Estudio General. Biblioteca Virtual de Pensadores Tradicionalistas

Miguel Ayuso Torres
Doctor de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid

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Juan Pablo Forner (1756-1797)

I. La Fundación Ignacio Larramendi ha querido iniciar en los albores de un nuevo siglo un proyecto intelectual que –en cuanto a los medios– se sitúa resueltamente en el futuro, mientras que en lo que hace a los fines no puede sino instalarse en la estela de la verdadera sabiduría, repetición distinta de lo mismo, esto es, tradición y progreso al tiempo. En este proyecto, mejor, en el haz de proyectos que la mentada Fundación pretende promover en vía virtual, se encuentra la preparación de una Biblioteca de Pensadores Tradicionalistas Hispanos que, Dios mediante, ha de acompañar a las otras colecciones.

II.  No es fácil acotar el rubro del Pensamiento Tradicional, siquiera contraído al radio hispánico o incluso español, que obligaría a incluir de pleno derecho –por poner algunos ejemplos– en su elenco a los juristas catalanes de los siglos XIV y XV, a los escritores antimaquiavélicos, a los teólogos juristas de los siglos de oro e incluso a los antiilustrados de finales del XVIII. Acepción amplísima que convertiría esta biblioteca en la entera (o casi) de la mayor parte de nuestra Historia, en una suerte de Historia Política de los Ortodoxos Españoles, que, como es bien sabido, hasta fecha bien reciente fueron nutrida mayoría. De ahí que, como a continuación se desmenuzará, pueda contraerse en cambio el título que abraza la colección a la edad conocida como Contemporánea, esto es, la que se inicia propiamente con la introducción violenta de la revolución liberal y sus consiguientes reacciones. Cierto es que a esa conclusión sólo podría arribarse tras un cuidadoso esclarecimiento de hechos e ideas abordado con la regla y medida del pensamiento católico tal y como sobrevivió en nuestro solar tras lo que –usando el título de uno de esos nuestros clásicos, Saavedra Fajardo– podríamos denominar metafóricamente las Locuras de Europa, esto es, los desvaríos de la modernidad y los sueños engendrados por los sueños de su razón racionalista. Y tal no ha de resultar fácil en ningún periodo, si bien la dificultad se presenta acrecida en los tiempos de confusión, por más que se pretendieran luminosos, resultando menos dificultoso el discernimiento –por grueso que fuere– cuando las posiciones exhiben todos sus ángulos acerados en sus perfiles enfrentados con el discurrir del combate. Y aunque siempre es medida prudente rastrear las ideas en problemas o en escritos concretos, evitando otorgar etiquetas ideológicas a los hombres, tal medida se muestra ciertamente en manera menos acuciante en unos momentos que en otros y en unos estudios que en otros. La difuminación de esa exigencia se justifica por dos razones, como método pedagógico elemental –que proporciona una primera visión esquemática desde la cual, y sólo desde la cual, es dado avanzar– y cuando, por aplicarse a épocas cristalizadas, es lícito encasillar a los hombres en aquellas celdas en que ellos voluntariamente se han colocado.

Juan Donoso Cortés (1809-1853)

Respecto de la primera de las razones, el Pensamiento Católico Tradicional presenta a lo largo de la Historia de las Ideas un perfil suficientemente definido que permite prescindir en ocasiones de ulteriores distingos. Mientras que, en cuanto a la última, debe señalarse el Pensamiento Tradicional del siglo XVIII –que es cuando comienza a enfrentarse con su contrafigura que es el Pensamiento Ilustrado, germen del formalmente revolucionario–, o incluso de los comienzos del siglo XIX  –en que propiamente asistimos a su lucha contra el liberalismo–, en que quien se ocupa del mismo se ve obligado a ir constantemente contrastando con una serie de tópicos las opiniones sustentadas sobre ellos en distintos escritos por los diversos autores.

El método es ahí puramente descompositivo o inductivo, en el primer caso, esto es, el del setecientos, porque el estudioso no puede dar por aceptado –pues es lo que busca– la existencia del Pensamiento Tradicional, y en el segundo, el de comienzos del ochocientos, porque, en cuanto es una época en que van cuajando como ideologías lo que antes eran actitudes vitales menos racionalizadas o formas de pensamiento no racionalistas, sería imposible hacer otra cosa. Sin embargo, en la segunda mitad de nuestro siglo, por ejemplo, está perfectamente definida la Teoría Política Tradicionalista, por lo que, sin que se pueda renunciar totalmente a esa metodología inductiva, de modo ejemplar en los casos fronterizos o en otros que requieran precisión –por cuanto hay autores que no nos atreveríamos a llamar sin más tradicionales, aunque se muestran solidarios de ese pensamiento en importantes bloques temáticos– es posible como punto de partida utilizar un camino más deductivo, en cuanto que nos ocupamos de autores a quienes incluimos genéricamente en una categoría, lo que se prueba –salvo matices– de la mera exposición y valoración de su obra sin necesidad de ulteriores aclaraciones. Con todo, ni que decir tiene que tratándose –en resumidas cuentas– de una antología de autores y obras acogidos unos y otras como tradicionalistas, ha debido preceder la admisión de un contenido doctrinal de tal término, que –sin discusión– nos permita proceder a incluir y excluir. Contenido que por razones obvias no se puede aquí sino abocetar. A la hora de hacer un elenco de pensadores para incluir en esta colección han debido pasar por las mientes estas y otras dificultades, algunas relativas al pensamiento –pues colección de pensadores es, y no de simples políticos azacanados en la lucha, por más que munidos de ideas–, otras tocantes al tradicionalismo –que por fuerza ha de señalarse un punto a la cronología y siempre tras éste hay autores fronterizos o escindidos o de significación cambiante– y finalmente las relativas al carácter español.