universidad de Salamanca. (Escudo con el Ab ipso ferro). Con las licencias necesarias. En Madrid: En la Imprenta de Pedro Marín. Año de MDCCLXXIX. Folio pequeño.

Tomos I y II de la colección del P. Merino.

Biblioteca de AA. Españoles, tomo XXXVII.

Este libro de oro, generalmente tenido por el mejor de cuantos en prosa salieron de manos de nuestro agustino, fué trabajado a ruegos de la Beata Madre Ana de Jesús, monja carmelita. Terminóle en Salamanca el 8 de marzo de 1591, según se deduce de las notas que estampaba el autor al fin de cada capítulo sobre el lugar y fecha en que los acababa. Consérvase el original autógrafo cual preciosísima reliquia en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, y de igual suerte que la declaración de los Cantares estuvo dos siglos sin imprimirse, por la prohibición de publicar traducciones de los sagrados libros en prosa castellana. [p. 297] Diversas veces intentaron vencer esta dificultad sabios religiosos de la Orden de San Agustín, entre ellos Fr. Basilio Ponce de León, sobrino de Fr. Luis, y parece que el manuscrito estuvo a punto de salir a luz en los primeros años del siglo XVII, pero el buen deseo de los admiradores del autor de los Nombres de Cristo quedó por entonces frustrado. Al fin, en 1779 hízose una excelente edición costeada por los agustinos: en ella se suplieron por el maestro Fr. Diego González, excelente poeta de aquellos días, varios tercetos que León dejó sin traducir, con más los argumentos de algunos capítulos. Hízose este trabajo con buen acierto y hay casos en que se confunde el estilo de estas pequeñas adiciones con el del gran maestro imitado.

La traducción del Libro de Job en prosa está hecha directamente del hebreo, como la del Cantar de los Cantares, y con tanta fidelidad y en tan excelente estilo como aquella, aunque no se ajusta tan escrupulosamente a la letra ni conserva tanto sabor del original como la primera, sin duda porque el traductor temía apartarse demasiado de las interpretaciones de la Vulgata, exponiéndose de nuevo a los peligros que le atrajeran sus audacias de filólogo y hebraizante. A pesar de todo, el alma hebrea de Fray Luis de León se revela siempre en lo abrupto de las construcciones y en lo cortado de la expresión, caracteres visibles en todas sus traslaciones sagradas. Véanse los siguientes versículos del capítulo XL del Libro de Job: «10. Ves ahora a Behemot; yerba como buey come. 11. Ves, fortaleza suya en sus lomos y poderío suyo en el ombligo de su vientre. 12. Menea su cola como cedro, nervios de sus vergüenzas enhebrados. 13. Sus huesos fístulas de bronce, sus huesos como vara de hierro. 14. El principio de caminos de Dios, quien le hizo aplicará su cuchillo. 15. Que montes le producen yerba y todas las bestias del campo hacen juegos allí. 16. Debajo de sombríos pace, en escondrijo de caña en pantanos húmidos. 17. Cúbrenle sombríos su sombra, cercaránle sauces del arroyo. 18. Ves, sorberá río, y no maravilla, y tiene fiucia que el Jordán entrará por su boca. 19. En sus ojos como anzuelo le prenderá, con palos agudos horadará sus narices, etc.

La Exposición del libro de Job merece la palma entre los trabajos escriturarios de Fr. Luis de León, y es uno de los libros más hermosos que hay escritos en lengua castellana, libro de profunda [p. 298] erudición en la parte filológica, de alta doctrina y enseñanza en la mística, de resignación y consuelo en la moral, venero inagotable de bellezas literarias, dignas por siempre de admiración y estudio.

Fr. Luis de León declaró ante la Inquisición haber hecho una declaración castellana (por el estilo de la de los Cantares) sobre los salmos Quemadmodum desiderat cervus (41.º) y Usquequo, Domine, oblivisceris me in finem (12.º). Se han perdido.

A todas las obras en prosa de Fr. Luis de León debe añadirse la preciosa Introducción a las obras de Santa Teresa , cuya vida pensó excribir, aunque no llegó a realizarlo.

Poesías

Obras propias y tradvciones Latinas, Griegas y Italianas. Con la paráfrasi de algunos Psalmos y Capítulos de Job. Autor el Doctíssimo y Reverendíssimo Padre fray Luis de León, de la gloriosa Orden del grande Doctor y Patriarca San Agustín. Sacadas de la librería de don Manuel Sarmiento de Mendoça, Canónigo de la Magistral de la Santa Iglesia de Sevilla. Dalas a la impresión don Francisco de Quebedo (sic) Villegas, Cavallero de la Orden de Santiago. Ilústralas con el nombre y la protección del Conde Duque, gran Canciller, mi Señor. Con privilegio. En Madrid. En la Imprenta del Reyno. Año MDCXXXI. A costa de Domingo Gonçalez, mercader de libros.

16.º, 228 fojas.

Los preliminares son: Suma del privilegio. Fe de erratas. Tassa. Censura de Valdivielso. Aprobación de Vander-Hammen. Dedicatoria a D. Manuel Sarmiento de Mendoza. Dedicatoria de Fr. Luis a D. Pedro Portocarrero. Discurso de Quevedo en forma de carta al conde-duque de Olivares (es una docta y razonada censura del culteranismo).

Tuvo Quevedo, a cuyo saber, diligencia y buen gusto debemos esta publicación, la desgracia de valerse de un manuscrito incompleto y mendoso, en que faltaban muchas composiciones, sobraban algunas no auténticas y estaban afeadas otras por gran número de yerros. La colección está dividida en tres partes, poesías originales, traducciones de poetas profanos y traducciones [p. 299] sagradas. De las versiones hablaré, terminado este registro bibliográfico. De las originales, que ni yo sabría encarecer como merecen, ni es propio de este lugar, ni aun necesario, pues todos las estiman incomparables y excelentísimas entre nuestros tesoros líricos, sólo advertiré que esta edición de Quevedo, madre de todas las restantes, exceptuando la del P. Merino, incluye 28 composiciones (Vida descansada, tres odas A Portocarrero, La Música a Salinas, Genetliaco de la hija del Marqués de Alcañices, Profecía del Tajo, tres odas A Felipe Ruiz, A una señora, pasada la mocedad, Noche Serena, Las Sirenas, a Juan de Grial, La Vida del cielo, El Apartamiento, A un juez avaro, la elegía A una esperanza que salió vana, la Ascensión, A todos los Santos, A Santiago, la Canción a Nuestra Señora, las quintillas compuestas en la prisión y cinco de autenticidad dudosa; la canción Del conocimiento de sí mismo, las liras Del mundo y su vanidad, unas octavas A la Virgen y el epitafio y canción del príncipe D. Carlos). A todo lo cual deben agregarse, por no serlo directas, las dos bellísimas imitaciones del Petrarca y de diversos, auténticas ambas a todas luces, como asimismo cinco sonetos muy lindos de la escuela italiana, dos de los cuales más recuerdan a Dante que al Petrarca, y son los que comienzan:

Agora con la aurora se levanta...
¡Oh cortesía, oh dulce acogimiento...

Ajustándose en todo a la edición de Quevedo se hizo la siguiente, en que se suprimieron el prólogo y la dedicatoria que él antepuso a la suya:

Obras propias y traducciones, con la paráfrasi de algunos Psalmos de David y Capítulos de Job. Auctor el Doctíssimo y Reverendíssimo Padre Fray Luis de León de la gloriosa Orden del gran Doctor y Patriarca Sant Agustín. En Madrid este año 1631 las hizo imprimir D. Francisco de Quevedo Villegas, ilustrándolas con la dirección, protección y nombre del Excelentissimo Conde Duque, Gran Chanciller, etc. En Milán. Por Phelipe Guisolfi. Año 1631. Con licencia de los superiores. 16.º Tiene una dedicatoria del duque de Feria (que costeó esta edición), a la Virgen de la Paz. Nuevas aprobaciones y licencias.

Muy raras se habían hecho ya ambas ediciones cuando el [p. 300] erudito e infatigable valenciano D. Gregorio Mayáns y Siscar tuvo el buen pensamiento de reimprimirlas, corrigiendo las más graves erratas. Publicóse, pues, la edición titulada:

Obras propias y traducciones de latín, griego y toscano, con la paráfrasi de algunos salmos y capítulos de Job. Su autor el P. Maestro Fr. Luis de León, de la Orden de S. Agustín, dotor theólogo dell (sic) gremio y claustro de la Universidad de Salamanca. Tercera impresión nuevamente añadida: Con licencia del Real Consejo. En Valencia: en la imprenta de Joseph Thomás Lucas, plaza de Comedias. Año 1761. 8.º

Copias de esta edición son las dos siguientes:

Valencia, por José y Tomás de Orga, 1785.

Madrid, en la Imprenta Real, 1790. Tomo X de la colección Fernández, que empezó Estala.

En estas ediciones aparecen añadidas a la de Quevedo dos poesías, una auténtica y otra apócrifa, la glosa del Miserere y la canción a Cristo Crucificado. La historia bibliográfica de ambas poesías es como sigue:

Exposición del Salmo Miserere mei por Fr. Luis de León, catedrático de Vísperas en la Universidad de Salamanca. Pliego suelto en folio marquilla, con esta suscripción final: En Salamanca, con lizencia, en la emprenta de Antonia Ramírez, año de 1607.

La canción a Cristo Crucificado apareció con el nombre de su verdadero autor, Miguel Sánchez, en las Flores de Poetas ilustres de Pedro de Espinosa (Valladolid, 1605).

Traducción del Salmo Miserere con una canción a Cristo Crucificado. Madrid, por Diego Flamenco, 1618. 16.º

Traducción del Salmo Miserere con una canción a Cristo Crucificado. Madrid, Imprenta Real, por Josef Rodríguez Escobar, 1727. 8.º

Traducción, etc. (ut supra). Valencia, 1757, por los herederos de Jerónimo Conejos.

Cuidó de la primera de estas dos ediciones Fr. Juan Interián de Ayala, de la segunda Mayáns.

Otra novedad presenta la edición valenciana y con ella las siguientes: el incluirse las diez églogas de Virgilio, de las cuales sólo las seis últimas habían sido impresas por Quevedo. Todas ellas aparecieron en el Virgilio Concordado del P. Moya (Vide). [p. 301] A pesar de todo, estas reimpresiones incompletas y llenas aún de erratas no podían satisfacer el anhelo de los eruditos y aficionados a Fr. Luis de León: hacíase cada día más necesaria una edición aumentada y correcta. Con tal objeto, el agustino P. Méndez, compañero y biógrafo de Flórez, comenzó a reunir poesías inéditas de Fr. Luis de León y noticias para su vida, aunque unas y otras sin método ni crítica. Llegó a formar dos enormes volúmenes llenos en gran parte de las malas compañías que, según Fray Luis, se juntaron a sus versos. El docto y diligente autor de la Tipografía española comunicó buena parte de sus hallazgos al colector del Parnaso Español, D. Juan J. López Sedano, que sin pararse en barras incluyó en su obra precisamente las de autenticidad más controvertible, cuales fueron un romance en el tomo IV y en el V (precedidas del retrato y biografía de Fray Luis), un Canto de la conquista del Mundo por Cristo, una composición mística intitulada Renunciación del mundo y conversión del pecador, unas octavas sobre el mismo asunto, una Canción a Christo Nuestro Señor, unas estancias al Santísimo Sacramento, varios epigramas y enigmas, un soneto, diferentes poesías a Nuestra Señora, todo lo cual puede calificarse de apócrifo, casi con seguridad entera.

Ni con los trabajos manuscritos del P. Méndez, ni con las atropelladas publicaciones de Sedano adelantaron nada las poesías de Fr. Luis de León. A fines, pues, del siglo pasado un doctísimo agustino, segundo continuador de la España Sagrada, puso mano a la tarea, reconoció diversos códices, separó cuidadosamente las obras legítimas de las de autenticidad dudosa y publicó una excelente edición hoy harto olvidada, con ser la única que hace fe, la única que debiera reproducirse, la única en que podemos leer el texto de Fr. Luis íntegro, correcto y depurado de los absurdos de editores y copistas. Esta edición consta de seis volúmenes 4.º

Obras del M. Fr. Luis de León de la Orden de San Agustín. Reconocidas y cotejadas con varios manuscritos por el P. M. Fray Antolín Merino, de la misma Orden. Tomo VI. Las Poesías. (Ab ipso ferro). Madrid. Por Ibarra impresor de Cámara de S. M. 1804 a 1816. Los dos primeros tomos contienen la exposición del libro de Job, los dos siguientes los Nombres de Cristo y la Perfecta Casada, el quinto la Declaración de los Cantares, varios tratados [p. 302] latinos, cartas, y una paráfrasis en octavas del Cántico de los Cánticos atribuída a nuestro autor. El sexto volumen, que se ha hecho muy raro, contiene las poesías. Nada menos que diez códices registró para este trabajo el P. Merino, añadiendo las poesías inéditas que tenían visos de autenticidad, corrigiendo infinitas erratas y anotando al pie las variantes. Hizo este trabajo de común acuerdo con su amigo D. Juan Tineo Ramírez, sobrino de Jove-Llanos, que pensó añadir notas críticas, aunque no llegó a verificarlo. Otro tanto intentó por entonces el docto penitenciario de Córdoba y excelente poeta D. Manuel María de Arjona, cuyas observaciones al primer libro de Fr. Luis de León se conservan en la Academia de la Historia.

El P. Merino añadió en su edición las siguientes composiciones inéditas y, a excepción de una, nunca después reproducidas:

Escuela esclarescida... (canción a la muerte del maestro Formosa).

De tres soy la segunda hermosura... (premiado en una Justa Poética de Barcelona e impresa como inédita por un erudito catalán en estos últimos años).

Mil varios pensamientos... (a la vida religiosa).

Cuando la noche oscura... (en loor de Dios, con ocasión de las criaturas).

Si de mi bajo estilo... (a la Magdalena).

No invoco aquel napeo... (de la hermosura exterior de Nuestra Señora).

Por bosques y riberas (sobre la conversión).

¡Oh quán dichoso estado... (a la vida del campo).

Al cielo vais, Señora... (a la Asunción de Nuestra Señora).

Cortar me puede el hado... (a Nuestra Señora).

Virgen muy más que el sol resplandeciente (a Nuestra Señora).

Gózase el alma mía... (a Nuestra Señora).

Cuando me paro a contemplar mi vida... (soneto).

Tiéneme el agua de los ojos ciego... (soneto, atribuído por Hernando de Herrera a Francisco de las Cuevas). De ninguna de estas 14 composiciones (algunas de ellas excelentes) hay rastros en las ediciones comunes, y engáñanse de plano los que piensan conocer por ellas a Fr. Luis de León, que leen sólo mutilado e incorrecto.

[p. 303] Es imperdonable en esta parte el pecado del colector del tomo XXXVII de la Biblioteca de AA. Españoles que para nada tuvo en cuenta el trabajo del P. Merino, antes reprodujo todos los yerros de las antiguas ediciones e insertó, juzgándolas inéditas, La vida religiosa y diversas traducciones de poetas clásicos y de salmos.

Ateniéndonos nosotros a la edición del P. Merino, sin duda la más completa y acrisolada de todas, daremos noticia de las traducciones de Fr. Luis de León por el orden en que aparecen en las partes segunda y tercera de sus Poesías. Encierra la segunda, ante todo, las:

Diez Églogas de Virgilio, en verso castellano. La autenticidad de estas versiones no admite duda: las seis últimas fueron publicadas por Quevedo, las cuatro primeras por el agustino P. Moya, que reconoció ser obra de su ilustre compañero de hábito (Vide su artículo).

De estas églogas, la 2.ª, 6.ª, 8.ª y 10. ª están traducidas en octavas reales, la 1.ª, 3.ª, 5.ª, 7.ª y 9.ª en tercetos. He aquí el primer verso de cada una:

Tú, Títiro, a la sombra descansando...
En fuego Coridón pastor ardía...
Díme, es de Melibeo ese ganado...
Un poco más alcemos nuestro canto...
Pues nos hallamos juntos, Mopso, agora...
Primero con el verso siciliano...
Debajo un roble que movido al viento...
El dulce y docto contender cantando...
A do, Meri, los pies te llevan hora...
Este favor de ti que es el postrero...

El mérito hasta hoy no controvertido de esta versión de las Églogas de Virgilio, las más popular de todas, la que desde la niñez aprendemos de memoria, ha sido puesto en duda y aun negado absolutamente por un moderno traductor de Virgilio en prosa (y no muy directa ni castiza) D. Eugenio de Ochoa. Conveniente parece prevenir a nuestros lectores, con la brevedad propia de un catálogo bibliográfico, contra esa opinión del todo errada e injustificable. ¿En qué está el demérito de la versión de Fray Luis? Si contiene algunos errores en la inteligencia del original, unos (y son los más) deben atribuirse a las malas, malísimas [p. 304] ediciones que de las obras del maestro León corren y a las cuales parece haberse atenido para su censura el señor Ochoa, en vez de acudir a la fuente que son los antiguos manuscritos o el tomo VI del P. Merino, que los reconoció y cotejó con casi todos. Sin esta preliminar e indispensable diligencia no hay motivo para reprender al ilustre traductor tan maltratado por la imprenta. ¿Cómo comprender, a no verlo, que donde las ediciones escriben:

Deste cercado, arras de mil flores

debe leerse hartas (égloga 1.ª); que donde dicen, trastrocando absolutamente el sentido:

Pasión en mí, con Daphni comparado...

puso Fr. Luis de León: en ti; que el epíteto de blanca, dado a Nais en la égloga 2.ª, ha pasado, por inadvertencia de los editores, a las rosas, mientras el blando junco se ha convertido en blanco.

¿Quién ha de sospechar que este verso infeliz

Me acuerdo quien tú eres, ya entendiste...

ha sustituido a la excelente reticencia

Nos acordamos quién... ya me entendiste...

y que en la misma égloga 3.ª, en vez de este valiente endecasílabo

Que al cielo y a la tierra está vecino...

escribió algún ignorante este otro prosaico y arrastrado

Que hinche cuanto veo y determino...

al paso que en la 5.ª se dice que el canto de la cigarra se alimenta del rocío, en vez de decirlo del pecho, como está en el original, y tradujo Fr. Luis de León, según se ve en los manuscritos? Y si a todo esto se agrega una puntuación casi del todo desatinada, ¿quién podrá cargar a Fr. Luis de León la responsabilidad de los pecados de Sánchez y de Golfi, de Lucas y de Orga, de tantos y tantos impresores como han extremado los yerros antecedentes? Concederé, no obstante, de buen grado que en las Églogas vertidas por Fr. Luis de León hay dos o tres errores de sentido, pero ¿acaso estaba el texto virgiliano tan acrisolado en el siglo XV como ahora? ¿No hizo entonces, en Salamanca misma, a los ojos [p. 305] del maestro León, algunas correcciones el Brocense? ¿No se ha venido desde entonces trabajando en el mismo propósito hasta la edición de Heyne o hasta las estereotípicas de Tauchnitz? ¿No cometen y han cometido errores tanto o más graves los intérpretes modernos, con tenor al auxilio de tantas ediciones y comentarios, ítem el de agarrarse a una versión extranjera cuando no calan bien el sentido del texto?

Y en cuanto a mérito poético ¿qué significa en términos de alta crítica el que haya en las traducciones de Fr. Luis de León algunos giros, ya no sencillos, sino humildes y prosaicos, algunos versos duros y flojos, tal cual cacofonía y asonancia? Censor de corta vista ha de ser el que tan sólo pare la atención en tales por menores. ¿Ha negado alguien el mérito soberano de las poesías originales de Fr. Luis de León? ¿Puede negárseles la primacía en nuestro lírico Parnaso? ¿Y no hay asonancias y versos malos y cacofonías en la Noche Serena, en la Vida del cielo, en la oda a Felipe Ruiz, en la Música a Salinas? Cierto que los hay, pero cierto es también que rayaría en sacrilegio el notarlos, y quien lo hiciera claramente demostraría que Dios le había negado del todo el sentido estético. Esos defectos los evita hoy un principiante: cualquier poetastro de circunstancias sabe guardarse de las asonancias y dar número y robustez a los versos: en esta parte mecánica de la poesía hemos progresado mucho. En lo que no hemos adelantado gran cosa es en el arte de asimilarnos el espíritu de la poesía pagana y expresarle con formas modernas, conservando toda su sobriedad y delicadeza; lo que hemos perdido y no llevamos traza de encontrar es esa unión de la antigüedad con un estro nuevo y juvenil, no expresada en una prosa lánguida e incorrecta, sostenida en los zancos de una traslación galicana, sino en versos, incorrectos, sí, y desaliñados a veces, pero sobre los cuales ha pasado el soplo vivífico de la inspiración.

Excelentes traducciones castellanas hay en las églogas, y entre ellas merecen la palma las de D. Félix María Hidalgo y D. Juan Gualberto González, superiores son a la de nuestro agustino en exactitud gramatical, en igualdad de estilo, en esmero y primores rítmicos, pero siempre, y a pesar de todo, releemos con gusto la de nuestro León. ¿Quién no repite con encanto aquella feliz traslación del Hic inter flumina notus?:

[p. 306] ¡Dichoso poseedor, aquí tendido
Del fresco gozarás junto a la fuente,
A la margen del río conocido.
Las abejas aquí continuamente
De este cercado, hartas de mil flores,
Te adormirán sonando blandamente.
Debajo la alta peña sus amores
El leñador aquí, cantando, al viento
Esparcirá, y la tórtola dolores.
La tórtola en el olmo haciendo asiento
Repetirá su queja, y tus queridas
Palomas sonarán con ronco acento!

Laméntanse algunos de que Fr. Luis de León escogiera para ésta y otras versiones la octava, el terceto y otras difíciles combinaciones rítmicas que le obligaron a tal cual ripio y a desleír el pensamiento con frecuencia. Yo juzgo, por el contrario, que dada la manera como se cultivó antes de Jáuregui (con dos o tres excepciones) el verso suelto, su adopción hubiera traído mayores inconvenientes, conforme aconteció a otros intérpretes nuestros, de quienes se hace mención y juicio en este catálogo.

Libro 1.º de las Geórgicas. Publicóle Quevedo, y se ha repetido en todas las ediciones. Consta de 115 octavas reales.

Libro 2.º de las Geórgicas. (No está completo ni mucho menos; consta de 48 octavas y llega sólo hasta el verso 211 del original At rudis enituit impulso vomere campus . Es, como el anterior, de autenticidad indudable, hállase, tomado de un manuscrito de la Biblioteca Real, en la colección del P. Merino, pero ya antes le había publicado Mayáns en el libro titulado:

P. Virgilii Maronis opera omnia, variis interpretationibus et notis illustrata. (Al frente.) Todas las obras de Publio Virgilio Marón, ilustradas con varias interpretaciones y notas en lengua castellana. En Valencia. En la oficina de Josef i Thomás de Orga. Año 1778. Cinco tomos 8.º, con una Vida de Virgilio, escrita por Mayáns en el V. Reimpresos en 1795 por D. Juan Antonio Mayáns, hermano del traductor.

El primer volumen de esta publicación encierra a nombre de Fr. Luis de León:

Las diez églogas en verso castellano (auténtico).

Los dos primeros libros de las Geórgicas (auténtico).

[p. 307] Una traducción en liras de los cuatro libros de las Geórgicas, o sea, del poema completo (apócrifa).

Una traducción en prosa (mala y arrastrada) de las Églogas y Geórgicas (apócrifa).

Tomó Mayáns estas últimas versiones del Virgilio Concordado del P. Moya, y se las atribuyó a Fr. Luis, por mero capricho erudito y sin la más liviana prueba de hecho. Por lo que toca a su estilo, basta leerlas y cotejarlas con las reconocidas por auténticas para convencerse de la diferencia. De esta cuestión tratamos más largamente en el artículo del P. Moya y en los anónimos, limitándonos en éste a dejar consignado lo que tenemos por cierto, para evitar el que muchos, fascinados por la autoridad de Mayáns sigan ensalzando lo que de suyo es mediano o malo sólo por creerlo obra del autor de los Nombres de Cristo, al paso que otros achacan a tan venerable autoridad los yerros del Padre Moya. Tal acontece con el citado señor Ochoa.

El tomo II del Virgilio, de Mayáns, abraza los seis primeros libros de la Eneida, vertidos en prosa detestable por el P. Moya, y malamente atribuídos al cantor de Noche Serena por el docto y testarudo jurisconsulto valenciano.

En cuanto a los dos primeros libros de las Geórgicas, de cuya autenticidad no tenemos duda, baste decir que ofrecen las mismas excelencias y los mismos defectos que las Églogas, aunque parecen trabajados con menos esmero y quizá en la juventud del autor, que solía inspirarse en los más bellos pasajes del poema didáctico virgiliano para sus cantos líricos, como puede observarse en la sublime oda A Felipe Ruiz, donde además de traducir casi literalmente el

Arctos Oceano metuentes aequore tingi...

en

........................................... las dos Osas
De bañarse en el mar siempre medrosas,

tomó la descripción de la tempestad, aunque añadiéndole dos o tres rasgos superiores a los trasladados, v. gr.:

Entre las nubes mueve
Su carro Dios ligero y reluciente...
[p. 308] Todo bien considerado, el retazo de versión de las Geórgicas que nos dejó el maestro León excede en mucho a los prosaicos rudos e insufribles traslados de Cristóbal de Mesa y Juan de Guzmán, quedando sólo inferior, y esto en partes, a la de Pérez del Camino.

Odas de Horacio

En las ediciones de Quevedo, Mayáns, etc., se hallan las siguientes:

Del libro 1.º

I. Maecenas atavis. Dos traducciones, una en verso suelto y otra en liras. La primera parece anterior a la segunda, que es preferible.

IV. Solvitur acris hiems. Hállase a nombre de D. Diego de Mendoza (de quien no es) en las Flores de poetas ilustres. Está en octavas reales y es muy linda.

V. Quis multa gracilis.

VI. Cum tu, Lydia.

XIV. Oh navis, referent in mare. Léese también (con el nombre de su autor) en el apéndice que puso D. Juan de Almeida a las poesías del Bachiller Francisco de la Torre. Hicieron a competencia la traducción de esta oda el Brocense, D. Juan de Almeida y D. Alonso de Espinosa, como en sus respectivos artículos puede verse.

XIX. Mater saeva Cupidinum.

XXII. Integer vitae, scelerisque purus (insertóla el Brocense en las Anotaciones a Garcilasso).

XXIII. Vitas hinnuleo.

XXX. Oh Venus Regina.

XXXIII. Albi, ne doleas.

Del libro 2.º:

VIII. Ulla si juris tibi pejerati.

X. Rectius vives, Licini. Púsola el Brocense en las citadas Anotaciones, anteponiéndola estas palabras: Y porque un docto de estos reinos la tradujo bien y hay pocas cosas de éstas en nuestra lengua, la pondré aquí toda, y lo mismo entiendo hacer en el discurso de estas anotaciones. Calló el Brocense el nombre del traductor, [p. 309] a la sazón en prisiones, sin duda por no atizar más el odio de sus perseguidores.

XIV. Eheu fugaces.

XVIII. Non ebur neque aureum.

Del libro 3.º:

IV. Descende coelo.

VII. Quid fles, Asterie. Imprimióse a nombre del Brocense, al fin de las poesías de Francisco de la Torre.

IX. Donec gratas eram tibi.

X. Extremum Tanain.

XVI. Inclusam Danaen.

XXVIII. Impios parrae.

Del libro 4.º:

I. Intermissa diu.

XIII. Audivere, Lyce. Publicóla el Brocense en las Anotaciones dichas.

Del Epodon:

II. Beatus ille. Insertóla asimismo el Brocense en el comento a Garcilasso.

Tomadas de un manuscrito de poesías varias de la Biblioteca Colombina. publicó el P. Merino las siguientes traducciones de autenticidad más dudosa que las anteriores.

Del libro 1.º:

V. Quis multa gracilis. Es del Brocense, y como tal se publicó al fin de las poesías del Bachiller Francisco de la Torre.

XIX. Mater saeva Cupidinum. Es distinta de la impresa, superior a ella y muy digna de Fr. Luis de León.

XXIV. Quis desiderio. Están mudados los nombres de Virgilio y Quintilio en Francisco (quizá el Brocense) y D. Juan (acaso de Almeida). Tomada no del manuscrito colombino sino de uno de la Biblioteca de Palacio.

XXXIII. Albi, ne doleas. Distinta de la impresa.

Del libro 2.º:

VIII. Ulla si juris tibi pejerati. Es de Lupercio Leonardo de Argensola y está entre sus obras impresas.

Otra traducción de la misma oda.

XI. Non semper.

XVI. Otium Divos. [p. 310] Del 3.º:

Donec eram gratus. Diversa de la impresa.

Es indudable que todas estas versiones pertenecen a poetas de la escuela salmantina y que sin desdoro pueden atribuirse al maestro León, pero me parece asimismo fuera de duda que algunas son de Almeida, Espinosa, Sánchez, Melchor Meléndez Valdés o Figueroa. Hasta ahora no hemos hallado datos que lo confirmen, pero el haber en el códice poesías de estos y otros autores induce a sospechar que algún copista trastrocó las composiciones de unos y de otros. Desde luego da que pensar el ver incluidas entre estas traducciones una que indisputablemente es de Lupercio Leonardo y otra del Brocense.

En cuanto a las traducciones, que sin género de duda son de Fr. Luis, diré, con perdón de Burgos, que pocas, muy pocas de las castellanas, aun las trabajadas con mayor esmero, tienen un sabor tan horaciano como las de nuestro agustino, con ser incorrectas, desaliñadas y abundantes en versos flojos, y con ofrecer algunos errores indudables en la inteligencia del sentido, que en buena ley no pueden atribuirse a la incuria de los impresores, por no haber modo de salvar la dificultad ni constar en los manuscritos variante alguna.

Tal acontece en la oda 18 del libro 2.º:

Quid? quod usquè proximos
Revellis agri terminos, et ultrà
Limites clientium
Salis avarus?...

donde traduce Fr. Luis:

Tomando vas a todos
Tus vasallos la tierra que han comprado,
Y por todos los modos
Que puedes, en sus tierras te has entrado
Y de sal variento
Sólo a robar lo ageno estás contento.

Inadvertencia notable fué tomar la segunda persona del verbo salio por el genitivo de sal. Pero, a pesar de esto, repito, que las versiones horacianas de Fr. Luis de León, además de la importancia que tienen como ensayos preliminares a sus magníficos cantos líricos, se leen con placer, porque están empapadas en el [p. 311] espíritu del original, y si no reproducen muy fielmente las formas poéticas del venusino traducen su pensamiento con exactitud notable: son trabajos de un poeta que traduce a otro poeta, en muchas cosas, de su tiempo, afín en el estro lírico, aunque en las fuentes de inspiración haya diferencia.

Traducciones del griego

Olimpíaca 1.ª de Píndaro. Hállase en todas las ediciones de Fray Luis y ha sido reproducida en muchas partes. Berguizas, en el prólogo de su excelente traducción de Píndaro, dice que este ensayo de Fr. Luis de León, inmortal honor de nuestras Musas, es harto débil comparado con otras excelentes traducciones suyas. No me lo parece a mí ciertamente, si ya la admiración al autor de los Nombres de Cristo no me extravía. El texto está bien interpretado, y el mismo Berguizas celebra la felicidad con que entendió el ᾿ʹΑριςτον μὲν ὔδωρ traduciendo

El agua es bien precioso. Etc.

A parte de esto, hay menos incorrección que en ninguna de las traducciones de nuestro autor; la versificación es sumamente fácil, flúida y casi siempre armoniosa, harto más que la de Berguizas, y el sabor pindárico se conserva con fidelidad extremada. Juzgo, pues, muy digna de lectura y estudio la versión de esta oda, única de Píndaro que se tradujo en el siglo XVI en verso castellano.

Dos fragmentos de la Andrómaca, de Eurípides.

No trujo esposa a Troya cosa buena...
O no nacer jamás escojo y quiero...

Publicó estos dos breves retazos, tomados de un manuscrito de Alcalá, el P. Merino, y luego como inéditos se reprodujeron en el tomo XXXVII de AA. Españoles. El primero traduce admirablemente las quejas de Andrómaca cautiva, y es lástima que esté mutilado e incompleto.

Apéndice a las traducciones del latín

Elegía 3.ª del libro 2.º de Tibulo Rura meam, Cerinthe, tenent... Hállase en todas las ediciones, está en tercetos, y comprende sólo los 15 primeros dísticos del original, hasta el verso que dice

[p. 312] Fabula nunc ille est; sed cui sua cura puella est...

Peca de difusa esta traducción, como lo notó ya Pérez del Camino, que la trasladó muy concisamente, pero es fácil y agradable. Los primeros versos:

Al campo va mi amor y va a la aldea,
El hombre que morada un punto sólo
Hiciere en la ciudad, maldito sea,

son célebres y fueron citados por Jovellanos en una epístola A Poridonio escrita en Bellver.

Fragmento de Séneca el trágico en el Tiestes: Nullis nota Quiritibus:

Esté quien se pagase poderoso
De la corte en la cumbre deleznable...

En tercetos. Fué publicado por el P. Merino en vista de un manuscrito de la Biblioteca de Palacio. Parece compuesto en el tiempo de sus persecuciones; es, sin duda, auténtico, y aunque breve, muy notable.

Del italiano

Dejo de las cosas, canción de Monseñor Giovanni della Casa:

Ardí y no solamente la verdura...

Esta melancólica canción tiene más sentimiento del que generalmente se halla en las composiciones de los petrarquistas, y está blanda, discreta y amorosamente vertida por nuestro agustino, siendo una prueba más de la flexibilidad de su ingenio.

Oración del Bembo:

Señor, aquel amor por quien forzado...

De todas estas versiones dijo Fr. Luis en la dedicatoria a don Pedro Portocarrero: El que quisiere ser juez pruebe primero qué cosa es traducir poesías elegantes de una lengua extraña en la suya sin añadir ni quitar sentencia, y guardar cuanto es posible las figuras del original y su donaire, y hacer que hablen en castellano y no como extrangeras y advenedizas sino como nacidas en él y [p. 313] naturales... Y el que dijere que no lo he alcanzado, haga prueba de sí, y entonces podrá ser que estime en más mi trabajo. Y, en efecto, el que ha probado las dificultades se halla muy dispuesto a perdonar los lunarcillos de estas versiones en gracia de las singulares bellezas que en ellas se advierten. Pero aun son superiores las:

Traducciones de poesías sagradas, que llenan el libro tercero de las obras de nuestro agustino, precedidas de una advertencia Al lector, en que Fr. Luis advierte que procuró cuanto pudo imitar la sencillez de su fuente, y un sabor de antigüedad que en sí tienen, lleno, a mi parecer, de dulzura y majestad. Tenemos, ante todo, las traducciones de los Psalmos, hechas directamente del hebreo, de los cuales faltan muchos en las ediciones comunes y se añadieron en la de Merino, reproduciéndose como inéditos algunos en la de Rivadeneyra. Los generalmente conocidos son:

I. Beatus vir.

IV. Cum invocarem.

XII. Usquequo, Domine.

XVIII. Coeli enarrant.

XXIV. Ad te, Domine, levavi.

XXVI. Dominus illuminatio.

XXXVIII. Dixi, custodiam.

XLI. Quemadmodum desiderat.

XLIV. Eructavit (publicado por primera vez en los Nombres de Cristo).

Segunda traducción del mismo salmo:

El pecho fatigado...

L. Miserere mei Deus. Traducción parafrástica, no está en la edición de Quevedo, pero sí en la de Mayáns y en todas las restantes. Ya dimos noticia de las ediciones sueltas de esta paráfrasis excelente.

LXXI. Deus, judicium tuum (hay trozos citados en los Nombres de Cristo).

LXXXVII. Domine Deus salutis meae.

CII. Benedic anima mea Domino et omnia. Segunda traducción del mismo Salmo. inserta en los Nombres de Cristo y en la edición del P. Merino, aunque falta en las restantes.

CIII. Benedic, anima mea, Domino.

[p. 314] CVI. Confitemini Domino. Incompleto y mendoso en las impresiones: le restituyó a su integridad el P. Merino.

CXIII. In exitu Israel. Ha tenido la misma suerte que el anterior.

CXXIV. Qui confidunt.

CXXIX. De profundis. Falto de dos estrofas en las ediciones vulgares.

CXXXVI. Super flumina.

CXLV. Lauda, anima mea.

CXLVII. Lauda, Hierusalem.

El P. Merino añadió en su edición los siguientes:

II. Quare fremuerunt gentes (está en Rivadeneyra).

VI. Domine, de in furore tuo (en Rivadeneyra).

No con furor sañoso..,

Paráfrasis del mismo, con una introducción (en verso) del traductor:

En lágrimas deshecho...

XI . Salvum me fac, Domine (Rivadeneyra).

Segunda traducción del Usquequo Domine:

¿Hasta cuándo, Dios bueno...

XVII. Diligam te, Domine (paráfrasis en tercetos), fué impresa por el P. Soto, agustino, en su traducción de los Salmos, pero en manuscritos anteriores a él, de grande autoridad, se lee a nombre de Fr. Luis de León, que en los Nombres de Cristo insertó un trozo. Está en Rivadeneyra.

Segunda traducción del mismo Salmo:

A ti amaré de hoy más toda mi vida....

Segunda traducción parafrástica del Coeli enarrant en octavas reales (parece dudoso que sea de nuestro autor):

La vista, el gran concierto, la belleza...

XXI. Deus, Deus respice in me.

Eterna fortaleza...

Es una larga paráfrasis que consta de 47 estancias.

[p. 315] LXVIII. Salvum me fac. Es paráfrasis.

LXXXIII. Ut quid Deus repulisti.

CIX. Dixit Dominus (está en Rivadeneyra).

CXXII. Ad te levavi oculos meos.

Paráfrasis del Super flumina.

Estando en las riberas...

No hay para qué detenernos en encarecer el mérito de estas admirables versiones: nadie le ha puesto ni pone en duda. Algunas de ellas como el

Alaba, ¡oh alma!, a Dios; Señor, tu alteza
¿Que lengua hay que la cuente?...;

la glosa del Miserere, el Eructavit cor meum y otras que fuera prolijo referir compiten en mérito con las poesías originales del traductor, y, como ellas, viven en la memoria de todos los amantes de nuestras letras. Entre las infinitas traducciones completas y parciales de los Salmos que en castellano conocemos, ninguna se acerca a la del maestro León en aliento poético, en sublime sencillez y en sabor hebraico; ninguna traduce de igual manera el alma de los cantos del Rey Profeta. Es de lamentar únicamente que nuestro agustino no trasladase con igual felicidad todo el Psalterio. En nuestros días Carvajal se propuso remediar esta falta imitando muy de lejos el inimitable estilo de Fr. Luis, e incurriendo en desleimiento y amplificación cuando el calor de su modelo le abandona.

Capítulo último de los Proverbios, de Salomón. Traducido en tercetos. Es un modelo de encantadora ingenuidad, cual puede juzgarse por el comienzo:

¡Ay, hijo mío!; ¡ay, dulce manojuelo
De mis entrañas!; ¡ay, mi deseado!
Por quien mi voz contino sube al cielo.
Ni yo al amor de hembra te vea dado,
Ni en manos de mujer tu fortaleza,
Ni en daño de los Reyes conjurado...

Libro de Job, traducido en tercetos. Quevedo incluyó en su edición los capítulos 3.º. 4.º, 5.º, 6.º, 7.º, 8.º, 9.º, 10.º, 11.º, 12.º, 19.º, 20.º y 29.º Con la Exposición del libro de Job se publicaron los capítulos restantes (exceptuando la parte narrativa que no [p. 316] tradujo en verso Fr. Luis) suplidos en algunas partes por Fray Diego González. La traducción de Fr. Luis es admirable, ¡triste de quien no perciba su excelencia! Trabajada en la época de sus persecuciones, conserva un tinte melancólico, pero apacible y reposado que penetra suavemente el alma y produce inefable hechizo. Esta poesía se siente, no se juzga; no paremos mientes en durezas ni en asonancias, hay algo superior a todo eso que se escapa de los vulgares procedimientos de análisis y que no se aprecia con los ojos ni con los oídos de la crítica rutinaria. Nadie se acuerda de cacofonías ni de escabrosidades métricas cuando lee:

Y dijo maldiciendo: «¡Ay!, destruído
El día en que nací, la noche sea
En que mezquino yo fuí concebido.
Tórnese aquel maldito día en fea
Tiniebla, no le mire alegre el cielo,
Ni resplandor de luz en él se vea.
...............................................
Y aquella triste noche no entre en cuento
Con meses ni con años, condenada
A tempestad escura y bravo viento.
Fué noche solitaria y desastrada,
Ni canto sonó en ella ni alegría,
Ni música de amor dulce, acordada.
Maldíganla los que su amargo día
Lamentando maldicen, los que hallaron
Al fin de su pescar la red vacía.
...............................................
¿Por qué no perecí luego al momento
Que vine a aquesta luz? ¿Por qué salido
Del vientre, recogí el común aliento?
¿Por qué de la partera recibido
En el regazo fuí? ¿Por qué a los pechos
maternos fuí con leche mantenido?

Capítulos 6.º y 7.º del mismo libro, distintos de los generalmente conocidos, y publicados en el tomo VI del P. Merino. El primero comienza:

Soltando de su lengua las prisiones...

y el segundo:

La vida humana es peligrosa guerra,
[p. 317] De todo punto son diversos y quizá no pertenezcan a Fr. Luis de León, aunque lo merecen.

Las Nueve Lecciones de Job del Oficio de Difuntos, en tercetos, publicadas según un antiguo manuscrito perteneciente a don Faustino Ortiz de Rufrancos por Fr. Antolín Merino.

1. Perdona ya, Señor, las culpas mías...
2. El alma de mi vida ya enfadada...
3. Tus manos, Dios eterno y soberano...
4. Respóndeme cuanta es la gravedad
5. El hombre vive tiempo limitado...
6. Quién me dará que allá en el hondo lago...
7. El corazón y espíritu cansados...
8. Mi carne consumida en mi dolencia...
9. ¿Por qué, di, me sacaste de aquel velo?...

Es dudosa la autenticidad de estos retazos.

En un manuscrito formado por el Licdo. Porras de la Cámara, de que es poseedor el señor Sancho Rayón, existe, según refiere el señor González de Tejada, otra traduccida en romance octosílabo de las mismas nueve lecciones atribuída a Fr. Luis de León, aunque muy ajena de su estilo.

Cántico de Abacuc, en el qual pide a Dios perdone al pueblo los pecados que por su rudeza había cometido. Diólo a la estampa el Padre Merino, tomándolo de un códice de la Biblioteca de Palacio. Es magnífico e indudablemente auténtico. No ha sido inserto en ninguna de las ediciones posteriores, y le desconocen por tanto muchos que han hablado y escrito de Fr. Luis de León y del mérito de sus poesías.

Del latín

Himno Pange Lingua. Publicólo el P. Merino, y está también en la colección de Rivadeneyra.

Santander, 5 de julio de 1876.
[p. 318] Adiciones

Expositio in Ecclessiastem a doctissimo magistro fratre Ludovico de León, Augustiniano Monacho sacrarum litterarum interprete in inclyta Salmanticensi Academia , 1579. (Biblioteca Nacional, M-153), en un tomo de varias exposiciones de la Escritura.

Comentaria in tertiam partem divi Thomae per magistrum Fratrem Ludovicum de León in Universitate Salmanticae. Manuscrito E-4.ª, 465-18, en la Biblioteca Colombina de Sevilla. Lleva además comentario a los Salmos y a diversos libros de la Escritura.

Sermones. Dos tomos en la Biblioteca de Campomanes. Da alguna noticia de ellos el señor Tejada.

De las obras de Fr. Luis de León hay varias traducciones a idiomas extranjeros. Maury vertió al francés con acierto sumo algunas poesías; al alemán han traducido todas las originales, Schlüter y Storck. Julio Zanchini de Castiglioncho trasladó al italiano La Perfecta Casada (Venecia, 1595, y Nápoles. 1598,) etc.

Notas