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Obras completas de Menéndez... > BIBLIOTECA DE TRADUCTORES... > II : (DOMENECH-LLODRÁ) > ESTALA, D. PEDRO

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Texto

[p. 38]

Increíble parecería, a no verlo, que tan escasos datos biográficos hubiesen llegado a nosotros del primer crítico de la última mitad del siglo XVIII, amigo y consejero de Moratín y de Forner, maestro de Quintana y Sánchez Barbero, y hasta cierto punto de Hermosilla. Porque Estala, merced a su erudición vasta, a su alto sentido crítico y al eclecticismo de sus opiniones literarias, consiguió mantenerse alejado de las luchas de bandería y escuela, siendo igualmente respetada su autoridad por los secuaces y discípulos de Moratín que por los de Meléndez. El ilustre traductor del Edipo y del Pluto merece de justicia un señalado puesto en esta galería. Expondremos fiel y compendiosamente las muy escasas noticias que hemos allegado, cabos sueltos que quizá sirvan a los eruditos para anudar el hilo de su vida.

Ignoro la patria de Estala. Téngole, no obstante, por hijo de Madrid, fundado en esta noticia del abate Melón en el escrito que tituló Desordenadas y mal digeridas apuntaciones: [1] «Acercóse a nosotros Moratín con dos jóvenes escolapios, Estala y Navarrete, con quienes él había jugado en su niñez en el barrio de D.ª María de Aragón.» Tampoco sé el año de su nacimiento, pero habiendo jugado de niño con Moratín, y llamándosele joven en 1781, puede fijarse aproximadamente la fecha que buscamos entre 1755 y 1760. Hizo sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Salamanca, si bien sus nativas inclinaciones le llevaban con preferencia a las tareas literarias. Al mismo tiempo que él cursaban en aquellas célebres escuelas Meléndez, Iglesias y Forner, que dirigidos y alentados por el ilustre agustino Fr. Diego González formaron aquel centro literario que con el nombre de Escuela poética salmantina tanta y tan decisiva influencia ejerció en la cultura española del siglo XVIII. Amigo fué Estala de tan alentados reformadores; respiró aquella atmósfera literaria y fué, hasta cierto punto y sin exageración en las doctrinas, el crítico de aquella escuela.

En Salamanca estudió el griego con el maestro Zamora (autor de una gramática digna de recordación honrosa), de cuyas aulas, [p. 39] como de las de Canseco en Madrid, procedió aquel renacimiento helenístico, tan notable en los últimos años del siglo pasado y comienzos de este. No sé en qué fecha, pero es lo cierto que, terminada su carrera eclesiástica, y sin verdadera vocación para el sacerdocio y mucho menos para la vida religiosa, recibió Estala las sagradas órdenes y entró en las Escuelas Pías. En 1781 le hallamos en Madrid, en el colegio se San Fernando del barrio de Lavapiés. El abate Melón refiere que los domingos salían a pasear él y Moratín con los PP. Estala y Navarrete, encaminándose ordinariamente a la Aganipe , nombre que había dado Inarco a «una fuente del Retiro, que estaba no lejos del estanque grande, detrás de la antigua parroquia y que ya no existe». «Diariamente concurríamos, prosigue el mismo abate, a la celda del P. Estala hasta cierta hora de la noche, en que cerraban el convento.» Pronto se agregó a aquel pequeño, pero escogido círculo, D. Juan P. Forner, amigo de Estala desde Salamanca, y a quien éste puso en relaciones con Moratín, después del concurso abierto por la Academia Española en 1782, en que resultaron favorecidos con premio y accésit, respectivamente, la Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana , del uno, y la Lección Poética , del otro. Ambos, al leer la obra ajena, tuviéronla por mejor que la suya, y entraron desde aquel día en amistosas relaciones. A entrambos elogiaba más tarde Estala en el prólogo a las Rimas de los Argensolas.

Lo que en aquella reunión de amigos se estudió, se discutió, se leyó, se proyectó y se hizo en serio o en burlas no es para referido en breve suma. Aquellos cinco egregios varones, menos conspicuos e influyentes que lo habían sido los tertulios de la fonda de San Sebastián, en todo pusieron la mano. Allí leyó Estala varios cantos de su traducción de Homero, allí Moratín su primera comedia El viejo y la niña , Forner muchas de sus acerbas críticas.

Sucesivamente intentaron en común diversas publicaciones, ninguna de las cuales llegó a tener efecto; primero un diccionario biográfico , después una Enciclopedia de Damas , más tarde una reimpresión de las Disertaciones bíblicas del P. Calmet . Divertíanse a veces en desenfados estrafalarios: «Cuándo se proponían improvisar una tragedia, en que Estala se encargaba del segundo [p. 40] acto y asesinaba a todos los actores, dejando a Moratín el cuidado de continuarla, cuándo improvisaban un sainete con el título de la Batalla de Lepanto [1] Hacíase sangrienta burla de muchos escritores contemporáneos, parodiábanse sus acciones y discursos, y así entre chanzas y veras iban acrisolándose más cada día el talento cómico de Moratín, el estro satírico del irascible Forner y la alta crítica del P. Estala . Vino a interrumpir tan apacibles reuniones en 1786 la salida de Moratín y su amigo Melón para París, y en 1789 la de Forner para su fiscalía de Sevilla. Con el segundo mantuvo larga e íntima correspondencia Estala, correspondencia que se guardaba entre los papeles de Forner y que hemos tenido ocasión de ver en manos del Excmo. señor D. Leopoldo A. de Cueto. Útil es la publicación de muchas de estas cartas que en gran manera aclaran la historia literaria del siglo XVIII, pero seria conveniente omitir ciertos pasajes y pasar por alto diversas confianzas que en el seno de la amistad hace el ilustre escolapio. Amargamente se queja de haber errado su vocación, y al contestar a Forner que en 1791 le daba parte de su matrimonio escribe estas palabras, ya oportunamente citadas por el senor Cueto en su excelente Bosquejo histórico-crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII: «Voy arrastrando una fastidiosa existencia, en que no hallo más que una monotonía maquinal de operaciones periódicas. Si me pongo a pensar, el pensamiento es mi verdugo. Me representa el estado miserable en que me hallo, solo, aislado, sin un amigo, y esto me basta para ser infeliz...» De tales melancolías consolábase Estala con el cultivo de las letras. Adoptando el nombre de D. Ramón Fernández, que era el de su barbero, comenzó a publicar en 1786 su célebre Colección de poetas antiguos castellanos . A él se debieron las ilustraciones de los ocho primeros tomos, comprensivos de las obras de los Argensolas, Herrera y Jáuregui, corriendo a cargo de diversas manos el resto de la colección, en que especialmente trabajó Quintana. El príncipe de la Paz, protector de Moratín y de Forner, lo fué también de Estala, a quien dió una cátedra de Historia Literaria (primera que con este nombre existió) en los Reales Estudios de San Isidro. Allí leyó Estala sus Discursos sobre la tragedia y la comedia antigua y moderna que encabezan sus dos traducciones del Edipo [p. 41] de Sófocles y del Pluto de Aristófanes. Cuando las publicó en 1794 debía estar ya fuera de la orden, pues se titula sólo presbítero.» Consiguió de Roma su secularización, interviniendo en ello sus protectores y amigos. En 1796 escribía Moratín desde Bolonia: «Me alegro que Damón (este nombre arcádico daban sus amigos a Estala) gane dineros y que prospere» y a continuación habla del Pluto y de su discurso preliminar, quejándose de los elogios que en él le tributa su amigo.

Muerto Forner prematuramente en 1797, falta ya el hilo conductor de la correspondencia con él, para seguir la vida de Estala. Así es que sólo tenemos noticia de él, por la publicación de algún opúsculo literario, o de tal cual artículo en el Diario de Madrid . Mucho debió trabajar desde su exclaustración hasta 1808, pero desdichadamente ni de nombre son conocidos la mayor parte de sus escritos. La correspondencia de Moratín en esta época calla, su diario trilingüe guarda asimismo profundo silencio, apenas encontramos dos o tres referencias a Estala y estas muy poco importantes. Llega el año 8 y, después de la caída del Príncipe de la Paz son procesados, perseguidos y presos Viegas, el abate Estala y otros protegidos suyos. Al advenimiento del rey José, Estala se hace afrancesado, ocupa altos cargos con el Gobierno intruso, y redacta la Gaceta . En 1813 se retira con los franceses a Valencia. Allí vivieron juntos él y Moratín con estrechez grande. «Como en casa de Estala—escribe Inarco—que me mantiene, desde que llegamos, sólo hay muchos trabajos en cuanto a vestir y calzar por la falta de maravedises.» En otra carta a Melón, fecha el 30 de julio del año 14, después de referir su viaje a Barcelona, añade: «Damón se fué por mar a Francia: viejo, hidrópico, con una úlcera en una pierna, con un humor, con un genio insufrible, con una cólera exaltada, sin duda por los muchos trabajos que ha padecido, que te aseguro se necesitan todas las consideraciones de la amistad, para sufrirle. No es ya aquel que conocimos en la calle de Fuencarral, en nuestros áureos días.» En 20 de enero del año 15 escribe a Melón: «Nada sé de Estala, y absolutamente ignoro cuál ha sido su suerte.» Pero ya lo había averiguado en 4 de marzo del mismo año, pues dice: «Me han asegurado que Damón está por ahí (esto es, en París), bien colocado; si así es, dale de mi parte el parabién, y asegúrale que lo que le esperaba en su tierra [p. 42] era muerte y nada más.» En 8 de abril avisa a Melón que está vacante el arcedianato de San Felipe, dignidad de la iglesia catedral de Barcelona, y añade: «No te olvides de que Damón quisiera trocar su silla toledana (esto indica que Estala era canónigo de Toledo) por cualquiera cosa de aquí... El diploma que enviaste al dicho Damón es cosa que por aquí no corre.» Desde este punto se pierde ya toda noticia de Estala, y sólo inferimos que vivía aún en 1820, porque Quintana, al escribir la vida de su maestro Meléndez, no le menciona entre los hijos de la escuela salmantina, advirtiendo que sólo nombrará a los muertos. Probablemente falleció en el extranjero.

La autoridad crítica de Estala influyó poderosamente en el ánimo de Moratín y de Forner. Sometióse dócil el segundo a las correcciones que hizo su amigo en la comedia de El Filósofo Enamorado , y en cuanto a Moratín, el hecho siguiente referido por Hermosilla en el Juicio crítico de los principales poetas españoles de la última era muestra bien adónde llegaba su respeto. Cuando escribió la Sombra de Nelson por encargo del Príncipe de la Paz, llevósela a Estala, oyó éste atentamente la lectura y sólo corrigió dos epítetos, el de sonora , dada a la tempestad, y el de hinchados , a los cadáveres. Sin replicar, tomó Inarco la pluma, y sustituyó al primero hórrida y al segundo desnudos , tal como hoy lo leemos en el texto impreso.

Breves en número son los escritos de Estala, pero curiosos e importantes para nuestra historia literaria los más de ellos. Yo sólo tengo noticia de los siguientes:

Folleto satírico-crítico de inscripciones lapidares , publicado con el pseudónimo de D. Claudio Bachiller y Rosillo. No he logrado verle y por eso ignoro el punto de impresión (probablemente Madrid) y el año.

Rimas del Secretario Lupercio Leonardo de Argensola, tomo I. Rimas del Dr. Bartholomé Leonardo de Argensola, tomos II y III. Por D. Ramón Fernández (seudónimo de Estala). Madrid, 1786, en la Imprenta Real . El tomo I lleva un largo y excelente prólogo de Estala (el editor) , de quien son también las breves noticias sobre las vidas de los dos hermanos.

Rimas de Hernando de Herrera. Por D. Ramón Fernández . Tomos IV y V (de la colección, aunque no se expresa). Madrid, [p. 43] 1786, en la Imprenta Real . El prólogo de Estala es un trabajo crítico, de lo más notable que encontramos en el siglo XVIII.

Rimas de D. Juan de Jáuregui. Por D. Ramón Fernández. Tomo VI. Madrid, 1786, en la Imprenta Real. Con un prólogo de Estala . En los tomos VII y VIII, que contienen la Farsalia y el Orfeo , no hay prólogo ni advertencia alguna. A Quintana pertenecen otros tres prólogos de la colección, el de los Romanceros y Cancioneros , el de la Conquista de la Bética de Juan de la Cueva y el de las Poesías de Francisco de Rioja y otros poetas andaluces . El último fué reciamente impugnado por D. Juan Tineo (vide Juicio crítico de Hermosilla) . Los tomos que contienen las poesías de Góngora, Fr. Luis de León, Castillejo, Figueroa y las Heroidas de Diego Mejía , no llevan prólogos o sólo ligerísimas advertencias que, en mi entender, ni a Estala ni a Quintana deben atribuirse.

Los veinte tomos de que consta esta colección rueron reimpresos, en su mayor parte, en 1808 y 1820.

Una carta publicada en el Correo de los Ciegos , con la firma de El Escolapio del Avapiés , en que se pretende negar a Cervantes la propiedad de la novela de El Curioso Impertinente , fundándose en que se halla en la Silva Curiosa , de Julián de Medrano, con adiciones de César Oudín. D. Tomás Antonio Sánchez contestó a ella con unas notas llenas de donaire, que dejaron muy mal parado al P. Estala. Y no podía ser otra cosa, habiendo caído en manos del autor de la inimitable Carta de Paracuellos .

Varios artículos insertos en el Diario de Madrid, Gaceta y otros periódicos en diversos tiempos. Todos ellos salieron anónimos.

Algunos tomos de sermones franceses, igualmente anónimos, o publicados a nombre de un carmelita descalzo, que se los pagaba bien, y que por tal causa le hizo abandonar la traducción de Homero. A las reconvenciones de sus amigos con tal motivo, contestaba Estala, según refiere el abate Melón, Quaerenda pecunia primum . No nos ha sido posible tropezar con dichos tomos entre el fárrago de sermonarios franceses traducidos en el siglo pasado.

Cartas de un español a un anglómano. Madrid, 1812. Las cartas son cuatro, y en ellas se defiende a los afrancesados y a la [p. 44] administración francesa. Cítalas Puigblanch en sus Opúsculos gramático-satíricos .

Novelas Morales de Marmontel, traducidas por D. P. de E. (Pedro Estala), publicadas por Salvá en Valencia (vide Catálogo de Salvá).

Quizá ande descarriado, y también sin nombre de su dueño, algún otro opúsculo de nuestro abate. Anónimos o pseudónimos, como acabamos de ver, se publicaron todos los anteriores. En la introducción o discurso preliminar al Pluto , indica Estala haber compuesto dos piezas dramáticas (una de ellas refundición de alguna comedia antigua) que ni se imprimieron ni representaron, que yo sepa, ni aun de sus títulos ha quedado memoria.

Traducciones del griego

Edipo Tirano,| Tragedia de Sófocles,| traducida del Griego| en verso Castellano,| con un Discurso Preliminar| sobre la Tragedia| Antigua y Moderna|  por D. Pedro Estala,| Presbítero.| En Madrid.| en la imprenta de Sancha.| Año de MDCCXCIII (1793) .

El Discurso sobre la tragedia antigua y moderna fué leído por Estala en su cátedra de San Isidro. Es tan notable o más que la traducción que le sigue, y como retazo crítico no tiene en el siglo XVIII muchos rivales y acaso ninguno que le supere, si exceptuamos el estudio de Berguizas sobre el carácter poético de Píndaro . En el discurso de Estala, predecesor del moderno trascendentalismo en oposición a la crítica formal de los preceptistas, hallamos un análisis del espíritu y carácter de la tragedia griega en su íntimo enlace con la religión e instituciones sociales del pueblo ateniense; señálense como ideas fundamentales encarnadas en aquel teatro el dogma de la fatalidad y la libertad política , deduciéndose de aquí que ni los argumentos ni las formas de aquel teatro, más que todos admirable, convienen a la sociedad moderna, inspirada por otras ideas religiosas y diversas instituciones políticas. Y por lo mismo que Estala mira el clasicismo griego a distancia y en su verdadero aspecto, sin pretender amoldarle a nuestros sentimientos y costumbres, no le extraña, antes bien le agradan, sus rasgos de ingenuidad nativa, y por eso en su traducción procede [p. 45] con fidelidad escrupulosa, no empeñándose en encerrar la sublime sencillez de Sófocles en los estrechos límites de la empalagosa, académica y cortesana tragedia francesa. La admira, no obstante, sin tasa, pagando en esta parte tributo al gusto de su época, pero al hablar de las unidades , recobra su independencia, califica de miseria esta doctrina, interpreta rectamente el pasaje de Aristóteles, y reduciendo las cosas a sus justos límites, recomienda su observancia en lo posible, en obsequio de la unidad de acción. Las observaciones críticas sobre la tragedia en los principales teatros son eruditas y juiciosas.

La traducción del Edipo está hecha en buen lenguaje y fáciles versos. El texto aparece, en general, bien interpretado, como por hombre penetrado de la letra y del espíritu de Sófocles. Compárese esta versión con las que de los dramáticos griegos se hacían por entonces en Francia, donde parecía haberse perdido toda noción de verdadero clasicismo helénico, y se apreciarán en lo mucho que valen las tareas de nuestro helenista, así como las del citado Berguizas y algún otro contemporáneo suyo. Véase cómo interpreta Estala la terrible escena en que Edipo escucha la última revelación:


EDIPO        . . . . . . Anciano,
                    Fuiste de Layo...
PASTOR.   Fuí criado suyo;
                    No esclavo, que en su casa me criara.
EDIP.          ¿Qué destino tuviste en su servicio?
PAST.         Gran parte de mi vida sus ganados
                    Estuve apacentando.
EDIP.          ¿Y en qué sitios
                    Más freqüente, morabas?
PAST.         En el monte de Citerón y parajes comarcanos
EDIP.          ¿A este anciano conoces?
PAST.         ¿De quién hablas?
EDIP.          De este que está presente.
MENSAJ.   No es extraño,
                    Señor, que no se acuerde; mas yo pronto
                    Se lo haré a la memoria. ¿No te acuerdas
                    Cuando en el Citerón apacentabas
                    Dos rebaños, yo sólo uno regía
                    Y desde primavera hasta el otoño
                     Trato estrecho tuvimos? Ya llegado
                    [p. 46] El invierno, ¿tus greyes no volviste
                    A Layo, y a mi establo yo las mías?
                    ¿Es esto cierto?
PAST.                              Así es verdad.
MENSAJ.                               Sigamos.
¿Te acuerdas que me diste un tierno infante
Para que le criase como mío?
PAST.                    ¿Y a qué fin tal pregunta?
MENSAJ.                               Este que miras,
                              Es el que entonces niño me entregaste.
PAST.                   Calla, infame, no sigas tu discurso.
EDIP.                    No le injuries; más digna de castigo
                              Es tu injuria que todo lo que él dice.
PAST.                  ¿Pues cuál es más delito?
EDIP.                                     El no decirnos
                             Qué es del niño que el huésped te pregunta.
PAST.                  No sabe lo que dice, y es supuesto
                             Lo que va refiriendo.
EDIP.                                    Pues de grado
                             No quieres responder, haré te obligue
                             Un severo castigo.
PAST.                                    Por los Dioses,
                              Señor, no insultes mi vejez cansada.
EDIP.                   Cargadle de prisiones al momento.
PAST.                 ¡Desgraciado de mí! Señor, ¿qué causa
                           He dado a tal rigor? ¿De mí qué quieres?
EDIP.                 ¿No le entregaste el niño?
PAST.                               Si es forzoso
                         Decirlo; sí, Señor: ojalá fuera
                         Aquel día el postrero de mi vida.
EDIP.             Ese punto ha llegado, si no dices
                         Lo que se te pregunta.
PAST.                               Y si lo digo
                         Es más cierta mi muerte.
EDIP.                                     Éste no busca
                         Más que vanos pretextos de burlarnos.
PAST.           ¿Pues no te he dicho ya que entregué el niño?
EDIP.            ¿Y de dónde le hubiste? ¿Era hijo tuyo?
PAST.           No era mío, de agenos padres era.
EDIP.           ¿Pero quién te le dió? ¿De qué familia,
                     De qué padres nació?
PAST.                               Por Dios te ruego,
                    Señor, no más preguntes...
EDIP.                                    Sin tardanza
                    Mueres, si a otra pregunta me obligares.
[p. 47] PAST.    En la casa de Layo fué nacido.
EDIP.    ¿Hijo suyo o esclavo?
PAST.                  ¡Trance fuerte!
              ¡Cuánto arriesgo en hablar!
EDIP.                      Y en escucharte
                Yo también mucho arriesgo, pero es fuerza
                Escuchar lo que digas
PAST.                  Se decía
                Que era hijo suyo, mas, Señor, la reina
                Mejor podrá informarte.
EDIP.                 ¿Acaso ella
                El niño te entregó?
PAST.            Señor, la misma.
EDIP.                     ¿Y a qué fin?
PAST.    Para darle cruda muerte.
EDIP.     ¿Tan fiera se mostró con su hijo propio?
PAST.    Por temor de un oráculo terrible
              Usó de tal rigor.
EDIP.    ¿Y qué anunciaba?
PAST.   Que aquel hijo a sus padres mataría.
EDID.   ¿Y para qué a este anciano le entregaste?
PAST.  Por lástima, señor, pues presumía
            Que lejos de esta tierra le llevara:
            Mas veo le ha guardado a mil desdichas;
            Pues si eres tú el que dice este extrangero,
            El más infeliz eres de los hombres.
EDIP.  ¡Desgraciado de mí! Ya, ya comprendo
           Todo el horror de mi infeliz destino:
            Nací, que no debiera, de unos padres
           Que con incesto y muerte he profanado.
           ¡Oh luz, por la postrera vez te miro!

Con esta naturalidad y sencillez, con esta ausencia de afectación y vanos adornos está traducida la tragedia entera.

El Pluto, | Comedia de Aristófanes, | Traducida del Griego | en verso Castellano. | Con un Discurso Preliminar | sobre la Comedia | Antigua y Moderna. | Por D. Pedro Estala, | Presbítero. | En Madrid | en la Imprenta de Sancha | Año de MDCCXCIV (1794). 46 páginas de Discurso Preliminar , ocho sin foliar de argumento y 102 de texto.

El Discurso preliminar contiene notables observaciones sobre la comedia antigua de los Griegos, considerada sobre todo en su relación política; disculpa la libertad y atrevimiento de sus censuras [p. 48] personales, considerándolas indispensables en una sociedad democrática; hace un análisis de los Caballeros , de Aristófanes, estudia después la comedia latina y hace en seguida indicaciones sobre la moderna, especialmente la española (es notable este pasaje) y la francesa; pasando luego a tratar del teatro de su tiempo, elogia sobremanera a Moratín, citando una comedia suya que nadie ha visto y que sin duda le leyó manuscrita, El Tutor , y termina con advertencias generales sobre la moralidad del teatro.

La traducción del Pluto está en romance octosilábico, variando los asonantes siempre que parece haber un descanso en el texto griego. Tiene las mismas buenas cualidades que la del Edipo Tirano , aunque parece trabajada no con tanto esmero. Suprimió algunos rasgos que le parecieron libres o los puso en latín en las notas. Como trozos bien interpretados, deben citarse especialmente el debate de Cremilo y Blepsidemo con la Pobreza ( ῾η πεν&ΧιρΧ;α ), y la relación del modo cómo recobró la vista el ciego Pluto. Esta comedia y las Nubes son las únicas de Aristófanes, de cuya traducción al castellano tengamos noticia.

Al publicar el Edipo anunciaba Estala otras poesías griegas, que tenía vertidas al castellano y que se proponía dar a luz precedidas de discursos sobre los géneros literarios a que perteneciesen. Sobremanera es de sentir la pérdida de tales versiones, por lo que hubiesen acrecentado nuestro caudal helénico; y la de los discursos, por vernos privados de un cuerpo de doctrina literaria notable, sin duda, a juzgar por las muestras.

Iliada , de Homero. Tradujo Estala varios cantos o rapsodias, que solía leer a los amigos que concurrían a su celda. No hemos podido adquirir otra noticia.

Los opúsculos de Estala merecían ser coleccionados, mucho más cuando por su escaso volumen están expuestos a perderse.

Santander, 13 de noviembre de 1875.

Notas

[p. 38]. [1] . Obras póstumas de Moratín, 1867, tomo III, págs. 376 a 388.

[p. 40]. [1] . Silvela. Vida de Moratín.