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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > HUERTA, D. VICENTE GARCÍA DE LA

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[p. 234]

Muy escasas son las noticias biográficas que de este célebre poeta y arrojado batallador literario han llegado a nosotros, mucho más si se tiene en cuenta la época relativamente cercana en que floreció, y su merecido renombre.

D. Vicente García de la Huerta nació en Zafra el 9 de marzo de 1734. Hizo sus estudios (probablemente de Derecho) en la Universidad de Salamanca, y dedicóse con preferencia a la poesía. Diéronle a conocer muy pronto diversas composiciones líricas entre ellas una égloga piscatoria leída en la Academia de San Fernando. Creció súbitamente su autoridad literaria, acrecentóse el favor de que en la corte disfrutaba, pasó de la Biblioteca Real al cargo de oficial de la Secretaría de Estado, y abriéronle a poco sus puertas las Academias Española, de la Historia y de San Fernando.

Pero, habiéndosele atribuído diferentes sátiras que contra Aranda, primero, y más tarde contra Floridablanca, circularon manuscritas, procedióse contra él severamente, siendo condenado a presidio, pena conmutada luego en la de confinamiento a la plaza de Orán, donde permaneció algunos años y compuso buen número de versos líricos, entre ellos la Égloga de los Bereberes. Restituído a su libertad, volvió a Madrid y encontró el gusto no poco trocado por la imitación francesa, de la cual eran fogosos [p. 235] secuaces los escritores entonces más afamados. Resistíase el buen instinto de Huerta a la invasión extraña, resistíase su altivo carácter a tolerar rivales ni maestros, y entrambas causas le hicieron empeñarse en una larga y dudosa contienda sostenida de su parte siempre con bríos, pero no siempre con acierto digno de tan generosa causa, en defensa del antiguo teatro castellano. Los literatos todos de aquella era, aunque divididos entre sí por particulares rencillas unieron sus esfuerzos contra Huerta, de la manera que ya vimos en el artículo de Forner. Nuestro poeta no se daba vagar en la defensa, y puede afirmarse que su vida literaria fué una continuada lucha, persiguiéndole aun más allá de la tumba el punzante sarcasmo de sus enemigos literarios expresado en aquel soneto de Iriarte:

De juicio sí más no de ingenio escaso
Aquí Huerta el audaz, descanso goza:
Deja un puesto vacante en el Parnaso
Y una jaula vacía en Zaragoza.

Pero conviene advertir que a Huerta, aunque sólo en el palenque, favorecíale con simpatías claras buena parte del público, como se vió claramente en 1778, al aparecer en las tablas su hermosa tragedia Raquel, castellana en el argumento y en la lozanía de la expresión, aunque sujeta en cierto modo a las reglas clásicas. El éxito que obtuvo esta obra maestra del teatro del siglo XVIII fué inmenso: representóse simultáneamente en todos los teatros de la península, sacáronse antes de imprimirse copias innumerables y se hicieron once ediciones en menos de nueve años.

Murió Huerta en Madrid el 12 de marzo de 1787. La obra principal de Huerta, la que levantó polvareda entre los adversarios del gusto nacional, fué la colección titulada:

Theatro Hespañol... Con licencia. En Madrid, en la Imprenta Real. MDCCLXXXV. 17 volúmenes. Encabeza a todo un largo discurso Escena Hespañola (sic) Defendida, y llena el último volumen un Catálogo alphabético de las Comedias, Tragedias, Autos, Zarzuelas, Entremeses y otras obras correspondientes al Theatro Hespañol. La colección se divide en tres partes: Comedias de figurón (el primer tomo), De capa y espada (del segundo al octavo), heroicas (los siete siguientes), entremeses (el 16.º) y catálogo el 17.º El mayor número de las comedias son de Calderón; [p. 236] también las hay de Moreto, Rojas, Solís, Bances Candamo, don Juan de la Hoz y Cañizares; nada de Lope de Vega ni de Tirso de Molina, ni de Ruiz de Alarcón.

Entre los diversos folletos que aparecieron contra la Escena Hespañola hizo mucho ruido el de Samaniego, titulado Memorias Críticas de Cosme Damián. A él contestó Huerta con el opúsculo siguiente:

Lección Crítica a los lectores del papel intitulado Continuación de las Memorias de Cosme Damián. Madrid, imprenta Real, 1785.

Fué impugnado por Forner en las Reflexiones sobre la Lección Crítica y por D. Plácido Guerrero en la Tentativa de aprovechamiento crítico. Aun publicó Huerta otros opúsculos de crítica, entre ellos uno con el poco aromático título de El Pedo Dispersador. No creo que merezcan especial registro.

Biblioteca Militar Española... No la hemos visto.

Lisi Celosa o el Bosque del Pardo. Comedia citada en el Catálogo, de Moratín.

Al bombardeo de Argel por las armas españolas al mando del teniente general de la armada Don Antonio Barceló (agosto de 1783). Imprimióse suelto este romance endecasílabo y fué censurado por D. Martín Fernández Navarrete en una carta que no llegó a imprimirse. Huerta la atribuyó erradamente a Vargas Ponce, y escribió Las Mentecatadas de Vargas.

Obras Poéticas de D. Vicente García de la Huerta, de la Real Academia Española... Madrid, 1778. 8.º, por P. Aznar.

Obras Poéticas de D. Vicente García de la Huerta... Segunda edición. Madrid, Sancha, 1780. Dos tomos, 8.º

El primero comprende la Raquel y diferentes poesías líricas. El segundo comienza con una tragedia titulada:

Agamenón, Vengado.

Es la Electra, de Sófocles, pero como traducción tiene poquísima importancia, por no estar hecha directamente del texto griego, sino trabajada sobre la antigua imitación castellana de Fernán Pérez de Oliva, convirtiendo su elegante prosa en endecasílabos, generalmente fáciles y sonoros. Afeóla, no obstante, Huerta con numerosas faltas de gusto y extravagancias de dicción, muy lejanas del clasicismo griego. Alguna vez usa la octava, en general se vale del romance endecasílabo.

[p. 237] Además de esta versión se insertan en sus poesías las siguientes: Heroida de Medea a Jason, de Ovidio. En romance endecasílabo, hecha en competencia con otras versiones y especialmente con la de Luzán. Bien versificada, pero amplificadora y palabrera mucho más que el original.

Paráfrasis del Otium Divos rogat in patenti (oda XVI del libro 2.º) de Horacio. Es la única poesía de Huerta que incluyó Quintana en su colección. Distínguese por la generosa soltura y abundancia que caracteriza las composiciones del primer período de la vida literaria de Huerta. La versificación es elegante y numerosa. Los pensamientos del original están de sobra desleídos, y la expresión tiene poco de la sobriedad clásica admirable en las estrofas horacianas.

Traducción de un pasaje de Ovidio en el libro XIII de los Metamorfóseos. Es un retacito insignificante, en romance endecasílabo.

Varias traducciones de fragmentos de algunos poetas franceses. No hemos podido descubrir los originales de estos cinco fragmentos, traducidos sin duda de poemas religiosos:

1. En sistemas sutiles...

2. De los misterios santos...

3. ¿Ves aquel libertino?...

4. Gran Dios, son tus decretos...

5. Son, pecador, mis juicios...

Al Rey nuestro Señor, en su venida a habitar el Palacio Nuevo: La Real Biblioteca. Es traducción en romance endecasílabo de unos dísticos latinos, compuestos por el bibliotecario D. Juan Oteo.

Acción de gracias de la Real Biblioteca a Carlos III. Traducción (en romance heroico) de un poema latino de D. Juan de Iriarte.

Regocijo público en las felices bodas de los serenísimos príncipes nuestros señores, traslada de una composición latina de Iriarte.

Estas dos versiones se imprimieron también en las Obras sueltas, de D. Juan de Iriarte.

Fuera de la edición de 1780 quedaron varias obras poéticas de Huerta, entre ellas su famosa

Xaira, impresa suelta varias veces.

[p. 238] Es una traducción libre de la Zaïre, de Voltaire, tragedia entonces (y no sin justicia), muy celebrada. Tradújola Huerta, no del original, sino de una traducción castellana anterior hecha en detestables versos por D. Pablo Olvide. Huerta, al contrario; versificóla gallardamente y la adornó con todas las galas de una dicción robusta, sonora y verdaderamente castellana. Puede verse un buen análisis de esta traducción en las Lecciones, de Alcalá Galiano, sobre Literatura del siglo XVIII.

Santander, 8 de agosto de 1876.

Notas