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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > HERRERA, HERNANDO DE

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Texto

[p. 207]

H

Bien contra nuestra voluntad nos vemos precisados a ser por extremo breves en el artículo del Divino poeta sevillano. Sírvanos de descargo el que escribimos una Biblioteca de traductores y no de líricos y que como traductor dejónos Herrera frutos escasos, si bien sobremanera dignos de estimación y de loa.

Siguiendo el ejemplo de los biógrafos que nos han precedido, comenzaremos insertando el bosquejo que de la vida de Herrera trazó su amigo y discípulo Pacheco en el Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones: «Quisiera remitir la descripción de este elogio de Herrera a quien le fuera igual en las fuerzas, conociendo las mías ser poco suficientes, adonde se requerían las de Quintiliano y Demóstenes junto con la divinidad de Apolo; de que dan testimonio sus felices obras en la una y otra facultad, pues mereció por ellas ser llamado El Divino. Tuvo por patria esta noble ciudad, fué de honrados padres, dotado de grande virtud, de hábito eclesiástico, y beneficiado en la Iglesia parroquial de San Andrés, no tuvo orden sacro, pero con los frutos del beneficio se sustentó toda su vida, sin apetecer mayor renta; y aunque el cardenal D. Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, deseó tenelle en su casa y acrecentalle en dignidad y hacienda, no pudieron el licenciado Francisco Pacheco y el racionero Pablo de Céspedes (íntimos amigos suyos) persuadirle que le viese. Tuvo Fernando de Herrera, demás de los dos, otros muchos amigos: al maestro Francisco de Medina, a Diego Girón, a D. Pedro [p. 208] Vélez de Guevara, al conde de Gelves, D. Álvaro de Portugal; al marqués de Tarifa, a los insignes predicadores Fr. Agustín Salucio y Fr. Juan de Espinosa, y otros muchos que parecen por sus escritos; amólos tan fiel y desinteresadamente, que a los más ricos y poderosos no sólo no les pidió, pero ni recibió nada dellos, aunque le ofrecieron cosas de mucho precio; antes por esta causa se retiraba de comunicarlos. La profesión de sus estudios se compone de muchas partes, aunque muchas veces se indignó contra el vulgo porque le llamaba El Poeta, no ignorando las prendas que para serlo perfectamente se requieren; pero sabía la significación vulgar de este apellido, y constándonos su voluntad, parece conveniente darle la poesía por una parte, y no la mayor, como lo hiciéramos con Tito Livio, si las obras filosóficas que escribió no se hubieran perdido, con la mayor parte de su historia. Leyó, Hernando de Herrera con particular atención todo lo que la antigüedad romana y griega nos dejó en sus más corregidos ejemplares, y de los autores posteriores lo más; porque supo la lengua latina y griega con perfección, y las vulgares como los más cortesanos dellas; tuvo lección particular de los santos, supo las matemáticas y la geografía, como parte principal, con grande eminencia; no fué menor el cuidado con que habló y trató nuestra lengua castellana. Los versos que hizo fueron frutos de su juventud, y porque del juicio de ellos hablaron doctos varones, digo solamente que no sé cuál de los poetas españoles se pueda con más razón leer como maestro, en que así guarde sin descaecer la igualdad y alteza de estilo. Los amorosos en alabanza de su Luz (aunque de su modestia y recato no se pudo saber) es cierto que los dedicó a D.ª Leonor de Milán, condesa de Gelves, nobilísima y principal señora, como lo manifiesta la canción V del libro segundo, que yo saqué a luz año 1619, que comienza: «Esparce en estas flores», la cual con aprobación del Conde su marido aceptó ser celebrada de tanto ingenio. Fué Fernando de Herrera muy sujeto a corregir sus escritos cuando sus amigos a quien los leía, le advertían aunque fuese reprobando una obra entera, la cual rompía sin duelo. Fué templado en comer y beber, no bebió vino; fué honestísimo en todas sus conversaciones y amador del honor de sus prójimos, nunca trató de vidas agenas ni se halló donde se tratase de ellas; fué modesto y cortés con todos, pero enemigo de lisonjas, ni las [p. 209] admitió ni las dijo a nadie (que le causó opinión de áspero y mal acondicionado); vivió sin hacer injuria a alguno y sin dar mal ejemplo. Las obras que escribió son: las Anotaciones a Garcilasso, contra ellas salió una apología (ajena de la candidez de su ánimo) a que respondió doctamente; escribió la Guerra de Chipre y vitoria de Lepanto, del señor D. Juan de Austria; Elogio de la vida y muerte de Tomás Moro. Estos tres libros se estamparon y un breve tratado de versos que está contenido en el que yo hice imprimir; demás desto hizo muchos romances, glosas y coplas castellanas, que pensaba manifestar; acabó un poema trágico de los Amores de Lausino y Corona, compuso algunas ilustres églogas, escribió la Guerra de los gigantes, que intituló la Gigantomaquia; tradujo en verso suelto el Rapto de Proserpina. de Claudiano, y fué la mejor de sus obras deste género, todo esto no sólo no se imprimió, pero se perdió o usurpó, con la Historia General del mundo hasta la edad del emperador Carlos V, que particularmente trataba las acciones donde concurrieron las armas españolas, que escribieron con injuria o envidia los escritores extrangeros; la cual mostró acabada y escrita en limpio a algunos amigos suyos el año 1590; en ella repetía segunda vez la batalla naval y preguntado por qué, respondió que la impresa era una relación simple, y que esta otra era historia, dando a entender que tenía las partes y calidades convenientes; al fin remitiéndome a sus obras cesarán mis cortas alabanzas, y a las objeciones de los envidiosos de su gloria no parecerá demasía lo que habemos referido, viendo el sujeto presente no sólo estimado, pero celebrado con encarecidas palabras en los escritos de los mejores ingenios de España, pues sus versos que son los menos (como refería Alonso de Salinas) los ponía el Torcuato Tasso sobre su cabeza, admirando en ellos la grandeza de nuestra lengua; cuya elocuencia es propia de Hernando de Herrera, pues fué el primero que la puso en tan alto estado, y por haberle seguido tantos y tan excelentes hombres, dijo con razón el Mtro. Francisco de Medina en la carta al principio del comento de Garcilasso que podrá España poner a Hernando de Herrera en competencia con los más señalados y historiadores de las otras regiones de Europa; al cual habiendo sido de sana y robusta salud, llevó el Señor a mejor vida en esta ciudad a los sesenta y tres años de edad, el de 1597.» A estas noticias [p. 210] biográficas añadió Pacheco el retrato que ya en 1619 había puesto al frente de las Poesías de Herrera y que de igual suerte que el Elogio transcrito, ha sido diversas veces reproducido.

¿Quién podrá recopilar los elogios que mereció a sus contemporáneos el insigne cantor de la Victoria de Lepanto , y de la Pérdida del Rey D. Sebastián? Cervantes, Baltasar de Escobar, Rodrigo Caro, Rioja, Duarte, el mismo Pacheco en otros lugares, Céspedes, Juan de la Cueva, Lope de Vega, Francisco de Medina y otros y otros que pudieran mencionarse ensalzáronle a porfía
en verso y prosa, en dedicatorias, prólogos, discursos literarios, sonetos y poesías varias en loor suyo. Y si de aquí pasamos a la crítica del siglo pasado vemos revivir la admiración a Herrera en Porcel, Velázquez, Conti, Estala, Marchena, Quintana, y prolongarse y llegar a su más alto punto en el presente con Martínez de la Rosa, con Lista y todos los críticos de la escuela sevillana. La resurrección de ésta vino a dar nuevo impulso a la imitación herreriana, y hoy es el día en que el grupo poético hispalense se obstina, no sé si con fortuna, en remedar las formas y el estilo del inmortal amador de Eliodora, pretendiendo encerrar sus inspiraciones en aquel molde y cayendo por ende en el vicio capital de toda secta literaria, la afectación y el amaneramiento. Dicho sea esto con todo el respeto debido a los ilustres poetas y críticos que todavía cuenta en su seno dicha escuela.

Por lo demás, ¿qué podríamos decir en alabanza de Herrera cuando casi puede afirmarse que están agotados los elogios en este punto? Nadie nos excede en admiración a aquel sublime ingenio de estro tan levantado y poderoso, comparable con los primeros líricos de todos tiempos y países y sólo inferior en nuestro Parnaso (perdone el fanatismo sevillano) al cantor de la Vida del cielo y de la Noche Serena. Pero, ¿qué significarían nuestros débiles encomios en el concierto universal de loores que a Herrera han tributado a porfía nuestros primeros críticos y más venerados maestros? Ni es este lugar oportuno para entrar en consideraciones realmente críticas, ni es para tratarse de pasada materia de suyo larga, difícil y escabrosa. Cumplo, pues, mi modesta tarea bibliográfica, dando noticia, primero, de las obras del todo originales de Herrera; segundo, de aquellas en que se leen traducciones:

Relación de la guerra de | Chipre y suceso de la batalla Naval [p. 211] de | Lepanto. | Escrito por Fernan- | do de Herrera, dirigido al Illustrí- | simo, y Ecelentíssimo Señor | Don Alonso Pérez de Guz- | mán el Bueno, Duque | de Medina Sidonia | y Conde de Niebla. | En Sevilla. | Por Alonso Picardo, impres- | sor de libros. 1572. 8.º, sin foliar, ocho hs. de preliminares y 88 de texto. Prefación de Cristóbal Mosquera de Figueroa, soneto de P. Díaz de Herrera, dos octavas de D. Félix de Avellaneda. Al fin de la relación está la famosa Canción de Herrera A la batalla de Lepanto, con variantes notables respecto a la que después imprimió en sus poesías.

Este precioso y rarísimo libro ha sido reimpreso en el tomo XXI de la Colección de documentos inéditos para la historia de España (Madrid, 1852).

Algunas obras de Hernando de Herrera. Sevilla, por Andrea Pescioni, 1582 . 4.º, cuatro hs. prels. y 56 foliadas. Dedicatoria al marqués de Tarifa, D. Fernando Enríquez de Ribera. Soneto de éste. Ídem del maestro Francisco de Medina. Ídem de Diego Girón. Aprobación de D. Alonso de Ercilla. Contiene esta edición setenta y ocho sonetos, siete elegías, cinco canciones y una égloga venatoria De aljaba y arco tú, Diana, armada... Esta bellísima composición y los sonetos Yo voy por esta solitaria tierra, Oh breve don de un agradable engaño... Ya el rigor impetuoso y grave hielo... no fueron reimpresos por Pacheco en la siguiente edición:

Versos de Fernando de Herrera. Emendados y divididos por él en tres libros. Sevilla, por Gabriel Ramos Bejarano, 1619 . 4.º 15, hs. prls., 447 págs. y 10 hs. de Tabla. Prólogo de Rioja, en forma de dedicatoria al Conde-Duque. Elogio de Enrique Duarte. Soneto de Francisco Pacheco «Goza, nación osada, el don fecundo» Dedicatoria de Pacheco. Al frente de este tomo va el retrato de Herrera, que más tarde reprodujo Sedano en el tomo VII de su Parnaso, y después de él otros muchos. Contiene esta edición trescientos ocho sonetos, treinta y tres elegías, dieciocho canciones, cuatro sextinas y dos estanzas.

De las poesías de Herrera existen (que sepamos), las siguientes reimpresiones:

Rimas del Divino Hernando de Herrera. Por D. Ramón Fernández (P. Pedro Estala). Madrid, 1786, en la Imprenta Real. Dos tomos, 8.º (cuarto y quinto de la colección de poetas españoles que comenzó a publicar Estala). Llevan un excelente prólogo [p. 212] del editor. Reprodúcense todas las composiciones de la edición de Pacheco, con más las incluídas en las Anotaciones a Garcilasso. La égloga venatoria que falta, por lo tanto, en esta colección, fué incluída en el tomo XVIII de la misma (Poesías de Francisco de Rioja, y otros poetas andaluces). La edición de Herrera fué reproducida en la misma Imprenta en 1808.

Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, colección ordenada por D. Adolfo de Castro, tomo I, (32.º de la Biblioteca de AA. Españoles). Madrid. Rivadeneyra, 1854, Desde la pág. 253 a la 342 hállense todas las obras de Herrera incluídas en las ediciones de 1582, 1619 y 1786, con más la elegía a la muerte de Malara, publicada por primera vez en el Semanario Pintoresco de 2 de febrero de 1845, unas redondillas y unas quintillas dadas a luz por don Juan Colón en la Revista Andaluza y dos sonetos en loor de don Luis Ponce de León tomados del inédito Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones.

Fernando de Herrera. Controversia sobre sus anotaciones a las Obras de Garcilasso de la Vega. Poesías inéditas. Sevilla, 1870. 4.º Edición hecha por la Sociedad de Bibliófilos Andaluces, con un prólogo del señor D. José M.ª Asensio de Toledo. Contiene este tomo (muy bien impreso) las «Observaciones del licenciado Prete-Jacopin, vecino de Burgos, en defensa del príncipe de los poetas castellanos Garci-Lasso de la Vega, vecino de Toledo, contra las anotaciones que hizo a sus obras Hernando de Herrera, poeta sevillano». Esta ingeniosa y festiva crítica, que desde la época de su aparición corrió manuscrita con general aplauso, era bien conocida de nuestros eruditos por existir numerosas copias de ella en bibliotecas públicas y particulares. Atribúyese comúnmente a don Juan Fernández de Velasco, hijo del condestable D. Íñigo, mozo despierto y de muchas letras, aprovechado discípulo del Brocense. Por objeto tiene defender a Garci-Lasso de las censuras de Herrera, mordiendo al propio con crítica acre y burlas punzantes la persona y escritos del egregio poeta sevillano. Del tono descomedido de esta sátira júzguese por las muestras siguientes: «Os hubisteis con vuestro libro, señor Herrera, como quien pelea de tejado que arroja al enemigo el pedazo de teja, el zapato viejo, la olla quebrada, el cuchillo mohoso, la bragueta mugrienta, la picaza o gato muerto; así dizen que lo hicisteis vos, señor Herrera, [p. 213] que sin elegir lo que algo vale, que es poco o casi nada, no habéis fallado inmundicia en vuestro ingenio que no saquéis a luz ni coplero andaluz que no metáis en danza....» (A pesar de su destemplanza no deja de tener razón el burgalés, dado caso que en el libro de Herrera hay harta erudición indigesta y cosas que se pudieran bien excusar; aparte del inmoderado afán de citar a cada paso sus propios versos y los de sus amigos). «Lo segundo que se me ofrece es que no acertáis con el título de vuestro libro, el cual es Anotaciones a Garcilasso, siendo un comento más largo que todos los que escribieron Mancinelo, Probo, Servio, Donato; más prolijo que los escritores de Orestes, más pesado e inoportuno que su dueño... Llamarédesle necedades del Divino Hernando de Herrera sobre Garcilasso; este era su natural y propio nombre, etc...» «Otro yerro hizisteis, señor Herrera, y a mi juicio no pequeño, que fué dirigir vuestras obras al Marqués de Agramonte, que buen siglo haya, debierais de considerar que es recibido en buena filosofía que para que una cosa descubra lo malo o lo bueno que tiene es el mejor medio ponerla cerca de su opuesto, pues, ¿de qué os ha servido enderezar vuestros escritos a un caballero de tantas y tan buenas partes, sino que junto a su grandeza y entendimiento se descubra vuestra bajeza e ignorancia? Más razonable fuera dirigirlas a Juan de la Encina, a Timoneda o su Patrañuelo, a Lomas de Cantoral, o a Padilla y sus Tesoros o alguno de sus Bavios y Mevios que tanto lugar hallaron en vuestro libro o si no al ánima de D. Luis de Zapata o a la de vuestro amigo Burguillos, y si os pareciere inconveniente ser estos muertos, también lo era el marqués de Ayamonte, y cuando no lo fuera tengo por cierto que lo matara vuestro libro...» Por este modo está escrita toda la carta, aunque en los reparos se muestra su autor hombre discreto y sobremanera docto en las letras clásicas. A continuación de su crítica viene en el tomo publicado por los Bibliófilos, la Carta de Herrera al Prete Jacopin, secretario de las Musas, opúsculo en dos tercios más largo que el de su adversario y harto inferior a el en donaire y gracejo, aunque no en erudición ni en doctrina. Las poesías inéditas de Herrera incluidas en esta edición son pocas y de escasa importancia: han sido tomadas de manuscritos de la Biblioteca Colombina; de las Rimas, de Juan de la Cueva; del Libro de retratos, de Pacheco, y de otras partes.

[p. 214] (Hanse perdido los Amores de Lausino y Corona [poema trágico] y la Gigantomaquia, de la cual sólo quedan aquellos dos versos famosos:

Un profundo murmurio lejos suena
Que el hondo ponto en torno todo atruena...

así como la colección de romances, glosas y coplas castellanas, y la Historia general del mundo hasta la edad del Emperador Carlos V.)

Elogio de la vida y muerte del Canciller Tomás Moro. Sevilla, 1592. Reimpreso en Madrid, 1625, por Luys Sánchez. Es traducción de la biografía escrita en latín por Tomás Stapleton.

Obras de | Garcilasso de la Vega | con anotaciones de | Fernando de Herrera. | Al illustríssimo y ecelentí- | ssimo señor D. Antonio de Guzmán | Marqués de Ayamonte, Gobernador del estado | de Milán, y capitán general de Italia. | Con licencia de los SS. del Consejo Real. | En Sevilla, por Alonso de la Barrera. | Año de 1580.

Dedicatoria. Erratas. Prólogo del maestro Francisco de Medina. Vida de Garcilasso. Genethlíaco de Francisco Pacheco (el tío), Natalis almo lumine candidus. Elegía latina de Francisco de Medina. Hexámetros de Diego Girón en loor de Herrera. Elegía castellana de Cristóbal Mosquera de Figueroa. Otra de Luis Barahona de Soto. Soneto del mismo. Canción del maestro Francisco de Medina. Soneto de P. Díaz de Herrera. Égloga y soneto de Herrera en elogio de Garcilasso. 4.º, 51 págs. de preliminares, 691 de texto y cinco de Tabla.

Cítanse en estas anotaciones muchas poesías del mismo Herrera, entre ellas las siguientes traducciones:

Oda 10 del libro 4.º de Horacio Oh crudelis nimium et Veneris muneribus potens. (Es un soneto.) Estampa antes tres versiones toscanas de la misma oda hechas por Pedro Bembo, Dominico Veniero y Tomás Mocénigo.

Oda 8.ª del libro 1.º de Horacio Lydia dic per omnes.

Fragmentos de las églogas 5.ª y 8.ª de Virgilio. Íd. del libro 4.º de las Geórgicas.

Versos de Petronio sobre el sueño.

Epigrama de Marcial Cum peteret audax.

Fragmento del Hipólito, de Séneca, Non sic prata novo vere decentia.

[p. 215] Dos del Tiestes, Nullis nota Quiritibus y Quem non concutiet cadens.

Elegía de Ausonio Ver erat et blando mordentia frigora sensu

Versos de Claudiano en el Noveno consulado de Honorio.

Elegía de Jerónimo Fracastorio o Fracastor a la muerte de Marco Antonio de la Torre (no se inserta íntegra: está en verso suelto).

De Safo:

Ya la luna hermosa,
Las Pléyades habían ya caído,
La noche ya ha seguido
El medio curso, y huye presurosa
La hora que declina;
Y duermo sola yo, aymé, mezquina.

El último verso, que realmente es inarmónico, mereció la áspera censura del Prete Jacopin.

Apólogo del amor, atribuído a Porfirio y a Alejandro de Afrodisia.

Cítanse asimismo trozos de algunas poesías originales de Herrera no mencionadas por sus críticos y biógrafos, tales como el Faustino (poema), tal vez no distinto del Lausino. citado por Pacheco, y la Égloga Amarilis. Algún otro fragmento hay traducido del latín o del toscano, pero es tan breve y de escasa importancia, que no merece especial recuerdo. La mayor parte de estas versiones han sido reproducidas en las ediciones de Estala y don Adolfo de Castro.

A las traducciones de Herrera esparcidas en las anotaciones a Garci-Lasso debe agregarse la siguiente versión de la Psique, de Fracastorio, existente al comienzo del manuscrito de la Psique, de Malara, conservado en la Biblioteca Nacional (M-166). Inédita permaneció, según entendemos, hasta que la incluyó el que esto escribe por apéndice a su Tesis Doctoral sobre La Novela entre los latinos, opúsculo impreso en Santander, 1875, por Z. Martínez, 4.º, desde la pág. 69 a la 71. La reproducimos aquí para evitar su pérdida:

[p. 216] Traslación de la «Psique», de Hierónimo Fracastorio, por

Hernando de Herrera
¡Ven, dulce amor! ¡Oh, ven, dulce Cupido:
A ti, hermoso Amor, Psiqué hermosa
Te busca, ardiendo en fuego no vencido!
Y a ti te pide Dios ella Diosa,
A ti niño ella niña blandamente
Con voluntad süave y amorosa
¡Oh si te ama y te desea presente
Tan semejante a ti, di ¿por ventura,
Amor, no la amarás ardientemente?
Cupido, ¿su belleza y hermosura
No la cobdiciaras?, ambos tenemos
Una patria, un origen de la altura:
De Júpiter entrambos procedemos,
Entrambos juntamente en tierra estamos,
Juntamente en el cielo ambos nos vemos,
Y los dones mezclados empleamos
Entrambos juntamente en los mortales
Y nuestros beneficios dilatamos.
El bien y hermosura celestiales
Con modos pongo yo maravillosos
Juntamente en los pechos terrenales,
Tú hieres corazones amorosos
Y traes fuegos escondidamente
Y en nuevo amor enciendes presurosos;
De donde se concibe y juntamente
Cresce juntando en dulce casamiento
De animales el genero excellente.
¡Ay me mísera!, sufro yo tormento,
usando de mis artes en mi daño
Y padezco esta pena y sentimiento.
¡Ay muy tierna y muy apta al crudo engaño
Para de ti, oh hermoso, ser movida
Al fuego que en mi blando pecho entraño!
Como te vi, ay cuitada, ay mé, perdida:
Como te conocí, oh el más hermoso
De cuantos en el mundo tienen vida,
Ardí luego en tu fuego presuroso
Y en amor de tu amor y esto me agrada.
Si en igual fuego tú ardes amoroso;
Quita niño, las vendas de la amada
Vista, y vuelve los ojos y luz pura
A ti que en amor tuyo está inflamada.
[p. 217] ¿Por qué amarás, amor, mI hermosura,
Cobdiciarás, Cupido, mi belleza,
Y no te apartarás de mi figura?
Yo te labro con arte y sutileza
Una delgada venda entretejida
De blanca seda y oro con pureza,
Con que ciñas tu frente, do torcida
La pintura se muestra con mil flores
Y rosas y jacintos esparcida.
Aquí te finjo yo con los Amores
Que te sirven y van acompañando
Con la dorada aljaba y passadores;
Las anchas tierras todas traspassando
Y los altos nublados con el vuelo,
Y el mar mojado y húmedo cortando,
Y a las aves pintadas del gran cielo,
A los monstruos del mar, los animales,
A cuanto cría el abundoso suelo
Sujetando con fuerzas desiguales
A tu sublime imperio y consagrado,
Y aun a los mismos Dioses inmortales.
En carro de oro Júpiter llevado
Se muestra por tu fuerza poderosa,
Los pies y manos con el hierro atado;
Entre los cuales va tu Psique hermosa
También triste y atada con cadena,
Y sigue tus triunfos dolorosa
Padesciendo cautiva larga pena.

En el mismo códice hállanse unos versos latinos de Herrera en loor de la Psique, de Malara, con su traducción castellana. Un soneto de nuestro divino poeta hállase asimismo en la Descripción de la galera real del Serenísimo D. Juan de Austria (manuscrito en la Biblioteca Colombina).

Santander, 7 de febrero de 1875.

Traducción perdida

El Rapto de Proserpina, de Claudiano, en verso suelto. Citado por Pacheco.

Notas