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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > HEVIA, DOMINGO

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Texto

[p. 225]

Nació este erudito y laborioso escritor poco antes de 1808 en el lugar de Vega, parroquia de San Pedro de los Arcos, extramuros de Oviedo, cerca del Santo Cristo de la Cadena o de Láspara. Después de haber cursado filosofía en la Universidad ovetense, tomó el hábito de San Benito, hacia el año de 1826, en el Real Monasterio de San Zoil de Carrión de los Condes, donde, según las constituciones de la Orden, repitió la Filosofía y estudió la Teología. Era Prior del mismo en 1835 al efectuarse la exclaustración. Posteriormente desempeñó el cargo de párroco en Soto del Barco y en San Román de Amieba (Asturias) y en los pueblos de San García, Martín Muñoz, Pozaldez y Fuente el Sol (Castilla). Por último, S. M. la Reina le nombró canónigo de Soria en 1859.

[p. 226] Ha colaborado en El Católico, La Esperanza, Altar y Trono y Calendario piadoso, de Madrid; en El Eco de Numancia, de Soria; en La Cruz, de Sevilla; en El faro asturiano y La Unidad, de Oviedo; en los Anales de la Academia bibliográfica-Mariana, de Lérida; en La Paz, de Lugo, y en otras publicaciones periódicas, donde dió a luz multitud de poesías y artículos religiosos, históricos y literarios. Es asimismo autor de varios folletos y gran numero de sermones. Tiene manuscritos en un voluminoso tomo en 4.º sus composiciones poéticas, así las ya impresas como las inéditas. En otro de igual tamaño ha reunido su miscelánea literaria.

Se le deben las siguientes traducciones, todas en verso, excepto la última:

I. A Melpómene . T. de Horacio, libro 4.º, oda 3.ª (Inédita.)

II. La Vida de Ovidio. Del libro 4.º de Los Tristes, elegía X. (Inédita.)

III. Cántico de Moisés (publicado en La Esperanza).

IV . Actas de San Caralampio (publicadas en el Calendario piadoso del año 1873).

A continuación insertamos las tres primeras, de las cuales las inéditas pertenecen a la juventud del autor.

A Melpómene
...Operosa parvus
Carmina fingo.
Horat. Lib. IV, oda 2.ª
El mortal, o Melpómene, [1]
Que, al nacer, miren tus benignos ojos,
No hará en la Istmia palestra [2]
De destreza y valor gallarda muestra:
Ni en la carroza argiva,
De lozano corcel, irá, tirada,
Ni, con lauro de gloria,
Coronará su frente la victoria;
Ni del Campo de Marte
Lo llevarán en triunfo al Capitolio,
[p. 227] Cual guerrero potente
Que de reyes holló la altiva frente.
Sólo del fresco Tíbur
Los puros arroyuelos cristalinos,
Y, en la verde ribera,
De los bosques la undosa cabellera.
En versos celebrando,
Del eolio laúd al son divino,
Su nombre tan famoso
Será cual nunca el Macedón glorioso.
Mirad cómo la estirpe
De Roma, capital del Universo,
Ya contarme se digna
En los coros poéticos benigna.
Voraz el negro diente
De la pálida envidia muerde menos,
Por ti, Musa sagrada,
Cuando pulsas mi cítara dorada.
Al son de blanda lira,
¡O tú que das de ruiseñor el canto
Al mudo pececillos!
Más canoro es mi plectro con tu brillo.
Príncipe de los vates,
Si el ausonio laúd do quier me ostenta
Y mi numen agrada,
Tú me inspiras, Melpómene adorada.

Debo estas noticias a la buena amistad de mi muy docto paisano D. Gumersindo Laverde Ruiz, a cuya erudición y diligencia tanto debe esta Biblioteca.

Vida de Ovidio
Noble posteridad: para que sepas,
quién es el trovador de los amores,
que te place leer, óyeme atenta.
Aquel yo soi, que un día plugo al cielo
en la patria naciese de Solimo,
De Roma, la inmortal, noventa millas.
Porque tampoco ïgnores las edades;
al yo nacer dos cónsules guerreros,
cubiertos de laureles, Hincio y Pansa
en los campos de Módena murieron.
Soy, por mi noble sangre, Caballero,
si de algún valor son unos blasones,
[p. 228] que no debo a la voluble Fortuna,
sino al timbre inmortal de mis abuelos.
No soy el primogénito; que un año
antes, mi hermano vió la luz del mundo;
y a los dos vió nacer la misma aurora,
Bien, por tanto, merece aqueste día
ser, con las dos ofrendas, celebrado,
cual uno de los cinco tan solemnes
al culto de l'armigera Minerva;
y en la lucha sangrienta es el primero.
De los dos los talentos, sin demora,
cultivar plugo al paternal desvelo,
de Roma con los ínclitos varones,
en las artes y ciencias florecientes.
Desde sus tiernos años, sonriendo
el amor de mi hermano a la elocuencia;
nacido, profesóla, únicamente
para las armas del verboso foro,
pero a mí, tan graciosas me cautivan,
desde niño, las musas celestiales,
que arrobaron mi numen, a escondidas,
de los divinos versos al encanto.
¿Por qué el tiempo, mi padre me decía,
malogras en inútiles estudios?
¿Qué riqueza, o tesoros hay de Homero?
Convencido, al oírlo, con asombro,
de Helicona las cumbres olvidando,
a componer en prosa me afanaba;
mas, el verso, de suyo, al'armonía
tocaba, y todo mi lenguage al verso.
El tiempo cuando más veloz huía,
vió la edad juvenil los dos hermanos,
brillar condecorados con la toga:
y mis hombros la púrpura dorando,
torno a mi antigua profesión contento.
¡Ay! que viendo la vida de mi hermano
dos lustros duplicar, la fiera parca,
cortó su fino estambre, ¡triste Lucio!
¡Ay! de mí mismo la mitad perece.
De los honores de la edad florida
al solio asciendo de los tres varones.
La ecuatoría dignidad faltaba,
superior a las fuerzas que sostienen
mi delicado cuerpo y mente débil,
que rehusé, de l'ambición lejano.
[p. 229] En pos de sí, llevándome las musas,
veneraba mi amor a los Poëtas,
de aquel felice tiempo, que a mis ojos
cual otros tantos dioses figuraban
venciéndome en edad, de Macro el numen
cantóme de las aves, y serpientes;
y a los ecos del Cisne de Verona,
las provechosas yerbas resonaron.
Aquel, mi caro colega, Propercio,
modulaba de Cintia los amores
Póntico y Baro, esclarecidos vates,
son a mi sociedad queridos miembros.
Horacio, abeja del ameno Tibur,
cautivó mis oídos armonioso,
en tanto, que a la Cítara de Amonia,
sus inmortales versos acordaba.
Sólo a Virgilio vi ; l'avara muerte
de la amistad de Tíbulo privóme,
que fuera digno sucesor de él
cual fuéralo de Tíbulo, Propercio.
Éstos son mis modelos; en adelante
seré cuarto cantor de los amores.
Como yo a mis maestros mis discípulos
así me veneraban; que Talía
diera, no tarde, a conocer mi nombre,
que tan sólo dos veces la navaja
pasara por el bozo delicado,
cuando al pueblo de Roma deleitaban
los versos de mis días juveniles.
Aquella dama célebre de Roma
que canto con el nombre de Corina,
encendiera la llama de mi numen.
De mi genio las obras fueran tantas,
que, de la corrección de las viciosas
se ha encargado la llama devorante.
Cuando al Ponto marchar me disponía,
consumiendo quedaron los ardores
algún otro poema de los míos.
Con la cítara y musas enojosa
natura un tïerno corazón me diera,
no insensible a la flecha de Cupido
que movía el impulso más ligero.
Pero, si bien mi pecho se abrasaba
con la mas débil llama, no me acusan
de haber sido yo causa del escándalo.
[p. 230] Himeneo me diera, siendo joven,
por brevísimo tiempo, una consorte,
que tan inútil, como indigna, fuera.
Tampoco, aunque inocente, la segunda,
los placeres del Tálamo gozara:
muchos años, la última, tercera,
fue la esposa infeliz del confinado.
Soy venerando abuelo, por Perila,
ya dos veces fecunda, bien que siendo
no de un solo marido fiel esposa.
Cumplidos, ¡ay!, los temerosos hados
con sangrienta segur l'horrible Parca,
cortó el hilo a la vida de mi padre,
dos veces nueve lustros transcurridos.
Yo su muerte lloré, de la manera,
que mi destierro, el mismo lamentara.
Un momento después, yo tributaba
a mi Madre los fúnebres honores.
¡Felices ambos!, ¡venturoso tiempo,
que vió su funeral!, pues no tocaron
los azarosos días de mi angustia...
y ¡feliz mi desgracia!, que, ya muertos,
el dolor no tiñó sus corazones.
Pero, si, amén del nombre, dejan algo,
si los hombres del todo no perecen,
del incendio voraz huyendo el alma;
¡Oh! de mis padres almas inmortales.
Si es, que la triste fama de mi nombre
a vosotros llegó; si mis delitos
son ya en el tribunal de Rodamante;
sabed, os ruego (dolo en mí no cabe),
que la causa fatal de mi destierro,
fué sólo error, y no maldad infanda:
este, el acatamiento y homenage
que yo rindo a sus manes venerandos...
y, a vos, o pechos juveniles, torno,
que anheláis ver los hechos de mi vida:
ya en mi cabeza las nevosas canas,
asoman del cabello en la negrura,
pasado el tiempo de la edad florida:
del vencedor la frente coronada,
con la pisana oliva, por diez veces
desde que yo nací, brillar la vieron:
cuando decreta furibundo César:
que a los Tomitas bárbaros me aleje.
[p. 231] No hay por qué repetir la triste causa
de mi ruina fatal, patente a todos:
ni por qué descubrir de mis feroces
compañeros las hórridas maldades,
ni el daño que me hicieron mis sirvientes.
El destierro jamás tan doloroso
fuera, cual mis pesares y tormentos;
La razón indignada no sucumbe
al férreo yugo de tamaños males,
guarnida de sus armas invencibles:
mas el reposo antiguo ya olvidando,
del vivir más tranquilo, la paciencia,
del tiempo con las armas humillantes
conformando se va..., ¡suerte infelice!,
Son iguales, en número, mis penas,
a los astros del cielo rutilantes...
De tan largo penar, al fin, deshecho,
a los sármatas llego, que confinan
con los getas de aljaba y fiero dardo,
donde, al crugir de sus temibles armas,
bálsamo son a mi dolor las Musas.
Que, si yo vivo, de congojas lleno
sin inclinar mi frente a los trabajos,
ni al torvo ceño del feroz destino
merced a tí, Melpómene divina:
tú eres blando reposo a mis afanes,
y suave lenitivo a mi tristura
¡o blonda luz!, ¡o célica hermosura!:
por ti ocupo, alejándome de Tomos,
un distinguido asiento en el Parnaso,
y de un escelso nombre, cosa rara,
que la fama a los vivos no dispensa.
Ya desgreñada, la mordad envidia,
que a ninguno perdona, no se atreve,
a herir mis cantos con inicuo diente.
Pues, entre los poetas más insignes,
cual gloria y ornamento de mi siglo,
no maligna la fama me desdora:
antes bien, los aplausos me tributa
que yo a los bardos célebres rendía:
y con nuevo placer admira el orbe
de mi sonora cítara los tonos...
En fin, si los poéticos presagiosno conocen falsía, por la muerte,
[p. 232] o tierra, tú respetaras mi nombre...
Bien sean tus favores, o mi lira,
los que aplaude la fama, lector cándido,
la gratitud mis dones te consagra.
CÁNTICO DE MOISÉS
Traducción
A Israel y a su bravo caudillo,
Del mar Rojo al insigne portento,
A compás del sonoro instrumento,
Tal se oyeron gozosos cantar:
Al Señor entonemos loores
Que hoy su gloria y poder ostentara,
Y al soberbio caballo lanzara
Y al jinete en las ondas del mar.
¡Oh gran Dios...! A tu brazo potente
Son debidos mis triunfos, mi gloria;
Tú nos das fortaleza y victoria....
Gratitud a tu nombre y loor.
Al buen Dios de Abraham bendiciones,
Al Señor en la lid invencible,
Cuya enseña grandiosa y terrible
Al Egipcio llenó de pavor.
Faraón, con sus carros de guerra
Y su ejército audaz, en su arrojo,
Con sus jefes a par, del mar Rojo
En las ondas se ven sumergir;
Que a la vez en sus hondos abismos
Con horror de improviso cayeron:
Cual enorme peñasco se hundieron
Entre angustias y acerbo gemir.
Gloria a ti, Jehová... los guerreros
Del impío monarca tirano,
Se deshacen cual humo liviano
De tu aureola al divino fulgor.
Fulminando en tu cólera rayos,
Los devoras cual frágil astilla;
[p. 233] Y las aguas, bramando a la orilla,
Obedecen tu santo furor.
«A su alcance! gritaba el impío;
Sepultad en sus pechos la espada;
Nuestra furia, en su sangre saciada,
Haga nuestro su inmenso botín.»
Mas, Señor, en las ondas altivas
De tu espíritu al soplo lanzado,
Desparece, cual plomo arrojado
De la mar al profundo confín.
¿Quién a Vos, de los fuertes, se iguala?
¿Quién cual Vos poderoso y terrible,
Y magnífico, y santo y plausible?
¿Quién del orbe el prodigio creó?
¡Cuán en vano, al tenderse tu diestra,
La cerviz han erguido orgullosa!
Sepultólos la tumba espumosa,
Y la arena del mar los cubrió.
Fuiste, ¡oh Dios de bondad! el caudillo
De este pueblo por ti libertado,
Y en tu santa virtud transportado
De tu gloria a la excelsa mansión.
Encendiéronse en ira los hijos
De Jacob, sus trofeos mirando;
Y el feroz filisteo nefando
De amargura tiñó el corazón.
Y se turban de Edom los magnates,
Y de Moab la falange robusta:
De Canaan el gentío se asusta
De tu diestra al divino poder.
Y al pasar, ¡oh Señor! vuestro pueblo,
Los confunde el temor y el espanto;
Cual de mármol inertes, en tanto,
Vieron ya nuestra marcha romper.
Hacia el monte feliz le conduces,
De tu herencia a la rica morada,
Por tu mano, Señor, fabricada,
Al santuario que hicieras fundar.
[p. 234] Al país delicioso que mana
Leche y miel... Sois el Rey de los reyes;
Y los siglos verán vuestras leyes,
Vuestro imperio eternales durar.
En el fondo del mar disecado,
Con sus trenes, caballos, legiones,
Con sus bravos, tremendos campeones,
Se lanzó temerario Faraón:
Mas de pronto, el Señor, de las ondas
Todo el peso sobre ellos fulmina,
Y a través de las aguas camina
Israel asombrando a Sión.
D. H.

Notas

[p. 226]. [1] . Melpómene, por las Musas en general.

[p. 226]. [2] . Labor Istmius. Juegos trienales que se celebraban en el Istmo de Corinto.