Apuntes biográficos/históricosNos encontramos ante una Vita que escapa a los patrones característicos de la literatura hagiográfica tradicional. Conocida usualmente como Vita Fructuosi (Vida de Fructuoso) el título que ha de reconstruirse a la luz de su tradición manuscrita es 'Vita uel memoratio mirabiliorum quae Deus pro boni obsequii famulatum sanctissimi Fructuosi episcopi ad corroborandam fidem credentium statuit ad salutem' ('Vida y memoria de los milagros que Dios otorgó por los buenos servicios del santo obispo Fructuoso en confirmación de la fe de los creyentes para salvación de éstos'). De hecho esta líneas responden ajustadamente al contenido de la obra. No se trata de un recuento detallado de los avatares de la vida de Fructuoso, de la biografía de un hombre santo, sino sólo del relato de los episodios que, desde su infancia, lo muestran entregado a Dios, amante de la soledad y la vida monástica y eremítica, y cauce de acontecimientos milagrosos (se narran ocho). La Vita consta de veinte capítulos, cuyo contenido puede describirse a grandes rasgos del siguiente modo: introducción (1), vocación temprana y virtudes sobresalientes (2-5), fundaciones (6-7), vida anacorético-cenobítica y milagros (8-14), más fundaciones -con rama femenina- (14-15), recapitulación -o segunda introducción- (16), viaje fallido a tierra santa y liberación milagrosa (17), vida ascética incluso cuando ya es obispo (18), fundaciones (19), muerte (19-20). El objeto principal de la Vita parece ser la atracción de fieles al sepulcro de Fructuoso, en el monasterio de Montelios, con cuya alusión se cierra la obra. Todavía hoy se discute respecto a quién pudo haber sido el autor de la Vita, cuestión que lleva aparejados el dónde y cuándo de la misma. Su descubridor renacentista, Ambrosio de Morales, la atribuyó a Valerio del Bierzo. Esta opinión ha sido seguida por innumerables estudiosos desde el s. XVI hasta nuestros días: Cifuentes, De Sandoval, Tamayo de Salazar, Flórez, Fernández Pousa, Viñayo y Cardoso, por citar los más destacados. No obstante, ya desde el siglo XVII hubo quien discrepara parcial (Nicolás Antonio y D'Achery, que dan la autoría valeriana por plausible, pero no segura) o totalmente (Henschen, quien la niega), iniciando una corriente de opinión en apoyo del carácter anónimo del texto, corriente que se ha mantenido viva hasta la actualidad con De Amaral (s. XIX) y Nock o Díaz (s. XX) como sus más importantes valedores. Quienes apuestan por la autoría valeriana lo hacen fiados del contexto en el que se nos ha transmitido (en un corpus de obras de Valerio), en el aprecio que el autor muestra por la figura del obispo bracarense, y en -según ellos- un estilo latino similar. Por su parte, los defensores de la autoría anónima esgrimen como argumentos también la tradición manuscrita (en ninguna copia se hace referencia al autor); las diferencias ideológicas existentes entre algunas reflexiones de la Vita y los escritos de Valerio; pruebas de diferencias estilísticas notables; y, por último, el que Valerio parezca haberse servido de este escrito en la composición de otros -argumento que, en sí mismo, no sería determinante-. Por otra parte, algunos investigadores modernos han querido ver en ella una doble redacción, o, cuando menos, el trabajo de dos escritores. Así, Nock afirma, en primer lugar, que el capítulo 8 consta de dos partes, una de las cuales, síntesis de las virtudes fructuosianas, no se corresponde con lo dicho en los capítulos 2-7; y en segundo, el capítulo 15 se cierra con una especie de doxología que podría indicar un primer final del texto, luego prolongado. Por su parte, Díaz considera que los capítulos 8b-10 del texto bien pudieran constituir su núcleo germinal, escrito incluso en vida de Fructuoso. A partir de ellos se habrían redactado, como una expansión, los capítulos 11-15 primero y 2-8a después. Por lo demás, el tenor de los capítulos 1 y 16, muy rebuscados léxicamente y con trabajo retórico más abundante que el resto, nos indicaría que estamos ante dos fases paralelas de trabajo que buscan, por una parte, ensamblar los capítulos finales y, por otra, dar unidad al conjunto. Otro hecho que viene a sumar complejidad al asunto es que estos capítulos centrales hacen referencia insistentemente a la zona de Mérida, hecho que podría relacionarse con su procedencia y respecto a lo cual no hay hasta el momento teorías concluyentes. Atendiendo a todos estos hechos, en los últimos tiempos Codoñer ha propuesto recontruir del siguiente modo la creación del texto: por una parte estarían los capítulos 1-7 y 17-20, por otra 9-15 (de estos dos grupos, quizá el primero podría ser más antiguo). A partir de estas unidades se habría producido una labor de reelaboración que supuso la creación de 8a y 16. Esta hipótesis, además, permite a Codoñer suponer que quizá es un subordinado de Theudisculus, fundador del monasterio de Castro Leonis y único discípulo de Fructuoso mencionado con detalle en 8a, el autor de la versión refundida. Según la misma estudiosa, si este Theudisculus fuera el mismo que como obispo de Lamego participó en el I Concilio de Mérida (666), podríamos concluir que la Vita, en su aspecto actual, se fraguó después de 681 (cuando Theudisculus ya estaba muerto), en las proximidades de Lamego, donde Castro Leonis ha de situarse. Así pues, dando por válidas las últimas teorías aquí recogidas, podríamos pensar que los primeros capítulos de la Vita Fructuosi debieron de ser escritos por un contemporáneo de Fructuoso de Braga, presumiblemente entre los años 670-680. Parte de ellos quizá remitan a la zona de Mérida, pero el conjunto ha de ponerse necesariamente en relación con Braga o sus cercanías. Además, la obra fue presumiblemente refundida, adquiriendo su aspecto actual, después del 681 por un seguidor de uno de los discípulos fructuosianos quizá en la comarca del Bierzo. La Vita carece por completo de referencias escriturísticas. Sus fuentes literarias principales son la Vita Martini de Sulpicio Severo, los Dialogi de Gregorio Magno, las Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium y el Pasionario Hispánico. En cuanto a su tradición manuscrita, la obra muestra claramente su carácter hagiográfico, ya que nos ha llegado ligada a lo que se conoce usualmente como "Compilación hagiográfica de Valerio del Bierzo", así como a las anónimas vidas de los padres de Mérida. El testimonio más antiguo que conservamos data del s. X (Madrid, BN, 10007 [olim Toletanus 15-5]).