Estudio General IV. Biblioteca Virtual de Pensadores Tradicionalistas

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Álvaro d'Ors (1915-2004)

VII.  ¿Pero qué queda del Carlismo y del Tradicionalismo? andando el tiempo, y va para dos siglos, el Legitimismo no puede sino declinar levemente, perdiendo algo de su prestancia y vigor. Y no sólo porque pueda extinguirse ?pienso en lo ocurrido en el Carlismo, pero que puede extenderse al Legitimismo francés o al jacobitismo anglosajón? la dinastía que custodia la legitimidad; y porque en las siguientes sucesiones, discutidas además, se produzcan defecciones; y porque se dificulte en grado sumo el hallazgo de un abanderado. Sino también porque una monarquía exiliada espacial y realmente de la concreta gobernación tiende inevitablemente al folclorismo, antes o después. Los tres ejemplos que acaban de referirse lo prueban, aunque el grado en que lo padecen no sea idéntico: si en los jacobitas es evidente y en el legitimismo francés bastante intenso, en nuestro Carlismo es sólo creciente. También la continuidad histórica sufre en su significado transformaciones con el paso de los años, los decenios y los siglos. El Carlismo, con su arraigo popular, era una auténtica representación de España. Se podía hablar así ?con intenciones variopintas, lo sabemos, y no todas buenas? de las honradas masas carlistas. En cambio, cuando el pueblo carlista va desapareciendo, cuando las propias familias carlistas, y de las más encumbradas a las más sencillas, tienen dificultad en transmitir ?tradición es entrega, pero sobre todo aceptación? esa adhesión a la causa, la continuidad histórica, que requiere un amplio cuerpo social, también empieza a resquebrajarse.

Queda entonces sólo el acervo doctrinal, la doctrina jurídico-política y la cosmovisión entera del Tradicionalismo, que también ha sufrido últimamente embates diversos ?el más grave es sin duda el giro dado por la Iglesia tras el II Concilio Vaticano?, si bien en su conjunto se ha desarrollado hasta niveles que el siglo anterior no conoció. Y es que la Teoría Política alcanza sus cotas más elevadas en los periodos de crisis, pues es saber azuzado por la derrota. Como también la teorización se va depurando conforme se aleja de la vivencia. Hay momentos fulgurantes de Donoso Cortés, que por cierto nunca fue legitimista, hay páginas espléndidas de Aparisi o Nocedal y párrafos encendidos de Vázquez de Mella, pero no una teorización tan rica, variada y acabada como la que nos ha dado la última generación del tradicionalismo: Elías de Tejada, Rafael Gambra, Francisco Canals, Juan Vallet de Goytisolo y Álvaro d?Ors, entre otros. Entre otras razones hay que buscar en tal hecho el peso muy singular que tiene el Tradicionalismo más contemporáneo en esta colección.

Francisco Elías de Tejada (1917-1978)

VIII.  Por lo mismo, antes de cerrar esta presentación con concretas observaciones sobre el plan de la Biblioteca Virtual de PensadoresTradicionalistas, quisiera abundar algo más sobre la trascendencia del Tradicionalismo más radicalmente coetáneo, es decir, el que se ha desenvuelto, y sigue haciéndolo, desde nuestra Guerra. Ciertamente, este hecho bélico, con todos sus antecedentes y consecuentes, puede fijarse como frontera separadora de los afanes de dos distintos grupos de hombres ?dos generaciones si no se toma con demasiado rigor el término?, hasta el punto de justificar un estudio separado de ambos.

El agotamiento del viejo Carlismo decimonónico y el surgimiento de uno nuevo y vigoroso en la República y ulteriormente en la Guerra; el injerto maurrasiano sobre el tronco secular del integrismo que significó la aportación capital de Acción Española, a cuya bandera se acogieron luego, nominalmente al menos, variadas iniciativas; el renacer católico como signo de toda la época de la Posguerra ?en lucha apenas con ciertos y muy localizados mimetismos totalitarios enseguida devenidos en un izquierdismo falangista de corte laico?; el especial acento que el eterno retorno del Derecho Natural, a la sazón triunfante en toda Europa, tuvo en nuestras fronteras, potenciado por el factor inmediatamente mencionado, de modo que se constituyó en nervio y eje inexcusable del pensamiento español; la reivindicación tradicional como una de las componentes de la retórica del régimen, con reflejo inevitable en su política, y cualquiera que sea su verdadera y mucho más cuestionable virtualidad; la evolución política española ?al compás de un horizonte universal que no podía sino condicionarla, del mismo modo que el giro indubitadamente perceptible en la Iglesia?, alejándose progresivamente de su inspiración originaria Católica y Tradicional, con la reacción lógica de quienes deseaban preservarla a toda costa, son todos hechos ?con implicaciones intelectuales o con resonancia política? que tipifican un periodo en el que el pensamiento tradicional reviste caracteres bien diferenciados. como antes ya quedó afirmada su relevancia no es preciso insistir ahora más.

Juan Vallet de Goytisolo (1917-  )

IX. Y, por fin, el plan. Cualquiera que observe el que sigue podrá calibrar la ambición que esconde. Pues pretende presentar un panorama completo del tradicionalismo. a comenzar por el germinal de las Cartas del Filósofo Rancio sobre la Constitución Gaditana, el Manifiesto de los Persas y la obra de los escritores de la Primera Guerra Carlista como Magín Ferrer y Vicente Pou. Siguiendo por los grandes polígrafos de mediados del siglo XIX como Donoso Cortés y Balmes. Ocupándose también de los autores que permitieron la transición hasta la transfusión de los neocatólicos. Sin olvidar los grandes del último tercio del siglo XIX y primeros decenios del XX: Aparisi, Nocedal, Gil y Robles y Vázquez de Mella. Con capítulo propio para quienes en el combate contra la II República están en la génesis del alzamiento de 1936: Maeztu, Pradera, Hernando de Larramendi y Vegas Latapie. Finalmente, los antes enumerados del Tradicionalismo último, con apertura a las Españas y hasta ?excepcionalmente? el Hispanismo, completado el cuadro con las revistas señeras Criterio, Acción Española, Cristiandad y Verbo. Unas indicaciones prácticas antes del elenco.